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STAKFORDl'NIVERSlTr LlSKARlfiS
' \.
ORATORIA
ARGENTINA
RECOPILACIÓN CRONOLÓGICA
PROCLAMAS, DISCURSOS, MANIFIESTOS V JíOCL'llESTOS IMPORTANTES.
QfE LEGAROS A LA HISTORIA DE SU PATRIA
ARGEN'TI.VOS CÉLEBRES, DESDK EL aSO 1810 HASTA lf»i
NEFTALÍ CARRANZA ¿:^^'
TOMO IV.
Sesé y LarraSaga, Editores
LA PIíATA I Bb. AIBSS
C»ll« 47 Bwiaiiift 9. I B. Ultr« 1180-84
1905
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ÉPOCA NOVENA
Hav lodnvfB rspíríliix aguados y ronvulMM
que ll<fBn á imaginarne que una revolución
triunfante puede poner lérmioo á nueslra» ral*-
Diidadei'. No acojo por un inflante esta Huseslióo
de Ion desp))p«rado«<. La revolución re fodavla
la fuerza; lo que ella enitendra, m la anarquía
A la dictadura.
¡Venimos ■rrastradoD hace lanlon aflos por las
borrascas de las revoluciones!
Ha sufrido tantos dolores la República bajo
su influjo, que es deber de todo hombre patno-
la y reneiivo el combatir con enerva todo co-
nato que se inlente en ene mentido, porque la
revoluciáo nada podría fundar de entable en el
campo de lap instituciones que nos (robieman.
GriLLCRHO Raw8o:(.
FEDERALIZACIÓN DE BUENOS AIRES
1880 — 1890
Proclama del Presidente Roca, del 6 de Diciembre de 1880, al san-
cionarse la ley por la Legislatura de Buenos Aires, declarando
á ésta Capital permanente de la Nación.
Conciudadanos:
No es para llamaros á las armas ni anunciaros un peli-
gro ó una calamidad pública, que os dirijo la palabra.
La gran nueva que os comunico oficialmente ha corrido
ya sobre los hilos (leí telégrafo á todos los ámbitos de la
República, haciendo vibrar en emociones patrióticas los co-
razones argentinos, y de cada agrupación de hombres, por
pequeña que sea, nos ha llegado la expresión del público
regocijo.
La Legislatura de Buenos Aires, inspirándose en los altos
intereses nacionales, ha dictado la ley que conocéis cediendo
el Municipio de esta Ciudad para Capital permanente de la
Nación, y el Poder Ejecutivo de la Provincia acaba de pres-
tarle su sanción.
— tí -
prancoesuon qundií tprminada. Desde Rivadavia. que
la inició como una solueióu, hasta el Congreso de 1880. qup
la declaró una necesidad iiolttica y social, todos los argeu-
tínos la bcmos buscado, y los que nos pi-ecedieron en el
Gobierno y en las lilaii populares han sidn colaboradores en
la obra fecunda.
La última jornada de nuestra vida constitucional está ya
recorrida.
La organización política de la República queda completa.
¡llniH*r á la Legislalnni de Buenotí .Aires!
¡Honor al Congreso de 1880!
¡Honor y gloria á la generación que lia coronado con tan
soberbia eúpulu el edükio de la nacionalidad!
Con este último esfuerzo que el patriotiMno ha realizado,
jcuííntos peligros se rlisipnn en el ponenir y cnánta confían-
za y seguridad renacen!
Desde este niiMiientci nos sentimos con la conciencia de
nuestro aér y en plena posesión de todos Ins atributos que
dan consistencia, poder. r¡([neza. orden y libertad á un pueblo.
De boy en ailelunle, Kegnros de nuestros debtitms. que
ayer* por falta de unión vagaban á merced de lo iniprevislo
y de las pasiones de ])artido. podremos s^uir tranquila-
mente por el ancho camino que fondnce A los pueblos li-
bres ú la grandeza. rnun(bt han sabido vencer los esc(»llos
de los primeros pasos.
Va se manifíestan los siguos visibles de la vida, del cré-
dito y de la prosperidad, como otros tantos precursores de
una í'poca que se aproxima henchida de esperanzas, y lodo
aquel que tenga en su alma el pres^entiniicnto de los gran-
des deslinos de su Palria. se senlirñ satisfecho de babor
alcanzado á presenciar tales hechos y orgulloso con el nom-
bre de argentino.
Una nueva vida, la vida de la Constitución en toda su
plenüud comienza para la Nación desde este día. (Felices
aquellos que puedan contemplar á la República Argentina
dentro de cincuenta aQos con cincuenta millones de almas,
después de rnodío siglo de paz no interrumpida en el apogeo
de su gloria y poderío!
Compatriotas: Os in^'ilo fi. dedicar el día ocho de Diciembre,
en que empezará á regir la autoridad de la Nación en esta
Ciudad, para i:elebrar tan fausto aeonlecimiento.
Elevemos nuestros espíritus: levantemos nuestros corazo-
nes; iu(u3rporeino£i con regocyos públicos ese dia á los me-
morableH y rl&sieos de nucHtra viila^ y corramos h los tem-
plos á dar gracias al Altísimo porque al ñn nos es iladn
inaugurar la Capital cantada por los puelas, consaii^ada por
la historia y aclamada por los pueblos en el mismo asiento
de los Virreyes, donde setenta años ba echaron nuestros
padres los fundamentos de la Nacionalidad Ar^nlina y lan-
TUiron el grito que dió lilKTlnd é independencia á niedín con-
linenle americano.
BiusA* Mna, tilciemhrv 6 de 18S0.
Jdlio a. Roca.
Discurso del General. D. Julio A. Roca, en la inauguración de la
BStatua de D. Adolfo Alslna. en la Plaza de la Libertad, el 1' de
Eaero de 1882.
El pueblo ateniense tenía una ley pnr la nial fíva ublíga-
lorio designar <1 uno de los príncipes de Iii elocuencia para
<[ue hiciera el elogio fúiiebre de los héroes que calan en Iok
4-ampoH de huLalla luchando por la libertad y la gloria de
9U Patria.
¿Por qué no hemos de imitar nosotros tan bello ejemplo
«n los momentos en que la gratitud pública erige estatuas
a nnestntií ^'randes hombres. <lejaiidn hoy que uno de los
más elocuentes «radores de nuestra época Íiit,cri>rele el sen-
timiculo nacional anle la roeinoría de Adnlfo Alsinaf
Y, ¿<{uién, sino el que fué su amigo, su compañero de la-
rcas, su subalterno y su jefe alternativamente, siguiendn cada
uno de lus giros de su fnrlnna pulHica, pnedc hacer niejfir
el elogio de la nobleza de su alma, de la firmeza desur4i>
rácter, de la elevación de sus niims y de sus (rrandes servicios
Á la liheríad y á los progresos de la República?
Sigatnns. pues, esa histórica coslumbrf*, y que nuestro
primer orador Iribuie en representación de iodos los argen-
tinos el homenaje debido á aquel á quien la muerte tronchó
«n la plenitud de su vigor y en medio de sus afanes por
- a --
asegurar la vida y la forluna h los lialiitantes de nuestras di-
luladi]» campiñas, contra las irnipriones de \oíí bárbaros,
redimiendo asi del odioso servido de las frntiteras al gau-
cho, íjue ha sido siempre la vfflimH inocente de nuestras
luchas, y i[ue las leyenda.s de nuestros poetas han realaado
como el tipo del valor, de la abnegación y del surrimíeiilo.
En esaíí tareas en que yo he sido su continuador, he ad-
mirado más de una vez la enerva de su carácter inquebnin-
table y la grande7^i que se abrigaba en el fondo de todo!>! íjus
pro|Hi.sitos. Y cuando le he visto desaliar sin temor los uiñs
recios peligros y las más grantlew dificultades en que ju-
gaba su nombre y peligraba su vida, han venido involunta-
riamente & mi memoria las simpáticas y varoniles figuras
do los GracoR, & cuya noble estirpe debió sin duda [)erlene-
cer. cuanfto luchaban por las ri-auquicías y las libertades del
pueblo romano.
Su meutoria. como la do aquellos insignes tribunos, no
perecerá jamás, porque los pueblos que tienen la conciencia
de sus grandes destinos en la tierra, saben linni-arse á si
mismoK honrando á sus héroes, á sus mártires y á sus be-
nefactores, conservando su recuerdo como un cullo sagrado,
para ejemplos perennes de abnegación y de patriotismo,
Pero aunque 'jo haga el panegírico liel argentino cuya
efigie voy á. entregar en breves instantes h vuestra contem-
plación, no puedo dejar ih' evocar el reciierilo de un joven
que fu(> arrebatado á la vida en la tior de los años, y á cuyoe
esfuerzos se debe princrpahneale el monumento (¡ue inau-
guramos.
Enrique Sánchez. aquM nrllo sincero, entusiasta y ardo-
roso que lodos hemos conocido, lle\ó á su más alta expre-
sión su amistad y consagración hacia Adolfo Alsina. y aun
en su lecho de agonía, como galvanizado por una corriente
poderosa, al oir pronunciar su rmmbre.
[Con cnánlu satisfacción hahrfa contemplado -hoy la es-
lalua de su maestro y amigo con su ademán soberbio y en
la actitud de dirigir su palabra fascinadora á las masas po-
pulares! Pero desgraciadamente no tuvo la suerte de ver su
obra eonclufda. así como Adolfo Alsina no pudo terminar lu
suya fijando las ti-onleras en el Río Negro y viendo entregada
á la civilización y al trabajo la pam|>a inmensa, que era enton-
ces ol teatro Haiígriciilo de l.is roin'rías de los salvajes.
— 9 —
Sánchez se extinguió como esas tiernas enredaderas que
no pueden sobrevivir á la encina que la sustenta, y caen
marchitas apenas ella ha sido herida por el dedo de la
muerte.
Ese es el destino de los seres excepcionales y privUegiados
que nacen para una sola pasión. Falta el objeto de su vene-
ración, y sucumben. Ha» llenado su misión. Pero al menos,
que el nombre de Sánchez quede vinculado á este monu-
mento, como un honroso ejemplo de adhesión y fidelidad.
Señores: En cumplimiento del encargo que me ha sido hecho
por hi Comisión Organizadora de esta tocante ceremonia, voy
á descorrer el velo que cubre !a estatua.
Vais á ver en su pedestal de granito y vaciada en el
bronce inmortal la altiva y gallarda figura de Adolfo Alsina,
que quedará en esta Plaza de la Libertad como lección eter-
na de virtud cívica á las generaciones que vendrán en pos
de nosotros, sucediéndose como se suceden en el mar las
olas, depositando cada una la ofrenda de su labor y su tra-
bajo en el altar de la grandeza nacional.
Discurso pronunciado por el doctor D. Pedro Goyena en la cola-
ción de grados de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
el 24 de Mayo de 1882.
Señoras: Señor Decano: Señores:
Hace poco tiempo que ha sido restablecida la costumbre
de celebrar el advenimiento al doctorado de nuestros jóvenes
estu<iíantes de Derecho. Estas fiestas de la casa donde gran
parte de los presentes hemos pasado los más bellos y flori-
dos años de la vida, suscitaron algún escrúpulo en la con-
ciencia republicana de un Rector de la Universidad cuyo
nombre vive en el recuerdo de todos, y e! cual propuso al
Gobierno suprimirlas, quedando el candidato transformado
en doctor mediante el e.Karaen de tesis y la entrega privada
del diploma en la Secretaría General. Me gradué así en si-
lencio y sin tener el gusto de confraternizar, en un acto como
el presente, con mis amigos y condiscípulos, con los jóvenes
distinguidos en cuya compañía me cupo el honor de hacer el
aprendizaje del Derecho.
— 10 -
Realmente fué un escrúpulo república no del iloclor Gutié-
rrez la supresión de estas demostraciones, cerrando el salón
de forados á las ramílias y al prihlíco en los momentos en que
se despedían los aluinnoü de jurisprudencia. El reslableci-
mienlo de las antiguas prácticas nada tiene de peligroso. No
es una liesta de la ^'anidad la que nos reúne en este sitio;
es una expansii5« de la simiiatia, un espectáculo modesto y
casi familiar. Respetando, pues, la sinceriflad y la nobleza del
soulimieiito que inspiró la medida á que aludí, debemos Fe-
iicilarnos ile tener La oi^isión, dos veces p«r afto, de ver con-
jrrejía<los en ei*(e hi^ar los alumnos graduados, sus familias,
sus amigos y alguna parte dislinguida del público que nos fa-
varece con su prespucia y detnueatra su amor i>or las cosas
del es])írilu y los cultores de la ciencia, por estos Jóvenes
dociores lleír¡id(w boy á la arena de la lucliü y pu los cua-
les se vislumbran ya, con lus luces de la esi)era)iKa, el ma-
gistrado, el estadista, el servidor de Hus»emejautes,]a honra
tal vez y la gloria de una generación.
Kilos acaban de recibir con modestia y emoción ese diploma
anbelatlo, ese pergamino en cuyos fingidos se ve la imagen
de cuatro hombres (jue vivieron para la ciencia y te debie
ron una celebridad que el tiempo abrillarila en vi-z de borrar
\o soo ya los alumnos de la casa. Acabo de saludarlos con
un tilulo que debe imponer resíwto á quleti lo recibe, ¡lor-
que le honra y le obliga: docíores serán llamados: capaces y
dignos de ensefiar, lo que importa decir hombres de doctrina
y de moraliflail. El maestro, en efeclo, si no ha de ser, como
dice el Evangelio, un ciego guía de otros ciegos, debe tener
la mente ilnmínada y sano el corazón. Son ya dtH'tores; bien
cslíi: pero deipcii continuar siendo estudiantes. El aforismo
ríe Hipócrates pueile parecer vulgar en fuerza de ser co-
nocidn. pero no es por oso raeno« cierto y digno de ser me-
ditado. Arn lonQti, vHii ftí-cr/». quiere di-t;Ír: la ciencia es in-
mensa y la vida rApida como un relámpago. Una vez que el
ilojiieo de saber se ha despertado, el afíün de la ciencia queda
como uu distintivo de tan noble vocación, y no se pncdi* ser
después intiifereute íi ese curso incesante de la idea ipic mar-
cha lomando nueras formas: tumiuosaen la almósfüni pura,
obscurecida á veces por el error, pero sin apag;u*se jamás del
lodo en el cielo de la inteligencia. Los jóvenes iloctores han
rct-ot-rido la primera etapa de un viaje que sólo concluye
— u —
con la vida; la riüiAn plena, romplcta, sin sombruR» es la pro-
mesa (le la oteniidad.
Fijando la cfHtsiíie ración en ps!«s nioiuentos tan interesaii-
m y auspiciosos, divei-sos sentimientos nos solicitan y do-
minan. Yo penetro eu el alma de estos jóvenes en cuyo eo-
incrcio inteleclual be divido diariamente, y siento, puedo
decirlo así, las palpitaciones de su corazón. (¡Uitos nistros que
les sonríen, estas miradas irnrífíosas, son para rlloü un pre-
mio, un halago iocoiuihiralile, purque viene de los seret» aina-
dos que se vinculnti por dulren lazos al pon'entr de los
nuevos doctores. ¡Cuánto júbilo y ternura <Ícben conmover
corazón de la madre, di>I padre, de los hermanos, en esta hora
11 que la Oor del hogar se lia convertido en lui fruto lozano,
en que la esp4>ranza se ha hecho una realidad y el niño de
aypT ejf un hombre revestido con las insignias sevoras de la
ciencia y del miiy'isterio! ¡Ciiííiitas /.fjzobras y cnánla»^ viííiliaiíí
Rícuó pnbrH. (■! que lia lornado á lo serio la \¡dii dr estudiante
Im hecho una vida de sacrificio; ha encontrado en ella dul-
ce» compensaciones, sin duihu jwro ha tucliado: lu verdad se
conquista. I'oresoes respetado quien se avenlaja en los es-
ludios y merece el título que estos jóvenes aealiun de reci-
bir. Todos li>8 que han palidecido tü la luz de unii lám|uirn,
lodns los que han resistido á lat* folíciludes dfl placer, tan
seductoras en los día» ilu la [irimcra juventud, para ('orinar-
se en la doctrina y aiTancar un secreto á la ciencia, son
dignos de encomio. Y la luadre. el padre, los hermani>s qne
nyer los cnntfMnplaltan cavilosos ó alvsnrtos en la tiicdilación:
que senttan en sí mismos la angustia inevílahlc de las prue-
bas universitarias, se re^^ocíjan con justo moltvu ciuuido los
ven hny, al término de su carrera, reposar en un d(u que no
se nlvitia. porque da otra forma A la existencia y muestra los
caminos del porvenir.
Pero, sefiures. permitidme que dirija especialmente lo pa-
labra á aquel de entre estos jóvenes que se halle en una
situación que alguna ve?, contemplé y nmnunió mi curazón.
Ix> recuerdo todavía: he visto subir á osa cátedra un joven
lleno de I y melancolía para decirla palabra que. segUn
los re|;lm> lebla proinmctarel nuevo doctor. Mochos había
visto yo . en semejante ocasión. ¡Ah. sefiores! aquel es-
tudiante halilu venid» de una prtmncia lejana; era la e^^pemnza
y como la corona de una madm nmorosa; la dídin de ¿sla se
— 12 —
cifraba en él. cuya vida seguía de lejos, anhelando la hora de
estrecharlo en sus brazos, después de una larga y penosa
lucha. Sus consejos y su amor le habían acompañado siem-
pre. ... y el día en que la noble frente del joven brillaba en
esa cátedra, la madre no estaba allí, la madre no estaba en
el mundo. La muerte había andado más pronto que la vic-
toria. Si alguno hubiera á quien semejante Infortunio amar-
gara en esta hora de imponente solemnidad para el hombre,
prométase en lo íntimo de la conciencia honrar ese recuerdo
doloroso con la pureza de su vida, con el amor de la verdad,
con el culto de la justicia, porque esa prueba y ese infortu-
nio son á veces una vocación del Cielo y una señal de su
predilección.
Señores: la vida del estudiante, he dicho, es una vida de
lucha y de sacrificio; pero es también una época llena de
goces y esperanzas; en ella se forma el hombre; se acentúa
el carácter al mismo tiempo que se expande e! corazón y
aparece en é! la florescencia de los sentimientos con todo el
calor, con todo el brillo, con torio el perfume de los años
juveniles. El ejercicio de las facultades intelectuales es susci-
tado por un noble placer que las mantiene activas para di-
rigirse incesantemente á sus objetos naturales. Sin ese con-
fortativo providencial, ¿cómo perseverar en las arduas tareas
de la escuela? Hay otros placeres incompatibles con el estado
de cultor de la ciencia: el mundo bullicioso es el enemigo
del espíritu de investigación, que sólo actúa eficazmente en
la soledad y en el silencio. Mientras el atractivo engañoso de
las tiestas seduce á una juventud que se embriaga á veces
con placeres terribles; mientras la naturaleza *ios convida en
otras ocasiones con sus gracias ingenuas á un solaz y á una
recreación inocentes, el joven que ha jurado fidelidad á la
ciencia está con la mirada fija en el libro y la mente en la
doctrina, recibiendo esas austeras iniciaciones que dejan pá-
lido el rostro, fatigados los ojos, pero alto el corazón y se-
diento el espíritu de nuevas verdades.
Tal es la existencia del joven, cualquiera que sea la cien-
cia que cultive, si la aborda seriamente y con amor; porque
yo no hablo aquí del simple aficionado, eventualniente estu-
dioso, especie de recluta universitario que ostenta I.-ts apa-
riencias del estudiante, pero que no ha hecho jpir.iis i;na
campaña.
14
Se ha pretendido A veces establecer algún antagcinismo
entre dos carreras, entre ilos profesiones (¡ue no he podido
jamús coucehir sino [ulimamenle Ufadas y cuya fími-ión fun-
damental ofrece para mf una analogía evidente. Hablo de
la medicinn y de la ahoKacíu. A cada nionienlo ulmos Iia-
hlar de la noble misión del mídico, que vive entre los en-
fermoK y los iieriilos; pues bien, lo nñsmo os acontecerá, á
vosolros, jóvenes abogados: tendréis que ver enfermos y lie-
ridos. No se os presentarán las lesiones de] organismo, sus
estados patológicos; pero, sí los desórdenes morales, los
enfennos y los heridos de la vida civil. Encontraréis al
avaro, al doloso. & la víctima de la violencia insolente ó
de la pérfida astucia; y, no me ocurre dudar de ello, pre-
senciaréis espiM-líicuIns más dolorosos y á veces más repug-
nantes <|uc los que ofrece la clfnic» de los hospitales, en
esa otra clínica del faro á la cual asistiréis mañana. Cuan-
do se encaran las cosas desde este punto de inira^ se ex-
presa irresistiblemonte un voto (|ue parece absurdo: ¡OjalA
que no tcni^inio» muchos médicos en el porvenir; ojalft que
no len}i;amns miichns abnfradns! No, sin <lurla, ponjue yo
piense, como nueí-tros í^auchtís, que el médico hace la en-
fermedad y el ahofradn hace el pleito; sino porque la nece-
sidad del médico supone la existencia de la enfermedad y
la necesidad del ahogado la existencia del pleito, (¡ue ej»
también una enfermedad. & veces mortal, á veces peorque
mortal, porque mala la honra, el sentimiento de la dignidad.
la raíz misma de la virtud, que vale mtis (|ue la vida. Los
romanos tenían niuobas leyes y muchos juristas por que
erao violentos y falaces. Por lo demás, y aun cuando esto
se presente bajo un as|)prlo paradojal, nosotros, los aboga-
dos, y los médicos tand>¡én, debemos jiropender lealinente
¿ hacernos inútiles, A lo menos en la manera frecuente de
ejercer la profesión: el médico previniendo, como higienista,
las enfermedades; el letrado evitando los pleitos con sus
consejos pru<lentes y conciliatorios.
No faltarán jamás pleitos ni enfermedades; pero el deber
de los ipie ejercen lasprofesiones á que aludo, es ciertamente
disminuirlos.
]Cuántas veces estos jóvenes doctores, aun los m&s aman-
tes de la ciencia, aun ios más aféelos al estudio de las le-
yes, habrán sentido la fatiga y el o^nsancio éntrelas breñas
— IS^ —
y la» aritlec4% que c*! derecho, como ul pljinela, ofrere al
que vinja por sus variadas regiones!
\íi quisiera harrr uiia hroina de uial m'íui-n). [n*rii imp ..lu-
rrc pregunlar: ^quiéii ha salido ileso ilrsjmi^K de dtrax.sar
el famoso Ululo <lo las averías en el Códi(,'o de Comercio?
Esos casos iaaeahahles y osaK aplirat-iones que se traducen
luegt) en una rúenla hiboríosa y runi|iiicada, parecen desti-
nados á, vencer la paciencia y tu memoria. Tales sotí nljru-
ii&f* de las asperezas, de los fragosidades del estudio, pasos
difírilfs que el estudiante recorre decide el tMehre »/«»'" cel
r/íiiV/ dií las primeras kH:i-iomw. Pero debajo lie los urlínulos
mortificantes del Código eslú el comercio, está la navc^ciún
ron todos sus ueeidonles y las iumeasnií ventajas i|ue ha traído
á la humanidad, está la fortuna privada que eonlribuye ú
formar la fortuna páhh'ca. está el bienestar de las familias que
el legislador torna en cuenta y rpsfruarda minuciosamente.
Causa pena á veces el considerar cuáutos pormenores exi-
jíc en la legislación lu mahcia InimaniL, y el pensar que. d
pesar de loilas las precauciones imaginadas, mientras no s*».
supriman, como se ha dicho, los sieLe pecados capitales, re-
fuitan siempre ineficaces las leyes, por lo menof relativa-
nienle. Pero. ü¡ bien nos )HTsuadÍmos de esa incfícacia re-
lativa, «atamos obl liados 4 reconocer que liay en las teyes
una virtud rotipeniliva a) bien de la (¡ocietlad.
No bastan las luces, la ilustraiñón, |mra llenar los gran-
des fínes s<H:iales. Naciones muy cultas liemos visto en si-
lunción deplorable. La felicidad pfitilic^ estriba príncipal-
menle en I«"is i-ai-acteres dijinos. recios y firmes. La fí|;ura
de un Ateini' i\ii>Íto es lanío más repulsiva cuanto que mi
senñlismo inra el Emperador. Cupilmtia ohs&iuium, andaba
unido con un inórenlo preclaro y un vasto saber Un hom-
bre prodigioso en la ciencia de! dercclio, Cuyacio, inspim
ftin embarpo un sentimiento do tristeza cuando le oímos
decir, en medio de una crisis terrible y de una controveniia
en que se deliaten los nifis trrandes intere-ícs humanos: r.i{tt'\ti
hoc ad etiicluiH ^nviori»? con una indirereocíu que era en-
loDces iodo lo contrarío de la sabiduría. Ast tninbíen Era^s-
mo, el ^an literato, se envolvía -en una frase elegante
\wTo sin di^nidatl -. cuando la Europa se desfrarraba y todo
luiinbre que tuviera una idea, una (mlabi-a, la debía & la
causa de U verdad y del bien. Prestad ¿ esta faz de la vi-
da sumo inlerés; vigilad y estad atentos, jóvenes donlure^
á esle a,sun(o sobreniaiici'a iuteresatile. y acostiimhraos ¿
|iensj]r sienipru que lado es vanu iiiieulnis la i'oiicrencía no
nüs diga que nos maiileuouios firmes en el terreno de la nu>-
ral y i^uo le proPRsamos un amor efectivo.
Xada es niús conlrario al rspfritu de la eienciii, liablo de
la ciencia lecnnda y Inen ordenada, que un e-spíritu du oorn>
placeacria por la fuerza imperante; ningún peligro tan ^an-
de como aquél hallo para la juventud, sí no es el espíritu
(le rebelii^n íi todo tranee, de uidipalra profunda haeia las
({rande^; li^yes que dan unidad á lau naciones y lia<^en 80-
lidariü la vida de todas gus partes. £86 espíritu es estrecho
y i-stml; pm-de albergarse iriroriscicnleiuente liasla en las
almas elevadas, pero lorna infecundas las inteligencias de
que Ko apoder.i. No contribuyamos jamás al gobierno de
lo arbitrario; odiemos la violencia, pero amemos la fortalezu.
En presencia de los poderosos engreídos é hinchados de
vanidad, {tensemos siempre que no podemos abdicar, sin
ser infieles á la dignidad de la ciencia que tenemos el ho-
nor de investir y cuyos fueros debemos invaríalilenienle
resguardar. La fuerza, cuando no es juslsi. es etniícra en
el orden moral; su porvenir es el desprecio y la deshonra.
I^a jusliüiu no muere jamAs; el olvido desdeñoso que en-
melve á sus representantes en épocas desjiraciaílas, se Irans-
forma luego para ellos en aureola luminos^i, inextinguil)le.
Un peligi-o muy serio para los jóvenes hay en el espíritu
de oivtdto y de suficiencia. Líbreme Dios de pronunciar
una palabra cuaU|uiera que pueda matar en el alma de un
joven los anhelos de una noble iinciativa. No me lo perd<k-
narfa jamos á. nd mismo. Pera, sefíores, no hagamos infruc-
tuosas Ins iniciativas haciéndolas pretn:iluras. KI genio tiene,
siii duda, el derecho de levantarse un ilía osado, y mirando
& la humanidad de frente, decirle: Os traigo una nueva ver-
dad: una estrella reciente brillará, desde hoy para siempre
en el ciclo de la ciencia. Eso puede decir el genio, eso pue-
de decir la inspiración; pero es tan raro el genio, señores,
tan rara es la inspiración, que no hay por qué apresurarle á
creer qnc estamos en el caso de invocar sus privilegios. No
hay genios tnatugrados; tío puede lialuTlos; son ellos los en-
viados de la Providencia y la Providencia es índefeclible y
omnipotente.
-n-
Mos viniendo á una esfera modesta relatira mente (x aque-
lla donde tirillan písos ^rranüos luinínareit, concretándonos &
I ilfM de tin ordí*n inferior y eon to(^i uti-
i.. _:. ,!.-. .!.... i^ae si la iiuinanidad m> es infalible, liay
en el cons«>nRO humano una respetable autoridad c)ue no
dtrbemoá ínaovar rápidamente cu lo que han e>ttah[crido los
,..^ -._.,,. ^. jjj^j^ antes do lanzariH^s ú proponer cambios en
¡oncs socialí's, nieditemoM, consultemos, gieamo»
exi^utc» con nosotros tnirtinoa. jCuán poderosa era la inle-
1 ■ de Proudhon! Y bien; tndos salwmos á tíuán exlra-
I... „..crrac¡ones le indujo su irrespetuoso desdén por las
InsLituciones, bajo cuyo imperio la humanidad vive y pros-
pera, Xo íton esos \q9 ejemplcs que habéis recibido en esta
jasa do eñludios, dnade I,i doplrina, sin ser la tjmida expli-
ación del texto le¿al. 3*5 ha maiilenido en la corrieule du
las (frandc:; tradiciones. Se ob bau enseñado fais dispofíicio-
íes )e-;rale--< liíf'iniIo!a.H con los priiieipios di* que se derivan;
f^mis todavía: sci os han mostrado las delicieitcias y á veces
las conlradiriones contenidas en esos cuerpos íle dentdio
«lue hac'?n honor & la inteligencia ai^cntina, pero que ado-
LÍe«?»*n lie la.s ¡m|)€rrecciones inherentes á loda obra humana.
Sin í-'inbnrgo, los que fueron vuestros profeiíores os han dado
HÍempre el ejemplo de la consideración que debe tributarse
h lo^ maestros de la ciencia, ú los que, dotadoi* venlajoaa-
T"' '- ñor el Creador, han sabido desempeñar la tarea de
V uñarse que Él impone á lotlos los hombres y espis
cint mente & los favorecidos con dones e\ccpcioDale<í. Üonde
C'I doctor Vele?. Sarsfield se ha detenido. la pnnlcncia acon-
aeja al joven delenerse también. Que algún líniile rcspelnhle
Ikabrá encontrado el eminente jurisconsulto, es la primera
reflexión que ha debido ocurríros. Y para ir adelante, para
intornarse mAs allA, habéis debido pensar que se netvsílu df>s-
«ie hie^^o una vijínrosa ínleli^tíiicia, después un esdnlio pro-
fiuidu y, por fin. la experiencia reposada que sólo pueden dar
los años maduroií. Kn una de liis notas del Código Civil, rI
OoFlor V^lez ha reprorlucido algunas palabras ile Savigny
que contienen una gran lección y frecuentes aplicaciones.
Se refieren al matrimonio. El sabto jurisconsulto alemán
(Iir<t. como de paso y con finísima ironía, que los romanos,
jH»r una singular inadvertencia, no incluyeron el mulrimo-
nio entre I09 contratos. No atribuyamos fácilmente fi olvido.
0»Ateai4 kmmmoix-^ Ibw* tV.
— 18 —
á ignorancia, lo que no enoonlremns legi&lado h uueslro
Ha|¿ en nuestros días otro peligro para las inteligencias y
pura Ion {;anu-tereM: es la tlirusión y la boga ile un materia-
lismo enervante. El orgnltn humano ha lomado esa forma.
Ante las |>erspectivas inmensas del esplritualismo y sinlién-
dosc hiiinillailii pf)r lus misterios que de todas partes nos
rodean, ha adoptado el partido de no admitir como objeto
i'ienlifico otra cosa que los hfichos y laii rondirioni^ de los
hechos; ha negado lo inmaterial y lo sobrenatural. \o pu-
dlendo ser el señor de la ciencia, ha resuelto empequeñe-
cerla. Es este un recurso triste y pueril. Aipiellas verdades
superiores que el orjrullo acepla desdeñiir, son verdades cier-
nas; existen con iiHlupcriilencía di' la alinnai,-i()n ó negarión
del espíritu humano. V para que resulte una vez má.s com-
probado que no nos ensalmaremos sin sutrir humillación, ve-
mos en nuestros días á los liomtiiTs mú.s soberbios empeñados
en exhibir como títulos de nobleza las eiicunstancíajf y las
seftales que. según ellos, demuestran el parentesco eu línea
recta de la criatura humana non no sé qué animal repug-
nante que ocupa, en su concepto, el lugar del bíblico Adán.
KkIh doctrina no ha hecho camino en nuestra casa de eslu-
dios, ni podría prevalecer en ellii; si así sucediera, deberla
cerrarse la Kacnllad de Derecho. El ílereho, en efeclo, ysus
principios suponen seres Ubres. Dado que el hombre no fuera
libre y que estuviera por su naturaleza en la necesidad de
proceder de una manera determinada, el precepto legal sería
imitit ó insensíilo: inútil, cuando le mandara hacer lo que
de todos modos haría; insensato, cuando le mandara realizar
In que no pofln'a cumplir. No, se dan leyes á los hombres
sabiendo ipie no son libros. La pena, en caso ríe no rumplí-
mientú de ta ley, sería injusta si el siyelo del acto prohibido
no hubiera podido evitarlo. Sólo los niños castigan los ob-
jetos materiales en (pie se estrellan: y el auriga que azola
las bestias paní hacerlas andar, no es sin duda un Juez, un
represíTilante del derecho penal. SÍ no somos libres, ¿qué
derecho se nos enseñaf ¿(pifi Códigos se dictan? ¿qué san-
einnes se establecen ijue no sean un conlrasenüdo palpable
y chocanlef ¡No hay darwinismo en ta jurisprudencial
Kas Facultades de Derecho son, en tal sentido, el baluarte
de la libertad. Todo lo í|ue se estudia en ellas reposa en el
— 19 —
conreplo du que el hombre es un »ér libre. La liberlad psí-
col^>pica es e) fundamento y la l^tptícación de la libertad
rivil y de itL libcrtiid poUtica. Los tiranos han persij^iiúo
Hieinprf aquellas entit'fianziiíí <le la ciencia jurídica tpie, arran-
cando de Iti baise de la libertad, deducen todas las conse-
eupucia» que el racíiu-inio debe saear de eltais. I^or humilde
( — ;■ una escuela de doreclio, es una protesla cunlra el
< mo y contra la8 doctrinas material i:ítas: al primero
le mucíítra insuprimible esa noción inicial de la libertad,
'Cuya sola expresii'm es un reproche, mO-s lotJavla, una sen-
.lencia contra el tirano: h \híí ^eii^uiiitaü les (»pone la mÍ!<u)a
nnridn como una valla insa.lvable: cuando el materialista se
hjlla en presenria He la libertjKÍ humana y pretende soídiíntír su
^U'urlH. comienza pura él iiii Iralmjn inipoKÍlile: ha<: upun^ hic
'nbor cífí, punle decir como el po.-ta latino. I^ materia es
inroneiliabtü con la libertad; un abismo las separa y nadie
lo salvaiá jani&8.
Es alia mi.sión la de repretwiitar unos principios tan ele-
vados y obligarse Á defenderlos. Grande y amplia es la pro-
ifesión del jurisconsulto cuando a-ti la consideramos; et> tam-
lién iii^' ' it' y abierta A e-tlensos horiy.untes cuando
la esttu.. bajo el aspecto de su8 ixdaciones ton las
Giras ciencias. No se puede ser un jurisconsulto diurno de tal
f ■ ■ KÍn<'» se está iniciado en el conocimiento del hom-
L. ....iividual li colectivo. Kn efecto, si no Ke conoce á fondo
el bombre interior, ¿cómo bc comprenderá el derecho {M>nal?
r^mo HC comprenderá el mismo derecho cívü y sus cues-
ttíoncK. ai no Kahemus ¿ fondo las condicinne-s del consenfí-
mtenlo. del ermr. de! dolo, de la violencia monü? ¿cómo se
comprenderá el derecho mercantil, !)i no se poseen nociones
de economía política? V luego, ¿cómo darse cuenta de las de-
ficiencias de la legiülación y proceder cotí acierto en su re-
forma, si no se la estudia couiparativumeute en los diversos
países del ntundo? Agregad 4 esto aquellos requit^itos de
I i'iií y de lenguaje preci.so. claro, correrlo, (¡ue tanto
..nerón u los jurisrtmsullns romanos, y recordad que
se ha. dicho cou razón: la posteridad lee sólo las obras bien
escriloH.
iCuAolas cualidades del orden intelectual y del orden mo-
ral para lle^r á .ser un jurisconi^nlto digno de tal nombre!
Pero no o» desalentéis. Cada uno es responsable en la me-
- 20 -
(lida (le HUB recursos. Es meiiesler aspirar á la perfecciún,
aun sabieixlo que no hemos de realizarla, como hp liacp la
puntería, calculando las modilkaciouos que en la direpción
del proyectil han de causar las condiciones externas. Apun-
tad siempre muy alio, h'uiendo üii cuenta qnv la niupieza
humana necc^ila hacerlo así jwra lo(írur en sus empresas una
decente ahuru moral.
Pensad, pnr otra |>arle, (fue no nos faltan para ^miarnos
ejemplos de nuestro país, es decir, de nuestra famiha. No
liahlomos de los vivos; no hablemos tampoco de los muertos
de quienes nos separa un largo tiempo, por temor de incu-
rrir en la injusticia do alfcCui olvido. Uí^'amos, tienores, una
palabra sobre los muertos recientes. Hemos perdido, con poco
inlervalo. al doctor, D. Sixto Villegas, «jue había merecido
el honor de presidir nuestra Facultad, y al doctor, don José
María Moreno, que era el más anti|;uu de nuestros maestros,
el más antipio. señores, y el más querido. A los muer-Ios.
la gloria, ha dicho el poeta. ¡Este es el vo^o supi-emo: lo
demás parece vanidad; pero los muertos, cuando fueron dig-
nos en vida, son ejemplos dcsput's de sus días pasajeros.
El doctor Villegas era una persona distint^uida. un hombre
de inteligencia clara y de sólida honradez. Entró en la magis-
tratura poco tiempo de.sj>ués de ejercer la abogacía, r lia fa-
llecido sm dejar,- no digo un enemigo, ni siipiiera un adver-
sario. Un rasgo de su carácter que le hace mucho honor,
era la facilidad para reconocer, sin embarazo, el mérito ajeno,
el amor á todo lo que i>odía reílejar sobre el pa(s brillo y
honor. Este uealimieuto generoso, esta amplitud de criterio
le liacfa sobi-*; manera inleresanle en el tralo social. No era
el doctor Villegas uno de esos espíritus que se acanlonau
dentro de los limites estrictos de la profesión que han adop-
tado, y si Terencio lia dicho: homo nmn nihil hnmani a me
alienum ¡tufo, 61 parafraseaba esa hermosa expresión, y se
decía también: nada de lo que vale en el dominio de la in-
teligencia me es iiuliferenle. Lo hemos visto asj interesarse
siempre por todos los trabajos <[ue importaban un progreso
intelectual en nuestra país. Recordaba los discursos notables
de nuestras asambleas, leía con avidez las nbras híslóricas
que se han publicado entre nosotros y apreciaba lodíis esas
producciones con el juicio seguro de un crítico, porque lo
«ra y de buena ley. Esa penelración, esa sagacidad rápida
y ci*ri«ra quo se rcveloba hasta en el abandono de ta con-
versación parlieular, era una d*? laR dnles que le hirieron
un mapislradn notable: vela pronto y bien ol |)unl<» OKencial
de la (lifi(ultad. Lns formait que revestía su pensamiento eran
arnióninos con esa^ cualidades de ku ingenio: sti estilo era
.clant. nemoso. incisivo, y ¡ílgimos de sus tratwijos en Iji ms-
gi£lnitura conservarán siem|)rc ¿m interís por ese atractivo
de la forma, que no e» inconriliable, conin algunos pretenden^
con U seríeilad y la proAuídidad del pensamiento.
Era un niafíislrado (¡ue inspiraba respeto y era, al mÍK-
tno lienjpn, un hombre ingenioso, un talento feativo y pun-
íanle; pero HÍ alirnna vez en aquellos Juegos de la gimnasia
ínleleí-tiial. que son un plarer de la conversacióti entre bi
gente culta, hada una lierida listera, la bondad de su ca-
rácler se apresuraba á cerrarla, como Im dicbo muy bien el
doctor Ocantos en su r&pido y oleante pertil del amigo
ausente {mra siempre. Consagrado desde muy joven á la
magÍKtnitura. no mililó eo los partidos poHlicos ni se su-
bordini^ & los exigencias de su cambiable nrlodoxia. Cuandu
se Inilalia iW. las eosns de la l^alria, se prer>rnpal>n de lo
que nos atrae y nos une y no de lo que dividf* y separa.
1^ imagen del decano serft pronto robu-afla en este recinto,
y la Facultad habrá bonrado as! la memoria del que. antes
de entrar en la eternidad y erliando sobre el mundo su
Última mirado, decía con modestia y con verdad: -No be
tenido otra aspiración que dejar, con el deber cumplid»,
un nombre eslimado en el foro, en la sociedad y en la
familia ».
£1 doctor, D. José Marfa Moreno, era ya conocido por
un» cuantas generaciones universitarias, conocido y amado.
Yo he asis'ido ai jírinier curso de derecho civil dirlado per
él en enla (.'niversidad. No bub(a dejado aún el joven maes-
tro 8U uniforme militar ni recibido todavía el titulo de abo-
gado; era soldado y doctor, pero ¡«oblado y doctor aul^ntic<is
quien nos íntcíalm en las verdades de lu ciencia juridicn.
Uodehlii y dijínn. se ronqnisirt pronto, A pesar de la serie-
fiad de su aspecto, la simpatía resjtetuosa de los alumnos.
Arowinmbraba í^ decir que se preparaba día íi día. como
nosotros, pora venir á la clase. Kl esmero escrupuloso para.
tillar de un modo completo las materias del programa, po-
día haberle sugen'd<i la creencia de que eso era nepewirio;
pero la verdad es que sus lecciones revelaban desde en-
tonces á un civilista perfectamente informado en las fuentes
legales y doctrinarías. La moderación en las opiniones, la
sensatez, la claridad y la trabazón lógica de los razonamien-
tos, eran, según mis recuerdos, los rasgos distintivos del
que había de ser con el tiempo una celebridad de la cáte-
dra y del foro.
Su disertación de egreso en la antigua Academia de Ju-
risprudencia ó, mejor dicho, su libro sobre las quiebras, es
un trabajo de alto mérito, citado con frecuencia y con pro-
vecho en las aulas y en los tribunales.
Al ejercicio de la profesión llevó el doctor Moreno los
hábitos y los gustos del jurista concienzudo y laborioso. No
se limitaba al estudio del caso; desarrollaba toda la doctrina
que podía ligarse con él y ponía á contribución, para ilus-
trarlo, las legislaciones extranjeras, buscando flinaj^ la
última palabra de la ciencia en la materia que
zonaba con vigor, pero se apoyaba también en 1«
y parecí», como ha dicho de sí un homb
se avergonzaba de hablar sin que su opinií
de graves autores. Se interesaba en el estud
ramas de la jurispiudencia, mostrándose Vi
las cuestiones relativas al derecho mercan
en las de derecho administrativo y en las <
cuales se dedicó como consejero del Gob
del Poder Legislativo.
Su reputación era considerable; pesaba
que dan la ciencia y el carácter. Más de
ciencia de los magistrados ha debido sufrir
la vacilación al disentir de los pareceres
doctor Moreno.
Ha actuado en la política y con especial
mos acontecimientos. No he participado d
ni participaría de ellas si, por una hipótesíf-
su<-esos á que aludo, desgraciadamente se
mitidme hablar de esta manera tan persona
asi, no sólo para aceptar públicamente la
de mis ideas, sino para acentuar mejor la
mi respeto á la sinceridad de la conducta
doctor Moreno. Él ha tenido el amor y co
aípiella Buenos Aires, cuna de sus mayores
— 43 -
Ilustro iíl<»ríosamPmé el noiabre i|uo lia Ileviidft ron lauta
tlígntdad, Ha sídn el últimn (iuboniador aiitonoinísta. Yo
rfitero para él. para e\ inue.stn>, |>ara el poIUíco, el tiorao-
naje de mi coiisi duración, porque lo merece siempre et pro-
ceder sificerii y el amor fpr\'ient£ á ta r.ausíi i{iie Ke juzga
bueoa.
Hojr día lo ciudad d(> Buenos Airet» es Ui Capital de U
Ttepñhlica. I^a va^a en t|tie nos hullumos es una ciisa nario-
na!, i>ero en ella m' levantará pronto la Kstalua del doctor
idoreno. El político ha nido vencido: es un hecho irrevocable;
pero era un argentino el doclor Moreno noble y abnegado,
un mae-slro en la ciüncia jurídica, su nonibrr (|uedará en
los analcK palrtot* y*es una ^orin de nueslni L*niverí«idnd.
Yo me honro en hacer su elogio después de haber llorado
-«ii muerle. sn muerte digna de su vida, poniue fuf la muerte
de un cri«:tiaiio.
Discurso de) Olpulndo Nacional, doctor Delfín Gatto, pronunciado en
el Congreso, en la discusión üel proyecto de Ley sobre Educación
Común, el 12 de Julio del año 18B3.
Me felicito de qiie la Cámara hubiera resuelto cerrar ^u
ttesióri ayer, después de terminada la admirable nrenga qwe
hivo ocasión tle escuchar. iireii;ía que se conservará en el
recuerdo de los couteiupurátieos y tal vez más a|lá. cuino tim-
bre de honor y de gloria para la tribuna argentina.
Mi posición, gracias i elh). se torno un tanlo menos
ventajusa.
Eüpero habrán desaparecido ya los efeelos de^-Aia especie
«le fascinación que siempre ejerce la elocueiife palabra d<
iwftor Dipnt.Tdo por Buenos Aires, que duffíiua y desluji)A(Ta
comu tos efluvios de luz de un brillante/ineteora.
Me era esto lauto míis necesario, cuMto que no- pienso
dirigirme á la imaginación y al sentiminilo de hr Cámara;
nobuüeo conmover, si bien tongo la csptMatiza íjí^convonrer.
No es »n vivas apren-íiones que considero Jíi uparíciÓEi de
eate debate en nuestra escena parlamentarirfT
Nada )mede ser más peligroso para esKÍs jóvenes socieda-
des aiiiericafioü que la comijlicaeíón d^ Imlas sus prüblemas
— SE4
pulilicoti y suciulógicos. cotí latontrovorsía rdifíiosa que tant»
han C'4iniii()vído y coiiLínúit cuniiiovicMido al niiiriilo.
Los progresos, las instiluciones. la libortiul miHtna, b« ver&a
coinproiiiclidaií y faJseaUas en sus lu^ítiinas esperanzas de
deRíirroilo el (tía en que los parüdos p(»Ulicos, encardados
de llevar esas aspiraciones á la piíicUca, tomeu como bande-
ras de reunión y de combate y comn objetivo prinripal de
sus esfuerzos las ideas religiosas tan susceptibles de extra-
vío en las niasaN.
Las banderas políticas podrían Irunsforuiarse en los sao-
grienlos pendones de otras época», con escándalo del siglo
y de la civilización actual.
Jamás se refíolvieroii con acierto las cuestiones socíalc»
que forman lu unión de Ior pueblos, cuando las solucioncH
se inspiraron en intereses de seda y en consideraciones de
orden puratnerrte r<>lí>íioso.
Felizmente basta ahora hemos escapado á esa clase do
peligros, y hemos escapado pori]ne niie.^tros hombres públí-
c-os, comprendiendo tuda la jirnTundidad del abismo á que
podríamos encontrarnos arrastrados, han orillado esta clase
de cuestiones lomando siempre soluciones prudentes en las
que se aprecialw la verdadera situación de los espíritus en
la Uepúblíca, cambiándose en lo posible tas exigencias de la
libertad con los intereses de la iglesia dominante en el país.
Desgraciada in en le se ha olvidado en este caso esa regla de
conducta: la cuestión viene á Ir» Cámara y yo decía que la
veo con vivas aprensiones, pues ante las pasiones que des-
pierta y en medio de la atmósfera ardiente que ha rlesarro-
llado, temo que ella puede ser la chispa productora de un
incemlio peligroso.
Pero por lo mismo que la cuestión (icne una importancia,
tan trascendental, no me es posible guardar silencio y me etf
forztíso ciunplir con el estricto deber que mi posición me
impono, contribuyendo en la esfera de mis fuerzas á que no
predominen ideas ó tendencias qnc veo levantarse con inu-
silado vigor, y que considero funeslas para el desarrollo de
la libertad y del progreso de mí patria.
Señor Presidente: lo he dicho otra \ez desde lo alto de esta
misma tribuna, y creo necesario repetirlo en esta ocasión:
tongo el más profundo respi-to por la religión católica; ha
sido la fe de mis padres, i's docir, de los que inculcaron
— 23 —
en mi alma los sentimientos de virtud y honradez que puedo
abrigar, y es la religión de la inmensa mayoría del pueblo á
quien representamos en este recinto; no soy tampoco de los
que piensan que el catolicismo es irreconciliable con la li-
bertad.
La aproximación, si fuera exacta sería desconsoladora, sería
terrible, como lo hacía constar el señor Diputado por Cór-
doba, doctor Achaval.
No es posible arrancar en un día del seno de los pueblos
la fe religiosa en que han sido educados. No se extirpan los
sentimientos que tienen siglos de existencia, sobre todo cuan-
do esos sentimientos son de pueblos que se elevan hasta la
divinidad, con la misma facilidad con que el hacha del leña-
dor derriba á los colosos de la selva.
Si aceptáramos semejante doctrina, sería pues, hacer la
declaración de que por largos siglos la República Argentina
está condenada á la ignorancia, á. la pobreza y al atraso.
No. Para ser grandes, poderosos y libres, no necesitamos
violentar la conciencia de nuestras masas haciéndolas abju-
rar de creencias que le son caras, pues se ligan con las tra-
diciones más sagradas y con los más nobles sentimientos de la
naturaleza humana.
Pero para que ese resultado se consiga, es menester que
el catolicismo no enturbie tampoco las puras fuentes de su
origen, que no se extravíe por senderos obscuros, y, sobre
todo, que no pretenda erigir en dogma ciertos principios como
aquellos que con tanto espíritu, con tanto ingenio, con tanta
habilidad aunque con tan poco éxito defendió el señor Dipu-
tado Goyena, principios que están en contradicción con el
dogma de la soberanía del pueblo, con la libertad de con-
ciencia, con la libertad de pensar, con la libertad de la pren-
sa, es decir, con todas las grandes conquistas que el espíritu
humano ha alcanzado tras tantos siglos de obscurantismos, de
luchas sin tregua y de esfuerzos heroicos. (¡Míiy bien.
Con estas ideas, mi trabajo debe principiar por establecer
la verdadera naturaleza de la cuestión á la que, en mi opi-
nión, se ha llevado á alturas que no merece.
Es menester volverla al terreno de la práctica; al terreno
humano, sacándola de las regiones del cielo.
Debo hacerlo, sefior Presidente, aun cuando no sea más
que para tranquilizar la conciencia de los que, acompañan-
donos con sus simpatías, temieron ver comprometida por
nuestras doctrinas la fe que encierran sus corazones.
Voy, pues, á. tratar de demostrar que esta no es una cues-
tión de dogma católico, que no es esta una cuestión de doc-
trina religiosa; que es únicamente una cuestión política, una
cuestión social, una cuestión de carácter temporal, una cues-
tión de predominios, de inñuencia, de dominación para la
iglesia.
Y colocándome en este terreno, la Cámara no extrañará
que abandone en todo lo que me sea posible las regiones
de la especulación 'filosófica y del misticismo ardiente, para
buscar principalmente en nuestra Constitución y en las leccio-
nes saludables de la historia, esa madre de todas las ciencias
políticas, la luz que debe servirnos de guía en el examen
de la cuestión.
La cuestión no es de dogma.
El dogma es por su naturaleza uno, invariable, inmutable:
no admite transacciones ni contemporizaciones. En todos los
climas, en todas las latitudes, en la prosperidad y en la des-
gracia, cualquiera que sea el m'vel social, bajo Nerón ó Cons-
tantino, en el siglo m, ó en el siglo v, ó en el siglo xix, el
dogma se presenta como la palabra de Dios mismo; no es
susceptible de reformas ni de pei'feccionamientos.
Así, si á la Iglesia Católica se le dijera: queremos transar
respecto de la divinidad de Cristo, del de la Santísima Tri-
nidad, del de la Eucaristía, de cualquiera de los que forman
la base de aquella religión, contestaría con una sonrisa de
desprecio, si es que no hiciera más: mandar al insensato
que tal cosa propusiera á un hospicio de alienados. Mien-
tras tanto, yo puedo demostrar con el ejemplo de lo suce-
dido en tiempos contemporáneos que la Iglesia no ha tenido
una doctrina uniforme, invariable, respecto á todas las mate-
rias que pueden ser parte principal de una ley de educación.
Y si alcanzfi á conseguir mi objeto, como lo espero, me
parece que habré apartado de la disensión aquello que puede
ser más peligroso; habré calmado las conciencias timoratas
y habré probado que no es esta una cuestión de dogma
religioso.
En materia de enseñanza, los puntos principales, los pun-
tos cardinales que ella abarca y que tienen que servir de base
á toda legislación en el estado actual de la ciencia pedagó-
— «7 —
líoii los 8 ¡guie II (es. primero, la libertarl do lu enseñanza;
^^Uudo, eiiHenai)7a obli^ahtri»; ten-ero, la ^raluidail de la
«nseflanza; cuartu, la laicidad de la entieñaiizu.
Veamos, señor Presidente, cuál lia sido la doctrina y la
política de la lgle»¡a Católica respecto A cada uno de estns
distintos puntos:
fyt litirrfafl iifí cnneiíansa.
I>a 4lortrína déla li^lesia. la doctrina implantada por ella,
^donde <)uieni (pie lio podido ejeifer influencia decisiva en los
gobiennis lenipnrale^, ha sido la .siguiente: la enseñanza corres-
ponde exctu-sívaineiile al clero. Se fundaba para ello en las
santaif palabras del RvanKelí». cuando Jesñs decía á los a|>Ó!í-
Inlos: *lft ¡I eiiseütul ñ iodoy Uj» homhreM tte la lierní '. Kl
slero, eoníiideráudose el único depo-sítario de la palabra ríe
Cris(<r. y apoyándose en ese prereptn. dei>(a: soy el Anico
ene«ir;fndo de ir á enrteñar á l<w pueblon de la tierra; por
coiLsiguiente. la tarea de la enseñanza es de mi propiedad
«icliisiva, y sólo corresponde á los ministr»s del Evanvelio:
)>orque toda enseñanza, teniendo tpie reposar en la moral y
en la religión, sólo Ins rpie ^on depositarios de ella pueden
enM'ñarhi debidamente.
Siu embargo, la formación de las MH-iettades modernas cam-
bia y aparece una India tremernla en uno de los pueblos que
marchan á la van^n.-irdia de la cívtliíLación: principia á dis-
vulirse en Kranrla una ley de educación, prmcipian sus hnm-
bres públicoet 6 apercibirse ile lo» (mliyírns de la enseñanza
que se diibd por eíertas rnn;:re[íacioni'S ridi^rlosiis. principios
completamente contraríos á la teorías y dn^nnas i-epublica-
nos, principios tendentes ñ hacer creer Ti los niños que la
Francia no era una República, un Gnbiorno que re|M»Baba
en la base do la sobcnmíü tle! pueblo, sino una monar<|ufa
lie derecho divino, ron nii líey, elegido por OÍos.
Los Poderes Políticos de la Francia »e creen en la nece-
sidad de re»^nmrdarse contra soinejantes peliírros. y presen-
tan enlnncos aquella famosa ley Ferry, en virloil de la cual
ae enlre;^ Im al Estado la Kducarión completa de la juventud,
suprimiendo todas acpjellas ensf^ñaiizas f|ue considera tw incon-
c¡l¡:i'' f-n la Repi'iblicíi y la libtrtad.
.N • á ilisf'utir en este inonipnln si los Poderes Polí-
tiooH dfi la Franeia tenían ó no nwóri sobre este punto;
qutertj ánic^imente bacer i-onslar ipie, en presencia de esa
situncjói], la política do la Iglesia es compI»*taMieii(e contraria
ú lo que aillos Imtiiu sosltíijiílo. Knloiicps ya no dice que es
únicamcnlc el clem, el sacerdocio, el que es de|)08Ílani) de
la palabra divina, el que tiene el dereclio de enseíiar á la
juventud: entonces se prescitln levantaniio en alto el prín-
ííipio lióla lihertad de ehücñanM, dicitMido: en numlire de la
liliertiid sa^rnilíi. \ii.solnis no poíléis diL^nr esa ley de ex-
clu.sión. I^ lílierlijd do enseñanza os un derecho supremo, es
uno de los deicclios primordiales, por cuanto es de los que
aTeclan iníís direelaniente a) dettarrollo social y moral del
hondire^ á quien Lo toma desde la infancia, en la T-poca en
que las ideas y los senliinienlos se arraigan, lomantlo canlcter
y fisonomfa propios.
Se ve, pues, como la Iglesia viene á sostener en nombre
de intereses transitorios, iU>tcrmÍnado.s por una situación es-
pecial, la libertad de la eriseftauza coQdeuada en otras partes
y en distintas situaciones temporales, por no considerarla
conforme á los principios del Kvangelio.
Paso ahora al segundo punto: la [enncíianza Miyahria.
Im etis('nnn/a obligatoria no puede decirse que sea una
conquista reciente, de estos tiempos.
I^a Iglesia, aun cuando con formas que iu> puedo aceptar,
la viene ejecuianlando hace muchísimo tiempo. Todos los
que han abierto alguna vez las pátiinas de la hislnrla. han
podido ver á los miembros de la Iglesia arrebatíindo del
seno de laét madres protestantes 6 infieles k los niAos á lin
de darles educación católica, y ile salvarlos para el Cielo.
Ese es el principio de la enseñanza obligatoria sostenido por
la Iglesia, aun liajo esa.s formas tan crueles y tan violentas.
Sin embargo, en Francia, ahora misino, lodos los propa-
gandistas, todos tos enemigos de las teorías domlnaiiles en
aipiclla gran nación, dicen: no; la enseñanza uo puede slt
obligatoria^ esa teoría del Estado docente, del Estado que
líenc derecho para imponer una ensefianKa al nÍQo, no es
una teoría conciliable con la libertad.
La verdadera teoría es aquella que iuipone á los padres
exclusivamente el deber de educar á sus hijos, porque esa
es función que á ellos sólo les corresponde, que les viene de
lo Alto, de Dios, y está consagrada por la patrín potestad.
No hay pues, lampoco unidad en el sistema de la Iglesia,
respecto de la enseñanza obligatoria.
— 30 —
nes y los individuos particulares no podrían bacer jamás
una competencia activa y eficaz al Estado docente.
Se ve, pues, cómo, aun sobre este punto, ta doctrina de la
Iglesia ha cambiado; no ha sido invariable.
Pero llegamos al cuarto punto, capital en esta discusión:
la laicidad de la enseñanza.
La doctrina de la Iglesia, respecto á la enseñanza laíca ó
religiosa, ha sido establecida con gran elocuencia por el ora-
dor que me ha precedido en ei uso de la palabra.
Sí, señor Presidente; la Iglesia, lo que prefiere sobre todo,
es que la enseñanza sea religiosa, católica, y que esa ense-
ñanza religiosa, católica, sea dada por el Estado, que en ese
caso no será sino — según la frase usada por un pensador —
el general, el brazo armado de la Iglesia.
Esa es su doctrina.
Sin embargo, aun sobre este punto, que tan delicado pa-
rece por lo que podía comprometer los intereses más per-
manentes de la religión, la doctrina de la Iglesia no ha sido
uniforme; y para demostrarlo, no voy á decir una novedad
voy á insistir sobre algo que ha tocado ya el señor Diputado
por Buenos Aires, doctor Lagos García.
Una sociedad se funda en Irlanda, una sociedad privada
que enarbola como pendón esta gran idea: vamos á levantar
ú esta noble raza de la postración en que yace; vamos á
levantarla por el único medio radical y eficaz; vamos á le-
vantarla educando las masas, formando niños suceptibles de
ser hombres libres y civilizados más tarde. Esa sociedad em-
pieza su patriótica misión; pero se encuentra con la dificul-
tad consiguiente al estado de aquel país; la Iglesia Protestante
predomina por un lado, como imposición de la raza con-
quistadora; pero la inmensa mayoría es católica, y quiere ga-
rantías para sus tradicionales creencias.
La fuerza misma de las cosas impone una transacción, y
ella se encuentra en ei sistema, que ya había sido empleado
por otro países con admirable resultado: en el término medio
de la escuela neutra en la cual se da únicamente la ense-
ñanza de la moral, común á todos los hombres civilizados^
dejando la enseñanza de los dogmas revelados al cuidado
de las familias y de los ministros de los distintos cultos.
Gomo era de esperarse, la solución provocó dificultades y
divisiones entre los mismos católicos de Irlanda, los tole-
— ai-
rantes de UD lado, el clero y los exagerados del otro: la
misma lucha que presenciamos entre nosotros.
Los católicos tolerantes, los que comprendían las verda-
deras necesidades de su país, decían: debemos aceptar este
sistema, debemos mandar nuestros niños á la escuela. Es la
única manera de levantarnos y de ser grandes; en cambio los
otros, operando á la antigua doctrina, sostenían que eso no
podía aceptarse en nombre de los intereses religiosos, y la
lucha tal vez habría esterilizado los nobles esfuerzos com-
prometidos en la tarea, á no nacer la idea de someter la
controversia al único que podía resolverla, es decir, al Pon-
tífice Romano, al Jefe Supremo de los fieles.
El Papa Gregorio XVI, por medio de una carta que se ha
citado por el señor Diputado por Buenos Aires, doctor Lagos
García, contestó dando la razón al partido de la tolerancia
y diciendo que no debía en Irlanda enseñarse la religión en
las escuelas, que no debía en Irlanda hacerse una cuestión
sobre este punto, y que debían los párrocos que habían es-
tado prohibiendo á los niños asistir á las escuelas en nom-
bre del sentimiento religioso abandonar la resistencia y so-
meterse á las exigencias de la nueva situación.
Resultado: cien míl niños solamente asistían á las escuelas
en 1825; cerca de un millón se contaban en 1870.
3e ve, pues, que la Iglesia, que sostenía en el Concordato
con el Austria la enseñanza religiosa como Condición indis-
pensable; que sostenía lo mismo en el concordato con el
Ecuador y demás Repúblicas americanas que se han citado,
cambia de sistema ante la influencia de los vientos domi-
nantes y cuando puede encontrar comprometida su autori-
dad y su prestigio.
Lo mismo ha sucedido en Holanda, donde los Obispos
Católicos han sido los grandes propagandistas de la escuela
neutra para combatir la influencia de la atmósfera reJiffiosa
protestante en los establecimientos de educación; y triunfa-
ron uniéndose con ese objeto á los partidarios de la libertad
de conciencia, es decir, á los protestantes esclarecidos y li-
berales.
Esto es lo mismo que ha triunfado en Bélgica, con pro-
testas, es cierto, pero con protestas que, según me informan,
(no puedo asegurarlo, porque no tengo los datos exactos)
acaban de ser condenadas por el mismo Pontífice Romano.
— 32 —
Se ve, pues, seftorPresiJentc, que, no habiendo tenido la
Iglesia una polílúüi miiToriiic, <¡uc rii> hnhicuclu li*ni(ío sobre
todos eslos puntos una doctrina invuriablc, no puedo con-
siderar que sea esta una cuestián de dogma, que »ea esta
una cuestión que afecte al c>itol¡i*Í»nto ni fl. la conciencia de
loH e.xí|2[eu1es. ¿t)u6 es. eiitoncifs? Lo he diclio ya: e» una
cuestión de carácter temporal: es una cuestión lie preiJoini-
nio. de influencia, de dominación para la ]^'Ie»ia.
Me bastaría, señor Presidonte, para demostrar lu que acabo
de alinnar, examinar el proyecto de la Comisión y estudiar
lijeramente las consecueucias del artículo en que esíK es-
tablecida la cnseflanza roliffiosa.
\/,i Comisión ilicc: -ha enseftanza religiosa debe ser dada
como materia ol)li(;aloria por los maestros de las escuelas».
Corolario inrtispeníiable: el maestra debe ser forzosamente
Católico, Apostólico Itomnno.
Pero como es posible que el maestro sea solo católico en
la apariencia y (|ue. so preti^xlo de enseñar religión, lleve el
veneno al espíritu de los üÍ»c[pulos iniciándoles en doctrinas
perversas desde el punto de vista católico, es fuera de cues-
tión que sería indispensable encomendar á la autoridad ecle-
siástica la inspección del orloiloxismo de la doctrina enseñada.
Como consecuencia, pues, del artículo de la Comisión,
tendríamos furzosaiuenle que ir, hoy ó uiañanu, & establecer
la intervención, la vigilancia directa del clero, cuando menos
en lo que á la enseñanza de la religión se rellriera, para
asegurarnos <li'S(iní"'s que la religión era dada con arreglo ft
loá dogmas que la Iglesia reconoce y proctama.
Pero no bastaría esto: en \as otra» clases podría balwr
también ciertas materíaí^ (|ue se rozaran con la religión; po-
dría haber la clase de filosofía, por ejemplo, las clases de
ciencias naturales, etc., etc.
Entonces correríamos el |»eligro de que también, so pre-
texto de esluitiar cicnfias naturales Ó ftlosóriciis, se enseñara
ciertas cosas que pudieran ser contrarias á lo que mamla
la Iglesia, y en tal caso tendríamos por i*csultado que la
autoridad ecIesiíUtica debiera ser la directora superior, la
directora única de la enseñanza eli la Hepiiblica Argentina.
¿Con qu^ otijeto? No es difícil descubrirlo. La Iglesia no lo
oculta, y seguramente no seré yo el primero en indicarlo.
La Iglesia no ha olvidada sus antiguas teorías, tendentes
--33
al prednuiiiiíu de «'lia sol)rú todos [o8 podtírea leoiporales:
^Todü» los lioinlircí-, iiuri h>s I'ríni-ipes clt^ la lifirní, ilt-hen
••iaclíoar la cabeza aiile los saí;t*rdot4.'s «-, dicen los DecroUi-
lee. «Asi como el cuurpo sfi 8uhordiua al espíritu, asf lain-
•«bién loH poileres te:ii|>DraI«t9 deben Kubordíiiarsc al Pr>der
-• G^pírilual, que cs^ el riiús alio, el más uoblü. t^l ¡tiinedialo
-ik DioR», dice San Biieiiavenliíra, utio ilc los frrandí'j* Padres
^e ]& Iglesia.
K»la» ROii las dortriiwus que la lKll^sla ha proelaiiiadn y
■en rirhid Je las cuales el sacerdocio, con <?i Sutno Poidilice
á Hu Trenlc y como representantes del Poder Espiritual, debo
«jercer prepondera uria inmcdiala, clirccta y oniiiipotenta so-
bre todos Idri poderes tein)>oral(*s de la tierra.
No creo, señdr PivsidLMile, i|ue esto se consiga dado el
«slado de la cívilixación en el mundo; pero ai leíoo que itl-
giinns pueblos que no oaláti muy avafiz.a<In.<< en la r.scala
social: que algunos pueblos romo el Kcuador y otros de
nue«tra raza, que aún se encuentran sumidos en una í«eiut-
barbarre, debido h la tnstabilíilad de sus intíliluciones y A
las revolucione;; sin cuento, puedan raer en la celada ten-
dido. Y yo desen. ;-cñur I*rfi!Ídralc. que nosotros no pon-
amos ni la niAri |)equena piedra (|uc pueda contribuir al
le^vaniamiento de ese nuevo edilício.
No, scOor Presidenle.
Yo no entrara ú discutir este punto; pero mc parece que
no liabrA en la Cámara dos opiniones al res¡}ecto.
Me i^irece que después de todos los adelantos que lia
realÍT^ido la luiinuiiidad, nadie podrá flost^ner la convenien-
cia, la utilidad )mra la Hepi'ddica Ar;i:pntÍnH He que el Poder
Espiritual, de que el p<Mltir de Iok Papas, viniera á imperar,
A predominar «obre el poder temporal, es doeir, sol)re la
«oberjnia del pueblo, quy es la base de todo Cíobíenio po-
lítico rn la actualidad.
^'o, scfior Presidente.
Y |>ara CAunbatir esto, si altaino qiiisier.a combatirlo, mc
baüLaria apelar á las lecciones de la historia.
ICI predominio thd cloro, el predominio de la If^lettia, la
supremacía del Poder li^spiritual sobre el podi-r tem|)nral,
son. mt los tiempos antiguos, las cartas sar«^rdntales del
Egipto y de la ludía; »oii en la Etl.id Media. Híldebrando
<ó luuccncio IV, poniendo su panluila pontifical sobre la
Ok«it.iu A*UK>Ttk>— Tbmo tY.
- 34 -
Cftpviz dp los Rfiyes y dispnníendi) A su antojo de puclilos
y de tronos; son en los tiempos inoricmos KelipR II y Fe-
lipe JII decretando, no diré la Inquisición, no quiero renor-
dar horrores en este deliate, pero deerelando, sí, la expul-
sión de los judíos y de los moros, miiUndo por ese golpe
la industria y la riqueza e^pañola^ y provücando esa Icrriblo
decadenein de una de las razas más nobles y más >'irí)es
que han honrado á la especie humana. (Aplai^tsos en la burra).
El predominio de la Ijílesia es en Francia Luís XIV que,
olvidando In allfvez de los primeros días de su reiua<lú y
en sus últimos momentos. Iiajn la influencia de los jesuítas
y de un confesor, dncreta, no citaré tampoco las Dragona-
das, perú sf a(|uella n^lolire revocación del Kiliclu de Xan-
tes que, al mismo liempf> que arrebataba á su Patria los
elementos má» puros de su sangre, dabu la seftal del des-
prestiffi» ilcl trono do ('¡irln Miígno y úp San r*uís, que debía
rodar hecho pedazos en el patíbulo de Luís XVI, i'sa vir.li-
ma expiatoria de crímenes ajenos.
No, señor Presidente; no es posible que en la Hepi'iblíra
Ar^renlina se acepten doctrinas semejantes.
Pero se nos dice; procetliendo cotuo vosotros queréis, vais
¿ extirpar el sentimiento religioso en nuestros pueblos; vais
á formar generaciones de criminales, vais á levantar el ateís-
mo sobre la ruina d<> tos aliares en que se iidora al Mártir
del Grtlgotii. ¡Temblad p(>r el porvenirl ¡KI eoniunisnio y el
níbilismo son la consecuencia del desprecio por la moral en
los pueblos!
Señor Presidente: si yo hubiera entrado en esln Cámara
por primera vez ruando hablaba cual<|uieru de los señores
Piputados <|uo hacían semejantes afirmaciones, seguramente
me habría quedado aterrorizado; habría sentido vacilar mi
conciencia y habría mirado quizá con horror á los defen-
sores de tan horrenda doctrina.
Soy de aquellos en quienes el sentimiento religioso vibra
siempre con fervor y con intensidad, y no cslarA jamás en
favor de teorías que tiendan á extirparlo en mi Patria,
En esto estoy de acuerdo con el señor Diputado Goyena:
no puede haber una sncinlad civilizatla (pie no se incline
reverente ante la Pivimdad, robijándose bajo su amparo y
pidiéndole sus inspiraciones.
Pero si e-sla convicción, que parte de mi alma, nobnstara»
— 35 —
kdla se TortalccfTÍa con los ejeiuplos <]ue se arrancan *Uf la
historia ilet tieM'itvolvimieiilu hiinuin».
Efdurliail la hist<iria, CüLudiad la vida de los pueblos ea lo»
tienitws anli^ruos y eu los Lieiupos modernos, y ¿qué encon-
I . ._-: ^ I 1 , :j>¡ir¡ciúii, la ruina, la decadenria di' titdas aqtie-
» quií no supieron conservar el senlimíeiilo re-
ligioso en BU s<Mio 6 que lu dejaron extraviarse por nimbos
equ^oc.ado8.
La derjdeneia del mundo aalijíuo ha principiado rtiand»
los antiguos republicanos de Rom-; empezaron ¿ levantar
altarvíi y & colocar en el número de sus dioses ú sus Ce-
sares san|j;uinarios.
Y fué necesario, para poílnr infundir nuevo vigor y nuera
savia á aquel euerpo decrépito, el esfuerzo supremo que el
< ¡9mo obÜíTÓ á realizar & la hinnanídad para t^alv^irla-
it-... • -* liabn'a sido ímposiblr encoiilrar todavía fuegu de-
lajo de lus cenizos; ese fueijo sagrado que, traii^ftirmando
la naturaleza bárbara de la» raza^ iuvaeoras, vino ú apro-
ximarlas & la ^'ran misii'm, al perriífcioiiarniento riHislante, aun
á travt-.>4 de la^ tinieblas, de las v¡oisllude:i y de las caídas.
Sigo adelarde, seflor Presidente: llego al siglo xvi. Todo
florece revestido de colores hermosos, todo parece ilutninadn
(i - ' !:iz. Es el prinr.ipio de una nueva era. Lasar-
ía -. Ins letras se dfS[ñi«rtan de su sueño serular;
el mundo m agranda, la riqueza aumenta, los pueblos se
' r: t's la época fiel Keiuicimiento. Sin embarífo, vs
u ii la ^-poca de una decadencia en el sentimiento rcli-
jfgioso. Y como consecuencia de esa decadencia, vemos la for-
mací<)n de monarquías absulutas en toda la Rurnpa, matando
>' itu ronuinal que había .toslenído hasta entonces las
I M'ít; viMOOtí, sefior IVcsiiIenle, que desaparecen las üe-
púhlícas Italianas y que apenas (¡uiMlan en pie, como doc-
trinas, como hechos un materia pnlítíra, el despotistno de
derecho divino y la obediencia servil para los pueblos.
¿Cómo pudo salvarse el mundo de semejante mal? Fué
tambii^n ne<M%sario que un Tralle obscuro de Alemania diera
'■ ' ' íesla que obliffó A la misma I^ilesia á refor-
r< ^ vtdu los vicios que la desjionraban, al mismo
líempo que despertaba la independencia individual en las
izas germanicéis, daitdu con ello base al mlf ffovcrnment,
'Orijjen de la líberbid.
— 36 —
Peco no es sólo la extirpación del sentimiento religioso lo
que puetiü traer la decadencia en las sociedades; es también
el extravio de ese mismo sentimiento, llevado por rumbos
equivocados.
Y también os digo: atacad al ateísmo, asimismo la intole-
rancia y el fanatismo; atacad al ateísmo que puede producir-
la barbarie en plena civilización; pero también atacad al fa-
natismo, que es la muerte de la conciencia y el sílencu) se-
pulcral de las tumbas.
El fanatismo es la España debatiéndose todavía para
sacudir ese sudario de plomo que la ha envuelto durante
tantos siglos; son los Estados Papales, las Dos Sicilias, la
Italia entera, es decir, las comarcas más bellas de la Europa,
aquellas en que el sol luce con mayor esplendor, aquella
donde la tierra da los mejores frutos, aquella que, habiendo
siiloel asiento de naciones que han tenido el cetro del mundo,
se han visto pobres, abatidas y humiltadds, desmoronándose
como las paredes de un viejo convento cuyos moradores,
exlasiados en la contemplación de Dios, se hubiesen olvidado
de las leyes y de las necesidades de la existencia.
Xo quiero, por todas estas razones, la supresión del sea-
timienlü religioso, en nuestro pueblo. Quiero, por el contra-
rio, que la atmósfera de la escuela argentina sea una at-
mósfera religiosa, usando una frase tan hermosa de Guizot-
¿Pero acaso nuestro proyecto puede tender á semejante
resultado? ¿Acaso nuestro proyecto puede tender á suprimir
el sentimiento religioso en nuestra sociedad? Lo tomo, lo
examino por todos lados y, francamente, no encuentro nin-
guno de estos inconvenientes.
Nuestro proyecto principia diciendo: «será obligatoria la
enseñanza de la moral».
¿Qué quiere decir el estudio de la moral? ¿Es acaso la
moral del interés, la moral de Condillax, la moral del egoísmo?
No, señor Presidente; no es el estudio de esa moral el que
nosotros decretamos; nosotros decretamos el estudio de la
moral que se basa en Dios, que se basa en la responsabi-
lidad humana, es decir, en el gran dogma de la inmortalidad
del alma.
Para enseñar la moral en nuestras escuelas, seftor Presi-
dente, el maestro tendrá precisamente que imbuir á los ni-
ños ciertos dogmas fundamentales; y no podré á este respecto
agregar una sola palabra, porque temería empañar el bri-
llante cuadro que hacía el señor Dtputatlu (inycna en la úl-
tima í^esión. VA non decía, con esa claridad de estilo que
anima 8u palabra: no podemos dejar de entrenar la religión,
porque la moral está unida & la religión; y para demostrarlo,
decía esto que es completamente cierto y que estíl de acuerdo
con nuestro proyecto: no liay moral sin idea de Dios, no
bay monil sin idea de la responsabilidad bumanu, sin idea
de la inmortalidad del alma.
Asf. pues, si el alumno preg^nnta ni maestro como se ha
dicho, ¡.por qué no debo matar? el maestro, sin necesidad de
recurrir A un dn{^ma exclusivamente católico y cei-niéndose
to laH regiones adonde puede llegar por el esfuerzo de su
sola inteligencia y de su razón, contestará, sin necesidad de
apelar á los doffmas: «no debes matar porque eslTi prohibido
por Dios, porque Dios ha puesto la noción de lo justo y de
lo injusto en el alma, y ron arreglo át esa noción no es justo
arrancar la vida á un semejante; y si llegaras á hacerlo, es-
pera el castigo de Dios. Esta vida terrenal es puramente
tranfiíloria; hay detrá? de la vida la eterna vida «le los castigos
j de las mcompensas. por las accionet; buenas ó malas».
Pero veo. señor Presidente, que rae extravío y que entro
también en el terreno de la especulación (ilosófica.
Vuelvo & mi cainitin.
Nuestro proyecto no tiende á extirpar el seritimienlo reli-
gioito. Ordenamos que se enseñe la moral y abrimos además
las pui'Has de la escuela para que los Ministros del Culto com-
pleten en materia religiosa la u lira di^l Estado. La t'uu'ca dife-
renria entre los soñores Diputarlos «pie defienden t^l proyecto
de la Comisión y los que lo atacamos, se encuentra en esto:
la atmósfera th- las escuelas, (idehe sit ónicanif-nle una alínúi>
fera reb^^iosa, ó debe ser también una atmósfera católicaf
He alíf, seQor Presi<Ienle, colocada en términos precisos,
la venladera naturaleza de la cuestión; he ahí colocada déla
manera única que cu mi opinión debe ser tratada: y colocada
así la ciipstión, yn sostengo cpic el proyecto de la Comisión
e» contrarío A la Constitución, es contrario A la libertad de
conciencia, que está arriba de todas las Constiluciones del
mundo, porque es un derecho de lu humanidad; es contrario
á la misión del Estado en materia de enseñanza, y es contrario
ann A loR intereses bien entendidos de la Iglesia.
— 38 —
La Cámara me ha de permilir considerar, con torla la bre-
vedad que me sea posible, estos distintos tópicos.
Se ha dicho, señor Presidente, que la relij^irtu calólira es
la reliírión del Kslado Ar(jr<?ntÍno; que así so deduce del ar-
tículo 2* de sil Constitución, que aunque no lo expresa de
una inmuTH ferniinanli', lo da k suponer, porque no puede
haber sostenimiento de la religión sin que asf sea; que así se
deduce además del hecho de sostener el Estado eslableci-
niientos de educación relijíiosa, que se llaman Seminarios; de
que el Presidente de la Ftepútilica debe ser católico, apostó-
lico, romano, y de que el Congreso debe promover la conver-
gtón de los indioH al catoÜL-ismo.
Ksla fa?. de la cuestión ps, sin duda, la más importante,
porque para nosotros. Diputados del pueblo que hemos pres-
tado el juramento de sostener y defender la Constitución y
proceder de acuerdo con ella en todas las leyes que dicte-
mos, esta clase de arguíncnto está arriba de todas las con-
sideraciones de carácter lilosólico que pudienm hacerse.
Somos, en este recinto y ea este puesto, antes que nada,
ciudadanos de nn país cnnstítnEdo, y untes ({ue nada debemos
investifrar el verdadero espíritu de las inütilucioncs que no»
ri^en para arrancar de allí la regla de conducta que debe-
mos observar.
El señor Diputado por Buenos Aires, señor Iiag:os, contes-
tando al Diputado señor Goyeiia, ha hecho presente ya cómo
lus t^'rmiiios de nuestra Carta Tundameidal no pueden impor-
tar al cstableciniienln de una religióit de Estado, demostrando
de unn manera que no ha podido ser contestada el verda-
dero alcance de los distintos artículos conslilucionales.
No quisiera repetir los mismos argumentos; asf es que to-
maríí la cuestión únicamente por el lado en que no Im sido
todavía tratada.
Todas las Con^titucíoucs del mundo que ban querido esta-
blecer una religión de Estado, lo han hecho de una mane-
ra clara y precisa, usando esta fórmula coticrela, que puede
decirse, casi, que es universal, que es uniformo para todos:
el Estado proíe-sa la religión católica, apostólica, romana.
Esta fuí^ la forma aceptada por todas nuestras Consti-
tuciones anteriores, y sin embargo, no es esta la fórmula
aceptada por nuestra Constitución vigente. ¿Por qué, seflor
Presidente?
- ÍÍ9 —
¿Por un olvido de los Convencionales? ¿Porque creyeron que
redacción era mejor, era más clara, era más lógica? No, por la
cierto.
Es precisamente cuando se trata de todas estas grandes
materias que los legisladores de un pueblo procuran poner
en formas claras y correctas las disposiciones que sancio-
nan, de manera que no sean posibles interpretaciones diversas,
demanera que puedan impedir las cuestiones que en este mo-
mento nos dividen.
Si los Constituyentes hubieran querido establecer una reli-
gión de Estado, lo habrían dicho con franqueza, siguiendo los
ejemplos conocidos y nuestras propias tradiciones; pero es
que nada estuvo tan lejos de su espíritu, y por eso dijeron
lo que quisieron decir.
La Xación costea el culto, como un homenaje de respeto
á las creencias dominantes en el país; pero la Nación, como
cuerpo político, no profesa religión alguna.
Es muy distinta la situación de los pueblos que han teni-
do ó tienen religión de Estado.
Una religión de Estado, en los pueblos católicos y protes-
tantes, en Inglaterra y en España, en Holanda y en el Aus-
tria, quiere decir propaganda, exchisivismos, protección; quiere
<lecir que no sólo el Jefe de la Nación, sino también todos
los empleados de la Administración, todos los que forman
los cuerpos políticos, desde los más elevados hasta los más
inferiores, tienen que ser miembros de la comunión religiosa
olieial.
La razón es clara.
No se comprendería una religión de Estado allí donde los
encargados de sostenerla, de aplicarla, de prestigiarla pudie-
ran ser miembros de comuniones distintas.
No hay ningún artículo en nuestra Constitución que pro-
liiba á los miembros del Congreso Argentino el que sean pro-
testantes, el que sean librepensadores.
No creo que el hecho se produjera, pero entra en lo posi-
ble; y si sucediera que en el Congreso existiera una mayoría
de protestantes ó una mayoría de librepensadores, entonces,
¿qué religión de Estado sería esta en que los encargados de
defenderla y sostelenerla profesasen otras creencias, pudiendo,
por medio de sus leyes, atacar al dogma oficial, en obsequio
á la religión propia?
- M —
Por eso, la IngUt^m » rió «n la n«ce«ifUrI de apelar*
(Ii^dc tos pr¡merf>9 tíeinpOJ> ñ^ su yran rrvolución. á esa fa-
iitosa h'v del test, en TÍiiad de la ruol nadie podú ocupar
ninifún puesto de la Admioistradón, desde H Rey basU el cni-
pleado nifis miballpnio. lUn prestar jmromfMlo anglienno, el
jiiraroenlo de fe ¿ U religión dominaote: juramento atenta-
Lori» á la lilierlad tle ronrÍPiKÜa y que recién principia k des-
a|wr('CPr. merced á loa esfuentos de la civiliz-nrión y al triunfo
de latí idea^: liberales en aquella (rran nación que acaba de
dar este otro ejemplo de tolerancia que la honra: la ítupre-
sión de la Iglesia oñcíal en Irlanda. Primer paso que tendrA
su complemento en el resto del reino.
Pero ti?ngo algo mk^ eficaz que mi paLibm. algo ante lo
rual nie pnrecc que no puede queilar ni la máa remóla duda
en el ánimo de la Cámara: tengo la interprelarión auténtica
del articulo constitucional, tengo la di.scut:ÍÓn que tuvo lugar
cuando de ese articulo se trataba, y la (támara va á vpj* que
los Constituyentes respectivos, al redactar esta disposición
en la forma que lo bicieron, proceilieron con conciencia, con
espíritu deliberado y en nombre de altos y trascendentalc»
pensamientos.
No emplearon la fórmula antigua, porque necesítalian de
otra que importara un término medio y que significara el
primer píiKo hacia lo que tiene que venir m¿s tarde ó mAs
temprano en todo** los pueblo? libres, porqiie es condición
impuesta por la civilización moderna: la separación de la Igle>
íiia y del Estado.
Veamos lo que han dicbo los Constituyentes.
Se pone en discusión el articulo í" y obtiene la palabra
el sefíor Pérez (Fr. Manuel) y propone el siguiente artículo:
- El (jobiernn rcdcral profesa y sostiene el culto católico,
«apostólico, romano»: la fórmula precisa en (odas partes.
Pide la palabra el seRor Leiva. y« yendo todavía más allá
que el señor I'érez. propone este artículo:
• Ka religión católica, apo.stólica, romana, (única verdaderaí
«es la religión del Estado; las autoridades le deben toda pro-
elección, y loK babitanles veneración y respeto».
\ai íliseijsióri se traba imi este terreno: tos unos sosteniendo
el artículo, tal como lo propone la Comisión, que es el artí-
ctdn que existe en la Constitución; lus otros apoyando la
fórmula propuesta por estos dos Convencionaloa.
- II -
•
El señor LavHisSp (niii;i la pitlahra. Kra un cl^ri*,
loinenlr ini^lrufiji). íIuRtratIo, súhrlíin t\e la l(j;|píi¡n Je Roma,
á (piien reconocía lodiis siis prerrogalivas, pero OHpirilii lilip-
ral al mísmo tiempo.
Llamo la atem-ión de la Cámara sobre esas hermosas jw-
labras, tjup ohsnirPcHría, st^ífitrariH'iile, si me liiiiíUira á leerlas.
« Kl señor Ijuvaitise fuiuló sti iiposicíón á la.s mociones pro-
«piiet<-Ui< en que la Conslilución no podía intervenir en las
4 roncíencins, sinA reblar solo el uuHo exterior; — (|ue el (¡o-
" bierno Federal está obligado ú sostenerlo, y esto era lo bas-
tíante— que la religión, r.onio creencia, no necesitaba más
«protección (pir la de Dios: para recorrer el inunclo, sin que
•« hubtese podido unnca la tena/, oposición ile liis Qobíernos
«detener su marcha progresiva».
He ahí lo que dice un clérigo, señor Presidente; y lie ahí
lo que yo repito también, en nombre de la libertad de c«n-
ci«ncia.
El señor Oorostiaga, miembro de la Comisión, decía á su
vez: (es el señor don José Elenjamin GorosliajTa. Presidente
de la Suprema Corle en la actualidad y uno de los hom-
bres que más lionrao á niicíflro país por su inteligencia y su
carácter):
- Ivii declaración <pie «e proponía de fpie la Mípión cató-
lica sea la relif^ión del listado, sería falsa; porque no todos
los bnbiinnies He la Contederación, ni todos los ciudadanos
de ella son católicos, puesto que pertener á la comunión ca-
tólica, jamás había sido por nuestras leyes un requisito para
obtener la ciudadanía, y que ni á los hijos de los ingleses.
qoe por el tratado del año 30 pueden ejercer libremente 8U
«lito en la Confederación, se le ha exigido para ser ciuda-
danos nativos (pie renieguen ile la ivligión (le sus padres a.
-«Que tampoco pueilc establecerse que la religión católica
es la únic.i verdadera, porque es un putilo de dogma, cuya
decisión no es ile la competencia de un Congreso jiolftico.
que tiene que respetar la libertad de cultos, según las ins-
piraciones de la conciencia ».
No quiero, señor Pre^iilenie, por no fatigar á la Ciímaní,
seguir leyendo las opiniones de los demás. Podría citar las
opinioues del señor Seguí, las opiniones del señor Zapata, y
se vería cómo todos estos grandes hombres de nuestra elabo-
ración polfliea. estos hombres que nos dieron este admirable
— 42 —
Código político, (gracias al cual vaiuo» salvando \os cscoIIok
y ocit|>¡iniio el alio lugar que nos corresponite en e\ mundo,
inlfTprelíilian estas materias religiosaá. rie vería cóint» ellos
no querían la religión de Estado; que lo único que querían,
por estfí [n(>(lÍo, frra una transacción, de esas (ransacciones
deque hablaba al principio, en virtud de las cuales se reco-
nocen la» exigencias de la libertad pur una parte, y por
otra los respetos & la mayoría caldlicu existente en el país.
Es esa la fOrumla de la Constitución; as una fórmula de
transacción y narln niás.
Y no podría, tampoco, liabersido de otra manera, porque
si la Con.stitución huhiera entrado en otro terreno, habrían
tenido que horrar la mayor parte de los grandes y hermosos
principios qui' fonu.in nuestro credo poUlico.
Si*n<jr Prcsirlente: la Ci>DslitucÍón en su preámbulo con
signa que su objeto es ase;<urar los lienetícios de la libertad
pür.1 noHotros, juiía nuestros hijos y para lodos los liom-
bres de la tierra que quieran venir á habitar nuestro suelo.
Este es el fin primordial de la Constitución.
¿l*ero so conseiiuiría. señor Presldenlo. ese objeto si en
Dumhrc de una pictendida religión de astado, tpic no existe
como lo acabo de demostrar, viniéramos á Falsear estos otros
altos principios: lu libertad de profesión, la libertad de cou-
cicnria?
No. Keíior Presidente.
El innii(;ran(e vendrA. á nuestras playas; vendrá porque k
ella lo atraen la belleza de nuestro cielo, la suavidad de
nuestro clima, la liberalidad de nucslras costuinbi-es.
El inmigninte vendrá k cimentar intestra grandeza.
Pero, señor Presidente, no principiemoK poniendo nosotros
mismos obslí'icidos A eso resultado tan ambicionado.
Necesitamos, como decía el señor Diputado por Entre Ulos.
abrir al elemento civilizado c¡ue la Europa nos envía nues-
tros puertos, como se abrían las cien pueilas de la Tobos
antigua.
Necesitamos llamar A todos los hombres, cuabiniera que
vea 8U Patria, cualesquiera que sean sus creenviui». é impri-
mirles, por rncdio del espectáculi» y de la realidail de tuiea-
Iras libertailcíi, el amor á esta tierra que se acoslumhrarán
¿ considerar como propia, interesámlose y contribuyendo
eficazmenle á su propiedad y á su gtandeza.
Vuestro proyecto, señores de la Goiatsióii, es contrarío &
e«os nobles propósitos. El inmigraiitf! se alejaríí de nosotros,
Hi principiamos por decirle: vamos á obligar á vuestros hi-
jos á que profesejí la religión católica, apostólica, romana;
6 al tnenot), vamos A hacer que nuestros hijos se eduquen
en una atmósfera religiosa, jieÜgrosa jiara la fe que le ense-
riaríais, si tuvierais la libertad completa para hacerlo.
Wo podemos hacer esto en nombre de los intereses bien
entendidos de la Kepúblícn. Nn asej;urarciuos así los hene-
lieíos de la libeituií para todos los que lian nacido en nues-
tro suelo y para todos los que vienen d él confiados en la
hermosa promesa de nuestra Constitución.
La b.isc de la libiniad es I;i ignablad. y no hay iginldad
donde nn hay el respeto al ilcrcclio de todos, no sólo de las
mayorías, siuó también de las minorías; de las minorías que,
romo decía urní de nuestros ^niiides publicistas días pasa-
dos, aun cuando sean compuestas de un solo individuo, tie-
nen iguales prerrogativas á las mayorías más pronunciadas,
si se traía de la defensa de un derecho.
Voy m.ls lejos: voy íi detnostmr que este proyecto, tal
romo lo presentji la Comisión, sería alentattirío á tuin de los
principios más liberales de nuestra ley fundamenlal.
Dice nuestra Conslilución: «Todos los habitantes ¡leí te-
-« rrilorio son admisibles á los empleos pi'iblicos. sin más
«condición (|ue la idoneidad» Y ahora bien; ¿será posible
la aplicación de este principio s¡ pasa el proyecto de la Co-
misión?
I*a Comisión nos dice: • Se ensenará obliffaloríamente la
«retigióu católica, apostólica, romana»; y. como lo demostW'
anleít, la religión ratólica, aposlólica, romana, sólo podrá ser
desenipefiada por un católico.
Supongo que la Comisión no tendrá la inleneirin de decir
que el maeslro pueda hipócrilamenlc abjurar de sus creencias
p{ira enseñar una religión <|ne no es ta suya, [>ara hu' erse
el prnpairandista de ella. ¡líeclaro que á un maestro (jne tal
coKa hiciera, deberían cerrársele para siempre las puertas de
la enseñanza cu el pnfs!
Entonces, pues, sólo podremos imponer esa conrlieión de
la enseñanza religiosa á aquellos m:ieslros ipie sean católi-
cos, apostólicos, romanos. Y creo (jue la Cámara convendrá
conmigo en que sería necesario modifícar el artículo consti-
— 44 —
(uctorml estalticcicndo, además de la idoneidad, la cnndiciúii
de ser L-jilúlieo. u|)i>slóiip(r, rnmurin, para el empleo del pro-
fesorado, y en ese camino para Lodo» los demás.
Voy todavía máR lejos, l^ste proyecto, como se ve, alaca
al preámbulo üe la Conslilueión y nlaca lainbién nIgiinoK
de 8118 principios más elevados.
Pero alaea algunos máti.
Ataca la libertad de eoiiciencía, que está arriba de todas
las Constituciones de! mundo, porque es derecho iiiaÜeDable
del hombre. Voy íí demostrarlo.
Se dice: nosotros salvamos la libertad de conciencia, por-
que dejaiims al disidente en libertad de evitar que se ense-
fte religión á sus hijos; no bny violencia en nuestro proyec-
to: los católicos aprender/ui su religión: los disidentes no
aprcn<lerán ninguna.
Es decir, como U) hacía notar el «efior Diputado Lagos,
que los [irupa^mndistas de la escuela religiosa proclaman la
escuela atea para los disidentes que precisamente necesita-
rían más que aquí^lla la Instrucción religiosa, por haber na-
cido en f'l error.
Pero ni esto mismo es exacto; y la Comisión, al hacer esas
afirmaciones, olvida todas las leyes naturales que presiden
la elaboración de la inteligencia del niño. El niño aprende
no tanto por |j?s lecciones de sus mneslros. cuanto por el
contagio y el ejemplo; así. si se ensefia la doclritia católica en
la escuela, foi-zosameutc los niGos de los dÍ8¡deutes. sumer-
gidos eti esa alrnósfera, no poiLrún escapar á ^u influencia
dominante. Todo les iiablará de catolicismo en su alrededor,
sus com|Kiñcros, la índole de las lecciones: todo les atraerá
con fuerza invencible, y concluirán siendo católicos, contra
la voluntad de sus padres.
Y eslo es tanto más peligroso 6 inconstitucional, cuanto
que se establece la enseñaiua obligatoria y se dice á tos disi-
(lentes: «Tendríais forzoísanicntr que mandar A vuestros hijos
á esta escuela aunque no lo queráis, y autique se ensenaran
doctriiKis que un son las vuestras».
Yo preguntaría, para acentuar mi argumentación, á mi no-
ble amigo, el señor Diputado Goyena. padre cariñoso, mo-
delo lie virtudes en ol bogar, si mandarla sus liij(»s á una
escuela eu que se enseñara las doctrinas protestantes y e)
señor [)tpnta(ln Goyena, con la mano sobre el corazón, leu-
ár& que conlesturme: «(Nn, no los tnandaríü! ¡Correría p<>ltji;ro
la fe que trato de arraigar en sus corazones!»
V RJ oslo es así, séatnií entonces pcrinitiJo i-etoriíar al se
flor Diputado, y á todos los que sostienen el proyecto de la
Comisión, aquel gran precepto evangélico: Au hagan á otro
Jo que tío qnií'ras ¡xira íi. (Oratt^ldji nplauHOHi,
Creo, üeñor l'resi'ienle, liaber denjosUado los dos prime-
roH puntos que me iiabta propuesto exurniciat* pura atacar el
proyecto de la Comisión, esto es, que esc proyecto es con-
trario al espíritu liberal de luicstras instítuL'toiies, y que es
contrario :i la libertad de conciencia.
Voy aliora á hacer presente los peligros que la aceptación
de yeriipjante dmrlrlna tnieríii para el desarrollo y pr(>;<n'SO
de la enseñanza en la Kepública, demosli'amlo que por este
medio la condenaríamos íi una paralización que haría esLé-
riles todos los csfuci-zos y defraudaría todas nuestras legíti-
mas esperanzas en el porvenir.
Nuestro princ¡)>al deberes, iinludableineide, enseñar. Nue»-
1ro principal deber como legisladores, es formar el carácter
y el corazón de los niflos para que puedan cuanta antes
llenar de una manera cumplida su alta misión de hombres
libres en una sociedad civilizada.
Necesilamos, por cslo, levantar el nivel moral de las ma-
sas, y hacerles comprender cuál es la extensión Je sus de-
rechos y de auH deberes para con los demás. Es, pues, mi-
sión primordial del Gobierno en la República, la misión de
la enseñanza.
La hemos comprendido y tratamos dt^ llenarla; pero lodo
seria inútil sí nos faltara el factor principal, el interniedia-
rio indispensable, el maestro, al cual necesitamos atraer, pro-
teger, estimular y formar.
El proyecto de la Comisión tiende á lo contrario, ftl aleja
al maestro al trabarle la libertad de conciencia; él impide ¿
los hombres de otras religiones que la católica, por ilustra-
dos y competentes que sean, dar á nuestros hijos la savia
iotelectual que necesitan; él restringe los horizontes de la
educación; y dada la esciisez de maestros que sentimos en
la RepúblicjL, conlcsto: ¡olvidáis las necesíd.ides verdade-
ras del pueblo que represejdáis, y en nombre de una into-
lerancia que el mundo ya no admite, condenáis á la barbarie
á ana gran parte de los argentinos!
fíabrlumus liaclo, es cierto, una ley que diría: •La euse-
Aanza será obligaloria, los niños lieneii rorzosamenle que
educarse»: pero esa ley habría quetjado en (?\ papel, porque
DO tendríamos los elrroenlos np<;esarins para cumplirla.
Los maestros no se iiiiprovisai); la ciencia pedag^'ca es
precisíimenle la má.i nula y míís ilifieil. lu une inejnres coii-
dicioues re<jui6re: coiidícíoties ile carácter, coiidicioues de mo-
ral, condicionejí especiales de la iuteligeocia y del alma.
El maestro no se improvisa; y. no improvisándose, tenemos
la necesiiiad de formarlo con todas las caj)acidadet; requeri-
das para Henar su misión.
Esta clase de maestros no existe todavía en la República
Argeiilinu.
Nuestrius escuelas normales empiezan á damos algunos
Frutos benéficos, pero todavía la demanda es rouclio mayor
que la oferta; todavía el número de maestros, apenas alcanza
para llenar una parle iiisijínilíciinte de las verdaderas exigen-
cias de nuestra sotiulnlidad. Tenemos, pues, que buscar al
maestro eu el extranjero, sí es que aspiramos al propreso
inmediato; y. ¿dnndc ¡remos A buscarloT No necesito di-clroslo.
Lo bu.<careinus en aquellos países don<le prácticamente .se
lio demostrado hasta dónde puede alcanzar el nivel intelec-
tual humano; los buscaremos en los iCstados Unidos, en la
Inglaterra, en In AltMnarira, en la Suecia. que snn las naciones
que nos presentan estadísticas más altos eu materia do edu-
cación,
¿Y pudríamos hacerlo si esa ley llegara ñ triunfara
Indudablemente, no.
£1 hombre en los tiempos inndernos no abandona su pa-
tria, con raras excepciones, sino cuando sus intereses mate-
rialtMí se cDiu'ilian con la libertad y la expansión para sus
pulmono:* y su inteligencia. Las playas de «n país en que
se desencadenara la perBOcución religiosa, serían evitadas con
el mismo horror con que lo eran antes las de la Nueva Ga-
lodonin, mucho más por los elementos inteligentes, entre lo»
cuales se cupidan los maestros.
No vendrían estos, seftor Presidente, porque á la primera
tentativa eo encontrarían con la barrera de esta ley. que es
también un principio de pei-secución religiosa, y en sus peo-
res forma.s, porque viene á afectar á uno de los gremios más
dignos del respeto humano.
Y k tollas nueslras promesas y ofrecimientos, uos conles-
larán: «Apreciamos tii6s iiuf itiida niie.slru libertad fie con-
ciencia. Xo hay ventajas que compensen una apostosfa. No
podemos enseñar la rclíffión que nos ordenáis, porque no es
la nuestra, y la liipocresia no es conciliable con los austeros
del>eres del mn<rÍsLerio>.
Pur nlru parle, ¿cuáles son laH garantías para creer quo
el maestro ralólico ha de ser precisamente el mejoi"? ¿Y por
quí" razón, en nombre de qué derecho, eii nombre de rpié
utilidad, vamos á ii^cliazar de Ins puertas de la escuela ¡I
los hombres competentes en todas his ramas de la pedagogía,
al maestro que llene bien su uiisir>n civilizadora? ¿Única-
mente portfue su conricncia le prohiba tener cierlas creencias
que unsotros exigiríamos indispensables para el riiugislorlo'?
fío; hnjr, pue;*, un inmenso |>elÍgro en la aceptación del
proyecto de la Comisión, en lo relalivii á la cnsefianza re-
ligiosa, í'or él vamos á desvirtuar todos los buenos artículos
(|ue consigna: por él vamos á impedir que nuestros maes-
tros pufMlau ser lo que deben ser. No siempre será el mejor
católico el mejor maestro; y, al contrario, habrá este peligro:
el mejor calúlieu trulan'i únicamente de formar el nifio en
|ji religión católica, descuidando los principales ramos det
salier humano, prerisaniente los que inha se necesitan para
que el hombre pueda con ventaja afrontar Indas las diHcul-
tades de la eterna lucha por la rida.
SeQor Presidente: el serior Diputado Goyena hablaba de
la misión del Kslado en materia de enseñanza, y debo de-
clarar ({ue en muchas partes estoy conforme con su doc-
trina.
Vo creo, como él. que el deber de la ensenanz.) corres-
ponde en primer lugar, al padre. El padre tiene deberes
especiales para el niño, y así como tiene el deber de aliihen-
tarle y de vestirle, tiene este otro más trascendental toda-
vía: darle el alimento ¡nleleelual para que el mundo no lo
tome desgraciado y pueda concurrir á las evoluciones del
IK-rfeccionamiento social.
£1 deber de la enseñanza corresponde, en mi juicio, en
primer lugar, A los ])adres.
Pero los padre» que den, por ignorancia ó por cualquier
ulro niotlvu, en descuidar este deber supremo; y asi como el
Estado no podría permitir {i un padre que dejara morir de
— 48 -
hambre A dp frío & hii liijoa, así taniljíén tiene el dereclio dé
llermt sus defioierKias en niatoria rifi pnsennnzu: pI alimento
espiritual es tan nt'rusaritt, desde el |miitii de vista soi-ial, cinm»
d alimento fHini el euerpo.
Pe a(|iif dimana la (enría del Instado docente. El Esludii
viene ñ llenar las ilelicíeiu'ias de los padres, y viene, aparte
<tc las consideraciones expiieélas, en virtud de un derecho
de propia can!«er\'at:ión, porque no puede svrle íiidiferenle
que se formen tíeneraeioiies eHiurada<<, es decir, morales y
etevadaí:. ú hordas de Ijürbaros ó criminales <|ue pudieran
conmover torlou los fundamentos del edificio socíni.
De aquí nace también el derecho del Estado para detormí-
uar cuáles deben ser las iimlerías de enseñanza, y pjira de-
cir: «Tal dueLríiia. que es conlrariu al dogma de las (¡oliera-
nía de loR pueblos, que es coiilraria á los principios de un
(lobíerno libre, no puede ser admitida en las escuelas, a»I
como un puede ser administrado el veneno al cuerpo hu-
mano».
Esta es, señor Presidente, la teoría del Eslado docente.
Pero tiimanamlo de alli el deroobo del Estado, ^ basta
dónde alcanzará?
El señor Diputado Guyena, eti nowhre de tti lUterUid de
enneimtisa, llegaba, con sorpresa mía, á esta conelu^íóu: el
Estado, que no tiene sino una niisiiín suplemenlaria, debe^
sin embargo, enseñar la relij^iún; debe fijar la ndi^íón entre
las otras materias de eusefiaiiza obliitatoria.
Señor: la misión del Estado, por lo mistim que es una
misión suplementaria, sólo alcanza ailf donde llegan las ver-
daderas necesidades del mismo Estado. I^ vcriladeru necesi-
dad, el fin primordial del Estado, es formar ciudadanos que
sean rapares de continuar la obra de civibzarjúri en que
están en)peñadas todas tas sociedades humanas; pero una
vez llenado este objeto, su derecho desaparece, como de.sa-
parece su deber. Y como para hacer cítidadaiins civilizados
y libres, no hay necesidad de hacer la enseñanza especial
del ilogniii revelado, y coiuo en la sociedad hay elemerdf^s
sobrados para (pie esa enseñanza pueda baoiTse sin nece-
sidad de intervención oficial, la inlervención del Estado, con
arreglo ú los mismos prinripios sosteuidos ])or el señor Di-
putado Goyena, no tiene razón de ser; y ai es asf, desapare-
ce el derecho como desaparece el deber.
mm
^
— 49 —
SosU'nifudo la iluctriiia de la libertad de enseñanza que,
como decía al princ^ipio, es ahora fl pendían que se eniirliola
en Kraticia, itv atacaba la escuela oficial, la escuela del Ks-
tildo, y se decía: Si se entregase toda la enseñanza, al Ksta-
do. correríamos el peligro de ver levantarse las tiranías.
Hft manifestado ya iine no qnurla entrar por el ninmenlo
esta gran cuestión tie la lilii'rlad de lu enseñanza. SÍii em-
bargo, puedo adelantar que no estoy de acuerito cun loque
en Francia se ha hecho al n-sprelo.
Yo no creo que. en nombre de la libertad, pueda proscri-
birse la libertad.
Pero aceptando las ideas de los sefioreij Diputados por
Córdot>a y üuenos Aires de que no es eonvpnicnle. de que
uo es pru leiile, de que nu es pulríótico enlrejjnr al Estado el
cuidado exclusivo de la enseñanza, yo les preírunto: ¿cAmo
creéis un peligro el hecho de entregar al Kstailu la enseñanza
de aquellos ramos de la ciencia que sólo se ocn|>an de las
cosas temporales, y no encontráis peli^fn) de ningún género
en haeerle depositario de In palabra divina para que la tras-
mita como lú quiera al alma de los nlfiosf
¡Seflor Presidente: eso sí sería una verdadera calamidad!
j Kso si serfn la doctrina cesaríann. como llaman los propa-
gandistas católicos á la escuela sostenida únicamente por el
E!^Lado7 ¡Eso sería la doctrina cesariana, porque por ese me-
dio habriainns i:readu el Kslado-Dius; ptir ese medio habríu-
m<K«( puesto en las manos oficíales esa espada espiritual que
sólo lia sido concedida al Estado en los pueblos bárbaros y
que HÚlo existe actuAluiente en las del Czar omaipoteute do
las Husias !
(No, fHífior Prt^ídente! No pongamos seniejatde podei en
manos del Estado.
?A Estado es para llenar Unes temporales en el mundo: es
pura oAC^rar boncBcíos que sdlo se relacionan con el hom-
bre romo ser social; para las necesidades espirituales, ahí
está la iglesia. Vaya la iglesia á desempeñar su uusión.
siendo la pastara de las almari; vaya la iglesia li enseñar re-
Iigii5n.
riejeinMS c|in* el Estadu enseñe luiicanieirle las cosas tem-
porales, limitándose, como decía antes, en materia religiosa,
A aquello que le t» indispensable para el cumplimiento de
su cometido, es decir, á a<|uello adonde la razón puede
OtAtoau ABitams*— rema tV. 4
— 50 —
olf^ivarse por sí Bola^ sin noccsidad de recurrir á la reve-
lar ion.
l'eio no es esto solo, y voy á sosleuer que hay también
peligro, y gran pelif^ro, para la misma Iglesia, si se adtníie
el pi*oyeclo como lo propone la C<im¡sl(jn.
¿Quí garanlfas olrece el proyecto de la Comisión, de ijue
lu enseñanza dada en las escuelas lia de ser una eiis«flanxa
complftamenle ortodoxa?
yo declaraba al principio cuálns eran las consetiucncia&
del obstáculo, y decía á sus soslencdnres: tenéis ipic ir for-
zosamente & la intromisión del Clero; tenéis indispensable-
nientr qui* ir á la interveniMÚii de la autoridad eclesiástica,
porque es la única garantía efieaK para {|uc no ae. e\]>anda
el veneno en vez de los principios de la religión. Pero no
tomándose garantía, como no la loma la Comisión, yo digo-
que la Ijilesia nu puede, nu debe aceptar este proyectu sin
olvido de sus intereses más trasceudenlales y de los princi-
pios que en todo tiempo ba sostenido.
Y sobre este punto, voy fi apoyar mis palabras en algunas
autoridades que no serán sospechosas para los señores I)i-
pulado^t sostenedores del provéelo de la Comisión.
No voy á citar, señor Prt^sidente, las opiniones de Love-
leye, de Híppeati, de Herí, de Simón, de cualipiiera de esos
grandes pensadores que ocupan el primer puesto en el mundo
europeo entre los que cultivan la ciencia de la educación.
Y no lo bago, porque conozco de antemano la contestación.
Se me ha dc'decir: son los sectarios ilel libcralismu, y sus
opiniones no pueden ser imparciales. Voy á cilar la opinión
de tui partidario de la Iglesia, para apoyarme en ella á ña
de demostrar que no es conveniente para la Iglesia que se
entregue á laicos la enseñanza de la religión.
El seE^or Dipuladti Lagos citó en una de las sosiones an-
teriores una carta del Obis[)o de Cante & los regidores de
la ciudad de Alost. Una parte de esta e^rla se le había
extraviado en aquel momento, así es que, do»^acÍadamenle,
no pudo leer la parte más importante de la cita, y la que
bace resalüir mejor los peligros que existirían para la Igle-
sia si se aceptase el proyecto de la Comisión.
Voy á leerlíi nuevamente para completar la jmrte ya leída,
á fin de hacer ver cuál es el pensamiento de los católicos-
que más se interesan por el propreso de su religión.
— 51 -
Decía el Obispo de Gante era carta de 30 de Octubre
de 1855:
t Ignoráis, ain (luda, sefinnis, que la cnscñuii^a religiosa
pertenece exclusivamente á la I^^lesia, aun la del Catecismo,
y que nadie, ni aun un saceriJoLe, puede darla .sin nnu de-
leitación de la autoridad eclesiástica.» N'o solamente el Clero,
sino todos los culólicos instruidos están de acuerdo con este
príncipid.
Es &ai como en la sesión del Ki de .Inllo de \Ss}\, en la
Cámara de Diputa<los, Mr. Vílaín, hoy Ministro de Negocióte
Extranjeros, ha deniuHtrado que es Ufi error completo sostener
que los padres tienen el dcreclio de cnscOnr el Catecismo á
Bua hijuH y ()ue pnedcn üele{¡itr esie derecho en los profesoreti
de loa colegios. Mr. de üeker. Ministro actual del Interior, ha
ido más lejos ruando, en la sesión del 17 de Julio h» pro-
nunciado estas notables palabras:
• La cuestión de hecho no prueba nada, contra lo que lla-
« man la pretcnsión del Clero; pero, lo sabéis muy bien; no
*ea una pretensión; es un principio inviolable de la Iglesia.
«Como lo lia rllclio Mr. VÍIüÍii, la enseñan/.a religiosa dada
«por laicos serta un principio de cisriiu. La ciiscriaiizii dada
«por laicos es una cosa inaceptable desde el punto de vista
• católico. ¿Por qué queréis forzar la conciencia de los cató-
- lieos sin necesidad, cuando, cu vez de hacer dar la ense-
« ñausa religiosa por láicoSf tenéis el recurso constitucional
«de hacerla recibir en la Iglcsiat
* He uqui lo que no puedo comprender».
Ser'ior Priísidenlc: si el Obispo de líaiitr que hacía estas
declaraciones; si los grandes Jefes del catolicismo en Bél-
gica, que pensaban de esta manera, presenciaran esta dis-
rusiún, segiiramentc que no sería en nuestras fdas donde
eneontrurfun el principio de cisma que temían.
No somos nosotros los (jue sostenemos que la enseñanza
religiosa deba ser dada por laicos. Son, por el contrario, los
que se levantan defendiendo las doctrinas de la iglesia ca-
tólica, los que en otras latitudes y por intereses transitorios
TÍeaen ñ proclamar lo que un Obispo ullaineiite ilustrado
ronsideraba una Iier-cgfa insostenible: esto es, arrebatar ,1 la
Iglesia su misión de ser la finirá directora de la educación
relíginsa, la íinica depositaria de la luz esjtirítual.
Pero voy más adelante. Citaré otra opinión, (no soy par-
— 52 —
llilurio de citas, y, por consiguiente, no abuKUPé de ellas; la
Cámara puede esUr Iranijiiila; |>ero no puedo dejar de apo-
yarme en otra autoridad do un hombre joven todavía, pero
que lionra á su Patria y cuyas ideas lienen tanlo más mé-
rito, cuanto que son adquiridas en una larga consiigrucíón
al magisterio, en cl cual lia manifestado alta competencia y
condiciones ndevanles de carácter).
Me refiero al señor José Manuel Estrada, Redor del Co-
legio iNatrional de la Cajiilal y uno de los t^itUru de la cam-
pana que en este momento está empegada para establecer
la enseñanza reli^fiosa en las escuelas.
Veamos lo que decía cl sefior Estrada en el informe que,
como Director de Escuelas, presentó en 1870.
La CÍLinara me habrá perdonado cl demorarla algunos ins-
tantes, después de oir las lillas palat)ras de que voy fi dar
lecluia.
Dice el informe del scQor Estrada:
• Varia de aspecto la cuestión (está ocupándose precisa-
mente de la cuesliúri ite la enseñanza religiosa) reHriéndose
á las escuelas comunes i-osleadas por un pueblo formado
de individuos de difcrcnles creencias, y destinada ú la edu-
cación de todos sus hijos. He aquí la primera difícullad».
«Veamos ahora en qué i-elación está la capacidad de lus
maestros con los arduos deberes de una enseñanza dog>-
málica".
«¿Puede exigirse en ellos que posean las ciencias sa<<radHS
con toda la profundidad recjuerida para poner sus princi-
pios sublimes al alcance de los niños, sin vacilar ante nin-
günu curiosidad infantil, sin quí duda alguna los encuen-
tre despmvenidosf ¿Profesan todos los maestros una misma
creencia relifíiosa?»
«¿No habría incunsccuencia de parte de las leyes que re-
conocen la libertad relipioita en el fuero inicrnu si exigieran
de los maestros una profesión doffmálicaí ¿Es liable esperar
que un hombre transmita á los niños, con aquella eficacia que
no viene sino de convicciones calorosas, dogmas y doctrinas
de las cuales no participe? ¿Pu^de acoptarso la liUerlad de la
enseñanza reüginMa. en el st^ntido de las creencias del maestro
de escuela, aun cuando éstas fuesen distintas de his que pro-
fesan la mayorfa de la totalidad de los padnts de familia,
sobre los cuales y no sobre los maestros, pesa de parto tie
&3
Dios U re^ponKi-ibilidad de la <!()uca<'¡ón, principa) mente en
lo moral? ¿Ha df ftpíprcrlarsí' por roniplHo la fe romíni á
la mayoria de lu pobtaciún, sía que la e^icuola se preocupe
en lo más mfniínn de esas creeiirins y de la roliintad pre-
sunta de los padres respecto á la religión que han de üeguir
«US liijost»
Y sigue estmliand» los diversos Bislemaíi, para concluir de
etda manera:
« Prnftindamenfe p(?n('(rado de cíílas ideas y ali'iidiciiilo á
estos beclios: 1*. que la mayoría del país pertenece & la Co-
munión (lalólica; 2% que le corresponde al saceniocio la en-
señanza religiosa; y 3*, que está reconocida por las leyes del
pab la libertad de cada hombre para adonir á Dios Todo-
poderoso Begún su ronciencin, rcorpranicé pMti parir de la
educación en la Tonna que explica el documento qae tnins-
crilío».
Por é\ se ordena & log maestros «le esíiMiela que lleven Ins
niños católicos á la Iglesia para que reciban del |>árroco la
educación reli^osa eorrespon<liente.
Ks con pota <lirereiicia el sistema que nosotron propone-
mos: que la eduoaeiou n'li^'iosa se dé pur ol Párroco, por el
sauírdolc. por el depositario de la palabra del Elvangelio.
No qurin'nioi} que ella sea entre^'ada A lúicos. i|ue índu-
dablrmnntc no tendrían toda la profundidad de conncímien-
(os necesaria para darla, y que. t-innu dice el señor K^^trada
con mucha ra/ón, no podrían penetrar en estas teologías
obsruraíi del do^nna. y les sería imposible satisfacer la furio-
stdaH infantil entre todas sus manifestaciones tan vivace»,
lan rápidas siempre.
N'n olvidemos tampoco tudas las compílele ion es. lodos los
I"'-" ' I rtcompafiadn yacompafinn á una unión fnlima
»i > I '¡ue Mí rclaciiinan cun la relipón y las cosas
que KÓIu interesan al orden político.
Si ^ncionaniúá vi artículo como lo propone la Comisión,
vamoü á tener al día simúlenle el connielo permanente; va-
mos á tener irnncdinlanieiite á la autoridad eclesi.Afíliea que-
jándose de loK niaesLroK porqtuí nn dan la ense&anza en la
forma que se desearía, y vamos A ver al Minístrrt de Culto A
cada niomento tenicndn «pie arrojar de las clases á los maes-
tro» mA^ meritorios y dijíiios, porque no están empapados,
ó porque no al&a bastante tmbuídoü en los preceptor del
— 54 —
catolicismo, ó disputando con los Obispos sobre prerro^^atí-
vas, facultades y hasta sobre ortodoxia de doctrinas. No
t»ería esto arreglado al espíritu del siglo; la marcha del mundo
moderno es por otros rumbos y en busca de otros horizon-
tes. No procedamos contra la corriente invencible. Perdería-
mos nuesti'o rango de pueblo libre.
Es necesario separar completamente lo espiritual de lo
temporal; dejar ú la Iglesia el dominio del primero y dejar
al i)odcr civil los cuidados que impone el segundo.
He futiguUü mucho la atención de la Cámara y voy á
tratar do terminar; me resta, sin embargo, antes de hacerlo,
ecliar una rápida ojeada sobre el estado de esta cuestión.
Pcrlen(ízco en materia política á la escuela que puede
llamai'se histórica, es decir, á aquella que busca principal-
motitf! en las lecciones de la historia la enseñanza necesaria,
la hri'ijula para dirigir ú los pueblos en su misión hacia el
pi!rfí!ccÍünamiento. Por eso es que doy siempre importancia
á todos los antecedentes históricos, como á los ejemplos que
iioM presentan pueblos más antiguos que el nuestro en la
(■scena humana.
La riiUMones jóvenes tienen esa gran ventaja. Aparecen sin
prííocupaciones y sin tradiciones de errores que pesan como
plomo, y iiuedeu aprovechar de las lecciones que les pre-
senta el ejemplo de las otras, alcanzando en un día las
coiHiuislas realizadas por los demás, tras siglos de tinieblas
y d(! luchas. Busquemos las lecciones de los pueblos más
íidt'lantailos que nosotros, y yo aseguro, señor Presidente,
({ue no vamos á encontrar casi en ninguna parte el sistema
<iue la Comisión propone en este momento.
Tomo, síM'inr Presidente, á la nación madre y patria de la
libertad: principio por la Inglaterra.
La Inglaterra, pueblo con religión de Estado, y con reli-
gión intolerante, antes de ahora, ¿acaso reconoce principios
en materia de enseñanza, parecidos á los que propone la
Comisión?
Kl sistema inglés, antes de la ley de 1870, consistía sen-
cillamente en lo siguiente: acordar subsidios á todas las es-
cuelas que se fundasen, cualquiera que fuese la comunidad
religiosa A que ellas perteneciesen.
Poco importa que fuesen católicas, protestantes ó judías;
todos tenían el derecho de establecer escuelas, y las escuelas
— 55
subvencionaban con lu misma equidad, con la misma jus-
ticia, «in prefeiencia de seda. Kl Klstadn lu» enseñaba; se li-
mitaba ó prott'írer la cnseñan7-a; poro en esa protección no
influían para nada los intereses religiosos, que quedabau en-
Irepados fi la iniciativa particular.
Sistema deficiente sin duda, pero que salvaba los fiinda-
ifiientos de la libertad de conciencia.
Por ese sistema, las escuelas protestantes ensenaban la
^reli^nón prolestanle, las escuelas católicas la religión cató-
|IÍca. IdH escuelas Judfns enseruilmn lu religión judtiica.
Los inconvenientes prácticos de esto sistema, no en lo que
fse refería á la reliííión, sino en lo relativo ít la tlirusión de
[la enseñanza cou toda la extensión que lo requieren las ro-
:!iedades modernas, principiase á pulpar.<íc. La Ing^laterra iba
luedándnse retardada en el movimiento educacionisia, y ella,
[iaá.s que olra nación cualquiera, comprendía que no hay
ñvUizacíón, que no hay liberlail, que no hay grandeza ni
riqueza» sin puebla educado.
La ley de 1870 procuró la reforma con cierta vacilación,
piias es sabido el amnr K,into de los iii<^](>ses á sns inslilu-
'viones seculares, aun k las que son deficientes; pero fu^ el
primer [M.to que lia sido se¡^uido por otros que han dado
«tos resultados: la educación obligatoria por una parte, y
laccpLacióri de la teoría del Kslado docente por otra.
Por esa ley se obliga ú las Comunas que no len^mn sufl-
[cicntc número de escuelas particulares á que funden tas uo-
c^sarias.
En estas riliimns, que son las únicas oficiales^ la enseñanza
'de lii religión es determinada por caila Comuna, scf^n lo
pjítime conveniente; por tanto, en ellas, como en las escuelas
f>ar1iculares, la enseñanza del dogma revelado se hace por
Jos ministros del culto.
Rstc es el sistema ingles.
Este mismo sistema [principia fl ser criticado y se levan-
tan ya las voces más poderosas de los grandes oradoi^es y
le los grandes políticos, Gladstone y Bright entre ellos, pi-
liendo para la Inglaterra la misma libertad que existen en
[Irlanda, en el Canadii. en Australia, esos jmeblos nuevos
[que, como otros tantos retoños víhocosos, crecen y se des-
irrollan con fuerza extraordinaria á la sombra de la Gran
F^>' ación.
— 56 —
Esa idea liberal hace camino, y cualquiera que conózcala
Inglaterra aceptará mi pronóstico. En pocos años más, la
escuela neutra se levantará triunfante sobre las cimas de las
instituciones de otra época.
En Irlanda, la Cámara ya conoce lo que pasa. La escuela
neutra funciona con admirable resultado hace más de medio
siglo, y funciona con aplauso de la misma Iglesia Católica
En ia Australia existía también antes el mismo sistema
inglés; subvención á las corporaciones particulares, encar-
gando la tarea de la enseñanza sólo á la iniciativa privada.
El nivel educacionista no aumentaba, porque sólo en la In-
glaterra y gracias al genio poderosamente individualista que
caracteriza á sus habitantes, podría dar buenos resultados
semejante sistema, y la Australia ha llegado al sistema in-
glés y hoy allí rige en absoluto la escuela neutra, sin más
enseñanza que la de la moral.
En el Canadá sucede exactamente lo mismo. Vemos tam-
bién la escuela neutra triunfante, la escuela reducida en ma-
teria religiosa á abrir las clases con la oración dominical,
que se aplica á todas las religiones reveladas, y aun á la
religión natural, porque no es sino un himno al Dios de
Sócrates.
En Austria, por el concordato de 1855, la enseñanza es-
taba exclusivamente encomendada al Clero. El Austria era
consecuente con la doctrina política y religiosa que la hizo-
alma de la Santa Alianza entre los déspotas, para matarlas
santas lihertades de los pueblos.
Pero vino la desgracia de Sadowa y comprendió que sólo
podía encontrar su salvación, que sólo podía impedir el des-
membramiento de las razas que cuhren su territorio y que
tenían tan débiles soldaduras entre sí, apelando á lo único
que da vigor y fuerza á las naciones; las instituciones libres;
y el Austria se encuentra en esc camino de regeneración.
Su primer acto liheral, tal vez, fué romper el Concordato de
1855, y desde entonces principiaron á levantarse por todas
partes las escuelas neutras, encargándose de la enseñanza
de la religión únicamente el clero.
La Prusia tiene su religión de Estado, la Prusia tiene sus
escuelas confesionales, que así se llaman, es decir, las es-
cuelas protestantes, como la tienen también la Dinamarca,
la Suecia y casi todos los pueblos protestantes de Europa.
- 57 —
Pero, ¿quién da la enseñanza religiosa? En nin^na parle
Cíirresponde al insliliitor l/iieo nombrado por el Estado.
Kn unos pueblos Ja enseñanza corresponde en su totalidad
¿ las corporaciones religiosas, que hacen ensenar ku religión,
catAlica ó protestante, por sus párrocos ó raínistros.
En otras partes, el Ksladn se cncarjía de la instrucción
general: peio aunque establezca la enseñanza de la rel¡(íión.
la enlre^ al Clero exclnsivainente. Así en Prusía, donde por
las rdtinias leyes el sacerdocio lia cgiiedado separado de las
escuela-s, con excepción de la religión cuya enscftanza le
corresponde, está bajo su ¿nica é inmediata dirección.
En Francia la cuestión es Ronocída. Rs sabido que la
Francia, paní ananzar I<ts principios que forman en la actua-
lidad su credo republicano, lia tenido necesidad de acudir
á la reforma general de la ensefianza; y son conocidos los
estallidos que han producido la discusión de la ley Ferry y
los peligros que rodean A la Hepútlíoa, como consecuencia
de esa lucha tremenda.
Creerla ofender la ilustración de la Cámara si insistiera
eii historia lan conocida por todos los (pie nos interesamos
en el porvenir de aquella nación, liija primogénita de la raza
¿ que pertenecemos.
Veamos lo que pasa en Bélgica.
Bél^'ica es el único pueblo en que hayan existido desde
el pruner momenlo de su emancipación de la Holanda, dos
partidofi que tienen la bandera religiosa. En Bélgica, los par-
Udos políticos se dividen en liberales y ultramontanos.
Después de su separación de la Holanda, el partido ealó-
lico. que había tenido una inmensa parte en el inorimienlo
insurreccional que produjo la emancipación, dio, como era
nulurul. como ley de enseñanza la ley de 184-Ó, en virtud de
la cuítl toda ella corresponde al Clero, siendo obligatoria la
enseñanza religiosa y católica.
Pero viene, señor l'residerdc, después de muchos años de
dominación del partido ultramontano, el partido liberal al
poder, y con gi-au aplauso del país entero, uno de los pri-
meros actos de la Legislatura belga es sancionarla gran ley
de 1-^íl. estableciendo la escuela neutra, en la forma en que
nusotrtfs la queremos, declarando (|ue sólo el Ministro del
Ciüto puede dar lecciones sobre religión.
£n lu Holanda, país proti^^lante, domle existía también en
— 58 —
otros tiempos la escuela confesional, principian á soplar vien-
tos de libertad, y en 1855, como consecuencia de ellos, se
dicta una ley que ha sido apoyada por los católicos con
gran entusiasmo, como se lia diclio, y por la cual, en nom-
bre de la libertad de conciencia, se estableció la escuela neu-
tra, que ha dado y sigue dando excelentes frutos.
¿Qué sucede en España? La España, tan atrasada en estos
ídtiiiios tiempos, pero que tan nobles esfuerzos bace para
levantarse de su postración; la España, apenas ha sacudido
el manto de plomo que sobre sus hombros había echado la
teocracia aliada al absolutismo, apenas vino la revolución
de 1868, cambió las bases fundamentales de la enseñanza y
estableció como está establecido ahora, que á los niños se
enseñe solamente doctrina cristiana, no religión católica, pri-
mer paso en el camino para llegar al objetivo.
Pasemos á Italia. La Italia tenía que ocuparse de sus cues-
tiones primordiales: las cuestiones que se relacionaban con
su unidad política. La Italia tenía necesidad de tomar á Roma
como Capital, y para ello debía contemporizar y no herir
demasiado ni aun las susceptibilidades religiosas, que po-
drían comprometer los resultados de tantos patrióticos es-
fuerzos.
Por eso es que Iiasla ahora no se siente un movimiento
liberal acentuado en materia de educación popular.
Hubo, sí, en 1868, un proyecto de ley, la ley de Scialoja,
en virtud do la cuál se establecía la escuela neutra con pros-
ciipción de toda enseñanza religiosa, proyecto que fué sos-
tenido por Caii'oli, Depretis, por los primeros hombres que
presiden la política italiana en estos tiempos; pero, en vir-
tud de razones transitorias, de esas razones que acabo de
indicar, de la necesidad de no herir el sentimiento religioso
de las poblaciones, ni aun en sus susceptibilidades, ni aun
en sus errores, esa ley no fué sancionada; pero no fué re-
chazada tampoco; fué simplemente aplazada.
Pero vamos á la nación que hemos lomado como modelo;
vamos á los Estados Unidos, á los cuales el señor Diputado
Achaval entonaba un liimno de admiración, encontrando en
su sistema de escuelas la base de ese engrandecimiento sin
ejemplo en los fastos de la humnaidad.
Sí; el señor Diputado por Córdoba tiene razón; la base de
la grandeza de los Estados Unidos se encuentra, sin duda
— 59 —
en que, como iiint^úii pueblo, haiL sabido comprender la im-
pttrUncúi (Jol (Insiirrollo iiileleutiial en las tnasíis; se encuen-
tra prccisumcule en que lian cabido que e.sa es una necesidad
vital para una nación, ven que han puesto, como nadie, cn
accidn los medios para llenar esos objetos. Admito el ejem-
plo )- lo invoco romo la priuRÍpal autoridad en pro de nues-
tras ideas.
En Estados Unidos, no es exacto que exisla, como donía
c) .si^ñor Diputado por Ci'irdoba, la escuela eonfesíonal. Se
principia, es cierto, con la oración domioícal. adoraudo á
Dios cou indepíMidencia completa de todas las religiones
Sr. Aehaval Hodrigues. — Yo he hablado de las escuetas
comunes.
Sr. Gallo. — Vero las escuelas comunes son el sistema de
educación en Norte América.
Eu los Estados Unidos se enseña cu las escuelas comu-
nes lo que nosotros queremos: la moral, fundada en Dios,
y la inmortalidail del alma; |>ero se deja k las escuelas do-
inicales, conipIcLameiile independientes de las otras, el cui-
dado de enseñar las reli;íiones de los (üvorsos cultos. Es en
las diversas escuelas del Diuningo, donde al católico se enscfta
¿ ser buen católico, al protestante á ser buen protestante.
Y es este sistema (¡ue rejm.'ui en la naturaleza tuimana,
que concibe todas las libertades el que, baciendo el mismo
camino (|ue han recorrido las instituciones repuliliciinas fun-
dadas por Washington y por Kranklin, por Hiimíllon y por
Jeffersou, tiene que oblencr el triunfo definitivo.
¿Queréis fa escuela de los Estados Unidos entre noso-
tros?
La recibiremos con veneración y con orjnillo; pero antea
renexionad y ved cómo lo que proponemos, que es una tran-
sacción. c(uno es trunsac^^ión el articulo de la Constitución
sobre religión, va mucho menos lejos que la doctrina impe-
rante en aquella nación.
Pero me distrai^ro de mí ¡nxjpósito y vuelvo á /d.
Sólo he querido, al hacer esta rápida incursión eu el es-
tado de la cuestión en el mnmlo, dejar establecido este he-
cho: los Estados Unidos, lu Holanda, el Canadá, la Australia,
la Bélgica, tu Irlanda misma, tienen la escuela neutra; y no
son, se^ramente, los pueblos en los cuales se encuentre
menos desarrollado el sentimiento religioso. No. En ninguna
— 60 ~
parte como en Estados Unidos el sentiiuiento religioso ha
lomado tanto vuelo, tanto esplendor.
La Holanda es un pueblo eminentemente moral, y es uno
de los que más contribuyen como poderoso auxiliar, al de-
sarrollo de la civilización moderna.
La Bélgica es. tai vez, el primero de los pueblos católicos,
como profundidad de sentimiento religioso, y la Irlanda misma
es ejemplo de fe y de perseverancia para resistir las perse-
cuciones de los comiuisladores, fe que alentó á O'Connell y
que hoy acaba de conseguir su triunfo con la supresión de
la Iglesia oficial.
Veamos el reverso de la medalla: estudiemos los oíros
pueblos, en los cuales haya imperado hasta ahora el sistema
que propone la Comisión. Y, ¿qué encontramos?
La España, las dos Sicilias, los Estados Papales, la Lom-
bardía y el Austria misma, absorbidos en la superstición idó-
latra, ó llegando en su reacción hasta los extremos más de-
plorables de materialismo grosero.
Por eso los veis, habiendo sido los primeros, habiendo
tenido el cetro del mundo, debatirse convulsos en las peri-
pecias de un ludia terrible para poder alcanzar el nivel
que les corresponde.
No es, pues, exacto que la escuela neutra sea una escuela
atea; como no lo es que produzca como resultado el olvido
de los sentimientos religiosos en las sociedades: el ejemplo
del mundo nos dice lo contrario. Y, ante esta enseñanza,
tenemos que inclinarnos y decliirar que el sistema no es
malo. El árbol se conoce por sus frutos; y si estos son sa-
ludables, no tenéis derecho para troncharlos y evitar la som-
bra de sus ramas.
He escuchado con profunda atención los discursos de los
sefíores Diputados que lian defendido el proyecto de la Co-
misión, y he tratado de encontrar cuáles eran las objeciones
que podían hacerse al proyecto que nosotros hemos tenido
el honor de presentar. He tratado con sumo cuidado de
buscarlas, y sólo he podido encontrar esta: indudablemente'
sería mejor (creo qufí en esto estarán de acuerdo) que los Mi-
nistros del Culto fueran los que diesen la enseñanza reli-
giosa; pero esto no es práctico, no es po.siblc; esta es una
fórmula maliciosa, (me parece que es la palabra poco parla-
mentaria que se empleó) á fin de cambiar la escuela actual
— 61 —
|H>r la escuela atea, por ta escuela sin Dios. ¿Y por qué?
¿Af^so el clero ar{.'entiim un tíiMie las eau'ticiones necesa*
rías para llenar su niagisteriof
Hn^ainos constar prirunro esta declaración: no es do nues-
tras ñlas de donde partió esa palalira de descoalento; no
somos nosotros los que liemos iladu á entemíer quii ni clero
argentino no podri'i. no querrá, ó nu .sabrá cnst^fi.-ir reli^óii
en las escuelas.
No estoy de acuerdo con semejante afirniaciún. Muy le-
jos de ello, creo que el clero argentino, elevándose hasta su
alta tnisiúti, lia de saber llenar los deberes (¡uc le eiu-.o-
luendenios: ha de saber demostrar que la misión del sacer-
dote no eslíí únicamente en el altar 6 cu el eonfcíiionai ¡o, shi''i
en esta olra. mucbo mus altii: cilurar a! que no sabe, abrir
los ojos ú la luz al ciego.
El clero es esiraso, nos cx)ulestan: nu es baslaale á causa
de nuestra dilatada campaña para recorrer todas las escue-
las; pero aparte de que esta ley es sólo para la Capital y
territorios nacionales, yo di^o: el Hstado sostiene el culto
católico, apostólico, romano: y si fueran neee.<arios nuevos,
sacerdoles para llenar esa alta misión, yo sería el primero,
como Diputado del pueblo, que votaría nuevos subsidios al
presupuesto del culto, á lin de que len«:amos un clero nu-
ble, ilustrado y en aptitud de llenar los deberes de la ense-
ñanza reli{j;io!<u, í^iendo el i'mico á. quien tal tarca puede ser
confiada.
Este arjíumenlo, pues, -el clero no puede hacer eso» no
es un arKinnento en contra de nuestras doctrinas. Podrá
hacerlo por<)ue le daremos elementos; y si no quisiera Ita-
cerlo, para eso está la Autoridad Superior Eclesiástica, que
deberá encontrarle é imponerle en ca.*!© necesario sus de-
Iteres.
Y no tenin que los clérigos vayan á las escuelas. Muy le-
jos de eso. Consecuente con lo que dije al principio, que
no creía que el catolicismo fuera inconcdiabte con la liber-
tad, creo también que han de enseñar sn religión, pero de
manera que los niños aprendan tan)bién á respetar los de-
beres del ciudndano.
Yo no creo ([ue el clero argentino haya [>erdidu lodos los
sen líni lentos cívicos que le animaran en otros días, y confío
en que han de continuar siendo los dignos sucesores de aque-
— 62 —
líos curas rio nldcas. como los ha llaiiiarlo uno t\v nucslros
principales hombres político», á la mayoría iIpI Conirreso de
1810, quo supÑ-ron en un gran dfa para la Patria hacernos
aparecer como Nación grande í iiidepnndicnltí á la far de las
«Iras Naciones tlel imíversii.
Voy á teniiinar; y al hacerlo, yo pido á inis honorables
colega^i que voU-mos i'sla ley; que la votemos con rI áiijino
sereno, con la conciencin tranquila y seguros de que cumpli-
remos un Htipreuio dtíher.
No IfinííiH que vuestros electores, padres de ramilía, o»
haiían un corpo por haber decretado la escuela neutra; y si
lo hicieran, vosotros les contestarais: «Hemos cumplido el
alto deber de respetar la libertad de conciencia, de hacer
cumplir loá preceptos de la Conslilui-ii'in Nacional».
Discurso pronunciado por el Diputado Nacional, D. Trlstan Acha-
val Rodríguez, en el Congreso, en la sesión del día 6 do Julio
de 1883, al discutirse el proyecto sobre Educación Común.
Señor Presidente: Me es penoso, como se comprende, lo-
mar parte en este importantísimo debate, despuéin de ha-
ber sido preceflido por los «cñores UiputailoM i)ue en pro y
en contra de este proyecto han expuesto ya sus ideas; y mo
es penoso, tlígo, porque sirrit difícil, i-tiatipiiera <[Ufi sea el orden
de mis ideas, que pueda contrarrestar la inlluencia que el
talento, la condición y la belleza do las formas oratorias han
producido ¡[levilablemente, en los miembros de la Cámara.
Pero puede decirse que la importancia misma del debute
me obli^ & exponer mis ideas, aunque sea arrastrando una
palabra pesad», que podr.1 ser inulesta A los ({ue me escu-
clieu, porque uo podn' presentar mis opiniones con la bri-
llantez de formas con que hasta ahora se ha hablado.
Yo debo decianirlo y creo que lo que me sucede ha ríe
suceder á la mayor parte ú*: mis distinguidos colegas; uie
encuentro subyugado, no sólo por los discursos que en esta
sesión hemos oído, sínó por el recuerdo do la palabra elo-
cuente que comenzó el debate en contra de) proyecto de la
— (53 —
Comisión. No puedo olvidar ni escapar á la seducción que
esa exposición clar;i, metódica, rodeada de bellezas exterio-
res, tenía que producirme.
Sin embargo, acostumbrado á no dejarme arrebatar por
el entusiasmo que la forma produce, tenía que ver y veía, á
través de ese brillante ropaje, errores capitales, contradiccio-
nes á veces que me obligan á manifestar mis opiniones en
oposición á ellas.
Conviene, señor Presidente, plantear la cuestión en todos
sus detalles.
Discutimos en general un proyecto de ley de educación.
Se ha presentado un proyecto despachado por la Comisión
de Instrucción Pública, el que ha sido materia de un iargo y
bien meditado estudio por miembros entre los cuales ligu-
ran personas que han ocupado una posición importante en
la dirección de la instrucción pública.
El Reglamento dispone que, cuando la Cámara estudia
un proyecto de ley despachado por una Comisión, cada
uno de los miembros de la Cámara tiene el derecho de pre-
sentar otro proyecto sobre el mismo asunto, proyectos que
deben ser tomados en consideración si el primitivo fuese re-
chazado.
En esta ocasión, ha sucedido que, adversarios y sostene-
dores del proyecto de la Comisión, están de acuerdo en un
punto fundaipental: la necesidad de dictar una ley de edu-
cación. Pero se hacen observaciones al proyecto, y se presenta
en sustitución otro que, á juicio de algunos Diputados, tiene
ventaja sobre aquél.
¿Qué corresponde á la Cámara hacer en este caso?
Para que la mayoría de la Cámara se decidiese á votar
en contra del proyecto despachado por la Comisión, sería
necesario que militasen razones de un orden general tam-
bién, es decir, que ese proyecto fuese tachado de defectos
que se refiriesen al conjunto déla ley. No bastaría, para mo-
tivar su rechazo, la simple circunstancia de que otro pro-
yecto pudiese tener ventajas de detalle; porque, como se
comprende, la discusión y la votación en particular darían
perfectamente lugar á las modificaciones de detalle que qui-
sieran hacerse.
Para saber, pues, qué conviene hacer, qué voto debe pres-
tarse al proyecto en discusión, conviene examinar cuáles son
las ob.scrvacintifíH que contra ól »*> han arltiuido >' cuál es la
naturaleza de éstas.
En iniaiilo nii memoria me sea HpI, voy á procurar reco^r
las obscrvacioiiei» fundanieululos, para ver sí. res{)octivaiucnte,
ellas demuestriin que huya defectos que hagan inadmisible
el (trayecto en frreneral, ó sí sólo se trata de defeclosdi' detalle
que pueden ser corrt'í^idus un lu di.scusii^n en imrtirular.
La primera observación que rontra el proyecto se ha hecho
es la ríe que esta ley de educación abarcaría á todo el terri-
torio de la Re])úbUea: (pie es. por eonsÍt?iiierite, (M)nlraria á
la Cutislitución, puesto que el Congreso nn tiene facultad
para legislar, en materia de iustrm-cíón primaria, para toda
la nppírbiica.
Seria discutible, una vez Iríilo lodo el texto del provéete,
si, efectivamente, las elAusuIas que se refieren íi loda Iti Re-
pública hacen de la ley un precepto, ó sí sólo son disposi-
ciones que se dictan para tfue las Provincias puedan aco-
gerse fi las subvenciones que establece el Congreso NacíonaT.
Sería laRibicn un punto discutible creo, dando al artículo
primero de la ley el nlcance litoral (pie tiene, la fncultiid liel
Congreso paia sancionarlo; [wro sea de eído lo que fuere,
por razones de orden pnUtico, yo estaré en tíidit raso en
contra de esa parte de la ley.
Pero me parece que estas observaciones n(» afcrlan en
nada al proyecto de la ley en general: l)astarin morlificar
una palabra del artículo primero, sustituir en él la palabra
Hr.pübtica por la palabra íVi/hÍuÍ, para que desapareciese de
la ley esto que se considera un defecto por los que estíi-
moa en e^u orden de ideas.
Creo, pues, que este punto corresponde á. la discusión en
particular, y que en manera alguna puede obstar á la apro-
bación de la ley en general.
Otra obsenación de carácter más fundamental se ha he-
cho. El señor Diputado por Entre HIos, con mano nnieslra
trazaba, pnr decirlo así. el cuadro de la discusión A que la
dirección de la enseñan/a había dado lugar entre los dife-
rentes poderes sociales y, después de halwr trazado eKC 4ua-
dro, coucluia sentando corao una conclusión científica, y
como la óltima palabra de la ciencia política, esta proposi-
ción: corresponde la enseñanza primaria á lodos los podereK
sociales, pero quedando bajo la dirección exclusiva del Estado.
6& -
Nerpsarin ch apercibirse de la imporlain'ia de las Hireren-
les parles que esta conclusión cientfiicfl tiene para saber si
«Ita lo es en realidad. «Corresponde la instrucción primarla
4 todos los Poderes sociales: al hogar, al puehlo, al elemento
religioso, ñ los Poderes políticos, pero la dirección corres-
ponde á estos úlUuios exclusivainente*.
¿Se enLiende. cuando se establece esta segunda parte que
la direcciíjn de la instrucción primarla corrcspnrnlo ni Ksladnf
El softor Diputado por Knlre Ríos lo enunciaba claramente,
cuando, como una consecuencia de esta conclusión cíenll-
ñi'ñt sostenía que era un defecto, en la ley que se discute,
la no inten'ención del Estado en las escuelas particulares; la
libertad do éstas.
Expresaba claramente qué alcance daba á esta parte de
su tesis: <la dirección de la enseñanza corresponde til Kslado»,
cuando sostenía que al Estado correspondía impedir (|ue en
laií escuelas particulares se diese una instrucción que pu-
-diera ser contraria ó no conforme á las instituciones polf-
tiras que nos riíren.
Kxpresaba claiainenle cuál era su alcance, cuando, avan-
zando más. sostenía que era otro defecto de la ley la instruccíóu
religiosa en las escuelas primarías, ponjue él consideraba la
enseftanza de toda religión positiva ronin de una alianza im-
posible con las instituciones democráticas; uun<|ue por una
inconsecuencia difícil de explicar, concluía pídien<lo la en-
5crianza de la relít'ión por el maestro especial, por el sacer-
dote, en la ef^cueia oficial: concluía pidiendo la enseñanza
de U religión; concluía pidiendo precisamente que se hiciera
«n la escuela primaría aquello que él consideraba contrario
á las instituciones dernocrálicas, y á lo que, por consiguiente,
el Elstado debía oponerse.
ÍPero dejando á un lado estas contradicciones que son po-
sibles cuando, partiendo de errores fundamentales, se quiere
«9f{uivar ennsecucncias crrónea.s. pues en tales casos es in-
disjiensable romper también la lógica, veamos qué significa,
realmente, esta conclusión que el sef^or Diputado presen-
taba como científica; < corresponde á todos los Poderes so-
■ciak^ la ensefianzii primaria».
llji ciencia ha eslablecido acaso como una conclusión, no
m&s el heeliü simple de que en el bogar se pueda ensefiar ft
loB niños lo que se les ensena en la escuela particular ó
i
Okatcmu AaoBtnsA — 2Wm I\\
— 66 -
popular ó lo que se les enseña también en la escuela oñcial
ó del Estado? Poca cosa habría alcanzado la ciencia.
\o; el hecho de que lodos los elementos sociales contri-
bu5'en á la enseñanza y formación del individuo, no puede
ser absolutamente conclusión científica.
Es simplemente un hecJio invariable en toda la historia de
la humanidad.
Lo que esta proposición en su primera parte realmente
siírnifica, es que ios elementos del hogar, que los elementos
(leí pueblo, la escuela particular, que los elementos religio-
sos, como Poder social indispensable en un Estado, y que el
Estado mismo, tienen cada uno de ellos el derecho y el de-
ber de tomar al individuo, apenas sale del seno de la ma-
dre, para hacerlo hombre, es decir, para hacerle relif^ioso,
moral, cívico; para desenvolver en él, en una palabra, todas
sus facultades naturales, y ponerlo así en condiciones de
cumplir su misión.
Pero se dice: la dirección exclusiva de la enseñanza co-
rresponde al Estado y le corresponde por lo mismo intro-
ducirse al hogar y á la escuela particular para prohibir la
enseñanza que pudiera considerar contraría á las institucio-
nes políticas, por ejemplo; y de aquí á fijarlas asignaturas,
á imponer textos, no hay más que un paso.
Esla es, señor Presidente, la doctrina de Bismarck; es lo
que en materia de enseñanza pudiéramos llamar .sísíe»m biít-
mar chino.
Es una planta traída del Imperio Alemán que, cultivada
al lado de nuestras instituciones democrá-ticas, no podría sub-
sistir mucho tiempo, ó que, si arraigase en nuestro suelo,
acabaría por viciar esas mismas instituciones; porque del ab-
solutismo oficial en materia de enseñanza al absoluüsraa
político en todas sus manifestaciones, hay nniy poca dis-
tancia.
Se pretende, señoi- Presidente, que es el Estado quien debe-
dirigir única y exclusivamente la enseñanza, quien debe pre-
parar la inteligencia del individuo; y que sin esa intromisión
del Estado, no puede existir la escuela particular. Y á. este
respecto se considera que hay un defecto en el proyecto de
la Comisión.
Pero esto no es otra cosa que restablecer la censura pre-
via de los Poderes Públicos, que proscripta ya para la
— 57 -
prensa, parafos libros, reaparctíoría dp una manera rlesgra-
i'iaila para la ensf^rianza en la escuela parltcular,
Pero no sólo sería la censura previa, sino que serta tam-
hmi la esclavílud de la escuela sometida al dominio del Es-
tado, y eaneiunadn priM-isaineiile & iioinl)ro il(> lii lihortad.
Sería la esclavituil ilel pensamiento en los primeros albo-
res de la vida, cometiéndolo al oficialismo y proclamando
tal doctrina & la sombra del [H>i)dón que lleva por mote la
palabra liberal.
Pero, ¿es este nuestro sistema, señor Presidente? ¿son las
doclrinaü de nuestra Constitución, nueslnL>4 doctrinas po-
Ifticau?
fío, señor,
Uua de las más precisas K^iraiitíns esUblecidas en nuestra
Cnnstitucii^n, una de las declaraciones cjue constituyen para
nosotros la esperanza de los más positivos progresos, es pre-
ci^anienti* ese diMeclin sagrado, consignado en nuestra Carta
Fundamoiilal. en favor de todo hahifante del país: la liber-
tad, el Ueredio de ¡ensefiar y aprender librementel
\m escuela jmrlicular es, pues, safiíada jiara el Estarlo. Kí
Bslado no tiene el dereobo de ir ü ella á cerrar sus puerta»
üo pretexto de que allí ee enseCe la bondad del sistema uni-
tario, cuando en la ("nnslitución se establece el sistema fe-
dera). Nu tiene el Ehvtado el derecbo de erdrometei'se en la
i*scue[a privada para prescribir su pr()<!rama de cuseQanza,
fio pretexto de que en esa escuela se suministra á los alum-
nos lo ((ue el Gobierno quiere llamar veneno, contra las iim-
tiliicinnes democr»ilicas,
Xueslro sistema constitucional en esta materia reposa so-
bre una tiran verdad, sobro una verdad niosófica elevada,
comprobada en sus benéficos resultados por la experiencia
misma.
De la ensefianza .suministrada únicamente por el elemento
nñrial. puede surgir sin duda la verdad; pero ella no será
nunca la verdad dejmrada y (garantida por sí misma contra
el error: será una verdad sín autoridad, y sobre todo, ex-
puesta á la sofisticación, expuesta íi convertirse en error por
los mismos errores é intereses oficiales.
l«i abolición de la libertad de la escuela particular lia
sido precisamente en el mundo el medio más potleroso de
absorción y despotismo; y contra esa doctrina es que se ba
^^b^
— 68 —
levantado el principio y garantía constitucional establecidas
de una manera indestructible, para siempre, en nuestro país.-
La verdad, señor Presidente, surge pura, ajena á la posi-
bilidad de la sofisticación, de la lucha del error y de la ver-
dad misma, de la lucha en el campo de la libertad de to-
diis las doctrinas, <le todos los errores que da por resultado
el (jue la verdad salga siempre triunfante por el poder de
su propia virtud.
Kste os nuestro sistema constitucional en materia de en-
señanza, señor í*resi<lente: esta es nuestra doctrina que tiene
algo más (¡níi las cien puertas de la Tebas egipcia á que
hacía alusión el seHor Diputado por Entre Ríos; no tiene
puertas, digo yo, porque no tiene murallas contra la ea-
cuííla y la enseñanza pai-ticular.
¡Caben bajo estos principios todas las enseñanzas, todas
las (loctritias, para que de ellas surga siempre luminosa la
ver<Iad!
VfirioH mfiorcH Diputadoa. — ¡Muy bien!
Sí, pues, señor Presidente; estas ideas que se considera-
ban como un defecto en el proyecto en discusión, son nues-
tras mejores garantías de libertad; si las doctrinas que de
ideas contrarias surgen estAn encarnadas en el proyecto que
en sustitución del de la Comisión se presenta, para mí se-
rían un motivo determinante en favor del proyecto en dis-
cusión Uis razones ([ue en su contra se manifestaban.
Necesitamos salvar la escuela libre, señor Presidente, única
garantía posible de la libertad política de la conciencia en
la vida.
Convendría íi este respecto recordar, señor Presidente, algo
que el discurso del señor Diputado por Buenos Aires traía
(il debate hace nu momento: la proposición del Syllabns.
No la longo á la niaiio; necesitaría leerla textualmente.
Pero puedo, no obstante, asegurar que esa proposición sig-
nifica la misma idea que sostengo; no es el Estado, dice el
Sifílnbiin, el único derecho de la escuela; no es el Estado el
único que puede dirigir la escuela pública, la escuela parti-
cular y la escuela del hogar: no puede el Estado imponerse
á, las conciencias.
Esa prt>posición, pues, responde á nuestro sistema cons-
titucional; responde á una de las libertades más preciosas
consagradas en nuestra Ley Fundamental.
Olra objeción se hacía al proyecto, seRor Presidenle, so-
bre la cual ilfsearfa ocuparme bievemeiile, ponjue la hora
es ya avanzada.
Esta ohjecióti consistía en que el proyecto prescrilie la
pnsirftanzii religiosa en la escuela ollcíal.
Projíia mente, señor Presiíleiite, esla obeenación Pe encuen-
tra en laH ini.snias coniliciones que la prtniera & que hace
rererencia: no aféela al proyecto en genet'al, y cualcpiiera que
Mea la importancia y la magnitud de la cuestión que tal dis-
[(osición euvueh'a, es, no obstante, un delíille de la ley que
po<liia «er suprimido con el rechazo de uno ó dos artículos
siu alterar la conformación {romeral del proyecto.
Si hubiéramos, pues, de sujetarnos estrictamente al procedi-
mienlu reglamentario, no sería ésta lu oportunidad dedÍKcuLír
tal punto, sino el nion)cnto de la discusión en particular.
Pero dada la im]>ortancía que este punto tiene, importan-
cia que reconozco complrtamenle, eslA justificado, hasta
cierto punto, que haya vencido antiL-ipudamenle al debate,
y en tal caso no es posible excusarse, en la misma discu-
ttión en general, de decir pocas palabras siquiera á este res-
pecto, aiuiqne más no sea que s¡j,aiiendo en parle á los se-
Oores Uipulados que se han manifestado opositores en este
orden de ideas.
Se dijo en primer Intíar. señor Presi<Iente. cjue la dis|>os¡-
ción del proyecto estableciendo que en la oseuela ha de ha-
ber instrucción religiosa era contraria á la Constitución.
Por el contrario, ha sido fácil dcmoslrar, como se ha de-
luostrado en efecto, t|ue esa cláusula responde perfectamente
ai espíritu de uuestra Constitución que, dictada para un país
católico, ha establecíílo disposiciones que, si no declaran ex-
presamente que la reh'írión católica es hi relifrión del Eslado,
declaran, sin embargo, que esa religión debe ser sostenida
en todns las manifestaciones del Estado.
No insistiríí sobre esle punto, que ha sido dilucidado con
brillante?, antes de ahora.
Pero no pasaré tampoiit pnr alto otra afirmación tan im-
probada como la primera que tse hÍ7.o sobre este punto.
Son inconcebibles, son de una alianza imposible, se dccta,
1» enseñanza religiosa con los instituciones democráticas.
iAfirmación leiTible, señor Presidente! Terrible no única-
menle sobre el punto de vista de la cotulenación que hace
— 70 —
del elemento religioso como elemento de vida social, sino
también porque, como se ha insinuado ya, hiere nuestra his-
toria poh'tioa en su página más brillante.
Señor Presidente: ¿es qué recién vamos á entrar á ser repu-
blicanos y á poner en práctica las instituciones democráticasf
Casi un siglo tenemos ya de vida republicana, de existencia
democrática. V, ¡qué siglo!
¿Xo han sido nuestros antecesores católicos quienes im-
plantaron por primei'a vez en nuestra Patria las libres ins-
tituciones políticíisf Sí, señor Pi'osidente; fueron ellos quie-
nes fundaron nuestra libertad con sus propios sacrificios;
fueron ellos quienes derramaron su sangre en los campos
de batalla sosteniendo las libertades públicas, las institucio-
nes democráticas que un día habían de arraigar imperece-
deramente en nuestro suelo.
¡Y nuestros antecesoi'es eran católicos!
¡Sí! Eran católicos, como lo era el pueblo todo; y los prin-
cipios y los sentimientos de nuestra religión eran sin duda
los que más les inspir-aban en su gran lucha por asegurar en
nuestro país y para nosotros el reinado de la libertad y de
la justicia.
Y bien, señor Presidente; ¿no hemos venido hasta ahora
los argentinos practicando el sistema republicano, y siendo
al mismo tiempo católicos^ ¿Xo hemos sido siempre un pue-
blo democrático y republicano á la vez que un pueblo emi-
nentemente religioso?
Pero voy más allá, señor Presidente.
¿En qué país del mundo se ha declarado que la religión
y que la enseñanza de sus doctrinas sean contrarias á las
instituciones democráticas?
Decir, señor Presidente, á un ciudadano de los Estados
Unidos que la enseñanza religiosa es contraria á las insti-
tuciones democráticas, sería hacerle una verdadera ofensa.
¿Es cierto, acaso, romo se ha dicho, que en los Estados
Unidos ha sido excluida la ensefianza religiosa de la escuela
oficial?
No es exacto, señor Presidente.
Hay en esto dos cosas diferentes, que es necesario no
confundir.
No hay, ni puede haber, se ha dicho, sociedad bien Gra-
nizada sin religión.
— 71 —
No hay pues, Piitonces, ni puede haber Gobierno ciuo no
fomente. t|Ut; no proteja este eleineiüo iudispciisablL' de vida,
^1 espíritu dt' todu sociedad: [a reli;.'¡ún.
Pero, ¿hasla qué grado se díirá la insliucríón religiosa en
la escuela oficial primaría?
Kn cst« c-ít5 lo que constituye la diferencia enlre los sis-
teman adoptu*t(is en diversos p<iÍKes.
¿ICiJ cierto, eoniu se pretende, que en los KHJudo» Unidos,
nu«Rtro modelo en las instituciones deniocrátieas, la instiuc-
*-iún relit^nsa está prnscripla dií la esiuiela oliciiil?
¿CúHiu cnlran los niños on la CíiuueLa otirial de los Ksla-
dt» Unidos? Allí se abren todas las aulas oficiales, todas las
«^cuelas parliculares cou este primer acto obligado: reci-
taiidu los niños la oración dominical, vi padrv nucatro en
que todas las st>L'las y eoiiiuniuiK'S reli|;iusas estrin eonfur-
mes. Prattlican, pues, los niftos la religión desde que pisa»
ios umbrales de la escuela.
Poro, ¿qué nii'is se liaccf Al final de la lección de rada
dfa se lunia vi libro sa^íratlo y se lee uno de sus pasajes.
¿Xo se les explica"? lí-sla es otra cuestión. Pero se les ensefla
por ese acto que en ese libro esta la verdad revelada, la
ventad sagraila, la verdad relijíiosa sobre la cual repoya la
grandeza de su Patria.
Esta es la escuela de los Estallos Unidos. No es la es-
cuela indiferente: es la escuela religiosa.
S« principia por tnsefiar al niño desde sus primeros pasos
la reliiirión. haciendo que la practique en la escuela misma.
Decir que los Eslados Unidos, desde el punti» de vista de
su tiubiernu. es eunipietamente indiienMilt' en materia reli-
giosa, seria otro error.
¿No tiene acaso su Asamblea Legislativa un oratorio, que
no leñemos nosotros, en <iue todos los días de fiesta se reú-
nen sus miembros para bacer los divinos oficios?
¿Se puede demostrar de utia manera más completa que
con esas prácticas, liaí;ta qué punto domina el sentimiento
religioso en las instituciones públicas, en los liombres de
Eliítado de aquella nación? No. pues.
Xo es exacto que en los listados Unitlos la escuela sea
atea, ai quf sea indiferente.
Hay. .HÍ, esto otro, que es difei-enle. El pueblo de lo» Es-
tados Unidos, se encuentra dividido por innumerables sectas
— 73 —
que sur/en del protestantismo, y entonces el Estado ha com-
prendido que no era posible formar un credo común, un ca-
teci.smo formal para la escuela sin herir á una sectas favo-
reciendo á otras.
Y eiitonres se ha hecho lo que era posible hacer sio des-
terrar la enseñanza religiosa de la escuela, es decir, se da
la enseñanza de aquello que es común á todas las sectas:
pero no se suprime en absoluto la enseñanza religiosa. Se
enseña, por el contrario, al niño religión, y se le enseña á
practicarla en la escuela primaria.
¿Qué sucede después en las escuelas sui>er¡oresT Los nor-
teamericanos dicen: si por la división degraciada de nues-
tras creencias reliaiosas no podemos comunicar al niño desde
la escuela primaria, no podemos prescindir de él en la es-
cuela superior: y sucel?. en consecuencia, que todos los esta-
blecimientos de enseñanza sup'írior de los Estados Unidos
se encuentran bajo la advocación de una secta religiosa en
toda su amplitud, en donde se ensefia la teología que á ella
corresponde.
\n está. pues, suprimida la enseñanza religiosa en aquel
país, y lejos de eso. la libertad de los norteamericanos y la
tiruieza de su carácter estriba indudablemeute eu el poder
del sentimiento religioso que en ellos existe y en que se des-
envuelven desde la escuela.
La enseñanza religiosa y. en consecuencia. la religión, ipor-
que ésta es la conclusión lógica) es contraria á las institu-
ciones democráticas, se dice.
Pero, señor Presidente: ¿en nombre de qué se establece
esta proposición, en nombre de qué se pide la escuela pri-
maria sin enseñanza religiosa? En nombre, se dice y se ha
invocatlo por primera vez en esta Cámara, délas ideas libe-
rales del partido liberal.
Es conve:iiente. por más que aparezca trivial, detenerse
un morn^Mito en estas denominaciones.
Yo, francamente creo que en eslo hay mucho de un espí-
ritu de i:uitafión. Sucede en París, quí si alguien va á pedir
á su sastre u:i traje d hi moda, el sastre se le reirá en la
cara: porque hay trajes á la inglesa, trajes á la francesa,
trajes á la de todas partes, y cada uno elije el que más le
cnnviene; porque á uno que sea delgado no le vendrá bieo
el mismo traje que á un grueso.
— 73 —
Nosotros hacemos así; nos vestimos á ¡a moda, y vénga-
nos bien ó mal la moda, salimos muy contentos á la calle,
vestidos rí la moda.
Decía, señor Presidente, que es conveniente detenernos un
momento en estas denominaciones, porque aun cuando no
en el Parlíimento, fuera de él ha de suceder que más de
uno no ha de querer pertenecer á lo que se llama partido
clerical, no más que por el temor de que se le crea vestido
de sotana; porque al fin es un traje que se aproxima al de
la mujer; y, viceversa, á cualquiera le gusta llamarse liberal.
Pero yo pregunto: ¿hay en el fondo algo de rea! en estas
denominaciones?
En el viejo mundo, señor Presidente, la histórica vincula-
ción entre la Iglesia y el Estado, los intereses temporales de
importancia que para el clero han cesado con el antiguo régi-
men monárquico en aquellos países, explica perfectamente la
existencia de un partido político, clerical ó monárquico, y otro
republicano ó liberal.
Pero entre nosotros, señor Presidente, donde hemos jurado
una Constitución que ha establecido los más elevados prin-
cipios de libertad, en un país en donde todos, católicos y no
católicos, estamos afanados por sostener esos principios y
esas doctrinas, no cabe la división de partidos políticos en
liberales y clericales.
¿No estamos viendo lo que en este momento sucede, se-
ñor Presidente, que el Diputado liberal por Entre Ríos con-
dena la libertad de la escuela particular, y quiere arraigar
una planta imperial en medio de nuestras instituciones de-
mocráticas, mientras que el católico y retrógado Diputado por
Córdoba sostiene la libertad de la escuela particular?
Yo pregunto, pues: ¿cuáles son los vínculos, las doctrinas
que ligan entre sí á los miembros de estos partidos lil)eral
ó clerical?
El clerical sostiene algo que cree que es la doctrina cons-
titucional, mientras que el liberal sostiene algo que cree
también que es constitucional, pero que no es sin duda fa-
vorable á la libertad.
Nosotros, pues, somos liberales en la verdadera acepción
de la palabra, y estas denominaciones, como denominacio-
nes de partidos políticos, permítaseme la frase vulgar, son
dianas, son sonatas que pueden ser buenas para que el
— 74 --
pueblo se tlívierta inientias se hace otra cosa, pero que
no responden ú tüvisiones políticas que puedan niarcarüe
eti el Parlamento arjjentino. ni siquiera en los partidos po-
pulares.
No hay, pues,, señor Presidente, tales divisiones; y si á
nombre de ellas se pide la supresión de la instrucción re-
liííiosa, se invoca un título falso que ní siquiera es, como
diciMi los abOfíados, colorado, que tenga la apariencia de
verdad.
Señor Presidente; cuando se atacó el proyecto bajo esta
faz, el DÍ|)utado que lo hizo por primera vez. al mismo tiem-
po que atacaba la enseñanza religiosa, decía que él no con-
cebía al hombre sin religión, en lo que para mí había una
verdadera inconsecuencia; poriíue si el elemento individual
no es j)osible sin religión, no lo os tampoco el elemento
social y no lo es tampoco ninguna de las instituciones que
tienen ([ue vivir en y de la sociedad, respirando por lo mis-
mo en la atmósfera de la roligión y de Ja ciencia indispen-
sable á toda sociedad civilizada; al mismo tiempo, el señor
Diputado preveía el argumento que nace de esta frase que
lia sido criticada, pero (¡ue no ha sido destruido: la csciiehí ak-a:
y decía; se levantarán voces destempladas que llamarán á
la esi'uela sin religión, escuela atea.
Señor Presidente: he dicho (pie mi palabra no tiene la
ilnstracción bastante, ni tiene la amenidad de los que me
han precedido; pero mi voz será una de las que, con toda
la eniu'gía que me sea posible, llamará escuela atea á la es-
cuela sin religión. Xo llamará ateo ni al Diputado que la
propone, ni al maestro que la ponga en práctica; pero sí
llaniar('í atea á la enseñanza sin religión; y diré siempre (¡ue
esa escuela formará niños ateos, formará una generación de
hombres sin principios sólidos, sin carácter, sin conciencia,
di''h¡les. que podrán llevar al país á un precipicio. Esto sí
lo iVu-(\
¡Lo que es ateo, ni al autor del proyecto, ni á los que lo
acompañan los creo tales! ¡No! poniue el señor D¡pula(io lo
ha dicho muy bien: no hay verdaderos ateos, dado el esta-
do de progreso, dado el desarrollo de la inteligencia hu-
mana! El ateo, hoy (ha, para mí, es casi un personaje de
carnaval, que se viste con un traje raro, por lo antiguo,
para llamar la atención y divertir al respetable público; pe-
— /a —
ro que, realmente, no loma el traje que perpeuece á sus
verdaderas creencias. N'o creo, pues, que haya uleos. Pero la
escuela sin religión, sí sería atea.
¿Qué se enseñaría en esta escuela^ ¿Qué enseñaría el unes-
tro ai niño?
Le enseñará moral, le enseñará ciencias, le enseñará los
primeros elementos de todos los conocimientos que pueda
abarcar la inteligencia humana, se dice: pero, ¿podrá pres-
cindir de la enseñanza de lo qu^ se llama dogmas morales
y que no son sino dogmas religiosos';*
Muchas veces en conversaciones particulares he aducido
un ejemplo que no hay ningún inconveniente cu aducir aquí
mismo. Señor: ¿cómo enseñaría moral el maestro á un niño,
si le lia de ser prohibida toila noción religiosa'?
El niño preguntaría: ¿por qué no he de matar? ¿Qué le
contestaría el maestro? l*or que el niño le observaría: * mato
al buey; el hombre se muere; es un hocbo natural que su-
cede todos los días; ¿por qué no mataría yo al hombre que
me estorba?* ¿Qué contestación le daría el maestro?
Xo Iiay más que una. Le diría: •< Xo puerles matar al hom-
bre porque tiene otra vida, que no tiene el buey que ma-
tamos para alimentarnos; porque nuestra misión no está
concluida acpií, en esta vida; continúa en otra».
«¿Pero cómo se demuestra esta verdad, maestio?» Kl ni-
ño pediría la explicación; porque para eso está el maestro:
para enseñar.
¿Qué le contestaría?
¿Contestaría acaso con la ciencia e.\|)er¡mental?
¿Se demuestra acaso experimentalinente !a vida futura?
¿Ha podido la filosofía, siquiera, desde el principio del
mundo hasta ahora demostrar que hay una vida futura?
X^o; lo sabemos, porque la palabra de lo Alto así lo en-
seña; y sobre esa verdad revelada, verdad religiosa por lo
mismo, está ba.sado lodo el orden moral, todo el orden so-
cial, lodo el orden político.
El niño preguntaría: * Maestro, ¿por qué he de obedecer á
eslos ochenta y cinco caballeros que se reúnen en Congreso
para dictar leyes é imponerlas sobre mi opinión?» Porque,
en fin, este niño procurará ser ciudadano y hombre libre.
¿Por qué obedeceré á esto que se llama Ejecutivo? ¿porque
tiene un sable en la mano?
— 7C —
¿Por qué? pr jíuntaría al mae.slro. Y el maestro sin reli-
ylóa conlestiiría: «Porque así conviene para guardar el ordeo,
la tranquilidad.» ¡Sería enseñar, simplemente, que ésta es
una cuestión de mera conveniencia, que el respeto á. la ley
es uiiu simple cuestión de utilidad!
¿Seria ésta la noción qne se inculcaría en el niño, de ma-
nera que aljiunu vez pudiera decir, cuando así le conviniese:
«Muy bien; desde que lodo es cuestión de utilidad, puede
presíriniiirsí! de la ley y dejar de obedecerse á los Poderes
l'úhlicojí.
No, st'fior Presidente; el maestro tendrá que enseñar al
niño que hay un principio supremo, que viene de lo Alto,
(¡ue se llama principio de autoridad; y que no es cuestión
simploniente de conveniencia, sino que tiene, en virtud de ese
principio, el deber de respetar y cumplir las leyes de su país.
¡Y sobre estas verdades, repito, está basado todo el Orden
social, todo el orden político y el progreso de todos los
pueblos!
Si suprimiésemos, pues, en al)Soluto la enseñanza religiosa,
¿qué resultaría?
Se dice: la enseñanza religiosa es la obra del hogar, de
los padres.
Pero hay también en esto dos cosas que se confunden
lastimosamente: la educación y la instrucción propiamente
dicha; y jior eso se agrega: un hombre puede no tener Ins-
trucción religiosa y ser, sin embargo, moral en su conducta,
sin notar que si esto es verdad, sería la excepción y no la
regla general.
Si la educación religiosa y moral, distinta de la instrucción
de igual carácter, corresponde en su mayor parte al hogar,
no basta por sí sola.
El niño podrá en el hogar aprender por medio del ejem-
plo y de la palabra á repugnar lo malo; pero esto no basta,
ni mucho menos; es necesario que el niño comience á saber
que lo ([ue repugna es malo y por qué lo es.
No bastará acostumbrarlo á tener repugnancia á no ma-
tar; será necesario (jue sepa que no debe y por qué no debe
matar, que no debe y por qué no debe robar, que sepa por
qué debe respetar la propiedad. Y todo esto, señor Presi-
dente, no se denniestra con la ciencia, no lo demuestra la
razón humana con sus ])ropio$ medios. La razón de lodo
— 77 —
esto se funda en verdades inabordables para la ciencia, tan
obscuras para ésta como el destino del hombre, como decía
el señor Diputado, como su origen, verdades que las cono-
cemos porque han sido enseñadas y reveladas de lo Alto y
directamente por Dios.
No es posible, pues, suprimir la enseñanza reHgiosa de la
escuela.
Otra cosa diferente es, como dije antes, saber qué grado
debe abarcar, hasta (|ue Hmite debe alcanzar la instrucción
religiosa dada por el maestro de las escuetas primarias
por qué sistema debe hacerse, por qué modelos, etc.
En los Estados Unidos hemos visto que se da la instruc-
ción religiosa en la escuela en una forma especial, y que
tiene un límite forzoso, impuesto por la situación religiosa
de aquel país.
Nosotros, felizmente, nos encontramos en una situación
más ventajosa; podemos aspirar por la unidad de nuestras
creencias, que es uno de los timbres gloriosos para la Re-
pública Argentina, podemos aspirar á llevar la instrucción
religiosa dada por el maestro en la escuela primaria á un
grado má alto, sin los inconvenientes que esto tendría en
los Estados Unidos.
Voy á terminar, señor, porque creo que este punto ha de
ser materia de una discusión más detenida en otra oportu-
nidad; pues, como he dicho antes, creo que no es reglamen-
taria su discusión en esta ocasión, y que sólo su importan-
cia y transcendencia han hecho que sobre él se desarrollen
algunas ideas.
Por lo que dejo expresado resulta, á mi modo de enten-
der, que no hay razones fundamentales que afecten el pro-
yecto en general y que puedan decidir á la Cámara á recha-
zarlo, para ser sustituido por otro; que los defectos que ese
proyecto, que me parece bueno é importante, pudiera tener,
como toda obra humana, pueden ser perfectamente corregi-
dos en la discusión en particular, y que las observaciones
que en un carácter superior y en general se han hecho, le-
jos de ser un defecto, revelan en él bondades inmejorables.
He dicho.
— 78 -
Discurso del doctor Onésimo Leguizamón, pronunciado en la 6* Se-
sión Ordinaria, el 19 de Mayo de 1884, sobre el dictamen de
las Comisiones de Negocios Constitucionales y Legislación en
el proyecto de ley suspendiendo los efectos del artículo 56 de
la Ley Orgánica Municipal de la Capital.
Señor Presidente: Con cierto estudio Iiabía cfsperado hasta
este momento para.Iiarer uso de la palabra, y oí con el ma-
yor ¿rusto al señor Diputado por Buenos Aires, que propu-
siese una moción que. á mi juicio, resuelve en una forma
sencilla y cortés las dificultades de la cuestión en sí.
Pero no puedo eximirnie de tomar parte en este debate,
porque necesito salvar viejas y arraifradas convicciones, aun-
que debo confesar que estoy obligado á bacerlo con una
gran desconfianza en mis propias fuerzas.
El hecho se lo explicará con facilidad cualquiera de mis
honorables colegas. El proyecto de ley que se presenta tiene
el apoyo muy atendible de la iniciativa siempre influyente
del Poder Ejecutivo, y á su servicio la palabra siempre es-
cuchada con gusto del señor Ministro del Interior; además,
el apoyo unánime de dos importantes Comisiones de esta
Cámara, el aplauso, casi, de la mayoría de los diarios de la
Capital, y antes que todo eso, y sobre todo eso, dominadno
el hecbo consumado, la victoria del éxito.
Ante la alianza de (Menjentos tan poderosos, debo confe-
sar, sin rubor, que mi espíritu ha vacilado. Hubo un mo-
mento en i|ue pensé y estuve casi resuelto á formular en
voz baja una protesta contra esta ley. votando en silencio.
Posteriornu'ntc he reflexionado, y la reflexión, que es siem-
pre una fuente constante de vivas energías, ha modificado
mi actitud, y ella será diversa de la que al principio de-
bió ser.
Yo me iie dicho, señor Presidente: no siempre las ¡deas
(jue reputo erróneas baii de presentarse prestigiadas por el
apoyo de un Gobierno con el que me ligan vínculos políti-
cos conocidos, teniendo en la mayor estima la amistad per-
sonal que el Jefe del Poder Ejecutivo y demás miembros
de él me dispensan; no sie:npre estas ¡deas han de tener el
apoyo tan unánime de mis distinguidos colegas; no siempre
la prensa ha de estar en su favor; no siempre han de tener
— 79 —
el éxito á su servicio. Todo esto es movible, accidental, pa-
sajero, en el orden de las ideas y en el mundo de los prin-
cipios que son eternos.
Mañana el Poder EjecuUvo puede componerse de personas
que sean mis adversarios, puede haber disidencia en la Co-
misión, puede !a prensa estar en su contra, ser equívocos los
hechos; todo esto es cambiable como lodo lo humano.
He reílexionado luego, señor Presidente, sobre mi propio
pasado; he descendido al hombre para ver en qué caso se
encontraba éste. He examinado con este motivo mi breve
vida pública; mis ¡deas coincidieron alguna vez con mi si-
tuación actual; fueron combatidas, mis actos fueron desco-
nocidos, mí acción fué embarazada, y mi humilde persona-
lidad fustigada sin clemencia. La prensa se asoció á esta
hostilidad y la propagó. ¡\o tuve en el momento, señor Pre-
sidente, la justicia de mi tiempo!
Posteriormente se me ha hecho justicia, y muchas de las
ideas que sostuve entonces han sido reconocidas por mis
propios adversarios y proclamadas como verdades, no por
que fueran mías, sino únicamente poríiue liabía tenido la
fortuna de ser un intérprete fiel de las bases permanentes
del mundo moral que es del dominio de todos.
Débome, pues, señor Presidente, ante lodo á mis ideas, y
ésta es la explicación de mi actitud en este debate.
Yo tengo completa fe en el triunfo definitivo de los prin-
cipios, próximo ó lejano, pero, para mí, seguro; y á pesar de
ser tan enormes las dificultades de la lucha que voy á em-
prender combatiendo el proyecto que presenta la Comisión,
encuentro en mi fe y en mis principios la rara energía que
el cri.stiano vencido del circo romano encontraba para luchar
hasta el último extremo. Yo creo que en el fondo de mi aba-
timiento encontraré por mi fe en los principios esta misma
fuerza; lucharé contra esta ley todo lo que me sea posible,
por más que mí propósito, por todas las circunstancias que
antes he mencionado, presente todas las apariencias de la
insensata tenacidad del candor retando al imposible.
Pido disculpa á la Cámara por el precioso tiempo que he
tomado á su atención en esta declaración que creo indis-
pensable para entrar en el asunto.
Entraré ahora á ocuparme de la cuestión, y procuraré ser
muy breve, recurriendo, con permiso de; la Cámara, á algu-
_- *ll _
nr>s apunten que he í*-i:Ido neie^idaJ de tomar para preci-
sar mi poííición de principio? en uca cuestión que reputo
técnica, qu-? no puede eníre¿rarí* á la rDemoría.
El proTPclo que «e üos preí^D'.a e«. á mi modesto juicio^
atacable é insubsister/.e bajo tC'-i:«¿ conceptos.
La lev que se nos presenta eo puede tener efecto legal,
dada la Imena doctrina. E> incor.síítucional. por su fondo y
por 5u alcance: es innec-fsaria. ttor sus obielos transitorios,
T es ftelit.Tf'sa. pe!i;.TosI?!r:i3. por sus resultados.
La demostración de estas ¿tirmaciones será árida, señor
Presidente, pero es ip.i:sí>en>úi'¡e. . . .
Cuando se trata de juz^rar la importancia de una institu-
ción ó fie una corporación ortranizada con arreglo á la Ie>%
liosotros. leíjisla dores, no ];K>de;aos prejimtarnos sino esto:
¿está en armonía con ¡os pnncipios jrenerales de nuestro
sistema, ó noe-tá? Yo creo que sí. que está en perfecta ar-
monía.
Demócratas, no pode:n»s reciíazar el concurso de las cla-
ses industriales, de las clames medias, de las clases obreras
para formar parte de los cuerpos puramente administrativos
locales.
País de inmigración, no podemos rechazar el concurso del
extranjero, porque sería ncjíarle una de las más preciosas
declaraciones que en su favor hizo nuestra carta fundamen-
tal, uno de los motivos de atracción que hay para él en
nuestras leyes, y soíire todo, por esto: porque el extranjero
entre nosotros concurre con crecidas sumas á la forniaciÓQ
del tesoro de la localidad, porque ei municipio pertenece &
los vecinos en todas paites, y porque el elemento extranje-
ro figura en pran parle en el vecindario de la Capital.
Como republicanos, tampoco tenemos derecho de exí^r
otra cosas, sino que no haya un funcionario público que sea
iiTCsponsíible. resultado á que desgraciadamente concurre lo
que se nos propone bajo ciertas formas. Es lo único á que
teucfiios el derecho de aspirar y que nos es dado exigir en
el d'*-ífími>»'rio de los puestos públicos: que no liaya nadie
qu<' los í'jfrrza sin responsabilidad de sus actos ante un Juez
y ron wrrc/lo á la ley.
'i'oito esto se encuentra en la misma Ley Orgánica de la
Municipalidad, y, por consi¿ruieiite, nuestro juicio respeclo
— 81 -
de cale asuiilü no puecJe entregarse á la atmósfera siempre
ficücia, y á menudo enii^ariosa, de la importancia de las
l»ersonas.
He procurado en mí e.\po«Ír¡(»n mezclar lo menos que me
lia sido posible Uis nombre:» propios de lus perdonas t|ue
w encuentran en débale, precisamente, aeftor Presidente,
ponqué creo que debates de esiii especie deben levantarse
& la esfera de los principios Ranos y regularen que gobier-
nan todoii lo» asuntos.
Yo creo que con la ley que se nos propone hc violan todos
esos principios elementates de una manera (un ^ave, de
una manera tan necesaria, que si nosotros aprobáramos esta
ley con nuestro voto, liahríauíos, en mi opinión, rolo mu-
4-l)as de laü instituciones que bemos proclamado para hon-
ra (le nuestro \mh como Nación y pai-a felicidad de los que
tíven en nucHlra tierra.
Son los principios, señor Hresidente, los que, en mí ma-
nera de ver, gobiernan y afectan al Gobierno de la Nación.
Va Congreso que no respeta los principios elementales
del sistema de gobierno que ee ha proclamado: un Cotigro-
«o que no se detiene ante la fuerza conu<;ida. elemental,
eficaz y adelantada de ciertas doclrinas. habrá hecho al país
el peor de Ioíí males.
Era por esto que decfa que este proyecto de ley envuelve,
á mi juicio, por sus resultarlos, grandes» peliy;ros.
Son los principios proclamados, y cuya vi^^encia ^solicito
impugnando el proveció que se nos presenta, los únicos que
dan ¿ las naciones un lugar en la historia, una voz en los
grandes pru-rresos de los pueblos, sus hermanos, un título
j un rango en la familia internacional, una nota en el him-
no inmortal del progreso liumano.
Estas son. seflor Presidente, mi^ ideas respecto de la ley
eti discusión, y los que servirán de fundamento á la negativa
de mi voto.
He dicho.
Ofc*raMA Aa^mn%t.-9 7t)m9 IT.
— «2 -
Discurso del Arzobispo, doctor Federico Aneíros, en ta seslócr
de apertura del Congreso Católico, el 15 de Agosto de 1884
Señorex :
Si fué uno (le los (Has graurlrs ilc nuestra Palría a(]uc1 en
qu(! los Hoprnsentantes de sus pueblos, reunifins en el Con-
greso tle Tucuniáa, declaniton su decítlicla voluntad de Tor-
mar una NaíMÍn sohiírana é independiente, tamhi'^n serA
para bu Igleí^ia señalado este día en que los Delegados de
sus diversas corporapiones se reúnen en este reclnlo. no
por mandato de sus Prelados, sí bien con suma saLisfaccíóit
y aplauso de ellos, en el deseo y sania iLS]}Íraeión de mejor
rumplír sus deberes.
Doy gracias al Cielo, (pie sin duda ha inspirado y reali-
;íado tan sublime pensamiento con muestras tan claras de-
amorosa Providencia.
No puedo monos (ie presentar mis respetuosos saludos al
digno Presidente, á los dignos hijos de la Melropolílanu de
la Sanlfsinia Trinidad de Buenos Aires y de sus sufraga-
neos de Córdoba, del Litoral, de Cuyo, de Salta, con sus
honorables hermanos y vecinos de Montevideo, que nos ofre-
cen el espectáculo de una reunión que. ni más perfecta ni
más sagrada y generosa en sus móviles y en sii8 tiiies i\í^
habíamos presenciado, tan res|>ctable por la ilustración y mé-
rito de sus individuos, tan distinguida por las más [liadosas
demostraciones, tan decidida y superior á los obsUiculos,
tan llena de entusiasmo, tan unida por los vínculos de la
fe y del patriotismo crisüano.
Muy pronto se complelorá la grandeza del espectáculo
cuando desde aquí, en uclitud reverente, imploréis la Apos-
tólica Bendicíóo de Nuestro Santísimo Padre, Su Santidad
uón xni.
Quizá no muy tarde tengáis la recompensa de recibir como
aquellos padre-s de ta Patria las demostraciones de veneración
y reconocimiento de los pueblos, los que transmitirán á la
posteridad con i*eligÍo8o respeto vuestros nombres.
El Espíritu Santo, que acabamos de invocar, se digne des-
cender en estos momentos sobre todos nosotros, pues me
propongo recordaros el honroso limlire de nutrirá fe, y pr»*-
sentar el cuadro üc la actualidad para luego decir ulgo del
— 83 —
enorme compromiso en que nos hallamns. tratando de cooo-
rerlo y llenarlo del modo más Hel.
Señores; ese-usado es decir lo que éramos antes de aquel
d(B, para siempnr tiendiLo, tm que nuestro SeHor Jesucristo
derramnba sus luces y srapías divinas, disipando Ins tinie-
blas y males que dominaban es1a±i dilatadas regiones.
El .Nuev» Mundo doblara, «sus mdilbis ante Ioh Reye»
Catótícod, dou Fernando ó Isabel de Castilla, triunfantes de
la idolatría, y la rristiaudail iva tribiilaní eternos bonores».
Crí}<lóbal Colón descubrió estas desfonocídas regiones plan»
lando en ella la Cruz, en cuya fe tuvo tan ^ande inspira-
ción, i-onstancia tanta y obtuvo triunfos tan esplendidos tpie
lo hacen glorioso en la tierra y en los Cielos, ya que tanlo
sufriera en sus días mortales.
Muy luejK» del descubrimiento, el Pontífice Alejandro VI
manda, recomienda y pide á aquellos sül>eranofi que prosi-
gan lo obra de la civüizacídn cristiana, destinando misione-
ros piadosos y doctos que enseñen y conWertan estas gen-
tes y planten el ¿rbol frondoso de la fe y de la moral. Bl
inmortal CisneroH. hijo de San Francisco y Ministro de Es-
tado envía, sino los primeros, los mejores misioneros; se
■KUpa deMltt entonces con todo su celo eu la conversión de
los infieles; rejrlamenla las Misiones que crntinúa dirigiendo:
defiende la causa de los indios, siendo el principal prolec-
lor del inmorlal dominico Los Casas, insidie misionero y
defensor incansable y generoso de la libertad y derocboa de
los indios, el cual no habría sostenido por más tiempo el
proyecto de atraer negríts esclavos si no se hallase en ese
momento espirando su gran director Cisneros.
Los inconvenientes no podían ser mayores, la iliscordia y
escándalo oficiales, sus abusos cspaidosos, la inmoralidad
de todo ííénero de los aventureros y pobladores y la natu-
ral resistencia de los indios no impidieron, sin embargo, la
rápida y completa civilización de estos países.
Permitidme avanzar un poco para tlecir con el testimonio
universal que, al empezar el siglo dí^ciraoseptimo, el mag-
iitScfl edificio de la geranpda eclesiástica de la América del
Snd estaba concluido, pues ae coidnban ya cinco Metrópo-
lis, veiiittsieti^ siifragrLneas, cuatrocientos monasterios é in-
numerables iglesias {larroquiales.
Catedrales magnificas habían sido levantadas, s« ensefia-
^w -
luii [as cif^nrio^ f!:atAIir«5, las eonquütas cedieron el lugar &
tas Misiones, los misioneros dieron entrada á la civilización,
los religiosos enseñaron á los indígenas k. leer y escribir,
los adietilranin también en plantar, Rembrar. segar, en hacer
casas, inspirándoles al propio tiempo amor y respeto á sus
personas.
No os molesUrf, seiiores, con descubrir los rápidos pro-
gresos de esa civilización eu lodos estos países. Ella ha
sido dignamente descripta y celebrada, y sus urodijrlns están
en nucslro corazón como en nuestros recuerdos constantes.
Pero, ¿cómo no observar cuan sólida, y madre de caracteres
sólidos y hfTóiros. fué esa cirih'zación?
IsabeJ de ln;;lulerra, la hija de Ana Bolena, sienta de nuevo
en el trono el cisma de la Keforma. En sus dominios era-
pieza & correr otra vez la sangre de los mártires, hasta que
se cn'p no haber quedado en ellos un sólo calóliciK
Aquella mujer infame envió varias expediciones á la Amé-
rica. Entre otras, aceptó la propuesta de Francisco Drake
de hacer ¿ España la (nicrra en sus posesiones del Octano
Píiolficü, y le conlirió el mando de cinco navios que recorrie-
ron tamhién las costas de nuestro gran rio. Era un pirata
que hizo graudes hostilidades, robos y valiosas presas. Drake
fué derrotado en Puerto Kieo y en la ciudad del Nombre
de Dios, Aunque do murió en pelea, quizá fué de resultas
de ella, siendo arrojado su cadáver al mar.
Acabamos de celebrar el 12 de Agosto y el 5 de Julio nunca
bastantemente estimados por nuestra líepública. Si la misma
España nos liorira y admira, si la Inglalerru. y la Europa
toda uos contemplan con res[>eto, si nosotros, tan destituidos
de recursos humanos, pudimos eonse>:uir tan espléndidas
victorias contra aquella poderosa Kación^ tan formidable ¿
principios de este siglo, sin disputa, señores, ciudadanos y
extranjeros, soldados y Jefes. Buenos Aires y todos los pue-
blos os dirán que la fe católica lleva la palma de] mérito
como autoni de tanto heroísmo.
¿Üudará.se, señores, que un día se levaule á la faz do la
tierra una nueva y gloriosa Nación?
Dígase si se quiere que ya no se luchará por la religión;
pero no se me diga c]ue et tieroismo de los padres y fun-
dadores de la libertad é independencia argentinas, no fue-
ron formado» por la civilización y el espirita cristianos.
No hay fierra más dincil (jue la de la emancipación A los
ojos mUinoii de la Iglesia, y se^ún Jos príiu-ipios rrístianns.
E»to9 nos harán ijeplnrar multitud de excetios. pero nunca
Qos impedirán celebrar los díaí< grande» de la Patria. ¿Y
cómo negar, seRores, la obra de nuestra reliptíin, Hiendo cosa
reconocida que niiesiro clero secular y regular se decidió
desde íuuy (eiuprano en favor fie las nuevas id♦^•^s de sobera-
nía nacional y que 8C constituyeron en sus más ardientes após-
IoIps? No negaretuos (¡ue los excesos del eiiüistusmo nunca
podían llegar, se^Cín las aspiracínties del Cielo. A contraer
U fea niaiiclia que no hemos bastante dr^ptorado; |>ero. ¿<iuién
DO vo las muestras de ser cristianos nuestro.s pueblos, nues-
tros soldados, nuestros pabernanles? En los momentos del
canflietn. en tas .-Ldversida<les y en los triunfos se ostenta, ó
te esperanza en el Ciclo, ó el reconocimiento en la Divina
Proridencia y siempre en la» virtudes cristianas.
¡Oh, sania; oh, divina Reli^iAn! Por t( podemns ;íloríar-
nos de nut^slra cuna; Ifi nos ine<TÍste en los primeros años
con ternura; tú, nuestro consuelo e» loa días amar}^s, nue»*
Ira fuerza y nuestro corazón fuiste, ¡ob madre sacrosanta!
Del>emns serle muy gratos, muy líeles; y mirando por nues-
Iros propios interese!*, facilitar el lo^rro de lu divina misión.
Ptiísteis. sois y seréi» siempre nuestro honor y tesoro más
gTat)des.
Kit fnejile de (an imprescindible lieber^ me es doloroso, se-
ftores. tcii^i ver^fflenza de [ireseiitar el mnidrn que os ofrecí
de La acluali<lad. lün él no encontraréis aquella hermosa
iuii<lad. y (pijzá desconozcáis á vuestro Pjistur. viendo que
se le dispula, que ^t* \p quita atpu'l síi;;rndo y eminente ea-
rárter que le vino del Cielo.
.Aparecei-A otra I silesia, y la vuestra quedará muy ilcsilgu-
rada, no tanto por la Constitución Nacional <|ue debemoü
acatar, cuanto por la interpretación que sp ha ilado á va-
ríos de sus artículos.
Hein«t.< debiiln .ser muy cautos piir.-i ailinilir el proteslan-
lismu, y si hieu pródigos de la caridad cristiana con todo el
mundo, ¡ndividuultnente, muy desconfiados, recelosos y opues-
tos & esa in.«ítituríóii íniiovadorn. Sí oln>s fueran mis oyente^s,
les suplicaría, señores, me oyesen con paciente atención.
No SP me negará que fué uu*>í>tra civilización del todo euro-
pea, puef & su lado no puede considerarse sínó la de alguno
— se-
que otro punto antes de la coaquúta. Tampoco puede dudar-
ne de que la civilización europea era eaiínentemeiile católica.
y aun en la agitada é{M>ra del desi:ubrinaíciito de GsptiAa ern
única y exclusivamente católica. ¿Qué fué, señores, para esta
civilización la refornta protestante?
Todo era \ida y esplendor en la Europa deJ sigli» XVÍ.
La actividad horoana despl^raba por todas partes ua movi-
mieato é impulso extraordinarios. ¿S« iba acaso & luia má-
gica conquiiíta, hacia sigUts fie un poder inaudito^ ¡Ah. no!
Iba ¿ nacer el^proteslautismo. y con él la discordia, la turba-
ción, el enenamiento d** los espíritus, la sequedad de los
corazones, la fría indiferencia, el grosero materialismo, la
incredulidad ú burlesca, ó fanática, voluptuosa ó sati^íuiíia-
ria; vienen ya Lulero. Calvino, Vnttaíre. la Revolución.
El famoso Balmes ha demostrado cumplidamente que antetf
de la Heforma la civilización europea se habfa desarrollmlo
lauto como era punible; que el proteslaiitismu turció el curso
de esta civilización y pnidujo males de inmensa i-uantta A
las sociedades modernas, y que los adelantos que ee han
hecho despuAri del protestantismo no se lucieron por 61, «inó
& pesar de él.
La emancipación proclamada por el audaz Lulero, en po-
cos aQos invadió una gran parte de la Europa. No Eie res-
petaron la.s leye-^ divinas ní humanas. «Pisoteo, decía Lulero,
los decn?loH de los í*a[>as y los cánoneí- de los Concilios;
y, ¿piensas, decía ¿ un Rey. que be de respetar tus órdenes? »
La Reforma se mostró en todas partes viólenla y sangui-
naria. Baste decir que Eeolampadío. discípulo de Lutero. decfa
á los pocos años de haber su maestro couienzarjo á predican
«El Elba, cou todas sus olas, no podía darnos bástanles
lágrimas para llorar los males hechos por la Reforma».
Señores, nunca nos fué lícito olvidar las decisiones de la
Iglesia, nuestra mudro: antes hemos debido sujetarnos es-
trictamente &. las instrucciones que al respecto nos daba.
El Papa León X. á vista del protestantismo, en su famosa
Bula ExHrgnt, empieza clamando al Ciclo y á la lierra. U
Grí.sto, á los .\póstoles Pedro y Pablo, ¿ todos los Santos y
¡i la Iglesia universal que vengan en auxilio de la causa de Dios
contra todas las herejías.
Ocúpase luego de detallar los principales errores de Lute-
ro en 44- uKículos, condenándoles con todos y cada uno de
riMfe
87
los escritos del Hercsiarca. Finalmente, el Santo Concilio de
Treiito tífí nctipa y cniídeiia Lodti ül KiHti'ina y doctrina pro-
U»(unte. Nuestro sobpranu mamlú tener, cumplir y respetar
«orno ley los ttai^rado^ cáiiúue» de e^^la au^riisLa A^íiiublva.
lQuÍ¡ menos podíamos hacer, señores, sino cumplir estas
•i" '■"•nes y sujetarnos et» lo sucesivo ¿ las rt'tflíifi íjiie
a. ,..,. iiUi nos da nuestra Keli^ióny Nunca lieuuty podido
olvidar estos principios. Ija Ii^lesia, ai reconoce ni aprueba
tft derecho, si bien reconoce el hecho y la libertad de cultos
<H rírrunstancias y cnndicioiu^s convenientes. Ella ha conde-
jiadu Ui» st|zuic*ntes proposiicíones:
r. Kn nuestra éptica ya no i'xiuviene que la religión ca-
t¿Uca ^ea tenida como única religión del Estado con exclusión
4le cualquier otro punto.
2*. Por eso en algunos países católicos se ha previsto iau-
dablcmentu por la ley que & los extranjerot$ que \*ayaa á
ellos les sea permitido el ejercicio público de su respectivo
culto.
3*. Es ciertamente falso que In libertad civil de cualquier
culto y Iti plena farultad utor^da & lodos de miinire^tar
abierta y pi'Utlicaiuente üü^ opínionet: y pensamientos conduz-
c.a /( corromper más fácilmente las costumbres y las ideas de
los pueblos y á propagar ta pesio del indiferentismo.
Por cxlas pi-oposiriones cfindenndas se ve «pie la Iglesia no
puede areplar la tolerancia teológica, si bien se conforma
y aprueba la tolerancia civil. Que A nadie se fuerce & pro-
fesar una religión, que se permita ta profeñión de otro culto
siendo necesario 6 se tolere en circunstancias dadas; pero
<iue nunca se crejí que todas las religiones son iguales, son
tiiienas, tienen derecho en realidad absoluta.
La Iglesia no condena los artículos de la Constitución que
liemos citado, pero sí exige que sean bien entendido.^ é in-
terpretados, y condena que se considere la libeilad de cultos
como un bien absoluto, como el orden normal y regular de
ía» sorieil.ide-H rrÍH!ían.i.s, quesea carar.Icríslir.o ilel miís per-
fecto gobienio y un orden de cosas que deba glarilicarse.
una adquisición, un progreso; el rniüs grande de los liem-
|I08 modernos.
Pero. ííeftores. ¡ojalá se hubiesen entendido y ejecutado con
buena fe los artículos de nuestru Constitución que venimos
recordando!
B colmo del mal actoü tn ñéo U fineeu r pcrerea in-
terpretecíAfi que se le* bs 4a4o f qvendo dar.
Fiar UbvTlad deailtoft,*rdfee. j erto autcwña para apo»-
taiar; y do faltaB yricMs dan «ale cBcándalo.
Hajr ISieriad dr mMoK, se din; j éifta penüle ncnospre-
ciar T d>«caur gl coto catdBro, predñarra eoolra. Tajuríar
CB la« proecsMoes ; fcoionef i ■ iiiilaliiii en lot irmp]u.«.
Hay libertad de euUoo, caaÍJt^Ma Muehoai catótieas, cuando
m les ncoQvieoe por EaJtar i sv» dt^uea fcügiosoe ó ^ les
exi^qae llenen ciertas cvodirioties j priclieas prasrnpUs.
Hav lüíeitadde cidtaa.díee lodod <|oe min mal p1 Pre-
sopoeKto dd Clero, aonqne «ea m Diputado N'adooaL
Har libertad deculloR. dice lodo H que desea H raalrímo-
nio j d Rffi^tro CítíL A las escuelas oose las puede Ue>*ur al
templo por esto mismo, ni el Gofaiereo mamfar i Ins emplea-
dos qtte k acDinpaAen al templo en los días de la Patria ó en
la Semana Mayor.
U» catdKoos no pneden tener so sepolrtn en tn^r sagra-
óa, f habéis visto, después de haber oÜo. cuáolo se ha dirho
ca el Congreso Naríonal contra la enseAansa rel%iosa en las
wtmfliit 4 oottbR de la Übertad de fullas: otts, i su nombre
ae subreaciooan por el Gstado esrudas protestantes, t no se
tiene reparo decolorar roarstnK v maestns de religión pro*
teslanle ó de cualquier culto contrario.
Sm Hliertad de cultos, no haj- para eQas siné fanalisnio.
La sttpcff«tic*6o se precipitó de un solo ^Ipe en los abU-
mos. escribía en \83Z en Buenos Aires ano que se titulaba
«I maüg» Ht tu Pnlrin f d^ Ia hmmamiSaé, t en el 9 ije Julio
del misRHi año. en un ronTÍte ro Chile, fe dijo: « que el genio
ineomparable dd Minbdro que ha hecho nacer d ¡figle do
ora en las márgenes dd Rio de U Plata desterrando el fa-
oatiamo j tinuiia. sean imit.idns r>or todos tos Ministros
dd mundo r.
Cotejad, aeftores, lo que fué d catolírtsmo para ooeotro*
con lo que htro d pr"' -'— '-írao, y ricridid si merechuí am-
bos ta diirpsa suerte •, Lia locado, de nuestra parte.
Para el protestantismo, líhertad la mis completa; para el
catulíciMito. toda esa serte de restricciones y heridas que na-
die ignora. La ler de la Reforma en Buenos Aires, no reco-
ooc» la «oberanfa f independencia de U Iglesia, ni ta autori-
dad dd Soberano Pont0lee. Se rarCa toda ta disciplina del
r_89 —
clftro secular y regular, se suprimen la» ónloínf* religinííiit;.
-w quitan los bi<>no-s do la l^flosin, sp prohiben los I)io7,iiins.
Ya sabemos i\w se etititíixle ]H)V I'alrotialo parü iiiucliar^
personas. Eti vanuque la palabra misma indique que se Irata
iJt> proleceión. Es (.t.*nuni] uiileniiur oKa palabra como sinónimo
de Gohíorno y no como quiera, sitió freno del Gobierno con-
tra los avances de la Iglesia. Se^m etlo.^, nuestra I^rlesia no
es ya aquella institución de Cristo, (¡obernada por su con.nli-
turión. Ks la 1^'lesia de la le>% que nada puede nmó lo que
lU baya pre^críplo.
Ojalá se limitaran A decir que la Iglesia debe respetar la
ley: más so avanzan y dicen que ella depende coiapleta-
E^inente de la ley. No dicen cuándo vendió la Iglesia sn li-
!rtad é independencia, pero no reootiocen su <lerecbü di-
vino y la obli(^cÍún que éHta impone k los legisladores y
U üites. Hoy parece que se creyera que los católicos, aun-
..,.11 los Prelados de l<i lí;le^ia, nada pueden pensar ni
lecir eonlra el Gobierno y que la obediencia que debemos
sólo por la fuerza no fierla, en coneiencia^ suponer la muer-
iiln de ese inviolable Icsoro que tanto se respeta en los di-
ídetites.
En una República y en este si^Io, diremos con el señor
Frían, es un clioranlecoulriseutidu mantener encadenada la
^llilesia r<Mi las ley-'s dictadas por los reyes absolutos de lii
Edad Media.
>Yo uboj^aria por la litierlad de la l^dcsiu y peiliria ú. los
ÜíbeJTiIe>t que se mostraran conseenentes consigo mismo. I)es-
fípués de las lecciones de la experiencia y de las calamida-
des que hemos sufri<ln. era tiempo de nfrecer á la relífrión
del pueblo mayores y mejores homenajes que los que esa
Consliturión les tributa: un salario y el Patronato que hace
á líi Iyli'si;i más esclava en un.i Rejíóbüca que lo es en
Itusia >.
Kl cuadro, como quiera que sea, mal pintado, es suli-
eienle, seftores. para pre^fuutarnos á su vista: ¿qnéesloque
debemos hacer, cuál es hoy nuestro compromiso^
Me parece, decía el señor Frías en la Convención de la
T- .1 do Hílenos Aires, me parece que. bien analizadas
I ;is de nuestro malestar social, las hemos de hallar.
no eo lüá leyes, kíuó en los hombres i)ue carecen de las
virtude.s necesarias para darles vida*. - I^as ¡nstilueiones, se
- 90 —
ha (liclio con razón, no tienen más valor que el ile Eos hom-
bres destinarloB ú practica rías; y á mi juicio, lo que eou-
vciidríu corrogir enlre iiosutros, no so» l.os inslílUL'innPs,
8Ítió & nosotros mismos ».
De.<ide el origen de la revolución han padecido Icis huui-
hms {irihlii-.iis dií lodíi la América del Sud pI error dn n-eer
que huslabii decretar la lícpública y la^ iníitiluciones libres.
)>ara que el Gobierno iJeinocTr&ticn y la lilierlad existiera^
■«Eti los Estados Unidos, ha dicho poco ha un escritor
contemporáneo, se eiilíeude que una Constitución no es híiió
un pedazo de papel; y que si la libertad uo es desde lue^
ea cada ciudadano un hábito de 8U vida y una necesidad
de su corazón, la Coiistílución más perfecta y la más líbre
jiu es sino una peligrosa quimera •.
Un pueblo, en efecto, no es libre por sus leyes, sino |>or
sus co8lund>res. La Inglaterra, como recordaba con razón el
seíior doctor Vélez. no tiene constitución escrita; y es sin
«'mbarj^o. uno de los pueblos más libres de la tierra.
La verdad, seAores, es que no son libres sino los pueblos
rdurndos, y educados por Iil religión para la libertad. < I^s
constituciones, se nos ha dicho también, hechas por los sa-
bios (Mira los i;rtiüranles, son eiÜlicios levantados en la
arena -.
- Xo hay libertad, sermres, lioride falta la relí¡¿:ióii. fX sa-
béis por qué la libertad en las Repúblicas hispanoamerica-
nas ha sido solo papel ínipresnf Porque desdo el primer día
de ntiestrn einancípacióii se eslableció entre nosotros el di-
vorcio entre la religión y la libertad. La libertad es en la
América del 8nd hija de la rev()hi<:ión. V si Jo liudúis. fijad
la vista en ese gorro colorado que adorna las armas de
nuestra Patria, como las de Indas ó casi lodns las Repíihli-
cas de Sud América*.
-Nuestro régimen colonial no nos preparó para mandar,
sino para obedecer: y para obedecer, no á autorida<Íes cona-
litucionaleíí. sino á auloriflados despótic-as».
■•Nosotros no hemos pasado por la escuela del Municipio».
•« Por eso es que yo entiendo, señores, que á los hombres
pt'iblicos de estos países ilebiera preocupar menos el deseo
de perfeccionar las iustitucioiies, y algo más el de corregir
las costumbres. Por eso creo ijue no importa gran cosa para
iisegurar la paz de este paÍ8 y para resguanlar los dere-
— !ll —
dios del riudaüafio. el que su Coustituciún nea (■nmendada:
lo que importa es que linya una Constitución oa annüiifa
con nuestro üsladn sitrial. y Ir.iliajar después síu pt^rdJda
Ac lirmpo y sin descanso <*ii favor de la rogé uerac ion moral
de estos i»ciediiiles liudanierícaiius. Mientras Buhsistti e] di-
vnrcio entre la relípóii y la lihprtad, «erenio:^ liberales, si
se quiere, pero no iibi-e*. La j-eli;:iún eís una madre ipif oesa
de K8r fecunda cuando no os amada. Anif>mosla, y ello no»
liarla la libertad >.
Nuestro primer deber en, tteftores. la moral, no como quie-
ra, sitió se^ún el Evan^felin de Xueslro Señor Jesurrislo y
lili verdadera Igle£>ia.
Nuíístni r-oiidueta individual lia de ffirinarse conslanlernen-
te en eice e6di^o divino. Sólo así serfi edÜíranle en el lioj^ur
5 en público. Mnrali/Jir debcmou, señores, la familia, la kq-
cie<lad. el comercio, la prensa, el templo, el teatro y hasta,
la caridad y benefií-encía se^iii la^ inspíraeinnes de Cristo.
A su luz notaríais luuHÜud de faltas que no sólo pasan
inapercibidas, s'mú que tienen el honor de la honestidad y
del bien parerer, y con sii pTicia sobrenaluml po(Ípr-is ven-
cer tanta preocupación y plantar el árbol robuKlo de las só
lidaft virliide.^ cristianas.
A su luz finísima advertiréis escondidas y eu el secreto
de Ins ciira/onps niullilud de acciones indianas que, repro-
háiidnla:^, sólo su divina moral tiene poder snperinr para
doglruirlas y torna rla8 en atvionai meritorias.
Haced, señores, cuanto f>odAis porque no se vuelva A de-
cir en Europa de nosotros; «¿qué gentes son esasí — Man-
da.nios un joven solilado, rnoK luego lo- haceu general- un
poco después lo matan >.
Haced, señores, respecto de la civilización de los iudifw
que no haya uno solo de ellos <iue pueda repetir lo de
aquél de Méjico: «si con tales cristianos se \-a al Cíelo, re
nuncio al Cielo*.
Por supuesto, señores, que no es necesario os recomiende
que, ante todo, um esmeréis en cumplir del modo nitis per-
fecto la iwrle que halléis tomado y el puesto que aceptas-
teÍM eu aquella t;ocíedad ó congrcfíación A que pertenecéis.
Lejos de omitir, adelantar det>éi8 alK mestni constante
d edicaciúQ.
Con tan sólida base y excelentísima preparación, podéis y
— 92 —
debéis entrar á la vida pública en el ejercicio de los dere-
chos políticos, á titi rio pioporciniiar al país díanos manda-
tarios pri todas las escalas.
j^Habrá quien nos níe^e este derectiof ¿Se atreverá alf^-
no fi insultarnos como si fuéramos perturbadores del orden,
rebeldes á las legítimas autoridades y pretendiéramos usur-
par los ileri'clios del pueblo?
Es nuestro pran deseo hoy. y miestro mayor compromiíio.
trabajar cuanto nos sea posible por todos los medios lega-
les pura conseguir el más feliz resultado de las elecciones
populares, v éste es deber de conciencia y de pQblica mora!
crístiatia, á que no podríamos renunciar sin grande res-
ponsabilidad.
NoJJfué ian desgraciado Buenos Aires que ignorara lo que
se ensefiaha en su Universidad casi desde su instalarión y
me permito recomendar aquí: la eieccimí cn u*i acto tiel «i-
Undimicnio a dfi Ui votuuUiri: la cosa es obvia, pero parece
ignorada i'i olvidada de muchos que debieron penetrar todo
el Bigniticadoade estas palabras.
Im ekrciotí tit'l itnlitjiw m Í¡ino jure tiuln. Entre Ui-s dignoís,
m ha úc r.lenir c¡ luds diynn aKtii¡w no en nula ¡a elecciótt
del menoü dÍt/no. La elección legilima debr ser ecmfirmaán en
jutiticia ftar e¡ ituperÍor,y la ileijilimit deelamrtte nula.
No pudiendo ignorar estos preceptos fundamentales, de-
bemos profesarlos, hacerlos prácticos, procurando que se
conozírari y estimen en toda su importancia por toda clase
de personas.
Nuestro compromiso es {rrande, las dilicullades serán mu-
chas, los obstúculos serán fuertes. No podemos por esto
desistir. Es nuestro delier, señores, seguir los consejos de
la sabiduría qne por boca de un Rey y IVofeta nos dice:
Sucrificuh Hairijkiiim jmí;/¡Íí«', ct Hpernta tn l/oniitiu. La re-
ligión nos exige sacrificios, pero nos inspira confianza; y no
sois vosotros, señores, de esos muchos de tpiienes cuenta
el mismo SalmÍHta, que dicen: «¿quién nos hará ver los
bienes? > Pues con él habréis dicho más de una vez: «sella-
da cstA. Señor, soltre nosotros la lumbre de tu rostro: diste
alegría en mi corazón. Los hombres se alegran en sus bue-
nas cosechas; yo pongo. Dios mln, luda mi alegría cti tene-
ros de mi parle: en paz ilomiré justamente y reposaré: por-
que tú, Señor, me has afirmado eu la esperanza».
— 93 -
I
Ea, pues; á la acción no» llnma nuestro Supremo Pastor,
S. S. León XIII, en prpsenr.ia dy los malns causados por
el enemigo; y pues fuó tan activo como dolorosanieiite lo
vemos, desconliemos tle él. aun cuando parezca dormir, pues
nos ha cngafiado y el encaño es una arma con que ha ren-
dido multitud de incautos y lia evadido la vigilancia de los
buenos.
Trabajemos pidiendo la asistencia divina, unidos cou el
vinculo de la raridad ijue todo lo puede y lodo lo vence.
No perdamos de vista A nuestro Jefe y Señor. Jesucristo.
Él ofrecía ese sacrificio de justicia que tornó propicia la Di-
vina Providencia.
Lo ofrecía, señores, y lo ofrece á cada momento, porque
todos los sif^los y todos lois hombres e:<cLaban en su infinita
intención y quiso vivir con nosotros hasta el último de los
días en el Sacramento de su amor que es también el sacri-
ficio de su justicia.
Vive, señores, y late siempre su divino corazón á los vivos
deseos de su bondad y á los duros golpes de la in^rratitud
de los hombres.
A vosniros, señores, que tenéis & Jesucristo en vuestro
corazón, pues pocas hora? hace que lo recibisteis, no tengo
yo necesidad de pediros que le juréis imitarlo en todos vues-
tros pasos.
Quiero solamente y me permito pedir al señor Presidente
que en este mismo arto, y en se<,'uíita de pedir al Sumo
Pontífice la bendición apostólica, proponga á esta respetable
.\íianil>lea que aclame vi SiipraJo Corazúu de Jesús por suyo,
ronsaprAndole lodos .«us actos.
Me [yarece ver á María subiemio á los Cielos y llevando i
su Divino Hijo esta piadosa ofrenda de los católicos ar^en-
liaOH.
Señores: rehosando de ji'ibilo y lleno de esperanzas por
la t;IorÍa de Dios y bien de la República, tengo el honor ile
declarar instalada lu prinirra Asainlitpa de los r.-.-ilólicus ar-
gén lino».
— 94 -
Discurso del doctor Juan M. Garro en el Congreso Católico de Bue-
nos Aires el 20 de Agosto de 1BB4, sobro el deber que tie-
nen los católicos de combatir la escuela laica.
Ejccelenliifiuio y iieverenditiiiHo Señor:
ÍSAHor Presidentes
Sefiorea:
Dios, principio y fin de todas Iojj cosas, ha eslabtccídci en
su infinila ÍKindad y Kiihidnrfa las leyes que rigen el uni-
verso corpóreo y la.s que gobiernan el mundo moral, habien-
do üabídu eouiliiuar y poner en uniioiiiosu movimiento, según
]a frase de un brillante espíritu de la escuela liberal, a»i
los ¡iiíenles libres coiiio las moh'Tiila!^ ínerles.
Quiere esto deeir (¡uií la acción <lc lit !*rtívidencia rcsplan-
riece iticesantemetite en la naluralezu y eu la sociedad, y
que desde el ¿tomo al lionibre todo se mueve y desenvuel-
ve dentro del plan divino.
DioH, el hnmbie y la sociedad: he abí los eslabones do
una cadena que en vano se intentaría romper. La criatura
racional no ha venido al mundo sino por obra del Supremo
Hacedor, y su misión en la tierra le impone ineUidibleinen-
ie la conüervar.ión de su s6r y el comercio ron sus semo-
jantes. De aquí los deberé» para con Dios, para consigo
mismo y |>aia con la sociedad, norma suprema de las accio-
nes humanas y en la que deseansa toda la economía del
orden moraJ.
K1 hombre ha sido dotado de las facultades uc<:eííaria&
para el cumplimiento de su destino, cuyo objetivo es la po-
sesión del bien; pero e.sas farultades, testimonio elocuente
de la muniticencia divina, no son sínó gérmenes de fuerza
y de poder depositados en su naturaleza. de|)endiendo su
fecundidad y desarrollo del uso que de ellos haga en su pe-
regrinación por el mundo.
Todos los seres de nuestra esjiecie traen, pues, & la vida
un precioso caudal de facultades inteleeluales y morales, y
sin embargo, los hay sabios é ignorantes, probos y viciosos.
felices y desgraciados, en el mismo tiempo, en el mismo lu-
gar y en iguales condiciones de existencia, nada más que
porque los unos cultivaron empef\o.snmente tan valiosos
— 95 —
y los oTO^Íi'járonlop siempre esl^iilet; y ulviüados.
« De Inilos liis lioiritiri'K que ünconlramns, ha dicho Locke ü
e«ie respecto, du^tc entre á'wi snn !o que 8on. es decir,
buenos ó malos, úlilus ú no, por su {•dutiación *.
Y como el deslino de las sociedades no esi ni inu'di- ser
olro que el de l(»s indúidiios que \íiü constituyen «bederieii-
tjo al imperio de la ley natural, resulta que la Hucrte de las
prímems depende en gmn parte ríe In educación de los se-
^nndoí!. y se comprende por (*sto eui\uta es la ímportanrin
qae ella tiefte bajo todas las formas de gobierno.
Eü permilidit utirmar entonces que el grado de ilustración
de un pueblo marca con sejinridad el lupir que nrupa en
U esicata del progi-e^o. por cuanto la altura de su nivel in-
telceliuü y moral decide de su capacidad |Mim el bien, en
la mcdidü que al esfuerzo humano le es dado realizarlo.
Acaso pueden citarse en contrarío hechos aisladott y transi-
torios: pero no se net^ará que una nación es tanto luktí prós-
pera y feliz cuanLo mayor es el desenvolvimiento de las
enrrurlas y aptitudes de sus cindadanoí:.
Cuando s4* habla de la instrucción como de uno de Iok
prínri[uiles agente.s del pro[;reso social, ii^'nesc en vista ujite
todo aquella que toma al hombre en la infancia y le bac«
narer h la vida racional, va riecir, la primaría ó elemental.
que. ináiruyendo y educando ú la vez, amolda el corazón y
la inteligencia, forma el carácter y prepara á las ireneracio
lies para arrostrar con di^rnidad y entereza las responsabi-
lidades de l«i existencia.
Tal ea, ó tal debe ser la misión de la escuela en la socie-
dad, misióti grandiosa y trascendental, no menos que seria,
grave y delicada. «No admite, díce el abate Mí-ric, la sppa-
raeión entre la instrucción, que tiene por objeto la formación
de la inletipeneia y su participación en el conocimiento de
las venlades cientfficas, y la educación, ó la formación tiel
carácter por la inlluencia moral y religiosa. E\ hondjre es uno;
no s(* ptie<le separar la inteligencia y la voluntad, como fa-
eulladi's que perteneciesen á dos seres diferentes; no se debe
Wfiarar tani|)t)C)> la instrucción y la educación, ^"'ormar. un
houibrc, es á la vez instruirle y educarle, es desarrollar no
«olamenle una ó muchas de sus facultades* sino todas las
facultades que ba recibido de I)ir)8>.
Hubo un tiempo venturoso en que el hombre glorifiba.se d«
- 06 -
confesar al Autor del universo en todos los momentos de la
vida, y entonces el niño iniciaba sus coiiociiiiientos balbu-
ciendo el ftanto nombre de Cristo, con que se abría el pri-
mer libro que tocaban sus manos. La escuela fué. pues, re-
ligiosa y cristianu, romo fueron cristianas y religiosas todos
las instituciones llamadas á iiUluir en tos destinos de la hu-
manidad.
Pero el vértigo de la impiedad lia extraviado lastimosa-
mente los espíritus, y unn r.orripute desuladora bace irrup-
ción por el mundo amenazando socavur lo» fundamentos del
orden social. Esa corriente es el moderno liberalismo, que
pu^a por la áet;ularÍzacion del individuo, de la familia y del
Kstado, y que ostenta ya como frutos de su propaganda di-
solvente la escuela atea, el inatrimonin civil, el divorcio y el
cementerio buen.
He ahí, señores, los enemigos que los católicos tenemos el
deber de combatir ea defensa de nuestra fe y de nuestras
creencias, para mantener ineñlutne el depósito de la Iglesia
de Jesucristo, fnente ina^t»tahle de salud y dií vida, y evi-
tar que renazca, despui's de diez y nueve siglos y con ca-
racteres no menos repugnantes, el paganismo en cuyo seno
agttnizaba el mundo antiguo antes de la regeneración evan-
gélica.
No hay por qué disimularlo: ha mucho que el liberalismo
sectario de origen trasatlántico hállase en campaña entre nos-
otros, y la escuela láira, cuya iraplanbición pt'rsígue, no es
siuó uno de tantos medios de realizar sus planes de soculn-
rización de nuestras nacientes sociedades, desterrando de ellas
el principio religioso, guía y sostén de individuos y puehbjs
en lodos los tiempos y bajo todas las latitudes.
Pero como el argentmu es eminentemente católico, & nadie
puede iicultarse que lo que en realidad se busca es la des-
catolización de sus inslilucionos fundamentajps en nombre
de una mentida libertad. Ciegos serán los que así no lo vean,
y más ciegos aún los que no compnmdan la ma^ñtud é ín-
miaencia del peligro que amenaza á la religión nacional, y
en ella al orden, al progreso y á la libertad, que abandonan
á las sociedades que se divorcian de Cristo y reniegan de su
doctrina.
Tnnenios ya ¡a escuela laica, en esta populosa ciudad^
triunfante por los esfuerzos directos de la acción oticial y
— 97
lo nna pieza más del mecaiiisnio administrativo: tendré-
mo^ila mañana en todo el pa(K .^osteni<la por los Poderes
Públicos jr armada con loa recursos de un presupuesto opu-
lenta, que servirá, para alentar la propaganda liberal y ha-
berla mi£ osada y ajícresíva.
El lUiícHioo xnoMirrR la rscubla: peliora la n db ndbs-
TROS HIJOS. Tal decfa el dignísimo Presideute de este Con-
greso y de la Asociación Católica de e.sta ciudad en la Asam-
blea del 3 d:; Julio del año pasado, dando la voz de alarma
ante el giro que tomaba en el Parlamento la cuestión esco-
lar. Y bien; el enemigo está ya en posesión de la enseñanza
primaria en nombre de la ley que entonces no era más que
Faina amenaza, es itecir, tenemos el caballo griego en los do-
minio» de nuestras creencias religiosas. La lucha es, pues,
|inevitable é imperioso el deber de los católicos de prepararse
^on tieizipo para ella, cada cuál según su capacidad y sus
lYuerzas.
¿Necesito recordar cuáles han sido los frutos de la escuela
leutrj donde quiera que ha llegado á e.x¡sl¡r? ¿Hay necesi-
l'dad lie mencionar loa males que jjroduiMría entre nosotros »;{
por desgracia llegara á radicarse como una institución nació-
nalf Aun juzgándola con espíritu benévolo, lo menos que
de tal escuela puede decirse es que coloca á la iufanria en la
pendiente del indiferentismo y de la ímpiedail, negándole las
nociones religiosas que deben informar la existencia del liom-
br** desde la runa hasta la tumba. La impiedad y el indífe-
rputisnio son. empero, el naufragio de toda creencia en et
«rden sobrenatural, y de aquí que la escuela sin Dios, sin
mligióti y sin fe. uo sea otra cosa en el fondo que escuela
mira fhos, contra la religión y contra la fe, como se ha pro-
|J>adu Iiasta la evidencia por entendimientos sui>eriore8.
Esa escuela, ain emlíargo. es la que se nos lut traliln como
uia buena nueva en nombre de la libertad y del progreso;
*tia escuela es la que ya ha empezado á costear el pueblo
la República, no obstante profesar el catolicismo en su
íniAcnsa mayoría; esa escuela, eu fin. es el molde en que se
►relendp formar Iíl*; gi»neraciunes que han de sucederse en
d agitado palenque de la labor social. Y los hipócritas corí-
\íeo9 de tan auda?. intento vienen repitiendo sin cewirá la fax
la N'aciún: • tranquilizaos: no queremos ni buwamns cues-
tiones religiosas». (AplaunM).
OurniMs JkBoavm* — r«Ma fV. 7
— 98
Felizinentí", pI tiHtinto fie conservación no se hii dpjudo-
prender vn las redes del secUrismo falaz, y no ha habido
proíeslas que basten para evitar que uni intenso y universal
sai-uiliniietito conmueva las libras de) esj>fritu religioso, de un
ítiiibito ii otro del Inrrilorio, dtwde el muiiiento en que el
Conpreso Hn-ra testigo, el aflo anlcrior, de los nieninrahk-s-
debates sobre la ley escolar. Es que el liberalismo anticrie-
iiann. (pie inliriona la^; sociedades europeiis, levnnlú en elK>S'
erfíuiíla la cabeza al amparo ó por órganos caractoi izados del
Poder Nacional, descubriendo claramente (jut es lo que nuiere
y adonde va.
l)ai"se cuenta ilel pelíf?ro y Icner la voluntad de conjurarlo,
es muclio sin duda; pero hay que pastjir del ilcsiiínio al liecUo.
del propósito á la acción, si han de fundarse esperanzas eu uu
triunfo completo y definitiva. ¿Qué hacer, erdonces. en pre-
sencia de la enseñanza laica, que puede extenderse h toda la
Kcpriblica líajo el alto patrorinio ile la auluridud Jiacionalf
jtCuál debe ser la conducta de los católicos ar^.'entinos en tan
crílicíi emergencia?
Nos lo enseña el ejemplo de las naciones del viejo coutí-
nente donde el catolicismo sostiene desde tiempo atrás la
misma lucha (i que se ve arrastrado entre noBoiros: nos la
enseña, sobre lodo, el ejemplo de los católicos belgras, cuya
acetidrada fe é inquebrantable perseverancia acabün de ser
premiadas con espléndido y decisivo triunfo en la arena elec-
toral. Si, señores; hay que cnnibiitír. nomo ellos han comlMi-
tido, para triunfar, como ellos han triunfado. (Apkutnos).
Atacar sín Irejtua y sin descanso la escuela alea y mullípU-
car las escuelas católicas: tales han sido los medios emptea-
ilos por nuestros hennunos de Bíl(f¡ca para preservar A la
jnveidud de la irrelitíiosldad y del excepLicisiiio. Es, pues,
necesario eclmr mano de la propaganda para desautorizar
entre nosotros dicha escuela, mostrando cómo ella envuelve
un ataque directo, aunque encubierto. & la relijrión y A la
moral, y e.oudnee fatalmetde al de.screimienfo y k la impiedad.
que materializan el espíritu, horran las nociones del deber,
anona<Iait los caracteres, ciegan l:is fuentes ríe] p:(tr¡otismt>
y acaban por hundir á los pueblos en terribles calamidadcit^.
DAbese inculcar muy especialmente que esa escuela funes-
ta que se empeña en desterrar ú Oíos de la ensefianza, hiere
á la sociedad en su parte in/is delicada, divorciando la intcli-
— 99 -
penHa vH porar.ón ilt? la jtivpiilucl del aenlimieiito rfUpoeo,
que os neceKiiriii ínr-ulriir en la i'dml infaiilit parn que i)Iip<1ií
honüani<>iile ioipreso en n\ fondo dol alma y pinada ¡luminar
los senderos de la e}tisti*ncia en lodo Uenipo, en lodo luf?ar y
en U»Vi\s circnfisUiiipias.
I.^ pnj|ia^aiidii i'i>iilra la OHcucIn neutra incumbe á todos
U»s católicos, desdo que se trata de deíE>n<ler v\ cntutin dep<^-
Rilo de MIS creencias venerandas; pero ningunu voz mfts an-
lorizada podría levantarse eonlra olla que la de jqueiiub que
recibieron dül Divino Maestro, en la persona de los Apósto-
les, la mÍKÍ6n de enseñar h las ^ides la verdad evungélioa,
r la de los Ministros del Altar ¡nstítnfiloi; pura cuidar de la
salud efipiritu.'d de los fieles.
SoD, pues, el Episcopado y el Clero, con su nreenario y
letrítimu aseeiidieale sobre el pueblo cristiano, las fuerzas que
más efiejizmente lian de eoiitrihuír & que Irtunfe enlre nos-
otros la escuela con Dios úb la escuela sin Dios. la ense-
fioiiza religiosa de la enseñanza alea, teniendo como auxiliare»
y coopernflnres á la prensa y I:is Asociaciones CatAliraí). ft laR
que ejs deber de lodos proteger y difundir.
Pruébalo el ejenqdo de la BíJt^ica, que antes se ba recor-
dado, y pruébalo también la actitud del Prelado y Clero de
í'' ' 'i en el reciente doloroso conflicto que vosotros cono-
II ■ ''la (irnieza incontrastiible de uno y otro liase visto
que<lar impotentes las iras del Poder y despoblarse las es-
cuelas normales di* niinetla ciiidail y de la Kioja, no obstante
los esfuerzos desesperados de la solteranía c<niderorada y la
eaojuracióii sal/inica de la pi-ensa liberal. (Aiitaunnti}.
La socicda<| argentina atesora en su seno, viva y palpitante,
la religión católica qne hereilara de sns mayores, mal que les
peí*c á los que lian cometido la insensata tarea de paganizaría;
y no ha de caer en el vacío, como ellos se imaginan, la pala-
hni de loa conductores del pueblo de Dios cuando adviertan
á los Mcles el p^lifíro que atruarda á la infancia en las escue-
las laicas y declaren no ser llcilo hacerla concurrir it ella
li;ijo nitigi'iii pretexto. Lo tiaii probado los calólieos de CAr-
dobu y bi Itai) de probar los de toda la Mepúblíca si el euüu
I se presenta. t;\tuy bien'/
Pueden nuestros pueblos resignarse basta la buiriíllación y
el ttarrificio bi)jo el pesti de graniles dolores; pueden consen-
tir, sin estallar terribles y vengadores, que se lea arrebato una
100
á una \as garantías constitucionales que son el Palladium de
sus libertades potfticas y civiles; pueden contemplar ímpasi-
bles, en momentos de eclipse de su virilidad tradicional, qae
loíi gobernantes que presiden sus destinos decidan de ellos con
la punta de la espada: todo ettlo pueden tolerar y lian tolera-
do durante su corta pero borrascosa existencia. Hay algo,
empero, en que no lian de consentii-: hay algo que lian de
defender hasta e] heroísmo; hay algo que no se han de dejar
arrebatar impunemente y por lo que han de arrostrar el mar-
tirio si net^esarío fuese, y (íse algo, señores, bien lo sabéis, es
su fe y su religión, único bion que aún les queda en medio
de tantos males y desaKli-es, y única esperanza también de
regeneración social y política en esta época aciaga en que
todo vacila y se conmueve anunciando universal cataclismo.
(AplauHOti).
Lo voz del Episcopado, lo repetimos, se ha de imponer en
la conciencia de los católicos, sin que sean parte á evitarlo
ni los halagos. n¡ las amoiazas, ni la fuerza misma, vengan
ellos de donde viniesen. Vaciará el Gobierno las arcas fisca-
les en la fundación y sostenimiento de escuelas neutras, pero
los padres se guardarán bien de mandar á ellas sus hijos y
serán siempre planta exótica una vez fulminada por la auto-
ridad eclesiástica en nombre de la fe. de la religión y de U
moral.
Hase contado acaso con el descreiniientn popular al em-
prenderse entre nosotros la campaúa liberal, de (jue es bfja
la escuela que nos ocupa; y sin embargo, en esta misma ciu-
dad, centro y foco de la propaganda irreligiosa enseñoreada
de casi toda su prensa, el sentimiento católica ha manifes-
tádose tan enérgico, tan decidido y tan poderoso como no
hay ejemplo en nuestros fastos históricos. Y si ello sucedía
nn afto ha. cuando apenas se iniciaba desde las alturas del
Poder el plan de persecución contra la Iglesia, ¿cuánto no
puede esperarse del celo y abnegación de los católicos de
toda la República después del triunfo oficial de la ensoñao'
za alea y de los deplorables sucesos de la diócesis de Cór-
dobaf
El pafs sabe bien que se halla al frente de una grave cuu«-
tión religiosa, por más que digan lo contrario los que qui-
sieran adormecerle en engañosa confianza, y sabrá colocarse
á la altura de las circunstancias guiado pnr sus directores
101
espirituales. Hoy es la escuela láiea y la destitución y enjui-
ciaraienlo de loij Prelados; mañana serk el malrimonio civil,
ea itef^iida el dixorcío. (ieí<pués lu ¡«ecuiariKarióii de los ce-
meoteríos, y en rillímo término la separación completa de la
Iglesia y del Estado hajo la fóruiula revolucíúiiaria de Ca-
vour es decir. la paganlzariáu de la sociedad. El pro^rrama
no es fantástico: acaba de ser formulado por un alio funcio-
nario público en un documento de carácter olicial ilestinado
i ser el credo del liberalismo argentino.
Nafta importa, en verdad, que los enemigos del calolicísroo
disponen momenlíineamente del Tesoro Nacional y de los de-
más reíj^ortes del Poder, si él líeae de su parle la fnerza-
perriurahle de sus do||t:nias, la santidad de su doctrina, la
firmeza de sus pastoiTíí y la abnegación de sus adeptos.
Nada que se coujur*Mi contra la Iglesia de Jesucristo todas
las postestades de la tierra, si su divino fundador ba pro-
metido su asistencia liasla la consumación de los sífrlos.
Pero romo el mundo ha sido entregado á las disputas de
los hombres y la vida rs milicia, es decir, luclia incesante
entre el espíritu del bien y el del mal, los sucesores de los
Apóstoles debían recibir y recibieron la doble misión de
combatir el error y prcriicar la venlad, para de este modo
conducir A las naciones (lor las sendas de la virtud y de
ia eterna felicidad. La palabra de los Prelados es la palabra
de la Iglesia, cuya enseñanza es infalible, y por e^o debemos
tonitar en que bastará (|ut; el Lpi^^i-opado eondenede un modo
solemne la escuela láicafpara verla desaparecer irremisible-
mente de entre nosotros.
Mas como el peligro es común, como tal escuela conspira
contra la religión de la gran mayoría de los argentinos, la
acción del Hpisco|)ado ganaría en eficacia siendo concertada
y simultánea. Y á esa uniformidad y concierto podría lle-
garse ya por medio de los Concilios Provinciales, de que
ofrece tantos ejemplos la historia de la Iglesia, ya por me-
dio de las pastorales colectivas, de que echaran mano nO
tía mucbn los obispos belgas, precisamente para contener
el torrente ile impiedad que veían venir en pos de la es-
cuela atea, imptie-sta por el liberalismo anticalólico. dueño
absoluto del Poder basta su caída reciente.
No Itay ni puede haber guía más secura i|U(í la voz de
los Prelados en situaciones de peligro para la fe y de con-
— 105
ftícU) para las conciencias. FCIla es siempre de graiidi>! ím~
púrtancia en casos generales, y se hace índispensnble tra-
tándose de pueblos como los nuestros, KÍnceruiiKMUf^ creyentes
5* sumisos á In autoridad de la Iglesia, pertt itíimraiiles ó poto
ilustrados respecto do sus deberes reti},Mosos.
El celo de nuestros doctos y virtuosos pastores tiene en
la espuela láira, y fie seguro (jue sabrá aprovecharla cuando
8u alia prudencia crea llc^:a<lo el momento, propicia opor-
tunidad para anatematizar los errores modernos que el es-
pfrítu de secta comienza ü difundir entre nosotros, y para
aleccionar á los líeles acerca de los tiu'dios de sustraerse h
su total contagio.
Conculcadas sus libertailes políticas y civil*!s, vcse la Na-
ción en inminente riesgo de que le sea arrebatada la liber-
tad ixilígiosa. que escuila la inviolabilidad de la cnnriencia,
siendo triste presagio de alio la abierta persecución contra
la Igleijia, sus instituciones y sus Ministros, íi que uides se
ha hecho referencia, promovida y alentada por el línbieriiu
en nombre <lel liberalismo irreligioso y como su Jefe reco-
nocido.
¿Cómo desconocer entonces que atravesamos una épocA
de prueba, es decir, tic resistcnria y de lucha, y que se
deben poner en práctica todos aquellos medios que de una
manera ii oira puedan contribuir al triunfo de la causa
católira, uuti aquellos que en eircunstíincias Normales len-
dríanse acaso por extremos ó poco prudentes f
Se atribuye al actual rlígnísimo obispo de Córdoba esta
frase que quiero dejar estampada, porque á mi juici(t ella se
halla al presente eji los labios del episcopado y del Clero, y
habrá de ser la palabra de orden que deba darse á los ca-
tólicos de la República: hemos tmtado dormidoa y mmenesler
despertar, lleruos dormido, si. en brazos de la cotdianza y
de la seguridad sin sos[>ccliar. ni reniolaniente si<)uíera, que
alguien entre nosotros pudiese abrigar el designio de ma-
quinar sis Lema ticamente la tuina del catolicismo, y mucho
menos que esas maquinaciones partiesen de los mismos quo
le deben fomento y protección en cumplimiento de man-
datos constitucionales que han jurado obedecer y hacer res-
petar.
Hechos bien dolorosos y signillcativos han venido á de-
mostrar, sin embargo, cuan vana era aquella confianza, y di*
«
^«(lul la conriccióu de los Prelados de que boy más ijuc nuncNi
deben predicar al pueblo crisliaiio la buena doctrina y re-
pclirlc iuce«anlemeale la a<lvertencia del Apóstol: /n fide
jUnhUtta.
No UasU. empero, condenar la escacln l&ica. neutra ó
atea, que todn 4^^ la misiiiu, en nombre de la fp, de la re-
Ií^4n y lie la moral: necp;íap¡o es, RdemAs. levantar al fren-
te de etln la escuela calóUca. donde la infancia reciba en-
señanza cristiana que fortnp para la virtud su inlelii^ncia
T su corazón y le poiipn e'i condiciones do llenar di^a-
nienlt* los iIcImtiíh dt-l liuinlire eti sfieieidad.
Compréndese desde luego que es buen medio de comba-
tir un mil iMiaUíuiíM-a el de oponerle el bien antagúníco, ya
'' 'rale de combinaciones ideales ó de hechos pnlclícos. de
L.IS ó de realidades, Ks por e^o <|ue, contra la eitcuela
laica, conviene suscitar l:i escuela relígia'ía, que debe multi-
i ' lanío ctiatilü atjnella se oxtípnda y difunda.
1. ..^:a kUt ai|UÍ que á la pmpa^nda contra la enseñan-
za alea y en favor de la católica habrá de seguir entre
no^otnts la creación de escuelas cristianas, empleando para
f" ■ lirio toda nuestra voluntad y todos nuestron esfuer-
/ • es, no sólo conveniente, sino tandúén necetiario, pop
<:uanlo la educación primaria en la Kcpública es completa-
lenLv uficial, lo que vale decir (pie »q halla en manos del
tbienio, que iiersitrue con ahinco divorciarla fie la religión;
4le modo que el deber de destruir implica á la voz el de
edificar para que la uifiez no quede privada de la ínstruc-
r.ión que la priincrn edad ha mencsler.
Hay quf convenir. |H>r lo lanío, en que el e«lablceimion-
tu lie eücuclaü popularen católicas y la protección h las
»KÍKlente9. son medidas de que no es posible prescindir si
la de combatirse con í'-xílo ta enseñanza írreliifiosa, y si se
quiere ahogar el mal en su cuua antes que asuma mayores
proporciones.
¿Cómo conscy^uirlo con la prontitud y en la extensión
que las circunstancias reclaman'^ El problema es difícil, puru
no insoluble para un pueblo que ama sinceramente mis
creencia» y no economiza sacrificios cuando de defenderlas
NC trata.
Será forzoso apelar á la cooperación de íodoa tos fieles,
ÜusLnirlus sobre tan vital asunto por la palabra augusta de
Í04 -
los Obispos, quienes, al tnismo tiempo que los exhorten &
preservar la juventud del veneno de la enseñanza l&ica, no-
dejarán de hacer un llamamiento á su piedad y filantropía^
incitando su celo A. lu fundación de escuelas, donde aquélla
pueda educarse cristianamente.
Preparada ta opinión de los católicos por el EpiNropado-
y el Clero co]i el auxilio de la prensa reli^fiosa, habriase
andado la mitad del camino y lo demás vendría de suyo
no siendo ya Kinó obra de voluntad y perseverancia, que'
podrían acometer las Asociaciones Católicas, al presente nu-
meroKus y (jue tienden á aumentarle cuda día.
Convendría, pues, que dichas Sociedades empezaran por
incluir entre sus fines principales el establecimiento de es-
cuelas católicas y la prolección á las existentes. Kn seguida
proveerían á ta creación de un fondo exclusivamente desti-
nado á este objeto bajo la denotnlnación, por ejemplo, de
óbolo de ta» escuelait caWlíCfls, para el cual ahrlríanse sus-
cripciones permanentes en las ciudades y en las campañas,
buscando en éstas la cooperación de loa Párrocos, quienes
podrían encarfiarKe de recibir las colectas de sus feligreses.
Las adminislraciones y agencias de los diarios y periódicos-
católicos, con cuya propaganda babrá de contarse, serían
también punios adecuados de suscripeióa al fondo escolar
de que se trata.
Allegados los recursos necesarios, los mismos centros ca-
tólicos, de acuerdo con la autoridad eclesiástica, pondrían
mauo á la fundación de dichas escuelas en los lugares más
apropiados y en la forma más práctica y conveniente, so-
metiendo su régimen y disciplina á una reíjlainentación
uniforme y arbitrando los medios conducentes á su estabi-
lidad y progreso.
Aunque no es <Iado, en trabajos de esla Imlole, el des-
cender á detalles minuciosos, no (juiero dejar de manifes-
tar que, en mi concepto, la escuela católica debiera levan-
tarf-e en las campanas: siendo ello posible, al lado de la
parroquia, y i>onerse bajo la vigilancia del Párroco, sin
perjuicio de nombrarse para el mismo objeto comisiones ve-
cinales. La cnsefianza cristiana es hija de la Iglesia, y Ift
Iglesia debe vetar incesantemente por ella.
Hase dicho, y la ex[>erieucia lo comprueba, que la escue-
la es el maestro. Sábese, empero, que la enseñanza y muy
105 —
tímente la primaria, es todo un apostolado que exige
■biMigación y sacrificio, y de aquí la dificultad de hallar
buoun inaeslrus en esta ^fK>ca de frío nierruntilisiuo en
que ikltan los apóstoles y sohraii los especuladores.
DespuÉH tte la cuestión de los recursos, la más sena 6
importante es HÍn dudu alguna la relativa ú Iuh maestros
<|ue han de diri,7ir las escuelas católicas <le la República.
Kn el interés de no retardar su instalación, será Forzoso va-
lerse de lo que se pueda encontrar en el país; pero la» con-
veuiencia>i actMisejan busciLrln fuera de t>l, para en adelante,
entre tantas asociaciones religiosas consagradas por su ins-
tituto á la ardua y humanitaria tarea de redimir á la niflez
de la ignorancia.
Al hablar de tales con^'regaciones es iiU|>osible dejar de
recordar k los Hi'rutatuut de las ICMCitela^ CrÍMtUituits, esos
heroicos protectores de la infancia, cuj-a faraa es ya univer-
sal y á los cuales debe el catolicismo incalculables beueü-
cios.
Hacerlas venir k la Hepública en número conisiderabie y
entregarles la dirección de las escuelas católicas sería qui-
ik resolver detlnitivaniente el problema de bu radicación,
estabilidad y prn^reso.
8i el pueblo ama y se apasiona de la institución de las
eseoelas cristianas, la existencia de éstas puede considerarse
asegurada, pues no faltaran recursos que las costeen ni
'buenos maestros que las dirijan. V ello sucederá indefecti-
bleincnte des*lc el momento en que los resultados pongan
de manifiesto su inlluencia benéfica en la formación de la
juventud. pon|ue el bien tiene el poder de captarse las vo-
luntades y enardecer los sentimientos, máxime en las ciuda-
des piadosas.
El com-urso de las órdenes rclipiosas serla también de
gran importancia para la propugarión de las escuelas «^tó-
iicui. no sólo ponjue desde luego y sin dificultad pudrían
fundar un buen número de ellas, sínó también poripie el
ejemplo seria editicanle é influiría poderosamente en el res-
to de los Heles, que se apresurarían & seguirlo en la medi-
da de su cui»acidad respectivo.
Justo es rwordar en esta ocasión <|ue. tanto en lo c|ue es
hoy la Jlepúbtica Argentina conm en toda la América espa-
flolo. la escuela nació en los Convenios de las órdenes re-
- 106 -
guiares que propagaron el Evangelio en c) mundo de Colón.
Y no si^lo fut! esto asf, .sino que iltirantc el colonice y ituii
en los ptitinTos unos de la revolución, la t\\(\o7. nn litvu
oíros iiiz^litulorcs que los iiilembruti de esas Comunidades,
que han «ido p1 verdadero civilizador de eslas rfí^ione>i en
nombre de la Cruz y como apóstoles del cristiauisrao.
Acaso más de «no de los Honorables Representante*; df
este Con(?reso eonííerve grata memoria de la escuela eon-
ventuaj en que viera deslizarse sus primeros aflos, y lleva
esculpido en el eorazóri el numbre del ¡Mitre «jue puso l.i
cartilla en sus manos, no la de estos Liempos de liberalismo
devíLslíiüur. sino aquella del CrMo, del a, b, c, de santo» é
inefables recuerdos. (AptaiwM).
Señores: npnnííanms la mnralln inconmovible ilc la fe ú
esa escuela advenediza que intenta suplantar la escuela
cristiana denuefitros nutyores, y babremos salvado la religión
del Hombre. Dios y con ella el porvenir de la Patria. fiVc-
loiujadoK y rfípetidoM apiausois).
Discurso del doctor. Canónigo Martin Pinero, en el Congreso Católica,
el día 22 de Agosto de 1884. sobre el óbolo de San Pedro.
Huttfi'Mitio y Hecerendfitinto Señor:
Señor í*i'eifklntile:
Os ponlieso (pie me lia costado resolverme á aceptar el
honor de dirijfiros la palabra. Mi iiisnliciencia. niestra re«-
)}etabiltdad y los pocos días que se me acordaron me hacían
temer y mucbo. Pero teniendo en vista vuestra benevolen-
cia, por lo mismo que sois ilustrados, y recordando que
todas las cosas grandes son liumíbles en sus deUilies. me
be reanimado.
Kn efecto, señores, la naturaleza toda no arrebata nues-
tra admiración con su espléndido panorama, sino por la
sublime armonía en el conjuuto de seres al parecer despre-
ciables coa los á todas luces grandiosos, Ni el genio de
Miguel Ángel se inmortalizara en sus imperecederos monu-
mentos, sino por la combinación inspirada y cicutíti<^i del pc-
queflo grano de arena con el gigantesco trozo del mármol, del
- 107 -
tosco liícrm con la bruñida plata, del oImícui-u bronce con
el oro deslumbrante.
El monil, suiílufíslsimo edificio de In .ÍRambtexi df. fVitó-
/í«Mí Argentinon, levantado por la fe de nnesilros correlÍKÍn-
naríos en CrÍHlo, se forma de estos variados elementos. Cada
uno de nosotros debe contribuir para su eoroiiaeión Begi'in
«UH facullades. Yo, señores, doy todo lo que tengo, doy tan
s<iIo mi pobre grano de nrenri. Otros presenlarán las pre-
rioi^as picdra.s los bellos adornos y las cl&sicas formas.
La niateria (jue se me ha di'sitnwidn, es la nona de las doce
proposiciones consignadas en ''I artfi-ulo ^i de) Ke^^lamentu.
Debo. pues, demostrar la «ecexK/nrf de urbanizar de mm mwto
r*tabU eí Obtilo d» Sa» Bedro.
Con el nhjolo de abordar este importante asunto, de es-
pecial actualidad para los eatrtliros, voy & probar esta tiece-
fidnd, 1*. por lo que es el (}&oív en 8f mismo, ó en su origen;
5'. por lo qur es en relación al Papa: 3*. por lo que es en
relación al catolicismo en general. Y, para ser práctico, ter-
minara presentando la numera de oi-ganizai' el óbolo enlrr
nosotros, y demostrando, además de la lu'eesidnd lo orga-
nizar el óbolo material, la de liacct* lo mismo con el que
yo llarno moral y ipii' brevemente e.-íplíearé.
Nuestro universal í'adre, señores, se encuentra persegui-
do, insultado, calumniado, prisionero, despojado por após-
talas bijos; y hhs que le somos (ieics. ¿seremos indifereules (i
sus trabajos y martirios^ ¿No le ayudaremos en su infurtu-
nio? ¿Xo le acompañaremos en su dolor acerbo? ¡Sí, Ingri-
mas del filial afecto, salid de nuestras almas doloridas, y mez-
e4aos con esas bondas y Ili-vail nncslrí» siMitimental n-t-uerdo
al idolatrado Padre!
Es necesario, digo, organizar el ótiolo de San Pndro por
Jo que es el óbolo en sí mismo, ó en su orípeí:. ;.Qu6 es,
íes, Mte óbolo, señores? Examinémoslo á la luz de la liis-
loría. Teniendo él su origen en la primitiva Inglaterra cris-
liana, se bace necesario remontarnos hasta esos apartados
tiempos, líilen^o vnrstra atención.
Los britAnicos, llamados boy ingleses, dicen los antiquí-
simos lüícrítores Polidoro, Virgilio y de Gilda, que fueron
convertidos A la fe de Cristo por José de .Arimatea. Después
fueron contirntadns en ella por el Papa ICleuterio. doceno
Pontífice, según unos y catorceno, según otros, después de
108
San PedrOf quien envió á Inglaterra á Fugacio y Damíano,
los cuales bautizaron al Rey Lucio y á )|^an parle de un»
vasallos; tle suerte que, según Tertuliano, escritor próximo
á aquellos tiempou, lo que no pudieron hacer los rumano*
con las armas, lo consiguieron los misioneros con la cruz
y la palabra evangélica, reduciendo á la civilización por la
fe cristiana á un sin número de bretones. Mae, después de
esto, sucedió que los anglos y sajonf-N^ pueblos de Alemania,
vencieron á los bretones y los arrojaron á lo más remoto de
la Isla, apoderándose del reino. Y como los vencedores fueron
paganos, los vencidos volvieron á ser infieles, hasta que San
Gregorio Papa les envió á Agustín, á Mileto y & otros monjes
de la orden de San Benito, que los convirtieron de nuevo
al critütiunismo, y bautizaron á Klelberto. Rey de Cantío.
Desde esta foclui, sernres, basta el año 3.5 del reinado
del sensual y apóstata Enrique VIII en lóSi, por espacio
de casi mil aílos no hubo en Inglaterra ol:a religión que
la católica, apostólica, romana, con lanto amor y ndhe-sión
á la Santa Sede que, desde el muy poderoso íiey Ina. fun-
dador de la Iglesia VVelense y del insigne monasterio de
Glasconia hasta los desdichados tiempos del incestuoso En-
rí<iue, que son más de ochocientos aHos, c-ada casa de In-
glaterra, como dice el autor citado, Polídoro, y confirmado
por el sabio jesuita Rivadeneira. el discípulo querido de San
Ignacio de Loyola. ilaba al Fontíru-t; Romano una moneda
de plata, como oblación voluntaria, á honra de] glorioso
Príncipe de los Apóstoles, San Pedro, para testificar la de-
voción particular que todo el reino de Inglaterra profei<aba
á la Sede Apostólica, llamándose por esto las monedas que
se ofrecían, los dineros de San Pedro.
He aquí, seAores, el origen del óbolo que nos o<nipn, he
aquí la remotisinia antigQedad que lo autoriza, he a(|uf el
principio santo que lo fundara: la fe y el amor, ht fe en la
Iglesia Católica y el amor al Soberano Pojttffíce, en testimo-
nio del amor á Jesucristo y de veneración á su Vicario so-
bre la tierra.
He aquí también el principio que lo destruyera en el sue-
lo que naciera la sensualidad más repugnante, el incesto
más nefando y criminal (1) y la apostasla más escandalosa.
tD Ani Bolr-rift vra bija del oiísido Etiriqav,
- 109 —
Por esto, señores, ¿quiénes »on los que combaten este
santo óbolo, esle santo lestimonio de amor al Soberano Pon-
lífíceí ¿Quiénes son los que á su desprestigio con tribuyen? ¿Quifr-
uesT Los católicos de nombre, los esclavos del César, los que
desconocen á Dios, los que participan de las ideas del cruel
Uraoo, del impúdico monarca, del cfníco apóstata, del rene-
gado de la fe de sus mayores.
¿Y quiénes son los que lo sostienen, los que lo propagan,
lo» que lo recomiendan, los que lo encomian? Son Uta liijos
fieles, los católicos fervientes, loa que se ^lurían de presen-
tarse á la faz del mundo con la frente ei^ida, confesando &
la Iglesia de Jesucristo como la Ñníca arca de salvación
eterna, y á su Pontífice como al Soberano espiritual de to-
dos los fieles, de todas los reyes, de todas las repi'ihlícas,
de todos los gobiernos, bajo cualquier forma que puedan
idealizarse.
Hemos considerado, sefíores, el óbolo de San Pedro bajo
el punto de vista de lo que él es en si mismo ó en su origen.
Ahora bien: ¿ijué es el óbolo con relación al Papat Para esto
es necesario recordar lo que es el Papa.
El Papa e» el sucesor de San Pedro, cual desde la escue-
la lo hemos aprendido, y como tal, es en la tierra el repre-
sentante y Vicario de Jesucristo, es decir, que mientras Je-
sucristo, el divino fundador de ta l^leniu ctuiluiúa la vida
de su eternidad cu el Cielo, el Papa tiene su lu!i:ar en la
tierra para r(>}nr visiblemente A la divina esposa, seKÍin sus
inefables disposiciones. Y como Je^sucrislo es Padre y Pon-
tifice, sci^'m la» Santas Escrituras, su Representante es tam-
bién Padre y Pontífice. Como Padre distribuye k nuestras
almas la vida espiritual, nos sostiene en las lucha.s y en las
guerras que sin cesur nos bucen los enemigos del espíritu.
que en torno ^nuestro rugen para perdernos eternamente,
presentándose bajo diferentes formas, ya como legisla" lo res,
ya como (roblemos, >'a como doctores, no de otro modo
que Sal&n presentóse bajo la forma de serpiente para perder
á los padres del linaje humano.
Por esto, señores, como sapíetitísímo é infalible Padre
universal, no deja de ilirí^r continuamente á sus hijos sus
SHcéeOeoM, sus luminos.!!; cartas llenas de celestial doctrina,
& tin de precavernos contra el error y de darnos el grito de alar-
ma contra tas huestes del abismo, apenas aparece el peligro.
lio
Comu Honlfllce Soberano, ól resume en su peisonu uu{fU9-
ta lodos los poderes del Sacerdocio: como tal, lodu poder
Bol)re Ijis rosas santa» de la religión, vieuti de él; de él ema-
na toda antoridad, toda jurisdicci^ni en la l^desia; conio
taJ, él es el docloi' e<:uNiénícu del niuntlo, el Juez ualo de
las ilirereiicias y [>.aii trove rslaH en materia de fe, de moral
y de disciplina; como Lal. á él pertenece dclinír los dog-
mas de 1(»K fiotus, y en su decisión reposa t.i última expre-
sión de la infidibilidad que JesucrisLii hu prometido á su
Ijílesia.
Al lado de la paternidad y del sacerdocio supremo, se-
ñores, hay en .lesucrislo un tercer tributo: el de In difíid-
dnd roal, como ungido del Elerno; atributo que constituye
uno do los In'enes propios de su soberanía ilivina, cofiin
Hijo íhd Padre sin principio, universal Seflor y dueHo abso-
luto de cuanto existe; soberarn'a espiritual, que después, por
disposición especial de la Provídeacia, vino á s^r aun leui-
poral en sus Vicarios para su compleía independencia de los
gobiernos de ta tierra en el ejercicio de su dominio sobre la»
almas. Y be aquí ¡)or qué los Príncipes crisÜanus, obíulecien-
do í uno de esos impulsos misteriosos por los cuales Dios,
cuando le place, mueve sus voluntades íí los scñorCH dol
uiundo, lian depositado en las manos do los Tapas el cetro
déla soberanía temporal. Sí, el Fagia es Rey.
•El Papa, dice el célebre Faber, el grande y místico teó-
lofro de la católica Inglaterra coutemporánea, el Papa, como
Vicario de Jesucristo sobre la tierra, goza entre los monar-
cas del mundo de todos los derechos y de toda la preemi-
neucia .soberana de la sania humanidad de Jesíis. Ninguna
corona puede estar sobre la suya: de derecho divino éL no
puede ser subdito de nadie. Toda tentativa para subordi-
narlo es una violencia y una persecución. Él es rey en vir-
tud misma de sn mismo ministerio, porque él es de todos
los reyes el niíis aproximado al Rey de los reyes».
)He aquí, señores, las relaciones de los católicos con el So-
berano Pontíficct Bien, pues; ;,y de estas relaciones no sui^*n
deberes? ¿No es deber sagrado de los hijos sostener A los
padres en su infortunio? ¿No es este igual deber n*spneto
de loH fieles para con sus Pontífices? ¿No es obligación santa
mirar los súbililos por el sostenimiento desús soberanos?
Esto es, pues, seDorcs, lo que implica el óbolo de San Pe^
III
fin», rl án»1o iim(crial respin-lo lit* su tísico soslí-n. A mi
lUMÜo lie ver, «Jebe existir otro oliólo, que yu Ilitino iMora',
|mr euaiilo se relien* al sosLeii lamlii^n tnonil lit* la autori-
<lnJ tie los SobcrniiOH Ponlitíces y de la di{<nidatt de la Ijíle-
«ia. Esl»» óIhiIo ilñhenios prespiilar á nuestro roint'in Padre,
(Viiiibaliendo iiMiraliiieiilc á sus u leiní^os y sttsLfiuend» ú
los que su autoridud delieaden, como son tas eomuaidades
rülíi^nusas di* uno y otro scxii, coinu üoii las produccioncB
de loíi prtcrilnres, tIe los periodistas y artislas raliüiros, á la
\tí-¿ nuo alucuiido yu con la palabra, ya coa la pluiua. á lat«
sncindades tencbrotuis, conde na das por la SodU Iplcsía.
Al recordar c-^ln. scfioies. me permito snj»*lar á vuestro
ilustrado juicio im pruyrr.lo t^ue ya desde el pfilpito ile Cór-
doba he coiuiguado con aplauno i^eneral de todos los fer-
vientes calúlicos. Hoy, ¡teoore^. nos erieuulramos (rente A
frente de los pn ^ de la fe de nueRtro*» padres, comba-
tiendo filos la < r/A cristiana por medio de loyeH en
completa oposición con el sentimiento universal en toda la
KepúMiea. 1^ Nación se encuentra también ainena;uitla por
olri»s proyectos igualniente funestíís para la sfirií-dail arjíen-
tina. El matrimonio cínl, el divorcio, la seculariKactón délas
sepulturas católicas* ele.» se mece sobre nuestras cúpulas y
sobre nueí?tms linjrares.
A vista de estos temibles enemigos (|uü tratan de derribar
por «US liases las prácticas y basta el sentimiento católico
dro uüsotrús. lísta ilustre Asamblea, ¿guardará silencio y no
InraarA medidas eficaces para el porvenirT La duda sola se-
ria una grande ofensa para un Congreso cuyo único móvil
tul sido sostener la relijnón católica, apostólica, romana, en
todos los Icrrenits legales.
Por esto, seriores, me permito indicaros la ide^i de que. asf
como nos beinos consagrado cou un voto espceioJ ut divino
CorazÓTi de Jesús lodos los mitMubros de esta Católica Asani-
'■' í también nos compnmiPtiéramos con un Juramenlü
. en el recinto de esle Iwcal á comiKitir de todas ma-
nera« posibles á todas las suciedades secretas condenadas
[mr la Iglesia, ñ nepur nuestro voló para Dipntndos, Sena-
dores, Eloclorcs. Gobernadores, Presidentes. Jueces y toda
<'Ia«e de füncioiiarios públicos, y aun A toda clase de em-
jdcados suiHilleruos que |>er(enezcan ¿ estas sociedades.
fAjilntMOH),
— JIS -
E«te será, seflores. el único medio de poder habernos sa-
períomt i la presión que boj se ejerce sobre el sejiUmiento
católico en tr>da U República Ár^ntiiu. (AplauM9).
jNos enconlnunofi bajo U presión de los bijos anlicaló-
lieos* ooft eoconlniaio« gobernados por la« logias masónicasl
Esto no paede ser. sefiñee, en un pais católico, apostóli
romaDo, como la República Argentina. (AplamMoa).
Además de eoto. seQore«, creo que todos los que me e¿^
cucháis, padrea de familia, seria conreniente qup os compro-
metieseis por on voto especial i tomar medidas con tiempo
respecto de vuestras bijas, impídiéudolns sus enlaces con
cualquiera que no pertenezca á la religión calólira. apostó-
lica, romana, y que quiera realtsar su enlace por medio del
matrimonio civil, pues sabéiíi que está declarado por el So-
berano Pontífice como un concubinato público.
También. sefioreR. quisiera que este mismo voto se reali-
xara, aconsejando á meslros hijos, aconsejando á i^estras
hijas, ordenándoles con el poder de la paternidad, ordenán-
doles en el día solemne de la primera comunión, que igual-
mente se comprometan, cuando se encuentren ya en la so-
ciedad. & jamás pertenecer á estas Sociedades condenadas
por la Iglesia Católica, y no permitiendo en el seno de vues-
tros hogares ni dependientes, ni aun mayordomos, ni aun
sirvientes que pertenezcan á las Sncicdaiies' secretas.
Si queréis conservar ilesos del mal vuestros domicilios, es
necesario que toméis estas medidas efícaces.
(Cuánto puede el padre de familia en ei seno dci hogar,
cuánto puede la madre de familia con sus insinuantes pa-
labras de amor entre sus hijos, entre sus domésticos; cuánto
pueden los hermanos, con las mismas palabras insinuantes
respecto de hus hermanas! Hagan, pues, valer esta influen-
cia pidiéndoles que por nada lleguen á realizar sus enlaces
por medio del matrimonio civil, si por desgracia se llegara á
sancionar en la República Argentina.
Este voto, señores, lo debemos hacer lodos los que perte-
necemoK. lodos los que tenemos la dicha de pertenecer á cala
Asamblea Católica: el Sarerdole como Sarerdote. desde el
pulpito, en el confesionario, en sus conferencias, en las pa-
labras que dirija á los escolai-es. y los padres de familia, so-
bre todo, ejerciendo ese poder sublime que es como ana
emanación de la paternidad divina.
^M
— lia —
A propósito de esto, tambit'*n. seftorns. romo un óbnlo mo-
ral A nacslrn Saulisimo Padro, para yosteEiímicnlo rio la fe
calAlira, para tu>s(etiiiiiÍciilo de la enseñanza católirn, flebe-
mwt Iraliir de destruir, eit cuanto H&a posible, míe clernoiito
pernicioso que físlá minando por la base A la sociedad ar-
(centina > que ol>ra por iuc<lio de la prensa diaria y de los
libros. Taliondono» de los mismos medíoM y evitando que
ninguna de esas publicaciones inmorales circule en los ho-
^fares. sin que lenfra de alguna manera la aprobación de los
8U|>erínres de la Iglesia.
Recuerdo, señores, que. hablando con un [>adrc de faniilia
iii(íl^ u\e decía: «Estoy sorprendido al ver la '.i>leraneía
ú& loK católicos, |»eriniliendu la lectura, sin distinción, d.e toda
'ttbsr de perituJicofu; y en efeclo. ¡cuántas veces sucede que
«on la IfMítura de un hecho local pierde el pudor una nina
¡nocente!
Y !íin cmbar^. ¿cuáles son los periódicos niAs fomenla-
dos? ¿ciiAI la lectura que mAs circula en manos de toflas
U)ft familias? La novela, muchas veces indi^n» de ser leída
aun por un joven disoluto; Jos periódicos en donde en cada
párrafo, en cada línea se ve un sarcasmo contra la reli-
gión católica, apostólica, romana; en estos periódicos quf!
están p|H|jrados de eabnunliis coidra el Papado, de calum-
nias conlm el clero católico, de calumnias contra la l}rlesia.
Kntre lauto, señores, damos el óbolo de nuestro sudor, da-
mos el óbolo de nuestro sacrificio á ese periódico que in-
Iroduce la fíuerra contra la religión en el seno del ho^^ar do-
ni¿<stico. (JplauMOHf.
jlY la lectura de los periódicos calólicost ¡Oh. seAoresí con
verjríleiiza lo di).'0, apenas se encuentra una nienfmada sus-
crijH-ión para poder llevar adelante la publicidad de las ideas
católicas^ sobre las cuales está basado el porvenir de toda
la República. (Aplaustm).
Tendeil, .sefíoros, la vista por lodos los estarlos: ¿cuáles
non los |>eriód¡coa que encuentran mayor número de subs-
criptoresY Los periódicos impíos, los periódicos de caricaturas
infames, los piTÍódicos que crnnhaten de todos modos al ca-
lolicismo. ;KstoH son los que circulan en manoshastu de las
xiiñas pudorosas, sin ninguna clase de repuKnaucia!
T as(, señores, padres de familia que me escucháis y que
pertenecéis ¿ esta ilustre Asamblea Católica, ¿pensáis que de
114
estn TTianem podrá consprvarsp la fplicuiad rtcl hojíar? jron-
.sidorñÍK que cstú j/araiilida la virtud de vuestras etiposas. la
virtud lie viiosíras hijas, el jiorveiiir de vuestros liijoa'? ]01i.
uo, seQores! De las lecturas de esos periódicos es que se le-
vatdaii esas cal.'istifires en t^\ seno de los Iiojíares.
¿Queréis, pues, contribuir & la felicidad d<iinéslíca, ¿ la
felicidad de la República por medio de) óbolo moral para
sostener la dignidad [lontiticia y la dignidad de la Ifílesiai*
Arrojad del seno de vuestras familias tos periódicus perver-
sos, Ins períódícOK de malas ideas religiosas; ariTijad del seno
del bogar lodos los libros (|ue eonipromctan las buenas cos-
tumbres, ó qtie comproiuctau principalmente el <toginn cató-
lico. No permitáis de ninguna manera i]ue estos ejicnii^os
tio introduzcan en el í^eno do vuei^lruí; fainilias.
Es realmente sorprendente ver que la Municipalidad w
alarma á la sola amenaza de una peste. Se dice que apa-
rece el cólera ó la fiebre amarilla íi más de dos mil leguai^
de distancia de nosotros, y en el acto se presentan las aU'
toridades lomando medidns eficaces para impedir que el fla-
gelo se iniroiluzca; y con muellísima razón.
Y bien, üeñores; j,la vida material, es m!ia (|ue la vida del
espíritu? ¿No es ísta rnnnniparablcmcnlc superior ñ jniuélla?
Sin embargo, viene esa invasión en diferentes bnques. viene
esa invasión íi las rasas de comercio, & las librerfns, esa in-
vasión de novelas obscenas: esa invasión de periódicos per-
versos, y las Municipalidades y Ins Oobiernos, lejos de tomar
medidas (Kira im|>edir la introducción de estos elementos del
mal, les abren las puertas de paren |>ar. ¡Y esto se llama li-
beralismo, y Rsto «e llama verdadera libertadl Seíiores: no
eonfutidamns los términos.
Así como presentamos al Sumo Ponlífice el óbolo mate-
rial para sostener la vida material de la Iglesia, es un de-
ber sagrado presentarle sobre todo el óbolo moral para bos-
lener su misma dignidad.
Rxplicado, señores, lo que es el óbolo ó dinero de San
Pedro con relación & bu origen y al SolH*rano Ponlífíc<}, bóIo
me resta detíir algo de lo que es él con relación al caloli-
ciiímo en general, presentando al mismo tiempo la manera
de organizarlo entre nosfdros.
Sobre este punió, seflorcs, sólo os diré que fijéis la visla
sobre las misioueK de Orienle, en especial. Despojado el So-
— !lo
berano PonUfira de si» Ksfados. &. pesar de ser de tudaK
las propicdiiiies fíinásIicaK la iim^ immntida de tiianlaK exis-
ten en el muiidu entero, y clesfiojadi) últinmnienl» di^ los re-
cansos que contaba con los Taudus del Coteifiu de ¡^roftatínntlti
fíde, hoy ba lonJdo que tomar la luedída extrema y dolo-
riisf>'ínta para sn ct)ra¿/m di' H.-idrc y tk- Pontífice de enea r-
ynr á los sniicriorrs rít; \aa diícrcnles casas que Iraten de
proporcionáis^ recurt^os buttcánilotos t*n eJ urbe catÓIíoOf á
tTecfo de llevar adelante iu g^ran misÍ6n de evangelizar y
civUüuir al mundo pagano, así como de p*r recrió na r á Iok
pueblos que ya lian .'ailido déla barbarie.
¿net'ordáis, t>efíoi-e.s la perdida irreparable <le las miniones
de loíi ' - en el Parajíiiay. ipip sni-uiubrerun para siem-
pre ai ^ , L.spútico de un monarca absoluto, quu sin mi-
ramiento algimn ni & la relijdón, ní & la cirilizacíún. acabó con
ellas, dejando en la orfandad A doscientos mil neólUos. snli-
dit' ' Irentex. dedicadotí; .1 la^^ arles y á Inda clase de
vti -■ priítírcsorí? ¿No resncna luduvta en vuenlros ca-
láUcos oídos el gemido de las brit«as de la soledad que lloran
aun boy mismo sobiv las minas ile los memorables monu-
mentos. levantados por los hijos de Leyóla en el centro del
desierta? No de otro modo, señores, podemos imaginartms
i|iifl aeaHO muy pronto seguirán la misma triste Ruerle las
rélebrr* misiones de Asía y África, ¡íosleiiidas con t.tnlo afíín.
á fuerza d*' tantus sat riíieios por el culo infpu*tiruntable de
uuestros tioberanos Ponlfflces. que sin recursos ningunos, á
no ser los pni|>nrcÍnnados por el óbolo de San Pedro, Itenipo
ItA bnbíi^ran desiipai-erído.
Y e:i vista de esta urgente necesidad de nuestros herma-
notf en Cristo, y del dolor acerbo de nuestro común Padre.
¿nu iDiK inoveieinos & socorrer (i aipn'-llos. y á consolar á
nuestro an^iir^ltado PonKficef .Seílores: si alguna vez lia t^ido
iieeeifario establecer entre nosotros de una manera sólida, ó
más bien continuar, sin t^fpiivar sarrífieios. la sublime obra
dr ■ - 'vi cristiana del itiMtra de San l'tdro, es en las c¡r-
etiM ,,is piesentes. Y he dicho coHÍitiwíir Cíta obra, pues
que nuestro ihiRtre y celoso Arxobiapo, siguiendo las huellas
de sn ■^anto /inlecesor. no ha cesado de mandar h ítotna
anualmente, como también los demás Prelados de la Repú-
blica, In oblación de los culólicos.
Ya v^ís «I ejemplo tjuc nos diera la Francia, siendo ella la
— 116 —
inirraHom <le esu luMime idea en «I pontificftdo de Pfo tX
y quí ofreciera 'lifervntm tocantes cmdro» que eomaimenHi
eJ paleraal carazún d«l Pontífice, basU hacerle derramar
. ciiat)i|o el ArzobUpo de Burdeos le ofreció el óbolo
lU- >i<- •iriim, Tmiro le>ínro c{ue poaeia nam. pobre pttstoretta;
IrM rohr<^ df"! inendíf^o que liabía hecho sos ahorros parm
darlr» ú MU amado Padre: asf romo el dd suizo qoe sentd
ptaxA par.1 drfp^tulf^r al Papa y cotí ku sueldo eontnbuir al
ótKilo (te Sdti t'eitro. Ya réi.s. digo, este ejemplo tan tocante
que conlinira dándonos ha<«la el prmente esta nación <pie
hoy i^nie. como la nue^itra. bajo un Gobierno que pareee
jaclar((p de Heguir una |H>IÍIÍca alea. Va vei.<í (anihí^n el ejemplo
que nos da la Irlanda, la Ini^lalerra, la Al*<tnanÍA, el Austria,
la BAlinf-'a, Io<t PaUea Bajos, la Espafía, Portugal, Chile, la
Am^rira tndn c-ípafiola, y raujr principalmente la tierra clásica
de la lit>erla:l. Ioh E»tad(M Unidos d** la América del Nort(%
que ahora un hiíilro envió ul ilustre desterrado del Vaticano
un millón de dollam, en otro dos millones, en otro tre», y
así HureHivamfrilo hasta la artualidad. ¿ Y los hijo» de Wa^
hlnKton liuii de st>r más g:eneru>40;» que los de Belgrano, San
Martin y Paz? Recorthid. sefiores. ijue la vida, en fnrma, de
loM nnlólteo»{ nnr1eam<?r¡(*nnns, apenas data de 1814-, mienlraa
que la nueslra entinta mTis de trescientos años. Bien es cierto
que enia pr¡vil('{fiarla tiiTra acoge en su seno h todas las
comunidades religiosas de uno y otro sexo, arrancadas del
coni7/iii dp la Europa por el huracán de la impiedad, con-
tando, merced al présenle celo de los decididos católicos,
cuatro mil sacerdotes seglares, treinta y ocho obispos, ocho
arzobispos y dos carilenaics; HÍn tnencíonarel número inmenso
de religiosos y religioKas, de lodos los ñindadures de estos
BBgradas y lieniMicas farnilius que tanto han enriquecido á la
iglesia.
Allí se criütiniitra la lilterlad completa protegida por la
ley: cnlrc nosotros existe tambión una ley, pero una ley
hipócrita que nos manifiesta libertad y £>omos esclavos.
(ApUtíiWH}.
\a libertad polUiea completamente muerta, la liberl^id ci-
vil en agonía, la libertari religiosa anionJazail.L. ¡Se quita á
tos Prelado» hasta ol derecho de dirigir la palabra con liher-
tail Ti sus feligreses! (Aplnunon).
Entre los derechos que enumera el artículo 14- de la Cons-
— 117 —
títiición Xaritmal, se encueiiLra el t\v poili'r ejprcf r librcmen-
Ic su culto, i Y quiénes son los que piunlen ejercer lílireinente
611 cullo? La innteii^ minoría; lo» protestantes. Pero cuan-
do los católicos se presentan ejerciendo librenienlc su culto
como es el adherirse k sus pastores en la enseñanza reli-
giosa, en el momento vemos proft^soreM ile.<lituíij(is |Hir ha-
ber firmado su adhesión & la doclrína católica del Prelado.
Se dice, señores, por este mismo artículo que he citado,
que todos los haliilanles de la República lienen deret^hn dn
enseflar. ¿Quiénes son los que tienen derecho de enseñar?
Los advenedizos, los que vienen sin título alguno (npiuusoa)
para perder, para prosliluír. para acallar c^n laK creencinB
religíogas: hasta los ateos pueden abrir sus escuelas: pero
el r^lólico, duefío de rasa, en posesión de lo que es suyo,
no puede de ninguna manera usar de ese dereclio, porque
encuentra al momento la oposición clatidesüna que lo per-
judica.
Todos tienen el derecho de aprender. ¿ Y quiénes son los
que tienen este f;rari derecho? l.os protestantes, los ateos,
los que pertoiieceri á toda clase de sociedades secretas, me-
nos los católicos, ponjuc al aprender quieren seguir las eu-
efclicas de sus Padres que les dicen: guardaos de tales ideas,
que hon perjudicales, que amenazan vuestras creencias. Y
eu vez de sostener esliut creencias el (iobiemo. cu vez de
ser Boslenidus por la ley del país, son cnntpielainente lioslt-
lizadós. ¡V se líene derecho de jiprerider!
¿tenores: marchando la República de esta manera, veis.
eon la experiencia que tenéis, que vamos al caos.
Se dice que hay religión católica. ]0h! la hay de vcitis en
el corazón de todos los hubitatiles de la República; pero
éstos son hostilizados, éstos están separados de los puestos
públicos más influyentes, k éstos no se les da cabida. Si se
preseota un proyei:to de una sociedad secreta, éste es pro-
iegido, ésle es favoretido; para éste está vigente la ley: para
los hijos del país, católicos, apostólicos, romanos, se cierran
completamente las puertas. {Y se dice que hay libertad I
Seftores: en Ion Estados Unidos, que be llamado la tierra
clásica »le la libertad, si a alguien se debe originariamente
el goce de estos Inapreciables derecho», me permitiréis «lue
haga fMa especie de digresión, es á un jesuíta, al célebre
Jobn Carro II.
- 118 —
EnronlriÍMíIrtse í»!?(e jVsuilíi ruandn lii expulsiói) riel 76 en
Londrcit. con tre^ compañeros más iiorleainerrcanoK. Jhon
Carroll lea dice: ¿qué liaremos? nue^iti-a Patría está por or-
ganizarse; es menester, pues, que volvamos al seno del lio-
pjir ü ver si poiieinos prestarle, nuestros senicios. En efeclo:
llegan á los Estudus L'niflos, en «lontle un hermann carnal
de Johu Carroll había contribuido mucho h la fonnación de
la Cniístilirción. y Washinglon y Fraiiklín los acogen con
los brazos abiertos, encontrando en el jesuíta lo que de-
seaban, porque VVashiugton, aunque de diferente creencia, es-
taba de buena fe en ella, pues bahía recibido una educa-
ción esmerada y religiosa, como lo compnieba el hecho de
haber dedicado su primera composición á la Madre de
Dios, por las noticias que había tomado del Evangelio.
La relación que Jhon Carroll contrajo con estos <los hom-
bres eminentes, ti'uS lugar á que \Va^hín(iton conociera que
aqurl era el hombre <|ue le convenía jmra que lo ayiidaiu*
en la oi'ganizacíón de la República: y al poco tiempo des-
pués de ese riHimncimiento de pus méritos» fué nombrado
Obispo de Ballimnre.
Después, sus dos compañeros fueron también designados,
no para vivir estar ion arios, sino para consagrarse & las mi-
siones de los salvajes.
Jhon Carroll fué el que aconsejó ese artículo de vonla-
dera libertad, porque tenia en \ista la marcha de la Iglesia
Católica: qne la Iglesia siendo, como es, la madre de la li-
bertad, él comprendió, pues, que era preciso respirar ese aire
de verdadera libertad para poder príigresar; y en efecto, se
i^slablece el artículo, y los católicos comienzan á prosperar
cual ninguna de las oirás comuniones.
Si no. señores, tended la vista sobre los Estados Unidos,
que tiene hoy cincuenta millones <le habitantes, es decir.
sobre esa Nación que es la segunda del mundo después de
la R'isia por el número de sus pobladores, y veréis que
cuenta con mAs de otiho millones de católicos, con las co-
muiudades religiosas, con el número de sacerdotes y Obis-
pos ñ fpic lie aludido, teniendo además dos cardenales.
¿V purqué es esto, señores? Porque en los Estados Uni-
dos la libertad es libertad y no hipocresía.
Si aquí, entre nosolios. se protege la libertad del extran-
jero, del extranjero advenedizo, hágase en en hora buena, no
-- lio —
tne oi»on^; [wr el contrario, ifuirro que todos los hahíUntAs
de la tierra vencan al suelo arpoiilino paro estrecharlos
como á Teríludcrtis liermaims en Jt-sucrislu; utplnuM'Nfj jtero
de níit^na numera liemo» de permitir que ellos vengan ií
se-f los iiefiüres excluyéndonoü, no liaei^niiose superiores por
^s idcuít ruli|j;iosas. sínó por »n ideas revolucionarias y ateas.
< Aitlauíto*!.
I)elK> terminar, señores; el Kefílainenlo ordena que no |m-
ieinos de una honu «oy esclavo de la iry. He i.'utnplido
una hura prescrípla por el Ueglainento. y asi es que con sen-
timiento dejo la palabra pnn|üe ¡MTiHaba todavía emílJr
ali^unas otras ideas sobre la orgaiiizacit^n del óbolo de San
Pedro.
Pero, antes de terminar, delio hacer préñente á la Ilustre
Asamlilea, que hay un distinguido joven, Presidente de la
Sociedad «Juventud Católiea» de esta Capital, don Ignacio
Onali. que me ha pedido preseril^ir un pruyeetn especial
respeeto de la on^nización del rtÍMiln de San Pedro. Lleno
<le edificación y de santa sutísfaccíón, he aceptado gustoso
sil proypclo. aun euaiido tuviera que retirar el mío, lo que
«n realidad nunca suemlería, pi>r(|ue en el Huyo estaría siem-
pre comprendido el que he concebido, por entrañar precí-
sanuMilf la nusina idea.
Entretanto, señores, yo quisiera concluir repidietido lo qu»»
os he anunciado al principio, pidiendo que os acordéis de
vuestra misiún sublime: que sois los responsables afile Dios
y la socii'ilad del ponenir de toda la RepCiblica. que e^-
la« ieyí's nrfumlas están ueniiéudose sobre nosotros: la
(ejr del matrimonio civil, la ley de la secularización de ins.
sepultuniii calólicaa y otras más, como lo sabéis perfecta-
mente.
Pen.sadlo bieu. jiadres de familia: porcurad introducir el
orden en vurnlros hotrares. prohibiendo la lectura de los Ir-
broíi y de los )>eriúdicos peruiritísos; y fomentad, con el ol)-
jelo de tributar este i'ibolo m(»ral A la Santa Sede, los pe-
riódicos católicos, estos |>©rÍódieos que son los únicos que
írijiefian la verdad reliífiosa, los írnicos que miran por el
nrden positivo de la ííocíedail.
S6\o usi yo creo «pie roasegn iremos llenar los fines de este
Congreso Clntólieo, porque de otra manera será imposible.
Por etíiiKÍgiiiente, sefiores, acordños de los solemnes rom-
— 120 —
promisos que tenéis como padres de familia para que los
incrustáis en el corazón de vuestros hijos, para que. al acer-
carse por primera vez (i la mesa euc^nslica, Iiagati en lu
íntimo ik' su corazón este voto: de no perfcnrccr jamás ñ
sociedades secretas, de cumbatir ya por la palabra, ya por
la pretisa, ya eon el ejemplo, en favor de las ideas católi-
cas, á fin de que se concluyan ea cuanto sea posible Ioü
enemigos de ellas; porque el intiernn liaco siempre la iruerra
contra la Ifílcsia, pero las puertas del infierno jamás preva-
lecerán contra ella. {Protonyii(I<M t/ repelülos npluu^oa).
Discurso del Canónieo, doctor Hllclades Echagüe, el 22 de Agosto
de 1884, sobre el asunto anterior
Entiendo, señor Presidente, que al terminar su discuso el
nefior Canónigo Pinero, hacia suyo propio el proyecto que
iba & presentarse por el Presidente de la Sociedad «Juventud
Católica - de la Capital de la República.
No dio lectura de T'l, pero hi/n alusión y dijo que desde
luego, con placer, retiraba el suyo, porque entrañaba indu-
dablemente el mismo pensamiento y era fundamentalmente
ídi'iilico al que ¿>l liabfa tenido el hnnor de presentar, sien-
do más completo.
Sin embargo, sefiur Presidente, como uo podemos encon-
trarnos preparados para tomar en consideración un proyec-
to reglamcnlario como el que se presenta, sin haberlo co-
not^ido (le antemano, y habiendo simpleinente oído una muy
lifrera lectura de él como ha sido la hecha por el mocionanto
que lo ha funda<lo, opino que encierra en si mucho de regla-
menlariu que debe quedar exclusivamente librado al criterio
y resolución de Ins diversas Asociaciones de la Hepfiblica.
Se hace uso en ¿1 di* una hislilución que existe en la
Capital de b Flepdblica, poro que no hi hay en loiln el rea-
l(» de ella. Me refiero ú lu parle (¡ue Irala de las señoras.
Yo no sé hasta donde podemos legislar, disponiendo det
continúenle de ellas.
Sería más bien tarea de cada una de las dircrsas Asocia-
cione-s invitar á asociarse á lat> dumas, coulatidn coma base
— \il
ra cnnppriiiinras do lim tn\Ht]\n&. y peilirles
que leii ayuden en tsa foriua.
He paroce« puiw, que Kerfu más práclíco y mAü conformo
tamhién ron la idea di>I Rejzlanipntn. psIahlPL-er <|ue que-
Uaiw á cjirgo de lus Attocíacíonc^ Católicas t^UMeeídíu en
la Hepúldira, de ncunrdo Ron los respPc.Livns Preladiis de l:u>
ilK'cr^L!} díCH'Csii^, la formación de estas Subcomisiones que
úv\ ■ I) de luiiiólla, y que estariuti <!iicnr^';idas de hacer
ta : .L _ión de fundos como lo determina el proyecto.
Ahora, sí se han de valer de las señoras. 8Í han de ser
simph*mente liis Asociacione^s. si kg ha de hacer esta .snh;»-
crípción por dlstrilos, por departamentos, por parroquias, etc.,
esto es completamente regtainealario y debe quedar libra-
do ai recio criterio y m^ acertada resolución de las direr-
flas Asociaciones extendidaK en el lerrilorío de la República.
Que e:^ indispensable, absululaiuenle indispensable, que
to<ta A.soojación Católica se preocupe de una manera seria en
organizar el fJtmto de Sitn Pairo, cae de su peao y no e«
necesario probarlo; basta simplemente una mera reñcxión
al respfH!to.
Todoií sal>emos (jue despuís del desgraciado y lamenluble
aconleciniieuto .sin ejemplo en el mundo, después de aque-
lla acción df que tanto ae. han vanagloriado lus que come-
tieron tamaño é incalitkable ultraje, (me redero á la brecha
de sl Puerta Pía.) el PontiÜce rumano, el Soberano legítimo
de aquellos Kstadns, rl que por su naturali*7^a, por su índo-
le, por la misma institución divina no puede ser subdito
de iiatlie y está más arriba de lodos Ioh Gobiernos del mun-
do porque es el reprcsentiiiile legal del Supremo Señor de
laii NaiúunfiN es indudable, decía, que dei^pués de ese acon-
tecimiento tan saiTtU'^o como inaudito, si nosotros no que-
remo» que el Papa, que nuestro padre común, que nneiítro
Jefe yinihle, <iue nuestro verdadcri) Soberano i_'spirilual, p;ise
por la vergtlenza y el vejaineii de tener que aceptar y aun
inendígar lo que ha recliazado siempre, ese dinero con que
se ha tratado de eompiarlo. pretendiendo convertirlo aijl en
Ttit de Vicario «le Jesueristo. pti un despraciado, en un se-
gundo Juilas, y á lin íle (pie no pas<' por c»sa vergfienza 4le
recibir un mendrugo de pan de sus propios eneniigoB, es
nere^i^^i^'. drcía. que lodos los católicos se pongan de acuer-
ilü m .'I ini(\erso entero para tiocorrcrLo en proporción á
— li*2 —
^sns fuerzas, y nosotros, los que nos cntiijnmos hajii la í»;in-
üora del calolicisnm en la Heiiúlflica ArKcnünn, ilelicinos
aunar nuestros esfuerzos desde luego pura coutribuir á su
sosfenimicnlo, independencia y desahogo. (Apíaunon}.
SabenitiH lodos ijiie el Soberano Ponlifiee. no solantenlft
empica ese óbolo de los cíilrtUcos en alender las necesidades
(|ue nacen del ejercicio de las elevadas funciones que le
están eonfíadas, sino ijue, adeinfts. ron ese niisnio óbolo
acude á todas las necesidades del mundo, donde quiera que
estas necesidades elanien, donde quiera que ellas apurezejiu
deinandando su protección y amparo.
Nosotros hemos visto, y se nos ha dicho ahora mismo por
el oraiior (¡ue lia sostenido el proyecto, que allende tam-
bién COD ese dinero, en la manera que puede, las misione.^
extranjeras para rescatar de las tinieblas del error y de la
ignorancia (i tantos hermanos des^fraciados y hacerles ver
la luz de la verdad y el sendero de la virtud, de que nos
dio ejemplo admirable Aqm'd que murió orucidcado en el
árbol de la cruz, sellando con su propia sangre la divinidad
de su misión augusta.
Hay niíis, señor Presidente; no solamente allí ha ocurrido
el óbolo de San Pedro, sino que también ha tomado su
{jarte activa y bien importante en tas alligenle-s c-alamida-
des por que ha pasado el mundo entero á consecuencia de
los últimos cataclismos que se han venido sucediendo de
algún tiempo A esta porte. Con motivo de la destrucción
de Iscliia, ile (Jasamicciola, y últimamente, á causa del có-
lera que lia invadido con tenaz empeño algunas ciudades
importantes de la Europa, el óbolo de San Pedro casi pue-
de decirse que se ha agotado, porque se ha ilerraraado con
profusión extraordiuaria, á tal ]>uuto que el Papa, en esta
ocasión, ha prfiporcio ruido más auxilios, con sus soIok re-
cursos, que cuatro Soberanos juntos. (Aplau^io.'it.
iNadie puede dudar, señor Presidente, del deber en qui*
estamos los católicos de concurrir de todas los maneras que
nos sea posible á consolar, siquiera en parte. A ese corazón
magnáninio. ayudándolo á levautai'se de In postración en
fpie desgracíailamenle se encueidra, cuan<lo tantas decep-
ciones flufre, cuando tantos vituperios se ariojan sobre su
augusta persona, cuamlo de tal manera se le injuria I- ín-
«iilla, hasta tenerlo encerrado dentro <le su propio palacio
A
\n
mili". íit'ñcn' Prí'-íüIiMili!
lio rnii las railiMiiis dt*
V : lililí". íitmcn' rrí'-íKKMiii!. -SI iio cnii las (■uiumuis
lii "H que se aprisiiorió al primero (ie los Vicarios di*
Jttucrúilo, San Pedro, en Jas cárceles mamerlinas, can ra-
dena.s qiip. »iinque de oro, s(in cadenas si<>ni|)rp y muy
plisadas. (AijUiiutoni.
P«r cunsiguientí, señor Presidente, yo creo que, á iiestar
de que ea indudable que s<> deben buscar loíi medios pr&c-
lí' ' reatÍKar la ubra, debernos dejar al criterio de rada
A- - üu el arbilrar los medios que sean más propicios
para esit objelo y que pueden ser múltiples y variables se-
gún los L'asos y circunstancias. Por esto estoy i)or el pro-
yecto originario en esta parte, pidiendo se Je dé la prela-
ciáu debida en la disensión.
Sr. Pregúhnte — Permítame, seftor CanOnigo. . . .
Sr. <kitwHiyf KeJuiijan — ¿.Me he escedido del tieinfHi que
ine era penuilidu bablart
Sr. l'rasidottie ~ No, señor; quería precisar la materia que
es objetu del debate, advirtiéndole al señor Canónico que
lo que €!st& en discusión es el proyecto presentado por el
tieñor Canónigo Pinero.
Sr, Canónigo Ecka^üe — Creía que haJifa retirado el suyo
el sefior Canónico Pinero.
Sr. Frenideníj; — El seflor Canónigo Pinero no puede reti-
rar stt proyecto sin el con^eutímiouto de la Asamblea.
Sr. Conónií/o fCehnyfw — Bien, pues: creo que M es má«
práctico, señor Presidente, por lo mismo que es un poco
más lato, diré así. y deja, hasta cierto punto, librada su
«jecupJón al criterio y arliitrio d«la8 diversas Asociaciones
«|p la Repúbtira.
Ahora, en cuanto á la forma de hacer rsto que va h, lo
que se refiere el articulo ¿". diré lo siguiente: que me pa-
rece miiy bien, aun cuando pienso que no es lo único que
puede hacerse; y que rreo que el plan establecido es el que
«lebc adoptarse, es dccin que las Siretedades Católicas orga-
DÍeen conrerenrias periódicas al erecto, y arbitren oíros me-
dioK prácticos para allegar recursos.
Sr. Presidenle - Kse nriírulo no eslfi. en discusión todavía.
señor CHinóiii^o.
Sr. Canónifiu Echíij/iU — ¡Ah! ¿vamos artículo por artfculot
Yo creía que el proyecto estaba en disciLsión en (jeneral.
Entonces, Hmitándome al articulo nrimero, insisto
que
— 124 —
s^iñ^^ernu iiiisiiia forma y iriodo en i\ue eslá proyecta-
do; eon tanlti más razón ritaiito que, si no esloy equivoca-
do, las (livereas Asociaciones Gulólicas de Europa s6lo hají
heclio riiodillcariones iiisifiinficuntPB á esta parte funilanif^n-
lal ílc qiip líala el artículo primero.
Enlieniio que esto i*s )a verdad de lo sucedido en Europa,
tanto en el último congreso de Ñapóles, como en el de Bél-
gica, París y en oíros en que se lia establecido de una ma-
nera penerul !;i formación de este óbolo, aputdando simple-
mentí- la idea de oslablocerlo en la forma y modo que crean
más conveniente las diversas Asociaciones, dejando la parte
puramonle replainiritaria y de forma que puede de|>ender de
rail accidentes y circuiistiincias al buen criterio de cada unn
de esas mismas Asociaciones.
Por consiguiente, sostengo el arlíctdn tal como cstfi: con
Unta mayor razón, cuanto que la iustílución de <)ue habla
tiene la ventaja de hal)er sido establecida en la misma Ro-
ma, imitada en Inglaterra y en otros países, desde su crea-
ción por el Cardenal Manning en Lonilres, hasta los últimos
afios (|ne se lian adlioriiiu á ella las Asociaciones de Bélgica,
de Ñapóles y de París, y que tiene, sobre todo, un gran peso
de actividad con la aprobación y bendición apostólicas.
En consiccuencia, sostengo el artículo tal como se eiicueii-
Ira redactado.
Discurso del Presbítero, doctor Jacinto R. Ríos, en la sesión del
28 de Agosto de 1S84 del Congreso Católico, sobre la adop-
ción del Syllabus y propagación de su doctrina.
IttUittisiMO y ííeverendÍJiimo Señor:
Señor PresUlente.
Seiiorex:
La primera Asamblea Nacional de lons católicos argentinos
ha presentado á las miradas de Buenos Aires y de la Repú-
blica entera nn espectáculo tan nuevo como grandioso. El
brillo de los nombres ilustres y de las virlude.s heróieas, los
esplendores de la ciencia y las maravillas de la elocuencia,
todo esto se ha encontrado reunido en su seno, y nada le ha
fallado de todo cnanln poilfa darle interés y vida. Y desde
— I» —
et (tía fie s\i stolemne íiisUilaciñn, rebasando de amor á la
rvli^ón T ú la Patria, liu ahnrdudo con bríosa u.sad[a la más
grande L-tie^tión que jaiiiits liayu a;,'itHi]ii £l la Nación Argen-
tina: In raitaumciÓH rffl Uxfa» Um coHtiH en (■rinln.
Para re-solverla atprladnraentp, lo que bnbiii que barer era
eifludiar, dij^cuLír ) detiti minar los medios más oportunos y
propiftn para arraigar el principio religioso en el individuo,
COD el tiit de que pase & la ramilia y & la sociedad y sirva
de base & la polflii-a. Esto es In que se ha hecho tle una
mauera muy cuini>lidu en las sesiones atiteriores, al ocupui-se
de cada uno de los puntos del programa de esla Asamblea.
Sin embargo, la Comisión Ejerntora del Proyecto tlel tlon-
gnv,o Católico bubfa hcñalado como un Lema especial puru
disertan «la adopciófi de Itidos lot^ medios (pie tiendan á armí-
Ifar el princijiio religioso en el individuo, para «|ue pane á la
famüíu y á la sociedad, y sirva de baííe á la política >. con
el propósito de que la perHona encarfnida de desarrollarlo
pretieuLara algunot; otros medios distintos de lo» indicados en
los demás temas. Kn este concepto. Bcñore.-*, voy {¡ proponcf-
ros la adopción del Stflfabnn y la propaftacíóti de sti doctritta,
en la fonna consignada en el pioyccto ilo resolución, pactado
por orden del día, como los" medios n»6s necesarios y más
eficaces (lara radicar y fortaleicr el principio n^'ligioítft, que
rive en la ronriencia del juielilu ur^eiitnto é itiforma tn<lavfa,
aunque Imperfeclatnetde, el orden social, para que, adqui-
rieodo vífior y robustez^ pase á informar tambi6n el orden
poUtiro, de •muerte que éste sea lo que ileba ser: una legitima
expresión de aqu('l. Siento venladeramente que un lema lan
interesante me baya sido designado á mí, que carezco de la
competencia necesaria para tratarlo, cual lo requiere su im-
portancia. Más, Iiabieado acj^ptado el cargo de delegado á
BKta ilustre A^amltlea, he creído que no podía rehusarme á
detiempeAu-, eu la medida de mis débiles fuei-zas, cualquiera
cr. i qup se me encomendara. Os prornelo no fatigar
d- .u vuestra atención; seré breve.
Scñoretc como lo be dícbo antes, vengo en esta noclie á
pediros la adopción y la difusión del Sffltnbi$Ji & nombre de
la religión jr á nombre de la Patria. A nombro de la religión,
porque el Sytlabiut e» la rcwtaurución íntegra de la doctrina
catAltca, que había sido obscurecida y alterada por los errores
raoderuutt. A nombre de la Patria, porque su salvación y bu
- I;í<> ■-
^i;rnnílL*za tlepcniJcn fJe In rrstíiuración do esa doclrina ct»les!ial
que iluminó el genio y susluvo el valor de nuestros padres,
y fiiO^ el príiiri])i() tíiMicrador tío la t;ivt|j?,arii'in del Xuevii
Mundo. iAiitnuHon).
No es til Patria tiuioii lia de salvar 5 la rcli;í¡nn, sinó Ui
religión quien ha de salvar ú la Patria, faplaiiKOfij JcáucrÍKto
dijo á los judíos: Si (tcet>t(íiv mi doetfitta, cOHoeeréi» tts ver-
fiad, a Iti rt-ritatl oh salixtm. Vertta» ühi'.rahil m» (I), Y la
liiijioria entera del género humano deniucslra ¡rrefrajíable-
menle que U única fuente lie vida y de grandeza para las
naciones tiue hay sobre la tierra, es la ver-dud divina. Toda
nación que la conoce y aeepta. recüfe en tju seno nn princi-
pio vigorosd y fecundo iie propreso, que cubre do tlore« «u
suelo y corona de luz sus horizontes. Toda nación que re-
niegii de ella, al punto se enrerina y lue^ muere irreniediu-
blemente, coníírniando aquel otro oráculo del Redentor del
mundo: iVo rfe «o/o yin» vive fí hombre, HÍnó tU: toda ¡nthibrtt
gue mk de la bom de liiún (^). Y tinnhnente, tofla nación en
cuyo cielo no haya brülailo juinas la lux de la revelación
evangélica, jamás latnporo lia consegnido salir del nhtsnuí de
abyceciÓD á donde conduce naturalmente á las socíedaüeti
humanas e] peso de la primitiva prevaricación.
Escuchad, si-flnri':*, la vo?. imponente de la hii^loria.
Cuando Jesueri.slo apareció sobre la tierra, la liumantdaü
estalla neniada en tan titiíebtaK ¡/ en tan sambraH de Ui muerte.
El Hijo de Dios trajo la h\7^ y la vida en su doctrina y eu su
gracia sobrenatural. Desput^s de hal>er confiado A los Após-
toles eyle sa^írado depósito que constituye la religión r^iló-
lica, dijoleis: /(/ if erincñaii á hdoH ¡ntt nacionejtt ha ni izándola»
un ef iiomhrp dd Padre, y del líijo, tj del Ki*¡iiriln Santo; u
ettw-ñáiidiiUiH ú guardar fntias In^i coaait qnr yo ok he mauda-
do (3). Rn cumplimiento del precepto divino, los Apóstoles
hicieron resonar su voz en lodos los ámbitos de la tierra, y.
con solo el poder de la palabra evan^'í-lie^i, couvirlieron el
mundo al cristiauiamo en menos liempo que el que un con-
quiiítador emplea en subyuf^r un imperio. « Somos de ayer,
decía Tertuliano á los paganos, y ya llenamos toda la tierra.
•11 JWíi, VUI, 32.
i M^iftit. rv, 4.
.1 MaUh, XXVUl, 15.
riÉHÉ
- IÍ7 -
fas cíndítílr:!, los ojércitoa mismos, el í'nlarlo, el
luw. . , vi Foro; á > -wotrtis os dcjarnus ririÍL-^meate vueslros
templos k. Svtu r4-l'í< ictint¡iii$iiitfí trmpla (I).
La Iraosforniación de la sociedad fué tan IratjoeiidenUl
romu rápida: <>l Iríinsíln ilcl pairan ítínio al L'ríHti'.iiiisino rrn el
fMSO do la:< lillíphlas á l.i ln;*, ilf la Uarhari.' á I.i rtvilizaciúll.
de U iimcrte k la vida.
No exugoro, soriore^. La ÍnlL'lígerK*iii del inundo pagano
iT, *'rf'ma; en primer lugur, carecía de Dios. -«Ealre los
]-•< . iUctí Borii^iieU lodo f*nt Dios, ineniiH IIÍoh niísma: y
el mundo que él creó con bu (lodtr para iiianifefttar.íón do su
glüm. sf? había convertido en un templo de los IdoiuK». (j)
El iDÍsnio Kenaii ronUesa <|ue la rvHijióu de los pueblos an-
ligiios era un «cáncer- ijiie de\orab.'i ñ la especie liumana.
Sus (eiuplds eran eueuelua de Jnnitiralídud y la abiiminacJón
fjr ' -'■¡cioí? hnmnnoií se practicaba univei-salniente. A
I- I di- uo i'oniiriT á Dios, el hombre igriuraba aii
ori^-vn. Au ttn, la re^la de huh acciones y su ualurnlezacotn-
puedita de miseria y de ^'rai)d>'za, de tiempo y de elernidad.
La raiudia. sumida eu una degradación espantosa, ifpioratKi
su dignidad, su» deberes y sus derechos. V la sociedad civil
estaba compuesta en bu inmensa mayoría de esclavos desLí-
Uddoü de |odi> d<M'eelin y auti do la riialiflad de hombrcK. y
la parle i|ue i^e ciTfa libre. aívIu, 6 mejor dicho, moría bajo
d yvf^ del más feroz despotismo, 6 entre los horrores de la
anarquía. ¡Triste condición aquella en que los ciudadanos
er flavos, y los í^clavot» bestias de carga! iíiepeiiflos
tí¡ ■
En vauu seai^iLaba la razón humana por resolver esttwpro-
^^ - ' bi abrimialia: en el e^pnrin de cuiirentn si-
gl. i. .ijimi'iitLí todii-s las fibi.süfíaK, y lautas e.-c(ériles
tentativas rólo sirvieron para mostrar que el hombre, aban-
donado k fius propias fuerzas, es impotente para resolverlos.
F! * iMO. al resolver bis problonias del orden religioso
t» ■■■^ d(! la revelación, resolvió también los problema^
del orden doméstico, social y pnlílieo. Con »u advenimiento
el caos «e esdarece. |le((a la edad de oro cantadla por el
poela y coniiiMixii fie nuevo una seri(: de grandes siglos:
I* Tmntlaon. Apotog, «iii. ST.
1/ BAtcattt, tiíM'UfMtf Mobrf ta líisiorüt t'ntivrmt.
- ita-
ilorum n^txilitr ordo. f1) La Era Ci
Magitus fin tHlé^fro «fucíil
tiana fué la era de la civLlizacián.
Un padre de la r^lesia, al contemplar \ns estupendos resul-
tados producido:^ por el cristiatiístno. lia dicho admira blemea-
le: «Bl Cristo es ta sttUiciiSn de lodaü las difíciilLades ». So-
liiiio omniíim diffiaiít'itum Chriniits. Y esta ^r:iii palabra
que brilló con incomparable ful;^or ea el e^tablecimienlo dpl
cristianisnii), ha sido conÜrmadi por la liistoria de los diez
y nueve siglos que caen de e^lc la io de la Cruz. Lü civili-
zación e.s un patrimonio exclusivo dd la liu:utriidid bautiza-
da. í>os pueblos de Asia y de África que burniron de su frente
esto si^íiio saírrado. inmedialaraente volvieron at estado de
barbarie y de:;railaci6n de <|uc los sacara el Kvan^clio; mierí-
tras i|ue la Cru2, trasladada á la tierra virgen de Atnérica»
r.orun pfir coranlo I1Í20 brotar de sn seno nuevas y {gloriosas
naciones qu«! cnsítueharon el imperio de la civilización íaplaH'
Hoiti. ¿V qué un lia hecho la IglRsia Católica en favor de la
humanidad? ¿Qni(-it pudra eimnierar sus inenarrables bene-
ficiosa ¿Qii^ iiecGd:id:id lia dejado sin reparación, qu^ niísena
siu socorro, qué enfitrintídad del cuerpo ó del alma no lia
iúdo curada por las manos divinas de la virginal Esposa de
JesfiH? ¿^)ué adelanto intelectual, moral ó material no lia sido
inspirado, protegido y bendecido por ellaí A ella se debe
todo lo jfrande, lodo lo bueno y Ludo lo bello que ha exísLi-
do sobre la tierra desde más acá del Calvario.
No son eíílas, señores, (fi'aluitas aserciones, sin ningún fun-
damento reaL Chateautiriand en su denio dd CristianiHm^
bosquejó el cuudro de las maravillas producidas por esta
religión divina á quien ta Europa y la América deben su ci-
vilizacióti. Después de él» una legión de grandes escritores»
que yo me dispenso de nombrar porque vosoli-os les cono>
cÉis muy bien, poseyendo plenamente lod:ts las ctenciiiü de
que se enorgnllece nuestro «ig!o, con el :uix¡Iio de ellas, ha
probado de mil modos que el cristianismo constituye la luz,
la gnindeza y la gloria de la raza humana. Antes se decía:
el cristianismo es divino, luego es excelente. Ahora se dice:
el cristianismo es excelente, luego es divino; demoslratidu hu
divinidad por su S4>l>rebumana excelencia. Tal es lu tesis que
(11 Virgilio, Kgri. IV.
^^
sostif^ne U polémica católica cotitemporinea, y rjue ha üiacado
triunfante po H rampt» rio toilas Ins cienpias y en el campo
(j,. 1 . t-, _. 1., :■' pi^riencias. Hoy (Ua todas las cionoias se míen
I' t >iiín & la religión, romo k tinrs itel siglo pa-
sado se amniinaron para combatirla. ¡Especláculn admirable,
itefirtreítl En el tíidiino lerí-io de este siplo, fiiriosatuerile con-
jurado contra el Cristo, despuífs de un funesto divorcio, la
fp y la ciencia se reconcilian y las voces del Cielo y de la
lierra unida» en armoninso concierlo, proclaman qne el
Cnslo es lii sotncirtn de todos los problemas. (¡Muf/ bienf)
¿Quó ihijtorta. señores, que los überaloM no reconozcan la
«xoelencia del catolicismo por mus que brille con mayor clari-
dad que la luz del medio dia? Ellos pueden vendarse los ojos;
|>en> iin por eso impedirán ipie el sol inunde el universo con
san myo8. /Olpía •<*>«). Su ceguera serfn de todo punto incmible,
«i con nuestro» propios ojoií no la vibramos realizaila. La Igle-
«ra Tatijlica. enn su mn}rÍsterio inTalible, nos da el conocímien-
lo del úoico verdadero Dios, y este eouorimienlo es el mñs
tn»resario, el iii&n precioso y la mayor luz de la inlelif^ncia
litimana. Ella nos revela lambi^m que el hombre viene de
lito*;, que va á Dios y que debe vivir imitando & Oíos, pk
^ecir, ensebo »iobre el hombre la más sublime doctrina que
tiabfl ímapinan colocando á Dios en el principio. Dios en el
fin y nins en el nieilio. AdernS.*^, por el hnntismo hace al
hombre nada ineno<i que hijo do Uíoa, hermano de .lesucris-
to y heredero riel reino eterno. jY á la tfrlesia Católica que
«niwAn y hace IhIim mn'/tiilirencias. los liberales le declaran
I» ^erra, mo & nombre de Ir gloría de Üun^, tii de los in-
tff*rv.MeK del alma, «inú ¡quién lo creyera! A nombre del pro-
KffrBo. porque ella dejrrada al liombre! ¿No es esto una wr-
dnilrra nbprraí-ii'iii'?
íY qnt'' ex el liberalismo? ¿Qué puede hacer y qué ha be-
Hto en favor de la humanidad? K\ liberalismo en teoría uo
fiti ntm cosa que la ne^ci(^n. y eu la práctica, la abolición
•Je bt soberanía social de Jesncrislo. Ks la descrtsliaiiiznción
de 1» sociedad, en decir, lu expulsión complelu del principio
divino qiM» desde hace die?. y nueve siglos viví tica al genero
humano. Su divisa va esta: ile-ícalnlicemos tos pueblos para
rfvilir:irlo.(í. j,(^)uién no ve que su Iriunfo, lejos de ser uu
progreso, sería el más prande de los retrocesos, porque se-
ría unii vuelta al paganismo y sus dejara darJoites? Cuando
Outnvu AuH»tui*— Ti-mo tT t
— 130 -
nosotros ponlemplamos la guerra A muertp que el paganismo
declaró al cristianismo en 8« aparición, justamente nos asom-
bramos (le la t^e^uera i)e los paganos. Tenían delante de
ellos la Iu2, y la iHtehaüaban para qnedarse eon las tinieblas.
Sin embar(ío. ellos no conocían por experiencia la excelen-
cia del crislianistTio. Mas. prclemler destruir el reitiailo so-
cial de Jetmcrislo, como lo hacen los liberales, despnés que
el mundo lia gozado dnranle tantos siglos de smh innume-
ríibles i' imponderables beneficios, ¿no es una reguera ma-
yor que la de los paganos?
K\ liberalismo, considerado en la región de las ¡deas, na
tiene canda! propio, no encierra ningún principio nuevo, no
es ttiks que una negación de las verdades católicas y de los
derechos de la Iglesia, y la negación es la nada. Ue aquí se
deduce que el liberalismo, como elemento social, es radical-
nn^nle nulo (' incapax para labrar la feli(^idu<l y la ventnra
de los pueblos. Pues, para producir algo, primero es ne4'e-
sario existir, y el liberalismo no tiene una existencia positi-
va. La Cínica fuerza que posee, es la fuerzí» de que están
dotados el error y el mal, la luerzu de la tleslrucción, cumo
lo maniliesta su propia historia compuesta de ruinas, rlesde-
la Hevoinción del 8ü hasta la Comuna de París.
nesgrariadamente la Kepóhlica Argentina se halla hoy
día dominada por el liberalismo. I^ Nación es crÍMiana,
pero el Gobierno actual, traicionando su deber, se ha con-
vertido en un instrumento del lilieralismo; é- impulstido por
él, haacunndido la insen.saln cuanto funesta empi-esa de des-
crisLiani/arla. No (-.(ndcnto c(n) haber suprimido en loda la
República la libertad, quiere también destruir la religiÓD,
(¡uc es la más piectosa herencia que nos le^'aron nuestros
padres. Felizmente la gravedad de semejante peligro ha des-
pertado al pueblo argentino del letargo de la indiferencia y
le bu hecho sentir el deber de ponerse en acción para sal-
var su fe. y con su fe su civilización, su propia vida. Desde
luego era clar<i (pie una restauración cristiuna es la fínica
solución de lodos los problemas que entraña la situación
presente de la Hef)rd>IÍca. El Congreso Católico íu^ ronvo-
ciidu y se halhi reunido para promover esa fgi'andiosa res-
touración cristiana y argentina. Ahora bien, señores: ¿cuál es
el medio más necesario y elicaz para restaurar el reinado-
social lie Jesucristo? Kúcil es saberlo.
— 131
El reinado socíiil de Jetiiicrisin (Jppfnik* de la íiiLpk''Í<1*i(1
y rtel rigor do la fe. Aqii^l no pue<le existir kÍh éslu, y á atiilios
le--í corre la niisma suerte en ta práctica- Cuando la fe sufre
menoscabo, d reinado social de Jcsucrítito padec« detri-
mento. Los erroretc de los tres ijltitnos KÍf^lus, debilitando
inmensaincule la fe calólica, preiwraron IriKÍcamiínte la se-
cularización de las soriedaderi modernas. E\ proletitaiitísmo.
el janKeniüino, el galicatiisrnOt el rcpaiisrno y el enRielopedis-
lo: he ahi, ^«•ñon'ií. los precursores del lil)eralÍKmo. Sin es-
leís precursores iiidispensabies, el liberalismo no hiibíeru
Iti'clio nada, y lal vez ni aun hubiera exiutído. Coiiorido el
oriiaren del rnal. queda ifrualutente couocido ru remedio. Si la
Ktt;ularízaci«'in de la Hoeieilud lia diniatiado de la dÍRtninución
r oscureciiuieuto de la doelrina católica, el medio para res-
taurar el reinado Hocial de Jesucristo será la reslauracidii
de ella en (oda su integridad y lucidez. Algunos le couee-
dt*ji po4M importancia ií las cnetitione!^ rloclrinalr», cuando s«
Irala de salvar A la Patria; más semejantes pci-stmas si> en-
Uu completamente. Los ideas tienen una itifíueucia deci-
'^iva en )a marcha de la sociedad, de ellas viene el impult^o
que produce los ocontecimienliw, y el orden social no es, ni
puede ser otra co»a que un reflejo del orden intelectual. Las
restauraciones, romo las revoluciones, para consumarse en
los hechos, es preciso que antes se hayan realizado en la
rr^i5n del |K*tisamiento. I'or consiguiente, para restaurar el
reinado social de Jesucristo, nosotros debemos comenear
||> iiurar la doctrina católica en toda su integridad.
Sin duda ninguna, seflores, este Congreso no es un Con*
Mlio; mas. para restablecer entre nosotros la pureza de la
no necesita estar invesUdo de autoridad docente; le basta
cumplir su deber de aceptar con profunda sumisión las en-
señauzatt de la Iglesia. Existe por fortuna en nuestra época
un doi'umento emanado de su .Infe infalihlc. gloria inmortU
dp Plu W y terror dt los lil>erales, porque es !a condena-
c.>'iii notemne de todos los erroi-tts modernos (pie han pro-
ducido la secularización de la sociedad. ¡Saludemos, seflores.
:;' * ■' :'>M/í, la antorcha más luciente de nuestro siglo, cuya
■ h mareó la ilecudencia del liberalismo y ihu^dió los
destinos del mundol Al mismo tiempo que un resumen de
loK errores modernos, es un compendio precioso de las vei*^
^^á
- tai
dades antigua» que les son npue.staí}; y siptido una jtlirma-
ción integra de la doctrina caUMíca enfrente de la itnpiednd
liberal, id Syl¡ah¡iít llera en rus pliegues la reslaunieión del
reinado social de Jesucristo, por cuya razón debe ser nues-
tra l>and(Tii en la nuble Iiieliii en ipie ruis liall.'imos enipe-
Aados. Aca»o se no» dirñ: ¿na es tin desacierto proponer
que enarbolemos por bandera el SifilahuM. la cosa ni^ im-
populai- ilel mundo? ¿Quí^ pi-osHitos vamos á recoger con
semejante bandera? No deseono7.co el hecho de la tnipopu-
laridad del SifllabuH; mas porque tmsta su nombre para ex-
pilur el mlio y el furor de nuestros adversarios, ¿serfu esto
inolivo suliciente para que uosolros reneg:úranKis de él? he
niguna manera, sefiores. El Evangelio también pareciú un
escándalo á los judíos y una locura A los gentiles, jwla'iM
quifieni Hcomlaíitm. Qmüibu» ntiiem MulUtiom. A pi'sar de
(•«lo, San Taldo decía: «No me avergfienzo del Evanifelio,
poique <!S la virtud de Dios,» es decir, la fuerza que salva
al inuodo: ,Ví>« entbesco Ecntigelium; vÍjíhh lici enini cM (í).
Di^'auMKs, pues, ludos y cada uno de nosotros; uo me avcr-
l^fAvm del Sffllabtts, porque es el instrumento de la restau-
ración del reino social de Jesucristo. Añrinénioslo intrépí-
liainenle desafiando los clamores de nuestros arlversaríos.
El Sfflhhiis es la verdad, y la verdad, dice Tertuliano, no se
avergüenza sino do ser escondida: XiiiH veritwt prubescit., nisi
soltíiuiuotio ahnconfiÍ (2) (Mttf/ bien).
La adopción del Syllabiin es un acto de fe necesario para
el éxito de nuestra empresa, puesto que toda la fuerza del
cristiano reside en la fe. Sin ella nada podemos y con ella
lo podemos todo, según la palabra de Jesucristo; omnia pos-
ttibiiht siint cre/ieuli (^), «todas las cosas son posibles paia
el que cree.» SI, seflores. La fe es la fuerza que IrasjKirla
las montanas, detiene el curso de los torrentes, ilumina k los
ciegos. L^ura á los enfermos y resucita á los muertos; la fe
es la fuerza que en otro tiempo triunfó de los judíos, do los
paganos, de Mahoma. de Lulero, de Vollaire, y al presente
puede triunfar de tofios los lilipriiles coaÜ^adns. Arqnfme-
des, dice Ijacordaire, pedia una patanira y un punto de apo-
(1) Rnm. t. 1€.
(2) TortiiUnnft Adtvraux, l'ahut.
(8) Mnr,. IX. 32.
- ia3 —
yo para rriDover el inundo; perú en su época esa palanca y
fse plinto lie apoyo no eran roiiucídos como lo «on ahor.i:
la |>ali)iini es la fe, el punió de apoyo el |nh>Iiu fie Ji.<*;ucriíi-
lo. (1). iJpfatéKüH).
LiL impiedad moderna rontrii Iq cual lenonotf (|uc lucbar
eíí radiral y uhsohiüi. Klla no cohí^ííjIc en I4 nejíación Ue este
ú at]UL'l dugiua, situ't en la ne^'uriún de Lodo»; los do};rnas. Ká
la pura incredulidad. Para i]ue lu rettítilencía sen proporcio-
nada al ataque, á. la ne^ción universal debemos oponer una
ufinoarión lnl(*»fra de la verdad eati'iljra, al lilieralisuin de-
bemos oponerle el íy>¡WthHH, á la ¡iicredulídad lu fe, y la te
Iriunrará de ella. Cuando Lucifer se reveló eonlra la sobe-
inla de Dios, diciendo: yo seré ^iemejante al Altísimo:^
'Situilii ert» Altitatittto, i*l ArcAn;*el fiel, jefe de las milieias
cclcsliales. le conteslü intrépidamente: «¿quién eoinu Dios?»
ñQuiít ul DttiPt? y esta paliibra de fe, arrojada al rcHiro su-
¡rliin lie Síitnná,s, bastó para preelpilnrle. (-onio el rayo.
'desde las alturas tlel Ciclo Ii.ista las pnifuri'lldades del abis-
mo. (ÁplauauHi.
El liberalismo dice también: os cicito que el ealolicíümu
r'-i'-"' .il mundo; pero ya eslú decrépito, sus fuerzas eslAn
\. s su maravillosa fecundidad se ha agotado con el
Imnseurso de los siglos y no put'de Halísfacer las nuevas
jperesidades de las sociedades ninderniis; ya ba pasado su
lientpo y ba tle^atlo el mío. A mí me corresponde reempla-
zarle en la direceián del mundo y haré prodigios inauditos.
Yo sen'* iiemejanlc al catolicismo. Ya sabemos, se&ores, la
reapue.-íla victoriosa <lel Arcáoftel: contcstéiniRíle valerosamen-
le ul lit>eraltHino: ¿yuli?n como la Ij^lesia Católica'.* ¿yuií'u
eomo JesucrisloT Y el libi^ralismo, como el &n^l rebelde,
caerA derrüíado por esta palabra de luz. /.If»»»/ bien).
Así como nuestra fuerza reside en ta fe, la del liberalismo
reside en la iguoracia qUíí reina en nuestra ípoca en ma-
terias* r«li];Ío«as. Auuqnc parezca extraño, la verdad es que
t" ' .'lo lie las luces, él del»e .'íu inmenso crecimiento ¿ la
i^ ! ja de las clases ilustradas. ÜÍ<i sobre este punto mía
|ulabra autorizarla. U>s Pndados de la provincia eclesiásti-
ca de Hur^.s decían, liare poco, en un solemne iloL-umenlo:
« La primera causa de este funesto desarrollo es la ignoran-
(t) Liir«(v1«{iv, tianffttatia» .
— (34 —
cía que se palpa en malerJas religiosa». Nu se ignoran so-
lamente los puntos delicados y útiles de la doctrina cristiana,
siná las vt^rdadcs ruiidainrntalos, cuyu conocimiento es ne-
cesario «1 cristianu. Y no se crea que esta ignorancia se
halla encerrada eii estrechos Ütnítes: se encuentra por des-
gracia en personas que pertenecen á todas tas clases socia-
les. Hombres públicos. Jurisconsultos de ñola., escritores,
publicistas, personas de ^ran posición é influencia, ignoran
á veces loa dogmas elementales de la fe cristiana. Se ignora
iquién lo creería! hasta el Catecismo, que es el resumen más
breve y popular de la doctrina que se dignó el SeAor reve-
larnos, para que nos sirviese de guía en la con(|uista del
Cielo. Puede además ascgin-arse que apenas habrá quien
conüxca la Religión entre cuantos la combaten; <le forma
que ahora, n(ini<i en tiempo de Tertuliano, podemos decir
que la fe cristiana quiere y demanda que no se la condene
sin oiría. ¡Qué dolor! Hombres hay que afanan y« como dice
San Aguslín, se desvanecen y consumen por estudiar una
flor, un hilo de hierba, un insecto, y que descuidan, sí no
desdefian, aprender las verdades necesarias acerca de Dios,
de la criatura y del Mediador. Todo lo estudian, excepto la
religión; lodo lo quieren saber, menos el Catecismo». (Car-
ta Pnatoral sobre los graven jieligrotí de la ípocn nc/tmf y *«»
medios de evitarlos).
A consecuencia de esta general igiuirancia en materias
religiosas, sucede (|ue los católicos carecen de energía para
reeistír á la impiedad liberal y aun aceptan inconsciente-
meóte los errores liberales. Ella es la causa que sostiene
el lit>eralÍsmo; y siendo esto asf. sí queremos extirpar el li-
beralismo, es preciso atacarlo en su causa, por media de la
enseñanza católica. De aquf prnvietu! la suprema necesidad
de restablecer la autoridad que en el régimen de la eiise-
fiaiiza i)(íhlica de la juventud corresponde á la Iglesia por
derecho, de asegurar á los católicos la libertad de enseñan?^
secundaria y superior, y de fumlar una Universidad Católica
investida con el poder de conferir grailos acadí^micos en to-
das las facultades y en la cual se enseñe la iloctrina orto-
doxa en toda su integridad y amplitud, como lo han hecho
recientemenic nuestros hermanos de Francia, de la Banda
Oriental y de Colombia. En semejante situación, este Con-
greso debe, por lo meuos, excitar á los católicos que por sus
- 135 -
Tualidades personales y su posición social gozan de influen-
cia eu la üpiíijóri pública y en üI Gubierno, & pnntT vn cjer-
«icio lodos los recorte» legales y propios, para recu[>crar la
iulervención de la I^ilesia en la enseñanza de la juventud, y
aKejíurnr ron íjarantlns suHcientes y en toda su legítima ex-
teiL'iión la libertad de la enscAanxa secundaría y superior.
Estando aclualniente nuestras dos universidades nacionales,
la de Córdoba y la do Buenos Aires, dominadas por el ti
iKralismo, la fundación de una Univentidad Católica se im
poiif r.un li>ila la fuerza de un rletier. ¿Y quiéii duda que
«i todos los católicos de la República se dieran cuenta de
C8te rieber y unieran sus esfuerzos, les sobrarían elementos
para ciimplirlof lnvoi|ueiitos. pue«. con este objeto, desde
«I recinto de esta iluslre Asamblea, la fe y el palriotismo de
ios ai'geutinus, y tal vez dentro de poro veremos levantarse
«otre nosotros una Universidad Católica, destinada á salvar
A la Nación de lus pelr^ius del presente y á ejercer una íii-
fluoneia saludable y decisiva en su porvenir. (ApfaHHOH),
Mientras tanto, es urgente promover el conocimiento y la
difusión de la doctrina del Si/llab»H, t\uc es untldntu contra
los errores liberales. Las asociaciones católicas de la Repú-
blica, entre cuyos principales fínes figura la projtaganda ca-
lÓlica, SOI) las llamadas fi desempeñar esta obra fecunda y
luminosa, las cuales podrán veritícarla. ora por medio de
lecturas, ora por medio de comentarios y de confcrennias
que versen sobre el S^Habitti.
Im enseñanza, sefiores, es el medio m&s eñciiz para arrai-
gar en el hombre el principio religioso. ■La fe, dice San Pa-
blo, vieue por el oído, y el oído por la palabra de Dios ■:
FiHen fT autlUH, nufiifns nuiem /tnr rarhutii Chrixti. (I I Y aun-
que esla-s palabras se refiitren propíameule á la predicación
evangélica, guardada la debida proporción, pueden aplicarse
también á la propaganda católica beolia por los simples fío-
íes y A la ensefianza que se da en los colegios y nniversi-
^Jades. Por donde se ve que la adopción y la propagación del
SjfUahuB, la intervención de la Iglesia en la ensefíanza pú-
blica de la juventud, la libertad de la enseHanza secunda-
ria y superitir y la futitiación de la Universidad Católica
que tengo el honor de proponeros, son los medios m&s efi-
\l! lUjin. X, 17.
— i30 —
iiacL's pura ruilicar y rurUIcci^T el pi'incipio religioso i-n el
iiidividuu. Y uiiu vez tjuc se tiaya cuimej^uiílu arraigar pro-
funda y vigorosanierite f^l principio religioso eu el individuo,
él mismo, por un inoviiiJÍeiitu propio y eüpoiitáueo, din (|ue
ninguna tuerca pueda impedirlo, pasará tlel individuo & la
lojuiUa y á lu sociedad, y servirá de base ¿ la política; por-
que liada hay en el mundo más ex^iausivu que el principia
religioso. (A/ituiinos.j K\ niísmo Jesucristo expresó hcllaincnle
esta tuerza expansiva de la lelígióii con la parábola de la
levadura <|Ue Hunenta toda la musa^ y la del grano de uioü-
ta7.n, que os la más pequefiu de las símienles, y luego se
eonviertCjen la más ^ande <le las plantas. La religión do-
mina al hombre por completo, abarca y llena au Juteli-
gencía y ku cora:¿ón, es el alma de un alma. Cuando eUa
anima y alíenla con su soplo divino á los ciudadanos de
un pueblo, uecesariamenle llega á ser (arabién el primer mo-
tor* el meiui ayitat tnoieiu del Kstado. Todu el trab^o está.
en arraigarla en el corazón del hombre: su imperio en la
sociedail es mía consecuencia natural de su imperio cu lus
corazones. (l*rolonyaílon aiAnusos).
Marchemos, pues, íjeñores, sin miedo y sin indecisiones á
la coiu|UÍísta del reinado social de Jesucríslo. eimrbolando
por bandera el SyUahm, que es una profesión de fe, el sím-
bolo propio de los calólicos del siglo xix. Nuestro doble
carácter de cristianos y de ciudadanos nos impone esta obli-
gación. Hacer reinar á Jesucristo en La tierra en nosolroü
y por medio de nosotros, para merecer reinar con él on el
Cielo: tal es el deber de los cristianos. Y si la i'utria se en-
ferma y muere inraliblemenle cuando le falta la verdad ca-
tólica, lodo ciudadano, posponiendo sus comodidades y ven-
tajas, á costa de grandes sacrificios y aun de su misma vida,
eslA obligado á procurarle ese alimento divino. jAdelante
siemprel No nos detengamos á ver cuáiitos somos; para lu-
char (i la sombra di; la Cru^ no tenernos necesidad de con-
tamos. Gn los combates que se libran por la fe, la victoria
está prometida, no ul número de los batallones, slnó al es-
laudarle. (Proioiti/aiiofi t/ reyelidoa apUnwosj.
Ot»cur«o del doctor Emilio Lumarca. da la MSion del 2tl de Agoelo
d« 1884 en el Congreso Católico, sobre la conveolenciQ de la
anión política de los católicos de la República.
JtttHtríifimo «rñor;
Srüoren;
La ulÍ:ui/H [lulítira i\v Iuh i-^Lólicns ar^MiL¡iia!< t:ii (Ick-n^a
de la relit^iúii y üe las k'ycs fuiídauíeiilales de su Patria, ln
encaruaciúii ilc esa idea ea uu cuerpo que la lleve adelante
con ener^'íl^ persiguiendo animosa ('■ ¡nfalitniblíMnriit»' Ihh nu-
bles prupósilus .faiiríüitadutí en ruta digufsiina Asamblea, es
el lema trascendenlJil que me cabe la lionrii de dí*sarmllar
ante vosúlros.
No ere» iH|uivu(;aniie al sentar <|Uf esii alianui fiicit>rra
la Muriia üe lus trabajos de este Cun^trcso. tilla es, e» cfedo,
la nota einiueute, laidas veces aplaudida en este recinto: es
la conseeuent'ia lógica de nuestros aetos y tb* nuestros anlie-
loít, como bijos tiejefi á la Iglesia; es. por ftii. ft] triunfo de
nuestrtis etífuerzos y la realización de nuesli-aK más puraH
ambicioues. coiuo ciudadanos de esta República.
Lus ditíi'ursos basta aipif pninunriadris me st^ralan el rumba
que debo seguir; y mv estimula la conHauza de que lo.srtii>-
4:eplos, que someteré á vuestra consideración, no son niás
que un corolario, tina aplicación general y prAetica dp vues-
trait proj)Íatí i<anctoues.
He vacilado, siu embargo, antes de decidirme k aliordar
materia de tanta entidad, en presencia de los hombres de
mi p:iis & quiem*s míts respeto, Rea |H)r la alta dignidad
cclesiástita que invisten ó por sus meritorios anteeedenb-s
en U vida pública, sea por la virtud y la experiencia, la llu»-
Lrución y el laleiito que reconozco y admiro en los que lian
Kídü y son mi$ verdaderos maestros en las aulas y en las
letras, eu la prenMt y en el foro, y en todo lo que mnMi-
luye la existencia activa y generosa del patrióla y dH cris-
tiano.
He trepidado también al pensar la magnitud y la impor-
tancia de un asunto que bien merece la olncuericiu de un
m
- 138 —
orador inK¡jíii(\ iim* requiere el elevado criterio drl filósofo,
y exige \o prudencia del hombre de Estado.
Ctial<|iii)'ra de e.slas retlexíoiieH hubiera ])a!4ta(lo para arre-
drarme si (lu me impulsara el cumpliinieiitn de un (lelK*r,
ai lio tuviera fe eu la gran cuuna que iius ha reunido y á la
cual pertenezco con todo iiti »6r y con toda nii atina. Hablo,
pues, porque creo. Y escrito está que nunca ha de fultai
la palabra para la defensa de esa verdad que tuvo cuatro
mil aQos de promesa, y que lleva dos mil de victoria.
{ApinuMiH).
Señores: el si^jlo xrx llepa A viejo, después de una bií-
Uaute carrera de projireso material: mAs no e^lA saUsfechu
con sus hadarías. (•!!. romo ninguno, ha dado vuelo al co-
mercio y al tráfico, fomentado el espíritu de emjiresa y de
esperntaeirtn, mnltiplieado las invpneíoneí< y los descubri-
mientos cieatílicos, abierto istmos, ligado océanos, puesto al
habla continentes, vencido los obstáculos de tiempo y pm-
pacio por medio del vapor y de la electricidad, cenluplicadn
los capitales con la expansión del crédito y arrancado á
bis industrius tantas, tan variadas y tan inmensas riquezas.
Empero el Creso de los siglos, no obstante los vicios y de-
fectos de su positivismo, se detiene en medio de su verti-
ginosa actividad, como si sus tesoros no lo contentaran, como
sí quisiera reflexionar, como si deseara dedicar los afios de
su vejez al trabajo intelectual que demandan los problemas
sociales y jurídicos. las ruestiones religiosas y políticas.
IjB fielíre pi>r hacer fortuna y el industrialismo th. nues-
tra época han sido condenados como fases desagradables
del progreso, como un estado (pie tío puede ser su tipo de-
finitivo, como algo que sólo podría satisfacer A espíritus
groseros. En ello están de acuerdo bombr-CH de muy distin-
tas nacionalidades, educación y creencias. Un prelado ar-
genlinn, hijo ilustre de la Orden de San Francisco, Fray
Mamerto Ksquiú. nn envidia para su país la labor febril ile
los pueblos maimfactureros, con todas sus miserias y sus
grandezas. Im economista inglés, famoso defensor de la es-
cuela utilitaria, Stuart MílI. tampoco encuentra allí un estado
social (jup halague á los filántropos del porvenir, y se ma-
nifiesta indiferente para con esa especie de progreso econó-
mico de que se felicitan los polfti<-os vulgares: el progreso
de la producción y de la suma de capitales.
— i:w
Los príncipioíi y los lierhus mismos Jufltifiran eslas apre-
cÍHciones. Tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, los
inimos »e preo<:u|>an de cuestiones cMimplejas, cuya «uliirión
no la dan ni la Eeoaoinfa Política ni las Finanzas. Kn Ilu-
bU se agila el nihilismo amenazundu hacer tabla rasa de
todas las ínstiluciones del Imperio; en AJeiuania, el socia-
lismo y el KHÜurkampf hacen la grnerra í\ ÜÍos y ík la socie-
dad; en Italia, e] soctarií:nio mazziniano y garibaldíno ama^a
á la Monarqui», persii^e al Püiitíficadn y á la Iglesia, so-
foca libertades y oprime las conciencias; en Francia^ la Re-
volución haf.e pstrafíds, rlcscrislianiza. expulsa (Vtieiu'H reli-
giosas y se empeña en llevar á cabo el prognitna volteriano
que Lanías veces la ha conducido á la Comuna, que tantos
horrores, tantas lá^imas, tanta sangre le ha costado; en los
E^tndos Unidos se han producido las huelgas promovidos
por ia InU'niacional, con más itttrnsidad y extiinsión tjue i*ii
Ui Inglaterra misma, y los rat45lícos luchan con centenares
df sectas i|ue sostieTien vivas y ardientes controversias reli-
giosas, mientras que en la América del .Sud, la liga anticrii»-
tiana extiende sua redes por todas partes; se presenta en el
Brasil viciando ó minando las instituciones más sa^^adas,
encarcela Obispos y deja á los fieles sin pastore*; apareen
en Ch¡h> riMnpiendi) rflaciones vm\ la rianla Seile, i>cha por
(ierra las grandes (radícionos nacionales para remedar en
todo al {aicütwo hancés. hasta relajar los vhiculos conyu-
gales cnn el matrimonio civil y declararse nncmiga de Je-
sucristo; y en el Perú como eti Colombia, en el Uruguay
como en la República Arj^tMilina, se han suscitado los mis-
mas rneisliones del Estado ateo, de la escuela sin Dios, del
concubinato legal, de la separación de la Iglesia y demás
proposiciones que constituyen el plan subversivo. (AfMtwírow
de aproftacümi.
El escándalo lo dio primero la Europa: es cierto; pero,
nos lo han importado, y lo hemos hecho nuestro. No hay
en la historia grandes movimientos revolucionarios que no
alcancen mucho más allá del centro en que se iniciaron.
El incendio se declaró en Francia, y de allí se propagó &
todos los Estados. Arrojada la piedra en medio de aguas
tranquilas, la agitación de éstas se extiende en círculos ondu-
lantes que se reproducen y amplían hasta llc^r á la orilla.
I«a agitación ha lleí;ado hasta ncísotros, y nos a|>erc¡h¡miis
- no —
[HP p1 RÍpIft XIX, (ir MIS úllímos aflos, se dejarii absor-
ber por In lucha ác carácler universal, Irahada entro *•! ps-
pfnla do rebelión y el principio (k autoridad divjri». entre
la ineredtiliüail y la fe.
El ataque llevado A nuestras convinciom^s revelará su vi-
talidad y su solidez, ruuiu también la furlalezu du sus defen-
sores; y, sí bien no podemos dudar del triunfo de Ui l^eiiia,
deber nuestro os prepararnos para aquella lurha en el orden
religioso, eii el orden soí^ial y en e! orden polílieo. Ccm
este fín se ba reunido el primer Conpreso de Católicos Ar-
gentinos.
¿Qué nos faltiL, y cuáles son los medios para vencer, á lln
de instaurarlo todo en Cristo?
Tenemos que principiar. He^t'in lo liabais ítaneionado, por
trabajar para que todos vuelvan S la profesión y la prielíca
íulegrüH fie nneslrii fe relijíiosa. Así combatiremos la indife-
rencia en los linos, sacudiremos la Inercia en los otros y
abuyentarenios esa apatía que paret'.e alroüar secciones en-
teras de nuestro cuerpo social. Reforíiiadas las costumbres,
ellas nos darán una libertad que las leyes no garaiden por
sf solas. Kk menester no titubear: acabemos de quemar las
naves que no pueden conducirnos á puerto de salud, y cuya
existencia no hace sino enervar nuestra acción con ilusiones
y vanas esperanzas. Fuerza es obviar compromisos insos-
tenibles (|uc á nada conducen; porque urge concluir con
toda disidencia entre catriÜeos, á fín de que nada nos impida
despertai' del todo al espíritu de sacrificio y de lucha. Forma-
mos parle de la Iglesia militante^ y es necesario que imitemos
al pueblo elegido (|ue sabía levantarse «como un sólo hom-
bre- 0) cuando veía petigiar las libertades pfiblicaK y el
sagrado depósito del Arca. <A¡ilaitMOít),
Los católicos argentinos no forman uu partido: son la
inmensa mayüría de la Nación, la que ba sido desconocida y
burlada por un enemigo que obedece á un sistema y k una
consigna, como ligado por un juramento, y cuya pequefia fa-
lange, disciplinada y compacta, ha usurpado loe derechos que
le abandonara nuestra inaerión y nuestra incuria. (tMuybieUf
muif hirtí!)
Gl ateniense prohibía á sus hijos la neutralidad en bisgne-
(1} Rryefl. XI T.
Ul —
rras oMIaa 6 extt-aujeras. Kl cristiano, so pena du cnliiinlfa,
tui puede iJcr monos quo m]ii61, y clojar de lomar parte en
e«c L'OiitlKiUt pt-riuaiicMile del eirur y do la verdad. ¡'J que no
wl/i eon Criitto. enla rantrn Ei {\). fin e-sla caiiHa no liay tér-
minos medios r>i subterfugios: lodod leñemos i^ue militar de
un lado ó de olro. No hay debilidad que excuse: lodos deben
llevar su piedra para la ilefen.-ta de la Iglesia y de la Patria,
como en las ciudades sitiadas se ve acudir ¿ las mnrallaít
liíista i;is niujeres y los niAns. Kn Gartaf?o, las hijas del pa-
gani^íino «.-orlüban sus cabelleras para hacer cuerdas A los
arcos de »us héroes; en ISOK las ini^ere-s espaüola!;: peleaban
contra el invasor, y el nombre de A;^ustitia de Aragón ha pa-
gado á la posteridad; y en la heroica dcrensa de Buenos Aires,
las hijas de esta ciudad convirtieron cada nasa en una Torta-
Icxa, desde la cu¿l arrojaban piedras y agua hirviendo al
jUJerr.ito britátiíco. Entre tanto, Carla'^o, Zara<;oza y Buenos
Aires no han encerrado ni encierran la síntesis de la civi-
lización, mientras que la reli^ón católica es su mAs sublime
expresión. Su defensa es, por cnnsi;íuiente, la defensa de
nuef»tro mayor tesoro, es la prenda de uue'slras libertades, es
la garantía de nuestra .salud presente y futura.
¿Góino no hac«r entonces por ella, cuando menos, lo que
hieieron nuestros aidecesorcs por la PatiiaY
¿Cómo nmcfíar de tan jrlori<»sos antecedentes pormanecien*
do entre esas tristes almaK de que habla Dante, que yacen
Kumer';ídaH en los limbos de la duda y de la indiferencia,
igualmente odiosas A Dios y A sus enemigos?
Lu abstención no tiene ya ni sombra de excnsa. Si momcntu
hubo en que pudimos dudar de la bondad y de la rectitud de
nuestros actos y en que suriíieran varilaciones acerca de la
prudencia y aun di' la justicia de nuestros propósílos,— por
cuanto la voz del Episcopado Argentino no se había dejado
oír, — hoy han pasado esos días de penosa meditación paní
¡nuestros fVclados, de an;nislioso silencio para nosíitros. Nues-
ros Obispos nos acompañan; etlo.s iius alientan y nos ben-
dicen; nos «predican la palabra, nos instan á tiempo y en
bloda ocasión, nos ruegan y amonestan con toda paciencia y
^biduría; porque vendrá (lempo en ({ue los honibres no 8U-
frírán la sana doctrina, antes amontonarán maestros confor-
(I) Mnl, Xtl, 30.
14í2 -
nK'K 4 sus (iPBeoH», y (pifi rei^ponilun á todas las novedades
y á todos l()s caprichos, (jue inanejt'ii hlandameiite las pa&ío-
neti, las halaguen y contenten, «y apartarán Iob oftloB déla
Ví-rdad y los aplicni-án A fábulas» (l|, Nuestros arriados hoy
nos ruegan, por el nombro de nuestro Señor Jesucristo, que
Indos tf>n^:anios un mismo Uniguaje, que no hnya divisiones
i'iilre nosotros, que seamos perferlos en un mismo ánimo y
en un mismo parecer (á).
lY cómo nu anlielur. señ:tres, que tm haya cismas, ni am-
biciones personales, ni partidos entre nosotros y que, por el
rorilraríu. pnireilam<is r<m un inisnin nmdo de pensar, vincu-
lados por estrecho lazo rralemal, unidos como deben estar los
miembros <le un mismo cuerpo que anima un sol» y mismo
pspírhulí
i\o desconozco los foriiiidableí^ obstáculos que se levan-
lan para ot>struÍr nuesiro paso hacia este grandioso resul-
tado; pero tampoco atnenguo la te que ha de renovarlos, al
ver en cuan i>oco tiemfio hemos dado un paso di> gigante
íjue en otras naciones lia re(|uerÍ(Io años de trabajos pre|>a-
ratorios.
A la convocatoria de esta Asamblea ha i*e8pondí<lo eu bre-
ves días toda la República; porque ha visto claramente que
la opresión política daba la mano á la persecución religio-
sa, y no podia ocultársele que lodo el mal proviene de ba-
ber permitido que los Poderes del Estado cayesen en manos
del liberalismo, que grita libertad cuando está forjando ca-
denas.
Los católicos parecfan haber olvidado que la religión es la
base esencial de nuestra sociabilidad, y prescindían de la vida
pública ú pesar ile que nuestra prensa les anunciara lo que
está pesando.
Y nada era que abandonasen la política á l(»s que la defien-
den como buena presa y la explotan como una industria;
mas esta abstención ó prescindencía, ípie jamás pudo ser lau-
dable, asumía las proporciones ile grave culpa des<le que
trajera como consecuencia el sacrificio de la escuela cristiana
y de la causa, hoy más que nunca indivisa, de la religión y
de la Palria. f Aplatmoft).
(1) 2. Tlm. IV, á, 4.
(2) I. Cor. 1, 10.
- 143 -
Si perinilímos que el error contiuúe encaniúndoiie en las
riVmiiliis le|j;alps y en la» prácticas udininíslrnlivaR. penetra-
rá en los í»s|>írilns, á If'Tmiiius de sít poen menos que imposi-
bli' extirparlo. Y el mayor iwlign» de nuestra f'piHta es ese
iiidiferenlisino y e^as tLMidencías laliluiltiiaríuK (tietiunciatlus
en el lerrer párrafo del SffíUibuní que han pa-sado de Ja es-
fera de las idcir; y de las teorías al dominio de las lejes y
de ios liedlos. f.Vwí*xí(YTx fie aprohnciónj. Comprender lodo
esto, y todavía nu apresurartu á ejecutar las medíilas que tan
iniíteriosninenle reclama la precaria sttuaoif'in en que nos
encontramos, es aclo inconcebíhle en hombres que eonJlesan
á Críalo: es resipiiarse al menospreein de Iok adverHarios, y
a TÍO levantar la frente entre los propios, por llevar en ella
el^psü^oiii de la ii)e|)oia 6 de la aposlasfa. iHrattdeH aplanimH}.
Los (*rey^lnl(^s ipie dcs'.Nin resgimidar sus creencias contra
los desmanes de una minoría audaz, los hombres recios que
solirilan el prednniinio de la verdad r de los buenos princi-
pios, eslAn en el deber de «iesplegíar. por lo menos, la misma
antividail y nníVín de esfuc^rzns de que da pruebas el <>nemi-
^ eu todas sus maquinaciones, en todas sus sorpresas y en
Imlijs SU& campa ñus.
Nosotros no podemos eludir la acción, ní callar, sino cuando
id «rror calle. Éítte, lejos de fardar silencio, habla por los
úr;;anr*s oficiales y por la prensa anlicatóliiM: <levora el oro
del públíctt, como el engañoso crisol del alquimisla, y en cam-
bio le devuelve la escoria. El error se levanta con la frente
erguida en los Parlamentos, se ensoberbece en el Poder, se
«•acurre y desliza en todos los ramos de la Adniinislracián
y asume todas lus formas, ftl ataca, él nie^ él deslí^íura, él
empequeñece todas las verdades, multiplica los sofismas, aglo-
mera montanas de embustes, afirma millares de falsedades,
y ncíiba por dcclatar que nuestra defensa es mera polflíca
del Clero que im hará sino provocar las iras civiles y crear
mayores contlictOH. (Ap(wH»os).
]Y no falta ijuíen lo crea, quien se deje entrañar por este
^Tosero expcdit'nle de afieja táctica liberal! Los cati^licos
tienen la i ulpa de todo lo que sucede: eUiM han revuelto las
rosas; nlloa han echado mano de la cuestión relíf^iosa. |»ara
deshacer en el Congreso U mayoría que protestaba rontra In«
nvancetü del l'oder Kjecutivo; fiUm han suscitado el debate
sobre la enseñanza, para que se deslicrre á Cristo de la es-
— 14* -
cuela: '*f/o« Ihin íii^i'iiííliíii trabas ú Ins cnlegíos calólícon; (}//9>c
tinii iiruiiHojado las cuesliones relativas al Jur.itnrnlu, ni pa-
troiinlo y á ios seminarios; rJtoK se lian confabulado ptira
(Ti'ai flillrultaili's á tus Obispos; cJ/oh han promovido la» dos-
liliiriotips dp Vicarios, y de Fiscales, y de proFcsores, con vio-
hit'ión di' los cánones y de las lfíy(;s: ellos han clal>orado ni
projíRimu de Jule.s Kerry y de Paul Bcrt. que aquí se pjecuta
en cai'ic4ttura, y sp pone en práctica obedeciendo por cierto
Ti o I ni (lonstilnoión qne In Argentina! / Api itUMos) rJ ¡oh nrm\oi\
provoca ílorrs. Ioíí únicos culpables, y por eso flebe privárse-
les di- lodos sus derechos, convirtiéndolos en parias de esta
sociedad. fvl/j/««so«j.
Nada habría sin^cflido si los eali^licos no hubiesen desple-
gado los labios ¡Nada, sefiores! La descomposición so-
eial irnbría seguido consuniándosi^ en siLencio* como In de
los cinl.'iveres imi las tumbas, pacías n una lan siplosa como
eficaz complicidad. (GranrleA tipínnsusj.
¡Libr-enos Dios de esos erílicos y mentores cuya índole ín-
telecluitl los induce & no considerar jamás la defensa sino
como nn escándalo afíiejíado al ataque, y que de buen jrrado
unen su indíjrnación á la del enemigo, cuando los apóstoles
de la verdad liaccn resonar su voz con más aliento y ente-
reza que Iris a|)óslnles de la mentira la suya! (fíravos y
No nos encaña el juefío doble del liberalisino: sabemos que
su movímietilo es en a|>nnenc¡a transigente; porque á la vez
que eordiiuio. e^ allernalívo, ya hacia adelante, ya liaeia atrás.
Avainca ó retrocede, sp mueslia ose oculta. se^On las conve-
niencias, no seg-ún los principios; pero, no obstante la habi-
lidad con que evoluciona, «sus argucias y sus violencias
liabrian siti ihula tenido menos ^xilo si un (;ran número entre
los que llevan el nombn* de católicos no le tendiesen mano
amiga. No son raras, por desítracia, los que, á fin de no rom-
per con el eneun}ío, se empeñan en establecer una ajiauza
entre la luz y las tinieblas, un acuerdo entre la justicia y la
iniquidad, por medio de esas doctrinas que se llaman cafóli-
co-iibvj'aleM Ksos son más peligrosos y más funestos que
los enemigos ileclarados; porque, conservándose, por de-
cirlo asf, sobre el límite niisiuu de tas doctrinas condonadas,
guardan la apariencia de una verdadera probidad y de una
doctrina sin lacha, que atrae ú los imprudentes parlidarioft
— 145 —
le coiiRÍtiación, y que pri^^añü á las (genios lionniHn», dispiies-
Uü íi rechazar eiiores ilefinídos. De esLe iimdu <livi(len los
espíritus, desgarran la unidad y debilitan las fucrza^t que
«s nerpsarirt mantener integras y reunidas contra el adver-
sario ».
Así ae expresaba el Sanio Padre, Pío IX. en el Ureve que
•con fecha 6 de Marzo de 1S73 dirigiera al Centro Católico de
la juventud de Milán.
Kl liluírajisriin. |K>r su parte, consccuonle ron el necio con-
cepto de que la Ijílesia hace cat<5tiroíí y el Gritado ciudadanos,
querría excluirnos de la vida pública. En cambio declara que
respeta nuestras creencias, y iiosenti*ega. ..la sarrislía. Todo,
sin perjuicio de suprimimos las órdenes religiosatí y cerrar-
nos los templos, si es posible, como lo está crecltinndo mits de
nn (lobierno europeo. Los sedicentes liberales no prolestarán
contra la autoridad 6 ¡nlalibilidail pontiticías, siempre r)ue nos-
otros nos dobleguemos ante la arbitrariedad cesárea: olios
DOS {cederán gustosos los dominios del dogma y todo lo
conreriiiente á lo cpie entiendan ser el reino de Dios, con
tal de que no ocupemos lugar en el mundo, adoremas la
eslülua de Nabuco. y nos pleguemos sumisos ante el sic voló,
9ic jubeo d(t gobernantes, que han hecho de -la fuérzala ley
de justicia,» (1| fine se apodan rncionntiMaH y sobreponen
la voluntad ca])richosa de un hombre & la raz6n fundain(-nlal
de la ley. (fíravoa y aplaums).
Estos señónos (piii'reii catAlicos de inefable mansedtmibre,
<]ue dejen vilipendiar á la lelesia. á los (leles y á sus Mi-
uislros. sin replicar; católicos que enmudezcan cuando, coa
el dolor en el corarán y el rubor en la frente, se vean dos-
])OJar de sus nt.\s preciosos derechos; católicos que se. ase-
me¡cn ú los modelos de imbecilidad que pintan; católicos do
los que ellos llaman «&«iM«, » que sólo oigan misa, recen
el rosario, vayan fí la novena, no falten á ninguna función
<Ie santo patrono; pero, que no hagan polémica religiosa, que no
mucKlren la ipnorancta de los que ultrajan á la Iglesia, y,
jiobre todo que no intervengan en política. (ApUiusov)
¡Eso uo! QuiercM católicos que moren en la sacristía;
que no escriban, no diserten, no rolen ni luchen por Cris-
io y su Evangelio, y que dejen hacer y apoderarse de Iwlos
(1) Sfll». U. iJ.
M
— 146 —
los cargos públicos á los farsantes, á los bullangueros. Si
los explotadores y ñ los sofistas, siíi allura los unos, sin de-
coro los otros.sin aotecedentcs ni carúeler li.s mÁs. (Aplausos)^
Nosotros (jucremos, sí, y ardientemente, la devoción á la.
Vft^en, tan grande y tan fervorosa como la admirarnos eii
los guerreros de Isabel la Católica, como la sentían los hé-
roes de Lepanto, eomo la manifestaron Belgrano y sus va-
lientes, como la demostró el General San Martín al deposi-
tar, íi los pies de Nuestra Seilora del Carmen, en un templo
de Mendoza, el baxtón con ([ue tnanilara las hutallas de la
Independencia; (Aptaitifon) queremos el rosario y las meda-
llas y el escapulario también; queremos la mtsa y su augus-
to sacrificio: queremos lodo lo que acerque y una á Dios;
peio no queremos que se olvide el espíritu con que Sania Te-
resa de Jesús condenaba esa piedail estéril (|ue se eonlenta
con orar y con gemir, se satisface con suspirar y lamentarse,
y huye de la acción, huye de la lucha, huye del compromi-
so, huye, en una palabra, de lodo lo que exige arduas tareas
y de todo lo que expone á sacrincios y conlrariedade», 4
hurlíis y S calumnias, y íi lodos los viles manejos de esa
falange que no desecha armas ni medios, por vedados qu&
sean las unas, por bochornosos que sean los otros. (Estrepi-
tcüCH aijIauHOs).
Nada de esto dcl»e infundir tumor, aun cuando los des-
manc>s se proihizcan con descaro bajo el anónimo y la letra
de molde, aunque veamos ciertos órganos desencadenarse
en improperios contra los creyentes. La bestia brama: señal
de que eMÍL herida, i Bravos y aplauso»). Esas hojas son
impotentes para dar y para quitar reputaciones. Por el con-
trario, cuanto más numerosos Ron los enemigos de esa es-
pecie, cuanto mayor concierto revelen en su menguado oH-
eio, cuanto más furiosos ó envenenados sus ataques, tanto-
mayor el desprecio, tanto más densa la sombra de igno-
minia que cae sobre ellos. Os creíais pequeños, y he aquí
que, apenas alistados íjajo las banderas del Señor, vuestros
enemigos os magnifican, os convierteti en preocupación de
BUS editoriales y en tema de sus diatribas. A este paso, In
importancia de cada católico acabará por medirse según la
canlidad de sus delractoi-es. fAplauHov),
Las sanciones de este Congreso me confirman en lo ex-
puesto. Todos esperamos y deseamos que, cuantos se acer-
147 —
quen al santuario, lo ImRaii á fía de salir de allí leteinpla-
doK, y con nuevo vigor y fuerzas para piOear las batulluj;
del Señor, sin pensar en el triunfo inniedialo, .sin pensar
en sf uiisnioH, sin más anhelo (jue el de ínslaururlo lodo en
Crislo. Illüm OPPOfn-KT crksceíik me altem minci. Eh nece-
ftario que Él cresta nuHqtie tionolrot ine»0ietitos, frase que
jamás comprendió el libcrutismn porque Tué eiu;rita para el
cristiano; y á fe que bien vale la pena de vivir luehando
con tal de morir sin reniordiniierito. (Aplatufoií).
El Congreso ha ctunprendidn que, para asegurar aquella
instauración, es necesario crear centros de carácter político
y religioso donde los católicos puedan reunirse, alentarse
recíproca inenle y prepararse prra actuar con decisión y acier-
to en la conliendu con el lilwralÍKmo.
]*as Asociaciones de esta naturaleza comprometen, si es
que hemos llegado á la altura en que declararse urgeutino
y católico, sea un peligro; ellas di'íincn al ciudadano y exi-
gen la cooperación acUva ó el auxilio indirecto por medio
del nombre, y de erogaciones que redundan en bien del
público en primer lugar, y del donante, en segundo; aunque
éste á veces suela no explicarse con toda la claridad desea-
ble cuan estrechos son los vínculos que lo ligan & aus
semejanbís y á la sociedad en ipie vive.
Si se pn-sciride de ealas Asociaciones (jue en todas partes han
itervido de base al movimiento católico, se desecha el media
mSs poderoso, digo mal, el único medio para contrarrestar
los avances de los sectarios y las imposiciones del oficialismo
Sin unirse, sin coaligarse, sin reforzar á los que están en
la brecha, s;u trabajar lodos con el mismo empuje, podrán
nuestros tibios amigos continuar sacudiendo la cabeza, de-
partir con admirable cordura sobre los abusos reinanles y
lamentarlos con sobrado fundamento; pero el mal no se de-
tendrá, en su carrera. Se requiere algo más que graves con-
versaciones para evitar la ruina. (Aplnttgosj.
Liís entidades sociales dei>enden las unas de las otras;
mas, cuando ellas se desconocen y se separan, afslanse los
principales miembros de la clase dirigente, y di^janse ava-
sallar y subyugar ios demás, en com|)an(a de esa masa flo-
tante y manejable á la cual, consarcasmo.se llama «pueblo
soberano •> en el mismo instante en que se le amordaza y
humilla y hace servir de escabel para los pies del C^sar.
— 148 —
Ti-iunfa fíntoiice.s la oti^ar(|u[:i rte bastardos arnbicíoHOS, y
los males conÜmian su curso en meilio de frases rclumban-
tes, de ailulat-ioiR's desmedidas y dewr^ías íiiiain'ieras. (Aplaté-
909). Maü la culpa no es taiilo de Ioh que hacen, como de
ios que ban dejado hacer, y de los que dejan hacer.
Las masas incultas y los liombres venales, los mereadercs
y la t'ente de mero ánimo lucrativo, no han de reaccionar.
Ellos tienen aversión é. la lucha; quieren Iranquilidad y pro-
vecho, y á trueque de conseguirlo se abstendrán, ó ligura-
ráu en las mayorías oficiales.
En análogo caso se hallan muchos de los asalariados, Iob
speeculadores fiscales, los políticos á falta de profesión ó
industria, todos los que se contentan con las ganancias y la
acumulación de numerario, y muchos de los que tienen
poco ó nada que perder. Éstos no demuestran interés por
las libertades públicas, ni se prefwupnn ile la independencia
política; por el contrario, no pocos se complacen cuando se
daña á los pudientes, miran con alegría la opresión de los
que algo jioseeu, y no les importa ser ceros electorales y
vasallos de Baltasar, con tal de recoger las migajas de su
banquete, (iímf-'o.^ tf aplnuftoi*.}
La posición del liombre culto y de espectabilídad por sus
luces, por su rango social y aun por su fortuna bien adquiri-
da, es harto distinta. Él no debe perder de vista que perte-
nece á un sociedad cuya suerte lia de ser la propia ó la
de sus hijos. ¡Es, en efecto, absurdo pensar que los muros
del tingar resguardarán á la familia, rjiandn al enemigo se
le entregan las llaves de la ciudad, y con ellas, todas las
facultades y poderes del Estadol (¡Muy bien! ¡Mny hienf)
Algunos ciudadanos, cuyo consejo y cuya influencia pesa-
rían en cualquier círculo, cuya rectitud, sensatez y entereza
los hacen acreedores al mayor respeto, cuya cvcelente po-
sición y numerosas relaciones los colocan en inmejorable
aptitud para encaminar la opinión, eluden las sociedades
católicas, se alejan de la vida pt'iblica y también de la vida
activa y eGciente del i>atriota y del cristiano: creen infruc-
tuosa la resistencia, reputan imposible poner atajo á los
excesos que se desbordan, consideran omnipotentes al fraude
y á la bayoneta, y no dan un paso para impedir que con-
tinuemos rodando hacia el abismo. (Aplatisos), Recordaré-
mosles lo que dijera á su escudero el valiente JonalAs,
-li-
cuando, por la grandeza de su fe, desbarata al ejército de
los Filisleos. y dio nlieiito á lois suyos, h i|uieiies el miedo
tenía escondidos en cavernas: no en difícil al Setior nalrní- ó
con tíiudws ó a»t pocos.
Los hombres de bien de la clase dirigente, que stí aperci-
ben cómo se desmoraliza y se corrompe al pueblo ignoran-
te ú candoroí»u, no deben, pues, aband(»nurlu iii negarle su
apoyo; porque^ si lo hicieren. aprenderA la lección que le
enseñan, aprenderá á despreciarlos, á no confiar en ellos, y
seguirá al elemcnlo advenedizo que hoy lo extravía. El re-
sultado será la pérdida de la fe y del sentimiento nacional:
reduciráse lodo á fornuda.s utilitarias, las opiniones se tra-
ducirán en moneda, y la libertad en servidumbre; porque.
los que se rebelan contra Dios, son los que más fácilmeule
se plegan bajo la férula del que los domina, (fíramn).
Así se preparan las tiranías: y ellas, como lo expresara el
venerable é ilustre don Félix Frías, no son como las flores
del aire, que se mautienen del ambiente: son plantas que
germinan y echan raices en terrenos propicios para su ve-
getación. Y este concepto no es más í)ue una bella expresión
de la doctrina política de uno de los Padres de la Iglesia,
San Ircneo, doctrina que no ha envejecido, puesto que, des-
pués de diez y siete siglos sobre ella se fiuidan y se miden
todavía los temores y las esperanzas de los pueblos. * Sabed,
decía, que Aquél por cuya orden nacen los hombres, es
también el que constituye en autoridad los jefes apropiados
ÍL los tiempos y á Ui^ generaciones que deberán gobernar.
Los unos son dados á eíoclo de regir útil y pacíltcamente
á. los subditos, y de mantener las leyes inmutables de la
justicia; otros suben ai Poder para contener las pasiones
rebeldes por njcdio de la intimidación y del rigor: oíros, en
fin, [wra hacur descender sobre los excesos del orgullo y
de la audacia el castigo de la huroiUación y del oprobio.
Mas. cualquiera que sea el nombre que lleven, cualesquiera
las formas que revistan, los tíobiornos son átales cuales tott
puet/lmt loK iuttreceny y el justo juicio de Dios prevalece
Igualmente en lodos-.
Ya fis tiempo, señores, tic exiiminar el nial t^n tuda su
graveiiad. Nada tenemos (¡ue espf-rar de esas palabras vagas
y huecas, de esas frases fosforescentes que no arrojan ver-
dadera luz, de esas banalidades sonoras con que se ba en-
- 150 —
cantado y adormecí ilo, sea en su cuna, sea en su lecho de
muerte, á todos los partidos personales que han aparecido
ú desaparecido para jamás rtísucltar. Es una colección de
vocabloí! que nada dicen, en que todas las pasiones encuen-
tran senlído claro y preciso, y en que rada solista halla
pretexto para fórenulaa absurdas y paradojales. De aquí el
ari-ebalo recíproco de banderas, de aquí también esos sor-
pretidendes abrazos de enemigos en cuyo lalitudinarismo
cabe todo: ¡tanto el mal como el bien de la Repíibtica! Fuer-
Ka es volver á la buena doctrina, y no dejarse marear por
los delirios domínauLes. No hay que tener impaciencia por
el éxito, ni hacer tentativas aisladas, ni romper la unidad
de acción. No acentuemos nosotros la decadencia general
de caracteres- no se diga que los qui: hoy combaten á los
enemipos de la Iglesia «no son del linaje de aquellos hom-
bres por quienes I í salud fué hecha en Israel.» (I) {Bracos).
Oonlieso, señores, (jue la política ha solido por desgracia
Ijresenlar fases lan repelentes que, en la apariencia, por
lo menos, quedaba justificado el que se apartara de ella,
abandonando la cosa pCiblicu al pillaje, y el Poder á los que.
sin escn'ipuhks y sin principios lo ambicionan, lo codician
y lo usurpan, contra toda ley, toda moral, todo derecho.
' ]ji corrupción oficial, el servilismo del legislador electo
por voluntad de inandones y no por voto popular, el perju-
rio continuo y el fraude clectonil convertido en institución
que funciona con una regularidad que espanta y escandali-
za íí la vez. son hechos que, por sí solos, hasl.in para ahu-
yentar al hombre 'digno y para hacer creer á nuichos que
la lidia es infitil contra t,'obernanles que se apoderan de
todos los resortes administrativos, y que asjúran á manejar
con el dedo, con un fruncir de cejas, con un gesto, los re-
sortes parla menta rios. ( lieiieradoH aplatiHOs).
El liberalismo entretanto aprovecha la situación: se en-
troniza por todas partes; propaga sus asociaciones serretas;
hace suyii la prensa, la halaga y la subvenciona; crea po-
pularidades de artificio; da golpes de mano, sorprende y le-
gisla desde el fondo de sus logias; coloca A los suyos, y
nada sería que los colocara si ellos no Iransformasen el
servicio público en servicio del masonisnio, y si no viéramos
(I) Mat-li, V. 63.
— 151 -
•que las renta» del Eslado pasan poco ^ poco á snstener. do
al país y &. sus intereses, sino á las rotivenioncías de un gru-
po, con metioíscaho üe la riqueza y aun del decoro nacio-
nal. {Gratuíes aptatiHos).
Esto lo han logrado empleando una unidad de acción que
pasma, nn:i prontitud y Kimultuiieidad en el ataque que ha
molido, sino descoíicerlar A nuestros hombres, á lo meaos
hacerles perder halallas y desalojar posicioueN. Kn conse-
cuencia, resultamos pai^nndn Ministros, sosteniendii un ejer-
cito, fundando escuetas y subvencionando maestros para que
la Kepiiblica sea puesU en ridículo, para que sus hijos sean
-Uominados como loá hijos de la Polonia por las tropas del
■Czar. |uira que se forme un» iiCeTieraciún incrédula, dítpra-
vada y excéptica, en cuyas venas se habría corrompido la
Mun^re de nuestros padres. & tin de dar el escándalo de una
nación ahyerta antes de transcurrir un siglo de su indepeu-
^tencia. (ExtrepitoMOK aplmt^o»).
Xo nie^'o que Iciy.i sido li.ista aquí vana la tentativa de
hacer valer el voto popular: peiti sí iiiej^n que esto deba
forzosanieule cnntiiiuar así. hasta el punto de que llegue el
•día en que nos presida un muñeco, y tengamos un Congrc-
«o de títeres. iAplmiswi).
YA espíritu público parece estar desalentado; las gentes se
retraen; los hombres de liaber y de saber, de posición y de
influencia, sienten repugnancia por todo loque concierne al
oficialismo. Parece ijue temieran eontamínarse por el mero
lieclio de actuar en política y tener que rozarse con los
que han falseado una de las más sajrradas instituciones
al anular la libertad de elegir los propios mandatarioü.
(Aplauma).
\a queja se hace general: todos ven que el pueblo no
«siá ilebiitaaiente representada; tudos protestan entre ami
gofi, eu conversaciones y de sobremesa, en contra de las
leyes dictadas en odio á las creencias y mengua de las tra-
tliciones y senlimienlos nrgentinos; torios exclaman cpie es
una ignominia para la Xacióii ver ejereiendo cargáis públi-
-cos á personas (]ut>. cuando no les falla el título do ciuda-
danos, carecen de la pericia, la idoneidad y Ins altas con-
diciones requeridas, mienlras que les sobran las cualtdudes
4|ue las hacen acreedoras al menosprecio de los hombres
Íntegros. (Áfi¡nuit08j^
_ 15» -
|No liay qur«D no recrímioe i log usurpadores: k> lucen «BD
que han acabado ftor claudicar, que haa eapñida'
c^ ^..': la corrupción oñcial j que, deoiasiado débQp» d
cobardes para la lucba, ft« han rKÍgnado i forcoar ea la»
flla« del enemigo I No basta una. ni dos, oí mil derrotas par»
Justificar una deserción. Concebimos la muerte ai pié de ima
bofiden. concebimos b pérdida de bienes, de empleas y de
rida; suele éste ser el camino de la gloria; pero ea el hombre
amante de »u Patria, de su honor y de su religión, no coo-
rehimos al apóstata, ni al Iránsfuga político. lEeirrpiloto»
aplatmo»).
Todavía liay hombres de bien en la República. Son los
mis y de ello» depende la sueríe del país. Para ello es me-
nester que no los invada el leLiir^o, que reaccionen y que no
se engañen, justificando au actitud con sólo apuntar y comen-
lar lott abusos. El deber consiste en levantarse contra és-
to»!, y en no tolerar que cada dfa cundan y se extiendan
más y mkn. Asi sucederá, »in embargo, si la gente himrada
revela que existe en lo» ciudadanos esa pusilanimidad que
ahariilona IiasLa tos más preciosos derechos, cou tal de oo
comprometerse, de no trabajar desinteresa damenie« de do
hacer sacrificio alguno, y de permanecer en lo que el gran
O'Connell llamaba una criminal apalia.
Lan leyes civiles de un pueblo deben ante lodo encerrar
la religión de ese pueblo, su moral, su politica y su filo-
sofía, es decir, cuanto existe de más grande y divino en el
Derecho público. Las leyes ^ndameritales de la República
comprenden todo eso; y, sin embargo, las sanciones de esta
Asamblea, relativas al Syltabug^ á la obser\-anc¡a del Domin-
go, á la creación de Asociaciones y Centros Católicos, h la-
organización crisliana del taller y de la clase obrera, á la
prensa, al óbolo de San Pedro, á la enseñanza religiosa, á
nuestros nuevos Congresos y á la actitud de los católicos
en la politica, todas ellas demuestran que sentís atacados
al individuo, á la familia, ú la sociedad entera, al Estado,
á la Iglesia y A vuestro propio Dios. Os apercibís de que,
como envueltos en tinieblas, se han intrüducidti grandes
iTrnrc's y veis <iiit\ en consecuencia, se producen grandes
desórdenes. (Mtty bien).
Pero, ¿dónde están esos errores, cuyo carácter es tan ma-
ligno en el orden moral como el virus de un flagelo en el
— 163 —
orden físico? ;,hos hallaréi» por vuutui-a cu nuestros có-
digos t
jOh! iK>, líeñores; buKcadlus iriúti bien en las conetitucio-
nes de rito egipcio y bscocé». V tío persigáis, ni estudiéis
la Itevolueión «n el franco >• •ícnerosu pueblo argentino: no
es alt( rionde se desarrolla- Está en las regiones oMüinles;
constituye un verdaflero imperium i» imperio; y íio srtlo
cxísle, uinó que fiinüíonn romo un org^unismo: tiene sus dog-
mas, sus principios, su Gobierno, sus códigos, sus inslílu-
cionetí, sus leyes, su pueblo. (Muestran tia aprobación).
De uqul la contradicción entre el principio católico y el
principio masónico: de aquí la discordia entre et sectario y
el ciudadano: de aquf la imposibilidad de gobernarnos se-
gi'm b-ycs dianietrulnienle opuestas; de aquí también Irts co-
natos de reforma de la (Constitución, no para que res{)on-
da á los adelantos de la ciencia moderna, como pomposa
y faliizmi'iile se afírnia, sino para ipu? i*etrnceda un si^'lo y
ite ajuste á la blasfemia volteriana ó á los delirios de la
Enciclopedia: no j>ara amoirlarla k la voluntad y á las ne-
cesidades iurfdic;is de la Nación, sino íi lin de subordinarla
al imperio secreto y á los desquiciadores principios de la
Masonería. Por eso se trató de celebrar la loma de la Bas-
tilla cual fiesta nacional: por eso las apoteosis anuales de
los aniversarios de GariUaldi y de Mnzzjni, ron menjrua de las
glorias de la Patria y singlar olviiio de los bronces ile
Belgraiin y San Martín: (Qramiex nplanso») j)ur eso las feli-
citaciones de las logias al Gobierno: por eso éste no recibe
aplausos, ni cosecha sus falsos laureles sino entre extran-
jeros, y no Ins niAs caracterizados, y entre los empleadns fl
quicne^i la debilidad, la pobreza ó la intimidación oblíjía á
formar parte del populadlo cosmopolita que ha logrado
convertir los Poderes Públicos en atientes propios. (Afilan-
Recordad esas manifestaciones con banderas y estandar-
tes 6 insifs'nias de un imperio que carece de suelo conocido,
pero que acti'ia en forma de c<uijuraeión tiniversal; reeor-
dadlas, y encontraréis juslífícado cuanto afirmo. Todavía las
veo y las oi^o, con su len^'uaje exótico, sus odios iinp4irtn-
do8 de extranjeras playas, su adeniAn hostil hacia lodo lo
verdaderamente ai-gcnüno. sus rugidos, sus tuMerns y ame-
nazas, sus sacrilegas blasfemias y todo cuanto obligaba á
- 1Ó4-
llevarlas cuslodiaftas entre fuertes piquetes de policía, para
iinitedir que «^ii at|¿iinu de sus entusjaKiiios Mtt{ililiicinnti¡e>f sfí\c
ocurriera volver á amagar los lemplus y los chiustros, á in-
•"Ceiidiar un colegio por vía de pasatiempo ó á arraucar con
mano insolente el escudo patrio del Palecio BpÍBcopal. (Ea-
trurnrlonoíi apUtnscn),
júli, es á hi verdad ver^^rinzoso lo que nos pasa!... y
lodo á causa de nuestro descuido y |)or falta de acuerdo.
Esta es la más dolnrosa reflexión; es la f|ue oprime el alma
del cristiano, ü la vez que subleva el sentimiento del argen-
tino cuando contemplamos el cuadro fatal que ofrece la
artualidad. (Aplausos).
Es triste, e^í ¡(ínoniiiiiosn vernos supeditados por un gru-
po insignífiriintc, cuando los (católicos, por eleneia propia
como por contestón ajena, somos la grandísima mayoría.
Mas ron la multitud nada haremos si nos falla la unidad.
lilla, tan necesaria aun en las ficciones literarias, ea indi»-
pensable en la realidad: esencial para la existencia de lo»
cuerpos físico», con mayor razñn lo es para los seres roora-
lew. para los cuerpos políticos. La multitud es el cunrpo so-
cial, la unidad es la vida de ei^e cuerpo; la primera está en
los seres físicos, la seguida se encuentra en los principios,
en las ideas, y sobre lodo, en las voluntades que de ellas
nacen. (Muí/ hien.j
(lierto es que las ideas jíobiernan al mundo: y como todo
pueblo tiene ideaH y doctrítias. y posee una moral, una po-
lítica, una tiloK<»na, una relijíión. este ronjunlo es su espíri-
tu, su índole, su vida moral, y en la unidad de las ideas
Teside la unidad social. Las Ideas pueden dividirnos ó aproxi-
marnos, y nos gobernarán, si gobiernan nuestras inteligencias.
Somos uniiH eomo eatólieos, seamos también unos como
argentinas. Nuestras ¡deas, nuestra fe, nuestro credo políti-
co y religioso, son los mismos; las sanciones á. ({ue be hecho
referencia y el voto unánime que habéis dado & las princi-
pales de ellas, constituyen la prueba más acabada de que
la unidad existe entre nosotros y de que estamos resueltos
A hacerla práctica en toda la Ilepública. Esas sanciones ten-
denles á conservar intacla ^ ilesa la fe de iniestros pailres,
íncfMumes las bellas tradiciouetü [Kitrias y profundo el res-
peto por la ley, son propiamente el fundamento de las pro-
.posiciones que someto & vuestro esclarecido juicio. Ella, á
— I5;j
la vez que declara ser de ui^nte uecesidad la unión ele Icis
eatólicns argenlinoH, or^niza el cuerpo que ha de represen-
tar y mantener en actiudad esa alianza.
ExisU* unidad de ideas: tradúzca.^c ella en vultinlAd'deri-
dida ¿ inquebrantable. Existe unidad de ideas: hajra, pues,
unión lie esfuerzos, y sea nuestro lema: jDiok, Patku y Lk^I
Aociún, señoit-'S, una y mil veces acción píele nuestra
caibia. Sin ella, esta Asamblea será como la hitruera de Be-
Lhariia: maldecida, porque se iha en hojas, y nndalta fruto (1).
Deplorar el desquicio y In desmomlización; hablar docta-
mente sobre el pasado, el presenlií y el futuro, gastar no
poca elocuencia y seso en reprobar la decadencia del Poder
Legislativo; resolverse A no respetar (evos de educa.c¡óu
atea: dei-)arar que en verrlad es apréndanle la necesidad de
enderezar la política y remediar tanto <lesorden, y no
pasar de aquí, podrá probar que no hay completa indife-
rencia; pero siempre sostendremos que aislarse no es hacer
frente al enemigo, lüvitar ol choque, es con frecuencia sc-
flal de timidez y no de cordura; es muy A menudo suges-
tió» de la indolencia, y no poca^ veces cobardía. (Aptausos).
I^ victoria no se consei^uirá con plañidos y quejumbres:
ella ex i ^e la acción conjunta de todos los hombres honra-
dos para resistir á los que van minaudo las virtudes cívi-
ca.s: requiere su oposición decidida y enérgica á I03 que
sitstiluyen lo.s sentimientos del patriotismo por los cidusias-
mOH artificiales y efímeros, A la par que perniciosos, de un
cosmopolitismo sectario, tau ajeno A las tradiciones del
pueblo argentino como luíslil fi sus sanas y geiierOHas ten-
dencias. (Aiilaiatoü}.
La victoria tampoco se conseín^irá con sujetarse simple y
eslriclamente á riertas pr-íclicaH religiosas, tranquilizándose
con la falsa noción de que, fuera de éslas. no hay más de-
beres que los que se cumplen dentro del hogar domestica ó
en la esfera onlinaria y limitada de los negocios, por no
creer obligación de conciencia la de .salir do casa para re-
sistir activamente los males que amagan á la sociedad de
que somos miembros.
Kefieren las Sagradas Kscitlura.'i que, refugiados los israe-
litas en el desierto y en los montes, las fuerzas del Rey
il) MAtti. XM, lii.
— 156 —
Aiilioco ruoron eu su bii^ca, y «ordenaron batalla conlra
ellos en (ifu (Ir siibado. . . pero, lan InjoH estuvieron los ju-
díos lie rrsi.stiíJes. que ni siquiera les tiraron una piedra.
Di aun cenaron las ruevas, diciendo: muramos todos en
nuestra senrillez: y sei*án sobre nosotros testigos el Cielo y
la tierra de como nos matáis injustamente Y fueron
muertos eJlos, y sus mujeres, y sus bijoa hasta el nú-
mero de mil hombres». Dejáronse matar por no quebrantar
el precepto de la sanlificacíón de las fiestas. Al saberlo,
Matlalhíns y sus amigos hicieron grande duelo por ellos.
Y dijo i-ada uno k su compañero: si lodos hiciéramos como
nuestros hermanos han hecho y no peleáramos por nues-
tras vidas y por nm^stras leyes conlra las tientes, en poco
tiempo nos exterminarían de la tierra. Y resolvieron aquel
día diciendo: todo hombre cualquiera que uos venga á hacer
guerra en día de sábado, cowbaianios centra fí. y tío moriremos
totJof, como hati muerto nuenlron hermanos en lan cueíatí » {{),
¿Y f>ab/'is, señores, lo que sueedióf
Que «entonces vino á reunirse con ellos la congregación
de los Assideos, (hombres los jnás piadosos y justos) cam-
peones los más valientes de Israel y celosos todos de la
Ley. Y también los que bulan acosados de las calamida-
des se les agregaron á ellos y aumentaron sus fuerzas» (3).
Asinusnio nos confortan á nosotros loa Prelados y los Mi-
nistros del Sf'ñor, y s« pondrán de nuestra parle, como ya
lo hacen los hombres decididos y rectos de la República
con el firme propósito de Ín)pedir que los prevaricadores
de nuestra carta lundamenlal la conviertan en blasfemia
contra Dios y en sarcasmo y ludibrio del pueblo argentino.
(EntrcpitoMH apIaunoH).
Los católicos comprenden hoy que ante la conjuración
condenada por León XIII, y ante los esfuerzos corruptores
del ¡ibcralismo, no podrán evadir la muerte social, civil y
política, «sino tomando la armadura de Dios* (3) j:ara 1u-
cliar por la verdad y la justicia; actuando cada uno dentro
de su esfera y segt'iu sus alcances; acudiendo á la inscrip-
ción y á las urnas; dando pruebas de virtud cívica y de fe
(1) Maeh., n, 2S-I1.
(3) Maeh., n. ÍS-iS.
(9) S^thÉM., VI, II-U.
^ngorosA y fecunda en uclos de nbnegacíói); eu una pnlabrA,
no relirátidose á sus ca^as, que suri lus cueras modernas
del desierto potilico argentino. íítpraHíftKf rcU^.r/tflo.^K Si per-
manecieran en ellas, no faltará al^án Antioeo c¡uc labre la
ruina de nuestra Patria, derribe nuestros altares, mancille
la honra nacional, saírífujue nuestra juventud y esrlavíre
lo que era libre, obli^'tindonos á exclamar con el padre de
los Maca heos:
Toiincuanto teniíimon <le Manto, de iíuHtfB y de ghriúíto, olro
ifiiito ha sido naofn'to ¡j profanado. ¿Para qná, iiuefi, quer»-
tnatt ya la rida ? (Ik
Discurso del doctor José M. Estrada, Presidente del Congreso Ca-
tólico de Buenos Aires, al clausurar sus sesiones en 30 de
Agosto de 1884.
Itttto. y Remo, sefit»":
Señores:
Unidos al Sacerdote lienios prcseiiladft la. obl.ieiórt dñl
cuerpo y de la sanjíre del Señor, ¡il terminar los Irabajos en
común emprendidos por la gloria de Dios y ta restauración
crÍBliuna de la ííepi'ibliea Argentina. Es esta la ilniea ai!cii5n
de gracias, digna de los beneficios recibidos en un beebo que
maníGesta á las claras la mano de la Divina Providencia.
íA quí- binnana gestión pudiéramos atribuir el espcclílculo
rortificattte y ^andioso de esta libi-e Asamblea que Inicia la
instauracíún en Cristo de una nueva vida jíara nuestra Patria
alonnentadat... {Aplau^oif). ¿Qué palabra de hombre ba po-
dido reavivar las conciencias, iluminar los espíritus dormi-
tantes entre ilusiones y rnlacias, y retemplar, por lin, la ener-
gía de un pueblo precipitado, por el olvido de los principios y
la desaparición de las virtudes cívicas en los partidos gober-
nantes, hacia la decadencia y la sen'idumbre?... Sin caudillos
que lo agiten, ni profetas que lo arrebaten, renac* pI pueblo,
porque otra palabra más dulce y más fecunda que todas las
]>alahras vibra eternamente en el mundo y en la historia, en
el corazón de los bouibrcs y en la mente de la naciones....
(li ifach. II, 13.13.
— 158 —
Ella volvió la traiuiuíliilad á los Apóstoles aniedrcnlados en
medio <\e la borrasca, y les inrundió vigor en sus desfallo-
niieiilos frente ú la i'ebelión de los hoinbi-es, y paz uitanilo
los dL'sIiiiiihraban los fulgores de Ih Resurrección. Bb la pa-
labra de Cristo que, así como á sus discípulos, nos dic« &
iioBOtrus, ya nos atormente el dolor ú ya lloreíaos niiüíilras
propias miserias, y á las naciones en peligro, lo mismo que
á los nacos y á los tristes: *Ego sum: notite limere.p «Yo Boy:
no temáis!»
—¡Eres tú. Señor, y no tememos! Vemos tu brazo potente
y paternal que exaltó k los humildes y abatió k los sober-
bios, que dcapüjó á los ricos y colmó á los indigentes, y
acog:Íóá Israel su hijo, recontando tu mí^ieríoordia. Eres tú.
Señor, á quien obedecen los vientos y la mar, í|Ui' abres los
labios del mudo y los ojos del ciego, que resucitas \oh
muertos y evangelizas á los pobres. Eres tú, Señor, que sus-
cilaa samaritanos piadosos para verter el vino y el aceite
sobre las herida.s tlel pasajero, sea hombre ó pueblo marti-
rizado en los soledades del infoii-unio 6 en las tragedias de la
historia. Tú ()ue trajiste al mundo la palabra de verdad; tú
que le iiimolaslf en la cruz por la salud de lodos; tú, que
acallas de inmolarte en ese aliar por mi reconciliación y la
de mis heiinanos, y la reconciliación de mi pueblo.» Eres tú,
Señor... Nada tememos. {Aplaum^).
¡Nada temamos, católicos valerosos congregados aquí en ku
Dombre que está sobre todo nombre!
Mas, pcrdtíiiadnie si, en vez de liniilarnmá orar, me delenf:o
en algunas reth^víones que recapitulen tu doctrina formulada
como programa de nuestras luchas; porque es ley del cris-
tiano poner en Dios toda su coufíanza sin omitir, no obstante,
esfuerzo alguno de la prudencia y de la acción, ya que Dios
quiere hacer de los homlires instrumentos libres del gobierno
providencial del mimdo; y es, por lo tanto, deber nuestro,
según la nn^xima de un gran Santo, trabajar como si no con-
táramos con Dios, y contar con Dios como si no fuéramos
cooi>eradores de su voluntad onnnpoLe.ite.
Es grande y muy áspera la empresa que acometemos, difi-
cultada como está por inñuila muchedumbre de pasiones
alborola<las i-onii) elta desde la calda ori[;ii]al del hombre, y
por infinita muclimiumbre de errores, de engaños, de semi-
rerdades y de ilusiones aglomeradas de doscientos años acá
— 159 —
por juristas, filósüfus, monarcas, demagogos, herejes y caló-
lieos colmidr.s ó cfuilagiailos.
Ixi han declaradu á una los elocuentes oradnres que han
ocupado la Iribmia de esla Asauxblea: pugnamos por el reuio-
social de Jesucristo.
No perdamos, ante todo, de mta que entre todos los Ululo»
que dan & Cristo los textuK sacados, ninguno odia lauto el
mundo rebelde ni aborreció la Sinagoga reprobada, como el
título de Hoy. Contra el homenaje de lo» mapos en la Epi-
fania del Seflor, que le fué tributado en su triple carácter de
Hombre, Rey y Dios, protestaron los judíos con la degollación
de los recién nacidos. Cuando el pueblo le aclamaba por Hijo -
de David, le increpaban los sacerdotes y los fariseos: «DI fi
esa» gentes que c<illeti!> «Si ellos callaran, la.s piedras lia-
blarlanU respondió el SeAor. Si Ins nlAos en el templo reno-
vaban las voces triunfales, sus enemigos renovaban á la par
sus increiiaciones: "¿No oyes lo que dicen de tí?» Y Jesús-
ralilicatm la verdad promulgada por los labios de los inocen-
tes.» A la ovación popular que acogió á Cristo en Jerusaléu,
y en la cual se preconizaba su estirpe real.su majc-slad y su
poder, siguió la trama siniestra coiicerÍa<ta con Judas. Acu-
sárorde los sacerdotes y los ancianos ante el reprcsenlantc del
romano Imperio como subverfidor del pueblo, de quien se
lUimaba Rey; y cuando PUalu le inlerroguba sobre ese nom-
bre y dignidad, como él respondiera; ím dixi9ti, vociferaban
los fariseos y las turbas: «No tenemos otro Rey sino á Cé-
sar!....-■ Y no es decir; señores, que este K^ino de Cristo
fuera, al entender de los doctores y escribas di- la ley. distinto -
de su misión mesiánica. Estando ^1 en el patíbulo, muclias
contumelias y blasfemias brotaban de los labios en medio del
enlutado estupor de la naluralcxa. Oíd una sota: <Si es Rey
de Israel, baje de I» cruz!» Así confundían, en su sacrilego
reto, ambas dignidades de Cristo: la dignidad ile Rey y la de
Ungido de] Seilor, dcsafíándolo á acreditarlas con el mismo
milagro. (Semtación).
El Sefior no quiso dar á aquella generación maldita mft.s
signo <jue el del profeía JonAs. Pero este signo de la Resu-
rrección nada dijualalma de los tiranos. Idénlica rebelión
contra el Heino de Cristo asimiló ron los jndfos incrédulos
á los gentiles que rechazaban el Evangelio y tenían por lo-
cura la cruz del Salvador.
Las pasiones y la fuerza, señoreadas üe la líen-a, se niegan
á rejiii'íiarsn dentro de. los lindes puestos Atodo poder humano
por esíe imperio dt'I Hombre-Dios, que erige una potestad
espiritual que las doiniua todas; y el Inijierin líoinano. cuya
polflica admite en su Olimpo todas las divinidades oxlran-
jcras pura consolidar por esta especie de tolerancia dogmá.-
lira, tan propia del tiheralísmo muderno, la unidad de los
pueblos arrastrados á la servidumbre por las garras de sus
águilas, vosotros lo sabéis, señores: abre para los apóstoles
las mazmorras de la cárcel mamertina, tiene para Pedro la
cruz. la espada para Pablo, el Jue^'o para el amado del Señor;
y aun bajo la mano de los santos que piden ¿ Dios testimo-
nios de verílad para confundir al mundo, brota la sangre de
los cnstianos ile la vieja arena de los cincos {Apínimm).
Nd me desmintáis, señores La objeción misma redundará
en mi favor Tiberio pidió al Senado honores divinos para
Jesucríslo, Alejandro Severo le erigió altares y Adriano le le-
vantó templos No de otra manera veis <|ue los paganos
contemporáneos declaran ser el Evan<;eho una de las formas
más perfectas de la religión natural, y Nuestro Señor Jesu-
cristo uno de los más [gloriosos, y, para valcrme de las pala-
bras de Krnesto Renán. délos más divinos bienhechores del
linaje humano. Pero acaban donde acabaron Tiberio, Adriano
y Alejandro Severo. -Dejad, dirían aquellos soberbios se-
ñores del muixio. dejad á Jesucristo adorado en el miste-
rioso silencio délos hogares ó de la conciencíaj mientras los
pueblos nos adoran á nosotros, encarnaciones de la sobera-
nfa nacional.» iEntntend(tsñfi nplniufott). «Gonccdedle altares: el
imperio es nuestro.» Y las multitudes paganjis arrojaban fre-
néfícamenle los Pontflires, los Sacerdotes, los creyentes y las
vlrgeties á las fieras del anfiteatro con el grito del Prelorio:
«No tenernos más Rey que César!» Veis siempre igrual ene-
mistad é igual obcecación. E]l mundo gentil, lo mismo que
la Sinagoga, se niegan á que reine Cristo. [Aplaitws).
Las nieblas se abren, fantasmas sin ui'rinero se hacen car-
ne, y los bárbaros inundan el Imperio. ¡Qué ebullición, se-
ñores, y qué espantosas catástrofes ea aquella vertiginosa
edad de derrumbamientos y mudanzas, tic potencias que
sucumben y sociedades que nacen, estirpes que se sobrepo-
nen, sangre que se renueva, transformación de la Europa eu
que los ciegos instrumentos de la Providencia precipilau la
Ifil --
viicaciiVii de gcñluesTcomlucíéudolos en legiones á recibir
^1 bautismo del agua y del G^plritu Santo! La crisis es vió-
lenla y proloii^iida. N» la contempléis en sus aspeclou Kom-
bríos. LaKdnd Media tiene su ei^plciidnroso raerídianú. León III
ciAf con la diaihima imperial las sienes de Cario Marino, y
Gregorio Vli ostenta en hu mayor au^^c la potestad pontificia.
•Crivto oeiKe, Crí*í« reina, Crinta impera, (AptausonJ.
Y si contra osle reino y este imperio y esla victoria, las
contradicciones humanas no se dan reposo, preciso es con-
fesar que las ürnicita el espíritu concupiscente de los que en
el mando se arrogan, por la Tuerza, el derecho insensato de
oprimir y de esquilmar á las naciones, de envile<:er y deuui-
quilar en loü lionihres aquel atributo de libertad y de honor
vn que resplandece su dignidad de hyos de Dius.
Vo no sé lo que leen en la historia los doctores de) libe-
ralismo. Sé que leo en ella el multiplicado y vanante anla-
gunísiuu lie las encarnaciones del despotismo cun los repre-
nenlaales del Dios de la justirin, que en su palabra nos exalta
y nos liticrla; los apóslules y los niárlires contra his Empe-
radores romiinos. Hasilíu contra Valente, Ambrosio contra
Valenliuiano y Teodosio. Crisóstomo contra Eudogia, Agustín
contra Bonifacio, Le/ni contra Atila. Hilariu contra Constancio,
luí( Gregorios y los Tomás contra los Empí•^.^doros y los
Reyes, los Padres de Calcedonia contra Marciano. Pío V
contra musulmanes y déspolus. Pfo Vil contra Napoleón,
pin IX y León XIII contra la universal conjuración del so-
fisma y lie la fuiT/.ii: y ayer, nomo hoy. contra lius arrogan-
cias exigi^ules de uti despolismi» solterbi», la .Sjiula Iglesia
oponiendo el Mnaia Üeo de Sun Pedro y de San Juan, el
Non tkff del Itautista y el Xon pf>si»mits de los Papas.
Pero no querría, seHores. seducir, halaj^inda los instintos
pr4*dominante^ eu nuestro ciiiflo. Cuando se lia dejado do amar
la libertad por principio de conciencia, lo;Íavfa se la ama
por impulso de apetito. (lirarom. Al>orrezco esa libertad sen-
sual. La libíclad que nosotros pri'conixuuios es Ja que trajo
■I mundo iesncrísto, Nuestro SeDor. {Aplanmn). Por eso la
libertad, expresión de lajusticia eu el régimen déla sociedad
civil y relli'jo y producto de aquella otra liUerlail t|ue nace
del avasallamiento de las pai^iones y de la elevación el espí-
ritu por la fé, depende para su existencia y soliden de la
ntslau ración del orden cristiano.
0*ATfMI« Aiumnwi»» — Tmta ¡V.
— 16Í —
Y aquí me permiliréis detenerme.
¡Señores! yo no puedo pronunciar, nsuciándolo á la historia
de los errores Iminuiius, sin qiii; tnis labios se estremezcan,
él nombre ile Jacobo Benigno Bossuett el Águila de Meaux.
el maravilloso autor ile las ¡Eítracionctit Con H he nom-
brado, sin embargo, al miúb ilustre repi-esetilante del jralica-
nismo: esto en, del orgulloso sistema que lia eoncurri'lo con
la heregfa protestatilc, eoiuo un segundo manaulíal de s<»-
ñsmas, ft formar eu el mundo el torrente del liberalismo. La
escuela ¿ralicaiiii, rompiendo non la Irailición. con la historia
y con los principios del derecho divino y eclesiástico, negó
audazmente á la Iglesia toda facultad para inlerrenir. en
cualquier medida y en cualesquiera formas, así directa come»
iudireclamente. por meilio del veto, de tas censuras (5 de la
ul>solucíón del juramento de fidelidad, en el régimen de la»
cosas civiles y temporales de las naciones crií^tianas, usada
n» obstante por veintiocho Papas y reivindicada por cinco
Concilios Ecuménicos. (Muentraft de aprobado»).
Los errores se engranan, mediante la soberbia. Yin su se-
gunda faz, aciuella doctrina cismática se complica con el
ejemplo derivado de las naciones envueltas en la rebelión
protestante, cuyos monarcas relucieron las instiluciones pa~
ganas asociando en sus personas la autoridad espiritual á
la autoridad temporal. Parece insuticienle campo de acción
de la soberanía civil el ejercicio de una potestad ilimilnda,
y que ya nn encuentra contrapeso en el poder de las llaves
confiado por Cristo á Pedro y sus sucesores. MonarcaH y ju-
ristas reclaman entonces para el Estado un dereclio de mez-
clarse en el gobierno de las cosas espirituales y de revisar
In disciplina y la enseñanza de la Iglesia. Kl galicanismo y
el protestantisn^o engendran así ia Uegalia, que es otro as-
pecto de la repugnancia al reino exterior de Jesucristo. Y de
grado en grado llegaréis en la disquisición histórica, como
el mundo infortunado tm llegado en i'l dominio tlp los he-
clios, ít la irrupción del liberalismo, postrera consecuencia y
fórmula culminante del sofisma que niega á la Iglesia loque
es de Crislo, tnislada luego al Soberano lo que es de la
Iglesia, y acaba, en I<>s asombrosos escándalos de este si-
glo, por blasreinar t!e la Iglesia, apostatar de la fe, y negar
á Dios, subordinando los hombres k la voluntad caprichosa
de los )>arlldoK ó de los tiranoí), preconizada como una ley
falal de la fiicnca y de la inaleria, geueralrices de la vida y
de lus snciedaiU's, y il** tudo lo t|uc se ve, porque el iialu-
i*ali8la del ttíglo décimo-noiio niega lii que rm pesa en 8us
balanzas ni deslila en sas alambiques. (¡Miiybien* ApUtuMitij.
Darwin, Spcncor y Hubner son sus profetas. Para nom-
Irrar sus raiidíllns ItMidria que bajar haHta Garibaldi. y sus
cómplices de I'orln-Pía . ..(Bravos ¡f af/lauíKM atronaíU>i-es).
Ha í^ido. señores, el nheralismo analizado en todos sus
eleinentOH durante nuestras frncliferas sesiones. No reabriré
6U proceso. Sólo .sí os dirA, que la tiliarión quu ae^lMt de
bosquejar contiene lecciones elocuentes para determinar los
caracteres de la restauración cristiana, que la República Ar-
gentina nos pide ron el clamor de bis maternas i-tin^jas.
Preconizar el E]rangelio á la manera de una fítosofía que
informe las instituciones y las doctrinas económicas y socia-
les, siendo su punto de arranque y el criterio superior de
las leyes y de las citstunibres; sin duda, seriares, sería una
ventaja en relación á los consejos insanos de la pol[tic4i na-
turalista, que extingue el principio de la libertad y del det>er
moral. Pero no os equ¡vo([uéís. Esa ilusión de lo» esloicos
modernos no es el programa católico, ni esa reiviiidicacióD
es el reino social de Jesucristo. (Aplausos),
Confesar & Cristo. Dios y Hombre Verdadero. Redentor
del Mundo por la Hevelaríóu y por el Sacriticio y su Santa
ley, la primera de todas los leyes, y su Santa Palabra la fmica
palabra de vida y de verdad, transmisible á las leyes de la
sociedad buinana bajo la absoluta autoridad del Soberano
civil; y en vírlufl fie esta transmisión, imperante en las iustí-
tuciones poUlícas y en las costumbres de las naciones; tam-
bién, señores, aventajarla al dominio del estéril e.tceplicismo
y de las buceas quimeras (|ue llevan los pueblos boy día,
buscando el bienestar y la justicia, & través de todos las li-
bertades, y de forma en forma, y de cataclismo en cataclismo;
más no os eipiívoquéis tampoco: eso no es la d()Clrina cató-
lica, niel reino social de Jesucristo. (AIociiHÚ^ntvH <1e nteiición).
En el universo visible é invisible todo se explica y subor-
dina Iwjo un principio que las Sagradas K-scrituras formu-
lan: ^Omnia propffr seiufitipaum operniur Detm: todas las eo-
sas bace Dios para sí misnm>. Si Dios es el fln de todas
sus obras, y su visión y su amor el fin de la bumana cria-
lura. á él se lian de someter todas las cosas referentes al
— UM.
Iininbrv, crtino oíros lautos medios á un fin único y sn|H'onu>.
Ahí, scniíi es, Dios instituyó la sociedad civil como uii medio
que mira aJ lio de la sociedad duinésLlca; eslablecíA la so-
ciedad doméíitica como un mi*dio que mii'a al tin do la sit-
ciediid relÍKÍosu, y La sociedad rcligiosu como un uiedío quo
mira al i'm último del hombre, es decir, al mismo Dios.
(fí rovos).
Voce» pUicuentísimas sií lian tevanlad» en esla A.sainblou
para condenar el matrimonio civil y la educación laica de
los nifios . . Vosotros .subáis cuan de cora;cón me asocio &
esos anatemas.
I,a Nociedud i;ívil, insUluída para at^e^urar y {rarantir á la
familia su subsistencia ü tin de que perpetúe la especie lui-
maua y eduque aptamente los niños en vista de .su destino
sobrenatinal, no puede arrn;,'ai*se la facultad de constituirla,
sacando el malrimoiiio de la tutela de la Iglesia y de:ípoján-
ílnlo de su earúcter iii> saerauíeuto, sin trastornar el orden
]>rovídeucÍal de las cosas, y convertirse en fin relativamente
á !a tioeiednd doméstica. V de la misma suerte, usur|)ando la
facultafl de educar y ümilaiido la educación á las necesida-
des aparentes de la vida política y civil, subvierte la gerar-
quía de tas instituciones. ncu|>arulo á la vez el puesto de
la Tamilia y el puesto de la Iglesia. ¡Digo poco. seTiorcs! Desde
que cambia el oiíjcto definitivo de la educación, que es el
eterno bien del hombre. p(ir los intereses |H>lftÍcos y ecnnct-
micos de la.s itacifuies, dentro de los cuales la confina, es
evidente que ocupa el lu^ar de Dios. Asi resulla literal y llu-
namonte cierto que el liberalismo promulga la Religión del
Dios-Estado. Ya lo veis. r.4/i/uir^o»/.
líUego. pai-a reaccionar contra este extremo de la apo.stíi-
sia, será fiuzoso invertir totalmente la monstruosa cor)struc-
rión de sus qiuuicras, y volver al plan armonioso y próvido
con que la Iiifniita Sabiduría modelara en las cosas del Cielo
las cosas de la tierra, i Prolouijndos tiplmmoH}.
jSeñores! S¡ los medios se subordinan á sus Unes, el reino
e-xterior de Cristo es Ea soberanía universal de la Iglesia. Y no
hay salida entre los términos de esta alternativa: ó la deifi-
cación del Kstado por el liberalismo, que en doctrina es blas-
femia, en polftica es tiranía, y en moral es perdición, ó la
sot>erarda de la If;lesia, Inlegramente eoufe.sada, sin capitu-
lar con las preocupad one.s, cuj'o contagio todos, señores,
heinnK tpiiidtt la ür*if(i-aLña ili' uspirnr en lii ni mái^fera infecta
lie i»«li* 'íitrln. y conlrn liis nialr?*. o»in(jr«¡^(los nqiit en lomo
ite niit-siro IVüla lo. pi*flli*fttuii)OH tuiy tlíii dvlanh' ilel Cido
y ele los lioiiibrcs. para oeriir, eon la mente iliiniinada y el
i'onixOn gi>£08o. latí amias de lo» atiatídeti cristianoK, por la
[íloriii til' Oíos y la ii'írene'rarirtii de la Keprddíca. fY»'ra«rffw
|<a fp rnya iiiLc^tridad habéis cttiileiíado por viieHtro volu
explícito de ndlipsuín Á l.i Kriríi-lirn ihutnUt furo y Á Ia»< en-
HcAanzar; ftoleinneíi d*> J^ecm XJII, nos presentii la lirlesia liajo
estos troí earacleres: sal dt* la líorra. á la cual purilica c-on su
santidad: luz del mundo, k quien ^ila con ru en^eftanza:
ríndiid elerna. >'upr<t mntihw lUMÍta, elevada, sefiores, nifi-^
urrtba (pie todas las citidiides. /• investida de un |H)dtM' sobre
loK almas y Robre los KHtadoK. mím sublime i|ue Inda^i laf> íh>-
b«raníai> subleva<)aíi al presente, como en los díai^i me^iánicAs,
cotitra el «ennr y contra üu Crjfito. ÍAfilitHtwM).
Y guarda, ^^ennres. con los eureiiiísnto^ pielistas y la»* (Hira-
dujas de una teoría. ileiuaKiadn bumana para ennciliarae con
latí vi'rdndes sohrenutnrales. I.a suhliniidafl de la Ii.'leMÍH, re-
ple^ijda dentro <lel templo, la «onliesa lambían el proleslante.
y Ciuíi casi el lilicral, Halisfeitlio rmno los Céaares con f|nedar
diieflo exclusivo de este mundo; y la excelencia de la lilosolU
nrlsttaria c.ntdit'->uinla l;imhJén lo» racionalistas menos ¡nsen-
Mlofl y los revolucionarias menos radicales. Pon>ro la tesis
romo la ponía Santo Tomás: la tesis de la Iradieión ealólíea,
délos Uriiniio y los tire^rorr». del (Concilio de Trerdo.de Pío
IX y de León XIII: «¡T^ lalesia tiene de dererlm divino
rierla potestad sobre las cosas leiupfirules de tos Kslados! >
Elasta, senorefi. de pactos afemtnitdos con la rebeliónl {Aplau-
«wt). ¡Confesemos cotí varonil intrepidez h Cristo-Rey, y í'l
sftivará nuestro pueldo, y nos cnnfesará ante i>u Padre que
(wlá en los Cielos! (ApIítiMOH). Stntp in fiíle, viriliter agite^
aconsejaba San Pablo á los cristianos de Corinlo. OculLaTi k
veces su bandera los soUlados <pie s;ileii fi morir: Jamás los
i|ue salen á vencer. Desple^jiiemos nuestra santa enseña, y
que flote á todos los vientos de la contradicción y de la leni-
ppstad. {Pliitufiti-Htati nplaiiHtiHj.
Durante el curso de vuestras deliberaciones y contemplan-
do el contraste de esta (jrlnríorta Asamblea con esos Parla-
mcnlos mntlos ímity ftíew, tHUtj fríen), qu« afrentan la Repti-
— 100
blica y sus tradiciones de libertad, yo me be preguotado i
veces ñ mf mismo, si es esla la última Asaml)Ieii libre de
la decadencia argeidina ó la primera Asamblea libre de la
reReneracióii nacional. (Ruitionoit n jiro{on¡/nfÍon a¡tUmKon).
Permitidme responder.
Admiro, sefíores, la rot)usta ^nurueiún <iue fundó la Re-
pública. Inrortunadamente. en el vértigo de las luchas de la.
independencia, la» absorbenles preocupaciones de la política
turbaron el juicio de los hombres ile dttrtrina y chí {fotuerno.
Ellos consideraron las itistituciones eclcsiAsticas como meros
eBta.blecimientus sociales, cuya organización y disciplina afec-
taba el problema de la emancipaci«^n de In República, y tra-
taron la cucslión como un punto de política civil. Admilfan,
deestu suerte, en la base del derecho, la hípntesis galicana y
regalisla de t|ue «la Iglesia está dentro del Estado*. {JJramK).
Imprudentes juristas se adhirieron á este juicio escandaloso,
y el liberalismo halló fácil entrada por la brecha que el ab-
surdo abría, (ifii// bien). La muralla sagrada no tuvo pechos
que In cubrieran ni brazos que se arntaran en su defensa.
Desde entonces, señores, la política argentina ha sido un te-
jido de ílusiiMies y de a|)eltlos <]ue tros generaciones han pa-
gado con el dolor y con su sangre. (Mnmlr<M de aprotuirión).
Hemos corrido tras de sombras livianas, creando institucio-
nes, plag-adas unas veces de quimeras, corrompidas, otras ve-
ces en sus elementos más sanos y discretos por la malicia de
los ambiciosos y la candidez de ios |>artido5. Poseemos la
forma republicana de gobierno, producto natural de nuestra
constilucjóii sticial, esterilizada, sin efíihargo, ponjue la prác-
tica política la ha despojado del principio de justicia y de
verdad que debiera darle vida. (ÁpfauKOH).
Si hay ó no, seúores, en las alturas del Gobierno una
conspÍra<M(in conscierdenuitite dada á di^sarrollar el progra-
ma masónico de la revolución anti-cristiiuia, no es punto
para discutirse. .No estaríamos reunidos aquí si la aposta-
sía de Ins gobernantes no hubiera estremecido de indigna-
ción á los pueblos. (Ürafs>s ¡f aptaH>toít). jSi hay ó no pre-
meditada usurj>aciún cesárea de Uis derechos de Dios y de
los derechos nacionales, dígalo por ntí la crónica de un año,
en que un Gobierno insensato ha atropellado á la vez la
inmunidad de la Iglesia, la dignidad de la enseñanza, la li-
bertad de conciencia, la fe de los padres, la inf>cencía tte
— 167 —
los DJaos. la libertad electoral, la i ndepcfi ciencia de las Pro-
vincias, nuestro dcrtM'ho ilu rrlsliauos y nuestro derecho do
-urgentinos ! {Eulruendonotí aplansoni.
Mas no surgen Gobiernos tales eu las aacioues do la no-
che á la mañana, sin corrupi^ión en ijue perniinen, errores
que lo:f pi^|>ai-eii y ueglígcacias que los fomenten. (M»g
bien, muy bicttt.
He Cbluditido, señorea la política de mi país, falsa en sus
inipiilNi>s iniciales, y lie seguido. . . de tejos, con repugna ncín
y zozobra, ku descomposición gradual y rápida entre eloc-
ciones fraudulentas, rivalidad de oligaiquía»!. conciliaciones
«niñeras, abdícacitines coltanJes y es|ilolnc¡ones bastardas.
(ApIftttAOBj,
So ([uoda iiistilucíóu que no esté fulBeada, y la Constitu-
tiva ctf una colozíal mentira y una impía írrisíún. (Bvacotí).
Estudio por sus síntomas la política prcMlomínante, con sus
injusticias, su violencia, su .Htd>t?rbia; y veo mi ella el impe-
rio dv\ apetito, es decir, el imperio ilel naturalismo. {Gran-
des nplausovj.
No IinbiérHimts separad'! i Cristo de la Patria, y ni una
^neración habría gemido biijo el yugo, ni otra generación
líe avergonzaría de esta degradación bizantina. (Bracott).
Sólo el imperio di* tu razón derrumbaría el de las pasiones,
Más la razón filosófica que niega el orden sobrenatural, des-
pués de largo divagar y odioso envanecerse, restablece el
dogma positivista, y una moral que legitima los impulsos
impuros de la carne y de la sangre, arrastrando las socie-
dades bumanas al contlírtn de las ambiciones y al reino de
la con<!upiscencia. ... La razón sin la fe es el bombre síii
Crislo; y el bombre sin Cristo marcha en las tinieblas.
(AptauMM}.
Wo en vosotros amadores de la luz que la buscáis en el
rauthil de la verdad y de la gracia, y os aprestáis á pro-
mul^'ar el reino del Sefior en los cantones de las plazas, en
la tribuna, en la escuela, en el foro popular, y iJonde quie-
ra que vuestra investidura cívica os exija dar testimonio á
Dios y& la lilfOrtad cristiana — {Bu cierh, es ciertoj. Si lafi
Asambleas de I8t0 son gloriosas porque fundaron la Repú-
blica^ esta Asamblea, que tras de setenta años de ensayos,
aventuras y desiistres, advierte á nuestros conciudadanos,
como el Bautista al mundo, que es necesario enderezar
— IfiS -
mipstrns vpreHns; y que desde lo profunrlo <iel abatimiento
pnlIUco y moral de lu Nación, clama íl Dios, desafía el tlcs-
potísmo, reaviva la ronciencia del derecho y preconiza aqn*"-
Ua justicia que es jiisliria eternainente, no, sefiores. no va
el postrimer fulgor de un pnehlo ntorihnnd»: i»s el esplín-
dirío centellear de un pueblo que renace: es la primera Asam-
blea libre de la regenerací(íu argentina. ( Kuifioitoit a /¡tn hm>h ti
entuniaití^is aclamaciones ni orador).
Ahora, sefiores, y ya <|ne me olor^rñis el insi^fne honor iU-
presidirla, me habéis de |>erílonar si audazmente os declaro
Ires reg'las de conducta, á mi juicio indispensables, y que
someto íl vuestras reílexíones con fraterna libertad.
i-a abnegación personal, la obediencia á la Iplesia. la en-
IrcKa de nuestra voluntad en la voturdad de Dios, de quien
todas las cosas dependen; rt lo que es igual, la fe viva, que
penetra nuestro espíritu y dirijre nuestra actividad, es pri-
mordÍHÍ resorte de nuestra noble y santa empi*csa. porque
el reino social de Cristo es un <lefii(fnio sobrenatural, que
no serviremos jjiniíís con el alma corrnmpida por la sober-
bia, madre de despotismos y anar(|ufas, por la envidia que
engendra las facciones, ni por la ambición que arriiinü los
imperios y las Repúblicas. (Mitentran rfe aprobación) ¡Fe y
sacrificio, señores! ¡Ved ahí nuestro Rey. ..coronado dees-
pinas! ¡Kl nos ha daiJo ejemplo, para que como Él hízn. asf
también hagamos nosotros! (Aplaunoa).
¡Y tanto como la fe necesílamns la unión: la unión fie es-
píritus para ver: la unión de ánimos para combatir: la unión
de coraztmes para amarnos! Kl hombre enemigo ha derr.i-
mado cizaña en el campo del Padre de familias, porque los
suyos dormidos y fiispersf»s. trftnsfuírns ó necios, miserable-
mente lo abandonamos. Dios es misericonlia y justicia. Él
perdonara nuestra pereza si la reparamos con la enmie.nda.
¡Para obrar, sefiores, unión! unión entre nosotros, unión en
el Sagrado Corazón de Criíito. (Aplavsr'K).
¡Y finalmente, íí la acción! La República exige para rero-
brar el derecho, para restaurar el reinado social de Jesu-
cristo, y como instrumento y principio de su regeneración
en la fe y en la moral, la Constitución de un Gobierno con-
servador y cristiano. (Mticuírtn* de adJieniónJ. ¡Sefiores, A con-
quistarlo! (EHtrucHdoHOH aplauMH). No me preguntéis cómo.
Nuestros padres quisieron ser independientes, y lo fueron.
— Iü9
¿Hah6is (Ic^enerailo de su estirpe y deüiuíantfre? . . .(Tiiittíif
ntc*:s: no. mil i itcs iió!. Qucrciims sit Iibn*K liajo el imptt-
rio fit'l lOvati^iíIin. y lo tícri'inost lH'UVoa y f'ftu'ftUnHUK n^ftaii-
Oigo cAlciilos sombríos. K)l Poder aUja al puelilo el cami-
no de los comicios con un ejército en que recluta los ídüíos
lie la Pampu, (ÓrtiWK) dnndo el liorríble espectáculo de la
itsurpaoióii servida por la Iwrbario. ¡Panlaiífa, scftorcsl Ese
ején!¡lo tiene Jefes bizarros, en rnyo espíritu el h<»tior mili-
tar se asocia á sus debertüt de ar^mtinos y á su conciencia
de cristianos. ('rjofir/fA HpfriKxwi). ¿Y qué producto de vioten-
iña eonocéis ({ue Hea duradero f ;,Quérosa sólida ha podido
crear jani.'is la Tuerza bruta f ¿Qué obst/iculo invencible
puede levatttnr el mísero orgullo ile los hombres de poder
contra una civilización qtie retoña, una Te cfue se afirma á
s( tnir^ma y un pueblo (|ue reivindica el honor de sus alta-
rcM y la posesión de sus derechos? ... (.-l/í/dKwwíi. Vacilen
uquelloK ¿ i|nienes sólo estimula la concupiscerUe perspecti-
va de las victorias fáriles ¡Los católieos sabemos esperar
nuestra hora, <iue es la hora de Dios, ooidla en «un tmjH*-
uelrables de.si'^'ijios, portpie ipiiere que vivamos de sacrificio
y de esperanza 1 ¡Sin eso, nuestra vida ao serla míJicia! No
luiréis escollos ni abismos. Sí os contáis, conláor^ como los
soldados de (¡edeón.
1^ crisis e« suprema y supremo el grito de nuestra angus-
tia y lie niietsiro dennedo^Pro arU et fociní ¡Por Dio» y por
la Patria [ {Ilv.pHUiox nfthiUKm).
No lo diría yo, ai no pudiera ampararme ile la autoridad
de ua Cardenal de la Santa Iglesia Romana: este siglo de
universal secularización de todas las cosas, es el fttglo del
apostolado laico, ¡Seí\ores: constituios en apóstoles de ver-
ilad!iY perinilidme añadir que este siglo de libertades polí-
ticas, es el siglo de las Justicias impulares! ¡Sea eaila ciuda-
dano católico Ministro de e^u Justicia! (Aptutuon).
Hecnrdaba el mismo ilustre Principe de la Iglesia que en
el luminoso período del viaje por el desierto, los bebreos
uiarcbaliHii. conduciendo el arca guardada por la tribu .sa-
cerdotal.
Las demAs rodeaban al Sacerdocio, y abría la marcha la
tribu de Judá, tribu de la estirpe real, tribu del laicismo
militante. -Así se pasa del desierto á la Uerra pr/imelida f*
170
{Así loB argentinos! ¡Sefiores! Veil alif el altnr. (iiiíiiatndo
el tííktr levatitatlo en la saia de {n Atuimfthuí), ved ahí v\
Poiitíficc: iiitfiiciituio (ü señor ArsobLspoj luirad lu Patria
desolada. . . Aquí nosotros. (AptaHftos).
jQut> t)íuíi iiOK iiirnnda lu abiie^acldn y la jierseveraii-
cia! Están en su maní* la.s victorias y los castigos. Cuaren-
ta años detuvo á su imebld en el iteítierto, y lar^^cw siglus
giiniñ la tierra por su Cristo, bombre de dolor y desecho de
la plebe, en euya carne no (|uedú s;\nidail. que para vencer
al jiiundo pasó tus ¡ilialiniípnlos de la cruz y para vencer
la muerte los abatiinientos del sepulcro. Él es, seflores, nues-
tro Jefe y nuestro amigo y nuet^tru lierinano. ¡Nada temáis!
A nosotros el sacrilicio y la lucha: y ¡que la santa voluntad de
Dios se baga así en la líeria como el el Cielo! (ApluitíiOH).
Nos hemos forlalecido comutiici'ifidonos reelprocametde y
ron Dios. Mafiaua depositaremos inteslros jurnuientos cívi-
cos y cristianos en el misino suntuari(» donde se consagra-
ran á Cristo y & la Patria los milicianos que se batian en
Perdriel contra los conquistadores británicos, allí mi»m</
donde Belgrano deponía bis banderas debeladas en los com-
bates de Salta. N'tieslros héroes besaron las losas de ese
templo, que tantos años <lespu{'s vuelve & hollar su posteri-
dad descncanta<la. .Vos levantaremos |>oderosos. bajo el brazo
bendito de la Divina Madre, aiuílio de los cristianos.
(Aplaitfíos).
Id, vosotros, señores Representantes de nuestros herma-
nos del Interior, y encended sus pechos eu el fuego que
hierve en vuestros corazones.
Ilustrísimo señor: ¡bendecidnos! Kstamos prontos: ¡bende-
cid á vuestros hijos. |}eiidecid vuestra legión, bendc<^id nues-
tra tribu de Jndá! La hora ha llegado.
(Señores! «A vender la túnica y á comprar la espada I»
{fCttlreiiiUmos g rejt'^Udoí! aptauísi>H}.
- 171 -
Discurso pronunciado en Salta por el doctor, D. Ángel luátintano
Carranza, el 17 Je Junio de 1885. sn una función lírico-literaria,
en honor del General GQemes, al celebrarse el 64 aniversario
de su muerte.
Concitidnda hoh:
Nos coii^rcKauíos en esU fecha inolvidable cou un pen-
SQmieiilo patriótico A la vez que piaiioso: conmeinonir á un
procer, á uno de los padres; de uueslra nacionalidad tuya
famn, elevándose en el silencio del espacio íteaiejante á la
calda de los fenómenos celosle-s, cae hacia la posteridad.
ijOñ tinlitíuos ^ic^os. al reunirse con objeto análogo, co-
roiiHlHiii á suí> héroes y, derramando sobre las llores del
festfii la primera copa en su honor, evocaban sus manes
auguíiiníí enii cantos inspirados.
Así, e! nombre de Marti» Grtemes es ya una herencia in-
estimable |}ara los<'ir(;enlinos. Su memoria no ha de roda:
por los abismos del olvido, porque <>1 eclipse de los grandes
hállase de ordinario en conjunción con su gloria, sín (|ue
t^e brillo sea jaináíi obscurecido, pues sobicvíve á (odas las
vicisitudes, y al tiempo mismo no le es dado ejercer su terri-
ble doiniíiio. íApÍfturioíi\,
Nuestm lii.slnria inihtar, tributando jusliciu á los sePi'icios
)r á las virtudes cívicas del campeón de una cau-^^a noble y
magTiáninia. lo ha declarado constante, humano y desintere-
sado hasta rendir su vida i*n el aliar ilr la Matria.
En efecto, el General GQemes fué el a|>óslol popular que
mantuvo encendido el fuego del entusiasmo, distinguiéndose
ainu) repreáentatite de la fuerza moral y material de la pro-
vincia de .Salla en la campaba de 1814 por su asc:endientR
en las musas, y preparando con impulso poderoso las de 1817
á 1821.
Su actitud al pie de las cordilleras del Alto Perfi, aislado
eo aquellas grandes eminencias geográlicas del Globo, y resÍH-
liendn sin desmayar el empuje de las legiones enemigas, era
no soto diuna de un héroe, sino (]ue necesitaba la perseveran-
cia inqnebrantable de un prfdesliiiado.
De las nueve invasiones (raídas sobre la provincia de Salta
por las armas españolas durante la lucha emancipadora, nin-
guna tan formidable como la del General Serna en ISI7.
- 172 —
Una columna de las tres armas, fuerte de 2500 veteranos,
8e posesionahn ríe osla riuiiaii á las riuitro fie la lardo del
16 de Abril de aquel aftn. sin embargo de haber sido lonaz-
racnte boslilizada por lot; babilaiiles que, k la voz de su
caudillo, se armaron y montaron íi raballo para detener el
avance del opresor y aun agredirlo en sus nijí^inas posicio-
nes, dispntñndolc hasta el a<riia. que íe rosló snnjire Itmiarla,
porque apenas era ducno del suelo que pisaba.
Peni esla provincia, organizada mililarmenle bajo la diree-
ción de aipiol patrióla idolatrado por las masas y (^apaz de
(fiarlas con buen Hiiceso. reemplazaba al ejército de línea de>
rendiendn el territorio hasta rechazar al inva:3or eon sus pri>-
pios cli'nienloíi y rombiiüiriones. Salla fué entonces el baluarte
de la ttí'pi'ditica y (íílernes, eiui sus mtitchos. su mejor esperan-
za, iniciándose aquella resistencia que conquistó el asombro
de los ron lempor/incos, como ha merecido más tarde el a|))aii-
so de la historia.
Data de esa época que el dictado de gaticho, por so caballo
enjaezado con el guardamonte de cuero, ya famoso en el curso
de la revolución, empezó á pronunriarse con rej^pelo hasla por
los realistas. Tal era su a;,'Ílídad en las esc^iramnzas ó para
evadir las guerrillas, en la e.'spesura de los matorrales y hasta
los planes estratéfficos mejor ideados.
En aquella lid singrular. el nrtmero, armamento y disciplina
de las huestes invasorus parei-ía diirles una superiorídail
decidida sobre las milicias salleftas, (pie no podían ofrecer
batalla campal sin la sefruridad de un descalabro. Pero en
cambio, las ventajas topot;ráficas y aun m<irales, estaban del
lado de los que se defendían, por lo irregular del terreno,
la unidad de esfuerzos, la sohdez de su organización militar,
y lo invulnerable de aquella falauRe qu*" se disipaba como
el buinu ó se reunía de improviso, siempre adherida al suelo,
para volver con nuevos bríos á la pelea, bajo la inlhu'ncia
irresistible de Gílemes.
Un historiador rc^TifcoIa, el concienzudo General D. Andrés
García Cand)a, que en esa cafnpafla vino al fi-enl.e de uno
óti los cuerpos de caballería, encomiando la láctica especial
y cl coraje indomable de esta tropa colecticia, escribe en sus
Memoriats: * Los «yanc/fON eran Imndires del camiio, bien mon-
tados y armados todos de machete 6 sable, fusil 6 carabi-
na, de los que se servían altemativamenle sobre sus caba-
lia
líos con sorprendente habilUIaH, acercándose á las IropO-'í
ron tal confianza, solluia y sangre fría, que admiraban
á los iniliturüs europeos que por primera vez observa-
ban aquellos hombres extraordinarios á caballo, y cuyas ex-
ci'lenlea disposiciones para la {.'Ui^rra de jíucrrillas y .sorpresa
tuvieron repelidas ocasiones do comprobar. Eran individual-
mente valientes; tun diestros á caballo, que igualan si no ex-
ceden, á cuanto se dice de los célebres imtwí^tupoH y de los
famosos a/xníois, porque una de las armas de estos enemigos
consistía en su facilidad para dispersarse y volver de nuevo al
ataque, raanleníendo á veces desde sus caballos, y otras veces
echa mb> pie á tierra y cubriéndose con ellos, un fue^o seme-
jante al de una buena infantería-....
Como se ve. el testigo no puede ser tacbado de parcia-
lidad.
RealmeiiLe. sefiores, dcbíoroii encontrarse sorprendidos los
e-ípañoles y acaso estupefactos, en presonclu de aquellos
biinibres Acb-aordinarios, .se^iin los llamaban, cuya fuerza
riinsislta en la iniciativa individual, pues cada utio obraba
nomo todos y todos cotuo cada uno. oliservando con agu-
deza un ilustre argentino, que basta la ejini|ies¡na bumilde.
íflMitada en la puerta de su cboza y el uifto que descansaba
i'ii sus faldas. desenipenal)an una función militar.
fVsf, el ííeneral. [). JíTóiiiino Valdcz, al llejíar con ñu tropa
á inmediaciones de un pobre rancho, vio que un murhaclio
ti» cuatro años, por indicacit'ui de la madr(> montaba á ca-
billo y partía á escape Uevatido a su padre la voz de alar-
ma contra el invasor. ... ^.4 njfie pwhla nu ia caiujiiinlareinnH
Jitmuin' exelamd como un profeta, ante aquella acción, t^l hon-
rado jefe peiiinsnlar.
A la verdad, la arrogancia española no (ordo en ser al>a-
litU,y los sostenedores del monaiira borbánico recnnocicroii
biefni <pie los gauchos de Salta eran f^uen-eros dignos de
juedímr con ellos.
Entretanto, el General Serna, ocupando á esta ciudad,
habíase colocado en la situación del pájaro que entra inoceu-
lemfide en una jaula; puf.s. en el lajist) de pocos días, ya
fustigadas las cinco expediciones que desprendiera con el
ubjeto de procurar bastimentos y medios de movilidad de
que carecía, no le (picdó otro remedio que trabar lucha c^>n
la fatalidad. De manera que, obligado á defenderse en el es-
— 174 —
Irecho recinto que cubría, como era natural ()ue aconteciera,
dnda Ih liostílidad teiiiiz de un enemÍ(!;o que en sus emhesli-
das parecía Jlevar alas y ser favorecido hasta en las linie-
Iila8 por luces íiiniestnis.
Lft» ffrtucho:!, diestros y arrojados en el ataque como en la
retirada, según la ingenua oonffKÍrtn de lns contrarios, liabfan
llevado su osadía al extreinít di- eidazar y arratilrai con su«
caballos algunos centinelai;, sobre sus tnismus cuerpos de
tniardía; y ese inMndo de ofender rausA singlar horror. A
los percances del lazo, untase además, el de los {^uardamon*
les, i|ue no solo les daba superioridad pam maniobrar con
prontiiud en el bos(|ue espinoso, sinO que les servía para
roiilurbar al ent^inigo, hiriendo su iniatíinaeiAn ron el ruido
atronador de esas cargas semi-bárbaras. por los alaridos con
<|ne las iniciatmn y el chasquido de sus azoteras de anta,
liacienrln (|n(> niia parttdií apareciese con mucho mayor nú-
mero de jinetes del que teoía en realidad.
Tales contrariedades que se medían más por el efecto
moral que por las pérdidas, acabaron de desmoralizar al
invaNor. el c|ue ya sin poder para reprimir la insurrección,
vio que tornábase inminente su retirada.
Sucedió, pues, que disipadas todas las esperanzas que se
acariciaron al iniciarse la campaña, el General Serna, en la
madrugada del 5 de Mayo evacuaba esta ciudad, vivamente
tirotcudií por partidas de i/aHrftoN que pululat>an en derredor
suyo, cual bandada de golondrinas que ¡lersiguen al (gavilán.
Ajtenas llefiado & Jujuy, en Junta de Guerra, se resolvía
por unanimidad continuar el retroceso para salvar el ejíir-
cilo. y el 21 del propio Mayo, era desguarnecida dicha ciudad,
arrastrándose penosamente el enemigo^ ya sin otro alimento
que la carne de los caballos ó los burros que se cansalmn,
quemando hasta las cnrefias de sus cañones y obligado á no
soltarlas armas de dfa ni de noche, porque se pelealia en
todas parles, y aquel sitio que tenía el movimiento de la vida,
era propiedad de la muerte. (Apíaunon).
El recordado General Camba, tan bien hifomiado como
impareial, no obstante el ardor con que se batió en esU
provincia por la causa de su Rey. narra asj lo (pie presenció
entonces.
«....Las penahdades^ los sufrimientos y tas pérdidas que
experimentó el ejército real en esta campaña y retirada, ni
— 17;
rupra ñeíl dpíwri birlas con puntualidad, ni á ser posible, se
creyeran: lal es lo singular y extraordinario de sus p«nneni>-
res. Cntiin lo?: pjistos sf' liiLlKtlKiti seros por lo avanzado lie
la esUtción, los (ixleiiuados caballos y rautas de carga que-
daban senibradoB por el camino, consumidos de hambre, de
latida y fie canwincio. IIul>o necesidad de destruir] y consumir
iiHinho» erertns de imrqiie y municiones: la e^ballerfa llegí)
al Alio Per^i á pie, teniendo que ipiprnur los bastos de la mayor
parte de sus sdla?. I^s tropas. venrida>i por el enemigo, pre-
sentaban el aspecto de la tuda dct^aslrosa derrota....»
Senorf:s: el rotorido no puede ser uiás sombrío ni más lú*
gubre. Lina victoria dreisivn nn bubiera sido tan fecunda en
rebultados, pues lo relacionado, autes í\uh derrota, era un
verdadero desastre.
A ese ejercito, que babfa coTnbalido con venliyas contra
las ilKiiilas inifieriales en In FeninKula y ron tropas refiíilares
argentinas imi el .\Uo I^erfi. vénuisln retnicedcr iniiníllado
moralineide y destruido en buena líd De los ViOO solda-
rlos aguerridos con que invadió y fuíí ivforzado. perdió una
niarta paflc entre muertos. prisioneroíJ y desertores; míis aún:
lodo su material de guerra y elementos de movilidad. Hepe-
UmoN, apenas Tur dueño del terreno en que vivaqueaba, y
aunque tienodado en la refríe^M y sufrido en las fatigas, las
}?ananeías que (d>tuvo eran insi<;nít¡rantes. sin embargo de
habérselas con g^nte bísofia y mal armada.
¡(lapricboK fie la suerte! Rse (íeneral l>. Josf de la Sema,
futuro Virrey, tpie retrojjrradaba con su fibra estremecida por
el despecho, era el mismo que meses ardes intentó seducir
A Güemes desde Tanja por intermedio del Comandante Fran-
cisco Pérez de Uriondo. En su carta, que se custodia original
en el Archivo Cieneral de la Capital de la República, después
de grandes oterlas terminaba asf: «¿Cree usted, por ventura.
que un puñado de hombres df^snaturalizados y mantenidos
con el robo, sin mi'is orden, disciplina, ni instrucción que la
de unos bandidos, pnerle oponerse á unas tropas aguerridas
y acostumbradas á vencer las prímer^H de Europa, y á las
que se harfa un agravio com|>arfÍndolas á esos que se lla-
man//atir/uw, incapaces de Imtirse con I riplieada fuerza como
ns In de su enemis;o? »
Rememoramos aquí, señores, esa pueril tentativa, noble-
ntente repetida por Oílemes y por l'riondo. decididos fi legar
— i:i>
*«us hijos, con sti espatlu iJu pulriulas, un tiuiiibrr iiiiimcii-
lado para dejar du relieve el juií'ii) que tenia funitado di-
cho General de uus tropas, como del aalagouista que se dís-
pimíii á combatir, abriendo operaciones, en la lírme persua-
sión de que sus urinas eran irres¡sti)>les, ilesdc (|ue ñUi lo
prorliunuba de aiilemann.
Y, ¿cuan fatal no seria su desengaQo al verne acuchilUdo
hasta laB gargantas de los Andes por e»os yauchoH. ¿ quienes
alardea de despreciar tanto, y loscuales, capiluneados por un
f;nerr«TO de taita tan empinada conio aqn:^llaN initlcs.NJit otro
apoyo que el He dos pueblos viriles, protestaron y resistie-
ron con la fuerza, la agresión (raWla á la autonomía de la
Patria?
En ITquía, el Gontandantc Manuel EduaMo Arias, rceliazó
(i balazos igual orreciniieiilu de Oluñeta. En una de Insgne-
rrillas se pusieron al habla, y mandando 6ste que cesara el
escopeteo ku línea de tiradores, invitó al Jefe patriota á pa-
sarse con la mal montada fuerza de gaucho» con que lo mu-
lealaba. Pero el venrrdor de Hnmahuanu. ronlnstóle con
arrogancia: General: lutfi'u: se pntia. aunqtttt ihÍm sohlndoit es-
lúH en citsfon y hnat frío; y blandiendo su terrible lanza,
agregó: iSign el fiip-yo, muchach-on! Tal era el temple de aque-
llas almas dominadas por la noble pasión de la Indepen-
flencia. (<lrnnfií'n aplnuitOK).
Así quedó clausurada esa campa&a famosa, y en el sentir
de un militar de ciencia la más extraordinaria, como gue-
rra defensivo-ofensiva la inAs cotnpletH, i'oiihi resollado la
más original por su extrategia, su táctica y sus medios de
acción; y la más hermosa como movimiento de opinión pa-
triótica y desenvolvimiento de fuerzas de cuantas en su gé-
nero puede presentar la historia de! Nuevo Mnndo.
Salta no defraudó la confianza que depositara en ella la
República, y Güemes, que encabezó nsa lucha tan desigual
como heroica, nu-reció bien de la Patrio, obligando á la vez
la gratitud de sus conciudadanos.
Betgrano, intérprete fiel del sentimiento público, escribía
al Gobierno General.
«...Los distinguidos servidores de don Martín GUemes,
su constancia, sus trabajos, sus üispostciories militares para
hostilizar al enemigo con el fruto que se ha conseguido,
y cuanto luí ejecutado con los bravos de su mando, para
- 177 -
afianzar la independencia de la Nación, lo hacen acreedor á.
que se le premie con el grado de Coronel Mayor, y se le se-
ñale además nna coniÍccoraci6n (|ue iierpelúe el relevante
mérito que ha adquirido..,»
Kl Directorio, procediendo con equidad, acordóle una me-
dalla de oro con esta inscripción: *A los heroicos defensores
de SaUa". decretando entre otros honores -.. .que el primo-
génito (le (líieines. í^in dísliiicióa de sexo, guza la pensión
vitalicia de 4(K) pesos anuales, para transmitir de este modo
¿ su primera sucesión-, dice aquel decreto «el reconoci-
miento á sus conlemporAncos. . .» {Aplanaos).
Pero el adalid de la deTensa de 1317, sin marcarse por la
corona cívica que se le discernía con espontaneidad en ga-
lardón fi sus servicios ínclitos, conmovido hondamente ante
Ins sacriHcius de Salla, acolada por la guerra, escribía á Bel-
grano, €... Esta Provincia, por todos sus aspectos, no me
representa más que un semblante de míüicria. de lágrimas y
de agonía. Va es inútil todo proyecto para proporcionar
auxilios qui' frarupipen las aleniriones de la guerra, pero ni
para conservar la existencia de los que deben sostenerla. He
tocado en medio de lautos confliclus, el último délos recur-
sos cual es el de imponer una contribución con anuencia del
Cabildo para sostener la tropa que funda las esperanzas de
nuestra defensa, y sin iMnbai*go de ser la mfis exigua y pru-
dente, la multitud de clamores ha puesto en problema mi
resolución -.. . Lsla represenlacióu no tiene por o líjelo en-
CJirecer los servicios que Salto tiene obligación de consagrar
& la sociedad, sinó exigir arbitrios que afiancen el r*xilo de
sus má.H nubles esfuerzos para conseguir el total exterminio
del enemigo. . .»
Kxtractamos, Hervores, eslii pieza histórica que Ueva el
timbre de! patriotismo heroico, porque ello realza la gloria
de lu provincia de Salta y hace liijuítr al desinlcri's de su
caudillo, que jamás luchó con el Gobierno aplicando los re-
cursos (túblicos y priv,tdús, al Tomento de lu gran causa de
la liide|M>ndencÍH. (Apl'titHOH).
No obstante hallarse exhausta y desangrada, aún cs|>eral)an
.'í Salta nuevas pruebas que acrisolasen su lento martirio.
Alejado el ejercito de línea de IRIÍ). Güemes. remo Jefe de
vanguardia, quedaba rubriendo la frontera del Norte, cuando
OQQrríó el atto siguiente la séptima írru|ición de las armas
0*tTMii« AuarvnuA — Tt-rntó tV.
U
- 178 -
realistas quQ, al luantJo de Ratnfrez de Orozco, adftuiilaroiv
HUK descubiertas hasta el Pasaje.
Sin embargo iÍo que el cat»]>e(5ii tle la resistencia ya uo-
titila en sus filas las eoiivulsioiies de la aniirqufu, precursora
de aquella terrible noche de aislamiento, la acciúti popular,
acaudillada por él, no fué menos obstinada ni menos vigD>
posa que eii las anteriores: y como entonces, dábase fue^o á
los e^impos, aleján<)ose los ganados; los ranchos del tránsilo
han abaiidonudn espontáneamente, y en los pueblos, al cmi-
prar las ramilins vAtu cnanto tenían para refn;riarse en las
montañas y en las breñas inaccesibles, o^ullalKín basta la
len^a de las campanas pura que el enemigo no pudiera ce-
lebrar sus triunfos. [Asi. pnr todas parles, sólo encunlró tele
el silencio que entríslere 6 la desolación que «bale y anonada!
Cada babilanle, señores, hallábase animado por la deci-
BÍón incontrastable de hostilizar por su cuenta el invasor.
Por eso ca<ia árbol o<;ultaba un adversario, y cada paso que
adelantaba aquél Ircfpezaba con la muerte, lanzarla por ma-
nos invisibbís. . .
De otro larlo, el General español, Incesantemente bostijfado
por las (Tucnillas que para vendar á Hojas, el venceilor do
San Pedrito, arremetían con osailía á las columnas despren-
didas del grueso de sus fuerzas, treinta ellas después tuvo
que replegarse, siempre bajo el fuego de aquéllas, á sus po-
siciones de Tupiz;i: pero *el escarmiento de los tiranos, costó
el extenninio de la provinria íle Salla, scgíin la expifsirtn
melancólica de Gflemes al Cabildo».
Señores: el movimiento enianrípador (Je 1810, es sin duda
uno de los sucesos más culminantes del siglo, aunque ca-
reció de la prolongada gealiún filosófica de la revolución
francesa, como también de las instituciones y costumbres
que i-onperarnu á la inileprndericia de las colonias inglesas
en la Am^-rica Septentrional.
Los fundadores de nncslro ser polflico, al enijieñar con-
tienda con el fanalismo y la ignorancia, columnas rormida-
bles que sustentaban la real autoridad en Sud América, no
contaron sino con el aliento de su prnpio genio, con el im-
pulso de su secreta inspiración. Por eso, á medida que aque-
lla agnipación se rlistancia ilel escenario en que actuó, no se
sumerge en el pasado: destacándose de su penumbra, asume
proporciones colosales, por e) valor con que lidió, por la
dfa
A
- 170 -
increible aliiipjración y constancia de (jue dio muestrafi. y
más qiio lodo, por esa fe iiiquobrant-iLblf «mi su (IcsLino.
(iOeraes, uno de losriemoleiiores del viejo régimen, 8Ín des-
fatlecer imprimía consistencia y nervio á los qne, rumo 61,
llenaban la misión sublime <le romper cadenas paní libertar
esclavos, cuíindo sobrevino el año climatérico de 1820 .
No bieTi arriad» del mástil colonial el estandarte de la con-
quista para exliibirjn en nuestros templos como la mortaja
do una edad decrépila las furias de la dÍHcordia fratricida
ya soplaban con intensidad, v el incendio, propu^ndu »u^
crepitaciones devoradoras, no tardrt en envolver al Estado
naciente en humo y pavesas . .
Los compañeros en el pelitiro, los amigos de la vís[)era ««
deseo nocí croo. Las ambiciones bastardas se desalaniu; el
sentimiento de justicia se depravó, y el noble olvido de los
airruvío.'í, esa nüsericnrdía del bien, se ausentaba para dar
pasn á la calumnia abominable, al ostracismo y al cadalso
tjue, en nuestro delirio, fué el único lote reservado h los pa-
dres de la Independencia.
|Ab, seflores? En el caos (¡no noá atormentó entonces, ¿quf
gobernante no se extravió ai experimentar los vérli|¡fos del
l'oder sin responsabilidades?
Estamos en el teatro de las proezas de Oüenies, y á, corta
distancia de donde se halla acostado en el polvo de los si-
glosL Pero asistimos, más que á una apoteosis. A una re-
Burreción histórica; y justo será que al lado de las pincela-
tlas de luz pongamos también las de sombra, sin embargo
de que las aberraciones de los gandes horntires no amen-
guan en talla, como nu obscurecen el horizonte las nubes
que cruzan el espacio, cuando el luminar del díase muestra
en el rfnil.
Se ha culpado al General GClemes de autoritario, de ab-
soluto en su Administración. Pero, señores, no es equitativo
uplicjir el criterio recienle al tie otra írpoca, y menos ó la
sociedad de entonces en que era bien diverso el poder de
los cpic gol>ernal>an ó de los Generales del ejército, como
eran Inciertos los derechos individuales. Todavía elemental
el sistemo írubernativo. mandaban sin (i^arantías, sin limita-
ción alí;una. Por lo rejíulur. liarlos de vanidad, no eran se-
dientos de consejo y disponían de voluntades, vidas y ha-
cienda, sin míts contrapeso ní correctivo que los Cabildos»
— lUU -
in.^itución civil de abolent-o que apenas conservaba uua res-
tringida libertad de ílcvíóii en lu administrativo y judicial.
Un Gobernador y Capitán General de provincia imponía
contribuciones á su albedrio, y desterraba á los ciudadano»
cuando lo crefa conveniente ó los siyetaba á i)ria¡<')n.
Otro tanto hacían los Generales, pues nn se conocfa el freno
saludable de la prensa periódica, ni el respeto !i la opinión,
que ella agita ó morigera.
Cilaríauíos f>jenipIos de Belgrano, el tipo del repúblico, del
Director Pueyrredón, de lo» Generales Alvear y Arenales, de
Moreno y Rivadavia y del mismo San Martín. Porque asi
era el modo de ser de nucslros pueblos en aquellos tiempos
lejanos eu que las facciones empezaban ¿ mirarlos y á di-
lacerarlos, siendo afán penosísimo el vivir sin leyes tutelares,
obligados sus vecinos á caminar corao entre brasas, con la
capa recogida para no perderla, ocultas las manos para no
verlas tiznadas, y si ara-sd, á quites con las cabezas para que
no se las cortaran. Todo Poder era irresponsable, arbitra-
rio y doblemente cuando se trataba de la defensa general,
por ser imposible continuar la lucha sin elementos.
Así es que Gttemcs realizó en Salta lo que era entonces
uua costumbre, no sólo tolerable, sino autorizada por las
cinunslancias excepcionales que lo rodeaban. Pero sus ma-
nos, señores, no se mancharon con la sangre, y sólo hizo
pesar esa autoridad en demanda «le his medios indispensa-
blfs jwi-a contener á los ejércitos españules; pues, si seme-
jante á Bolívar, no i-espetó propiedad para hacer lii guerra,
jamás ilirigió á su ImjIsíHo las exacciones soliciladns y ob-
tenidas con el objeto de equipar ó pertrechar las fuerzas
vohinlarias qne le seguían con lealtad, ofrendando él mis-
ni" cuanlrt luvo en el altar sagrado de la Patria» convenci-
do de 4[ueun buen hijo no debía llevar cuentas íi la madre.
{A¡*taH80H).
* . . . . Toda coulribución forzosa consignada en un docu-
mento, conmueve la sensibilidad de mi alma; sólo el deseo
de salvar al pafs, amagado por una fuerza imponente, pue-
de arrancar una medida tan contraria á mis sentimientos . . ^
Tal era la verdad, y de ahí su prestigio en las masas po-
pulares, que le apellidaban el padre de íos jtobres, á las que
trataba de atraer y electrizar, poniéndolas ul servicio de la
I-evolución. Ellas derrauwban su sangre, A la vez que las no
- 181
desheredadas coiilríhuíaii con 8U óbolo, y á esa ooliesión
moral, á esa mancon)unida<Í de sarrifieios se dotiió «in dis-
puta, señores. (|i;e las huelles vencedoras en Sipo Sipe, no
avtuKarai) ha^ta San Mi^el de Tucumáa.
¿(ju6 extraño, pues, que reiicoreH ciegos, generados por
inlerefíps <iije laKÜrnó su iieci/Mi poderosa, arumiilasen eier-
luK niebla» sobre esa obra inde-slniclihle. nnando ante los
resultados ariidíria lu poüterídád á lomar asiento ¿ justa
distancia, para proyectar su luz sobre los contornos cpaeos
de aquL'I astro ya aparrado...? {Ap¡auiio«).
Es sabido, señores, qne (Jüemes profesaba respeto y co-
rre6pon<lia al aprecio <íel General San Martín, esa alma de
lítAn (pie absorbe la ailtniraeit'Mi. romo veneraba á Qelgrano
curi el que se completaba en la Guerra del Norte, y acaso
lenta la intuición de que eran los arquitectos de una mis-
roa obra. En vano tentó la perfidia de abrir un abismo entre
amboH.
Con tul nio'iivo, escribía el primero A su (íeneral la si-
guiente carta de su pufio. que aún existe. Es del 6 de No-
viembre de I8lfi, -• Hace usted muy bien de reirse ile los
doctores», le dice. *sus vocinglerías se las lleva el viento,
ponpic en tmlas parles tiene fijado su buen nombre y opi-
nión. Por lo que ri*s|>eeta á mf, no se me úa el menor cui-
dado; el tiempo bará conocer á mis conciudadanos que ints
afanes y desvelos en servicio de la Patria, no tienen más
objeto 4|ue el bien general. Créame, mt buen amigo, que este
es el único principio que me dirige, y en esta inleligencíu,
no bago cuso de toijos esns malvados que tratan de divi-
dirnos. Gttemes es honrado, se franquea con usted con sin-
ceridad, es un verdadero arntgn. lo serA mfls alUí del sepulcro.
y íM» lisonjea de tener por aniigo A un hombre tan virluosti
como usted. Aí>[, pues, trabajemos con empeño y lesún. que
sí las generaciones presentes son ingratas, las futuras vene-
rarán nuestra menioria, qne es la recompensa (jue detH>n
esperar los (Kilríolos desinteresados. . . •
Como se ñola, señoi-es, el espirilu del patrióla bien inten-
cionado, aniargarb) por las ingratitudes, se nMnílfa á las edades
venideras. Por eso la historia, alto oráculo de prndeneia,
empieza á Lcnor eonrieni-ia propia cnando la mnertu ha pa-
sado su nivel sobre lo» varones beneméritos, y por eso se
confunden hoy en una sola gloría, representando A nuestros
— 182 —
ojos, que somos su postpridail, mía mísina idea, un inisinn
pensamiento.
Mientras que evolueionet; de política interna enconaban los
ánimos, el eoemigo común, puesto en acecho, insistía en
HUS proyectos liberticidas.
Venturosamenli>, las palmas de Chacabuco y Maipo liubían
franqueado el Océano Paciñco: y abíeiia por San Martín su
niemorahk' canipafía sobre Lima, el Viirey del Perú víóse
cotupelldo á reconcentrar sus fuerzas, dejando al General
OlaHeta las indispensables para manlener.se á la defensiva .
Noticioso éste de la desmoralización que cundía en las t*ro-
vÍDCtas UnÍ<Ías, a mérito de las pretensiones inconciliables de
sus pruhornbres, resolvió descolgare de nuevo; y bajando
por la quebrada de Hunialiuaoa. hizo alto con su vanguardia
en las Goteras de Jujuy. Pero, en la tnbUi4ti de dicha eiudad.
era luego sorprendido por los ¡ineles de C3orrit¡. y después
de sangrienta refriega, tuvo que rendirse ',\ discreción, lista
jorna<la, que sombreó la frente de aquel jefe con lauros in-
marcesibles, ha pasado á la historia cou la denominación
de fc'í í/ííí grande tie Jujuy.
En tanto ({ue á una parte de sus fuerzas sonreía la for-
tuna. Oüenies, empeñado pei-sonalmente en una cuestión im-
popular y acaso poco dipna de su gloria, retrocedía desde
la frontera de Tucumáu. bastando su presencia en el earapo
de Castañares para que abortase la trama urdida durante
su ausencia por algunos cons)>iouos que, mal avenidos con
su ílobienio, se proponían desarmarlo, de acuerdo con el
Cabildo.
Consecuente con su índole benévola, amnistió generosa-
mente ñ los complotados que capturó ó se le presentaron.
Mas unos pocos de eWo^ buscaron asilo en el real de Olafieta,
asegurando .'i éste que la HÍtuación de Salta era tan pi-ecaría
como propicia á la restauración did sistema derrocado.
Aquel General, seducido con las probabilidades, si no de
un éxito seguro, al menos de rescatar al intrépido jefe de
su vanguardia, herido y prisionero el 27 de Abril en Jujuy,
el que además, era su hermano político, confió tan delica-
da comisión al Coronel Francisco Valdés, dándole una di-
visión de iOO á 500 hombres de butma infantería con orden
de lomar hi senda del Despoblado, y por las cuestas solita-
rias de Yaernes y Lesser. aproximarse al objetivo.
ISH —
Kl BaríxiruciM, como era más conocido eso jfífc en »u»
mocedadRS, liabía sido arrioro, lo mismo que Olaftela, jr por
nnadídurn, un consumarlo coiiLrabaiidísla; era^ por coust-
guientp. de carácter audaz y muy práclico en las anpfrezas
(|uc didiía rec.urrtT, haiMciido sus jornadas de noche para
00 ser .sentido.
Cuando se movió dicha fuerza, Olañeta, á la cabeza de
una cohiinna liviana, fui'* á asuniarüt* por la quebrada de
Huuiahuaca para simular una división en esc rumbo, mien-
tras el fínrhfintcJio rnizaba á marchas Forzadas la allipla-
nicip lie! Dcsijoblado. y descendiendo por la quebrada de
Pnrm4inarca, ro.-^leó la labia oriental de la serranía de las
Tres Cruces \ de Clianí. pasó por loa cerros Negro y el de las
Xieve« al de Yacones. y ' I amanecer del 7 de Junio de IHál,
.se emboscaba eu la rif> frecuentada y temerosa quebrada de
Lesser,
Al enlnir la noeho, a{;a7.apáiiduBu [lor despeñudcrus 6 pre>
cipicios, cay(!i al valle de Lerma. á unas tres leguas al Nor-
este de esta Ciudad; lue{;¡o de atravesar el arroyo de Caste-
llan'>s salió al eampo do la Cruz, y poco antes de las once
|»eneLraba ;< i gi tosa mente |)or la calle <]e la Caridad Vieja, hoy
Libertad. |Mtsesioníindose ile la Plaza Principal sin encontrar
el menor obstáculo.
Volvamos ahora á (ínemes, á cuyas postrimerías nos pro-
ponemos asistir y el (pie, de regreso de nipiella desaconse-
jada empresa sobre Tncunián, había establecido su cuartel
general en el campo de Velarde, una legua al Sud de Salta.
Era ya la Lanie del 7 de Junio citado, y en momentos en
que CiQemes rhitrntKqitmbn. se^ñn su costumlire Trugal, re-
cibió un mensaje de su hermana llamAndolo. Al oscurecer,
encaminóse hacía esla ciudad, seguido por su escolla y ayu-
dantes, apeándose en casa de la familia, poco más de una
cuadra al Ueste de la Plaza.
Allí, la sag^ y hermosa Magdalena, pues este era el nombro
de aquMla, en cuyo corazón ardía con llama incxtingible el
sentimiento del palriolísino, le informó, ile que lenfa anuncios
de que nn pastor había columbrado esa maitrugada como «M
reflejo df urmaM sobre la serranía de los Yacooes, recomen-
dándole suma vigilancia, por sí eran enemigos.
Como tales fragosidades casi nunca hablan sido holladas
por la planta humana, Gdemes juzgó imposible que transí-
— IHl-
ira por ellas ti-opa armada, por lo que no hizo caijo dft
aviso, agregando que. á ser cíerlo, ya lo Bubría, no sólo pnr
sus avanzadas, sino hasta por los pojaron.
En esa confianza imlÍNcreta mandó buscar al doctor Pe-
dro Uuitnipo. su nuevo Secretario, y llamando al ofifíal Be-
nito Üozo para (|ue liicíera <ie escribiente, púsose á despachar
su correspondencia y asuntos administrativos, paralizados k
consecuencia de los últimos sucesos.
La uoclie era tan fría ciimu lóbre^, y se arercaba ya i
mitad de su curso cuando díó una orden al ayudante Re-
fojo, tjue estaba de servicio.
ApCMias se alejó éste bacía la plaza, dejóse oÍr un ilísparo
de fusil eu esa dirección, y en seguida otrosí más. entre vo-
ces confusatt.
Acto conliuuo Gflemes. que siempre tenia su caballo en-
sillado lujosamente en el palio de la casa, salió ¡i la calle
(hoy Victoria) dirigiéndose á la plaza con su escolta: mas
al llegar á. la esquina de la cuadra anterior á ésta, encon-
tró á Refujo que retroredia de galope, reribiendo inconli-
nentí una descarga nutrida de la patrulla que por ambatí
aceras prolongaba la calle actual de la Florida, cor» rximbo
al Tagarete de Tinco y P€ hallaba á medía cuadra. Allf le
hicieron muchas bajas, y creyéndose lodos entre dos fuegos,
se produjo el desbande. . . Hnlonces, pícanrlu con violencia su
caballo y tendido sobre el pescuezo de éste, dobló GOeme?
por aquélla (lara ganar cuanto antes el campo, como centro
de sus recursos; pero quiso la fatalidad que una de las ba-
las disparadas sucesivamente al tropel do jinetes que se
alejaba con precipitación, tocando su cuerpo, le desgarraf%
la ingle derecha. . . . Mas no cayó al suelo á pcí^ar de la
gravedad de esa herida; y reunido luego al rapít.^ri llivade-
neira, Icoienles Kusebio Srobinedo. Morcira. Margallo, Yanzi,
Oallinalo, Panana y otros fíeles, cosleantlo el cerro de San
Bern.Lrdo por la quebrada de Robledo, lué á amanecer eu
el paraje de la Higuera, cuatro leguas al Sureste <Iel punto
de partida, pero ya muy desfallecido por la pérdida de
sangre.
Con asombro del vecindario, el 8 de Junio alumbró al
Baibiimcho atrincherado en la plaza de Salla y coronados
de Irojía el Cabildo, la Catedral y otros edificios elevados.
Prontamente se divulgaron los acontecimientos de la no-
— 185
che autorior, como la noticia ác- que fl palrioU lifíemes es-
taha malherido.
El dislíiiKuido coroin»! Juan Guillermo ile Marquietüiií. (|in'
habia nH-nhrailn su lilierlad mpiliaiile la aveiiluraria opera-
ción del /ífii/wirnc/w). siendo más anticuo i|iic ¿ste. lomó el
maudo de lu fuerza ile ocupaciúti míeii(rii« :;e preseiilaba el
lirÍKatlier Olañeta.
Marquií-frui, (|iie aún convalecía de sus dolorosas Iioridas,
había sido [ierfeclamente atendido y considerado durante su
cautiverio. Militar &. las derechas, crejróse en el deber de
mandar un parlamento, del que bacía paite el médico, don
AiiLünio Castellanos, ufreeiendo k Gflemes los auxilios que
reclam.il»a í^u penosa situación.
El caudillo moribundo nxihJA á los emisarios realistas y
los esc\ichi5 con calma, hasta que hubieron terminado su
cometido; entonces, por toda respuesta. llamó á su Jefe de
Estado Mayor, el coronel Joi^ Knrique Vidt, natural de
Estrasburgo, para hacerle jurar sobre el pomo de su espa-
da que continuaría la campafia hasta que en el suelo ile la
T'ntria no hubiese ya argentinos, ó no hubient ya recon-
quistadores, y volviéndose al parlamentario añadít^ con voz
apa^'adn: • Scfinr nlicial: dijra íi su Jefe que ajíradezco sus
ül'reciiuienlos, sitt aceptarlos; está usted desjíachado •. Así,
el 17 de Junio, & los 3ti años de edarl, cerraba sus ojos,
cuando los i'dtímns resplandores ilel día espiraban sobre la
cresta de las vecinas montañas, y las primeras estrellas de
la noche principiaban íÍ nadar en la innu'nsidad del cielo.
Sur restos fueron conducÍ<los á la Capilla del Chamírat.
donde a) día si;:uiente se les daba piadosa sepultura, que
regaron muchas lápiimas.
Pero, esa bala traidora, disparada en los sombras por
mano í{^nrada, debía Iierir lambién de muerte otra existen-
cia preciosa. ...
Fipira esbelta, viveza incomponible, jjracia y armorda en
tas líneas de su rostro, nariz griega y labios como el carmín
encendiilo de la flor del granado. Su palidez, entonada por la
lumbre de sus ojos azules, circuida de umbrosa pestaña, so-
brej^alla entní los rizos de una cabellera fina y reluciente como
la seda, formando aureola á su frente. Belleza ideal, mística
como la oración, dulce como la espera' m. sefiores, esa era
Ciírm«Mi Piicfi, la joví-n y amada compafiera de GÜeuies. , . .
— 166 —
Al conocer la desventura inesperada que rompía su riniilo
nupcial, cayó como locada por una duscaiKa tdéclrica. Vuel-
ta en sf. cortóse el cabella, j- al cubrirse con su velo, radió
en su ^ícnililarde una luz que no eia de este uiuudo
Sin GQeiues no quiso ya liabitar la tiena. y poco dcspu^^,
una ola de aquella alma serena sacóla de las áridasi riberas
de la vida. . .
Una tristeza eterna vaga en el bosque sombrío d ■ la Cniz
cuya imagen aviva In savia del recuerdo y del dolor. ... La
naturaleza, en su voracidaíl insacíal)le no lia meta mor fosea-
do aún la escena de otro tiempo, y aquel sitio majesluoíío
en su estéril soledad convida á la meditación, couio el vu I-
can exliri;j:uÍdo por el frío de los siglos ó el fó^il tncruslado
por el diluvio en la margen de los rÍon. Por toda* parte-*
el eco de las montañas parece indicar el punto dundi? el
Allante lamoso cxbaló su pustrt^r suspiro, y loa viejos árbt>-
les de la nelva. inclinándoíie al gemido del viento como el
arroyo que alli ¿y dL'sliza. acaso murmuran mm elegía..,..
jAb, senore.s: la desolación de ese |>araje. sólo se armnnisti
con la melancolía del alma al contemplarlo!
Recién el ^1 de Junio apareció Olañeta en esta ciudad con
una división de mil hombres, pues le encontró en Jiyuy el
parle comunicándosele cuanto queda referido.
Desde su )le;j;ada, dando la mano á sus ardeccdeuLeK ab-
solutistas, trató de populurÍKarse pura afianzar mejor su
dominio, y con tal propiüsito. el 14 de Julio inmediato ajus-
taba un armisticio con el (lahildo, conipronietiÍMulose á eva-
cuar el territorio Ita^ta Punuamarca, unas quince leguas al
Norte de Jujuy. á no in»poner contribución de jíucrra y ú
dejar al pueblo en libertad de rey:Írse por sus instituciones,
á condición de que se cajijea^en los prisioneros y cesanin
las hostilidades.
Kmpero, la provincia de Salta, tan codiciaila rn los cn-
KuefiOíí febriles del enemi^io. al que ya había contestado con
crueles represalias cuando intentó sojuz^irla empleando el
terror, Irjns de ofrecerle su torso bercúlco, en cumplimiento
de la i'dlima voluntad de una víctima ilustre se levantaba en
uiasu.y jurando ven^farla. sintióse m&s que nunca fortalecida
y resuelta á prose>ruir la lucba.
Así fué que el coronel Vidt. pue-ito en movimiento, vino a
ocupar afnlMis Portezuelos; y situando su vanguardia sobre
- IS7
el puente üe San Beniarilo, á pocas ciiadraí> ile esta ciu-
dad, dejaba establecido su asedia a<|uel anticuo uficíal dn
Napoleón que, granjeándose la confianza de Gatmeíf, había-
se hecho querer <lid gant^aje; y iiiuerlo éste, quedi*) de he-
cho reconocido por jefe el grimjo, coiuu ellos le llamahati
en tono familiar.
Vivamente estrechado OlaAcla, le fu^ ya imprisible retener
la presa, fallándole los elementos indispensables de manu-
lunuic'ni y movilidad, por lo que tuvo que resignarse á capi-
tular ron el destino, y el 'if^ de Julio abandonaba Salta, bajo
los fuefios del valeroso Vidt. i[ue á caballo de (lia y de no-
che cúpole la gloria envídíalile de rechazar la novena y iíN
tima invasión de las armas realistas.
Kn adelante, la inmunidad déla frontera argontina por el
Norte sería un hecho. Marchas fautUslicas. aventuras ex-
traordinarias y succsoK maravillosos^ liabíHU inllutdu para
que Salta, aunque extenuada, bastase A hacerla respetar.
Desde entonces, el invasor extranjero no debía ya profanar
el suelo de las Hrovíncia.s unidas del .Sud. porque Uücnies, la
caer con la esf>ada de la libertad en la luano, dejó trjí2adu.s
sus limíteos y asegurada la independencia, que selló cun su
sangre.
Profunda fu(>, señorea, la sensación que produjo el fírr Lr&-
gieodel patriota Güemes, y hasta sus mismos adversarios,
puntados por el remordimiento, compartieron el duelo ge-
neral que rodeó A aquella gran calamidad. Herido un una lu*
ehft sin luz y para siempre aciaga, descendía de súbito de
las agitaciones de la vída á lus sombras espesas de la muerte,
lujos del campo donde reverdecen los laureles de gloriosísi-
ma victoria.
Pero, apenas se perdfa en el misterio aquella nube 4le fue-
go que apareció en los obscuro:* horizontes ilel c^uliverin,
ya despuntaba el sol de la inmortalidad para alumbrar la
tumba del que. siempre liel á la idea de la unidad nacional,
jamás desesperó de la suerte de la revolución, dejando ino-
culiido en todos los corazones et sentimiento de la inde-
penden<:ra.
Mas, era menester un apacible descanso para que en la
inquieta activifüid que caracteriza A los democracias la re-
flexión recuperase su imperio: y Salla, su cuna, sn pueblo
predilecto, despertando de «u lelarfo. saludó con láijriinas
— 188 —
de ji'ibilo aquel mimbre prpctartt, recoció sus despojos y eshu-
mrt ^ liizo brillar su gloria, ¡reparación merecida, seftnres,
en pos dei tnús injuslilíCiLdn, dol itiás largn y del iiifis lasli-
nioso olvido!
La historia, como dogma de enseñanza y libro de ver-
dad, es una resurrección; y su musa, adornada con los
fulgores de la aurora, ha recour¡alÍa<lo á Gilemes con sus
dundos, abriéndole las puerLas de la iiimorlalidad. Día ven-
dn'i en que .se le dettrelen honores extraordinarios á que
tieue sobrado derecho el que por sus méritos supo aseen*
der á las cimas Ihi Hadas por luz pei'enne y entonees, ante
el testimonio de la posteridad reconocida ni que redimió la
Patria, ¿qiifi será, señores, de jiquellos que le hicieron acerlioa
los dolores y amargas las tristezas de la vida? ¡Un puñado
de polvo agrupado en el plinto de su estatua 1
¡General Martín Miguel de tJílemes. defensor de Buenos Aires
contra las invasiones británicas; húsar bizarro eldía radiante
de SuipacliH, que salvó la revolución; defensorde Salta, contra
las invasiones ibéricas; fundador de la indrpendencia; obrero
excelso de nuestra nacionalidad: en e&ta fecha nebulosa, los
herederos legítimos de taida ^doria nos proslarremos aide el
sudario tic púrpura que vela lus huesos inaniniados, para ins-
pirarnos en lus virtudes, para fortalecernos con tu ejemplo si
en el porvenir manos sacrilegas atentasen á Ja itdegrídad ite
la Patria que simboliza esta bandera, lema de Uniéti y lÁhfrífuil
La posteridad tampoco será despiadada para vosotros que,
con el clarín beróico. llamasteis tantas veces A este pran
pueblo á la gloría fie los combates, sombras amadas de Go-
rrili, de Virlt, Unjas. l>alorre. Saravia. Rufz de los Llanos,
Bticela. Alvarez-Prado, Camejo y muchos más.
Por eso os consagro un gajo de laurel, velado con el cres-
pón de tos recuerdos, en esta conmemoración gratísima para
los corazones argentinos. (Aptautionj.
Conciu<ladanos: acabáis de escucharlo; nuestro célebre
caudillo, apelaba sin desaliento al fallo remoto, pero justo
del porvenir. Afortunadamente estamos ya en 61. Mas, no
serán mis labios, de carne perecedera, los que denuncien su
obra á las edades. No. La fama que flota allá, en alturas
inaccesibles, ho disefiado su nombre con letras de diaman-
te» sobre hojas de laurel, aclamando por los ámbitos del
\i]¡\ neta: ¿ Eterno rMor á SnUn gioriofta y á Gücinm inmoriolf.
- 189 —
Discurso pronunciado por el doctor Bernardo de Irigoyen, en la Facul-
tad de Derecho y Cíencíafi Sociales, el 24 de Mayo de 1886 il).
Señorafi, Señoreit:
La Facullad de Derecho y CíeiicJas Saaíalcs me ha hon-
nido con el encargo de saludar, en su nombre, á !os alum-
nos que concluyen sus es^tudios proferí i oiialeK.
Torno á mi» funciones en esta cnr|ioración despué-s de
una ausencia ju-stificada. y cúmpleme dirigiros la palabra eu
estos clásicos aniversarios eu los que, bajo la influencia de
recuerdos y senlimienlos nobles, la imaginación exalta, los
rasgos de nueslro deseiivolviinienlo social y los liedlos que
ilustran la historia de la Nación.
Os tocan tiempos máx propicios de los que atravesaron
aqucHoK de nuestros antepasados (¡ue se. dedicaron á la cien-
cia del Derecho. Xo tendréis que luchar, cnmo ellos, con
los desigualdades cinlos y políticas que deprimieron la per-
sonalidad humana, ni que pugnar, en el desempeño fie vues-
tra profesión, con la intoleruncía. los privilegios y monopo-
lios que abatieron á los hombres y ú los pueblos. Kstán ya
suprimidos esos obstáculos del progrese», y despejados, en
beneficio de la generación presente y de las generaciones
venideras, los horizontes de la verdad y de la Justicia.
(1) NoU quo 9" cnriii^iitrit t^n í* Itintúréa íM Otutrai San Mnríia, por r\
T<'iiIon((> Uoiipraldori Bnriulomé Mitre, tomo IV.pr'ijfíciH 172, vdk'iúti Av 1890:
Eí íuilco csvrilor que couoxi-jiiu'is, i|uti liayn L-urmniio PflW pvnlaciAu nr-
ÜnnicA Imjf) el piailo lili vlitlii Hiinln)|[<t, r» el ilnctnr Bt*rnnril'i dr Iri^nycn,
ñ.nWc Af uno (te los mi^uros riiit»,vofl tiohre Kau Mftrllu, quien dijo eu mi
dlwarso protmtirfndo po !■ colncidu du gmiloi* de la Farulind de Oís
rfi'bo y Cirtirtan SocUleá, cu In Uuiv^nidnil ilt- Uui<noii Aiivs, el 34 db
Kütj'o (le IfjHG: * Ln^ colnniíu lí^panolas cnnvjnD ilc niilM:cdrim>8 <.'ípmi-
• tino» y (le clcracntns Av unn |jolÍticft [tropíit, y lo t|U[) jnicd*" IlnnmníC'
• U ftiPnu de In tlt^rrn unul, cotiüístiji t'ii el üpudmiviuo d» Xa. iudt'pcudeu-
• túu CouveTlúlOA t5ii Vjiiaáty» RobnninotJ, nu:oaocwroi) b iiile^rídnfi d6|
• liTritorio que (K:u[rnlMui i-ii Ir fecha At\ la lilHtnría dü su Rinanri[iat-irio, y
«canrfimaruii Ins Anrxioiies y laü cr-iiqíiUlA^ como triiAloniAdorn» drlequili-
% lirio y di- U pax cnnliuoiiuU. F.-ias declanteionrfi, que fueron el viuculo indi-
• «olahl« de la fiolidariiiad amiTicnna, derivAromic tie iutcrusi^u idfititicas, y
• •(OMlarou ineorporadiu & lo^ rclaciotius dlplnmátieaH da las Repúblicas
• Indepuiidiéutt'A. Kl olvido dt< ««as reKlas í\v juslicix ha (imdacido «a
• Kuropa trausioramclauoa continuas y guerra!? dvsaatroaim, It'fpindo in-
«c«rllduiiibr«s k la aotualidod, rívalidado» y «Qtgm«« al {torvniíir*.
t9U
Cada intlividun tiene su misión en ol orden de lu sociedad
A qun pertenece, y en el anlielo ile desempeñar dignamente
la (juc 08 incumbe, habéis eoneurriíju á <'sta Univertiidad,
erigida en medio de grandes a^ilactone.s popularías, como sí
81LS fundadores hubieran querido demostrar que las turbu-
lencias de la demoeracia in> apa;;an los destellos de la cien-
cia. Aquellos trastornos no impidieron que se levantaran
(^áledcHK de Jurisprudencia. Matemáticas. Medicina y Cien-
cias Sagradas. Y la Líníversidad, eslabletrida ^ohre esa.s ba-
ses limitailaij, propias de tiempos embrionarios y i-e^enteada
por los bentnuéritos ciudadanos ruyos pertiles aumentan la
claridad de este recinto, sigue desde entonces las vicisitudes
del país. Progresa ó se estaciona, declina ú se levnrita con 61;
pero aun en las épocas más sombrías, forma juri:sconáuUo!í,
historiadores» médicos, literatos y legisladores, revelándose
así his tendencias progresistas y el frenio de la Nación.
Kti las horas serenas, :)(}uellos esludios se extienden y
perfectñonan; y entre los adelantos de ios úHiinos .ifios, inau-
gúniite la cátedra de Derecho Constitucional, destinada á
exponer las garantías y las instituciones conquistadas en
medio siglo de afanes abnegados.
La instalación de aquella enseñanza no indicó solamente
un progreso de nuestra sociabilidad: fué la t^ata comproba-
ción de que habían terminado las disputas filosóficas délas
diversas formas de Gobierno, convertidas en luchas apasio-
nadan y ardientes. Entrfibamos en una era entenimcníe nue-
va. Teníamos ya tnia ley escrita, y era discreto comentarla
ft la luz de nuestros antecedentes, interpretarla con la» prác-
ticas de naciones libres y poderosas, y dejar en evidencia
que nuestra forma de Gobierno, aunque complícenla y labo-
riosa, es la ra&s perfecta que conoce hasta el pre-sente la
humanidad.
Los estudios constitucionales despiertan preferente inicK's
en las preocupaciones de esta época, porque las tradiciones
de los pueblos se reflejan generalmente en sus leyes funda-
mentales.
La Constitución de la Inglaterra revela el camino seguido
por aquella nación eseru-ialniente orifíinica. conservadora y
serena, aun en medio de las innovaciones que conmovieron
á la Kuropa contemporánea.
La Francia puede estudiai-se en su legislación. Sobrexcita-
— !ÍM -
da bajo los excesos populares: resignada ante el esplendor
il6 la gloría militar que sirvió de pedestal al Imperio; dis-
puesta más \mdc á la Monarquía y ft la Rep()l)lica, las ins-
tituciones de atiuel pueblo revelan sus inlermitenciys polí-
(■oas y no han alcanzadit. hasta el presentí*, las refrendaciones
(onRÍstenles del tirmpo.
Y en los estatiilus norteanuMÍranos se exliilie la elahora-
rión lr;Ln<|UÍl:L <!(-• aquella federación (]ue ha inllufdo fnvora-
Iiteiiienle vt\ la suerte de los Estados modernos, mostrando
que CK posible roinl)¡nar sahíamente lu soheraiifa naeional
con el maulcuiuuento de los íntei'eses y de tas autonomías
locales.
Emancipadas laií colonias espaí^olas de ta Monarquía que.
durante tres HÍ<rlos dominara sus destinos, y levantadas pnr
movimientos esencialmente democráticos, vacilaron, en ta
priniera «poca de su soberanía, entre las C(mtrad¡ccínnej« de
su présenle y de su liistoría. Carecían de antecedentes es-
pontáneos y de los elementos de una organización propia,
y lo que pudenios ttam<ir la fuerza de ta tierra natal con-
líístía en el senLimienlo de la ¡ndependenrio, en la prepon-
derancia militar y en las veleidades nacidas en esas llanuras
y en esos bosques, que mduecn al aislamiento 6 á una li-
lierlad confusa.
Grandes fueron la« dílicultades y desacuerdos que prece-
dieron k la !>atirLÓri de nuestra Carta Fundamental: parerídaK
á bis que expeiimeutarou las demás Hepúblicas de este cun-
t ¡Tiente.
I'ero al IravAs de esas perturbaciones y sacudimientos
que derribar4>n privilegios seculares y distinciones odiosas,
surgieron los principios del derecho iuLernaeional y del de-
recho político de la América Meridional. Convertidas las co-
lonias en Esta<los líOberaiios, proclamaron uniformemente su
resiiectiva independencia. Keconocieran la integridad del lerri-
torío que ocupaban en la fecha histórica de la emancipación;
saludaron las nuevas nacionalidades levantadas por la vo-
luntad del pueblo argentino sobre ricos desprendimientos
de su suelo, y condenaron las anexiones y las conquistas,
como Irastornadoras del equilibrio y de la paz continental.
Esas declaraciones fueron el vínculo indisoluble de la soli-
daridad americana; se derivaron de intereses idénticos; furtiti-
e/ironse al cJiIor <le sacrificios comunes, y quedaron incor-
— 192 —
pora[la.s á latí i-clucioiietí dtpIuitiiUicas de las HepúbÜca»
iadepeadieutes. E\ olvido de esus reglas de ju-tlícia ha pro-
ducido en Europa Iransformaeiones continuas y guerras de-
sasí rusas,
IDálados populónos ne encontraron divididos 6 anexados
á otroiit, hajo la influencia de lo i|ue allí se llama el interés,
el senUmíeiito europeo; y, sin embargo, después del Congre-
so de Vieiia, de aquel acLo iiiternacíoaal que pareció refren-
dado con el sello de la sociedad universal, las demarcacio-
nes se corrl^icrou y alteraron, lí-gantlo incírtidumbres á la
actualidad, rívulidudes y enigmas al porvenir.
Mus felices á este respecto Ioíí niuprícauos, bemos eoiisolí-
dado la siguiente formula: «Ciula Nación, en los límites de
la tradición y del derecho •: y ella ha resistido A las velei-
dades interna-sá las cautelosas sugestiones de la diplomacia
extranjera y & las influencias levantadas en alas de una po-
pularidad ^'loiiosa.
il^l libertador de Colombia concibe el soberbio proyecto de
una ¡íran Confederación que. ses^urnmente. anhela presidir.
Consigna en su circular á los Gobiernos el fantástico vuelo
de sus planes, aset^uranilo que *s¡ el Nuevo Mundo hubiese
de elegir su capilal. el Istmo de Panamá sería señalado para
ese auguslo destino*. I'ero la opinión públíc» se levanta en
el Píala. Chile y Perú para conlrTirrestar aquel {»riisuniientn
absorlreute; y Itolivur, contristado por acontecimientos que
8u imaifinacióri ardiente no alcanzó & vislumbrar, presencia
el fracasf» de sus audaces ihisÍ4mt>s y ht infausta dislocación
de su J^atria.
La Hepúlilica es lanibiéu el principio que aceptamos, anhe-
lando desde aquel tiempo el Gobierno del pensamiento na-
cional, represcnlado pur las discusiones públicas y por la
libertad electoral.
Kn^ en los dtus más difíciles de la emancífuiciói) y tiajo el
fuepo de los cañones enemigos que el Congreso de Tucumán
declaró la independencia de estas Provincias. Y esa resolu-
ción valerosa, propia de lunulnes fieles á la conciencia de su
6poca y de pueblos que tenían la visión de sus destinos, quedó
sellada por aquella serie de victorias que constituyen la pá-
gina más brillante de la historia.
KI sentimiento republicano levántase desde los primeros
días, fuerte y poderoso, sin ((ue iiiflueneia alguna se deci-
- 193 -
ISraíi resislirlo; y si enlre los nieltlas que precedieixm al
Sol lie liL liiilttpendeiicia, algunos espíritus rectos se oíii8cíl-
roQ creyendo en la posibilidad de ensayos monñr()UÍcos.
at*andonaron pronto ese pensamiento y acataron la voluntad
inquehranlable de los pueblos,
3au Miirlíii, líin dcw'onoeer los azares y peligros de las
traiisfonnaciones iniciadas, destentpia coa palabras juicioRas
y severas á los que, en la capital del Perfi y en Ikh horas
más propicias jmra el héroe de los Andes, hablan de la fantás-
tica corona de lo.s Incas.
Bolívar, Fascinado por la gloría que le circunda» inteiiln
desvirtuar con presidencias vilaüciaft y provéelos ingenio-
Kos el espíritu republicano que todo lo aliarcJi y domina.
Pem aquel pensuinieato debilita el prestigio que lo acom-
paña; reduce su ligiiru {lolitica en el principal escenario de
i«ii grandeza, y silencio->io lüA^ tarde en las áridas playas de
Santa Marta, condena, seguramente, las prnlongarinne-s del
mando que oruscaron las luces de hii genio.
Y la Knrnpa que. convorada eti el Congreso fie Winna.
iiiciilentülineiile diseute el proyeirlu de iiiímariiuías eotistilu-
•riouales en este continente, se reconoce impotente para diri-
girlo, y, cuando tiene la iuTausta idea de renovarlo, Méjico
devuelve Irágicatnenle á la Francia los restos mortales del
perminaje que ella pretendiera imponer en \n» nltiiras arlifí-
i^aleft del trono.
l<a eniancipación en iinevocable y la fHitesniias exltanje-
rsd lo comprenden. Los talados UnJdo:s y lu (írun JJretaña
tnanifleslim la justicia y lu necesidad de reconocer aquel
jiecho afirmado por lu opinión y la victoria. Forlies y l*anslj
son los primeros represeiilanle» de (¡obienum extranjeros que
llegan á nuestras playas, y la Kepública ipieda ya incorpo-
mda al movtcniefdo inlernacional.
La imprenta libre y el individuo garantido: la coiu'.iencia
iiivitdable: la esclaviluij, ios fucn»s y In.s vinculaciones su-
primidas: la religión de uuestrofi antepasados venerada; el
extranjero favorecido por leye.s libérale», y la lierra distri-
buida con -'iujeciótt á los priucipios de la eíenrin [■coiiúini'
ca, son, entre otros, los actos administrativos ron que los
jurísconHultoK y pensadores argentíuns solcmni/arott Ioh triun-
fos de Salta y ile Montevideo, de Maipo y de Ayacucho. Ron
ii>A actos políticos con que etiscñau á las prileucioii exlron-
/V:aioau Anoonu - Ttmm t¥.
1.1
— 194 —
jeras que tas felices jomadas de nuestras armas importaa
adhesiones calurosas al progreso de la Imuiaiiidad.
Los nuüvoR Estados han jurado ya su inde)ieiidenria de
toda dominación extranjera, proclamando su derecho públi-
co sobre la base del equilibrio rontínpntal que si^iitlca la
RCguridad de los Estados débiles, la condenación de la fuer-
za, la pr<^ponderanria del derecbo. Han sancionado la He-
pública como principio riindamental de su política; y apla-
zando la reforma de sus códigos civiles para día^^ claros y
serenos que faciliten el estudio de las legislaciones inodrr-
Das y las reflexiones tilosóticas, entran en los tmhajos que
deben cimentar las ventajas adquiridas y ennoblecer los
triunfos conquistados.
Laboriosa fué la solución de los problemas que sobrevi-
nieron, y difícil nidtcar la ciencia abstracta á sociedadíw sus-
traídas por el estrépito de la guerra á un antiguo tutelaje é
imbuidas en las teorías de la Francia revolucionaria. Imita-
ciones sumisas, utopias caprichosas y ensayos audaces dis-
putáronse las fórnuilas defínitivas; niezcláitinse á es^is con-
troversias las instabilidades de la anarquía y las violencias:
de las dictaduras; y Chile, Bolivia, Perú y Ecuador adoptan
el fíobierno central, Colombia, Méjico y Venezuela se tleciden
por el sistema federal, desechando todos la fusión de insti-
tuciones monárquicas y democráticas que inventara la persis-
tencia del libertador.
Ardua» se presentan tambii''n entre nosotros las contiendas
precursoras de la ur^'anización: los grandes debates se inau-
t^ran en medio de solemnes espectativas. y Rivadavia, de»-
lunibrado por el centralismo de la Francia, se pune al frente
de los sostenedores de la unidad de rcírimen. llevando lo»
respetos q\ic conquistara en las peripecias de la emancipa-
ción, en la» reformas administrativas y ensayos constitucio-
nales (¡ue dieron celebridad á su nondire. Moreno y Dorrego.
altas figuras de la Independeucia, sostienen el sislema fede-
rativo, acreditando, el primero la vasta erudición que le dis-
tingue y su conocimiento de las libertades inglesas, y el se-
gundo su vigorosa inleligencia y el entusiasmo que despierta
en su alma el sistema norleamericano que bu contenipladi>
de cvrcíL en los días de su ostracismo. Bscúchasp tambi/^n
la voz autorÍ:eada de Agfleio y de Gorrili; de Góiiiex y de
Funes; García no reserva sus ihislrados consejos ni López
- 105 -
sns inspiracione-s elevadas; pero la Constiluoíón unitaria,
resultado de aquellas diRcusiuiitis ineniurablet;, iio uk-iiiiKa
el voto de la Nat-ión.
IjQ chispa do la federación, salidu de las exceiitricidiiiles
del Paraguay, (fortalecida en éste por la ^eo^nifía y el des-
üoiicierlo jíeneral) lletfó á convertirse en preocupación acen-
tuada de los pueblos.
La voluntad nacional pone término en 1853 & Ion pro-
longados debates de la opinión, y la forma representativa
republicana federal queda sancionada, y es el vfncido per-
manente de reconciliaeión y de fraternidad. La Constitución
e» cl desenlace del movimiento de Mayo, la ejecución denu
grandioso programa, y en esta obra de inteligencias y pres-
tigios poco comunes estuvieron representadas: la generación
presente, por los esfuerzos que terminaron en la altura de
Caseros; y la ^ff'nerai'ióii pasada, por las reminiscencias frlo-
ríosas de sus estadistas y de sus héroes.
Sefiures: préstase ¿ observaciones gratas, en este acto, la
parle activa y dirigente que tuvieron en los ocontecimienlo»
recordados los hombi-es dedicados á la ciencia del derecho, y
es digna de estudio la ben<>Mi-a iníluencia que ejercieron en el
desenvolvimiento de nuestra sociabilidad. Educados muchos
de ellos en las Universidades de la Colonia; rodeados de una
atniósfent estrecha, sin aire, sin ejeiuplos ni estímulos, leían,
sin embargo, eu el recogimiento de los claustros los libros
y las teorías que la Europa del siglo vxiii legaba á la pos-
teridad. Interrumpen sus meditaciones pai*a obsenar la trans-
formación de las colonias inglesas en los Estados Unidos
del Norte, y contemplando aquel acontecimiento, divisan
en el horizonte la soberanía sudamericana. Anhelan el mo-
mento de dar expansión á las ideas que brotan en su mente,
y cuando se aproxima el llamamiento de los lihres, jurís-
consultos, escritores y canonistas, unidos á guerreros y á
caudillos populares, suben con paso firme al escenario que
les de.scuhre cl dei^tino. No aspiran úiiicatneule á romper las
antiguas vinculaciones del trono: no quieren dejar socieda-
des conmovidas: anhelan digniticar el movimiento á que &e
incorporan, legando naciones organizadas y aceptanifo el nú
que los acontecimientos los deparan.
Belgrano recibe el diploma de abogado en España y torna
& la tierra natal para ^eneraliy.ar las ideas que dif^ipan las
— 196 —
prfiocupanionps rfíinaiiles. Vocal úe la JunU de Mayo, llcvi
jil Gobienid los proyectos ecouómicos que á principios del
sígto sostuviera en iiotabiUsiinas ineiuorias. La libertad de
cometTÍo y de la industria, las físcuelas y la aKricultura, el
estímulo á las ciencias y A las artes; todas estaos ideas tjue
se repulan signos del progreso uonteraporáneo, se susten-
tan con solidez y brillo en aquellos escrilos. Y cuando los
peligros se dibujan en diversas direcciones. Belgrano retem-
pla la educación y el arrojo militar y se iltispri-nde de las
insignias del jurista para empujar la espada con que con-
tribuye á corlar las cadenas de los pueblos.
Passo y Caslflli, juríconsultos notables encardados de re-
batir, ^n la a||EÍIada Junta del ¿¿ de Mayo, las exposicioues
monArqnicns del obispo Luc y de Villola, resuelven bis vacila-
ciones de aquellos moinentoít tumultuosos dictando lu fór-
mula lie la revolucióti. KI uno brilla en las iisuinbteas y
redacta el solemne manifiesto que acompaña á la declaración
de la Independencia; el otro ejecuta las severas sentencias
de la rovobición, y marelia al inteiior como representante del
Gobierno, investido con todas las alribucione.s de acinella
Junta, omnipotente en esos mninenlos.
Castro y Monlea^^udo sulH?n en años distintos á la prensa
periódica y í las asambleas: el uno precedido de su repu-
tación forense, vijioriaa el sentimiento de la or(;anizacÍón; el
otro recoge la pluma ardiente de Moreno, esparce des<le el
Plata basta el Rcuadtu" el fuego en qnt^ se lempljin las re-
soluciones populares, y cede el puesto que le asi^rna el fw-
Iríotísmo al caer exánime en las calles de Lima.
Y Moreno, educado en las academias de ('barcas, coinba(«.
en medio de las iras de los monopolistas. Ins ri\slricr.Íoncs
del comercio: y. con el presentimiento de su alta persona-
lidad, se vincula al movimiento de la democracia. Vocal de
la Junta Gubernativa, impulsa las expediciones militares, sti-
jfiere, en las horas criticas, re?iiolucioueíí decisivas; escribe en
un arranque injusto, pero sublime, aquella sentencia en que
declara; -{lue un ciudadano ni dormido del>e tener impre*
«iones contra 1h 1íberta<l de su Patria. - V |)asa y brilla cí>-
mu reliitnpago. legándonos tas líneas de su genio.
Y al favor de ese conjunto de prestigios militares, de ii»-
teliífencías. de virtudes y caracteres, se dibii^ja con tintes que
llamaré indígenas, aquel cuadro en que se destacan las es-
- w: -
círtrasyTas bibjiolccfk», los puertos y las acadctnJas, los
pro^^rPKDs cienlflicos y las a(n|i1iliideM soc^iules, prósperas y
ílorfíck'iitt's entre !ns fuejíos i\v una revo)u<*¡ón Iriiinfanto.
Nu iiercüito recordar en este acto las verdades que la
t»xperÍ4'nria y i>l |>atriot¡sino rniií4Í<;i)aron en la ley funda-
iiienlal. Hal'^is lieclm ese et^liidio bajn (a tlíreccióii de pro-
fi'Hurfs ilustrados y Ral>Ais (¡tie aquellas pá^nnaa conlíeiien
efM preeiotta rompil ación de principif>s, de fonnasy de i-cglas
que labran In felicítlnd ile las naeíones iiiodenias.
Pero nada hnhriaiiios adelantado hÍ los h<'<'))Oí< esteritiza^ieii
las instituciones y la» IJlterlades conquisladas. Mantenerlas
íntegras y preponderantes contra lodo propósito irretlexivo de
suprimirlas y enntra lo<la tendencia íl dcsvírlnarlníí. en la mi-
sión que nos ifiünndtp y espt'cialmenle & los que. en el ejerr.irio
de nuestra profesión, e»lauius llamados á proteger los intere-
ses sociales, ú dereiider las garantías individuales, á resguar-
dar, en el templo de la magistratura, las iritluenrtas legflimas.
el derecho de la Nación y las atribuciones^ el derecho do las
Provincias, esa sabia combinación de Poderes y facultados que
ronstituyo la base, el sistema de nue&tra organización.
He (razado, ron la rapidex que este acto requiere, pálidas
líneas de los hombres que consagraron sus aptitudes á la
ciencia ilc la justicia y á la causa de los pueblos.
Ellos nos legaron ejemplos y estímulos que alientan y for-
talet^en. Vemos á unos reflaclando esos códigos que el paf«
enseña como revelación de su progreso, 6 la Címstilución
que exhibe, en prenda de su elevaoíóu política. Miramos á
otros proclíiniandii, en medio de peligros y conlliclo.s pro-
fundo?, las expansiones de la soberanía, sosteniendo en las
asambleas legislativas las refor'rnas propias de una época de
progreso ó conquistando aquellos triunfos <|ue no dejaron
en su camino los vestigios de piuddos destruidos ni de ins-
tituciones derribadas, poniue se dirigían, valiéndome de las
p-ilabras de íiuido, á "cimentar los derechos imprescripti-
bles del Muevo Mundo ". Y encontramos k todos reconocidos
en el crisol de la posteridad, como la fe, el pensamiento y
la fuerza de una revolución grandiosa.
Señores: aceptad mis cumplimientos en este dfa. gnUn para
vosotros, alegre y claro para las [MTSotias cpie os aman, y
permitid que, al saludaros en nomhm de esta Pacultad, c on-
si;rne un voto sincero.
— 198 —
En el transcurso del tiempo, otros estudiarán vuestra par-
liciparióü en nuestro iiiovimionln Hocial y poIlti<!a. Que os
encuenlfcu firmes en el pueslo de ta ley; Leales a) espíritu de
la Constitución; Tuertes en la derensii de las libertades pu-
blicas, y de todo lo que asegure y presagie la grandeza de
la Patria.
Discurso del doctor Miguel Juárez Celman, el 12 de Octubre de 18B6
ante la Asamblea, al jurar el cargo de Predidonte de la Repú-
blica.
Señaren SenaiíorcM:
SeñorPit Diputnrio/t:
Sois testigos del juramento que con tranquila y sincera
cx>nc¡<uici:i acabo de prestar.
«Proceder con lealtad y patriotismo, observar y hac«r ol>-
servar la Constitución, es sin duda todo un programa de
gobierno para quien no jura eu vano».
Felizmente, ni la lealtad ui el patriotismo, ni los sentimien-
tos Tavorables á la observancia de la ley son patrimonio
exclusivo de las eminencias, lo que me permite afirmar, sin
preleusíones ni iinnodestia, que más tardo ante vosotros^
jueces de mi conducta y anie el país entero, lestigo de mis
actos, podré con verdad decir. • No he sido infiel á mi solemne
compromiso; he servido íi mi pairía con previsión y honra-
dez en el alto puesto en que mis conciudadanos me coloca-
ron; be respetado y hecho respetar religiosamente las leyes,
y be guardado consecuencia á los hombres, garantiendo á
t^ada nnt) el ejercicio de su libertad».
Tales son, por lo menos, mis convicciones y mis espe-
ranzas.
El piirtido político que me ha llamado á ejercer la primera
magistratura de mi país sabe bien que no lie buscado ese
honor y que delílieradamente evité toda insinuación que me
fuera personal, desde las evoluciones preliminares iniciadas
en su seno para la designación del candidato que había de
sostener en los comicios, basla la final solución de sus Ira-
bajos. Esta conducta respondía á la conciencia de las gra-
ves responsabilidades que ul primer puesto en la República
— 199 -
4KIS inherentes, así como ñ la ile.scnnfiiinza deque estuvieran
9\ alcance ile míe medios los arduos deberes que el voto
de Icis pueblos nic inipusjera.
Mas una vez elegido ilentro de la legalidad y del orden,
atcfiuadns los urdoi-eí; de la lucha que os condición de vida
eti las demoptacias; en presencia del cambio saludable rea-
lizado en nuestros hábitos por los progresos de la razón
pública que hn hecho desaparecer h>s antagonismos locales en
cuanto lenfan de injustiñcablcii y de odiosos para reempla-
zarlos con *!Í senliiniento elevado de la nacionalidad: ante las
vinculaciones cada vez más estrechas y fraternales de hombres
y puehloK, y coiilainlo, sobre lodo, con la voluntad favorable
de mis conciudadanos, »in excluir el sano concurso de aquellos
(i quienes sólo preferencias perKonalcí; separaron de nosotros,
«reo que puedo avanzar las promesas consignadas en este
<locufnenlo al iniciar mi Gobierno, con la entereza del fun-
cionario que tiene el firme propósito de mantenerse dentro
de la ley. sin más ambición que la felicidad de su patria.
FA pueblo argentino, como todos los civilizados de la tierra,
presenta en su desjirrollo esa faz luminosa á cuyo anqinro
se afirma y vigoriza en cada uno de sus habitantes y en el
conjunto de hus colectividades la conciencia de su valer y
de iíu fuerza. Él ocupa ya un alto nivel en la historia del
Gubicruo propio por la índole de sus instituciones y palpa
diariamente el fruto del esfuerzo común, que un hombre solo
no puede impulsar ni detener.
El pueblo argentino, i-nmo sus grandes modelos, delibera
y vota antes de obedecer; y penetrado como ellos de sus
propios derechos, no necesita ni acepta mentores consagra-
dos por si mismos que le marquen los rumbos políticos de
»u ruta, ó le ahorren la tarea de pensar; docilidad ó servi-
lismo á que el espíritu humano sólo pudo someterse sin
protesta en la infancia de las naciones,, en que según la
expresión de un pensador, la sumisión y la fé, aun extrema-
das, podrían ser útiles ó provechosas.
Las sociedades nH)derna8 que hacen del voto libre y cons-
cieute del pueblo la base de su sistema polllíco, no eingen
de sus luagistnidos cualidades exlraonlitiarias, bastándoles
para su desarrollo moral y material que las leyeíí sean res-
peladas por gobernantes y gobernados, como fieles ejecu-
tores de su voluntad soberana.
— 2Ü0 —
Ha pasado ya para nuestra patria el tiempo en (jiie \tt)úia
ser descuidado en \oh programas de pobifino los intnreses
positivos del pnfs: para dar lugar ñ promesas a«'i'nlunidaf<,
ó soluciones teóricas anticipadas que en general se elude»
inAs larde sin re|mro, ó achatan perjudicialmente una admi-
nistración.
La Kolidez de las instilucioiifs lia dejado de sor un pro>
bicrna entre nosotros para convertirse en un hecho indee-
Lructible, (larantído por los grandes beneficios y los rccundos
progresos atcanzudos, cuya estabilidad es hoy su más lirnie
y poderoíío apoyo: pudíendo decirse con estricta verdad que
dentro de la Naci<ün, ni <'ahe hny autoridad íil^MUia que pueda
sobreponei-se al imperio de la ley. ni existe un salo ciuda-
dano ó habitante que pueda considerarse ilesaniparudo de
su protección.
HaffO, pues, mí» el pro^'rain.i igue mi ilustre anlecesiir de-
creta en esta rórtnula sencilla: Faz y Adtninislraeirtu, purt)ue
ella expresa la suprema aspiración de los argentinos y ex-
plica especialmente la prodifriusa transformación operada ea
In vida económica de nuestro país.
Const-cuenle con esta declaración. dirigiré mis esfuerzos al
fondo de todo cuanto se relacione con la situación ílnanciera
de la Nación, cuyos problemas en este orden de ideas lian
sido hasta hoy insolubles.
[jO. Hepúhlica opera una Iraits formación rápida en sus ele-
mentos de trabajo, de actividad y de prodticcíón. Ha dejado
de ser exclusivamente ganadera y comienza á ser agrícultora,
etdtivando la cafía de azúcar, la viñii y en más grande escala
los cereales, cuya exportación aumenta cada aílo.
I^ previsión leg:islativa ha protegido estas industrias, en
cumplimiento de una prescripción constitucional, i" ímílando
el ejemplo de las naciones civilizadas.
Justo serla, no obstante, acordar protección análoga S
otras industrias que luchan por abrirse paso, teniendo siem-
pre en cuenta los esfuerzos y elementos del industrial para
no eaer en la exageración, ó en los sistemas de ios derechos
prohibitivos.
KI país reclama de sus gobernantes medidas prontas y
ellcacea que desarrollen su comercio Interno: serA por ello
preocupación de mí Gobierno darle franquicias y facilitarlo,
promoviendo la construcción de vfas económicas y la pro-
— 201 —
tuiígacián de las lineas férreas hasta la finnlera, para areíerar
e! intercaniht") tle nut^slros pnxluftos con los de las nariom'»*
vecinas y estreí-luii- aún más los vínculos de amislad que A
ellas no» )i^n: la remoción de obstáculos á la navegación;
la ue^ridad de Ins lranK|>nrl(!S pnr niiej^lras vías tluviali-íi; la
forinarión de puertos y muelles adecuados á las cxiiíencías
arlnalos; y cuiuo ruinplernenlu, en fin, la adopcíún de difu-
siones tendentes !\ poner en monos argentinas el comercio iIh
cabotjge, que librado, como Hf halla, ú elementos casi pura-
mente extranjeros, no permite A la Ntición Hostcner su legí-
tima prepíuiderancia en la extensión inmensa de sus ríos ni
mantener competencia venLijnsa con las naciones rihei-efíaí<.
St^ieiido la tradición de los Gobiernos que han pre':edido
al ijue hoy se inaugura^ sostendré siempre ('.omn deber *[e
honor y de buena Té el exacto cumplintiento de las obliga-
ciones contraídas por el Tesoro, eti el itilerior y eti el ejEle-
rior, lo (|ue la Nación podrá hac*r sin esfuerzos ni sacrificio
si aplicamos H nuestros recursos una prudente economía.
Concurre ¿esto propósito restrint;irel uso del crédito externo
para la construi'ción de nuevns lineas férreas, como me pro-
meto hacerlo, bastando en mi juicio con la (garantía de la
Nación sobre el capital empleado en los casos en que ella
sea indispensable, y apelando para sufragar los gastos que
demanden las obras públicas de otro género a) crédito íd-
temn del país y á las economías realizadas.
La urúficación de la deuda consolidada interna y externa,
es una nereKichnl imperiosa reclamada por el crédito misino
del Estado. La diversidad del tipo de interés y amortización
á que han ol>edG«ido las emisiones de títulos de deuda, han
establecido una competencia perjudicial en su cotización.
La unificación procurará economías y mayor fucilidad en
los servicios, levantando el crédito nacional á la altura que
corresponde á una Nación que mira con religioso respeto el
cumplimiento de sus compromisos.
Es prolmble que durante la existencia del curso legal de
los billetes bancarios y mientras no se resuelvan otras cues-
tíoneit previas, soportemos las perturbaciones que pesan al
presente sobre el mercado monetario. Yo dedicaré mis es-
fuerzos, contando con vuestro ajH^yu, á la supresión de e.'<te
estado de cosas que encarece los consumos y presta eslfniulo
á Ja prodigalidad.
— aoa -
^Os maiiifeslar^ con entera frarK|uewi mi peiiBamiiMilo rcs-
pRcUi á la exislciiriu en esta Capital délos Baucos do Estado
de la Provincia de Buenos Aires.
I^ Nación tiene derecho pleno al gobierno fínaticiero y
monetario m su lerritono, y debe ejercorlo principalmente
e» su Capital, que es el gran centro comercial de la Hepii-
blica, donde, por lo tanto, los Bancos de la Provincia de
Buenos Aires, ¡«rnbernados y administrados por suk leyes, no
pueden funeioiiar i'^onio lianeos del ICstado sin acarrear
evidentes y perniciosos incompatibilidades, pues todas vues-
tras medidas legislativas quedarán frustradaíi en la pr&ciíca.
no pndieiid» la Nación gobernar stis finanzas ut dirigir el
mercado monetario,
^Pienso, pues, que cou espíritu patriótico y despreticiipado,
debe bii-ícarse una solución conveniente <|ue no hiera ningini
jnlerí-s legítimo v concille los grandes deberes de la Nación.
Creo, como la totalidad de lo» hombres que se ocupan dtr
cuestiones sociales, que lu iuslniccióa pública es In l>ase de
la riqueza y del (loder y de la moralidad do las naciones y la
c-ondiciói) ineludible del (Jobierno democráiieo.
La obligación de fomeidarla es, por lo mismo, uno de los
grandes deberes de los gobernantes.
L-i Repfddica Argentina bu entnido ya en la ancha vfa
que la civilización abre á las inslduclones y ba dado sí?gu-
ros pasos en ella. Vo procuraré, siguiendo esa laudable tra-
dición, conservar las cnu([uistHS alcanzadas y, en la esfera
de mis atrüuicioneg. extender sus beneficios al mayor m'i-
mero de habitantes, satisfaciendo así una noble aspiración
del pueblo <|ue me ha elegido, y cotdando para ello con el
ilustre iHiiKiirso del C.oiigresn de mi palria.
-\o llegarí'mos á formar luia grande y próspera nación
ei no preparamos la sociedad para radicar aún más eu ella
nuestras instituciones que conciban la liberta<l con el orden
y que no podrán ímponei-se ni por la ley ni por la fuerza,
ni se convertirán eu doctrina capaz de dirigir la conducfa
de los hombres, si la instrucción de que brota el couvencí-
mienl*} no disipa las nieblas en (pie se forman ó germinan
los sedimentos de la anarquía y del retroceso.
La ley que manda y la fuerza que hace cumplir el man-
dato, son sin duda elementos que los Gobiernos pueden ma-
nejar directamente para conducir al pueblo á sus altos des-
^
^^IM
tinos; pero la ley y la fuerza corno instruniLMitus di; Gobierno,
BOU agentes de coerción' ineficaces para implantar prinripiíw
€slables, si no viene en su aynda, como propulsor iudireclo,
la inütruccíún del pueblo al que han de apíicanie, pura sua-
vizar las asperezas de su íni¡)erio y hacer amar las inslilu*
ciones demostrando la razón de sum fundaraenlos y la con-
vcuiencía y moralidad de su ejercicio.
Auxiliado por estas convicciones, prestara á la instrucción
pública en sus diversas ramas la m&s cuidadosa atención.
iralatidd de impedir que la política ú otro móvil exólico se
introduzca en los institutos de enseñanza para [>erlurbarIos
en su fecunda labor.
Caben en el territorio de la RepíibÜca ciento cincucnU
millones de habitantes y leñemos apenas una míuiuia ]>arLe
de esta cifra, siendo múltiplcH y conocidas las causas de la
falta de población.
Es deber de los Gobiernos removerlas en el limite de su
alcance y buscar los medios de aumentar la inmigración,
único recurvo activo de poblar nuestras vastas coiuai'cas. Y
no tendremos nira inmigración capaz de IhMiar nuestras asjii-
raciones, sino ofrecemos al exiraujero que pise nuestro suelo
la.s garantías que encarnuu una legislación liberal y una
buena administración de Justicia.
ÍMs KsladOK que componen la RepúbHira se apresuran con
empcfto digno de elogio í. completar su legislación y á me-
jorar la condición moral de sus tribunales, |>«ro no pueden
aspirar á que las franquicias que ofrecen sean conocidas en
los grandes centros de población por ser hechos internos
que ningón agente iuternacional exterioriza.
La legislación de los Estados es, por lo tanto, como un
dato casi indiferente para el aumento de la inmigración,
Las leyes capaces de levantar el nombre de la Kepública
y llamar la población extraujera son, en virtud de estos con-
ceptos, aquellas cuyo imperio se extiende k todo el país: los
códigos fundamentales y la organÍ7.acÍón dii Justicia Fede-
ral, que por su índole y su importancia salvan nuestras fron-
teras y van & recoger en el exterior, con las garantías que
acuerdan á las creencias, á la propiedad y ¿i la vida, el fu-
turo habitante de nuestro suelo, ofreciéndole libertad, for-
tuna y bienestar.
Con ni concurso de mis conciudadanos, ú ({uícnes toca en
— 404 —
parle U respuiisiibiliduil üe la difícil mitii6n que cl puehU
iiif hu rortfiatln. \\uvl' vi\ mi iiohierno cuanto esté á iiii
mure porque nuestra Leyislaciún .Nacional se coraplele yj
|i(>n|ue la Afluiinistraeión de Justicia ocupe siempre el rangd|
que le correspüude. contribuyendo ron su alta reputación
al cn^-Tuiideciiuíentü de la República. h
Nuestras relaciones iirlernaciunales serán manteitidas yV
cnUívadas con la misma elevación de miras f el espíritu de
rialernídad y de justicia observado por in¡s antecesores; riue»
Iras ruestioncs de límites que provocaron alguna vez con-
troversias más ó inenoi< enérgicas, retardando el de»arr
lio (le una política libei-al y mancomunada por ideas é ji
lei-eses csenríalmenle americanos, ó han sido defínitiva y pa-
Irióticamenle. resueltas, ó están en vias de serlo por incdioal
tan pacíficos y tan honrosos para nosotros como para auca-
Iros vecinos. Yo procuraré que nuestras relaciones con la^fl
potencias extrañas sean cada vez más estrechas, más dura-™
deras y más fructifenis, porque la misma vida internacional
no queda ase<<urada sim'» ruando reposa s<ibre una comuni-
dad de intereses y de dei-echos. ^
El ciudadano que hoy desciende del Poder inaufíuró BirB
feeundo periodo de gobierno bajo lo** auspicios venturosos
d'' tino lie los actos legislativos más trascendentales en ell
desenvolvimiento de nuestni vida constitucional; Lo I-cy de
Capital tletiniliva, base y garantía de la unidad nacional que
reclumalian los )>ueblos todos de la República, como el com-
plenuMiln indispensable tie nuestro r6|j;ímcn político y la eli-
minación de un serio ptdigro en el por\efiir, que vendría fa-
talmente á perpetuarse como germen de fulums trastomoft
en cl patriotismo y el sentimiento argentino aconsejaban
conjnnir.
Kl nuevo período que hoy se inicia tendrá también su
liislórico punto de partida en el catálogo de nuestra» más
grandes conquistas. K
Por primera vez en nuestra Iwrrascosa historia, tan llcn^"
de experiencias dolorosas^ se opera la transmisión del mamlu
en plena fiaz interior y exterior; por primera vez lo» parti-
dos en tucha nn han olvidado, ni aun bajo la efervescencia
lie ia contienda electoral y de los sacudimientos profumios
de la pasión política, que los pueblos constituidos y libres,
en dnnde nadie eimmdece ni se abstiene por temor, sólo
— 306
admileo corno resortes lo^l*ts ilt* pieiioii ti n rancia la Uiseii-
sirtu y el voló: y por prímeni vt-z, el ek'niiln de la ii»fiyoif.i
nncional puede oliminar con placer ( jnliina ¡jali^rucciúu iic
su discurso inauí^ural ese cupftnln nlilitrado en que mis ihis-
Ires predecesores rieploralian los liorrorcít de la anarquía rt
la rebelión, lucluoso linal de nncstr^s contiendas, \uiTa. reem-
plazar (aii justa queja cun osla segiiriüud que llena el ulniu
de esperanzas; la paz es un hecho y un <lcrecho en la Re-
pCiblii-a, y las Innhas pnlflicas por enérgicas, pnrH]>.iKÍniiadas
que se presenten en lu evoUniíóii ordinaria de nui^^trn vi<la
constitucional, se manlendriín siempn* como hoy en el lí-
mile de la le^^altiad.
Discurso (let doctor Fllemón Posse. pronunciado en la Cámara de
Senadores, siendo Ministro do Justicia. Culto é Instrucción Pú-
blica. el 6 de Septiembre de 1B88. sobre al proyecto de ma-
trimonio Civil.
SeAor Presidente: Knlru routrariado en eslc debate porque
tengo por anla^nistits á dos Senadores á quienes afirecio,
distingo y respeto en uUo gnulo. El sefior Senador por Giir-
iloba, doctor Funes, (pie fué iiii inaf-'lro en derecho tanóniro
y & cuyas sabias leeriones dclii) lt>s pucus conoriniientns que
he adquirido en esa ciencia y las ideas liberales que ai'in am-
»ervü y |)roreso, habívndo inuctuis v^^ccs oído íi mi anll^'u»
maestro en los eonversacioiics fniniliares, ron la amenidad
aned6ctii:a y chis|M'aule que le es propia, sostener estas niis-
oia.s ideas de libertad, enseñando siempre í quien quería oirle
que un se confundiera la reli^iíín con el sacerdocio: y el sefior
Senador por Santa Ke, doctor INxarn), por quien he tenido
es|iecial (Uiriflo y aprecio casi ile-stle que era nifio y (juien,
lo di(n) fou placer y salisfaritíu. hu cories{)üu<^ÍÍdo su[ier'abuii-
danleutente á este cariño con que yo siempre le he dmtin^iido,
si» perder ocasión de dar público tetilinionio de ello.
Sin embargo de esto, señor Presidente., los deberé» del
puesto oficial que ocupo, y más que todo la convicríiSn pro-
funda que tengo de que el pmyecto de ley, sometido |K)r el
Poder Ejecutivo á la deliberación del Coniírejiü, una vez
convertido en ley. promoverá el progreso de nuestro país;
— 40H —
el profundo coiivpnciiniento que tengo, señor Presidente, de
(jue eg tsanta y líeiiética esta luy, me da fuerza para entrar
á la lucíia sin perder la ps])eranza de que el éxito me será
favorable.
KI spfior Senador por Santa Pe comenzó por ha«!i'r la apo-
logía de los Pontdice»; por sostener ({ue riebiaii ser iude-
pendieateb; por dt^'ir i]ue eti la actualidad eran viejos ve*
nerables (-omplrfanu-nte inermes; nos recordó también á
ürt'gorio Vil. acabando por decir »iue su umbieión fué un
error que ya pasó.
Señor Presidente: como ni Iok Papas, ni la institución del
I'iipado estiin en discusión, puedo ser generoso con el sefior
Senador, mi anticuo maestro, concediéndole cuanto quiera
decir eti favor de los Papas y esperando á. mi vpz, por amor
á la verdad histórica, que no me negará que ha haliido Pon-
tífices que han sido la vergüenza de la Iglesia y de la hu-
manidad.
Las consideraciones que el señor Senador liací¿. para de-
mostrar que los I'ontffices di'ben ser independientes y que
pueden tener el Poder temporal, son ajenas á este lugar, y acaso
pudieran tener eílcacia si las sometiera á. la consideración
del Rey de Italia que ocupa las posesiones pontificias.
Los Papas, señor Presidente, nunca han sido fuertes y te-
mibles por sim cañones; fueron Reyes de pueblos pequeños
obtenidos por las concesiones de los Principes; los Papas
han hecho temblar tronos y lian tumbado tronos, no con
los cañones, sino con los formidables rayos del Vaticano; esos
rayos y esas urinas (pie conservuii en sus manos enflaque-
cidas y que han perdido todo su vigor, gracias ¿ la civílJEa-
ción del mundo, gracias también á que toda arma se era-
bota cuando se esgrime demasiado.
Aunque las ambiciones de Gregorio Vil y sus errores como
Pontífice sean hechos pasados, no por eso estamos privados
de traerlos á juicio, de traerlos á nuestro estudio, porque
precisamente el estudio de los hechos |>asados es el estudio de
la historia, que es nuestra maestra, que es el espejo inmenso
donde si; refleja la liumanidad con sus vicios y sus viríudes,
con sus grandes hechos y con sus grandes crímenes.
Señor Presidente: el Papado se encontraba en gran peligro,
próximo taJ vez á su ruina, cuando el célebre Hildebrando
subió al solio pontificio, con el nombre de Gregorio Vil.
■_ 4ü7 -
Él fué más tiiy, inÁs i>oUtico que Poutífir^, y salvú al Pa-
|»udn que, conw) (lecía, se encoiitraha en el peligro, no par
li»s herejes, uo por los iiilieles. tvi por invasiones de bár-
huros. sino por la espantosn sol>erbia de los Obispos enri-
<)uecidoti, omiiipolenles porque eran los vonsejeroK, Ioh Mi-
nisíros y los ronfusoivs dt": los Heves.
Dominados los Obispos, (¡regorio Vil intenló dominar á
loR Keyed >- á los Emperadores. Comenzó por inmiscuirse
0 1 lii^ diseuftíune.> de la Aleaiatiiii. \u atendido pt r el Vah-
perador Kiiriqíic IV. lo deslituyt^ en nombre de Jesurristo y
(■•I nombiv de Jesucristo In declaró indigno de gobernar la
Alemania, y íí sus subditos los exoneró del juramento de
prestarle nbedienciu (|ue le tenían lifMdin. V Enrique IV tuvo
que ir A Houtn á i»edir perdón de rodillas al Papa Grego-
rio Vil, |Kiru pndei' eonliiuiar imperando en Alenmiiia.
La lacha, seflnr Presidente, continuó con éxitos varloB.
L'uas vei'es luehando los Papas con los Fleyes y Emperado-
res, y otras haciendo causa coniAn con dlns, como sucedió
L'on la creación de la Iriiguisición.
Grei^rio IX la creó y Kernando el Calólico, (el wtólico)
la introdujo en I^spafia. Y cuando la.s hogueras de ese fu- '
n(%lo tribunal ailquirieron los horribles resplandores de las
llamas, fué durante el reinado del adusto Felipe 11, que de-
cía que, si su hijo fuera hereje, él llcvarfa en sus hombros
la lefia iwra que lo quemaran; de ese Key, señor Presidente,
que tenia lanío amor á las llamas que devoraban á los
litunhres, que al gran palacio del Escorial le hizo dar la forma
du la parrilla en que se ai^ó á San Lorenzo.
As( se estableció y así se desarrolló la Inquisición en Es-
|>!ifía: parecía que querían quemará medio mundo para tira-
nizar á la idra mitad.
Pero c:* tambirn indudable, seftor Presidente, que desde
esa época couienzó á decaer do su importancia la casji de
Austria, des<le el reinado de Felipe II, hasta que esa rama,
esa dinastía ^e aiabú para que volviese á letier importati-
ria la eoruiia de España, bajo el reinado del primer tiorbón,
Felipe V.
Contimjaha así, sefior Presidente, la lucha hasta el ponli-
llcadít de León X, Papa artista, culto y elc(;ttnte, pero du-
rante cuyo Gobierno era yu marcada claratnetde la <leeaden-
cia del Poder Pontificio. Durante el ponlillrado de l^eón X
-^ soe
surgió 1n heregía de Lulero. León X poco caso te hacia fi.
Lulero; al conlrartn. solazábase con lus dichos de su ingenio.
Su sucesor, Clemente Víl. no quiso celebrar Conciliu, como
lo liacfaii todos los Pontificea euaado apareefau jíraiides di-
Bcultailes; y no lo liízo porque temía que el Concilio, coaio
otras veces, se dcelarase Kui>erÍor al Papa; }% anlü este temor,
í*l Concilio no se reunió sino después de su muerte, cuando
le sucedió en el poiililicado Paulo IlL
nejaremos. Hefior PresUlenle, por el momento, esta historia
lie las luchas enli-e el Poder Temporal y la Iglesia. |tara reme-
morarla Incfío cuando liaíja el rsUidio del cMehre <:oncino
Tmilino. para continuar contestando íi los argumentos que
hizo el señor Senador por Córdoba.
Recordaba el señor Senador por Córdoba que el Congrego
del Paranít había sancionado tratados, triunfando el Hinis-
lerio, sin deber Iriiuifar; que e>:os tratados qninlnron sin
ere<*to, y abrigaba la esperanza deque i{^al suerte le cabría
ñ esta ley en el raso de ser sancionada.
Kl señor Senador apenas insinuó cuáles eran esos trata-
dos. L'no era con el DrasíL y, si mis recuerdos no me í*on
infieles, se oMitraba el (lobienio de la Cnnredrracióii á lo-
mar los neírros esclavos que del Imperio se escapasen, á
custodiarlos y & entregarlos cuamlo sus amos los reclama-
sen: efectivamente, ese tratado era oprobioso.
Vo perleiiecí ií aquel Cnnpi'eso; lo combatí con loilo vipor, y,
si hubiera tenido cien mil víttos, los hubiera dado en contra.
.Sefrfui mis recuerdo>. señor Presidente, esos tratados se
hicieron ponjue el Gobierno del Pnianá. del cual formó |iarto
alj^runu vez el señor Senador. ..
>St: /■'««(*■.— Pero, no en ese tiempo.
Sr. y[i»Í.-<tro de JusNcia, Ctttio <* Inulntrclóv i*i'hUcn. — |*or
eso digo: alguna vez.
Sr. l''um'M. -Es bueno saberlo.
Sr. Mhtittfo (¡v Juftidrt. CulUt é Instrucción Püblicn. — Por-
que hubo promesas por parte del Itrasíl, y si no hulio pro-
mesas, por lo meims, exislieron espeniníias por paile del
Gobierno del Par.iná de obtener auxilios militares del Go-
bierno Imperial para sojuzgar y combatir á Buenos Aires.
Cuando el Gobierno del ParanTi se persuadió de que nada
podía es|«!rar en este sentido, no ciuijeó los lrat;idos, y por
ejío fueron ineficaces.
_ Boa ~
El olro IniLado á que se lia referido el seilor Senador, es
un tratado que creo, no estoy seguro, celebró el seftor tloa
José Busulieiillml, lmi repre^íenlaeión del Gúbíeniu del Pa-
raná, con FeriiJindo, Hey y tirano de Ñapóles, que díó adílo
al Papa Pío IX en Gaeta. do por simpatía hacia ese noble
anciano, sino por captarse su gratitud y liacerlo servir & su
política.
Por e.se tratado debía mandarnos el rey Fernando seis
mil prisioneros políticos que tenía pudriéndose en sus cár-
celes. Entre esos prisionero» había poetas, abnjíudos, mC-ili-
coa. literatos, etc. Y era exacto, también, que ofreció hacer-
los convoyar con buques de gucna de su reino, debiendo
la Confederación i>agar, en cambio do esto, dos millones de
pesos, ¿ plazos cómodos y largos.
Se&or Presidente: yo era muy joven entonces. La indig-
nación que me produjo semejante tratado me dio fuerzas
bastantes para ponerme al frente ile la oposición.
Kl aeütír Senatlor liunbién perlcnecía al Congreso del Pa-
raná, y es probable que recuerde que yo interpelé at Minis-
tro de Relaciones Exteriores con lodo el vigor de mi alma,
y que llegué hasta & decirle que me proponía acusarlo para
que lucra scparudo de su puesto.
Esa Cámara era compuesta de argentinos.
Todos sentíamos la humillación que para el país traería
l;i presentación siquiera de .semejantes tratados; y me parece,
señor Presidenta', casi puedo asegurarlo, no llegaron á pre-
í^entarse al Congreso.
Pero sea de t'Mo lo ijut' se ijnierii. señor Presidente, yo
me congratulo de que mi antiguo maestro, en la derrota que
probablemente va á sufrir, conserve siquiera la es[>eranza de
que esta ley no tendrá eficacia.
Uecfa también el scnfir Senador tjue este proyecto de ley
no tiene razón de ser, que no es oportuno presentarlo: y, sin
emttargo, él acaba de presentar otro. Luego es oportuno legislar
sobre esta materia, y lo demuestro con lit misma conduela
observada por el sefior Senador, S¡ no fuera oportuno, él
debió limitarse á impugnar el proyecto y negarle su voló, y
no piYsentar olro en sustitución de éste.
Decía taml)Íéti el señor Sanador que este proyecto era iló-
gico, por cuanto, siendo considerado el miitrimonio como un
simple contrato, lo declaraba indisoluble.
— 210 —
Vo podría respoiulerle al neñor Senador que su rvm?^ñ^
ciún habría sido oportuna en la discusit'in pu (Kirtíc-ulíir, y
que, se^n observo, las opiniones que, sí no dominan, por lo
menos se geiierali/.an en el iSmiado, no le bubicnin lieclio
nnirlia oposición para cfue él dé al proyerto la jóprn <jue
crtíf que le faifa, píi(ÍL-inl(> que ^e <'stablt;zr;i el dlvorciu.
Nos decía también el sefior Senador aI(fo sobre el Conci-
lio (le Trento. algo sobre el deber que tiene la Narión de
Boslenur el eullo imiÍÓIíl-o: pero, couio estos argumentos han
sido í su vez heclios y deí^envueltos por el seAor Senadnr
por Santa Ke, voy á conteslarlos cuando conteste tío que-
voy & hacer) A dielio señor Seuailor.
Kl señor Senador por Santa Te ha hecho un discui-so mñá
bien de poHtÍ(Mi, inñs bien de opositor que de liombre eonven-
cido de las ideas relígioíías que soüliene.
Kl sefior Senador comenzó pttr decir (pie casi jK)día de-
jai-se sancionar esta ley en la eerlidumbre de que no habría
un tribunal argentino que, producido un caso ¡udicial, la de-
elaraée con elicaeia.
Yo me felicito, seDor Presidente, y debo felicíLar á mi pat»
de que el seGor Scnadoi- haya abandonado el puesto que
oeupatm en la Suprema Corte de Justicia, para desempeñar
el puesto de Senador de la Xaeíón con el tirillo y la elo-
cuencia con (jue lo desenipenn, para así evitar que esta ley
tan progresista, que esta ley de libertad, que esta, ley que
liiirA honor á la I'alrln, |)erdieKe su rficacia por no ser com-
prendida.
ll]| señor Senador dice que yo era el autor inmeilialo de
e«te proyecto: que había sido una idea persistente en la
menle del señor Presidente de la Repiiblica.
Xo comprendo, sefior ['residente, el alcance de esla Ura&fl;
no s¿ si se ha (¡uerido decir que el señor Presidente, como
Jefe del (labinete, nie ha impuesto sus opiniones: y, si esa
no ha sido la intenci(jn de] señor Senador, lia podido bieti
ser conipreiidiihi así.
Vo delio hacer la breve historia de cómo surgió la ¡den ile ela-
iHírarse y presenlarse al Gougn-so el proyei-to (pie se discute.
I^a idea ijiie domina este proyecto no es nueva en mi, se-
fior Presidente. Cuando la proviucia de Sania Fe dictaba
8u ley de matrínmnio civil, yo la manifesté en Córdoba A
varios amigos y compañeros de profesión en la ubogacín.
— 211
Más larde, i^iernlo Ministi'o. tuveoca»ión de recibir, no una.
varias |i<>ti(-intips dr inrliriiltins, (¡iit; f)i*r(aii que no ))0(Uan
casarse porque no tenían en el país Ministros del CuJto que
profesaban y le pedían al (iobienm cpje facultase al Jefe del
Het^islro Civil para que M aulorizase el nialrírnünio.
(-orrida.'* en vislas eslas solicitudes al señor Procurador
(leueral, aconsejó al Gobierno loque era natuml: ijiie no po-
día accedorse á estas solicitudes puesto que el Código Civil
»^lu autorizaba el inalrinionio religioso. Intlicaba el Heí^or
Procurador la convoníeiu'ia que liubriu en reformar esta parle
del Código Civil.
A etitn se agre^'aba i¡ue ttiuchos exlranjeros se casaban
afile los Cónsules de su Nación, bariendo acto nulo de uui-
Irinionio; lo (|u<> dió ItaHla motivo pura que el Muiislro de
Relacionéis Exteriores argentino interviniera en esto.
Hablando un día con el Subsecretario de Instrucción Pú-
blico, el distinguido f intelígenlfsimo joven doctor Ojeda. le
manifeslr cuAIcs eran \¡i^ ideas quo, en nu concepto, debían
donu'nar en e»ta nialeria.
El doctor Ojedíi Iíih aplauditS, y aun llegó á pedirme que
formulase un proywrlo.
Probablemente esta conversación transcendió, y un día lle-
gaba yo al desftacho <lel seftor Presidente, donde estaban
los demás Ministros, cuando después de saludarme cariño-
samente, me dijeron algunos de ellos: - Lo estamos á usted
discutiendo*; y el ^efior Ministro del Interior agregó: «y yo
lo estoy aplaudiendo».
-Vo sabía íi qm^ se referían, y me lo explicaron.
Con este niolivo, habif con el seftor Presidcrde, y me dijo:
•« Lo a|)laudn y le autorizo para que formule un jiroyecto
bíLJo las bases que indica».
He creído, señor l'resideitle, deber hacer esta pequeña liis-
loria, para que no se sospeche sitiuiera que el señor Presi-
dente ha inli'iiLado imponer sus opiniones; él no es capaz
de Cüo, ni romo .lefe de Cabinete, ni como amigo perHonal: es
demasiado noble para querer la humillación de sub amigos, y
yo soy demasiado altivo para aceptar semejante imimsición.
Oorfn l.'initiii'n el señor Senador, míís que comí)aliendo la
ley haciendo oposición al Gobierno, que había |iasado el
tiempo del fiounr itaeinnul, que habían pasado los grande»
Congresos de la Nación.
— •!• -
Spfior Ptntidenl^ con dolor oí ¿alir esta palabra de la boca
d«l honorable Senador y mi liístinguido amigo el doctor Pi-
Karro, porque no es un legislador A an representante del
pueblo argentino i quien le corr^ponde decir que el tiempo
del honor nacional lia pagado.
So, señor Presidente. Yo pediría que se cítase cuál es el
arlo que ba soportado nin^oino de los Gobiernos, el presente
ni iiin^utio de los anteriores, que pueda importar una maa-
clia para el honor nacional. n¡ qui> argentino liabría que lo
hubiera tolerado. I^jos de eso. hoy la Xaetón es más respetada
que nunca. Todas las naciones civilizadas han acreditado íius
Ministnis, sus representantes, A ítnmbres distinfruídns y reves-
tidos del más alto carácter diplomático que se conoce.
¿Cómo es posible que liayan pasado los grandes Parla-
menloü. los Parlamentos de los hombres Ubres, cuando habla
en este recinto el elocuente t^eñor Senailor por Santa Ke,
hombre de un talento y de una instrucción indi^rutible. hom-
bre que usa de la libertad hasta el abuso^ hombre que dice
hastji I(» que no le es permitido decir?
\o puede, pues, alegarse que han pasado los Parlamentos
libres, que han pasudo los Parlamentos en que se escuchó
el eco de la verdadera elocuencia.
Decía el seftor Senador que. con la sancii^n de esta ley,
se pretendía proyectar sombras, lu noclic, el iTÍineu, sobre
esta pobre desgraciada Patria.
i Señor' Es un aniícronismn venladi'ro rlasificar de pobre
y desgraciada una Patria i]ue k*? desarrolla como un gifiante.
I Por qué es pohrc y desgraciada la patria argentina?
Jamás, señor, ha sido más fírande, jamás ha merecido con
limta verdad esta Capital el título de «Gran Capital del Sud»
(jue 4'n h1 inutiiciito rti que estoy hablando, en ([U(> su po-
blación se ha triplicado en poco»; años, en que su riqueza
crece a.'*ombrosainento.
¿Por qu6 es pobre y desgniciada esta Patria íjue tiene es-
cuelas hasta en el más pequeño pueblo de la República, y
cuando la antorclia de la civilización no deja jior alumhrar
uno solo fie sus rincones? ;■ Por qué e« pobre y dcs;,TacÍada
esta Patria que tiene puesta sobre sí la vista de todos los
hombres emprendedores de los capitales europeos T
Por lo que hace á mí, señor, yo diría como el inglés: «Si
no fuera Argentino, desearía serlo». (Aplatums).
— 213 —
Decía [amtiión el sefinr Sfiiailor que este proyecto de ley
era una plaiiUi exótica de imposible L-lasificacióii. Felizmente
la iulerrupcióii Ue la diBCusíOn me lia dado tiempo para
mandar esta planta & que la clasifique cl dortdr Burmeister,
y este sabio me ha respondido que pertenece & la familia
del árhol de la lilierUiil y (|ue cn-re y se acliiimla fáeilnienle
en los pueblos cirílízados. fApUtitsoH).
Por fin, el señor Senador hacía uu cargo al Qobíenio por
bsber enviado esta ley primero al .Senado, al Cuerpo coii-
eervador, y no & la Cámara de Diputados, (cámara de más
movimíenlo, de vida más activa.
Yí) pensaba, señor Presidetile. que el Senado agradecería
esta defei-eiicia del Püiler Ejecutivo.
En primer lu^r, y en todo caíto, et Gobierno hubiera usa-
do el derecho de mandar esta ley ¿ cualquiera de las dos
Cámaras.
Y cuando se u&a de un derecho, no hay nada digno de ser
criticado. Pero precisamente, por ser el Senado la Cámara
conservadora y la rnás resisterile ñ todas estas innovacio-
nes, ha querido el Podír Ejecutivo enviarlo primero á que
se discuta en el Senado, tiasta para darle la ventaja de ser
Cámara iniciadora, de que su sanción, con igual votación,
prevalezca í^obre la sanción de la Cámara de Diputados,
más ligera, menos sesuda, diré así, para aceptar innova-
ciones.
Vea. pueK. el sentir Presidente, que nube exajíenido cuan-
do he dicho que el seDor Senador por Santa Fe inís bien
bahía pronunciado un discurso polítícu de oposición al Go-
bierno que un discurso que demuestre su couvencimienlo
de que esta ley no sirve, de que no responde á ningún inte-
rés social.
Francamente, seflor Pi-esidenle, no he podido comprender
qué haya porlido autorizar este juicio del sefior Senador.
Yo he creído y sigo creyéndolo, después de haber oido
su opinión, que Aslu es una ley de libertad, como espero
demostrarlo en el curso de este debate.
Pero, .«efior Presidente, si esta ley es una ley tie (tpresión,
al Gobierno le queda un consuelo muy grande: tiene por
cómplices suyos á todos los escritores distinguidos de la
ftepúblícu. Todos los diarios de oposición, diarios que tie-
nen su mirada fija en el Gobierno buscando erapefiosamen-
- 214 —
qué crilicarlc. qué no encontrar bien, nos hau hatillo palmas,
nos iian aplaudido, y han saludado este proyeclo como una
ley bonélica y conveniente para el pafs.
Por yso. decía, dnbo fnlicitarsi^ üI (iuliíerno tle tener por
cómplice á toda la prensa ilui?trada de la Hcpública.
Por otra parle, señor Pii'sidente, ¿es ('» nu ciíurln que la
prí-nsa sirve para representar, diremos asi, la opinión públicaf
¿Es ó no cierto que allí se refleja la opinión y los intere-
ses públicos? Indudablciucrde.
Toda la pretisa, como he dicho, no lia aprobado solamen*
le; ha aplaudido este proyecto de ley.
Pero, yendo más lejos, dirotnos también que el Gobierno
tie propone buscar la aprobación del Congi~e&o, de los repre-
sentanles del pueblo, al pedir que se sancione este proyecto.
Yo creo (¡ue todos lo.s señore-s Diputados y Senadores tpie
voten por esta ley votarán obedeciendo á los dictadoK de su
conciencia, votarán c^n el convencimiento profundo de que
sirven los verdaderos intereses de la Patria.
De manera, pues, que si el Congrreso vota esta ley, como
eüperu que lo hará, será también róniplicc de la tiranía, de
la fuerza, de la violencia del Poder Ejecutivo para con esie
pueblo.
Esto DO puede ser: esto no puede sostenerse.
No recuerdo, señor Presidente, si el seflor Senador ha hecho
algún otro arfnimenlo de la hidolo y naturaleza de los que
me han estado orupando: lo ronteslaría c<m nuicho (fuiíto.
Kl seftor Senador, que tan duramente rlasilica este pro-
yecto y se prepara á clasiticarlo aun más después de ser san-
cionado por el Congreso, oh'i<la íjue las que hacen leyes de
fuerza son los Concilios, esos Concilios por los cuales el
señor Senador tiene tanto respeto. Ellos dicen: los qnc no
crean esto, sean anatematizados, é irán á los Infiernos.
Si estas Jio bou leyes de fuerza, eon bayonetas y fusile»,
tienen, en cambio, una fueza moral espantosa para lasan-
tes timoratas y para la gente que no comprende que no chIA.
en manos de his hombres de un CotKtilio el enviar á nadie
á los Inñei-nos ó al Cielo; á esos lugares los destinará la
Providencia, según los actos de cada uno.
Decfa también el seHor Senador que estas leye» habían
Tiac.ído en FratHria bajo i-l sable ^'torioso de Napoleón 1, y
en la Kepnblica Oriental biijo la tiranía de Santos, pprn el
— ál5 -
señor Senador ha olvidado decir que la ley de matrimonio
■civil, dada bajo el Oolderuo de Santos, no ha sido revoca-
da i)ajo el Gobierno liberal del (íeniíral Tajes, quien se ha
rodeado de los homhreí: más liberales y mis ilustrados de
la Itepi'iblicta Oriental.
La ley de aiatriiuonio civil que so dio bajo el Imperio,
.ai*in »'xiste en l-'n-incia y existió durante la monarquía res-
taurada, durante la Keptiblina. durante la monarquía que la
sncpdirt, y diiraide la República que «ulisísle todavía.
Kl sefior SeiLidfir, si bipn im8 ha dicho quii Napoleón era
un déspota íilorioso. no no« ha dicho que aún es mád k1'>-
riosn como coilifirador por el fjran codicio que lleva su
nombre: porque íi Napoleón lo bendice el mundo entero por
«se códipt que díú, que vale mucho más (jue todos los Irinn-
fw del vencedor de Jeuna, Austorlltz y Marengo.
Kl rtfñor Si-nador ha olvidado decirnos que en Chile, la
Ilación sudamcrimnii mAs bien ;jrntternaila ilesde li<>mpo atris,
noción reputdícana como la nuestra, qne tiene instituciones
'libre». Chile liene el matnmonio civil.
Y litt olvidado <|ue la B^'I^lca. el pueblo mejor- (fobemado
del mundi». tiene el matrimonio civil; y que también lo tie-
ne la Alemania, la Malla, y pos! no hay pueblo civiHxado en
la tierra (|ue no tenifa esta iostilución.
Enloncris, ¿qué vale el artrumento de que el matrimonio
«ivil nació durante el Imperio en Francia, en la Kepública
Oriental bajo el íiobiemo fio Santosf
Decía también el seftor Senailor que este proyecto es con-
trario al dogma de Dios, k la existencia de Dios, al dogma
de la democracia, al dogma de los liombn'S libres ¿ Y
jM»rqué ?
Kl señor Smadnr ha hecho multitud
frasea elocuentes, en frases admirables;
irado una sola, no ha probado nada.
Yo he de demostrar, cuando exponga la estructura de la
ley, (|ue ésta es utta ley de libertad, que esta ley no es la
ne^ción de Dios; que, al contrario, consulta y ampara las
libertades civiles y políticas del hombre.
XuM decía también el sertor Sen;id<»r qui> este proyecto rm
Tfisponde A ain^'uno de lo-i dos Bistemas: ni al sistema espi-
ritualista, ni al sistema positivista.
EkIo no es un argumento.
de afirmaciones en
pero no ha demos-
— i21ü -
Él miemo irníicaba á lo qiio podía responíler: responde al
sistema eK'Clrii-o. que en las ciencias, y. principalmente en
la medicina, está en hu^a.
Pero, vuelvo á decirlo; por no cansar ¿ la Cámara con
repeticiones, tlpjo miiclios de los argumenh s del ^eflo^ Se-
natlor sin acular de dilucidarlos para tratarlos cuando me
ocupe directamente del projecln.
Decía, por fin, el sefior Senador que esitíi ley vemlrla &
realizar el matrimoni» de la.s bestias en el silencio de las
selvas, donde se aproxima el n)acho á la hembra para obe-
decer á los instintos de la naturaleza.
Yo espero probar que el matrimonio SBcramental ha es-
tado mucho más cerca de ser el matrimonio de las bestias
que el matrimonio que establece la ley propuesta por el Po-
der Ejecutivo.
No quiero anticiparme, porque no quiero repetirme.
El señor Senador, en la segunda sesión y antes del cuarto
intermedio, ha repetido lodos los arj^umentos que expuso
con admirable elocuencia en la sesiín anierior. y lia agre-
gado muy poco en la parte de üu oración, después del cuar-
lo intermedio.
Comenzó por hacer este cargo: que la ley era premedita-
da. Sefior: este es un elojfio. La premeditación sólo es mala
en los crímenes; sólo es malo matar con premedilación; pero,
hacer leyes premeditadas, hacerlas con estudio, asi, esto es
santo, es como se riebe hacer.
De manera, pues, que este reproche del sef.or Senador es
un eloffio al proyecto del Gobierno, quien no présenla leyes
impremeditadas; que las medita y las estudia, porque respe-
ta al país y al Congreso misino.
PorquH la Comisión manifestó que no había consultado
leyes extranjeras, el seíior Senador, incurriendo en una con-
tradicción, le hacia estos cargos: ;qué significa estof [Qué!
Los hombres de estudio y abogados ¿van á inspirarse íóIo en
las nociones que la Comisión les tU y las que suministre el
Poder Ejecutivo, cuando ellos han pret^c¡ndido de las leyes de
los pueblos sabios y civil ízadns? Y en seguida agregó: que
lodus esas leyes eran monstruosas, que esas leyes eran liber-
ticidas, que esas leyes acababan basta con la noción de Dios.
Y sí esto era así, ¿para qué habla de estudiar la Comisión
esas leves?
— ÍI7 -
El sofior Senjidor iba liasla establecer esln extr«M teoría
ú i'sla «'xlrana (Jctinirión: qm? la libertad t^ el ilebiir: ijuc
hablaba, no porque fuera libre, no porque tuviera derecho
de balitar, sino porque tenía el deber, porque era libre.
Kii mi enlPiidíM-, sefior Presidente, la libertad es una facul-
lad: ef! una fac-ullad dfl alma, como el pensar, como el que-
rer, como el tener memoria.
Ahora, las liberlade» reglatlas por Ih ley toman alU sus
nombres: libertad civil, libertail política, etc., ele.
jPero decir que la libertad es el deber, seOor!
¡Sería muy lindo ser esclavo para no tener deberes, por-
que el deber siempre es pesado!
Continúa el señor Senador por hacer ai-gumentos con la
Constitución, y sin duda la parte más vigorosa de su oración,
lia sido ifsta: la que se refiere ¿ la Constitución.
Espero, sin embariío. poderle contestar vigorosamente.
La Constitución no se opone absolutctmente á la sanción
del proyecto en discusión; lejos de oponerse, más (arde de-
mostraré que la Ctmstitución exige que se sancione esle pro-
yecto de ley.
Comenzó el seftor Senador por decir que el preámbulo de
la Constitución empezal>a con estas palabras: «En el nODi-
bn» Dios ... *
Invocando á Dios. Pero en ella no se invoca á la Santísima
Trinidail. ni se invoca á Jesucristo, ni se invoca al Dios de
Abraham; se invoca á Dios. ¿A qué Diosf A Dios, autor de lo
creado, puesto que no se le designa.
¿(Jlué importancia puede tener esta invocación & Dios, esta
invocación que todos los hombres á cada momento en mil
situaciones de la vida hacen? xMtsoIutamente ninguna.
Pero, decía el señor Senador: la Constitución establece
(jne el (íohierno costea el culto y que el Presidente de la Re-
pública es católico, apostólico y romano.
Pero esto, tíefior Presidente, no importa otra cosa que una
predilección á la iglesia Católica; esto no importa dei'ir que
lu religión católica es religión del Estado; y la Constitución
hubiera sitio contradictoria si lo hubiese dicho, por(|ue no
puedo haber religión del Estado en un país en que su Consti-
tución admite la libertad de conciencia, la libertad de cultos.
La cuestión de la mayoría es simplemf>n1e una cuestión de
accidente, que puetle cambiar.
— 518 —
ni(H* la Cmistiliicii'jii que oí Presidcnle serA <!.'iliM¡(?u. V lw
ní)turnl. porque si el I'resídeute no fupra católico, apostóli-
co, romano, no cumpliría el precepto que la ConsLituciAii
ÍDipone (le í«üslener el culto católico, ó lo cumpliría de ma-
la ítniía, y ese hnnihre se encoiilrarfa en ronlmilirrión con
su concienciía, con mi fít^hfv constitucional, fomentandn creen-
cias en las cuales no cree. En eslo no hay sino una admi-
rahle líbica corislilurional.
Ha recordado tau>bién que los indios deben ser converli-
das al calnlieismo. Tampoco onciienlroen esto un anjfumeii-
to serio y fucrle. Convertirlos al catolicismo, quiere decir
convertirlos á In civiliz.arii^n. p»rL|iit' la retitíit^n cristiana es
la reliuión m6s iMniniMilcmenlc civilizadora, y tí'"'» It'iíí'co que
la Constitución dijera (|ue se convertirían & esla rama ile
la relifíirtn cristiana, porque en la ^poca en qne ella si* dictó
era la de la irraii inayorln. y porque era ese *'l culto que
ella iiiafuiíilia prote^or.
Sin conlradiccíoiu!S, ella no puede ileeir: al prolesUntismo.
Por fin. el seflor Senador haría arxunicntos hasta de um
artículo lie la Conslilnción que evidcnleinenle le perjudiiyi.
Decía que el Couífreso tiene la facultad de autorizar el cs-
tahleciníienl<» de nu-ras órdenes retí^riosas en el país. Peco,
sefior Presidente; .■iin esle artículo roi|stitucional. se hahrían
podido establecer cuantas órdenes reli}fioaas hubieran que-
rido, porque se puede hacer todo lo que la ley no prohibe,
y nos habríamos visto expuestos á que la KopúbÜca se con-
virtiera en un solo convento como la España 6 la ciudiKl
de Roma; y en previsión de eso, la ConstiUición ha dicho:
no se purden establecer más órdenes relijíio^is sin la venía
del Congrego.
Etitonres. ¿dónde está este pi%cepto de la Constitución
cuyo texto, cuyo espíritu nos protiibe dar esta ley?
Nos dice el se'iur Senador que el hermoso preñnibulu de
nuestra Coristilucinn no significa lo mismo para nosotros y
nuestros hijos cpie para los hombres de la tierra á los cua-
les invitamos fi habitar bajo el amparo de la libertad.
El señor Sonador hace arí.nimenlo de que primero dice
• |>ara nosotros, para nuestros hijos», y después <para todos
loa habitantes del tflobo que quieran vivir en la República
bajo el amparo de la libertad*.
De alpiina manera se lialda de expresar la Conatitución.
- «19
Ksla v.va lu manera más natural de expresarlo; pero <?sto no
quiere Hecir que habrá menos libertad para aquellos á quie-
ues en(^ñáhamos: que sólo noftotros hemos de vivir l>&¡o
el antparo de la lilierlad y ellos vivir medio amparados por
la iibertarl.
Nos dcfífa (aiiiliién, cmpequefiecieiido la cuestióu, que el
Poder Kjecutivo ejerce el patronato, y que el patronato, ho-
norablemente interpretado, no stguifíea míls que protección
y amparo.
No es esa. señor Pre:^idente. la idea que yo tengo, y. si
Tuera exacta la proposición del señor Senador, resnllaría
que los Pontífices no interpretan honradamente el patrona-
to, puesto qtie lo rosiítten: si signilicara ¡iniparn y proteo
ejún, no In i^sislirran. Porque no podemos suponer que
ellos no quieren el amp.iro y protección del poder civil: lo
tiau buscado en todos los siglos.
El patronato común confiei-e al patrono un derecho honroso,
un derecho honorífico, un derecho últl que me abslengo de
entrar á detallar porque el sefior Senador es ilemaslado roerte
en la materia. El alto patronato está así te^'islado eu las leyes
de Indias, y es cosa aún muy diferente.
121 seAor Senador nos ha dicho que los pocos hombres
que hay en la Itcpúhlica que no son cjilólicos ó que no
son protestantes, no deben ser tenjilos en cuenta; que los
inmigrantes, los más. pertenecen á romunida<l«s cristianas.
Perrt, sefior Presid»nte, esto dice un señor Senailor que
se precia de pertenecer á la escuela espiritualista.
Yo, que pertenezco á ella, que no acoplo el cargo de no
pertenecer, no cuento los homl>res como A ganado para juz-
gar de sus derechos.
Vo no he presentado esta ley para amparará un italiano,
á un belga, á un alemán que no pueden casarse.
El Poder Kjeculivo ha presentado esta ley para hacer
prácticas las libei tades de la Constitución, para (¡ue su her-
moso Preámbulo sea ttna verdad y para que no haya un
sólo argentino ó ua solo extrai^ero cobijado en nuestro
hermoso suelo que esl^» fuera de la ley. (AptaimoKi.
I*a misma Iglesia Católica, sefjor Presidente, declara expre-
fiamenle que, ni para salvar al mundo de un clataclismo tiiie
lo desquicie, es permitido cometer e! menor pecado, mies per-
mitido violar el menor de los derechos de sus semejantes.
— a» —
;So s« trata de un hombre; se trata d« un derecho! jY
esta va la doctrina <ie la Iglesia (Católica!
V la doctrina, en honor de la Nación, es correr á la fnie-
rra cuando í>e ha violado el derecho de uno solo de sus ciu-
dadanos; es el matar mtllaret> de hombres para Ia\*ar con
la sangre del enemi)¿o la arrenta hecha al honor de la Na-
ción, y yantar enormes Kumas de dinero. ¡Y se trata de uno
solo; pero no del hombre, sino del derecho de ese hombrel
Eutoiices, pues, ¿quién e.s niá» espiritualli^la? ¿El qué cuvuta
loH hombres para graduar sus derechos Ó def>precíarlos si Bon
pocos, ó aquél que no los cuenta, y no ve sino el derecho,
el derecho de uno, el derecho de veíate inilf
Creo, pues, que yo soy más espiritualista. Desearía cqui-
vocanne, pero he creído ver tamhién en el eefior Senador
cierto desprecio & los inmitrrantcs. « al menos, que les hace
poco honor y justicia; y un Senador de ia provincia de Santa
Kf% es el que menos derecho llene de pronunciarse en ese
Kcntido.
Santa Ke,. toda su grandeza la debe á. su^^ irimigiantt^.
Yo, hoinlire ya, he alcanzad» k vivir en Santa Ke ruandn
los salvajes cautivaban cristianos á. media legua de la ca-
pilla de Guadalupe. Ya nn exislen. Hoy allí, donde se fientla
el alarido del sahaje. se oye el silbido de la locomotora; el
arado surca la tierra; las lincas férreas se extienden con pro-
fusión, y .Santa Ke es el primer pueblo agrícola de la Repú-
blica. ¿Gracias á quiénf A esos inmigrantes, señor Presideule;
& e«os itiniijíranles que nos traen en su seno gérmenes de
riqueza: gérmenes de grandeza; & esos inmigrantes, que han
hecho la grandeza de los Estados L*nÍdos y que dftbcnios re-
cibirlos con di^'tiidad y decoro para la Nacirtn, abriéndoles
las puertas de la ItepCiblica de par en par. (Movimiento de
oprohación e» ta hnrra).
Señor Presidente: voy á hacer la historia de lo que ha
sido el nmtrímonio desde Adán á nuestros días, pero con la
mayor brevedad posible, y solamente para que noa demos
cuenta de Ui que ftslanios discutiendo. (SeHHncióu en ín bnrm),
Adíín, señor Presidente, fué unido ¿ Eva, al parecer por el
mÍ8nio Dios. Él les dijo:
• Creced y multiplicaos, y llenad la tierra».
Les da, pues, esta sola y única misión en las palabras que
pronunció.
-?2l —
Tenemos aquí bien claro y ilelinidn el matrimonio natural.
¿Por quf Iii hizo así Dios? No lo sf . Acaso porque no ba-
hía familia, porque no había sociedad que reglamentar; |>ero
es el caso que no fué Dios sino Adán quien dijo: - Dejarás
á tu padre jr á tu madre y te unirás ¿ tu mujer y seréis dos
en una misma carne-.
De paso diré que Adán no hacia gran hazaQa en esto,
porque no tenía ]>adre ni madre á quien dejar. fRUtaM).
Pero lo que ya no es risible, lo que ya no es cómico, lo
que ya es Iráiíioo, es eslo: que de ese matrimonio lieclMi por
Dios y beinlecido por el mí^mo Dios, surgió el primer asesino,
el primer hombre que se tiQó con sangre de su hermano:
Caín que mató á Abel.
¿Por qu*^ estoí No lo sé; no lo comprendo tampoco. Pero
sé esto más. ¿Qué diremos de este primer perfndo (Jt- la
ereacidn? Nació esta raza humana que hizo decir á Dío.^:
"Me arrej)¡ento de haber hecho ¡il hombre.*- ¡Tan inmoral^
tan malo y lan penerso era!
Y Dios los castigó con el Diluvio y sólo salvó á Xoé con
su esposa para iiue lu tierra se repoblara y la nueva genc-
ración fuera más noble, más buena por et tremendo castigo
que reeiliiera.
Noé luvo tres hijos: Sera. Can y Jafet, que fueron á poblar
uno el África, olm el Asia y el otro la Europa. La historia
nos dejó en blaricn quiénes poblaron la América y la Oceanla:
no sé si fué porque Noé no tuvo cinco hijos, ó si los tuvo,
porque no se conocían estas parles del mundo, fltiitfui}.
Bien, seftcir Presidente: ¿Cómo .sí* celebraban en aquella
época los matnnmnio.s?
No habla re¡;la lija. Cada país tenía sus costumbres. Los
romntios creían que era un contrato real, porque se perfec-
cionaba por la entrega de la mujer: otros pueblos pensaban
que la tradición ero reciproca. Kn los pueblos asiríos, en
ciertas épocas del año, sacaban todas las muchachas casa*
deías á luirares [lúblícoH y allí se ponían en disjmsiiión de
lo^ que pretendían casarse, y las bonitas eran pujadas; el
que daba más se quedaba con ellas, y esa plata se guardaba
para dotar á las feas; de manera que se casaban todas.
Sería no acal>ar, señor Presidente, si me pusiera A enu-
merar todas las formas del casamiento que pueden obsenarse.
— áái —
Pero, vengamos al pin'hl» clrgido ele Dios, al pueblo ile los
patriarcas, al pueblo domle nació vi liisloríador y v\ I(>vÍKl<>dor
MnisÍK. ^Ohih) íie fíisiibaii. scñoi Presidente? Cutnpraiiiln las
mujeres.
El señor .Senador por .Saitla Fe mis drclu (|Uí' esta ley
nos llevaría A romiirur cnrir.iaH. Así so i-nsuba el put*blo de
Dios: comprando la mujer, compráiidula por el trabajo. Así
se casó Jacob: trnbajaiiilu jiara Labuu siete años por Hu-
qurl; pero íi la lUK-be le metieron ^alu poi- liebre, y pusieron
á 1-jla, que era fea. en su cuarto. (HiAa»), Ksta es la historia:
le pusieron á Lía en su cuarto,quecra fea, alegrando quo era.
eosUimbre «pie la.s mujenís se rasaran por orden ríe edad.
K\ pobre -lacob tuvo que lra<;ársela. trabajando otrott üjete
añits pm- ílaquel. Así se casó con ella.
Es conocida In liistoria de cAnio el pueblo judio fui á
Egipto. Los hornianoK de .losí, liijos de .lacob. lo vendieron
á unos inercadercs. Fuó allí y Karaón tuvn los sueAos que le
fueron interpretados por José, l^a gratitud de Farat'in y las
recompensas (i José fueron (^randeü. Los liermanos de Jos^.
mandados por el padre, fueron á buscar grano á Egipto,
para salvarse de perecer, debíilo á la carestía que había
en Judea. Fueron allí, allí creció el pueblo judío, y se multi-
plicó enormenienle.
Allí nació Moisés, caudillo de este pueblo, el mismo que
lo sacó del Egipto pai"a traerlo á la tierra de proiuií^ión,
acaudillándolo.
Moisí's, pues, descendió de esos matrimonios de intueres
compradas por trabajo.
¿Y quién era Mitisés'?
¿Qui^n fué Moisés"? Moisé.'í fué nada menos que el bf^is-
lador y el historiador del pueblo judío.
Moisés fué el primer ijersonaje de ese pueblo; el primer
hombre del judaismo, precursor del cristianismo; entn> los
judíos lian nacido los profetas, de enti*e ellos surgieron los
patriarcas; estñn, pues, íntinunnenle enlazadas estas dus re-
ligiones.
Eñtos eran los hogares qtie la religión nos enseña ([ue eran
pura delicia, mnralidad, contento y placer; hogares gratos (i
Oíos, con el matrimonio eiilerameiite natural.
Vengamos, señor Presidente, á la era crii:tiana.
Jesucristo, dicen, elcA'ó el malrininnin ¿ la dignidad de
sarrameulo. Aceplo; no tengo duda yo tampoco: perOi ¿qué
niAtrimonio elevó ¿ la dignidad de siicniíncnl.o'f
VA iiifltrimonin i|tii> ^-1 tMiconlri') estahitM-ido en el iiitiiidn. n»
c! malrimonio del Concilio de Tr<*nlo, que legisló sobre ello
■níl y tullios años después. Pué el uialritnoiiío ijue Jet^u-
i*rh(lo encontró en el nmmio. iiquel que elevó & sacramenlo.
Ahurtí, el Miulrnuonio y el c^acramento dtt-en ()ue Kon idéuli*
camenle ic» mismo: ¿y por qu<'?
Perú, algo quv- se elevd. e^ dinlinguido por la altura á que
Kt< eleva, pnr la lügnidiul que se le da.
Kl íuirramentn es una rualidad del matrimonio, no es el
mutriuioiiio mismo, at>i como ul bauLitírno de un niño no eü
«1 DÍno. Mirto una lualidad qn.e hace «I iiiHo ciietiano. de
niftü iufit'l quf ory.
Kl sacramento e^, como he dicho, una cualidad del ma-
trímonío y uo es Lo que constituye el matrimonio.
La iglrsia recunuce matrimonios válidos que no sucrarnentfJs.
Si lo.<» ('óriyu^fes se ronvirliesen al ralolicismo y revalidasen
este malrifíioiiio. .teila válido, mejor dicho, Hería sacniíDeuto.
Pero, ¿cómo definen el aacrarnento del roalrímonio los ca-
nonistas? Dicen: /í«í signum trn^ibite, aralin*^. coUeitie viri el
utuiiei'i i(!i]itimfif conneusa ctípuíUttio. Ks un sigmo sensible de
gracia: dado al liotnbre y á la mujer, uiiiilos por un le^ítiinio
y espontáneo crniKenlimienlo.
Entonces, si e.s un signo, romo no es la cos;i niib'ma, no
en el tnitíuio mal rimo ai u.
Tenemos mAs, señor Presidente; hay matrimonios ilfcitos
rrcouncidofí por la ÍKle:$ia como vividos; luego, si eJ matrí-
niunio <w un sacramento, hay sncrameulos ilícitos. Esto no
puede [>er.
Sí fuesen una misma t idf-nlica cosa, como la iglesia ha
refonaado el matriiuonio. habrfa reformado el sacramento:
pero esto lampnru puede ser. pnrtpie resnitarín (|nc los le-
gisladores de l:i r;;l(>sia le cinníeiidan la plana al mismo Dios.
Pero, veamos. seAor Presidente, si es verdad lu ((ue dije
hace ptico: que el iitatrliuoriio, no el actual, id ijuc r¡tf¡ó ante9
del Concilio de Trento. puede ser clasilicado de malrirnoniu.
romo el que se lepsla en el proyecto 4pie se discute en el
Senado.
Ekob matrimonios ntan tos clandtrstinos. Matrimonios rlan-
dejtlinos, ^e^tn los cAri<mes, eran los que se celebraban sin
— 2it —
l<-í>tig'os, sin peilir el novio á la novia, sin proclamas, sin más
forma liilades <(ue el de expresarse reníprocamenle su volun-
tad do casarse. Este matrímoiuo es tal matrimonio, i^egúo la
ll^esia.
Y yo pregunto, señor Prc:$idente: este matrimonio, ¿no
está más cerca de poder ser llamado el matrimonio de las
selvas que el matrimonio que propone el Poder Ejecutivo á
la deliberación del Congreso de la República? A este matri-
monio que sr celebra firmando los ilns contrayentes en el
Registro Civil, delante de un oficial pi'iblipo, con dos tcstig-os,
¿qué puede faltarle, sefíor Presidente? ¿Qué formalidad puede
faltarle para darle un carácter de autenticidad á este acto?
y. mientras lanto. véase lo que era este matrimonio sacra-
mentado, esle niatrimnriio que se dice inilísperisable para que
el mundo no pierda su moral, para que do desaparezca la
ley de Dios, para que se conserve la snnliilad.
Pero todavía hay más, seüor Presidente.
La Iglesia reconoce losqui' se llaman matrimonios ocultos,
matrimonios que se celebran delante de dos testigos de cnn-
fianza y que no se asientan en los libros parroquiales; la
partida se asienta en wn IÍt)ro que queda en la Secretaría
del Obispo, cerrado y sellado, es decir sustraído á la mirada
du la autoridad civil. Los hijos que nacen de esos matrimonios
se inscriben también en otro libro con las mismas condicio-
nes que el matrimonio, teniendo los cónyuges la obligación
de inscribirlos treinta días después del nacimiento y baut¡<
zarlos. 90 pena de la publicación del matrimonia
Estos matrimonios autorizados por la Iglesia, son sus-
traídos i>or completo, sefior Presiilenle, h I» acción de la po-
testad civil, que no tiene medios de saber si estos Immbres
y estas mujeres sotí casados y si los hijos son legítimos.
Pero veamos ya lo que es este matrimonio legisla<li» por
el Concilio de Trento.
Es conocida, señor Presidenle, la historia de ese Concilio
que duró muchos años por cuestiones entre los Papas, los
Reyes y Emperadores, hasta sobre el lugar don<le debía
residir.
Ese Concilio, que fué convocado para combatir & Lulero
y k Calvino, veamos cómo legislaba el matrimonio. Dice; el
matrimonio se celebrará delante del cura y dos testigos, aun-
que esos testigos sean completamente inhábiles.
— 245 —
El cura figura comn testigo de crédito para la Iglesia; uo
figura como Ministro de una religión; ni más ni menott que,
como se rteposila la fe pftblir.i en nn escribano, la Iglesia
depositaba la fe en un cura.
Tenemos i|up, hecliot; insigniticanles, deberes sin importan-
cia, Du se pueden comprobar en los actos m&s trascendentales
de la vida.
£1 cura, el padre j la madre, hacen fe de que esa nina
se ha casado con el caballero tal; y mientras tanto, el padre
y la madre de la novia no hartan fe para probar t|ue ese
hombre debe & esa nina diez 6 veinte pejsos, y son bastante
c-aracterizados para proliar que ese hombre se debe á esa
mujer por toda su viilu.
Esta es la legislación que nos da esos principios. Legisla
cíón confusa, legislación obscura que ha dado margen á que
se escriban volúmenes inmensos para busi-urle claridad.
Hasta se ha discutido lo siguiente: sj un cura, que no es
sacerdote, puede autorizar un matrimonio.
Dice el concilio: « Kí matrimnnin «e asM>rará deinnledeJ cura
é de algún Kitxrtiote yfie éi cümii'ione». Y se suscita después
la cueslíúii de si el mismo rura ha de ser Hacerdnte, y se
escriben sendoít volúmenes para saber si ha de ser sacerdote
ñ uo. Pero, lia quedado resuelto que el que se comisiona ha
de ser sacerdote.
Ahora leñemos esta otra anomiLlía: la fe pública es un
depósito personal que, por la ley cívif, está confiada al es-
cribano, y pr>r el sistoma vigente del Concilio se autoriza ú
d'>lcgar este depó>íil<> ríe la fe pi'iblira en un clérigo. Ks un
testigo tan caracterízadn para la Iglesia este cura, como un
clérigo cualquiera.
Compárese, señor Presidente, esta legislación con la obli-
gación que establece este proyecto, que no deja la moiior
duda de que el acto se ha celebrado. Podría hasta sospe-
charse, hasta dudar de si ciertos matrimonios celebrados en
esto-M C'tndiciones pueden llegar it wr sacrameutus.
Por ejemplo: un cura que no es sacerdote (y lo supongo,
l>or<]ue puede no serlo el señor doctor Castro, que fué Pre-
sidente de la Ci'tmarn tk .Apelaciones^, fué cura) autoriza un'
matrimonio. No hay sacerdote, no hay acto suyo, no hay m&s
que una audición contra la voluntad del que oye. ¿Habrá
sacramento?
OkinMi* AttCinnaa — T>>Ma Íl\
n
A todas estas cosas nos conduce una legislación liin rurai
y tan obscura.
Se ha discutido tamhién entre lo» canonistas si un cura
ciego puede celebiar un matrimonio, y lian dlcbo que s-'v, sí
un cura sordo podría celebrarlo, y lian dicbo (¡ue si tam-
biéti; pero si fuera ciego y sordo k la vez, que no podría.
Sobre esto se lum llenado libros de uuesliones (eológi<:as.
Por lin. seflor Presidente, ven^o al malriniunio ralo.
El matrinuiiiio ralo es el que no e^líi consumado.
Los c&nones facultan á los contrayentes para no consu-
mar el matrimonio durante dos meses, para que durante-
este tiempo medite la mujer si quiere ser mnfija y el bom-
bre si quiere ser fraile.
Si el bombre quiere ser fraile, enlra al noviciado y la
mujer tiene que esperar el afto de noviciado; si la mujer
quiere ser monja, es el hombre el que tiene que esperar el
año de noviciado; y cuando ha fenecido el noviciado, lo»
cánones les dan derecho para petUr ó que se consume el
matrimonio, « hacerse fraile A monja, respectivamente.
Yo pregunto, entonces: ¿dónde va á parar la indÍvÍBÍblU-
dad del vinculo de malrimonio?
El vínculo lia estado contraí<lo. Desde que el malriraonío
se ha celebrado delante del cura y de los testigos, el sacra-
mento está hecho.
¿Cómo es que se disuelve? ¿Cómo es esta prefei-encía que
da tu I^le-sia ü romper un vínculo que ella misma declara
indisoluble é indesatable? ¿Cómo viene á primar sobre esta
verdad de alta trascendencia moral y social el deseo de
tener mucluus monjas y frailes, porque no tiende á oira cosa
esta legislación que á fomentar el aumento de las monjas
y de los frailes? Y si no, vendría esta otra pregunta: ;cuándo
se ha contraído el vínculo? ¿al celebrarse el matrimonio, ó al
consumarlo? ;.Es el acto carnal el que ha establecido el vín-
culo y el sacramcnlof
Por honor de la religión orisiiana, digo que no es el hecho
material lo que conslituye el vínculo: esto sería un horror.
La Iglesia ha señalado, paní ser hábiles para el casa-
miento, doce at^os en la nuijer y catorce en el hombre.
Contra esta ley protesta la naturaleza entera. Es imposi-
ble una ley universal respecto á la edad que habilita para
el casamiento.
— 297 -
I^is pueblos lie! Oríeiite mm pret^cntau mi^eres con liíjuti
íí l(>8 diez años, y los pueblos fríos del Norle oiujeres que
no son casaderas sino á los díez y o<:bo años.
¿Cómo pj^ entonces, que la Iglesia establece como re^a
general que la mujer es pflber á los doce años y el hombre
á los catorce?
Ha legislado, entonces, contra la naturaleza, contm Jo que
ella nos dice y nos ensefia.
Si la I(i;lcsia fuese la encarrrada de legislar exclusivamente
en el maLrímoiiio, el potleí civil estaría sometido á ella para
poder saber que se han verificado estos actos que raodili-
can el estado de las personas, y estaría bajo su tutela. Y esto
no puede ser.
£1 Estado tiene el derecho de poseer la conslaucia de
estos actos on sus propios registros.
Más todavía, señor Presidente: los obispos no pueden dar
dispensas sin estar autorizados por el Papa. Esta autorÍ7.a-
cióu tes viene temporalmente. De manera que, para (|ue un
primo se case con una prima, se necesita de la voluntad del
Poiilííice, que vive á miles de lefnias de estos países, apar-
tado de ellos, dependiendo todo de él en absoluto. Esto no
es posible que continúe así.
Se nos dice, seflor Presidente, que vendrá un cataclismo
social; que la moral pública se araba; cjue la disciplina de
la familia se reluja si no se .sig^ue ciegamente esa leg'isla-
ción; y ya he dicho cuál es esa legislación.
Pero, ¿cómo es (jue hasta hoy estos grandes cataclismos
sociales y morales no han sucedido en el mundo, que ha
vivido bajo el imj>erÍo del ca^iaiuienlo no sacramentado du-
rante miles de anos? ¿Cómo es que ahora mismo no sucede
esto con mil millones de hombres que no viven bajo el inipe>
rio de esa ley. y se teme que suceda coa doscientos millones?
No es posible que sea indispensable el matrimonio canó-
nico, el matrimonio legislado por el Concilio de Trenlo para
que la moral pública subsista, para que tengamos nociones
de Dios, puesto que Dios ha sido corimtido mucho tiempo
fintes de haber nacido esta ley.
Sr. Pérez. — Puede ser que el señor Ministro se encuentre
fatigado. Podríamos pasar á cuarto iulermedío.
Sr. Ministro <ie Justicia, Culto é Instrucción Pt'iltlica. — No,
seflor; no estoy cansado. Voy á terminar. La Iglesia, se&or
Presidíate, riño 4 dar iey sobrr matrimonio mucho tiempo
después de haber plerado el matrimonio á sacrameulo.
lá ígletia ha leguUdo. no porque tensa eJ poder de hacerlo,
ñoé porqae eü una de tantas nsurpariones al poder dril.
Eo el mismo Concilio de Trento se legticló sobre diezmos;
se legisla condenando al anatema á los que imposteran con-
tribuciones ÍL \a» clérifFos, j se legisló, por fio, »obre el fuero
ectesi&sttco. condenando al anatema r i la excomunión al
que demandase á un clérigo ante la justicia ciríL, aunque caíc
clérigo haya injaríado 6 baracometldo otra? grave« faltas.
Sin embanirn, sefior Presidente, ¿quién sostiene ahora que
ta Iglesia lienf* el poder de establecer díezmoü. contribución
exorliitanle y ain nombre, porque se parala del producirlo
bruto de la<) producton rurales: de tal manera que. si & un
hacendado le nacían cíen temeros, tenia que dar diez de
elInH. aunqnn se le murieran 500 vacas. }* tenia todavía que
cuidar esos terneros y üer á su riesgo sí se murieran, hasta
que estuvieran en condiciones de Her entregados al que los
C'jbraha? ;>QuÍén dudn hoy que la Iglesia no puede legislar
sobre diezmos?
¿Qui^n duHa hoy que el Kstailo tiene perfecto derecho para
imponer contribuciones á los sacerdotes, en su carácter de
ciiidadanriK, pnenlo que no es sólo en henefírio de nosotros
que se distribuyen los ser>ncios públicos? ¿Quién duda ahora
que no existe, que no puede existir más que el fuero de
rausa, con(|uista que es debida á la civilización y á los ade-
lantos de ÍH ciencia jurídica?
Sin emhiirgo. spñor. todos liRmo» contribuido á eslo y yo
creo que ninguno se considera excomulgado, ninguno se cree
analenuitizarlo.
I'üi^a lo nii^mo con el matriroonío. Se legisló, como he úf^
moslnido. imperfectamente, no como lo estamos tpgislanfln nos-
otroH; y sf>slen;ín que eso era por una de tantas usurpaciones.
E¡8 Habido, 8eñor Presidente, que lodos creemos en Dios,
iMi un Ser Supremo de quien algo esperamos y algo teme-
mos, y como los sacerdotes se colocan entre este ser desco-
imrido y üI pueblo, ellos mismos nos hacen comprender que
son intenned ¡arios entre el pueblo y ese ser del cual se es-
pera ó teme algo.
He allí explicada la influencia de lus sacerdotes de todas las
creencias, no sólo ta de los sacerdotes de la Iglesia Cristiana.
- M9 —
lora. Tos sacerdotes crístiaiius han sido evidentemente^
en tiempos anlerioreí», tus iitás sabios. los más ilustmdos.
Fué en los runviMtlos donde st; salvaron los restos de la civi-
lización antif^a. Eran ellos hombres desocupados. por(|ue
viviíLii de la memlirídad, los (|ue tenían mits tiempo de es-
tudiar; y en una óptica de guerrii en que todo el mundo vi-
vía sobre las armas, ellos estaban en su convento porque
no tenían servicio militar, sin preocuparse de las necesida-
des de la vida.
Eso, a^'regado á que conservaron los restos de la civiliza-
ción antigua, hizo que fueran los m&s sabioít, los m¿s ilus-
trados, y. de consijíuienle, los hombres que dominaban.
En los ])rÍiHerus tiempos del LTistiaiiísmo, cuando estii.
reli)^Íún divina se ostentaba on loüa su pureza: cuando to-
davía no la habían rodeado de Iujs innumerables patrañas
de q\ie ahoni se ve rodeada; cuando era una verdad lo que
decía Jesucristo: *id, y predicad la civilixación y el evange-
lio por el orbe*; mientras que en épi>cas posteriores se de*
cía: «el que no crea, á la hoguera de la Inquisición ^:
cuando reinaban las primeras virtudes; cuanilo los discípu-
los de Jesucristo eran verdaderos discípulos suyos, enloncijs
lodo el mundo cauliaba en elJoa para hacerlos jueces y los
nombraba irhilr<>s en todas las cuestiones.
l'osleríorniente. cuando comenzó á no reinar este espíritu
elevado de la rehVión, cuando comenzó á contaminarse el Clero
con un espíritu más mundano, con uu espíritu de ambición y
de potencia, comentaron los avances, y así sucesivamente la
Iglesia .se lia ido abrogando la faouUnd de legislar, de ¡u?.íHív,
so pretexto ríe que el matrimonio es un sacramento.
V, ..por quA no decir también que la lejrislación ih'l matri-
monio no es, al menos, de la exclusiva compeLuucia de la
Iglesia f
£1 señor Senador por Córdoba nos ilecfa que el mulrímo-
nio «en cnanto es oficio de la iialunileza. está reblado ]ior
«derecho natural; en cuanto es idilio déla comunidad, está
«reglado por la sociedad; y en cuanto es ^cramento, et-tJí
■■ reglado por derecho divino '.
Es decir, que el mismo Santo Tomás le da ente triple ca-
rácter al matriinonm. y la Iglesia engloba todos estos dt^re-
cboy y hace uno. que ya no es dei-echu divino, sino ecle^i&s-
lieo, puesto que es legislación de la Iglesia.
- 430 -
Tenernos taiiihién, señor Presidente, que la Iglesia lia]
legislado sobi-e esponsales; ha resuelto qtie niños de siete
años podían comprometerse á casarse, y que quedan ohli"
gados, que uo pueden resciudír los esponsales mientras no
Ueguen ¿ la pubertad.
De manera que de siete años han podido obligarse, y ¿|
los diez no pueden desobligarse.
Más difícil es obligarse que desobligarse: más madura se-
liene la razón á los once que á los siete años; mientras
tanto, la Iglesia ordena que puedan contraerse esponsales á
los siete años, de cualquier manera, sin forma alguna, por
la simple promesa.
Vino más larde la legislación de la recopllaríón y dijo: A'o.
tteiior, tío hay caponttalpn ttinó por eacrilura pública. V la Iglesia
tuvo que aceptar «{ue no había esponsales, sino bajo esta
forma.
Y hft venido el Código Argentino y ha dicho, á pesar
lo que la Iglesia legislaba y juzgaba: no hay cspotisnlfn th'
ningún modc\ y la Iglesia lia tenido que aceptar. f
Pero, sobre lodo, yo examino todas estas cosas á la luz
de nuestras instiluciones. para deinoslrar que es exacto lo
que lie firmado: <]ue la Iglesia legisla sobre el matrimonio
por condescendencia del Poder Civil nada más.
La Constilución Nacional dice que las bulas y cánones de
los coucilias necesitan del [lase que les otorga el Presidente
de la República con acuerdo de la Suprema Corte de Jus-
ticia Nacional, y dice que. cuando estatuye dispostcioncs
permanentes, so necesita autorización del Congreso para
otorgar el pase.
£1 Honorable Congreso reglamenta estas disposiciones
constitucionales, y establece: ^Com^fe dcMlo mntrn la jmk y
diguitliui ti': la Ntición, el que promulga ctitwneft (te lotí Oónci-
lioH, butitH ú breves de Ion Papan, nin paw acordado por el P(h
der Ejecutivo; y ei qite tal hagn, anfrirá nnn pena de ytio «
ctintro tififíit de ili'j^tientf».
Olio artículo de ia misma ley dice: -Sí algniett ejecutaMe
estas bulan, estíos cánoncM, entoe breven deupuiin que et Poder
Ejecutivo Icst ha negado e¡ pase, nnfrird la pena de cuatro
á ocito (iÑo* de dc^Ucrrtf.
Entonces, los cánones, las bulas, los breves de Ifis Papas,
no pueden promulgarse en la República Argentina sin el
— S3I -
«00300 1 i mié lito riel Prnsidenle déla Repftblica, y en su »i so.
del Congreso.
Tpiienios en el inistiio Concilio de Tronío reconocida os-
perialinente la doctrina de que son promulgados.
Y va todavía más Iiijos el Concilio de Trento y dice: < Es-
■•tas disposiriones rep«cto al matrimonio no repirán en nin-
<}fU'ia purn>(|nin rristiana. siiió treinta dia^ despué^s de
«haber sido prmaulífadaíi en la misma parroquia».
Entonceii, si los cAnones no tienen efícacia, ni las bulas,
ni los re^eriplossin el pase del Poder Ejecutivo, ro-sulta que
depende de él, y en su caso del Cong^reso, que esas dispo-
8ÍcÍQni\s ten^n eficacia.
Parece difícil, .seíior Presidente, que puedan contestarse
estoíí ariiuiuPiitos.
Es también, señor Presidente, reconocido por la Iglesia
•que correspondo ul Poder Civil entender en los juicios de
drsonsn, es decir, en los juicios que don aptitud para trisar-
se á los menores. ¿Aptitud para celebrar qué. sino fueran
actos civiles? ¿Para celebrar actos de religión, como si di-
jéramos, corresponde á fin de determinar la aptitud de un
individuo para oir rninaf
Nnosira lej^islación impone i>enas al sacerdote que casa
menores sin la aiitorízacidn ele sus padres ó de las personas
á cuyn caríjo oslí'.
^E« este acto puramente religioso?
¿De di^indü saca et Poder Civil la facultad de castigar al
que lo celebra?
Entonces, todo oslo nos está diciendo que no sou actos
religiosos, quií son actos eivilos.
Vengamos ahora, señor Presidente, directamente A demos-
trar la facultad del Congreso de legislar en esta raatoría,
la oportunidad y la necesidad de hacerlo.
Si: PifíHiflunle.' Si el señor Míuitilro así lo desea, podría
continuar después de cuarto intermedio.
&V. Minifflro <ic JuMiicia, ChUo é 'Inutrucción Púlilüvi. — Está
bien.
Sr, PfíwírfeHte. — Pasaremos á cuarto iidermedin.
— A«Í •« llAÍ*. VllPlUwt h SUS UicntiiH \mi SI'.
florBS Sunadores, diré el
Sr. PrwidéHlt. — Continua la sesión.
— 33á --
Sr. Piznrro. — Píflí» la palabra.
Hago moción pura que áe <Ieclate libre el debate. Preveo
que Berñ. necesario refutar algunas observaciones del sefíor
Minislrn, y el Heglamento no me lo permite sin la resolución
que propongo.
Pido, pues, á ta Cámara que acepte mi indicación, decla-
rando libre el debate.
— Apoyuíta siiflcinnu*, sp vnt» ftl sp ilpriara WXtm
H (lotwte y roHultn atinmuivii,
Sr, Miniülro fie JuaUcia, Culto é IttMrucción Pública. — Con-
tinúo, señor Presidenle.
Voy (t demostrar que el Rtitado Lietie el poder de legislar
el matrimonio.
Kn los países calólioos ó no católicos en donde el Conci-
lio de Trento no se lia promulgado. los cánones de ese con-
cilio no rigen ni están en vigencia; por consiguiente, si esos
Estados nn tuvieran el poder de legislar el matrimonio, el
matrimonio quedaría sustraído á toda legislación.
Para venir á nuestro caso, me falta demostrar que aun en
los pueblos católicos, en donde se liun pronndgtulo, el Es-
tado tiene el podtM- de leglidar sobre esla materia.
Ante todo, comenzaré por decir que el Kstado ha usado
de esla facultad sin contradicción de nadie, con la aquies-
cencia silenciosa, por lo menos, de la Iglesia Católica. En
las leyes españolas, dadas por los Reyes, que han merecido
á la Santa Sed<r v\ dictado de Iteycs Católicos, encifiilramos
completamente legislado el matrimonio, comenzando por le-
gislarse sobre los impedimentos, y. aun cuando esa legisla-
ción se aceren más ú menos á la de la Iglesia, Hta no será
una razón para decir que por eío ella la ha tob-rado; por-
que una vez que el Estado tiene el poder ríe legislar sobre
algo, él es el Juez de cómo ha de legislar.
Cuando el Congreso discute leyes de aduana, el Congreso
es el Juez para dar la legislación aduanera que le parezca
y paní adoptar el sistema económico que juzgue más con-
veniente al país.
As! es (jue estos argumentos no tendrían valor nifiguno.
El Congreso de la Nación Argentina ha legislado sobre ej
matrimonio en su Código Civil, sin contradicción de la Iglesia
Católica; por lo menos, con su silenciosa aquiescencia.
El Código Civil hu comcüizado pur anular li;;fÍslaL'inruM tU:
Ion Cuiicilios.
Habia los esponsales, estaban let^íslailoH por fáimiies út*
U Iglesia Calúlíc;i; existíau, produciaii üblíidcaciüiie^ que Uacíun
efeclivas los Jueces eclesiásticos, y el Cóili^u ha derlurado que
no hay esponsales y ha legislado sobre la inaleria que tam-
bién ha li-tíislado la Iglesia.
El matrimonio, t;enor Presidente, es ql aclo más Iraseen-
denlal de la vída. e» el acto constitutivo de la familia. De emUí
utii6n del lioinbn; y de la mujer. <|ut* decide sf^Muamenle iie
Ku felicidad ó de su desgracia en la tierra, nacen multitud
de relaciones de laraílía, multitud de <lerei'lu)s civiles.
Este aclo crea entre el hombre y la mujer relaciones ci-
viles que se hacen efectivas pur los tribunales civiles; están
■calados por las leyes civiles los liebcres de lu mujer para
con el marido, los deberes del marido para cun la mujer, los
medios enteramente civiles de que los dos pueden valerse
para hacer prácticas y ejecutivas éxitos oblitíaoioiiei-.
¿Cómo es posible que un acto lan trascendental, c|ue un
ueto que constituye la familia, base de toda sociedad, cst/; libra-
da á las Concilios, ó á los Papas, que pueden n-tormar los cá-
noDOS de los Concilios, los Papas, señor Presidente, que, sí
8ün muy ^eó^rafos y muy conocedores del viejo mundo, no
conocen la Heitútilic-a Argentina?
Asi enconlniaiüs las Inilas de la erección del Obispo de
Tucunián, en las que el PoutíHce (uo me acuerdo cuál) (leda-
raba que Tucuiuán era una isla y que sus limitas eran los di-
ana isla, j Isla, la Provincia mñs mediterránea de la Itepúbllca
Argentina!
¿Con qué coriociniientos, con qué criterio, con qué ciencia
de nuestros coslninhix's y de nuestra vida social veinlrla á
legislar esta materia?
Rej)ilu, sfñnr Pri;sidenti>: el raatrunonio es la basi; de la
ramilla, da á la Nacii'm los hijos, los futuros ciudadanos, los
futuros Pr(!sÍdRi)tes de la República, los Ministros, los Se-
nadores y Diputados, los .lueciís, etc., etc., y ese aclo no
[Hiede estar legislado sino por el Congreso de la Palría ¿ la
que esos cítuhidanos liun de servir.
Sería conlrafiictorio. seflor Presidonle, decir que la iKle-tiü
It^nsli* el acto y que el Ksbido legisle Indas Uk consciMtin-
cía.4 de ese acto.
— 234 —
Asf. \a Iglesia sería In que ileteriniímrla qué hijos son le-
gilinios, qué hijos ¡legítimos y qué hijos nou incestuosos y
qué hijos uo lo son. Hasta !a clasificación de los awcndipn-
tes de los casados que puede hasta (raer trascendencia á su
honor y h las crinsiderariones sociales, dependería de la I^de-
sía con presclndencia del Kstado.
Kste sería un enor, seAor Presidente. La ley ha hecho
del hujj^ar un santuario; el Juez, el represenlantc de la jusLi-
cia, no puede penetrar sino después de llenar formalidHdi»»
que dejen garantido esle siintuario inviolable. ¿Y por qué.
seflor Presidente, este santuario vendría á constituirlo el
Pontífice y no lo ha de constituir la ley del país, que lo liace
efectivo? ¿Qué razón hay para «slo? Absolulanienle nirij^una,
seftor Presidente.
El Códi^ Civil ha legislado el matrimonio, y no obstante
la ilu:ítración del doctor Vélez Sarsfield, no obsfante su es-
pecial taltMito y su rara preparación en aula inateria, no ha
legislado con acierto, aun prescindiendo de lu cuestión que
estamos discutiendo.
El Código Civil dice; « Los impefíimentoa eafablfcidm en loa
cánon^n df Ui Jylfmn nou impefiimenloít ¡irtrtt p.I tufitrimonio
de CfilóUcon; esoa imjmíiun'.ntoit pueden ser diitpenHudofí por la
autoridftd de. In líjt*»<ia, que es in aunptiíente para eutaider
en eshtt (Msnntos*.
En seguida, el Código no habla una palabra respecto de
impedimentos para los casamientos de los que pertenecen &
sectas disidentes, como los mahometanos ó los de otras co-
muniones religiosas.
liecién en el capítulo «De la nulidad del matrimonio* en-
contramos un artículo que dice:
« Lis causits de nulidad de los matrimonios celebrados
aule la Iglesia Católica son extensivas á los i|ue se ceiebrn-
sen sin autorización de ella, con la sola excepción de nece-
sitar de la asistencia del párroco, siempre que el miilríaionío
hubiese sido bendecido por al;/fin sacfrflole de la coinuiiíón
de los esposos*.
Venimos, pues, pur iaduceión á enronlrarque los impedi-
mentos para los protestantes, para los ju<Hos, para los maho-
metanos, en una palabra, para lodos tos que no son cató-
licos, son tenidos por tales para tos católicos.
Aquí se notan dos errores sallantes. Hay impedimeiili»
— aiá —
que HÓlo son para lo» cati^fíco^i. que no es posible que exis-
tan para los no católicos: tales son los impedimenlos que
vienen Hel parentesco espiritual. Eslos inipediincíntos no ri-
gen para los moros, porque no tienen este parentesco; no
rigen para los judíos porque tampoco tienen esle parentesco;
y, además, y esto es lo más {<rave, los catAlicos, que tienen
impedimentos para casarse, pueden obtener ta dispensa, pues
el Código expresamente dice que la autoridad eclesiástica
puede dispensar estos impedimentos dispensablcs^, aunque
dirimentes: tnieniras que para los prolestatiles, para los ju-
díos y para los demás que no pertenecen á esta reliíririn,
uo hay ({uien dispense estos mismos impedimentos.
Es ctam que un mahometano no le va & pedir ¿ la Igle-
sia Católica que dispense el impedimento de ser primo de
8u novia para clisarse, porque no tiene jurisdicción ul^UTia
sobre los mahometanos.
Resultará, según este Código que tenemos, que es posible
que el tfo con la sobrina y el primo con la prima, si son ca-
tóHcúít, pueden casarse; y si no son católicos, no hay quien
les dispense de este impedimento.
No estún. pues, los habitantes de la República Argentina
símelos á una ley común sobre esto: están sujetos á una ley
desigual. Esto, sefior Presidente, fleinuestra la necesidad de
reformar lo que el Código Civil ha le^íislado sobre matrimonio.
Pero hay tudavíu tifia neiiesidad más urgente, y es la de
conformar estas leyes al texto é índole de la Constitución
de lu Noción. Toda ley que dicte el Congreso, debe estar
inspirada en esle gran libro: esa es la manera de poner la
Constitución en acción, de ponerla en movimiento y hacer
que produzca lodos los benéficos residtados que los autores
tuvieron en vista al sanciotiarla.
La Constitución dice: t Íms acciones hitmaita» que no ofen-
da h In mftrni púbíica ni á tetcet-os, quedan re»erva(Íosnt JhÍ-
eio fif. Dio» *.
Es imposible, scúor Presidente, establecer con más elo-
cuencia la libertad de cuncieiicia, esta libertad que llene cada
hombre de mantener .'*us relaciones con el Ser Supremo,
como (•{ crea, sin sujeción á regla. iii religión, n¡ leyea civiles
del Congreso, ni potestad alguna.
La Constitución dice también: •* //ay libertad dt euUoy; cn>lt
hahitantti da //i R".piibllct iiette tihtrtad d9 proffjtar itm culto >,
— 2S6 —
Si estamos, scAor Presidente, bajo el imperio de las leyes
de la li^lcHÍa para el acto más Irascendeutal de la vida, diré
más, para un acto necesario, porque el casarse, podemos
decir con verdad i\uv. no es un acto voluiiliirio sino un acto
al cual la iiattiíale/ui nos llama, que ae sustrae por rom-
píelo á la voluntad de loí^ tiombres. no puede el Conj^reso
Tomenlar las uniom-üi ile^'limas; este impulso, esta necesidad
del or^'anismo humano exige (|üe se realice con sujeción á
re^la» fijas |>ara que la prole que nazca sopa quiénes son sus
padres, para que baya quien tenga obligación ile educar &
SUB li^os.
¿ Cómo se ronscííniríi este resultado, seflor Presidente, si
dejamos el poder de legislarlo á una Iglesia? Y, si lo cede-
mos á todas las Iglesias, ¿qué vendría á ser la ley de ma-
trimonio, la m&s trascendental de todas? Cada Iglesia, cada
comunión religiosa, tendría nú ley.
I^a ('nnstitucióti Nacional, á diferencia de la de los Ksla-
dOK Unidos, dice: « Vamos í asegurar la libertad para noso-
tros, para nuestros lujos, para lodos los hombres del nunulo
que quieran habitar el suelo argentino».
¡Qué llamamiento, señor Presidente, á todas las fuerzas
vítales que existen en otros países, ¿ que vengan & esta tie-
rra despoblada, desierta, á fertíl¡/,arla, á hacerla pueblo!
¿V cómo cumplirá el Cong^resí) esta promesa de la Coris-
lilucióu si hombres que vienen al país le dicen: yo quiero
casarme, yo quicio ejercer este derecho que es el primero
de las <lerechos del hombre, acaso el más grande y sagrado,
y no j}UH()o casarme segfin mis creencias?
¿Abjurará de sus creencias si es mahometano, melodiHla,
anabaptislaV
Kl Conjii-eso llene, señor Presidente, el imperioso deber de
hacer prActico este ofrecimiento de la Constilución. saucío-
nando esta ley de matrimonio que no viola ninguna cnií-
ciencia, (|ue estíí oalctdada piíni salísfacer las exigencias niá«
aatügónicus y de las conciencias mds escrupulosas.
Yo no se cómo saldrá la sanción de esta ley de las manos
del Honorable Congreso: debo suponer que tal eonio la ha
prescnlado el Poder líjecutivo,
E\ Poder Ejecutivo deja á !a conciencia de cada uno el hacer
beudccir su unión con el sacerdote que sea de au creencia;
& los calóticos les deja hacer sacramento de su jnatrímouio^
- 237 —
ir á. su cura, hacer bendecir con elins el sacramento; ni si-
quiera les exige que la inscripción la habrán previanienle.
¿ Dóiiik esU eiiLouces la violencia ile la conciencia? ¿Dónde
está este monstruo que va á tragar las relaciones de familia,
que va ¿ acabar con la moral pública, que va ¿ acabar con
\» moral social, que va á horrar Imsla ron la nopíón de la
existencia de Dios? ¿Dónde está, digo, señor Presidente^
Esta ley es la expresión ^(^nuina de esta santa lilierlnd do
conciencia, de esta libertad conquistada por la civilización
que hoy hace imposible que un hombre maiThe ala hoguera
por no creer en Jesucristo. {AfiUntuo»).
Yo creo, señor Presidente, fatigado al Senado con una dis-
cusión tan proiniiirada. Araba de declararse libre el debute,
y el señor Senador por Santa Fe, doctor Pizarro, se apronta
k tomar la palabra.
Creo que es, pues, de mi deber no ocupar más tiempo la
atención de la Cámara, y termino esta exposición manifes-
laiulo al Senador Pizarro, que se asocia á l<idas liis derro-
tas qué enumeró en la sesión anterior, que no tengo el pla-
cer de podp^rle decir: | honor al vencido !
He dicho.
Discurso del señor Ángel Menchaca, director de taquígrafos del
Congreso Nacional, en Septiembre de 1888
Seíiorex:
Nada hay más imponente y erimudecedor, nada que ab-
sorba con una meditación de más indelinida melancolía y
baga ver de un modo más real lo conUnKCiite y efímero de
nuestra existencia, que el cadáver de un i^ande hombre,
ante la tumba ahierta para recibirlo coo su antro negro y
misterioso, con su eterno problema.
La muerte de Sarmiento es sólo comparable por la con-
moción que ha producido en todas las capas sociales, á esos
fenómenos geológicos internos que se traducen por un le-
íraoto: el desprendimiento y la caída de una mole enorme
los abismos fgncos de la Lierra.
Sarmiento era un hombre verdaderamente original, Üpico,
— 238 -
e:(traordinario. Tenía tan desarrollado y era tan vivo el st'ti-
timientü de su individualidad, que jairas siguió modelo al-
tfuno: en nada imitó & nadie. Estudiaba la historia para en-
contrar la filosofía de los hechos [tasados y la í^neración
de los presentes y futuros; pero nunca en buítca de norma
para sus acciones, pues siempre procedió guiado por la ins-
piración natural de hu inteligencia y los dictados sin apela-
ción de su voluntad <le acero.
; Sainiiciito era un capíicter y era á la vez un creador
genial !
¡Tenia en su alma toilas las altiveces y en su espíritu el
l^erraen de todas las íniciativaí;; todo lo tenfa propio: ¡modo
de ser, estilo, lenguaje, Torina, fondo!
Por eso su oratoria ejercía un dominio irresistible, una
atraeción que á veces suspendía y encantaba.
Su elocuencia no residía en la vulgaridad de una frase
florida ni en los rígidos lineamíentos de uua retórica ama-
nerada, Binó en la novedad de kus pensamientos, en lo ex-
traño de aquella forma exclusivamente suya, en lo inesperado
y rápido de sus giros, en lo contundente de sus razonamicn-
los, en sus caliñcativos clichés, en lo vasto y variado de su
erudición, en la savia intelectual, en íln, que vivificaba su
discurso y ataba, como con un hilo de luz, aquellas frases
entrecortadas, nerviosas y, al parecer, desaliñadas é Inco-
rrectas.
Como taquígrafo experimentado, me complazco en confe-
sar que mAs de una vez aquella alocución avasalladora in-
movilizó el lApiz en mi mano y tuve que esforzarme con
lodo el poder de mi voluntad para independizar mis ner-
vios de aípiel como míigico yugo de su palabra varonil, per-
suasiva, arrebatadora.
Sefiores: es una gran verdad la que expresa este dicho
popular: [nunca se aprecia tanto un bien, como cuando se
ha perdido!
En la vida agitada y laboriosa de Sarmiento, en los at^
dores de la lucha y de la polémica, mil veces le fueron des-
conocidas hasta sus más descollantes dotes, hasta sus obras
más grandes y meritorias; pero hoy que ha desaparecido, hoy
que nos sentimos oprimidos por el inmenso vacío que deja
en pos de sí, la reacción es tan violenta y expansiva, se le-
vanta tan gigantesca su ligura iluminada por los destellos
— «30 -
ili* MU genio, que torios olvidan al hombre de pustories, al
Oitml>at)ente nido que tieríit sin piedad á su adversario, para
liorirar al nnUiblr estadista; al profundo iteiisadar; al sagas
))olílicu; al administrador honrado; al patriota lleno de no-
bles y elevadas ambiciones por la prosperidad y en^rrande.-
t'iíaiento de su país; al orador más original de su época; al
autor del «facundo» y. sobi-e todo, al incansable propagan-
dinla de la ednración: de la educación, sefinrea, que es la
liiisi^ de la verdadera libertad, la fuente de todos los pro-
;.'rfsos, la única palanca con que se han de e<:liar por I ierra
lodau las preocupaciones y prejuicios que, con el influjo de
la trailícióii y «le usos consuetudinarios, traen todavía en
servidumbre ¿ la huinaniílad.
Sefiores: en la múltiple y colosal personalidad de Sar-
mienlo, vinculada á todos los adelantos de la República Ar-
Kí^ntina y aun de la América ya como iniciador, ya como
impulsor de cnertrla y de aliento poderoso, ey al educacio-
nista convencido, al vehemente secundador de Rivadavia al
t|ue más venero y admiro, y sus constantes y fecundos afanes
por la educación popular serán en lodo tiempo su mejor titulo
íi la gratitud nacional y los que producirán mayores y más
duraderos beneticios en el porvenir. ¡Su apostolado es la piedra
máü preciosa de la brillante diadema de sus obras!
Señores: los taquígrafos del Congreso Argentino, al depo-
sitar una modesta placa en el sepulcro de Sarmiento, salis-
fuccn un movimiento Intimo y espontáneo de reconocimiento
al funilador de la primera clase de taquigrafía de la Repú-
blica y de esta parte del mundo, y al (|ue patrocinó eñcaz-
raentc la creación del cuerpo de taquígrafos, comprendiendo
los servicios que éste había de prestar al Parlamento de la
Nación, al re<roger y conservar para la liisloria sus impor-
tantes delitteraciones; y al incorporarse como ciudadanos &
tvte magnífico cortejo de todo un pueblo, á esta espléndida
apoteosis de alabanza é inmortalidad, vienen también á iti-
rlinarse reverentes ante la memoria del eminente hombre de
Bslado y de uno de los más empeflosos, entusiastas é ilus-
trados pedagogos de la América del Sud.
He dicho.
ÚU)
Discurso pronunciado por el doctor Arturo Reynal O'Connor. Pre-
sidente de la Comisión Popular de la repatriación de los res-
tos del doctor Ju^n B. Alberdi, en el acto de su inhumación
60 el Cementerio del Norte, el 5 de Junio de 1B89.
Señorea:
[jks cenizas del doctor .liiaii B. Albprdi reposaban en Neuilly,
esperaníio p1 brazo de la futura generación arg:ontina que le
comprendiera mejor; pero una voz llegó á nuestro oido, anun-
ciándonos (jne estaban expuestas á. ser arrojadas al osario
común.
Discípulos, amibos ó admiradores de su memoria, recha-
zamos til responsabilidad; é inspirílndonos en un mismo sen-
limíenln, constituimos la Comisii^)n encarpada de i-opalriar
sus restos mortales. Klla es esencialmente popular, porque
ha nacido del pueblo espontáneamnnle, y sólo ha deman-
dado el apoyo olirinl para que erilrarn^n al lerrilorio de la
Patria bajo la sombra de la bandera nacional. Debo, al ha-
blar como Presidente la Comistión, explicar la causa de tan
temprano regreso, no sea que los que se educaron oyendo
lanta injustici;i acprca de él crean que con este arto de
piedad intentamos iniciar alguna reaccIiSii pública en an
fevor.
No; no nos ciega la admiración que piulamos tenerle: el
doctor Alberdi. por el momento, es una gloria modesta, casi
obscura, portpie liabicndftsH adelanlado, por su superioridad,
& su época, está aún muy lejano el triunfo de su persona-
lidad. Su apoteosis P8l5 en cI porvenir.
Señores: el doctor .luán B. Alberdi fuí^ una inteligencia
poderosa y el pensador míis profundo que hemos producido;
f>ero, ¿quf vale el genio mismo, con lodos sus fulgores, ante
la justicia divina* Lo que ella premia es la virtud, es decir,
aquello que es obra propia del hombre, y porque para tos
pueblos y seres superiores los grandes atributos de la mente
no pueden ser nunca molivos de vanidad, sino de grave res
pon.sjibilidad que abalen.
Ija virtud en el ciudadano es el carácter, esa fuerza mo-
ral, superior á las ideas y sentimientos, y que si no le eleva
á las alturas, le mantiene, al menos, incólume sobre el pe-
destal de su diiniidad.
— 44-1 -
¿Qué i(a[>orta que, por sv.r hoy tan raro, hayamos perdido
liasla áu noción, coaruiidiéiidole con la audacia que sirve á
la arubicit^ii personal? Si no nxiste en la vida, debe ser la
investigación de la muerte; y iio»otroi4, que conocemos las
causas delentiitmntes de todos los escritos del doctor Alberdi,
podemos afirmar que el carácter brillaba en laii espléndida
corona intelectual.
Es que 61. seftores, perlenpcía de orij^en á la antigua raza
argentina, que Itivo hasta orgullo de su mi.seria y, por edu*
cación. .i los principio» y costumbres (|ue emigraron de la
G«rmania, para constituir la In[;Ialerra y los Estados {Jm-
ílos. los do» pueblos más fuertes y libres de la tierra.
Nació en Tueumán, la Urecia argentina. ¿Quién mejor que
-él, alma de Lamartine, para sonar en sus frondas, descen-
der á los precipicios y deleitarse ante las águilas que bron-
cean sus alas al resplandor de la luz? Habría sido el ser
man l'eli/,, y hoy rujuvcneceríaníos nuestro corazón anle sus
fNiginas tiernas, eternamente frescas y sahumadas por tos
aromas y raudules del trópico. Prefirió, sin ctnharfío, venir
á lomar asiento en lui^ aulas de la Universidad de Buenos
Aires, fí^mrando bien pronto al frente de los Cañé. Some-
llera, Egufa y Gutiérrez.
Sus tendencias, dado su carácter observador, eran esen-
cialmente arlisticas y sociales, y nadie olvida que fué nuestro
Larra, aunque habría lle^^ndo á .ser un Stendhal, ayudándole
á construir la creación sistemática de su hÍioU>yia: pero el
deber, como él dijo, es superior al ^usto, y obligó al ciuda-
dano á pensar en el deslino de su país.
Creed que por esta evolución hemos perdido un literalo
que habría dado carácter nacional á nucstríus letras dolán-
dolas de uu sello de originalidad genial, como lo demuestra
su T^las. fruto generoso de su organización estética.
La jurisprudencia, en cambio, ganaba, porque con sus estu-
-dios jurídicos desarrollaba n;ula menos que los principios de
lu E-íCuela Hii*lórica, que han cambiado t'undamentalineiUe ]a
euseilaza del derecho. Tarea vjifila, enorme, (|ue hu absorbido
la gloria de Savigny. por la reacción (|ue operó contra ini
pasado secular; y hoy, al considerar que, por su trasccnden-
talisnio, es patrimonio ai'in de unos pocos, nos a'^otnbntnios
de que él la e.^plicani famUíarmenlc aquí en 1S37, cuando
aúu resonaba la ardiente voz de Lerminier en el Colegio de
CtakTuau AHinm* - T*w* ir.
I»
-244-
Francia lan sólo por emancipar del escoiasticisrao la ínteli-
gfíiría (le lu juventud del Plata.
Espíritu creador, vasto, sagaz, podfa abordar y dar ciam
¿ cual(|uícr monumenLo de nuestra legislación; pero corria
el año 40 y era necesario combatir á Rozas. Emigrado eu
Montevideo, esciibió con Lamas en Kl nacional y con In-
darte, Ei'lieverrfa y GuLií^rrcz en Kl Taltswáit, El Inicúitlor,
El Grito Argfntino y El Mitera liozatt. \)\ó á luz El Cortin'
rio y con Mitre El Forvenir, hasta que fundó con Caiié /.<t
liemuin del Pinta, destinada (i apresurar las hostilidades d&
la política extranjera contra el tirano,
Asislja, couH» Serrelario del tieneral Lavallc, á las confe-
rencias con los Jefes de la escuadra francesa y en represen-
tación del patriotismo argentino. No contaba aún veintiocho
afios y era el alma de estas negociaciones, trabajando día y
nmOie con C>x¡lo admirable, líedactó la proclama del Ejéri-ilo
Kx{>eflicionarío, pero guardóse bien de seguirle cuando, con-
tra sus predicciones, viole ir á buíícar su ruina en Entre
Kfos, originando la iiincrte de los patriotas del 8ud.
Vencedor, en medio de los vencidos, tuvo que continuar
solo la lucha contra el tirano, tratando de levantar al misino
tiempo el espíritu píiblico. Innumerables fueron sus publica-
ciones sucesivas, esgrimiendo, ya la espada de su pluma, ya la
sñtlrn mordaz de su ingenio. Parle á Kurnpa ansiando brisas
de libertad, y de.seu)barca á su vuelta en ChUe, complemen-
tado por la ciencia y la obser\'ación del viejo mujido.
Ved, señores, si el doctor Alberdi dejóse alguna vez guiar por
los intereses materiales ó por las tendencias instintivas de £u
alma y á que lodo el munilo cree tener derecho perfecto.
Esto es moral, virtud, patriotismo, y cuando se practican,
carácler; sobre todo cuando se ha vivido como él, desterrado,
sin Patria, bajo la incertidumbre de un porvenir que uo ob-
tuvo jamás y trab^junilii siempre para ganarse ct pan diario.
La abnegación, iMiludableaiente, fué el sello de aquellu ¿poca,
pero nadie la llevó como él hasta la abstracción de su per-
sonalidad: pues si las hazañas de San Martín deslumhran,
bailamos que poseía, por lo menos, la ambición de la gloria
militar. Kl dnrtor Alberdi no: siendo el primer abogatlo en
Montevideo y Chile, era el ((ue ganaba menos por(|ue entre-
gaba lodo .'•ii lieinpci á la política militante mientras aho-
gaba en BU espíritu lodo sentimiento estético.
- 843
La relicidad, dadas sus faciiltudes^ ni la eiUruvió en sue-
ños; y ae seiiLfa, por el deber, pertenecer absolutamente á
su Patria.
Ve que Rozas eá fuerte, no por sí mismo, sino por la falla
de cohesión y de experiencia de sus eneniigos. Redobla «us
ataques piir la prensa con escritos mcmorablcK, pero ron la
eoavícrión de que nada contribuirá tanto A su cafda como
sus propios excesos. Comprende, entonces, que era necesario
prepararse para lal evento, tan grande como la Revolución
de Mayo, como él decía, para evitar que el país, una vez li-
bre, cayera, por falta de íe^ÍHlueión y gobierno nuevamente
en la anarquía. Pensainíentct idevado, profundo, preventivo
de nuevas corrientes de san^fre y de lágrimas, y que sólo
podía nacer en mente como la suya, inspirada por el ^itio
de la liliertad y sus recientes observaciones en Europa.
¿Cuál era el arj^nttiio capaz por su cruilición y experien-
cia de afrontar tan magna tarea? Había que borrar la
prepondci-ancia y localismo etilre las Provincias sometién-
dolas á una legislación nacional bajo la acción de un (;o-
bierno represetilalivo; dotar á este conjunto de lUia Capital
Federal que, por la inllucticia de la tradición, facilitara el ejer-
cicio de la ley hasta el último limite del territorio; presen-
tar, basándose en las teorías de la Kscuela Ilístórlc^i, un
sistema que ni descentralizara demasiado el (¡ubierno ni di-
vorciara al pueblo del pasado, para asegurar la realidad de
su cumplimiento; crear y desarrollar en la sociedad, por
medio de leyes liberales, la aptituil al propio (íohierno y la
conciencia de su suberanla; formar reutas para este Estado,
que nacía & la vida independiente, bajo un plan de finan-
zas, principiando por desterrar del sistema colonial espaftol
el que convertía al pueblo en tributario del Gobierno: cone-
Ütuir. eu tin, la Xación Argentina, cometiendo la inmensa
ñcción de derruirlo lodo, para con sus esí;ombros y los ele-
menlos de la ciencia levantar el edificio moderno de nues-
tra naeitmalidad, libre, fi^liz, grande y próspera, tal cual la
soAaron los antepasados y como tenemos derecho do es-
perarlo.
Era necesario conocer el país, haber vivido en el y, por
su superioridad, símtírse libre <ie toda pasión local 6 de par-
tido; saber que la anarquía no es sino el fruto de la inca-
pacidad política, por haber sido cnlonizadns por España;
- 3« —
que la líborlad tiu c» latina, ni fn'eco-roraana, sino inglesa,
de origen sajón; que el problema había siitu ya resuelto por
Estados ITnidofi, obligándonos á poblar nuestros desiertos
con las niza» del Norte ó á ser devorados por la Revolu-
ción. Habia que ser jurisconsulto y comprender que el dere-
cho no es una creación voluntaria, sino el resultado de la
rida ot^ánica de cada pueblo, bajo la acción general del es^
pfritu humano: t|ue las leyes, aunque se inspirasen en la Cons-
titución Norteamericana, deberían tener su anleciMhuitc y
comentario en el pasado argentino; que la instrucción no
es la educación y que el amor á la (¡gloría es la ruina de Sud
América; que. siendo la libeiiad el gobierno de sf mismo, no
puede habiT uposiiíióii eaire lo que es gobierno y lo que pn
libertad: son una misma idea vista bajo diverso aspecto: que,
siendo el trabajo la Tuente principal de la riqueza, la pri-
mera tarea del Gobierno es poblar; poseer idcns justas so-
bre Patria, patrioiisnio, derecho, deber y justicia, porque no
son abcrnii'lones, sínó la constelación que alumbra la inte-
ligencia humana; llevar en la frente la intuición del pon'C-
iiír, la Patria cu el alma, idealiznda. la conciencia que da la
fuerza y el valnr para vencer ó para sacríficai-sc por las preo-
cupaciones.
[Bien sabia que no habla más que uno, y ese era /?!, pen-
sador proftuulo y ardiente, alma surgida de los bosques de
Tucumán, para alzarse como las eombas del Océano I
Seis años de soledad en Valparaisf>, dedicados al estudio
y meditación, enroñaron obra tan trascendental; y cuando el
vencedor de Caseros entraba Iriunfanle en Buenos Aires, ter-
minaba al correr de la pluma para alcanzar al tiempo, como
(ú decía, las BtiJiett, sus Ef¡Índio.H Coiintlhirioimíes, los Elcmen-
Um (te Derecho l'úbtko y e\Sintema JiBittiMico, que c^nsliluyen
la organización completa de la RepCiblica. [Y ahora, — excla-
ma al final, —cualquiera que sea el desgraciado á quien le
loque regir los destinos del pueblo! ... .¿Por quf'f Porque el
Gobierno de la Patria común no es cuestión de vanidad, ni
ambición legitima, sino de responsabilidad y sacrificio. No
creemos que Montesquíeu. ni Tocqucville, ni Hamtiton ha-
yan proferido nunca tan sublimes palabras!
Tales escritos, honra basta de la inteligencia humana, ha-
brían dado en Europa con el autor en el Poder; á él le fueron
pagados en verdadera moneda latina, abriéndole desde Chile
— M5 —
niievainetite las puertas de la expatriación.... ¡Ali! puedoii coii-
linuar hasta ]a infínito el silencio y el olvido alredHnr ile su
iiüiubre. pero nada iuipedirá que la úmea figura que aparezca
al lado de In del Geneml Urquiza en el cuadro de aquella
época de libertad, sea la del legislador Juan B. Allwrdi. He
nhf sil gloria, ¡^dnría pura, inextirt^niible como la \uz del sotl
No deriiiicis quo si no huhicíse dailo ú luí: estim trabajos,
porque eslaba deáliaa<io Talaluienle á ello, siuó que, á uo
haber nueido artrentino, hahrfamos de^eeridldo otra vez la
pendiente de la guerra civil. No debemos dudarlo, |>orque
las leyes de la bi.síoria demuestran que todo pueblo que se
liberta se insurrecciona. Tengamos la magnanimidad de con-
fesar que nrts salvtS en época tan trascendental de la vida,
así como Sun Martín nos independizó de España y Urquiza
de Rozas, para probar cuáu fecundo es el pensamientounido
á la erudición y patriotismo.
¿Por <|ué parte otra vez? Por(|ue no era hombre de bolín
en la victoria, y porque Kuropa, con sus enseñanzas, le atraía
|)ara transfundí rías á nuestro organismo. Pretirió, como si no
fuera rn|)az de gobernarnos algún día, aceptar el puesto de
Ministro Plenipotenciario ante las Cortes de Inglaterra, Fran-
cia y España, y lo renunció en cuanto supo que se dcsapro-
Itatm la cláusula de su Tratado con esta última nación, dis-
(Mniendo que los hijos de extranjeros nacidos en el Plata
poilían seguir la nacionalidad de ¡ans pudres.
¿Quién no recuerda haberle oído repetir hasta el caosan-
cio que, dependientes estos países, por sus desiertos, do la
inmigración europea, gobernar era poblar? ¿Kra posible que,
obscuros y desprestigiados por las convulsiones, comenzáramos
por imponer condiciones para la población & una nación como
España, celosísima, por un falso patriotismo, do su nacionali-
dad? bebíamos, por el contrario, facilitarla, atrayéndolii con
lejres überaleB, sobre todo tratándose de países como el nues-
tro, que no tienen pi-esenle, punpie toda su existencia está
en el por%*enir.
¿Qué importa que el Gobierno hiciera triunfar la teoría
contrariat El tiempo lia venido á probar que ello no ha
agregado nada á nuestro destino, porque los nietos de esos
extranjeros serían hoy argentinos y ligados á este suelo, no
por la ley, sino por el vínculo superícr de una segunda ge-
neración.
— 246-
Libre, entonces, dp lodo lazo oficial, continuó en Europa
el estudio de las causas de la anarquía, así como en Mon-
tevideo y Chile lo liízo con la dictadura. Ningún argentino,
señores, ha subido tan alto, porque suponéoslo ¡viviendo en
las capitales del mundo civilizado, con las ideas que han
hecho de Estado» Unidos el pueblo más pofleroso, siguien-
do, con el pensamiento, el vuelo de esta sot-iabilidad! Sí,
señores^ porque loa anierícanos sólo van á Europa en repre-
sentación diplomática ó á disfrutar los placeres del rtdiua-
miento moderno. San Martín y Rivadavia. ilustres proscrip-
tos, no hicieron más que alejarse para abreviar sus días con
la amargura; el doctor Alberdi no: conlrájose á estudiar la
libertad ví^-a y. aplicándola á su país, aparecía con sus es-
critos como lii t^uropa en América.
Tarea ingrata, pnrtjue, para su propia eficacia, tenía que
atacar á los Gobiernos si la mancillaban y al pueblo cuando
permitía tan innoble tocamiento; y como gobiernos y pue-
blos, por la humana debilidad, quieren ser adulados en sus
pasiones, sus palabras llegaron hasta perder el antiguo acento
amigo, cayendo como balas Triasen el indiferentismo social.
No era él, sin einbai'go, el derrotado, sino nosotros que.
como los niños, queremos sanar sin dolor, como si fuese
posible el progreso y la civilización sin arrancar de raiz las
aben-aciones.
Kn la guerra del Paraguay lodos podían rallar tnenos él,
al vernos unidos al Imperio para atacar á una Hepública
hermana, porque era el único argentino que había sefíalado
la política que debíamos observar con el Brasil. Su propa-
ganda, sin embargo, fué consÍ<lerada injusta, porque, inspi-
rándose en las ideas de Patria y patriotismo de los pueblas
modernos, venta A herir las que heredamos del coloniaje.
¡Nada más lógico! Nosotros creemos que la Patria es el
suelo, mísero, infecundo, capaz de prwlucir hierba pero no
idea, y él vivía en la cuna de la Euro^ia, allí donde la Patria
es vida universal, libertad, y donde ¡Quinet exclamó: el de-
recho es mi pariré y la justicia mi madre!
Con estas ideas greco-romanas, no sólo trastornamos el
mundo moral, sino hasta rl pa|»el de los personajes de la
historia. ¡I^valle mártir!.... el mártir fué Dorrego. hombre
ilustrado y de convicoiones, que murió fusilado en aras de
su sistema político, y gracian que no lo fué por la esfralda
— «*7
•como los traidores! Alárlire» son los que caen v[clima.s de
las preocupaciones de su tiempo y los que, como Albcrdi,
muon^n olvíiluilos, pobres, por haber defendido sus ideas y
sentimienlos. y lejos de la patria ideal que fecundaron con
HU» dolores y esperanzas!
Alma de fuego, sólo vivió de verdad^ porque sahia que
no er& la pasión ríe los contemporáneos, sinÓ la historia
<|uien dehÍH juzgarle, f.lev^rnosle á la tumba puraque duer-
ma en su seno el sueño inrinito; ¡también en las cumbres
hay hielo y í^ilencio! Va vendrá el pueblo ai^entíno á levan-
tarla en alas de la inmortalidad.
He dicho.
Discurso pronunciado por el Presidente de la República, doctor don
Miguel Juárez Calman, el 9 de Septiembre de 1889, en el cente-
nario del General Paz, al inaugurarse su estatua en Córdoba.
Sefwren:
Antes de cumplir la gratísima misión que me habéis con-
fiado ofri-ciéndomc en mi primer visita á esta ciudad que-
rida el honor de descubrir y entregar ú la veneración pú-
lilica, modelada en bronce, la fígrura culminante de luieslro
ilustre comprovinciano, necesito dar una ligera expansión &
los sentimientos que agitan mi espíritu en este momento, en
forma de satisface ion es íntima», de recuerdos afectuosos, de
{jratílud profunda.
.No sé ni quiero sat>er el juicio que la historia lejana, se<
Tera é ímpareial, formulará respecto de la intervención que
me ha cabido ejercer en la marcha poHtica de esta Provin-
i^ia, en el desenvolvimienlo de los sucesos en que me ha
locado actuar, más ó menos directamente, ó en las trans-
formaciones de diverso orden, 0|>eradas b^o las influencias
<rle la.s Adminislnciones sucesivas en las que me cupo la
honra de colaborar ó ]>resídir.
Sé que los propósitos elevados y patrióticos no son siem-
pre prenda segura de acierto ó de buen gobierno, si no van
& ellos unidas cualidades ó dotes especiales que no son en
parte alguna del mundo el patrimonio de la generalidad.
Comprcn<lo bien que no se gobierna impunemente en pue-
M8 —
blos jóvenes bajo el imperio de insüluoiaries complicadas
(|iH> srtlo se radican A expensas de! (lempo, del ejemplo y
del estudio; que no se admiiilslnm tan vastos intereseit ni
se manliefie larjío tiempo cierto usi'cndente i'ii la dirección
de los negoi'ios pt'iblicoü sin herir ó contrariar ambicionen,
propósitos ó esperanzas, más ó menos le;fítiinas.
No rae lio^o, pues, dusíones á este reápecto.
Sí bien no esquivaré jamás la responsabilidad de mís
actos como Immbre ó funcionario público, tampoco ten-
dré nunca inconvcnicnlc para reconocer mis errores, como
nrt \qs he tenido para cubrir con el manto del olvido
las malas impresiones que deja siempre en pos de bÍ una
vida de lucha activa y constante. Pero á mi alrededor,
observo rápidamente esta selcrta y numerosa concurrencia
que me es tan conocida; tie estrechado con verdadera efu-
sión la mano de una gnin parle de ella, y enüendo que el
espectáculo que ofrece la presencia de este gran pueblo de
mis amigos de la infancia, de mis ami^s politices, de loa
que lucharon á su frente con decisión y energía, justifícan
estas expansiones de complacencia <[ue no he podido repri-
mir, por()uc ello ínii>oi-ta dejar establecido (jue en Córdoba
se puede lucliar cou entusiasmo, con vigor varonil, sin des-
í'onocer la lealtad, el patriotismo ni la honradez del adver-
sario, sin rehusar al maeíslrado el homenaje á que su in-
vestidura lo hace acreedor uí negar al cumprovinciano que
vuelve al centro de los suyos, el testimonio de franca y amis-
tosa fraternidad.
Señores: llenemos ahora nuestra misión descubriendo la
estatua del grande hombre, é inclinémonos ante la gallarda
figura del ilustre guerrero de la Independencia y de las liber-
tades argentinas.
La ereciMÓn de este monumento puede considerarse como
la manifestación material tardía de un sentimiento que se ha
mantenido siempre vivo y palpitante en el corazón del pueblo
argentino; no es, pues, una repararión: es simpliMnenle el
pago de una deuda sagrada que jamás fué d(^soonocida. pues
es y será este uno de los poquísimos broiices levantados en
la América del Sud para perpetuar la memoria de un con-
temporáneo, sin que una sola voz argentina ó extranjera
haya protestado contra la justicia ó legitimidad de este honor
postumo tan merecido.
— «40 —
LííjoB do oslo, es el Geueral Paz el ímico argentino que
habría podido ilecircomo V.uiúu vÁ Mayor, ruainlo. iriararíHáu-
ilosí' algunos, sejfdti su biógrafo, de que. haltiétidose erigido
estatuas ü muchos liombres sin opinión, él no tuviese ningu-
ga, Ins rcHpondiÓ: m&s quiero que se pregunte: ¿por qué no
me han erifíido una estatua? y no que se iriterro^e: ¿porqué
iioe la han erigido'^
Hun pasado treinta y tres anos desde que el General Pax
dejó de existir; la historia ha pronunciailo ya su fallo sobre
el hombre ¡lustre, y la gran fijrura del patriota austero, «leí
militar de genio y del ciudadano jntacliable se do^staca glo-
rioeo, imponiéndose á la admiración de la posteridad.
El retrato de Paz está, como esculpido, puede decirse, en
la coueiotK-io de sus conciudadanos.
Fueron tan eminentes sus lirtudes, sus dotes, sus servicios;
tan indiscutible su superioridad, que hoy, hasta la tradición
popular recuerda sus hazaAas con los eniusiasuios de un
orgullo nacional.
Su retrato no necesita, pues, otro marco que la aureola de
patriotisun) que lo envuelve; pedestal inamovible <[el i|ue no
pudieron janiTis arrancarlo ni aún las otas embravecidas de
nuestras •íuerras ('ivlles.
Era ilustrado y virtuoso, amaba la disciplina, que es el
orden, y Icnfa el valor más útil, sin dejar de ser impetuoso;
la sangní fría, esto es, el valor reflexivo que .¡uzjra. previene
y dispone, casi siempre con resultado seguro.
Nació soldado ron la revolución americana por la Indepf^i-
dencía. Observando y estudiando á sus grandes servidores,
nos ha transmitido en páginas animadas sus juicios, sus in-
quietudes, inspiradas siempre por el más puro patriotismo.
Eximio en el con(H;imÍLMilo de todas las armas, arrojado
como Jinete, sereno y calculador como artillero, mezclado á
los acontecimientos y vicisitudes ih la guerra civil, liega, tiin
embargo, jiuru é ileso hasta nosuiros, porque ni aun la pasión
de los partidos, ejercitando sus odios, ha podido obscurecer el
brillo de sus servicios ni deprimir sus eualidmles morales,
empequeñeciendo su figura de varón fuerte é ilustre.
Soldado de la Independencia <lesde los primeros momentos
lie nuestra emanciparión política, jefe en la memorable gue-
rra del Brasil, caudillo constante é incansable en la larga
lucha contra la dictadura, el General Paz consagró toda su
'_ 450 -
vida al servicio de la Patria, sacrilicjlndose por ella cntodoa
los instantes y dedicAndole por completo su brazo, su es|»ada
y su clara íiiteli^fcacía. ¿La recompensa de tantos sacriíício8t
La tenía el General Paz en s[ mismo, en la satísracción de
8U conciencia.
«Defender su Patria» habfa escrito ft\ en la memoria pre-
sentada íi la Legislatura de Buenos Aires, en Octubre del 53.
«68 un deber demasiado santo; y los que lo cumplen digna-
mente, no necesitan otro premio que la satisfaceiiSn de su
conciencia ».
He ahí el retrato de niuíslro (írun Capitán trazado por sí
mismo. Sus servicios continuados y constantes, su talento
y su iieiño militar, superiores ú. su época, su rectitud y se-
veridad iittacliables, lo transformaron en una ítgura homé-
rica que debe servir de ejemplo á las generaciones présenles
y ruluriis.
Se le ha inculpado únicamente de acerbo en sus juicios
al apreciar bis aeontecirnieutns y los hombres de su época,
(-onfundíendo quizá la intlexíbílídad de su carácter, la rigi-
dez de su conciencia, la independencia dñ su juicio, la hon-
radez de su criterio con una cualidad contraria, que revelaría
un esptritu mezquino ú infatuado, una emulación pueril en
un hombre de su talla, (*» inia naturaleza apasionada é in-
justa, absolutamente ajena é incompatible con las relevantes
virtudes de a<iuella alma fuerte y abnegada.
Ninguna otra personalidad en hi Kepúhli(ui lia inspirado
juicios tan honrosos, tan fran(!Os, tan altos sin siquiera le-
vantar celos, ni despertar reacores, lo que se explica por el
respeto profundo de que dieron siempre testimonio á su
respecto, aun sus raSs encarnizados enemigos.
Vo, como jefe del Kstadu, como Presidente de la Kepú-
hUca. grande, ])odcrosa, floreciente, tal cual la anhelaba e!
ilustre patricio, é interpretando la gratitud y la hidalguía
argentina, me inclino con profundo respeto ante su sombra
gloriosa.
Saludemos, pues, senores, al domador del terrible Quíro-
ga, mirando después de ñ8 aftos el campo de sus hazaftos.
Dtsearso dal doctor Oalfin Gallo sobre la tumba del doctor Bomardo
Solveyra. el 31 de Diciembre de 1889
Señoren:
No Iraícro Vah palmas de \,\ apntrosís en ta mano para hon-
rar la (fraiuleza ú el k^iiío liumanoü sobre la tumba <le aU
guoo d'> SU9 rep res rentan Les; traigo tan »ólo lágrimas since-
ra» y pt'sur intenso eu mi nüna |>ara dedicarlas como última
y earínosa ofrenda ñ este muerto que fu^ mí amigo, y una
de las líaturalezas más bollas, como de los raraeteres más
noble^^ más rectos que haya encontrado en mi vida.
Vosotros habéis conocido á Beniai-do Solveyra, y e^loy
seguro (|ue más de una vez habéis sentido como yo. en las
momentos de fatigas ó de luchas, la influencia confortante
que su mirada severa y dulce, su sonrisa bondadosa y sus
palabras do consuelo y de alionlo cjerefa sobre loilo lo que
se movía á su alrededor.
El sentimieolo del deber, la práctica constante de la virtud
realizada con sencillez y sin esfuerzo, el culto de la amistad,
por la familia. |)or la i^alría. fueron los gulas iínícusque sirvie-
ron de norma á su existencia, y ante sus mandatos supremos,
todai! las energías de su alma se avivaban sin que conside-
ración at<;ufia pudiera (|uebrar la riitlexibiliilad del propósito.
¡Oh. qué bellas, qué nobles sun esas manifestaciones de
la naturaleza humana y cuántas enseñanzas se desprenden
de su ejemplo, como de la esfera en que se desen^'uelvenl
V si ellas, además, se encuentran reunidas á utta inteli-
gencia distinguida, á una instruccírtn viista y á un juicio
elevado y seguro, la luz que irradia del surco dejado por
tales vidas parece nacida del seno mismo de Dios.
No quiero ni puedo trazar el cuadro completo de la vida
de Solveyrri. Me faltarían las fuerzas y carezco adema» de
la delicadeza necesaria para pintar el conjunto armonioso
de bouflad y de energía, de ternura y de fortaleza que im-
prime su sello á lodos sus actos como hombre poUUC'O y
como hombre privado.
Irfí conocí enando salíamos recién de la infancia, y una simpa-
tía irresistible nos vinculó desde el primer momento, y eltafué
acrecentándose cada día al través de los bancos universitarios,
de los accidenles de la vida social, de las vicisitudes de la po-
Iftica más l;inle. [i:ira ci>n\ertii'se en una amít^tad estrecha é
inconmovíhln qiio jamfls fui^ entibiada por sombra altnína.
Era romo estudiante uno ile los más rlistintniídoí; Mili-e sii3
r.onipan(;rn8, sin que su superioridad liaya levantado en
ningún momer.lo ni rivalidades ni rosen t ¡mié ti tos.
Fué coma abortado el defensor de la equidad y de lajus-
liciiL, coinprondieado y cuiniitlendn naA deberes con toda su
austeridad.
V fuí** corno hombre público en los distintos pue^lns que
ocupó, Secretario de la Cámara de l>ipuladus de la Nación
y Diputado Nacional iníts larde, modelo de rectitud y de
honorabilidad, poniendo siempre al »er\'icio do su pafB todas
las altas dotes de su inteligencia y de su corazón.
1^ política lo atraía con esas seduceione-s ininteriusas que
ella ejerce sobre todos los espíritus esco^dos: pero á peítar
(le biibersp vinculado ron decisión y con firmeza A uno de
loí^ piírlido.s poUlícos militantes en épocas de agitación y do
turbulencias, jamíls el lodo salpicó su vesLidura, jamás las
malas pasiones encontraron eco en su alma, jamás los adver-
sarios pudieron contarlo en el número de sus perseguidores.
Era orador: sus discursos consignados eu los diarios de
sesiones serán mucho tiempo leídos con interés, no sólo
par la galanura de la frase y la elevación de las ideas. sinÓ
también por la serenidad doctrinaria, por la impersonalidad
de la argutnentaoión y por el aliento que respiran.
No sé hasta donde habrían alcanzado las grandes iloles
de que disponía si la enfermedad y la muerte, que le ace-
chabun desde largo tiempo, no le hubiesen vencido en la
mitad del camino, y en la edad en que se producen los
fndos mejor sazonados.
La Patria pierde en el doctor Solveyra uno de sus hijos
más <IÍstÍnguÍdos: un hogar hasta ayer lleno de encantos y
de esperanzas queda enlutado para siempre, y los que al-
canzamos á merecer su estimación, ésto tan diffeil de en-
contrar para el lílósoft» antiguo: un amigo.
Señores: inclinémosnos con respeto ante esta tumba.
Es la de un hombi-e de bien.
¡Aspiremos el perfume de virtud que de ella se eleva para
conservarlo en el rincón más íntimo de nuestra alma, allí
donde guardamos los recuerdos más santos, allí donde se
encuentra lo más noble y más puro de nuestro ser!
A
_ J&3 -
Discurso pronunciado por el doctor lacob Larrain. el 28 de Abril
de 1B9D. al Inhumarse en la Recoleta los restos del doctor
Guillermo Rawson.
Los vwíinoa de la provincia ih' San Jtiaii, 1:01110 también
los ftanjuaiiinos residentes en esta Capital, me lian eiirarjfufl"
que sea el intérprete de sus seiiljwientos en esta lú^thre
ceremonia, prünuncíatido alf?iinas palabras en boinenaje &
la memoria dt^l comprovinciano ilustre (|ue supo honrar la
tierra de su nacimiento con hechos rii<;nos de la gloriosa
apoteosis que hoy lo consa^íra la República.
La generación á que don Guillermo Rawsnn pertenecía lia
tenido una parte muy principal en la formación de nuestro
ser político, porque vino á la existencia en medio del caos
revoluciorjario y luchó con viril entereza en los tiemiios acia-
gos del despotismo, hasta llegar á tos días difíciles de la
organización de l.a nacionalidad, que es la grande obra ci-
nipnla<}a por sus esfuerzos y el titulo más hermoso que pueda
presentar al ajíradet-iiuiento y al respeto ele la (loslerídad.
jLa nacinnniídad! He iihí et ideal querido del doctor Haw-
m, que daba luz ásu méate y comunicaba tíavia geaerosa
& su corazón de patriotal PorteAo en San Juan, sai^uanlao
en Buenos Aires, tnte^racionalisla en el Congreso del Pa-
raná, sostenedor apasionado de la unión nacional en medio
de la lucliu ardiente de los [Kirlídos ponjue lenfa horror al
l'xalísmo provinciano como al localismo poi-leño. Hawson
fué en todas partes y en todo momento ar^^ntino, profunda-
mimte ar^'entino, sin veleidades separatistas ni falsos mirajes
de patriotismo regional que han extraviado más de una vck
el criterio de algunos de nuestros hombres de Estado.
El e^fclarecido patricio sólo concebía la nacionalidad ar-
gentina dentro del organismo fundamental de la Constitu-
ción, que le ha permitido combinar sus diversos elementos
desenvolviendo las fuerzas vivas que encierra á través de
capitales evoluciones en el orden social y político, que tienen
que conducirla, más tarde ó más temprano, á la realización
de sus provindeneiales deslinos.
La itnagen gloriosa de la Patria, engrandecida por la acción
virtual de los principios, esüiba siempre presente ul espíritu
del grande hombre y era la lus que perennemente le guiut»
— 256 —
caiiiitiú recorrido la fi^ra de ]os [nclil08 varones que le
dieron en otro tiempo sígníHcacíón y nombre ctii la Kepú-
blira. cuando descollaban eu el sacrificio Laprida y Aberas*
lain, en la acción La Rosa. Kojo en los pari ámenlos, en el
tfohierno y en la cátedra los Oro. Carril, Latipiur, Sarmiento
y Kawsori, (lUf paree*' ser el último eslabón tln la c-adeiia de
SUR hoinbreíí ilustre».
E*or eso el pueblo de San Juan se asocia con sentituieiito
de profundo pesar al duelo público que en estos momentos
tributa la Nación entera á su gran procer.
Que el apacible espíritu de Kawson se cierna sobre nos-
otros como ^enio protector de la nacionalidad que con-
eurrió á fundar, inspirándoims las grandes vírludetí cívicas
que practicó en vida, las cuales le lian conquistado el m&s
puro y glorioso titulo &. la admiración y al afecto de sus
conciudadanos.
Discurso pronunciado por el doctor Joaquin Castellanos, en la pri-
mera conferencia política dada en el Teatro Qnrubia por la
Uftión Cívica Nacional, el 13 de Mayo de 1890.
Stnorem:
Hablemos de Is Patria. Precedida por dianas triunfales,
rnndet-ftradií con todas las ¡nsi^rnias do la ><loria, cuii su
bandera desplegada al libre soplo de todos los vientos que
abitan la atmósfera moral de nuestro siglo, la Repúblii^
Anrentina se encaminaba sobre rieles de oro al porvenir, pro-
vocando en su marclia lempesladfs de eiiviíüas y de aplausos.
Kn corto tiempo recorrimos las etapas liistóricaí* en que
otros pueblos peregrinaron durante millares de años. Érantos
romo el carro de los dioses que, según la leyenda antJí.'ua.
de un salto avanzaba toda la o.xtensión de los horizontes
visibles.
Pero pronto hemos sentido una brusca detención en iiues-
Ltra marcha ascensional hacia las cumbres del )>rogreso: una
^(Icsviarión violeidií nos lia sacado de la órbita luniiiiosa que
nos marcaba el rumbo de nuestros grandes destinos, y en
estos momentos estamos en pleno eclipse moral, eclipse el
m/is prnftnido cpic en el borrascoso ciclo de nuestra historia
— *»7 —
vio^íacional estfi paralizadn en cuanto al ftinciona-
mienio de sus órganos reírulares. Un centralismo absorben-
te como no lo hubieran imaginado Um mus fanáticotj deíen-
«ores del régimen unitario, ha sustituido á nuestras formas
constitucionaÍpH de gohiermi.
El Presidente de la Kepúbhca ejerce de hecho toda la
Kiima del Poder Público; tiene en sus manos las riendas del
Poder Munieipal, la llave de los Bancos, la tutela de los Oo-
biertins de Provincia, la voz y el voto de los miembros del
Congreso, y liasta maneja resortes di^l Poder Judicial; des-
empeña además lo que se llama la jefatura del partido
dnminanle, partid» cuyos miembros son entidades pasivas
que no deliberan, ni resuelven nada, ni ejercitan funciones
p&blicas, y que se han acostumbrado á mendigar al Jefe como
UD favor las posiciones que debieran alcanzar en el Comlcio
como un derecho. El Presidente ejerce de hecho las facul-
ladrs Pxlraordififiriiis á que hv refiere la Constitución cuan-
do, teniendo eii vista antecedentes tristemente nolorios en
nuestra vida política, dispone que aquellos que las proponga
á favor de un gobernante sean considerado como infames
traidores á la l'atria. Y estas facultades extraordinarias, nadie
las ha (vedido expresamente; pero, sin proponerlas, se las
ban entrcfíado al Jefe dd Poder Kjeculivo por la renuncia
licita que han hecho ntnis i-amiis del Poder Público de sus
atribuciones y prerrogativas.
Bajo semejante sistema, no es extraño que del palenque
^e nuestra» luchas electorales se hayan desalojado á sus
pacitlcos cambalicntes con las bayonetas y el fraude; los
«trios están desiertos ó sólo frecuentados por los que ahora
tienen A su cJirpo realizar la farsa irrisoria y chiica que ha
sustituido al acto más importanle de nuestra vida cfvica.
Los Comicios, que un tiempo fueron templo de las liberta-
des públicas adonde el pueblo se congregaba á celebrar los
ritos del evangelio republiíano, ¿sabéis ahora lo que sonf
Por fuera, santuarios profanados: por dentro, cuevas de
malhechores.
Nuestra Constituciúu. fruto de esfuerzos y sacrificios de
varias generaciones de argentinos: punto de concordancia
d(í nuestros partidos tradicionales y resultante histórico de
la elaboración orgánica de nuestra nacionalidad, se ha con-
vertido al presente en lo que opinaba Don Juan Manuel
OutroM* Aaocvny*— 1\hbs XT.
17
Bans de lodM lu eonatitadoBei, «m earU «firíjprii al Ge-
oenl Ldpau de SenU Fe, en que le deciK «^Cdoio pccta»-
de. compadre, que puedi gobernarse Km una CoBSÜtuñóat
¿Sftbe udteil to que e» una ConslituriúnT ;E» nada mis qnr
oa nudernito de papel! • Pues & rso. i un cimderwto de
^pel inútil ha quedado reducida Duestn Cana Fasdaroen-
lal. arca de aJtanza de loe argenlinox, decálo^ poiníro que^
á »eiB«ianza de aquellas tabüm de la le;* dictadas al pocbk^
helireo dcAde lait rumhreí* tenipestucmait del Stoaf. fu¿ tu»-
bien etcríta en medio de to» reUnipaRoe y Irueiios de nuea-
tnfí lurhaK driles y que por su alta doctrina y asa fines
providenríaleM. podría también alnbuinte 4 una reveiactóf»
drl espíritu de Dice.
De las autonomías provinciales no queda má» que una
en pie; jr no por riertn porque la hp^emoiiía rfirdobma do
httjra deseado abatirla, 6\n6 porque f>l prestitno. el nombre
y el poder moral de la primera provincia arvenlina le ban
lurvido ür baluartp tnexpu<rnabl(*. Todas las dem&s lian raido.
Su «oy injusto ni exagerado, y quiero declarar en honor
fie la rerdad que. á pesar de haberse reetableetdo en muchas
provincla.<< el réfrimen político del raricazgo, este sistema
md^fu. de pobit^mn Ȏ realiza en el presente guardando
formas m&8 cultns que en los tienipus del Chacho y de Ibarra.
Xo podía ser por menos cuando muchos de los que deeempefiao
ahora el (argo de raríquee tienen títulos unÍTersitaríos. Ya
no se manda á los adversarios políticos á los desiertos del
Brucliri: ahora súlu se les manda ¿ la cárcel; ya no se de-
jrOella por In nuca, y sólo se Tusila en el caso extremo de
una loanifcj'tatinn política contraria ni Gobierno: tampoco se
deslierra sínó u^alldo ile medios in<lirectos tiftiiejunles á loc
que tenían en Roma para los condenados al ostracismo, de
quitarles el a^ua y el hietm. Ya sólo se estaquea k los opo-
sitores en su reputación y en sus nombres por medio de las
f-acelas otieialex. Ya no se imponen más contribuciones extra-
ordinarias que algimas multas por semana. El suplicio del
ce|>o. que antes so usaba en los cuarteles, ahoni lo ejercitan
los buenos otícialcs de tierra adentro con los ciutladanos que
cometen el desacato de no ser parlíilarios del Gobernador:
ahora ya no se apalea sínó á los periodistas, ni se asaltan
más casas que las de las imprentas. ¡Para reasumir, seAorett.
tenemos en lu Itepúhlicn trece Córdobas!
- 9&9 -
Nuestro Parlamento, que fué en un lierapo el ilustre
Arei^pa^'o de las notabilidades riel país, compuesto ahora con
eleinentoH rrclutailus entiv la plclje intelectual ilií la Kepú-
blica, se ha convertido eu simple comisión aprobadoro de
Indos los; orlus del Poder Ejecutivo; de complacencia en
coniplurencia, de huinillacírSi) <^ii luimill.'ii'ínn, nueslriis Cú.-
rnaras Jiaii descendido al nivel de la Legislatura du Ho^as,
BÍn tener ni siquiera la disculpa del terror; nuestros l^isla-
dores son á la vez empresarios, y con las mismas manos
nue lirman la.s leyes dtMilro del recinto, rubrican en la:s an-
tesalas contratos de nej^ocios. Merecen con más justicia que
tos representantes del pueblo inglés el letrero infamante
con (pie Gronwell si'Uó hts puerlas del Parlamento de su
IMlria. «Casa paní alquilar».
¿Y nuestro ejercito? Ksa coluiiina de í^loria de lu naciona-
lidad argentina, eo cuyas filas lian revistado Ioa más ilus-
tres Generales de la América y los soldados nifts bravos y
sufridos del numdo, el eji'^rcíto que es nuestro oi^ullo, el
guardián de nuestro suelo, el depositario de nuestraít tra-
diciones le^Mflarias, la imagen viva de la Patria en su fax
heroica. ;sabé¡s lo que hacen de él? Tratan de corromperlo
sustituyendo á la ley de las recompensas y los ascensos por
la antigOedad y el roérílo, los Influencias del Poder y los
antojos del favorilisnio.
yuiercti (|ue nuestros Iwtalloncs desempeñen la misión de
iu|uel famoso ó* de cazadores que en la República Oriental
sirvió á los despotismos de los Ijalorre y los Santos. Quie-
ren convertirlos en destacamentos de palacio y en guardias
pretorianas: y no. seAores; pueden aisladamente mandar
nuestras tropas á derrocar Gobiernos ó á impedir eleccio-
nes; pero \>l ejí'rcilo art<entiiio en masa no será nunca «n
instrumento de opresión; porque el ciército no es un ele-
mento extraño y antaiíónicu al pueblo; es una fracción mi-
litarizada d^l pueblo, es el pueblo mismo armado, sirviendo
de portaestandarte á la bandera nacional, esa insignia lau-
rearla i|uc lia recorrido mhn distancias y tía trepado á ma-
yores alturas en el globo terrestre, que las águilas latinas
y la imperial enseña déla Krancia coui|uisladora.
Nuestras leyes polflic^is sólo sirven ahora para desacredi-
tar ante los extranjeros que habitan este suelo el sistema
de gobierno demncn'ilíco, pues al presenciar el modo nega-
- 260 —
tivo como aqu( se le practica, sostienen con razón que en
inuctiíis Monanjuíiis europeas liay mks libertad pnlltíctt que
en estas decantadas Repálilicas: elloH recuerdan con justicia
que en alptinas naciones del viejo mundo liay Monarr.n.s que
son Presidentes con el título de Koycs, mientras que aquende
el mar conocemos Jefes de Estado que son Reyes con el nom-
bre de PresidenlCH; pero monarcas vulgares, que tienen lo«
atributos materíales d<'l poder omnímodo sin el prestigio del
cetro ni la majestad del trono; autócratas plebeyos, en cuyas
cortes existen todos los vicios sin la cultura de las aristo-
cracias de la sangre.
Pero no son. señores, los abu-sos del Poder lo que m&s
puede alarmar nuestra patriotismo; los bombres que nos
Kobiernan no tienen talla para tiranos; del despotismo no
conocen las grandes ambiciones, sino los bajos instintos;
ellos no aspiran al mando por las viriles satisfacciones del
dominio, de la espectabilidad y de la gloría en que se agi-
ganta la personalidad bnmaua: no; sus tnóvÜes son menos
elevados, pero más positivos; prefieren el dinero á tos aplau-
sos: más les agrada el obsequio de una piedra preciosa que
el de una rama de laurel, y con más gusto ubicarían su
persona en un suntuoso palacio de la Avenida de Mayo, que
sus nombres en una brillante página de la tiistona. Son
nada tnás que mercaileres, y liacen su negocio; ellos no
ambicionan {:ambiar nada, sino lucrar en lodo; honibres-
eseorias que las revueltas corrientes de la política han lle-
vado por azar á las alturas, pasarán sobre ellas sin dejar
otro rastro que el lodo de tas ondas turbias en que han
subido y en que bajarán envueltos; ellos ban suspendido
la práctica de la libertad y el ejercicio de tas instituciones:
pero el día en que caigan, pues caerán, no tengáis la me*
ñor duda, la máquina constitucional volverá á funcionar re-
gularnu'tile; pues si bien e^tá sin moviniierito, no lia sido
desmontada, porijue no es dado á los pigmeos derribar una
obra de gigantes. El daño y el peligro reside principalmen-
te en esa red de inmoralidades que envuelve á toda la Ad-
ministración Pública; en esas influencias corruptoras que
bi^an del Poder y que se extienden con tanta mayor fuer-
za y & tanta mayor distancia cuanto más alto está su punto
de arranque; el dafto y el peligro residen principalmente en
69e mercantilismo impúdico que lleva á los hombres del
Jtti
— 461
partido Jomíiiniitf &. convertirlo todo en materia de comer-
rio, In» [>Qs¡(>Ínnes políticas, las obras úei Estarlo, tus reiilus
y los pertionaB; t':t esa sed de lucro Uevada iuá.s allá, de lu
concebible, que los impulsa á especular con el crédito del
paÍB en el exterior, y & jugar con su tranquilidad interna.
VA iliino y el pclig^rn eslári en ese i^ÍBloma ilf! .idulucirui re-
;;lainentada, d<' complacencias cortesanas y de intrigas pala-
eiegaH con que se explota la debilidad intelectual y las
pasiones intemperantes fiel Presidente de la República, cuyos
allegador le cobran en prebeiidat; lo que le dan eu lisonja».
Kl daño y el peligro están en In» ejemplo» desmoralizadores
de esas muestras de abyección, de esos sentimientos de servi-
lismo que diariamente reciben los altos funcionarios de los
que ocupan las capas intermedias del Poder, y que son desde
ahí sierros para los de arriba, tiranos para los de abajo.
Los fraudes. las venaliilades y los abusof* no me sorpren-
den; son actos de hombre: <:on frecuencia se lian cometido,
y nunca poilrán exlirparst» en absoluto. Perú lu (¡ue distin-
gue una Administración honrada de un Gobierno desmoralí-
¿ado es ipie en atfuélla se castigan los actos punibles que en
éste se toleran, ¡(^ué digo se toleran! Entre nosotros se esti-
mulan y 6C premian delitos que en otra parte barlan que sus
perpptmdores llevaran remachado al pie un grillete de pre-
sidario. El rasgo que mejor caracteriza el bízanlinísmo que
nos domina y la descomposiríón que nos iiix-idc, es que los
actos más ¡udecorosos. los atentados más torpes ¿ las leyes
y á la nuinil pública, no sólo se consienten, sino que se
aplauden; no cólo se aplauden, sino que constituyen cartas
de recomendación para el partido y pasaportes de ingreso
para los puertos públicos. No hace mucho tiempo que en
Nueva York un alto funcionario, los miembros de la .Munici-
palidad y un banquero opulento que los había sobornado,
fueron á la cárcel por malversación de fondos. Entre nos-
otros, los delincuentes de la misma especie insultan impune-
mente á la sociedad con su presencio, y pensaba decir que la
escandalizan: |>ero recuerdo ([ue ahora ya nadie se escandaliza
por nada. Amortiguad.-i la susceptibilidad pública, fwrdidacasi
en las conciencias la noción de lo honesto, horrada en muchos
espíritus la línea que separa el mal del bíen, hemos llegado
& un oeafio moral en cuyos cambiantes cr^usculares, bay
lucei* que se alejan y sombras que avanzan. Pero la luz re-
- ^ii -
lortiará; retorna ya fie«<ie el íiistaule en que se ha levantado
el pueblo y fr4'nln á Irente á los (.lobiernos corruptores, Á
los letrddoK que le i)rostiluyeii cu su crec?i(*¡a y el vuljro dfi
lacayo!) que les sigue, les arroja con la voz y con el hecho,
el quomqHc tándem Catiíimí, que loa delenj;» en sus perpetuas
conspiraciones roiitru el bien público y los obligue k á reti-
rarse confusos y atolondrados del escenario político i]ue hají
desnivelad» con sus deaói*dene» y manchado con sus torpezas.
Eni ya lieinpo de decirles: ¡basln! Era ya tiempo de detenerlos
y detenernos en esta pcnílicnlc funesta en (|ue íbanuis arras-
trados hacia el atiisnio de una decadencia prematura, como
esas turbas desatinadas que pinla la visión npofah'ptic^i, gi-
rando en danzas locas al borde de obscuros precipicios.
Pero, seftores. seamos justicieros; si ellos son culpables
por lo i)ue han hecho, nosotros lo somos por lo que iteraos
consentido. Hemos prestado & sus actos la complicidad de
cobardes tolerancias; ellos son nuestros vicios sociales indi-
vidualizados: si han escalado et Poder', es al abrigo de nues-
tro alNitimienlo político; si se han mantenido en ^1, es iil am-
paro de la postración cívica en que yacía la República,
convertida loda ridera en irnnensa factoría y en vasta carpeta
de juego, donde se hachaba al azar de las especulaciones la
fortuna privada y la pública, las economías del présenle y
las reservas del porvenir, las firmas de los Gobiernos y ei
honor de la Nación. Era ya tiempo de reaccionar.
Hoy hace un mes que la Capital de la Uepfiblica presenció
un movimiento de opinión iligno de los tiempos clásicos de
la democracia ar};enlina. Fué la condensación de indí^naciuueH
públicas contenidas, de anhelos patrióticos sofocados; el esta-
llido de fuerzas populares que regresaban al campo de las
luchas políticas después de un largo ostracismo, con la reso-
lución enérgica de cerrar para iniestra Patria esle período
<)e vergflenza, y recibir una era digna de sus antecedentes y
de sus destinos.
{Y qué fácil ha sido amedrentar á los Gobiernos sín opi-
nión y sin prestigio! Ha bastado que el pueblo se presente
para que tiemblen aquellos que en las esferas del Poder son
semejantes á la estatua del sue&o bíblico, emblema de las gran-
dezas falsas, que tenía de oro la cabeza, de hierro los brazos
y los pies de barro. La interpretación de este símbolo la en-
cuentran los pueblos en la hora de las reivindicaciones.
-. 263 -
Aquella solemne vi^oro^ manifestación de opinión, repre-
sentaba en nuoiítra actualidatl polilica lo (|ue la nube relam-
pagueante en iiiediu iln una atmósfera cargarla de elluvicw
■de tormenta. Uu ministerio improvisado bajo el im[>erÍo del
temor, surgido en la hora de la alarma, TuA el pararrayo
■que desvió la descarga eléctrica, pronta &. entallar sobre uiu-
cha» cabeza8 culpables.
Külamos en un momento de tregua, & la espectaliva de la^
promesas con que el Presidente de la República ha procu-
rado calmar his ánimos y retardar el ruidoso derrumbamiento
del sistema político en que se afianza.
Sin hacer alarde de pesimismo, cumple k mi sinceridad
declarar que no cnníTo en la enmienda de estos pecadores
empedernidos, en el arrepentimiento de estas Magdalenas
politicéis (|ne en la hora del pelii^ro recién se acuerdan de
veair íi derramar óleo y perfumes á los pies del pueblo, de
ese Crisl» de lodos los tiempos, que tiene también Judas que
lo venden. Pílalos que lo entregan y sayones que lo crucifi-
can, y que en presencia de sus despojos palpitantes se re-
parlen los girones de su Iónica despedazada. Vo no creo en
los hombres, bojas efímeras que arrastra el torbellino délos
acoulecíniientos; yo creo en los acontecimientos, porque son
ellos los que resuelven la incógnita de todos los problemas.
Kn tanto que ellos se produzcan, preparémonos á celebrar
el 35 de Mayo que se acerca. Después de Ires años, recién
somos dignos de cmunemorarlo: i-ecién podremos sin rubor
evocar la imagen de los grandes dtas y las sombras titulares
de nuestros muertos ilustres. Recién podremos presentamos
con la frente erguida ante las estatuas de nuestros héroes;
y si queremos solemnizar debidamente el natalicio de nues-
tra libertad, démonos cita en ese día al pie de la pirámide
de Mayo y atli juremos restituir nuestra Patria á la plenitud
«Je su honor y de su gloria.
He dicho.
Discurso pronunciado por el doctor Eduardo Costa en la manífevte-
cíón popular de la plaza San Martin, organizada para despedir al
General Bartulóme Mitre, el t de Junio de 1890.
General MUra:
El pueblo inmenso que veis aqiif reunido, viene á saJurla-
1-08 en el momenlo en que os tJísponéis á dejar el suelo de
tu Patria, que tanto habéis Hervido y tanto habéis amado.
Y no vienen síilo los amigos que compartieron vuestra
tarea eu la olira gloriosa; vienen también vuestros adversa-
rios de otros tiempos, hoy vuestros amigos; vienen también
hm extranjeros, vinculados k nuestra suerte, próspera ó ad-
versa; es, en mía palabra, el pueblo etitero el que viene á
presentaros la expresión efusiva de su gratitud imperecedera
y sus votos m&s fervientes por<|ue el reposo que tan Justa-
mente hahfis conquistado traiga á vuestras fuerzas ia re-
paración necesaria en bien de todos.
Vuestra vida. General Mitre, ha sido por medio siglo la
vida del pueblo argentino.
Después de la raída del tirano, en el Parlamento, en la
prensa, en los campos de batalla, al precio de vuestra san-
gre, concurristeis cual ninguno al Iríunfo de la libertad, en
la nueva eni de progreso y de reparación (jue se iniciaba.
Ai frente de lu provincia de Buenos Aires y sobre esta
baae históric4i, cúpoos la gloria, la más grande entre todas,
de reunir la familia argentina, dispersa cual la de Israel.
Llamado & presidir la reconstrucción nacional, al través
de la oposición más ardiente, de las rebeliones en el interior,
de la guerra extranjera conduciendo los ejércitos aliados k
la victoria, vuestra admíni.stracián ha quedado grabada con
caracteres indelebles en todo corazón argentino, no ya )>or
las grandes obras realizadas, sino como un modelo de pu-
reza administrativa y de respeto por los derechos de todos.
Al descender de la Presidencia, pobre, sin recursos, de-
jando á la Nación en el pleno goce de su libertad, próspera
y feliz, habéis buscado el pan de cada día en el trabajo
honrado del obrero que lucha por la vida.
Desde la tribuna del legislador, desde las columnas de la
hoja diaria que recibe vuestras inspiraciones, habéis dírígidc»
al mismo tiempo, cual estrella luminosa, la opinión; habéis
9GÓ -
rsciilpiílo én páginas de oro los hecbos íninnrUle:^ de la epo-
peya homérica de la emane i pac ion aiiieric;iua eu vuestros
Ptirasofl indiiiPtilos <le oolo y liotirudo his Iclras ar^nlinas.
Jomas vida alguna fué mkn coitiplota eiilrc iiosoLi-u». Ja-
mAs la acttóii de un hombre sobrp Iob destinos de su país, en
la paz, en la guerra, á la cabecera del eiirenno. ert las ^randeif
colamidudes públiras, si< extendió por un período más dila-
tado ni non más (;rant[e efícaria en el sentido del bien.
Os ha cabido. General Mitre, la fortuna <jue poros alran-
Earon: de asistir en vida al juicio de la posteridad.
Vuestros méritos, vuestros servicios, no se discuten: for-
man parte de la conciencia pública y son Iii baKe del capital
político y moral de la Nación.
I^ afección i>nlu^insta de) pnebln ns In lia «leinoslradn
siempre, y la persistencia de este senlimiento inalterable, en
medio de la» vicisitudes de nuestra vida afeitada, es un he-
cho que, 8Í 08 honra altamente, no honra menos al pueblo
que la profesa.
Esta afección que os acompaña, invariable siempre, en el
Poder y fuera de él, cuando nada tenéis que dar ni que
ofrecer, es la condenación más solemne de la ieorín vergon-
zosa del /-xito y la prueba más inequívoca de que existe
innato en el corazón del pueblo el sentimiento de la virtud,
de la moral y del delwr.
;Por t\u(' razón, fíenera! Mitre, se ha prcfíunlado muchas
veces, habéis alcanzado una popularidad que no gozaron ni
Rivadavia. ni San Martin, ni Bolívar?
No es, por cierto, por lo pureza con que administi-áteis los
dineros del pueblo; no es por vuestra honradez, por nadie
sospechada, virtudes vulgares, de que sólo se hace mérito en
épocas de lastimosa depresión mora).
Es r(. aparte de sen'icios no menos merilorins. fior la
elevación moral de vuestro carácter, no desmentida en cin-
cuenta artos de vida publica ni por una palabra ni por un
hecho.
Es si, porque cualesquiera que fueran las apreciaciones
(|ue la pasión inspirara en el momento, el pueblo jamás puso
en duda ni vuestro patriotismo, ni la rectitud de vueslroM
procwleri's.
Eri. sobre todo, porque, depositario del Poder en un grado
que gobernante alguno alcanzó enlre nosotros, en vez de
peipetuarou en él, trasmitiéndolo á un uucesor, lo devulvís-
teis al pueblo en toda su liUegridad.
Y ea (!sta la enseña nxii elurna legada por viiuslro [>alrio-
tisnio k las generaciones venideras que, si no ha íiido fe-
cunda en el preu«ute, ha de prevalecer al fin, perpetuando
vuestro nombre en el futuro.
Al daros abora. General, el saludo de despedidla oombre
del pueblo, os aseguro que vuestra ausencia dejará en su
Heno un vacio, |M)r demás difícil, sino írn|K»sJble de Ileriar.
Al deciros adió», no encuentro palabraifi bastante e.xprp-si-
vas para manifestaros otra vez más la gratitud del pueblo
argentino por los servicios iuapreciables que le habéis ren-
dido. Y perrnitíilme aliora. General, que con los mejores
>olos |K)r vueslia prosperidad y porque volváis luego res-
lableciilo al seno de la Patria, de que sois el liijo predilecto
y que necesita ai'in vuestros servicios, pei'mitidme, digo, que
como amigo que os acompañó en la labor, y á nombre lie
todos y cada uno de los babilantes de esta tierra, admirado-
res de vuestras virtudes, os dé el abrazo afectuoso de des-
pedida.
Olscurso del General Mitre, en contestación del anterior.
Seiioreg:
Hemos alcanzado días más propicios que los (jue tunarou
A los grandes fundadores de la sociabilidad argentina que
formaron la conciencia de un pueblo libre, y e^ta grandiosa
manifestación popular asi lo dice.
IjOs millares de cíndadanos y de extranjeros asimilados á
nuestra vida nacional que veo aquí reunidos y animados de
un sentimiento benévolo, y las generosas palabras que me
han sido dirigidas en su nombre, me dicen que me hallo en
presencia de un pueblo que tiene el instinto sano de la soli-
daridad social, penetrado dn la noble pasión del bien público,
que ante todo respeta en los hombres que han ejercido el
Poder Supremo, su consagración á los intereses generales y
su anhelo por satisfacer las legítimas aspiraciones de la colec-
tividad, que es lo único que dura y se incorpora á la existen-
cia progresiva de las naciones.
— 267 —
Por eso. esta manirestacióu de simpatía, ofreciiJa espuutá-
itpjiin^iitp k iiiisíniplt' oiutiadano que un tiene fuer-za ni |K)üer,
bonra tanto al pueblo que la ofrece comu al ciudadano que
la nicibe.
Yo la acepto con profundo reeonocímienlo, no porque crea
que lo nterezcuu mis servicios en el espacio de medio sítalo
de lucÉia j <)e trabajo en (|ut! todus (Vamos combutíeiites y
cola Im) rudo res. sino como un testirnonln de que el sentimiento
solidario ilel bíen pübliro que guió y que inspiró todas mis
acciones en el íioliierno. es lo que me liace vivir aún en la
memoria de mis conciudadanos, con cuyos intereses perina-
oenles de lodos los tiempos procuré siempre ídentificarrae.
1^ uhra ea el pasado ba sido dt; lodos, porque sín el
cuiistíjo de los bombres ile buena voluntad que me lian
acompañado en la Urea, y sin e) concurso del pueblo en
masa, nada babria podido liacer yo solo para establecer un
orden de cosas duradero, contribuyeudo á formar la con-
ciencia pi'ibtira. que es In que imprime su carácter moral á
pueblo» y (Gobiernos.
Kl iiJeal de un pueblo bíen constituido es el equdibrio
estable entre la libertad y la autoridad, de manera que pue
blo y Gobierno formen un conjunto armónico, que ambos
concurran á la normal i¡ui,c ion del orden y su doble y fecun-
da acción se prolongue en el futuro.
De uno de los resultados que nos acerca á la realización
de ese irleal, me ba locado la fortuna de ser agente: ul
inauííurar la era de los gobernantes responsables, que des-
pués de cumplir su mandato pueden continuar viviendo pa-
rJñcamente en su pais al amparo de sus leyes, para ser
juzgados con etiuidad por el pueblo según sus méritos, y aun
perdonados sus errores en honor de las rectas intenciones,
en vez de pei-seguirlus como en otros tiempos.
Antes, los mandatarios supremos eran condenados al os-
tracismo ó á. la mtierle, y se les negaba, como á Kivadavía.
basta el fuego y el agua ea la tierra de lu Patria.
Hoy el pueblo despide con afecto á un ciudadano que fué
8U mandatario, que va á ausentarse por algún tiempo de su
país, confundiendo sus aspiraciones y sus esperanzas en un
..abraio de generosa simpatía.
Por esto decía que babfamós alcanzado días más felices
que los que tocaron en lote á nuestros graniles antecesores»
a»
ipie oo k^isaron ni aun \Ím Ift ntampmum. «le ia p<H>t
eofU' ' han > •'spMnr en «i ^rpntorn
honit •....,* ... '*" la j ,. ..^iiuna-
Tal «a la .ció» ifue 'loy j i»li* odo^ ademán úttí
i|up ta benpvolenria <ie taw eanrmiiaiüinait ba npicndo «far-
Ift, y él M ••fia 'juit rti óilln (tnrwnmitií ite lu •>■ : ■
í»l<»r:i 7 1 •f'nropf^mia «i iraifliini. rt* la ley >
las ilmnuvr^aiF. y que nu tuiy ^xito insyor coran muy búa
araba rl<* ilecirse. q^e la .xpmboetria iim* «« ioMpira en ta
moral pública ;r «n «1 deber ttomptiila
En (irf*w!nria de fata hermfwa espectácnla mcuenlu la»
pAlubrui Hp un viajam que. dntpuéü «I» rerurrar ai uiuuflcK
decía que lo úbíb» qpe haMft a^reniliitoerai amaraiáa &9tt
PUría. raroneiKln4Ma cm» ettb.
To no neresitn anflentumie país aawr máa á la aiíu. En
pKt «-im mi paÍH. cnn simpatía t\ ümtituil pora Lod»» -m
st' '- -Kidier puedo dar á *JMÍB» aU adíA» á la 9<)uiiir«
fi> 'leim hapa k» auiyiaiíai iM p^hiatBfma.
Sle anima I* fraa iripiiri— n 4k ^phl al lapaau & lu Cía-
n» aatal.w!> HuAHa dÑipada
«nCnrbíBa aiieatm fcuii— te l^piinK, f
fcab» baa&a donde ea paaAfa; h»
hm aripítiCñinH ; de inrfas lo» que en tUa rárea al
de !4tiM lejas hiiapüiÉiiiiiii paaqaK «i
ee ser MfiK» ea d^pi» (k aer ttn^y 4
mno^ eon eqniílMl f can jiaHwii
CompveiHlo» ii Üiwii i. qa» ladto aaaato he ünha «s
en priwiMia di» laiBüa graaAaM anaShatacito t
nei enoasaia ouKwao ifoa ai
scntínñeat» hitinaa qiaa laaa ftada bm aer en «ata
■hlmi <— ^a iipiiMi mk ptaiw^ y
paraldtohMsr
r la» sdla paaih
aarft al lad» M pwftéa. & «»■ a» debo.. 7 A
wtas
defaa
— «0 —
Proclama de ta Junta Revolucionaria, presidida por al Dr. Leandro
N. AIem, el 26 de Julio de 1890, seguida de otros documentos
que complementan el periodo revolucionario de dicho ano.
A¡ pueblo fié la República:
Coiiocetuos y medimos las responsabilidades que asumimos
ante el pueblo de la \ación; hemos pensado eu los sacrifi-
cios que demanda movimiento en el que se compromete la
tranquilid.'id pública y la vida misma de muchos de nuestros
conciudadanos: pero el consejo de patriotas ilustres, de los
grandes varones, de homhre.s de bien de todas las ela.se8 so-
ciales, de todos los partidos, el voto unánime de las Provin-
cias oprimidas y hasta el sentimiento de los residentes ex-
tranjeros, nos empuja & la acción y sabemos que la opinión
pública bendice y aclama nuestro esfuerzo, sean cuales fue-
ren los sacrificios quv d^^mande.
El movimiento revolucionario de este día no es la obra de
un partido político. Esencialmente popular é impersonal, no
obedetíe ni responde á las ambiciones de círculo ú hombre
público alguno. No derrocamos el (iobíerno para reitarar
hombros y .sustituirlos en el mando: lo derrocamas poríiuc
no existe en la Torma constitucional; lo derrocamos para de-
volverlo á liti úp qup el pueblo lo ronsUtuya sobre la l>ase
de la voluntad nacional y con la dignidad de otros tiempos,
destruyendo esta ignominiosa oligarquía de advenedizos que
ha deshonrado ante propios y extrafios la» instituciones de
la República.
Gl único autor de esta revolución, de este movimiento sin
caudillo, profunda mente nacional, larga, impacientemente espe-
rada, es el pueblo de Buenos Aires qne. fiel á sus tradiciones,
reproduce en la hisloria una nueva evolución regeneradora
que esperalran anhelosas todas las provincias argentinas.
El ejército nacional comparte con el pueblo las glorias de
este día; sus armas se alzan ¡(ara garantir el ejercicio de las
insLitucíones. El soldado argentino es hoy día como siempre
el defensor del pueblo, la columna mAs firme de la Consti-
tución, la garantía snlidii ile la paz y de la libertad de la
Kcpública. La Constitución es la ley suprema de la Nación,
es tanto como la bandera, y el soldado argentino que la de-
jara perecer sin prestarte su brazo, alegando la obediencia
— «70 -
pasiva, no seria un ciudadano armado d(! tin pueblo libre
KÍnij el instrumento ó el cómplice de un dé&polu.
El ejérrito no mancha 8U bandera ni su honor militar, ni
mi bravura, ni su fama en un moltn do cuartel. Los solda-
das, sus oficiales, sus jefes han debido cooperar, han coope-
riHÍo k esle miivimiento porque la cauKu del pueblo es la causa
Ú9 lodos; es la causa de los ciudadanos y fiel ejército, por-
que la Pídria está en peligro (N* perecer, y porque es nece-
tíario salvarla de la catástrofe.
Su intervención contemlrá la anarquía^ impedirá desórde-
nes, ^ranlizarú la paz. Ks 8U misión conslituciorial. y no
la tarea obscura y poco honrosa de servir de genrlarmería
urbana para sofocar las lihertudes pt'iblieas.
KI período de la revolución será translLorio y breve; no
durará sino el tiempo indispensable para que el país orga-
nice constihicionalmente el gobierno revolucionario y se efec-
túe la elección de tal manera que no se suscite ni la sospe-
cha de que la voltiidatl nacinnal haya podido ser sorprendida,
subyufiada ó defraudada. Kl elegido para el mando supremo
de la Nación será el ciudadano que cueute con mayoría líe
sufragios en comicios pacíficos y libres, y únicamente que-
darán excluidos, Romo cainiidalns. los miembros del Gobierno
revolucionario que espontátieumenle idVt'CL'n al país csla ga-
rantía de su imparcialidad y la pureza de sus projtósitos.
Por 1« Jaula Rerohiflokwia;
T^indiv iV. AletM. — A. del Valle. —
.V. Deiiiftrfa. — At. <imfp.nn. — Junn
Joxé Homero. - Ijitcio V. lApes.
OECRETO OFX ÍIOBIERNO REVOLUCIONA BIO
Ba<>nOii Air<H>, '2h «le Jiilin de 1H90.
Rt fíohirrno revolucionario
dkcheta:
Artículo 1.' Movilízase la Guardia Nacional de la Capital.
Arl. í.' He los ciudadanos que se encuenlri»u actualmente
en el par<[ue de artillería, se formarán dos batallones, el pri-
- «71 —
mero bajo el mando del Comandanle Joaquín Montaña, y el
sf^undo bajo el mando del ciudadano Pedro Campos.
Art. ■^." Ni'mibrase á." Jefe del I." batallón al Sargento Mayor
Doniinjro Kebuciún, y 2/ Jefe del S.* batallón al Capitán Xi-
colás Mcntndez.
ArL i." Pulilí(|iii!Ke etr.
LejInuro N. Alcm.
Miguel Gonetta.—JuaH Jotré Homero.
OTHO ORGRETO D£l. liOBlKK.VO HKVOU'CJOXARin
Únenos Airpii, Jfl ilr Jnlío dn l(íW).
Sí Otibiento rccoliiciotutrio
dkcketa:
Arlfrulo I." Xónibraí^e Jefe de Policfa de la Capital al ríu-
dano Hipólito Irígoyen.
Art. "ir Pubtiquese. etc.
LKAKono N. Alkm.
Miguel fíoyena. — Jitan José Homero,
NOTA DEL (tK.VRRAI. MaNLEI. J. CaHPOB AL I)R. L.KANDRO N. ALEM,
KXI'OMRXnO LA SITUACIÓN DB LOS RELIOEIUNTIM
Hoenoií Aires, Julio 38 ilc 1H90.
At señor Prcaifí^nle tte la Junta rerolticiotutria, Dr. D. Leandro
X Atem:
Ten^o el honor de diripipine A V. R. cuiiiplíendo los die-
tadoA de mi eoiiciencia como soldado y como huiiibre hon-
rado, eomnnÍcA.nrínIe cuál es nuestra situación actual así
romo las nuinicioneí; eon que contamos, para que V. E. y
loH deiiiñs miemtiros del (Toliierno puedan penetrarse de ella
j resolver lo que en conciencia mejor estime.
La fuei-za de línea que nos ha acompañado en este movi-
miento tiene en sus earlucheras noventa tiros próximamente:
— 27Í
loá biUlloiif? fonniftos por los ritidatlaiios de la Unión Cívica
«stin á cinco tiros, y teitemos un depósito de munición, en el
Parque, de úO.OOO irápsula-s cargadas.
V. E^ mejor que yo, sabe los esfuerzos que se han heclio
eti el comercio de esU plaza para conseguir municiones que
desde el primer momento s^ilicitr con ur^ucia, y cuan infruc-
tw>sas han sido las gestiones hechas por las personas en-
cartadas de dar cumplimiento á esta comisión.
Sn esta situación es mi opinión:
í'. Que llevar un ataque sKbre e] enemigo sería un esfuerzo
aveutumdo. {>orque aun cuaudo creo que lo desalojaríamos
de sus posiciones de la Plaza de la Libertad, allí se nos aca-
Ixirá la munición.
9". Que podríamos mantenernos á la defensiva y rechazar
ron éxito cualquier fuerza de ataque; pero en pocas horas
de combate recio, se a^otaríu igualmente la munición.
Asi pensando, creí que era de urente necesidad que los
señores Jefes y Comandantes de cuerpo fueran convocados h
una Junta de Guerra para hacerles conocer' nuestra venladcra
situación: y habiendo tenido lu^ar ésta, declaró que nn era
posible hacer otra cosa que lo anteriormente indicado por
mí. lo que cumple á mi delwr comunicar á V. E. & fin de
que proceda como crea conveniente.
En los diversos ataques que el enemigo nos ha traído, é]
ha sido vicloriosamente rechazado en toda la línea |tor nues-
tras tropas, habiendo nosotros [>erdÍdo en ellos el Coronel
Julio Campos. Capitán Roldan. Teniente Layera y do» ofi-
ciales, cuyo nombre no recuerdo en este momento, varios
«ticiales lieridos que, incluidos á los de la tnipa y ciudada-
nos, hacen un total de 180 heridos y 23 muerto.**. Hemos pe-
cogido ademán di} heridos y varios muertos del enemigo.
Rl espíritu de la tropa es de todo punto recomendable, y
busla á sijfnificarlo el hecho de que, durante los cuatro dfaa
transcurridos, no hemos tenido ningún desertor; y respecto
de los ciudadanos, es de todos conocida la espontaneidad j de-
cisión con que se han presentado á tomar las armas, así como
el valor con que se han balido.
Es, pues, urgente (|ue ta Junta revolucionaria, penetrada
de cuanto dejo expuesto, resuelva lo que crea conveniente.
Dios guarde A V. E.
lliHueL J. Caiir*a.
-- 273 -
Nota pasada k la Juin-A Rrvovucio.saiua por eu docto»
Bekjamin ViCTomcA, rl 29 un Julio.
S«ñtíres:
La gravedad del inomeiilo impulsa á atrepellar por loda
consideración y aun por la más terrible de ny ser escuchado
y k arrojarse ea medio délos combulieiiles para pedirle», en
nombre de la Patria y de la humanidad, ta suspensión de la
lucha, hasta encontrar bases honorables que la hu;rati cesar
del lo<Io, restableciendo el imperio del orden y de las leye«.
Disputólo hasta & arrojar mi vida entera á la hoguera de la
discordia, si fuese necesario para apagarla, no vacilo en ofre-
cerme en compañía de los ciudadanos más respetables que
se indiquen, para constituir una Comisión mediadorn que se
ocupe inmediiitanienle en arbitrar bases de arreglo que sal-
ven el decoro de los conibalietdi>s, pues al fín la lucha es
entre Itermanos y está comprometiendo la suerte del país en
calamidades inauditas cuando se ha het^ho ilel centro de
nuestra gran Capital el campo yermo y sangriento del com-
bate, y los poderosos proyectiles que se lanzan los eucmigw
argentinos contra argentinos, hermanos contra hermano», el
ejército entre sí, caen sobre los edificios y despedazan á las
mujeres, i los ancianos y ñ los niños, hasta haberse presen-
ciado la estupenda barbaridttrl del homltardeo, condenable
aun respwlo de no enemigo extranjero.
Esta gran ciudad, nue&Iro lujo, nuestra Joya, nuestra ríque-
M. es hoy el corazón y la cubewi de la Uepública que lodos
respetamos. Hozas mismo, prefírientlo en IKól. una batalla
cam)>al antes que encerrarse con sus infanterias y artdlería
dentro de ella, como se lo aconsejaba el mejor de sus ge-
nerales: Urquiza en ISóO llegando sobre sussubuibins co» ua
ejército vencedor sacrificando \n victoria fácil, á su juicio,
antes de cargar con la responsabilidad de los desórdenes
consiguientes á tin combate en las calles de la hermosa )
populosa Ciudad; Mitre sometiéndose eu iSSOcou numerosas
fuersas, prefirió esa responsabilidad militar en la grande/a
de su ánimo á la tremenda del ¡-aqueo, ilel iitceridio y de
todos los desórdenes posibles en un gran centro de pobla-
ción. Cuando los' encargados de mantener el orden Inch.'iti
como fieras en su recinto, Rozas. Urquizti. Mitre salvaron
flBAttiu* Abouitiwi -. Ttiawi f F.
U
374
íncótum» los respetos sagrados que merece i lo« argenUnos
ja gran Capital del Sud.
Sé que «e ha aprovechado la tregua. de«pDé« del largo j-\
reñido combate, para aglomerar Tuenca» de una y otra parle:
todo ello eii pura pérdida para la Patria, cujra fí^ra ma-
jestuosa velan las |iasiones de loti corazones exlraviadus para
causar m mine, inrocando empero ku santo nombre.
Sabéis ruánio pueble H \alof argentino: todo se consumirá
en el frasear de la lucha rralrícida: nuestro ejército, lo mejor
de Duefttra bizarra oficialidad: nuestros mejores elemento»- 1
con que la cnnlátiaiiiníí para defensa A integridad nacional; la
sangre argentina correrá á torrentes, r en el fii€go ominoso^
do la Inrtia se consumirá frenética nuestra brillante juventud^
la parte príiicípal de nuestro ejértito. divididos por las fon-
tá>;ltca8 diverin*nciat( que subieran el palríolisnio de los-
h/'rocs.
Colocad la victoria ^bre cualquiera de los combatientes y
medilad: el horror, la responsabilidad de las calamidades de
la Patrie, manchado el laurel de la victoria, horrible laurel
que no puede colocarle puro i>obre la frente del vencedor y
que ennegreciera la historia con la reprolmrión de hechos
imprevistos y espantables.
He sido actor en todas las luchas recordadas en más de
cuarenta años de servicios & mí Patria, y jamás mi corazón
ha sufrido tanto.
¡Qité'. ¿Ouninte la era constitucional iniciada en ISTií, ho-
rnos retrogradada á las épocas' embrionariatí del año 3(IT
¿QniéM rale tanto coma twt mina» y catamiánties que hoy m
ttexenwdetifiH ¡tchre loa mó* rüates m/crewit y nobre ía ¡/mn-
drza de la Patria?
Pero, basta: haría ofensa al corazón argentino de los Jefes
de la lucha.
I.ns propósitos de estn misiva han sido también manifes-
tados íi Ins auloríduHps nacionales, las que los han lomado
en consideración desde que permiten el acceso al campo
donde ustedes inipernn.
Kspero ansidsn niia respuesta: ésta conninverá el corazón
dnloridn tli> tndu ciudadano hohesto y que ame á su Piitri.i
sobre loflas Ins cosas de la tierra.
VilOHlni roMciudadiino.
BesjauIs VicTORirju
— 275 -
Ma.sihekto riK la Junta Kkvoll'cionaria, uel á9 pe Jcuo
At pueblo líe la líepitblicn:
{ji nota del scñnr (íeniTal Manuel Campos. Jefe de las
fuerzas revolucinnarias que se publica á Pontinuaei6ri, explica
las rausas ijue nos han oblí^do á aceplar la mediación ofre-
rida por los señores doctorefi Luís Saens Ptfta y Benjamín
Victoricu y Ioh señores Francisco B. Madero y Ernesto Torn-
quial. La escasa existencia de municione» (jue sólo noB hubiera
permitido prolongar pnr pocas horas el combate, sólo nos
habría dado por resultado nuevos derramamientos de sangre
de soldados y ciudadanos .sin ventaja aljíuna para el íxilo
de la causa revolucionaria.
La revolución había recibido ¡iifurmes qne merecieron en-
tera fe sobre la existencia necesaria de municiones en el
Par(|ue ile Artillería siificietite |>ara favorecer el número in-
menso de ciudadanos que debían concurrir á armarse, y á
quienes fuA imposible dotar de mutiicioueH para llevar ade-
laute la acción ofensiva y decisiva de la revolución. En esta
situación, la Junta Revolucionaria hizo todos los esfuerzos
posibles para conseguírlaij en la Ciudad, pero esos esfuerzos
bao sido infructuosos.
No se oculta á la Junta la observación que podría hacerse
por haber pactado el día ¿7 uu armisticio que proporcionaría
al Poder Oficial el medio de obtener elementos del interior,
pero cumple su deber declarando que, si ese armisticio se
convino. H litvo ¡rar objeto el dar sepultura á sus muertos
y el alender & la asistencia de los heridos, y tuvo también como
propósito culminante el dar tiempo íi aumentar la provisión
de municiones y A que licitasen los elementos populares de
los pueblos inmediatos á la Capital, que se le ofrecían h cada
instante por ciudadanos espectables y decididos; por la causa
nacional.
1ji Junta Revolucionaria se abstiene de eidrar eu otras con-
sideraeioues. dadas las condiciones del estado de sitio que
le impiden ser más esplfcilas. y espera sólo el momento de
que esa silnacióu anormal iles:iparezca para hacer píiblicos
con el desarrolh» necesario los infaustos motivos que la han
obligado á proceder en la forma que establei;en las bases
convenidas por la Comisión mediadora.
— 376 - .
La Junta, al lenninar este nianifleslo. puniple con «I alio
deber de manifestar su agradecimiento i'i los scflores Jefes
y Oficiales del Kjército y Armadu, asi como á los nobles sol-
dados que se han .iso(;jado ií los numerosos ciudadanos argen-
tinos que han concurrido con. sus virtudes cívicas y su esfuerzo
personal á la causn de la revnhicíi^n.
Por U JksU ItevoJiwieMriB;
Jjeantiro JV. Alem — A. del Valle —
M. Demaría — Af. Goyena — Jofté
María Romero ímcío V. iJipet.
BaonoB Aires, Jalio 39 d« 1890.
Bases fijadas poh la Comisión mbouumra r aceptada» por
LA Junta Rüvolüoionaria paeu poxvstéruino Á. i.a rkvo-
LUCIÓN.
1." No se seguirá juicio ni procedimiento de ninp:una espe-
cie contra los que hayan tomado parte en el movimiento re-
volucionario, sean mUitares 6 civiles.
2." Los cuerpos de linea que haynn tomndo parle en la
revolución serán conducidos por sus Jefes y Oliciales ík sus
respectivos alojamientos, <piedando dichos cuerpos desde ese
momento á las órdenes del Gobierno.
3." Los Jefes y Oüriales y tropa de la .armada ijueilan en
igual condición que el fjórcito de ticrrii. Kl Jefe de rada
buque liará entrega á la i>ersona que designe el Oobienio.
4/ Los ciudadanos armados dejarán sus armas en el Parque
y se disolverán pacíficamente.
5." IjOs cadetes volverán á ser admitidos en sus respectivas
escuelas.
íienjamtn Victoricn — Tmís Saens
Peíta — Francittco Maíkro — Er-
neiílo Tornquist.
Bannos Airus á9 de Julio de IS90.
-977 -
LRENOA PHOXÜ.VCUDA POR El. DOírTOR ÜEL \aLLE. EK LAPLAZA
LaVALLE, al LiriENCIAII LAS Ft.EHZAH DEL EJ^RI^ITIl gl'E T(l-
UARON PARTE EN LA HEVOLL'CIÓ.V.
iSoldndoK!
Hace diez ailos (|ue Ioitk» parte cii la vida política de nues-
tra país, y he combatido siempre en la Cámara y en la preoiia
por la libertad.
Vosotros, valerosos soldados que habéis loiuadü parle en
este in(>\ ¡miento revoliK'iiinui'ítf. lialu'Ls peleado lii'n'iicanii'nle
como combate el soldada argentino.
La (gratitud del pueblo serfi eterna para vosotros.
Cada soldado que eala lierido A muerto era una herida para
mi corazón, porque estando á las órdenes del Gobierno, os
habéis imido voluntnriumenle al pueblo para defender sus
derechos.
Nuestra victoria hace honor h los ciudadano» y soldado»
que han lomado parte en la contienda.
La falta de municiones nos obliga k dejar las arma&, ya que
la dirección superior no podía (>ermitir que vosotros y los
voluntarios se hicieran matar sin poderse defender.
Volved á vuestros cuarteles y recordad que lo primertique
de!>e reinar eti lodo soldado, es el orden y la disciplina.
Os doy mi palabra de honor de que jl nadie se hará daño
alguno, y en nombre del pueblo os doy gracias por la ayuda
que le habéis prestado.
Sesión del 6 de Agosto de 1890, en el Congreso Nacional, constituido
en Asamblea, en la que se consideró la renuncia á la Presidencia,
presentada por el doctor Miguel Juárez Celman.
PBBSntENCLt nEL OENERAL ttOI.A
En Buenos Aires, á seis de Agosto de mil ochocientos no-
venta, reunidos en la Sala de Sesiones, el señor Presidente y
los señores Senadores y Diputado.s al margen inscriptos, con
inasistencia de los señores Senadores Nou^^s, Rodríguez
■:_ 278 —
<1L F.i HoJÉS, T«^ r Zapata, y los aehons Diputados Barra-
xa, Boech, Campillo, DoBlnguex (Cu Ma^oasco. Mallea. Meo-
doia. Noraro. Obligado. Panrio. Pelle^im. Rodríguez. Rueda,
Sarmieoto. Tapia, Tejerina, Torres (G.J, Yarda Orliz, Vidria,
VQlagra, VUtanuera y Zapata.
Sr. PitBJJtmle, - Se ha reciludo un ptiego dd seflor Presi-
dente de la República, dirigido á la Asanblea; j es coa el
objeto de considerarlo, que ésta se ha convocado.
Ta i dar lectura de éi el setor Secretario.
Al MNum&lc (hmgnm dé la JbeML-
He desempe&ado durante cuatro afios el carpo de Presidente
de la República coa lealtad x patriotismo, y babfa consagrado
lodo nii espíritu y lodos aÜB anhehw i niejorar la difícil si-
tuación financiera porque atrariesa el pais. insptrindome en
los más elevador sentimienlos de bicoestar coniüu r escu-
chando el coa.4ejo de los primeros boMbres de la Nación,
cuando un moiiD de envtel ha eoaaacreotado las calles de
la Capital y Heoado de dolor al pnefalo arimitino que des-
cansaba tranquilo en la seguridad de sus altos dedtiuos.
crcfeudo que había proscripto para siempre de su historia
estos medíoá criminales de realizar rero1uciooe$ poUticaa y
contraponer ambidoaes de circulo ó partido.
El motlo lia sido vencido y una amnisUa iceneral y abso-
luta ha amparado con el olvido á sus autores; y. para sellar
más eficaxmente mis siaceros propósitos ile fraternidad na-
eionaü y afirmar mi polftim ia^ersonal de generosa toleran*
cía y amplia libertad, he invitado i los bombees respetables
y r^tresentativos i formar parte dei GobieriKk, buscando el
concurso de sos talealos, de su experienda y de ^u patrio-
tismo.
Mis nobles esfiwrzos han sido inútiles.
La República tieue grandes compromisos de h^nor que
cumplir en et exterior, y en el interior uua obnt niteligente
j laborioea de administractóu y de política que no se puede
retardar
Dejo 4 otros la tarea, confiando en que «ef4n mka feliees
que yo. y presento i Tuestra Honorabilidad la reooncta del
cargo de Presidente de la N'ación. haciendo con uiliifnitiflu
— 179 —
•«1 sacriliüio de mí persona al íiiüptrarme en los grandes inle-
reses del país.
No es el momento de üisculJr los actos de mi tíohíern»,
pero por mi parte descanso seg^o en la justicia de los hom-
bres, cuando se hayan apagado las pasiones encendidas y se
pueda juz^íarme con ánimo tranquilo y levantado.
Dios guarilv ú Vuestra Honorabilidad.
M. Juárez Celman.
Sr. Fitmidante. — La Honorable Asamblea decidirá sí se trata
■«ata renuncia sobret>ibIas ó si se nombra una Comisión.
Sr. Bocha.— Hago moción para que se trate sobre labias.
—Apoyado.
Sr. Presidente,— Se votará si se trata ó no sobre tablas.
— ásl fvi bHC« y resulu aSrmatívn.
Sr. PreKiíífítite. — Kslii en distrusión.
5r. 0/iHiírfo. — Pido lu palabra.
Deseo que mi i'otu conste pur la nepativa reH[>ecto á esta
renuncia, ahorrándome dar las razones en que la fundo por
«.'Oiísidcraciones de palríotísnio y de prudencia puUticas, en
las circunstancias solemne^í porque atravesamos.
Sr. Purera. — Quiero que conste mi voto tambi^ui. Me ad-
hiero cnrnpletamente á los sentimientos que ar^ba de mani-
feslar d señor Diputado.
Por lo tanto, ]>ido que conste mi voto en contra de esta
renuncia
Sr. fjagoi*. — Quo sea nominal la votación.
-"Apoyurto.
Sr. PttitidenUí. — Se votará si ha de ser nominal ó no la
votación.
Sr. ManffiUa. — Pido la palabra.
Deseo saber si el hecho de ser una votación de esta tras-
cendencia nominal, exime á los miembros de esta Asamblea
á maniafettlar verbaUneole las razones del voto que deben dar
en consecuencia.
Varios ncftorfn Senadorfii jf IHputado9. — No.
Sr. Mnrmiltn. - jíPucdci entonces Tiinrlar mi voló"?
Sr. Presidente.— Ya creo í|iie sf.
Sr. MttnsiUa. - Bien, seflor Prosidente. Un hombre de Kran
experiencia política, que asistii) iltirnnle sesenla y cinco anos
á toda£ ta.'í tr.'inKfoimaciúneft th lodos Ioí; Estados europeos,
dijo en aljírin momenlo Kolemne de su vida: ¡tout arrive'
(Todo llega».
Hemos llegado, piiet;, á uno de esos moinentus eti que se
cumple la palabra del ijue sólo creía en el éxilo y en la
fortuna. Monsieur de Talleyrand. aquel que al morir sólo
merecía de la Francia eslas palabras: ■ Ayer lia dejado de
e.vifitir el traidor, elegante y á la moda, monsieur de Ta-
lleyrand. »
Es la primera vez que el pueblo argenlino. legítimamente
reprLísenladn. se reúne para lomar en ronslderaciíin la re-
nuncia del [)rimer magistrado de la República.
No es la primera vez que los revolucionarios derrocan
periódicamenlc hombres, situaciones ó cosas; son fecbaB
marcadas en nueslra bistnría: el arto 5", el año 60, el uflo 70,
el año 80 y el año 00.
Hay un mal crónico, liay una enTermedud nacional que no
necettito apuntar, pero que escapará al espíritu trascendental
de los (jue me escucban.
Esa enfermedad reside en la Jlelrópoli, que no quiere re-
signarse k no ejercer la hegemonía política del país.
!lji revolución es la que ilerroca al Presidente de la Re-
pública, y nosotros, si aceptamos esta reiiuocia, no seremos
más que los i^Uimos derrolailos de una revolución que no
ha triunfado!
Sr. Eítpintiitft. - [Muy bienl
Sr. Maintilln. — ¡Buenos .'Vires ha sido la cuna de la liber-
tad! ¡Buenos Aires continúa siendo el seno donde se agitan
las grandes pasiones que estallan con rugidos que hace que
los hermanos se desconozcan y que tiftan con su sangre
generosa hasta los mismos umbrales de esa casa donde es-
tuvieron los Virreyes ((ue, al grito de libertad, fueron desa-
lojados por el pueblo de Mayol
Buenos Aires intenlarü dentro de diez años oirá solución
por la fuerza, mientras este sentimiento nacional no se arrai-
gue en su seno.
-58t -
No discuto ni la conciencia que armó el bruzo do los sol-
dados que. olviilftiido SMS deberes, »e reunieron á las fuer-
z.'t» [>o|niliirrs, ni di^'utn liinipiM^o \a rnncieix-ia do lus (|ue
se ban IJamado cívioos. porque el palrintinmo inspiraba á
loa que rcsiBtbiti, y el patríolísmu no He discute, porque no
se discute la pación que está en el alma.
Sr, t^piuntfn ~ ¡Muy bien!
Sr. M'utsitin — Pero no es lícito discutir este acto de una
trascendencia .snlierana. y me es lícito decir, con la debili-
dad de mí nr<'n1o. porque es (wca la autoridad que tengo,
haciendo anhelos para quo mi voz recorra con xibracioneja
Lnnantes todos los ámbitos de la Patria y vaya á decir á
todos mis rrtnriitdadano»: ipie no es ésta la manera de de-
rrocar Presidentes.
Si el Presidente faltó á sus deberes, la Con»tilución y las
leye« nos han nerialadn cuál es la manera de darle una
lección á sus Knri'sorcs: ¡es traerlo a<|uf. al Iwinco de los
acubados, jungarlo. f:ondenar)o y expídsarlo!
Porque, dif^se lo que se quiera, seflor Presidente^ en esta
obra de errctres, todos y cada uno de nosotros, con rarísi-
mas exce])CÍnneK. hemos sido colaboradoref*; y poniendo cada
uno la mann sohre su conciencia, tiene (|ue convenir en i\ue
en dosi^ intinitesimales, hemos ayudado en el error al señor
Presidente de la República.
Tiene 4|ue serme molesto seguir dando rienda contenida
á lo que bulle en este momento dentro de todo mi Ker: y
e» tan grande, es tan profundo el respeto que tengo por
este rerinlo, y es lan cordial el vínculo que me une á todos
mi« honorables eidcgas, <jue vny A terminar diciendo que
votaré en contra de la i-enuncía del señor Presidente de la
Repíiblica. que votaré así, con un senlimienln que quiero
manifestar, y es (|ue ella me [jarece un acto de culpable
cobardía. (Aíiit/ bien).
LfOs Presidentes, cuando no son llamados á la barra de
los acusados, mueren pn su puesto, como nnu^ren los revo-
lucionarios, cuino mueren los sfddados sin hanilera.
Varioft miemhtíí't rfe la Asamblea — [Muy biení ¡Muy bienl
Sr. ífor^Mi - Pido Iji palabra.
Muy noble, muy leal f^s la conduela de mi viejo y distin-
guido umigd el señor Diputado por liucnos .\ires, que aca-
ba de liablar.
_ 282 --
Kstos noble» u«ultmienlús del st^ñor Diputado .Mancilla
merecen todo ni¡ aplauso como Immlire. pero reclamo dtí él
como político, como hombre de experieucia que ha seguido
y aun hecho la historia de otras pueblos, que m'. levante
arriba de loa sentimientos pri\*ados, porque en momento.^
sclemnes como los que atravesamos, los pueblos y lo« hom-
bres tienen que apretarse el corazón con mano viril y pen-
sar en una sola cosa: la salvación de la Patria. (.Mh^ bien!)
Mi Vf)'/. no puede ser tarlinda en este momenlo; yo ni> he
sido amigo político del sehor Presidente de la RepCiblii^a.
pero en la última tiora. en el último momento, cuando ha
acudido á. mf, aunque yo sabía que la opinión se lanzaba
contra 61 como un torrente, por errores propios ó extraños
á la vez, no vacilé en aceptar la confianzu que mi' acorda-
ba una Comisión de miembros del Congi«so para salvar la
situación en esos momentos, procurando mantpner la tran-
quilidad, pero salva^ardando también los principios en que
se basan los gobiernos libres.
Me presté de buena voluntad, buscando un medio posible
de evitar la renuncia del Presidente, con el triunfo de los Pode-
res Públicos, siempre que encontrara el conrursu de la opi-
nión del' pueblo argentino.
Tenía casi la convicción de la inutilidad de mis esfuer-
zos; y. sin embargo, desempeñé el encargo leal y resuelta-
mente, porque i-.reia ipie así servía á mi país, aun cuando
sahíii (]ue merecía las críticas de la opinión y aun de mis
propios amigos; |>ero he lle^:ado á una época de la vida en
que voy derecho á los lines que creo patrióticos sin tener
en cuenta si, al perseguirlos, el pueblo me aplaude ó me
censura.
(Cuento un poco con el tiempo que. pesando en la l>a1an-
za la sinceridad de los esfuerzos, discierne con justicia á
los unos el castigo, á los otros el aplauso.
Pensaba también que el mismo fracaso de mi empeño
serviría para demostrar que no Imbia otra solución que un
acto patriótico de parte del seflor Presidente de la Repú-
blica.
tA tenía ejemplos en la historia, no sólo de los otros
países, sino del nuestro propio, que debía seguir sintiendo
los latidos de la opinión pública, uo únicamente de Buenos
Aires, sino de la República entera, porque no es cierto que
— 583 —
se trate de un movimiento loralii^ta, ni ineiiot! que se pre-
tenda levantar la Ue^monia fie esta melrópoti: ea toda la
Nación la que se a(^ta y hace oir su voz hasta en este mis-
mo recinto.
Es notoria Ih impopularidad del señor Presidente de la
República.
6'r. Espinosa — Ks un Prror.
Sr. ftorftrt -Aniijros muy noliles hay pomo el señor Dipu-
tado por Córdoba, que quieren acompañar al scAur Presi-
dente en sil raídíi: pero yo reclamo de lodos la verdad
sincera: que interroguen su conciencia legalmenle, y que
digan si creen que el señor Presidente de la República sería
un liombrc capaz do afrontar una situación de jruerra á
muerte contra la opinión, como la que necesitaría llevar
adelante en estos momentos.
No: el señor Presidente de la Kepúhlica, es duro decirlo
para mi de im hombre que se encuentra en su situación,
cni'ecc de temperainenlo político; no tiene ideas lijas ni re-
solución fírine y clara: y un hombre con esas deficiencias
no puede afrontar los grandes y pavoroi^os prohlcmas que
se presentan ert la acluatídad y cuya ¡íohición pone en pe-
ligro no sólo la Coní^lilución, ninó la naciunalidad y tul vez
hasta la integridad fie lu Patria. {Á¡ilaHitoai.
Señor Presidente: en estos días la sociedad está vivicudo
sin (iobierno y preservada sóln de conflictos sangrientos y
desquiciativos fK>r el sentimiento de su propia conservación.
Jja excitación sacude todas las almas; la revolución eslá
en todas las cosas; no ae sabe si el ejírcilo mismo se cn-
rueutra de nuevo convulsionado, y nadie podría asegurar
que esta noche no tuviésemos movimientos [verturbadores.
sin que haya la fuerza suficiente para contenerlo.
l¿ii todas partes, en las plazas y en las calles, los ciuda-
danos se reúnen y se agitan y hablan como de una cosa
necesaria, de una nueva revolución.
Ks lienifK) de salvar el pafs antes que todo. Los hombres
somos granos de arena que lleva el viento. Ixi único que
dura, lo único que vive, lo único que por lo que debemos
sacrífícarnoR y que está por arriba de todo, es la Patria.
Señores; (el orador ne jionp. de pié) en noml>re, pues, de la
Patria, aceptamos esta renuncia por aclamación. De esta
manera los amigos del señor Presidente de la República le
liarfm un honor y podrán tlccír a) pafs que la han aceptado
porque era una suprema necesidad reclamada por el bien
púbh'co. (Aiilauxo» r» In barrnj,
Sr. PrrjtUkmi*: Knf4.'t) á la barra que »e abslenfira (Je ha-
cer nianifeslacif»ne.s, porque sinri será desalojada.
Sr. Ksphtom.— HaUia hecho inociún para que la votación
fuera nominal. Tiene prelaeión.
Sr. Prfn*i(1enfe. — La Cámara resolverá si wí vota ó no no-
minal inenln.
-Sr VM A V"tw.
Sr Fum-si. — Delw sor por simple votación.
Sr. Pre*írfeí(/e. — Por eso mismo digo que se va á volar.
aires. Mtmniiltt y liocJut. Tiene que ser nominal.
Sr. Presidiente. — Si no hay quien pida la palabra y uo se
hace observación, í>e procederá á lomar la volaeión nuininal.
Sr. Jiinrnfi:.— Dehe votarse previamente la fórmula que
hahfa propuesto el señor Presidente: si ha de Aer nominal ó
no lu votación.
Sr. í'rejífrfíHÍí. — Hay un precedente: la votación recaída
en la renuncia de Vicepresidente de la Repñblica, don Mar-
co® Paz, fué una simple votación: pero puede ser nominal,
si la Asaníblen así lo resuelve.
Sr. AfnttiiUlti. — La.s causas que lenfa aquel ciuiladano para
renunciar eran otras.
St\ Frejtidml*'. — Hay otro precedente.
Cuaiulo se I rato de la votación sobre la renuncia del Pre-
sidente Avellaneda, la Cámara resolvió que debía ser nomi-
nal, pero previa una votación.
Sr. Gilbert. — Basta que haya un Diputado ijue pida que la
ví)tación sea nominal, para que se Uii^a asi.
Hay una moción sobre el particular.
Sr. Vreshlente. — Como hay distintos pareceres, la mejor
manera de resolver la cuestión es que la decide una votación
de la Asamblea.
Sr. Mattsilta.— Hay un reslnmento que está por sobre to-
das las opiniones-.
Nosotros estamos, en este raso, re^ñdos p<ir el rcirlaniento
del Senado, y e«te re^^lamenlo estahleee (|ue bastará que kc
solicite la votación nominal, en cualquier asunto, |»ara que
así se ha^'a.
Sr. Fmme^. - Previa votación.
Sr. PregidemitL - Se va á leer el regrlamentú.
Sr. Sacnfario. — Toda re^^olucíón de la Cámara, se toma
previa volar.idii.
Sr. Pérti. — Que se vote la proposición.
Sr. Preskiente. — Hay una luociúii para que se vote uomi-
naltnente, y que debo someter & la Asamblra.
Si fuese aceptada, se votari nouúnalmenle: si no. por vo-
tación simplf.
— Sr vota y n-ciiIíA sflrniiulv-ii [M>r }ié f nloi con-
tra 4.
Sr. PrwidenU. Se va, ea consecuencia, á proceder & la
votación nominal.
—So vota V (U el rcsnluiln <t)j:nlenti>: Par bi
Nñnimttva: PAdilIn 'M.\ Alb^rrariu. PífOMroa,
Bnií-hiDíiu. IH^niui, Put, (Bi-iijAinlni. Gil, Dunoel,
Vicloricn, fínrein, MpnHoío». Píissí-, Kncba, To-
rre!., GaHIrnnO'. Cistnfio. [>nntA^. CcbAlInB, Ooo-
lie! M.n. \. C*OTro«. Itiilx. I--ivft, ftfxlHjrwni 'i. C),
I.ArM'ii. del Custuno, Ví-tk*, Ijigw< lO.), Gulln,
ViVxqiies, L>>t>ex, Ecliualqoc. CaiitÓD, Itrojoro,
Ti'lln, Iririodn, (ÍJiIvi-x, Viilftl, Vh- U FiumiU», Cat-
iro, UiMiiÍDir'H'x ,J- A. ', IVl Pino, !>•* Ir Silva.
Biii*ift«, CiVcfrt"fi. Hotíí-rt. Ag-nirM^, SíUt», Aria*,
FUrlo, Pnidn, Jlmítirx, H«m*ndra, CrtwpD, Ha-
rJA, ftolntiti^. Italt'í'lra, Mvver, Molina (R.), Mv-
j1«. Ortr^rn. Kniu*!^, Znrrilla, L^gue. Gllhort yOnn-
nvt íL. M.).
Por In ui'^lú-a: ll«rA('r>cbi-A, l'n«, Padilla (V.),
Arins. Ci'iitPiío, Cri'*p(i, Mulbran, tioniUnt, 01-
inrdn, Maiii«)lln, (íodoy, Kspinnsa, Buinnldo, Jl-
iiii'iH'ic, Bclimu. Hembra, Castillo, Alba Cnrreraa,
r.'in-tn. Qiiivsni)», Kui'dn, (Ifioines >' Olmo*.
Sr. Spcrptorio. — Resultan 61 votos por la alirnmtiva y Í2
por la negativa.
Sr. Prañdeníe. — Quedu, pues, aceptada la renuncia del ae-
fSor Presidenle de la Kcpúhlicii.
Sr. iíocAa. — Podríamos pasar á cuarto iutermedio y llamar
al Vicepresidente de la República, para que preste juramento.
Sr. Pnutidentf!. — Me parece que no hay^necesidad de que
el Vicepresidente preste juramento, porque ya lo ha presta-
do al aceptar el car^^o que ocupa.
- 486 —
El sefior Seci-elarío va A redarlar la ley de aMiplación ae
la renuncia del señor Presidente de la República.
Sr. Secretario fkampo. - ~ lA'yenúo:
El f'oitgrefto Argentino, reurntlo en Anamblen General,
Art. 1." Aceptar la renuncia interpuesta por el doctor don
Miguel JiiArez OInmn. riel carjío de l'resiflente de la Repú-
blica.
Art. 2.' Comuniqúese.
.^r, Mnnttillo. ~ Deseo »aber ijuién ha re<lactado esa nota.
Sr. Stxreíario Ocampo. — \o es una nota: es la fórmula de
la ley.
Sr. ManfíiHa. — Ruego al senor Secretario (¡ue tenga un
poco de benevolencia.
Tenga la iHtndad de volver á leerla.
El fipflftr Spcrpinrin rppltp I* Ipcrnrn.
Sr. Mansilia. —^o basta decir en un articulo 2." comuní-
ipiese. á un lionibre que ha sido Presidente de la Repriblica
durante cuatro años, á cuyos actos nos hemos asociado, y á
quien por razones de patriotismo le aceptamos su renuncia.
Cumple á la cortesía, por lo menos, darle las pracias por
ios servicios que ha prestado.
— Kfl<iiict«(io de nacvu e) proj-wto ne ncnptn
en 1a signirT)C«^ rormü:
El Congreso Argentino, reunido en Aífomhtea GéHeral^
hbsuri.vk:
Art. I.* Aceptar la renuncia interpuesta por el doctor, don
Miguel Juárez Geinian, del cargo de Presidente de la Repú-
blica.
Art. ¿," Débele las gracias por los importantes servicios
prestados al pafs en el (híseinpefto de dicho cargo y comu-
niqúese.
Sr. P/-e(fMÍe»íe. — Habiendo terminado el objüto de oata
Asamblea, queda levantada la sesión
— 987-
Conferencia dada en La Plata por el doctor Jacob Larrain el 28
de Octubre de 1890, al implantarse por primera vez en esta
dudad el régimen municipal.
*
SeJioretr.
Ya que un selecto y numeroso concurso me ha tieclio el
favor do venir á escucharme, quisiera tener algo que ofre-
cerle que fncni (hgno de su ilustración y de la defcrtíiile
espí^elativa que ron es esperada mi pabbra en esta reunión.
Ijl implantación por primera vez en esta hermosa ciudad
del régimen municipal, en virtud de un inandnto ineludible
de la ('inislitiifiíHi y bajo las bases de la ley dr la niatería,
recientemeule sancionada, rae ¡Hirece un tema de palpitante
actualidad por su importancia présenle y trascendencia fu-
tura en el desenvolvimiento proín*esivo de nuestras institu*
ciónos.
Toda sociedad en un or^ninísmu vivo, con runctotiumientu
propio, que responde á fines necesarios de conservación y
mejora en el juego esjJontAneo de su existencia regular.
El primer raol<le. la primera forma en que se extravasa,
diré aKÍ. toda sociedad culta para entrar en su desarrollo
orgánico definitivo, es la Comuna, que abarca en su Cons-
titución las múltiples relaciones de la vida local, poniendo
en manos de los vecindarios el manejo de sus pmpíos in-
tereses.
La ciencia poUtica ^eflala como factor inicial im el des-
envolvimiento de las instituciones libres en el mundo la
or^a ni nación del pueblo en Municipios, con capacidad bas-
tante para regirse á sí mismos, encuadrados, no obstante,
dentro de la estructura más vasta que conslituyeel Estado.
Asf como no pucilc existir una ciencia del Ctobierno sin
una masa popular consciente & la cual deba aplicarse, tam-
poco es pfisilile concebir Gobierno libre sin municipio autó-
nomo, itivr>slido de atribuciones con{rruentes con «u propia
naturaleza y funciones.
Los pueblos no han conocido la libertad social y política,
ni se han podido formar una idea clara de su influencia
regeneradora y fecunda, sino ruando apareció la forma ru-
dimentaria de la organización de los Municipios, que con-
flonteraba la^t fuerza»! populares en agrupaciones consistentes.
— 288 —
an¡Min<ta8 Hel cspírilu vivificante de la vida local en ios If-
niitcs circunscriptos de una detnnninuda área geofíráfica.
No era pasíMe ni concebir siquiera los Municipios bajo ta
auctóii enervante tie los despotismos de Oriente: la Greaía
estaba lejos de remontarse k la concepción de esc régimen
por la viciosa organización de sus ciudades, dondti contras-
taba la influencia absorbente del Estado con los ingenuas
aspiraciones del pueblo á la libertad teórica, reflejadas en
sus deniagófficas asambleas; Roma tenía Comunas organiza-
das en la vasta extensión de sus dominios, más como una
exigencia indispensable de administración c|ue como uua
tendencia autonómica de las poblaciones, y no tenían cone-
xión alguna con el Gobierno político.
Es menester venir á los tiempos medioevales, á la época
de las Crusadati, en que los Reyes buscaban redimir el se-
pulcro de un Dios, y los pueblos se encaminaban A redi-
mirse i sí mismos, por una misteriosa recomposición de
elementos que liabrfan de conducirlos nifis tarde á tan ines-
perada solución.
Vivísimo interés ofrece el movimiento comunal que se hace
sentir en Europa, mientras se llevan á cabn esas extraordi-
narias expediciones engendradas por el delirio de la fe cris-
liana; pero yo no me propongo trazar aquí un cuadro histórico
y minucioso did desarrollo de las instituciones municipales,
sino hacer notar su importancia en la vida social por su
acción manifiesta y eficiente en los progresen de la libertad,
que se ligan estrechamente al establncimient» del sistema
repríísentalivo republicano, adoptado romo la fi»rnia más per-
li^ctade Gobier no por los pueblos más prósperos y felices del
globo.
Convietie recordar, por lo tanto, que la temprana apari-
ción en Es|>aña del sistema representativo con las Cortes de
Castilla y Aragón proviene del movimiento comiinul operado
en sus poblaciones, como es menesler también tener presente
que k un niovÍniÍHnlo análogo de la misma tendencia pojiutar
deben los ingleses laB famosas declaraciones de su Magna
Carta, que marcan el punto de partida de su libertad civil,
ensanchada y mejorada desde entonces hasta nuestros día:»
como una lógica consecuencia de aquel impulso inicial.
La Cámara popular, que es el gran Poder que gobierna
á Inglaterra, kc llaoia de los Comunes para conservar el
— 989 -
-selío (glorioso de su origen, que e» la soberanía del pueblo
•en su más pura y penuina fuente.
La sombra letal del despotismo marchitó en España, bajo
Carlos V y Felipe II, el árbol naciente de las libertades co-
munale.**, mientras que en Ingliiterra, desde la revolución de
1608. se ha venidn operando un movimiento descentralizad o r
lendenle A ensanchar la esfpra de acción de la vida local,
tftnto como han ido limitándose los poderes tradicionales de
la Corona.
El germen de perenne vida que anima á las libertades
inglesas eslá en el régimen comunal de sus pnblaciones,
<tentm de los condados y burgos en que está dividida la
Nación. A esa modesta institución dehen los ¡R<;Ieses el
sentimiento onérjíim y vivo df la litifrlad individual, con el
espíritu vigilante qué funda y protege el ejercicio de sus de-
TiHíhos políticos y sociales.
Log Estados LTnidos han llevado muy lejos el ]>erfeccÍo-
namienln del sistema, haciéndole producir en lodaK las lo-
-€alid?.<Ies frutos de bendición. El sistema federal de Gobierno,
la dewentnilizíición pntifica y administrativa, el espíritu
autonómico de los Estados, y liis iniciativas poderosas de
independencia personal tienen su origen y reciben la savia
fecunda que les da vida del régimen comunal encarnado en
las poblaciones americanas, desde su fundación hasta que
i!Ons¡gníeron emanripar.'*e de la Metrópoli, invocando los
principios y leyes con que esta misma las hiihía flotado.
Así como la Nación eslá <lividida en Estados, los Estados
•están divididos á su vez en Comunas ó Municipios, con una
organización completa (le Gobierno vecinal para el manejo
inmediato de los intereses de cada localidad que sus pro-
pios miembros constituyen.
• En la oi^anización del Municipio y en la educación es
domle se encuentra la savia de la rlemoeracia amerir^iii.
dice Laboulaye; en ellas v^ donde sp debe estudiar la liber-
tad para comprender cómo ha llegado á ser para los ciud:»-
^anos de los Estados Unidos tan necesaria como el aireqii
respiran. El ton'Hnhipii es una República indep<^ndiente que
se administra y gobierna por funcionarios de su elección.
Todos los años, por el mes dp Mayo. la comunidiid encar;,'a
i cierto número de elegidos, xetettmen, la ejecución d« sus
decÍHÍones; con Ifis frnMmen la asamblea nombra una muclit^
^»n«iA AwMHtor» — 7hM* IV.
•»
— MO -
dumbro de runuionurios ii)nnii.'iiNiles; los a.K«etreMrx reparte»
los inipueiítns, los collectturs los cobran, el com^Uible es el
encargado de la policía, el greffíer ó elerk redada los pro-
cesos verbales y lleva el registro civil, y un tesorero es el
encargado de guardar los fondo» del pro-común. »
• Añadid á todo esto uua muchedumbre de Trunte^s 6 co-
mÍKaríofi visiladures de escuelas, eriear^ados de los pobres^
inspeetorcií de carreteras y caminos vecinales, fieles de pesas
y medidas, etc., sin hablar del jurado y la milicia, y ten-
dréis un fíobienin qtie se renueva anuaJmenle, como en la
Kepública Romana de otros tiempos*.
Donde <|uíera (|ue se forma una agru|>ac¡ón de dos 6 fres
mil personas cuya jurisdicción se extíen<la á una su|>erfic¡e
de cinco á seis millas cuadradan. allf hay una Comuna^ or-
^■tinízada y regida por un Gobierno vecinal, dolada de las-
atribuciones necesarias para proveer á todos los intereses
<le la población en el desetivolvitniento de la vida local.
Estas agrupaciones realizan en toda su verdad el Gobier-
no propio, porque son regidas por funcionarios salidos di-
rcclamenle de su seno, y cada ciudadano es un miembro-
activo de ese Gobierno que se mezcla á ca<la rato en todos
los actos relacionado»; con la marcha de la comunidad, i|uo
le tocan muy de cerca y puede afectar su bienestar ó el de
su familia.
La «lecciún de los vecinos que han de formar los conee-
jos. el (razado de las poblaciones, la apertura, pavimenta-
ción y aseo de las calles, el e.stahlecÍmienlo de parques ú
obra:* de embellecimiento y ornato, la fundación de institu-
tos de beneficencia, la designación de preceptores ó maestros,
la creación, recaudación é inversión de los impuestos, son
asuntos que apasionan vivamente á los vecindarios, arras-
Irándolos í^ las luchas ardorosas de los cx)niícios, ¿ las con-
iruversias de la prensa y de los clubs, de donde sale depu-
ruch) lii opinión que en defiiiilíva gobierna á la sociedad.
ha aptitud para el (iobieruo, para el desempeño de las^
funciones públicas, comienza á formarse en este teatro res-
tringido de la vida del Municipio, se continúa en el Gobierno
del Estado y se perfecciona y culmina en los grandes actos
de la vida nacional; de manera que en esta escala ascen-
dente en la práctica de las inslitueiones. el Municipio viene
'i ser tu escuela primaria de la libertad.
- 391 —
amparo do esle régimen nace eu lo» ciudadniíoa la idea
de la propia dignidad, el valor <-Ívil, la iridepi^mleucia polí-
tica, f\ pri[i(M|)ío lie aulunoinfa. qiif ha ronducído á los
fiankee^ A la implantación genuina del sisleiiia federal, con
los inaravillusus resulladuK qur liaren de la Uiiii'm Aninri-
cana el pueblo más libre de la tierra.
Con el e»tableeiniientú de \o» Cabildos en la Améríra es-
{uñola, pudo desarrollarse, aunque tímidamente, bajo la Co-
lonia el principio de la libertad comunal, merced al relativo
aislamieiilo de bis ^ubiernos coiistiluídns en la va^la exten-
sión del Continente, que ponía roneosamenle en sus manos las
facultadas y poderes indispensables para el desenvolvimiento
auliünomo y progresivo de la vida local en lo que tocalut á
los intereses maleríaleí; y á la suerte misma de la asociación,
eu momento» de<<Ísivos y Holemiics, puesto que Ins Cabildos
eran las únicas entidades que vivían en contacto con el pue-
blo, idenlibcándosf murbas vi-ees con sus necesidades, aspi-
raciones y tendencias.
La Comuna [lOrlena. (pie llevó á cabo la evolución pacífica
del ano diez, asume al realizarla su personería de Municípiu
autónomo, impone su volunlail al Cabildo, declara caduca la
nulorídad del Virrey, orfraniza una nueva Junta patriótica y
liace triunfar por procedimientos estrictamente lógicos la re-
volución inú^ gloriosa que buya podido consumar un pueblo
en nombre de sus sagrados derechos y libertades.
La Constitución Nacional que rige & los Estados argenti-
nos garantida á éstos el goce y ejercicio de sus instituciones
locaJes, siempre qup aseguren á sus babilantCN, entre otras
cosas, los beneficios del régimen municipal, teniendo sin duda
en cuenta que sóbi este régimen puede concurrir elkazmente
A darles la capacidad orgánica que hoy mismo les fulla para
ser verdaileros Kstados federativos.
Esta provincia echó también en la Constitución de 1874 las
bases del régimen munici|>al. llevando tal vez demasiado le-
jos la descentralización administrativa, lo que no arguye en
manera alguna en contra del sistema sino de la o{>nrtnnidad
y conveniencia de su adopción en la época en que fué san-
cionado dicho (.^'idigo, qni> ni i's.i parlt* nunra llegó h cum-
plirse.
La Conslíttirióii reformada dt' IKSÍt mantíiMic en general
la misma amplitud de principios y entrega el gobierno de los
_ 2Í>2
intereses locales de cada partido ñ una Miiniripaliilad com-
puesta de vecinos que son elegidos popularmcnle y duran
dos años en el Hesempeno úp khs Puriitiones, debiendo reno-
varse por mitad cada año.
Lliima la atención, en pueblo tan cosmopolita como ol
nuestro, la cotidición rcHtríngida impuesta por la Constitu-
ción á los extranjeros para el ejercicio de los derechos mu-
nicipales, puesto que se le» exige para ser eloctores. á más
de un año di' domicilio en el centro (-ninunal respectivo, que
paguen un impuesto territorial que no baje de cien pesos na-
cionales ó patente que no baje de doscientos, como se lea
exige también para ser elegibles, además de esas condiciones,
cinco años de residencia en el país, sin mencionar las res-
tricciones conttiuidus on los artículos 31 y 32 de la ley orgíi-
nica del ri^gimen municipal, recientemente sancionada.
La lenta asimilación del elemento extranjero á nuestra so-
ciabilidad s('>lo puede explic^ir esa desviación de Ins princi-
pios liberales que ban inspirado siempre & nuestra legisla-
ción política y civil; y tal vez se ba tenido en vista, al diclar
esas disposiciones, que está en minos de los extranjeros
bacer desaparecer en cualijuier momiínlo osas limítarionos,
recurriendo á la naturalización que los incorpora k la nacio-
nalidad iirgentino, idenlincándolos con el destino do la nueva
Patria.
El ejemplo 4le Inglaterra, Bélgica. Suiza y Estados Unidos
nos muestra, mientras tanto, los maravillosos efectos del ré-
gimen municipal, que trasciende á sus más fundamentales
instituciones, en las iniciativas uidlviduales. y eu el espíritu
libre de los ciudadanos, en Ift cultura superior de los habí-
tantes, y sobre todo en esa combinación admirable de las
Fuerzas populares con la acción dirigente del Estado, (¡ue hace
la grandeza y felicidad de aquellas naciones.
Cbile acaba de sancionar una ley estableciendo Comunas
autónomas en los centroí* poblados de su territorio, no obs-
tante id sistema unitario que rige á esa Repi'iblira, donde existe
una tradicional centralización política y administrativa que
bace aparecer algo incongruentes y acaso inadaptabtes por
ahora los Municipios descentralizados. Rsa reforma tm|iorta,
sin embargo, un esfuerzo generoso en favor de los derecho»
individuales y de las libertados publicas.
El Canadá, la Australia, la Colonia del Cabo, son pueblos
993
prósperos que viven ilichuMOí» sin iiiüf^jiendencia política, mer-
ecí] á. los íiiilujoB 8aludablcíi del r^^iiiien municipal con que
lo8 ha doturki üu vi^an Metrópoli.
Hatíta ]íi Rusia, ese ^ít^atitc fítifrcnathi par la iiiann Tarrea
del Czar, y la Turquía, dejiradada por pI rici^pottsmn comiplor
de los Sultancíí, ent-ufMitruii en las libertades comunales que
les son coiiccdidns la inuca válvula respiratoria Ihijü la at-
mósferu restringida de la tiranía política que las atioga.
Un pueblo puede ser Feliz, decía el doctor Vélez Sarsfield,
aun con una mala 6 defectuosa ConstiLueión. y recordaba &
lri;jluterra ;{(d)enjuda liasla ahora por un Parlamenlo umni-
putenle, como también á la provincia de Buenos Aires, regida
durante su aislamícntn de la Uniún Argentina por el vetusto
Rf'idigo pulitico de 1854, y a^re^aba que e-sos pueblos Itabfaii
sido dichosos lientro de esas anútnalas estructuras de gobier-
no, porque en ellos inipernlut la opinión pública, que es su-
perior á lodos los poderes de la sociedad.
Abora yu digo: nosotras no somos felices teniendo las íns-
tiluuiones políticas m&s adelantadas, porque falta ¿ ksias la
savia fecundante de la voluntad popular, que las hace bené-
ficas > elieieutes en las inaiiíreslacioneti ordinarias de la vida
deinocráliea.
La rehabilitación de tas instituciones, el despertamiento de
la» iniciativas individuales necesarias para viviriearlas po-
drían muy bien venir con la implantación en todos los cen-
tros importantes de la I^rovíneia de Municipios autonómicos,
iadependieoles del Poder Político, que dieran vida á las lo-
calidades y promovieran la prosperidad de caita una de ellas,
interesando al mismo tiempo i'i sus habitantes, nacionales y
extranjeros, en la constitución del réfrimen comunal que du
& los vecinos el gobierno inmediato de la agrupación que
forman.
El gobierno vet:ína[ serla la escuela práctica de nuestras
poblaciones, cuyo nivel intelectual se elevaría naturalmente
con su rrecnenle purlícipación en los actos ni¿s importantes
del respectivo Municipio, además de la experiencia adquirida
en el manejo de los negocios públicos que le permitiría ex-
tender su íidlucncia il otro campo más dilatado de acción.
Eif menester tener presente que el mal <|ue en la actualidad
nos aqueja no está en las ideas sino en los hombres, ni en
las leyes existentes, que son muy buenas, sino en los hábitos
- áOi —
socialeí^ relacionados con el funcionamiento de nuestro sis-
tema político, que son mu)' nialoH; rlc modo que la anhelada
reacción sólo puede operarse por un cambio radical en nues-
tras costumbres públicas, que (Jé por resultado el prevaleci-
miento de la verdadera voluntad del pueblo en el ^bíerno
de sí mismo.
Es mi creencia que la regeneración polílica y social fi quR
el país aspira puede iniciarse con el cstjiblccimiento en los
centros poblados de la Provincia de Municipalidades t|ue fun-
cionen bajo los adelantados principios consignados en hi
nueva ley. .Su implantación leal y honrada habrá de darnos
indudableme^nte educación republicana, apeg<i al cnmplimienlo
de los deberes cívicos, celo en el ejercicio de nuestros dere-
chos, y apasionado amor por la libertad institucional, que es
prectsamento lo que nos falta paru comunicar alíenlo y vida
á luiestro decaído ser político.
Kl hombre .se adhiere tenazmente á aquello que más de
cerca le rodea, y va eiisancbaiido el círculo de sus afeccio-
nes á medida que los actos de su vida tienden ú abarear no
radio más extenso en la esfera social. Ama entrañablemente
á la familia porque ha surgido de su seno, y quiere ron pa-
sión íi su pueblo natal, sea pobre ó rico, pinlorrsco ó es toril,
porque en él han corrido dichosos los días de su infancia,
que emlwllece rlespnés con los recuerdos risueños y cando-
rosos de su imaginación de nifto.
E.Ktiende más larde sus afecciones á la ciuilad ó provincia
donde está el lugar de su nacimiento, hasta que llega á con-
cebir en su mente y á sentir en su corazón el ideal grandioso
de la Patria, <]ue exalta su fantasía y lo arrastra con gene-
roso entusiasmo al sarriticío y á la gloria. Hln el centro ve-
cinal nacen, pues, los gérmenes de ese noble sentimiento,
lauto más enérgico, ilustrado y consciente, cuanto más hon-
das raíces echa el régimen que le da forma orgánica y ex-
pansión vital.
Nos encontramos, señores, en vísperas de una elección mu-
nicipal qm* liene que ser disputada por los ciudadanos de
los distintos partidos que actóan en la provincia, y ella va
k verificarse pur lo tanto en las condiciones de la más am-
plia libertad.
La Provincia va á ver establecido por primera vez en su
bella capital y en los demás Partidos el régimen municipal
tDb -
Tundaiio cii la elección directa de í^us vecindarios y con fa-
•cultades administraíivas complelas, que podrán ejercitar libre-
mente en Iwneticio de todos, con la absoluta independencia
-tiel Poder Polflieo que su propia ley orgánica le asegura.
Apresurémonos X reconocer para terminar» que el partido
<ine ha dndn á lu provincia de Buenos Aires su actual ley
de municipios po))uIares y libres, ha adquirido un justo y
merecido titulo á la consideración pública, y que si consigue
llevarlo á la práctica con verdad y eficacia, habrá conquistarlo
también su mayor timbre de gloría.
He diclm.
Discurso pronunciado por el doctor Osvaldo Magnasco en la Cá-
mara de Diputados de ta Nación el 19 de Octubre de 1891
Señor Presidente: No debo ocultarlo: hace algunos días
-que penetro profundamente conmovido en este recinto. Me
sienti» solicitado por las grandes emociones, y cada día que
IninsiMirre, ru) sA si será purqne soy muy joven, me «ientn
mucho más abatido; y mucho mái» aun. despu^>s de liatx^r
e«curhado la palabra de nuestras oradores tradicionales en
la solemne reunión de notables verificada ayer. De notables,
tligo, ya que eslá tan en boga cta expresión eu los gran-
des apuros argentinos, esta expresión geriuína mente na-
cional
Señor Presidente: ayer he asistido al Senado, como la
mayor parte de los que están aquí presentes, dentro del
recinto, en la Cámara 6 en la barra, con el objeto de en-
-contrar el alio consejo de esto qne ha sido llamado ayer
mismo el cuerpo de ancianos de la Kepública; y se ha la*
lirado en m¡ espíritu la convicción dolorosa, tengo que dc-
•ctrlo con pena, de que ninguno, absolulamenle ninguno ha re-
<*ogido la anhelada palabra de la verdad <pie brota del
corazón sin recelos ni compromisos, y sí solamente el pen-
samiento artifícioso, el pensamiento artiíicioso que no ha
logrado sustraerse de esta atmósfera política malsana, y que
va buscando todavía en medio del desastre público la rea-
lización del interés personal ó la realizítción del inter&s de
partido. íMuy bien).
— 296 —
Sí, señures Diputadus: yo vengo con la ñgura luoilesla^
que ni) es, sin iIiiíIji. I;i <ÍeI viejo Sarmíenlr», á decir la ver-
dad dolnrO!>a en las horas de angustia; la verdad que ilebo
á mi país en esLos momenLotí, que yo conceptúo {tóstuinof^
para mi vida política; la verdad, que para todos los c|uc i^e
sieotan en un día lan solemne como el de hoy en este re-
cinto, constituye el deber más deber, el delier uiás iinpera-
livo de todos cuantos hayamos tenido que cumplir en nuestra
vida poHlii^a, y tal vez en toda nuestra vida social.
¿Cuál es el estado político y constitucional de la Repú-
blicat
Los Poderes Píihlici»s. los Poderes de la Constitución, del
Código Político supremo, están como muertos.
Ahí está la admínÍ8tractón de justicia debatiéndose en las
obscuridades de una deshonra, si no prolKida, al menos sos-
pechada.
Kl Poder Ejecutivo, debatiéndose también en la inercia y
eu la impotencia más abrumadora; mientras nosotros, no,
mientras el Congreso está recibiendo, en moneda de buena
ley, en moneda de una legitima impopularidad, el pago de
8U0 timideces de diez años.
Porque este Congreso, señor Presidente, liublo del Con-
greso como autoridad que se perpetúa en el tiempo con ra-
niifícaciones en el presente, en el pasado y en el fuiuro»
porque el Congreso Argentino se ha dejado avasallar du-
rante diez años, durante dos Administraciones, por la iu-
lluencia perniciosa del Ejecutivo, areplundo así la esclavitud
política y labrando de este modo el desprestigio de la acluali-
dad, el desprestigio de esta corporación <¡ue habría, en estas
horas de allicción sin ejemplo, podido agrupar á su alrede-
dor los elenientus dv. opinión y hasta de fuerzas necpsarias
para constituir ahora un punto de resistencia; de esta cor-
poración, señor Presidente, que ha sido eu otrtí tiempo el
baluarte lirme y el baluarte inconmovible de las extralimi-
lacionesde tos Ejecutivos insolentes ó habituados á la auto-
cracia.
[Somos así porque así lo hemos queridol
¿Quó (!xtrario, t'ntoiir.es, ([ue suframos ahora las resp(ui-
tíabilidades de nuestra propia conducta en el pasado'í
Yo no me explico entonces, señores Diputados, cómo es
posible que el otro día, en este recinto, hayan resonado
aceutot» de protesta eii contra de este iegitinio, d« e»te hon-
do clamor pAbticu, inuiiirustado en toda» partes y rspe-
rialinentt' en los óivanus del periodisinn argentino, qne son
los úrtíauoH de la ii|tiiiión.
Claro que no me reliero á la diatriba personal, que yo
nuncíL me paro ¡'i recoger; me refiero á este rlamor como
Irágieo, qnr nos llo^a de toilat» partios, st^ñur PreKidentc, en
contra de un Kjeculivo, de un Gobierno que se ha dej.ndu
arrastrar en lu corriente cenagosa de una política tímida,
vacilunlf, f*üt>artle, cunn<lo no rraneainenle errónea, fraiiea-
ineiile nociva, abierUwenle eonculcadora de lodo prímipio
de buen (inbierno.
Dicen. Keí^or. que en las circunstancias se hacen los hom-
bres; dicen que entre las ráfagati de la tormenta se prueba
la virilidad, y que en las horas aciagas de los grandes pe-
l¡jín)8 y fie las grandes tristezas se tumpla el espíritu de los
hombres dí^ (íobieriio.
Pero yo busro. seOor Pn^itidente. eu este ambiente asfixian-
te de tantos meses, eu esta atmósfera en la que yo creo
]tert'ihir elcineiiLos, lo di^o con jiena. de irremediable deca~
dencia pública; yo busco, sefior PreMdente. no diré aquellas
energías avasalladoras de Lincnhi, cuando afronlabu con
inimo sereno el doble conflicto del desmoronamiento de la
Unión y las rivalidades y rencillas que rojau el alma de
su propio y querido partido; yo. señor Presídeme, en estas
hnras de an^nistia general, no exigiré al Presidente Pelle-
grini aquellas ex a t;e ración es de valor cívico implacables de
Jnlionsoii, jíor ejetiqilo. cuando levantalKi su silueta de león
como la historia le llama, en medio del desastre, del con-
flicto, y de la catástrofe; cuando imponía su voluntad con
mano ení^rgira ii ron ese carácter inllexible del estadista
templad» en los luchas de una democracia c|ue, si lenta ^-
nerosidades, tambii^n tenía temibles rencores; yo busco en
medio de la desgracia que empieza á diseñar sus contomos
obscuros alíra mas sencillo, algo que tengo derecho á exigir
de los Presidentes argentinos: ¡el sentimiento del amor íi este
país en tmufragiof {¡MutjhifH!) ¡el sentimiento de la virilidad
gubernativa, las energías de las horas iliflciles, el noble
uubelu de la verdad y del bien pnblíro, la obra y el acto
que se ajustan es|>onLáueanieJite. sinceramente, á este supe-
rior pro|msila!
¡Y si lo eucoiilrarfa tal vez, señor Pretíiüente, en el iniUi
mndpijln ciudadano de nuestras últimas capas sociales, no
lo veo brotar ahora allf en frente, allí, en la Ca«a de Go-
bierno. fiMn¡/ bien') donde parece i|iie ha (Mniiudceido la
inteligencia para labrar cI beneficio colectivo; alH. en la
Casa de (iobierno, donde no está la actividad, donde no
cstíí la energía, donde nn eslú la virilidad, ni pfTKonuI ni
política f/3fií^ bien! ¡Muy bienj en la Casa de Gobierno.
en donde parece que han muerto todas las virtudes cívicas:
en la Casa de Gobierno, en donde la cnncieneia nacional ha
iiisi:ri])to, no sé por i|uc siniestra coincidencia, el anulema
Barcástico: Panem tt circetmes! ¡Para el estomago y para la
di versión I
S(, señor T'residcrUe; porque |>ani que narla falle en este
cuadro sombrío de decadencia. <le depeneración irremedia-
ble, el caballo, el hipódromo. la fiesta hípica, en donde re-
suenan vítores >- aplausos de pueblo frenético de entusiasmo,
han venido á t^uuMhür. . . .(ManifesUicioncí^ ih nprohtuiñu rn
¡en hanc^í* 1/ nplaunoH en la barra.)
Kl caballo y el hipódromo, señor, han venÍ<lo á sustituir,
¡qué vergüenza! los que me conocen saben con qué sinceri-
dad hablo, al circo y al potro victorioso de los emperadores
romanos, cuando alinientalKtn sus vei*go'.i7.osas sensualidades
en Ins óltimos días del Bajo Imperio! {,^flly bian.'j
Señores Diputados: eí>lamos, tal vez. mucho más cerca de
lo que nosotn^s nos imaginamos, en el último tramo, mejor
dicho, en el principio del desenlace de nuestra larga crisis
social y política.
¡Hay ruidos anacrónicos en toda la vasta extensión en que
se desarrolla la actividad como extraña de los pueblos de
la Itepúblic-ii: hay elementos de otra época en lodo el te-
rritorio de la NaL'ión; ¡hay rumores siniestros del año 30,
señor! Yo no sé cuál será la naturale/.a del desetduco que
se prepara; yo no sé si será la revolución, ó sí será la anar-
quía. . . . ¡Yo sé ((ue nos hallamos próximos al desenlace y
que estarnos al borde del ahisnuí, de la rcv<ducióii ú de la
disolución!
Yo veo en la atmósfera política y también social los gér-
menes evidentes de una decadencia pública, sin remedio tal
vez; decadencia notoria, señor Presidente, en el relajamien-
to del Poder, en el debilitamiento de todo principio de au-
— 209 —
torídad, en la Taita absoluta de Ciobierno. en la anarquía
de opiniones reinantes, en la impotencia misma de los hum-
bros dirijfenles y en la u(;IÍIiid ¡imenazadora del rcmíngton
popular y del remington de línea <lispuesto á provocar el
estallido y á suHliluir al último esfuerzo ilc la previsídn pa-
triótica y á tos anhelos inteligentes del pensamiento conser-
vador.
Bien; yo no quiero pi-olongur este discurso
No. seQoreR, Me siento muy fatijíado.
¡Allá VH mi úllimri e8[>ernnza!
No quiero creer, seftores Diputados: vamos á conceder,
no quiero creer que hayan muerto por siempre las virtudes
cívicas en el corazón de nuestros liombres de Gobierno: no
quiero creer que lu encrjría orf¿ánicu del Presidente PHIe-
grini. lim bravr en la guerra como pusilánime en la paz.
no pueda, de aqu! en adelante, nianireslanie también, lia-
rerse visible en la esfera de la vida pilbliea.
Antes bien quiero creer c(ue se despertarán, en esta des-
gracia nnciornil que nos amiiiea. el scnlimieiitn de la virili-
dad, las virtudes cívicas a(^>rmf^cidas. las fuerzas debilitadas.
para que. burirndf»les converger yínceramenle al mismo pro-
p<)sito, pndiimos salvar ni país de su decadencia. & las ins-
tituciones de su ruina, al pueblo de sils dolores, y á los
Poderes Ffiblícos de uu decrepitud. {,Muy hirnfj
Yo voy á volar por esa miiniia Ifajo esas conrlieinnes: yn
voy k adherirme al pensamiento de la mayoría bajo ttsas con-
üicíones, (pie son una esperanza como pfístuma: la re^ne-
raeión, la reforma <-ompleta de la política s^uida hasla
ahora por el Presidente ile la Kepv'iblica.
Señores Diputados de la oposición parlanieutariu: tenemos
el último esfuerzo: bagamos el úllímo sacrificio: votemos
todoB. para que. cuando se haga el juicio de estos momen-
tos solemnes, no pueda decirle que rujsotros representamos
el pensamiento ol>slrurtor: aunque lo digan injustamente, yo
quiero evitar este cargo.
SI, sefiores Diputados: ya que las inteligencias más pre-
claras del país y sus hombres dirigentes levanlan la fórmu-
la extrema de robustecer la autoridad ejetuitiva con la auto-
ridad soberana del Congreso; ya que las cabezas eminentes
del país aconsejan esta fórmula como la última fórmula ile
ttalvación posible, ¡afuera toda resistencia, para que nunca
— 300 —
se (liga que fuimos lo8 úriieus en i-esi»(]r la obra ác enér-
gica repuraci<)n <]iie luri vivaiiientt- aiiltelaniüsl
¡Señores [JipiitiMlos de id ojiobioiúti: el último esfuerzo, el
úlliiiio »anrificio! . . .
Entre tauto. quedamos á la eí^pcclativa.
He diclifí i;Muif hic.n' ,'.Vui/ bieti!^
Discurso del doctor, don Luis Saenz Peña, en el Teatro Onrubia
(hoy Victoria), el 6 de Marzo de 1892. al ser proclamada su
candidatura á ta Presidencia de la República, por la Conven-
ción Electoral Nacional.
Setiore^ Convencionales:
Me siento cotmiovído profundamente ante este hermoso
espectáculo que por la primera vez se presenta en la Re-
pública.
Cada período en que el lapeo de tiempo ha llamado ú la
designación de caniJídatoK á la Presidencia. í^c lian agitado
con intensidad las pasiones, terminando algunas veces en
luchas fratricidas; ahora precien oíamos la forma lran(|ui1a y
reflexiva d(! explorar la opínitín de la Kepi'iblica por medio
de Convenciones Nacionales y asistimos ú et^la gran mejora
de nuestras costumbres poHtic-as, presenciando la reunión de
ciudadanos de lodos los Estados de la Nación que por sen-
timiento df patriotismo y de deber cívico dejan sils bogaras
y su bteiiestar para venir & desempeñar esta función pública
<le designar un candidato que sea la e.vpresión de la opidión
de los Kslados que representan.
Un voto de gratitud al civismo de los bonorables conven-
cionales.
Al indicárseme por las Comisiones de las Juntas Directivas
de los partidos del Acuerdo, su resolución de propiciar mi
nombre como candidato ante la» Convenciones Nacionales,
me reserva exponer sucintamente m¡ programa de gobierno,
si la mayoría de los honorables convencionales me bonrasen
con la alia distinción de designarme romo candidato.
Ha llegado este moinetito, el más solenme de mi vida pú-
blica, y ante todo debo signiticar mí gratitud intensa á (odas
las personalidades políticas que han tomado participación en
este uioviniieiito de opinión, á la» Juntas t)irectÍYa!t de Ins
partido» del Acuerdo, y & las honorables Convenci«nes Na-
cionale^í que me han sorpreiidíilo en mi modesto retiro, desig-
nándome como una solución nacional en estas cipcunslancins.
Asimismo debo extender mi gratitud especial á las manifes-
taciones espontáneas de opiniones que se han producido en
toda la República y notablemente en esta Capital.
Puedo afirmar con reconocimiento, que en las adhesiones
que se han publicado, veo representada dignamente la aris-
tocracia de la ciencia en sus diversas carreras científicas, las
personas representativas de la honradez tradicional de esta
sociedad, los gremios productores que son los factores en
que la República debe cifrar el restablecimiento de la riqueza
nacional, y el alto comercio nacional y extranjero que tiene
vinculada su suerte y sus capitales al porvenir de la República.
Todos estos factores piensan y forman veríladera iipiníón
pública, y movidos de un propósito común, ante el hermoso
espectáculo de la prescindencia absoluta del Poder Naciniial,
secundados por símpalías de carácter popular, me han deei-
dido ú aceptar el puesto de honor y de sacrificio con que se
me favorece, y ojalá pueda eorrespoiiiier diprtiainetite á las
esperanzas y exigencias de la opinión.
Cuando en un país, conmovido pnr pjisione-i anárquicas y
divisiones de partidos, se viene á solicitar un mii}(istrado
civil sacándolo del asiento ([ue ocupa en la Suprema Corte
de Justicia Nacional, [mra levantarlo a! alto rancio de Pre-
sidente, es lógico creer que la opinión anhela un (iobiemo
reparador de justicia distributiva, que ha^ra respetar la ley.
la Constitución y los derechos individúale^*, que se preocupe
de hacer efectiva la honradez y moralídatl administrativa en
todas sus ramas, siendo lal vez esta esperanza la causa de-
terminante de las simpatías de la opinión; tm Gobierno de
todos y pant lodos, que reslaun? la tranquilidad y bienestar
á que tiene indispensable derecho nuestra país, después de
un período de agitaciones y turbulencias tan proloni^^adas
oomo el que ha plisado.
Con e50s antecedentes, creo que la primera palabra ijue
debe pronunciar un ciudadano que es levantado en brazos
de la opinión á la Presidencia, debe encerrarse en el com-
promiso sincero y patriótico que prescribe el juramento con-
— 302 -
STfmado Pn la Conslilución: -Observar y hacer observar
lielriienle la Conslitucióii de la Nación Argeiiliita>.
En esos términos eslá conrentrailo el más elevado pro-
grama que puede ofrecer A la Nación un ciudadano. Nuestra
(^otislilucióii encierra las ntús preciosas garantías á i|ue se
puedp aspirar en la oriíafilüacíóti del gobierno representativo
federal: allí están consignadas todas las libertades priblíca^,
y la distriljiíción de los Poderes ennrdinuflos (pie forman el
bermofío organismo del sistema constitucional (pie lienioü ju-
rado, y aplicando sus preceptos á los diversos ramos de la
Administración Pública, procedo k consignar brevemente loü
grandes anhelos que formarían mi programa de Gobierno.
Al abrir nuestra ('arta KutidannMitaKeniMuitramoKsu srginidn
artículo que establece que «el Gobierno Federal sostiene el
culto católico, apostólico romano*.
Kntonces, después de la fórmula del juramento del F^residen-
le en que se invoca á Diots, Nuestro Señor, y los Santos Bvan-
gelicts, entiendo (|ue un Presidente constitucional i'stá en el
deber sagrado de respetar y de hacer respetar ]<>6 grandiosos
preceptos <pie encarnan esos artículos constitucionales.
Las leyes que rigen el orden moral no se violan con im-
punidad: y si bien me hago un honor- en encontrarme entre
los creyentes, comprendo al mismo tiempo que la Constítu*
eión ha establecido la lil>ertjid de conciencia y de profesar
libremente el culto que c^da uno tenga, y estos conceptos
deben ser inviolables en toda la Nación. Respetando el de-
recho individual, se hace efectivo el sistema de la Consti-
tución.
I«a situación azarosa que la l'atali<lad ha preparado á la
Presidencia próxiíua, impedirri iniciar grandes obras públicas;
pitrque el Tesoro Nacional no lo ¡lennite, y la preocupación
suprema del Gobierno debe concretarse á bacer esfuerzos
de todo género para recuperar el crédito nacional ante los
mercados extranjeros.
No habrá sacrificio que uo esté dispuesto & iniciar con
pse elevado propósito; llevaré la economía en los gastos pú-
blicos hasta donde sea posible, y proptmdré la crp^aciún de
un impuesto nacional especial que se considere sagrado por
toda la Administración para aplicarlo exclusivamente al ser-
vicio lie los empréstitos contraídos.
Propemleré con decisión &. que en los mercados extranjeros
— sai —
se forme la conciencia íntima de que la HepúblJca Argen-
tina entra resuellamentc en el camino de los Hacríflelos po-
sibles para rctnipcrar su crédito; y una vez i]ue ^e forme la
convicción de est08 propósitos honestos, obtendremos de
nuestros acreedores modificacione.s en sus exigencias que
ha^'an posible la recuperación del crédito perjudicado.
Cafla vez que lie lefdo las apreciaciones desdorosas que
hace la preuíia europea con motivo del estado de nuestro
crédilo, me he sentido afeclado profundamente como ciuda-
dano particular, y no díuln f-ncontrar al respecto la coopera-
ción uniforme del Honorable Congreso de la Nación, porque
no hay ciuiladunn que no se sienta dispuesto á los sacrificios
que sean necesarios paní restablecer el créililo nacional.
Como un medio concurrente (i eslc prnpósito, pienso que
](is jaranitas á los grandes i-apilales k emplearse cu obraíj
piíblirns, deben reslrinpirse en lo posible para aliviar la pe-
sada carga c|ue soporta ya el Tesoro Nacional.
Considero <pje las emisiones de papel se han e.xa}^rad(»
en la Hepi'ihlica. y propendería á su amortización gradual
para encaminar oportunamente al país á poner término á la
moneda fiduciaria como moneda legal de la Nación, medi-
tnndo con los consejeros que rae acompañasen en el Go-
bierno, si sen'i conducente en esta situación establecer en la
Repúblira la rín^ulación metillica en plata, que al lin tiene
uii valor inlrhiseco relativo, concluyendo con la facilida^l de
autorizar enu'sinnes.
Serta suinamerilc parro en decretar grustns por ticuerdosde
Gobierno, pues sobre este punto se lia hecho casi ilusoria
In atribución del Congrego Nacional, que es el encarado por
la Constitución de fijar lo» gastos públicos y los recursos
para atender í\ ellos.
\.tiü instituciones iNincarias reclamarían la preferente ateo-
ción de la Administración, y con las lecciones de la expe-
riencia reciente se pro|>endería (i que esta industria honesta
de todas las naciones civilizadas, encuentre ^trantfas efica-
ces en las leyes nacionales.
Como medio ade<'uado para restaurar la piluación econó-
mica de la Nación delie rornenlarso el desarrollo de bi in-
dustrias nacionales: »ólo en la economía y en el trabajo debe
buscarse el restablecimiento de la riqueza nacional. Kl isle-
nu de i-crurrirá empréstitos exteriores para atender á uece-
- 3at —
sirlaips del momento, es uiin fie las causas que lian concu-
rrido á ta ^lavetJml iÍb la situimióii flrmrH-icr.'i anttial. 1^»
deudas extranjeras Holucionnn moiiipnlineamente una difi-
cultad, pero con el lapso de poco tiempo ellas se aíriavan,
porque aumentan las rp^ponsabilidailes ulteriores. Debe an-
helarse que la riqueza nacionalice cimente cu la producción
levantando nuestra vista al comercio exterior i>ara defender
nuestros productos ante los mercados extranjeros, cuando
Ins veamos hostilizados por las elevadas tarifas en el paltt
de su (leHtinn.
En la faz política de la Administración, la primera nece-
sidad será la reforma electoral, porfpie la garantía del s«-
fra^fio popular sohre que reposa lodo el sistema del tiohienio
representativo, os la base fundamental pura cimentar el orden
político, t^ranliendo elieaümente todas las opiniones; y con
tal objeto, solicitaré el conctireo de los distiníruidos ciuda-
danos que se han preocupado (le esta materia, á lin de que con
la intervención del Ministro del ramo y cooperación del Ho-
norable CoiKíreso se pueda arribar £t plantear en nuestro
país un sistema elertoral que concluya para siempre con los
fraudes y abusos de todo peñero que nos han llevado á los
tristes extremos que todos hemos presenciado, á cuyo fín
habrA necesidad de establecer penas severas para que se
Comprenda que ya no es posible continuar con atiuellos
excesos que no dudo condenan todos los partidos.
Simpatizo con un sistema que tienda A dar representación
<^ las minorías, portpte no desearía {gobernar con unauiínídad
legislativa; drsoaría presidir ini (íoliii>rno de amplia dÍHe.u-
sión parlamentaria, un Gobierno que sólo anhelase proceder
con acierto, solicitando el concurso patriótico de todos los
ciudadanos.
Kn las relacionen del Gobierno \acional con los Kstados
de la República, respetaría con la Constitución su auto-
nomía: ella ordena que las Pn}vincias ó Estados elijan sus
Gobernadores, sus Legislaturas y demias funcionarios de pro-
vincia, nin intervención del Gobierno Federal, y hay que ha-
cer observar con severidad este precepto saludable de la
Constitución, que es propio del fjran sistema representativo
federal que hemos adoptado.
Los Kstados ileben resolver sus dificultades internas dentro
de sus medios propios, y no desnaturalizar el gran sistema
-^SflB-
•constitucional que Leiiemos, solicitando la intromisión del Go-
bierno Nacional en asuntos que sólo son de orden interno
provincial. En materia de intervenciones, roe someteré estriota-
inente á la letra y espíritu respectiro de la Constitución.
Otra de las materias que deben preocupar la á próxima
Administración, será la difusión de la educación primaria; pues
aunque este ramo pertenece á los Estados como base para
garantir á cada Provincia el goce y el ejercicio de sus inslitu-
-ciones, creo que el Poder General de la Nación debe concurrir
con los recursos que le sean posibles, á fin do quecnda ciuda-
dano tenga al menos nociones elementales de todolo que cons-
tituye la educación primaria; porque habiendo organizado un
Go bicrno emanado de la elección popular, no hay sacrificio que
no deba hacerse para obtener p\ pran resntlarin de que caila
ciudadano sea un factor consciente en todos los movimientos
4e la opinión pública del país, disminuyendo asi el (guarismo
de analfaliPtos que arroja ol Censo Kscolar. II fin de evitar
que en los movimientos colectivo» masas de ciudadanos igno-
rantes sean arrastradas alguna vez sin conciencia de sus actos
á tomar participación en hechos de que no se dan cuenta y
á «ervir de ¡nstrumenlo.s atentatorios contra la tranquilidad
piiblica, impul.sadas por pasiones ajenas ó exlraviadas.
Me es satisfactorio considerar los progresos que 4 esle
respecto ha hecho nuestro país; pero dado el modo de ser
de los habitantes de la República, diseminados en inmensas
extensiones territoriales, hay que llevar en la forma posible
la innueucia beiii>iica de la educación primaria á todos los
exiremos del territorio nacional, aumentando los recursos
necesarios para esle objeto.
La inmigración extranjera debe también preocupar á la Ad-
ministración; liay ([ue hacer esfuerzos para restablecer la co-
rriente inmigratoria, que desgraciadamerile se ha suspendido
por circunstancias ([ue son notorias.
Poseedores somos de territorios nacionales que reclaman
el trabajo del hombre; debemos estimular la inmigración,
ofreciendo á los inmigrantes todos los medios defaeilítar su
arraigo en la República, poniendo á su alcance la adquisición
cómoda de la propiedad para radicarlos como propietarios al
suelo nacional, interesándolos as! en el movimiento de eu ri-
queza; y uno de los medios concurrentes á eslo fin. considero
-que sería facilitarles la adquisición de la ciudadanía.
OuToiiu jlRoannu— 1l»w« IV. 0
— 30(> —
La experiencia nos ha demoijtrado <jue la inmigración ar^
tiñciul cuí^learla por el Estado ha dado ra-^ultudos conlrarius
A los anhelos que se tuvieron en vista al autorizarla, y hay
medios indirectos que. sin gravar el Tesoro Público, ret>lable-
ceriin sin duda el moviniientn inmijfratono, líesde tjue se
forme la conciencia do que la República brinda á lodo extran-
jero laborioso un horizonte dn prosperid.id y bienestar que
no puede encontrar en su Patria nalix'a.
Concurrenics á estos anhelos deije preocupante de que la
tierra pública no se acuerde en enormes extensiones que sirven
de estímulo á la codicia v á la especulación, dejando siempre
despoblados los territorios concedidos.
El sistema de códÍ}íos que rige hoy en la República es de
los más adelantados y conviene dejar que los tribunales eu-
ear^adoK de su aplicación fornien dentro de sus preceptos
la jurisprudencia corresiwmliente, suspendiendo por ahora
reformas al respecto.
Sólo sobre un punto es necesario dictar una ley especial
que modifique el procedimiento actualmente vigente, para que
el (fran privilegio ()un protpfíe Ala libertad individual sea efi-
caz dentro de la jurisdicción federal. El privilegio de Itabmif
t¡or]Hw delie hacerse efectivo del modo mñs sumario posible,
y la ley que lo reglamente debe responder á esc propósito.
Gl Poder Judicial en nuestro sistema conslifucional.es el
baluarte sobre que descansa la efectividad de las ^rantlas
constitucionales: y cuando la resolución de un Juex ampare la
líberlad [lersonal ile un habilanle de la República, todas las
autoridades deben apresurarse á cumplir y á respetar ese fallo.
JuK^o asimismo que, una vez que el Tesoro le permita^
deben crearse al menos dos Corles de circuito con jurisdic-
ción terriloriíil adecuada, para evitar ipie la Corte Supn'ma
de la Naíüon sea recai-gada con asuntos de insigiiiticaiite
importancia (jue, no sólo jierjudicaa 4 los interesados por
la demora consif.^lieute. sino que desnaturalizan las funcio-
nes elevadas íi que <leliiera circunscribirse aquel Supremo
Tribunal.
I^s instituciones militares reclamarían la preferente aten-
ción de la Administración; con un personal capaz de todas
las virlufles marcialcK de qut^ ha dado brillantes pruebas el
Ejército Nacional en sus ^íloriosos anales, le falta afín la
base de una legislación adecuada y una prolija reglamentación-
-307 —
pitra levantar sobre ella la podcru^ fuerza armada con que
(Iftbi* rniiUir Iíl Hi'.púhlicu. Coni-.itarla cotí este objeto Iridafi
las cupaeiduiie» tiiílitares que Telizuieiite existen en las fílas
del ü^ército y de ta Armada, y estimularía la ilustración y et
patriolismo de los le^iíiladoreti.
Nuestras extensas fronteras terrestres y mnritima.< exigirán
siempre la existencia de un Gjéretlo y Armada aiJecuudoií
ít sus necesidades. Hirviendo de núcleo á la gran milicia de
la Nación en que debe reposar la defensa de la seberanla
nacional.
A la conveniente oi^nizaeión y disciplina de esa gran
fuerza nacional debe contraerse et (lobíernn cuii la coopera-
ción de lodos los Gobiernos de los Rslados. con arreglo á los
preceptos de la ConsUlnción.
La milicia nacional debe ser tnia fuerza concurrente y po-
derosa del ejéa'ito de linea, formando un cuerpo homogéneo
que sea el guardián inconmovible del orden, de las autorida-
des constituidas y de las libertades públicas, amado del pue-
blo como suyo, y (|ue despierte en él los elevados entusias-
mos del patriotisinu.
Aumentar y perfeccionar los institutos científicos y ténicoB,
proveer á la economía y normal administración de lodos los
ramos militares, mejorar y regularizar Uia condiciones de
reclulamienlo y sustituir á las ordenanzas de Carlos 111 con
uii sistema de codificación completo de leyes y ordenanzas &.
U altura de los progresos de la época, aon grandes y legítimas
aspiraciones con cuyo objeto se harían los esfuerzos posibles.
En las relaciones externas de la Uepública seguiría la po-
lítica que nos mai-can nuestras honrosas tradiciones interna-
cionales: procuraría estrechar nuestras cordiales ndacioncs
con todos lus listados amigos, y haria esfuerzos por vincu-
lar inAs la fraternidad americana con todos los Estados de
América.
Afortunadamente, nada perlurbu ni amenaza la paz y tran-
quilidad de lu Nación; y si bienes cierto ipie tenemos fiendien-
t(« cuestiones internacionales sobre límites, no lo es menos
que ellas se encaminan á soluciones pacíficas que nos dará
la ciencia de los geógrafos y los términos y espíritu de los
traladus celebrados; y en Ciltimo caso, iremos A ese recurso
que hoy se hace camino como una aspiración del derecho
internacional moderno y que para honor de la República Ar-
genlína lo lia proclamado siempre como medio de solucionar
esas dificuUades internacionales. Me refiero al arbilraje. La
vida internacional ríe la Nación debe llenarnos de saLisfaccíón
fntíma como argentinos, porque desde la primera época de
nuestra emancipación lienio» levantado grandiosos principios.
La abolición He la esclavitud la registramos como una san-
ción de la Asamblea Nacional, apenas inieíailo el movímíeulo
de la emancipación americana (1813). El arbitraje, como medio
de resolver cuestiones internacionales, lo tenemos pactado en
varios (Hitados, y en época más próxima de una jfuerra in-
ternacional proclamamos como principio que «la Victoriano
da derechos»; es decir, condenamos el derecho de conquista.
Inspirada así nuestra vida exterior con el respeto de los
derechos de los demás, y teniendo como doctrina el arbitraje
como solución en cuestiones esternas, debemos esperar que
no perturbarán la tranquilidad pública de la Nación ninguna
clase de cuosl iones ititcrnacionale.'t.
Las inquietudes que alguna vez se han hecho circular sobre
temores de reclamos de acreedores extranjeros, á eausa de
supresión de servicios de papeles de crédito de la Repóblica.
Ia.«í considero del todo desautorizadas; si bien debemos la-
mentar los hechos fatales que han producido ese resultado,
eso sólo interesa el derecho privado de particulares, que no
pueden jamás dar origen á gestiones que afecten la sobera-
nía nacional; y aÍ esos mismos acreedores se convencen que
la Kepnblic^i entra en una setida de economía severa y que
hace todos los esfuerzos posibles para recuperar el crédito
lesionado, ellos lian de hacer justicia á esos nobles propósi-
tos y harán posibles arreglos decorosos y equitativos.
Desconnundo de mf mismo sobre mis condiciones inte-
lectuales y morales para corresponder dignamente al honor
coa (|ue se me (|uiere favorecer en situación tan grave y so-
lemne de la República, propendería á formar oportunamente
UD Consejo de Estado que. si no está autorizado expresamente
por la Constitución Nacional, creo que no contraría el espí-
ritu que domina en ella y que es una institución concurrente
& un buen gobierno.
L'n Consejo de Estado integrado con pei-sonalidades distin-
guidas que han desempeñado en la República empleos de
alta importancia, puede prestar su concurso patriótico á un
Gobierno que se levante en brazos de aspiraciones naciona-
— aca-
les que tienden á iniciar utia ópoca de concordia, de repara-
ción y de justicia.
Kttloin serían ': (grandes rasgos mis anhelos si lle^roRe íí la
Presidencia de la República, creyendo oportuno liacer cx)nstar
i|ue en aquel alto puesto atendería con solicitud todas las
exigencia.< públicas <iue pue<la remediar por las atribuciones
constitucionales, y iuiradecer^ á la ilnstraila prensa narinnal
que me preste su valioso concurso para ilustrar la «piniórt del
Gobierno. aiHjyando las medidas que crea que lo merezcan
y censurando cuand» lo creii de su deber, porque subiría al
Poder con un espíritu de tolerancia para todas las opinio-
nes, el mAs amplio posible.
Siento flotar en la atmósfera <le la opinión un elevado an-
helo de sentiinientos frateniales y |)alri<^licos: parece que el
lar(;o período de desastres que ha pesado sobre la Repúbli-
ca inclina hoy ú Iodos los habitantes á buscar una situación
de tranquilidad y bienestar.
No en posible (]ue la Nación Argentina esté condenada á,
ser víctima de inquietudes constantes; no es posible que un
abismo divida los partidos políticos, odiándose unos á otros«
V |)arece que los hechos (|ue se produeeri presetitati la opor-
tunidad de unir en un solo y patriótico propósito todas las
nspiracinnes en que se ha dividido la opinión de la Repú-
blica. ¡QuA honor scrfa para este modesto ciuiladano. que no
lia anibicíanado ser Presidente, poder presidir una Adiiiinis-
trnrión que pusiese término á la» paMÍoncs exnltada.s He la
política interna!
Con los anleeedenles e.xpuestoSf acepto con sincera grati-
tud la candidatura que se me hac« el honor de ofrecer por
las Convenciones Kleclorales del Partido Nacional y de la
Unión Cívica Nacional, secundada por extensas adhesiones
eapoiilünejis de opinión h que tne lie referido: y si Herrase el
caso de qye el procedimiento constitucional ratifique esta
(lesi^riiacióit. imploro desde ahora, como ci-eyent<' sincero, el
auxilio de la Divina Providencia para «lesempcí^ar como co-
rresponde los altos de)>ere8 que imponen el car^'o de Presi-
dente constitucional ilc la República Aivcnlina.
Solicito asimismo la cooperación de lodos los patriotas
de la República. Mi (iobierno un sería el de un partídc polf-
ticu ríntpnniuadu; sería el ^^obierno de la Conslilut-íón. sin
oriíoM y üin exclusiones, y jamás se lian invocado en la Re-
- 310 -
públira los elevados tícnümíenlu» de desprprulimieiilo y pa-
triotismo sin hallar eco simpático en leda lu Nación. Se ha
venido & solicitar ú un ciudadano modesto y retirado de las
pasiones polflicas para levantarlo k la magistratura suprema
de la Naei6n, y en el oca.so de mi vida, sería tal vez el úl-
timo sacrilicin que pueda hacer en nbse<[uio de esta ([uerida
Patria» y ojalá pueda corresponder á las esperanzas de las
honnraliles Convenciones que me han honrado con su voto.
Discurso del doctor Miguel 6. Morel, pronunciado la noche del 24 de
Agosto de 1892 en un banquete dado por la -Unión Cívica *,
en ttonor del Presidente electo, doctor Luis Saenz Peña.
Señores: Este Imnquete, una de tas Forman consagradas
para las más nobles celebraciones, untes (jue un homenaje
tribulado á un ciudadano distinguido, electo y proclamado
Presidente de la Uepliblica, e.s una Tiesta ile la amistad que,
sin emhar^'o, tiene las garandes prayecciones de un rcsiirgi-
mienlo. de una nueva tlorcscencia de la vida libre en nues-
tra Patria.
Este banquete es ú la vez fie.sla de libi?rtad, y cuadra
bien en pueblos republicanas (lue el llamado á rejiir sus
■Icslinos la presida, para que pueda ai)ercibii'8e de las ne-
cesidades, de las aspiraciones y tendencias de la colectivi-
dad, Hcnlir de cerca sus palpitaciones y apreciar el concurso
que se le presta.
Es tiesta de libertad, porque celebramos el triunfo de la
opinión pública maiiifesiada con la míis pura verdad en las
umai» y su resultado, la elevación al Poder de un hombre
representativo de mía inmensa mayuria de hombres libres y
conscientes y de una suma considerable de (jcnerosos es-
fuerzos y de nobles ideales; de un hombre que signifíca la
ínau^ración de una nueva í^poca, de un nuevo régimen y
de una nueva v(a en medio de las actuales vicisitudes del
pueblo ar],renlini).
Un día, obscur<'cÍ^ronse los horizontes de la Patria, y las
desgracias pfiblieoK parcelan inminentes. Un resplandor be-
nigno disipó las brumas; patriótica Inspiración iluminó á los
— 311 —
-df>3 grantles ^tartidos t\tt\ Acuerdo, y un hombre honorablt!,
un ciudadano consular, un vonlariero {>atricia fué isaludado y
actuniadu ruino el conjuro de los peligros, como la solución
de los cotiflictoít, cotuo la üalvaciún de los pueblo».
Este ciudadano repre.soritaba e\ término de los males que
iiflígfan á la Patria: si^niticnha (pie ella volvería & vivir bajo
sus inslituciories tutelares: que no habría ya favoritos, sino
■ciudadanos, imítales lodos ante la ley, anle la jufitícía, anlit
sus autoridades: que concluirían los ]fobternoB de bandería
para dar lugar á los gobiernos del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo: que al favor nfícíal sustituiría la ju»tiuia; &
la malversación, la ecoiinmfa honnida; á la fuerza el dere-
cho: i'i \íi voluntad personal, la ley inflexible.
Si^nifícaba. en Uti. (pie volv{amos á levantar entre nos-
otros el hogar de la libertad y el asilo del derecho, y que
en la patria de .Siin M.irtín y de Helgrano todos Ioí^ hom-
bres son iguales; que todos somos hermanos: que todos so-
mos y det>enio& ser libres, y que para todos se levanta en
lus alturas el sol argentino, como para lodos produce esta
tierra Itendecida bajo la acción del trabajo regenerador y
!i>s iiuspirios ds instituciones y ile gohiernos de liherlad.
Kstc ciudadane surfdó con este altísimo sigiiiticado; la
nación pnptdar lii consa'^ró. y asistimos ahora k la verda-
*lera restirrecí-ión de la democracia argentina.
Ese ciudadano es el Pi'esideiite proclamado de la Xacióu
Argentina, doctor Luts Sacnz Pena, en cuyo honor nos
reunimos en esta ocasión.
Aquí veis, señor Hresidetile. á un res()elable nCiniero de
ciudadanos de la provincia de Buenos Aires que representan
tm.1 ^ran fuerza de opinión y una masa considerable de sus
múltiples y valiosos intereses. i\uc sienten las miís intensas
aspiraciones de unten, de libertad y de progreso, y (pte fundan
las más legitimas esperanzas en que ellas serán realizadas
bajo los auíípicíos de vucsti-o (íobierno próximo.
Rsta es. en cierío modo, llestu de ciudadanos de la pro-
vincia de Buenos Aires que os ofreceu una vez más en esta
oportunidad sus votos desinteresados, su concui*sn patrióti-
co, su adhesión consciente y sincera, sus alientos, sus anhe-
los, su pensamietito y sti acción para concurrir á la reali-
zación de vuestro bello programa, concorde con las promesas
de nuestro evangelio político.
— 312 —
Discurso del doctor Antonio Bermejo, el 12 de Octubre de 1892^
en Chivilcoy, siendo padrino de la fiesta celebrada al inaugu-
rarse el monumento á Colón.
Sefioras: seflar Presidente de la Junta: señores: Con la
Ínau(íurai:i(')n de este monumento dedicjido al descubridor
de] Nuevo Mundo, Chivilcoy honra anlc i oda la confrater-
nidad universal que vincula & lodos los lioinbreü en el mis-
mo sentimiento de admiración por la virtud y por el K^nio.
Bien está aquí señorea, en et^la ciudad laboriosa y cosnio-
pülita por excelencia, la noble figura del hijo predilecto d&
lu Italia, del servidor decidido de la España, presidiendo la
aranosa actividad de este pueblo que ubre cada d la e¡ surco-
en la fecunda tierra, como el eílebre marino en el océano-
estéril, buscando también el nuevo mundo de su redención
pur el trabajo, por la libertad y por la denmcrauia.
Bien estÍL aquí el enviado de la Kspaña que nos lepó el
sentimiento caballeresco y generoso do su raza; bien el
antepasado de los hijos de Italia, que vienen com|>artÍendo
con nosotros, los argentinos, todos los afanes de la industria
y todas las vicisitudes y & veces tremendas amarguras de
nuestra or^'anización social y económica.
Helo ahf, senoi'es, en el momento supremo de su vida,
aquel en que. tremolando el estandarte de León y de Casti-
lla, asíenUi su planta en la tierra prometida á sus afanes
por el supremo ordenador de los mundos.
¿Cuál fué su parle, y cuál la de su época en la realiza-
ción de la ma(;na empresa?
Si el Siglo XV fue el siglo de los descubrimientos, y si el
anhelo de ensanchar la accíóti del hombre en los dominios
del espacio Irahajaba las voluntades y las ideas. Cotón
llevó también el corilin^ente de su propia personalidad, de su
voluntad y de su pensamieiilo. que se impuso en definitiva
contra los errores y las preoeti pación es de su tiempo.
Kii lii vida azarosa del marino, en los fantaseos á <]ue la
vista del mar le uireciera como rupresenlación de la majestad
del infinilo, Colón tal vez vislumbró entre las brumas del ho-
rizonte lejano el mundo desconocido que habla soñado la
imaginación de los nnliguns.
Los datos que Platón atribula 6 los sacerdotes eKipcioR
- 313 -
Kuhri! la Allúiilida situarla eufrente de la» columnas de Hér-
cules y (les(|p In cual pndia pasarse <i olra:^ ísUik y vnlver
al Continente: las tradiciones 6obre la Antilla que, en con-
cepto de Aristútele^, Ins cartagineses tiabfaii encontrado íl
muchas jomadas de navegación del continente africano; la
predicción de Séneca sobre el día en que el Océano permi>
tiría ver una vasta región, y Tlielliys nuevas comarcas, de-
jando do ner Thule la íillima tierra; .Vec »/í Urra úHima
Thule: todo e-se conjunto <le tradiciones juiéticas <le la anli-
gtledud con que se a<lorna la cuna de las civilizaciones na-
cientes, uo influenció sin duda la mente pensadora y eíen-
llflcamente prepiirada de Criütóbjil Colón.
Él no buscaba un continente nuevo: vivió y murió en la
crenciü de que liabla llegado & las costas orientales dct Asia.
Sin embargo, ^u plan fué cientfficanienle concebido y sa-
biamente ejefulado.
« Cuando Colón, dice Huniboldt, se dirigió hacia el Oeste
partiendo del meridiano de las Azores, y provisto del astro-
labio nnevatucnlu perfeccionado, recorrió un mar que nadie
había explorado hasta entonces, no iba como avcntui-eru i.
buscar por el Oeste la costa oriental del Asía, sino que
obraba en viiiud de un plan firme r determinado ».
Partiendo del principio de la esfericidad de la tierra, Co-
lón concibió la posibilidad de llegar ñ la India navegando
bacía el Occidente, es decir, en un rumbo opuesto al que
los portupeses seguían por el Orieide.
l-.as nociones erróneas de aquel tiempo respecto á las di-
mensionc>; del planeta ímpnlsfih.-inlo en eí:a vía como más corta
para reanudar el inteiTanibiu cttn los mercados del Asía.
Empie7.a entonces la terrible lucha del penio ron la falta
de meilios de acción, y el audaz marhio transporta de reino
en reino su atrevido pensamiento, ofreciendo nuevos mundos
en cambio de un solo barro.
Desdefiailu por el Senado de Genova, su Patria, detenido
y c^si traicionado por la Corle de Portugal, desoído duran-
te aQos en la misma Corle de Kspafía, Colón y su proyecto
son al íin somotídos al i'xainen del Consejo de Salamanca,
cnrnpneslo de los hombres más veitsados en las ciencias
humanas y dí%iiias de su, tiempo.
He ahí. frente á frente, los dos enemigos irreconciliables.
Iradicionalef;, cuyas luchas y triunfos respectivos van mar-
— :ti4 >-
batido las etapas de la liumanídad en lu civilizaciúii 6 en el
relror*so. Colón y su genio eslán de un ludo; el Consejo y
sus creencias eslán del otro; el libre examen contra el nulo-
ritarÍKino; la innovación contra la rutina: el ^nio contra la
mediucrídad; la tolerancia contra el fanatismo: la flloünfía
contra el clericalismo.
El espíritu estrecln». monacal, de la Kdad Media, en aijuel
momento solemne de la historia recoge todas sus armas en
el .irt>enal de] pasado, y preludiando la ruda liostilidad que
debía desplegar contra Galilco y contra Colñn. cnntra dos
mundos siderales opone la letra muerla al espíritu vivaz, la
tradición al genio innovador.
1^ fe tiallába^ie entonces ligada en íntimo consorcio íi la
ciencia olicial de la época, de modo que no había más que
un paso de la novedad á la here^'a. y de la heregin U la
hoguera.
Saludemos al gran marino, vencedor en la primera y ardua
Jornada. La expedición quedó resuelta.
Señores: la ligara genial dd navegante genovés ^íe agiganta
ante los obstáculos que debía de vencer en su camino.
Kija en la mente la idea de llegar á la India síguieiulo la
tnarcha del astro que iba A acuitar sus rayos ca<la día entre
las olas ilel Octano, como si fuera la brújula di? su derro-
tero: llena la conciencia con la fe de su niisíc'm exlraordina
ría y en la acción providencial del Ser Supremo, emprende
Colón su gramliosa epopeya laiiz^indose á aquel mar inmen-
so y tenebroso de los geógrafos Árabes, poblado de peligros,
horrores y misterios.
Fenómenos inesi>erados í inexplicables para la ciencia de
su tiempo debían poner á prueba el caráter de Colón y su
fe eti el éxito de su atrevida empresa: la persislencia de los
vientos aliíjios que inducían á creer en la imposibilidad del
regreso: la vegetación ilutante en el mar de los Sargasos:hi
declinación por primera vez observada de la aguja magnética,
que pare<:la renunciar á ser su guía silencioso: lodo debía
ceder á la fue^isa impulsiva de su genio; todo, ser vencido por
su voluntad soberana y la incoslrastable intuición de su des-
lino liasla puner la planta en la tierra de sus sueíms.
Crceríasc asistir & una de aquellas escenas bíblicas del
Oínesis, en (|ue la tierra estaba informe y las tinieblas cu-
brían el abismo.
-315 —
Según la expresión del poeta, la carabela de Coiflii, como
el espíritu de Dioa, movíase solire las aguas.
Hiihta»? cninpt?tn(]n la Creiu-ión.
. V rió Dios (jnf lo hecho Putalm lmcíno« .
El gran navegante superaba así las liazaflas que la imagina-
ción (le los gi-iegos babia atribuido á sus héroes y seniidioses.
Realizó lo ijue no alcanzaron los ojos y las alas de la
fama puestos al servieio de Aliüdes, inspirando el estro del
celebrado cantor de las Cruzadas:
T<4npo rcrrA che ñiin d'Kirnle e segni
FaroU TÍlf al nnreganlt indufllri:
Un uí>m diíllii Li^irln nrrA «rdimciiln
AU'iDCOgiiiU COMO csporsí iii príinn.
Nada falló (i la jclnria del hf-roe. nis¡ quiera el mnrlirío.
V por una de aijuellas iinmnalías del deslino, el nuevi» con-
tinente no lleva el nombre de su descubridor: pero ese nom-
bre vive y vivirá pereiuiemente en el corazón de todos loa
hombres que lo habiten.
Colón fné grande ante todo por la energía de su carácter y
el poder de su voluntad. La Te en su ideal y la perseverancia en
la acción le colnt-an en el rango de Iti^ héroes de la humanidad.
Su vida, noblemente llevada, encierra una gran lección que
puede formularse con las fmiabras que en su hora de amar-
gura y desaliento* el alma de Colón, profundamente religiosa,
ola como un rotisuelo venido de In alto.
• Valof y nada lemas; las tribulaciones del hombre están
escritas en el mármol y no sin causa».
Sañores: al pié de este monumento, modesta ofrenda de un
pueblo de la Nación Argentina al gran navegante que lodaa
las naciones honran en este día. los hombres de todas las razas,
hablando distjnltis lenguas, atraídos desde los cuatro puntos
del horizonte. s<' reconocerán hermanos y como hijos de una
misma patria, de aquella que no admite prerrogativas de .san-
gre ni de nacimiento, que iguala á extranjeros y nacionales
ante la ley, que promueve el bienestar general y se empefia
en asegurarlos beiietirins de la Itherlad para todos los hom-
bres del mundo que quieran balitar su suelo.
— 316
Discurso pronunciado en el salón de recepciones de la Casa de Gobier-
no por el Arzobispo, doctor Federico Aneiros, el 14 de Octubre
de 1892. ante el Presidente de la República y sus Ministros.
Excelenlfsimo señor: Venimos á pr«se»lar nuestros respe-
tos al seflor Presidente, y pidu disculpa por lo que diré, en
consideración al carácter de católico ({ue lo dislingue.
Si alguno nos dijera que para cumplir con lu Constitu-
ción á este respecto, basLa presentar la fo de bautismo, lo
sentiría porque la letni mata.
Mas cuando Vuestra Excelencia ha manifeslado que no le
place ser cristiano de papel, |;orque repugna esto k su con-
ciencia y á su dif^idad. y hasta la Constitución llamn al
Presidente de la República patrono de la Iglesia, «o sé quién
no deba respetarle.
Y si nosotros llegamos hasta decir que, así como no es pa-
triota sino aquel á quien la Patria reconoce por tal y que (¡ene
siempre pronto el nfdo á sus insinuaciones y clamores, tam-
bién puede decirse que es católico el que la Iglesia tiene por
tal, y que siempre la oye con amor.
Creo que á nadie ofendemos.
Señor Presidente: con júbilo os vemos en este alio pues-
to, y con toda fe os ofrecemos todo nuestro ministerio.
Rogaremos al Cielo para que podáis vencer todos los in-
ftonveníenles y sea vuestra Presidencia llena de honor y de
gloria.
Proclama del General, don Emilio Mitre, al E|ércíto. el 14 de Octubre
de 1882, al ser nombrado Jefe del Estado Mayor
El Jefe del Estado Mayor General, al recibirse de su pues-
to, envju al Ejército su más cordial suÍu<lo y le significa
que espera confiadamente encontrar en él las virtudes que
siempre lo han dÍsliii|;uidnromn reflejo del valor y patriotismo
del pueblo argentino: que en ^n>í Illas predominará conslan-
temenle el sentimiento del deber sostenido por la justa y se-
— 317 —
vera disciplina que han vigorizado en todo tiempo á las
IngioRRH coaquistadoras de glorias en la lucha por la inde-
pendencia de un continente y por la libertad y honor de la
l'atria.
El Ejército no dehe olvidar que es la fuerza sobre la cual
reposan el orden y las leyes: que sus armas han de estar
siempre prontas á defender las bases fundamcntalfis de la
Nación, representadas por el Gobierno que, con arreglo á la
Constituci6n.se ha dado el pueblo argentino, y que es tam-
bién el fundamento poderoso sobre el cual se apoyarán en
cualquiera emergencia la defensa y el honor del país.
Sostenidos y vinculados por estos elevados seiüimientoa,
que son imposición es del pundonor, del patriotismo y del
deber, fonsejíuirenios adelantar nuestra institución militar
manteniendo la correcta subordinación y disciplina, que noe
permitirá estar prontos en todo momento paní cumplir la
alta misión de) soldado.
Unidos por estos s<ino>: propósitos, tendremos el orguUo
de contribuir á asegurar la ]»az pública y de ver, como con*
secuencia, desarrollarse la riqueza y el bienestar de la Re-
pública, regida por el gobierno legal que at-aba de recibirse
del mando, y al cual debemos obedieticia y respeto.
Constancia en el desempeño de las obligaciones, subordi-
nación, honor y moral, c^ lo que espero de todos y cada
uno de los miembros del Ejército, para encontrarnos siem-
pre dignos de represenlar las glorias adquiridas por las ar-
mas de la Patria y para que en la bandera que hemos jura-
do defender, brille indeleble el lema: siempre vencedora:
jamás vencida.
Emilio Mitkb.
Discurso de) señor Eduardo Saenz en la Cámara de Diputados de la
provincia de Buenos Aires, en 28 de Julio de 1893. apreciando
«I decreto del Gobierno Nacional sobre intervención en el Banco
de la Provincia.
Declaro que jamás en mi vida he sentido gravitar sobre
mf con un peso más abrumador la responsabilidad que ten-
go como representante de la provincia de Buenos Aires.
318
Me encontraba, señor Presidente, ausente de la Provincia,
ron licencia de la Cámara, cuando llegaron á mi conf>ci-
míento los decretos del Gabíneie que se Uaoia Nacional, y
que yo Ilainaria municipal, interviniendo en la provincia de
Buenos Aires, primeramente arretiatándole su propiedad, sus
annas, y acto continuo iutervíniendo Ioü establecimientos pú-
blicos, en ln.s Bancos que, por sus antecedentes g;Ioriosos,
han podido considerarse couko verdaderamente nacionales.
Declaro, señor ['residente, que, al leer esos decretos, ««
me oprimió el corazón, i[üe las liígríinas humedecían mis
ojos como si hubiera visto arrojar un ultraje sobre eJ roe-
tro de mi (|uerida míulre. Ese uílraje ha sido lanzado sobre
la primera provincia argentina, y para que la afrenta s«a
máK Imchoniosa, ha sido lanzada por uno de sus propios
htjos> por uno de sus primeros oradores, por una de sus
primeras gkirías; no tengo ínronvenienle en declararlo, por
que laiiibién Ciiorón, una de las ^'raiides glorias del uuuido
antiguo, fué victima de las más ^'randes cobardías en las
horas supremas en que se jugaban los destinos de la Re-
pública Komana.
VftriOíf iseitore^ Diinitadon — }A\xy bien.
Sentía, señor Presidente, que el grito de mi conciencia y
el grito de mí corazóti ne me permitían permanecer tranqui-
lo, alejado «le las luchas de mis amigos en la hora del sa-
crificio, y sentía que mi conciencia me llamaba á ocupar
con honor mi puesto de Diputado y á ponerme bajo los
pliegues gloriosos fie esta bandera que hizo flamear en la
provincia de Buenos Aires con un vigor desconocido el ilus-
tre (Kilricio Adolfo Alsina; y he venido, señor Presidente, á
luchar, he venÍ<lo á jwnernie al frente de la brecha y á caer
como bueno, creyendo, sin embargo, que son demasiado
j^randes estas satisfacciones para hombros tan débiles como
los míos, creyendo que son momentos en que los hombres
debfn disputar como un galardón el honor de venir á lu-
char por las instituciones de la provincia de Buenos Aires,
vejadas como no lo fueron, señor Presidente, Jamás ni por
las armas del extranjero. (Muifhien).
Necesito, s<!ñor Presidente, Loda la tranquilidad de ral es-
pfritu. porque voy á hablar con cierta extensión, y pi<to per-
miso á los señores Diputados sí me detengo en largas con-
sideraciones.
:íIíi —
Yo voy k hablar para el Diario dr SenioHe» de esta Cáiuara.
S^ c|ue el eco de raí palnbra tal vez do reprei^cnlfí naila futura
lie esle recinto; sé que la conspiración del silencio no» ro-
dea; pero flhf está el lipn dr ímpreula ijue los lia de con-
servar, y los lienipO!« pasarán y e^tas nubes se han de de8-
van(>L*er en lot< horizoiiltiS de la Patria, y vendrán Ins López
del porvenir, los Macouby ar^ntinos, Ion hombres (inc no
se detienen ante la superficie de los aconte<-imientos, ante
Id apariencia de la vana;;loria, unte las pumpas de orope.l
fon qne se n'vislen l«is jrrandos niixtifícadores ile la opinión,
y podrán con estas p;ilalinis, (pit* son la expresión de la ver-
dad, rcconstridr los cpisoílios dolorosos de esla época Iris-
tjsíma ponpn' estanu»; iilnivesando. fÜny hietij
Necesito, Kefiur Presiiienle. romo he dicho, «t nn |k»cü
prolijo en mi expogición.
Voy con toda la brevedad que me sea posible á retraer
\na acnntpcíniienlo^ políticos qne han venido, etapa por eta-
pa, ü traer esta situación c|ue el país tiene íi su frente.
Después de ima ¿poca aciaga para la República Argentina,
de una ^puca de delirio y de vértigo, ile la qu*? nadie puede
considerarse libre ile responi^ahilídad. el p;iís, por un movi-
miento de reacción (¡ne es unji ley RKÍca y una ley moral,
sintió In necesidad de dar Ire^'^ua ft estos prandes extravíos
para (|ne el pafs cntnira en unii vía dp re|>aración y <le orden.
De este t.'1'au'te anhelo impersonal de la opinión que á los
Diismoa partitios con sus jefes les obligaba ü reploítar sus
banderas ante los peligros ponpu- atravesaba td país, surgió
la política del Acuerdo. VMu política se encarnó en el doctor
Saenz Peña, á quien yo pci'sonalmonle comliatí.
El doctor Saenz Pena declaró á los partidos del Acuerdo
que no gobernaría con ninguno de ellos: ipie gobernaría con
todo» los hombre?" honrados y desinteresados del [wb^: en
una palabra, el doctor Saenz Pelln i'epresentaba, (siento que
la palabra es dura, pero necesito emplearla): la hipocresía de
los parlídos que lo f|ne buscan es el Pnder pura hucer prác-
ticos sus ideales, y condensaba esta .suposición abstmcU
del país en una solución ideal que tenía necesariamente que
fracasar y tlnr sus frutos amargos, una vez que fuera apli-
cada á los hechos.
Los parlídos del Acucrtlo aceptjiron el programa del doctor
Saenz Peña.
- 3» —
S«efiz PeOa ai«uniiÓ el Poder; ünneduiUawirte
Á6 iaMlriéo. k» hombres dejaron de ser dioses, porqve Iss
horss de Us Iríbalsdones hsblan psssdo, r volvieroD 4 ser
bombren. Se decUró alrededor del Presidente de la Repá-
Míes la gaerrí ciril de los clmulos pollticotf dispulándose
b «upremacfo.
Kl ProtirJeiite de la República hizo esfuenost ioauditjos por
manU'ner en toda bu iiitefrrídad el programa que habla pro-
metido y jurado ante ol Con^retu) de U Naclóii.
Ensayó dintiiitun t^abintHe»; fíobenió con el partido niilni»-
Is. con el |>artido nacional, gobernó con el llamado partido
nodemiAüL
Tndatt esas combinaciones fracasaron y fracasaron, pura y
«seIusÍTam*riile porijuc un partido due&o de la oposición y
oira partido ducfíc» del Cnnf^reso le exigieron la pre|ionde-
rancia absoluta en el riobierno de la República.
V si eittji no ett la verdad, «eñor Prcj^idente. pregunto yo,
«|ue he sido el primer adversario de ese Oobienio, ¿cuál es
el delito, cuál en la falla que se le puede imputar & esa
Admíni*ttrarión qun en menos de aoh niese.s que manejaba
Ion intereffetf públicos habla arreglado la deuda extorna de
la República, habla hecho economías para hacer frente á la
deuda flotante, liabfa arreglado nuestra vieja disideni^ia con
Chile, que llenaba el linrizonte de amenazas, r había regu-
larizado la A<linitii>4tración?
Eitta era la Kttuucíóii; basla allí el PresidenLe chitaba & la
alluní de su programo, de sus promesas y de las exij^encias
genérale»*.
Pero Ikyó la hora de las grandes Iribulaciniies; los par-
tido» no cejaban en sus propósitos; el Congreso no se apar-
taha de Hu linea de condurla: el Presidente era hoslilizado;
Hus gabinetes S4' sucedían y cambiaban; la prédica de la
preima era implacable, y el Presidente de la República, en
una hora de angustia, comprendiendo que el verdadero go-
bierno que debía hacer no estaba en los partidos que lo
hablan llevado al Poiler, y al ver que la bandera de la re-
volución que habia aiüo arrancada del Parque llameaba to-
davía e» los corazones de los hombres, en vez de entregarse
al partido que tenía esa bandera, de la cual él mismo había
renegado por que había estado á punto de «er su candida-
to, butícó este término medio, este tripotaje entre los principios
— 341 —
y las conveniencias y los deseos seniles de conservar el po-
der, y eligió el mÍDistcrio del doctor del Valle.
¿Cómo lo eligió?
El jurista, el hombre de principios, el hombre público que
había estado en la Suprema Corle de Justicia. interpretando
nuestra Constitución, dislriliuyiMidi» las farultadcs de los Po-
deres Públicos, marcando el límite de sus atribuciones en
la órbita, dentro de la cual cada uno de ellos se inuevp y
funciona y hariC'ndolas respetar, este hombre, señor Presi-
^mite, que más que nunca estaba obligado á conservar en
loda su pureza la ley fundamental de la Nación, convirtió
al país en una Monarquía constitucional.
Podrá parecer lal vez una novedad esta afirmación.
Pero, yo pregunto: ¿qué es hoy la Hepúbüca Argentina sino
una Monarquía constitucional?
l>a República parlamentaria, forma su gabinete del seno
de los Parlamenlos. En la República represonlatíva federal, el
Poder Ejecutivo lo constituye ei Presidente de la República
y los Gobernadores de Provincia dentro de sus respectivas
esferas, y no pueden en ningúu chso viesprenderse de la fa-
cullail más [lorsonal que tienen, que es la de constituir sus
gabinetes: y sin embargo, el Presidente de la República, para
salvar el Poder y pam consejarse una posición donde, á
consecuencia del varío de los partidos y de la opinión, ya no
podía sostenerse, apeló ñ este último expediente: de llamar
un pequeño Gladstone, un Crispi ó un Caprivi de cartón, el
doclor del Valle, para constituir un gabinete.
Pero, ¿quién era el dctclor del Vallp? El doctor del Valle
era simptetuente una promesa para los partidos; el doctor
del Valle, en si mismo, no repre.sentaha p.irtídn ninguno; él
no gobernaba con el partido niilrista, no gobernaba cou el
partido nacional, no tenía una mayoría en el Congreso, ni
gobernaba con el partido radical. Dándose cuenta entonces de
su siluación, el doctor del Valle intentó gestiones ante los par-
tidos; celebró conferencias con rl (ieneral Mitre y con el doclor
AIem; fué desairado en las filas de este último partido, que
nn claudica ni arrolla su bandera para puestos públicos.
Forma un Gabinete; y tlnalrneute, después que lo forma,
comprendiendo que tiene antes que nada que crear un mo-
duH vivendi para sostenerse, pone la quilla sobre la situa-
ción de la provincia de Buenos Aires.
— ÍW'J —
¿CóiiKi fnriim pslt> jíiibinele?
l'erinftame. señor Presidente, que teii(ío la necesidad de
analizar giersonas, porque cuando se dícc en un país conio-
el iiueslro «el gabinete de del Valle,* quiere decir que el seftor
del Valle, el doctor Arislóbulo del Valle, representa la fuer-
2L1 de la opinión y hs una enlidiul <iii8traclii que tenernos
el derecho <le juzgar.
Rl doctor del Valle, como prenda de desiutei-^s. como-
prenda de abnogactón para el pal-;, i-onsliltiye su Gabtrlet^
como una razón social: toma para sí el Ministerio déla Gue-
rra; le entrega á un amigo pers<nial, miembro del partido-
republicano, el Mitiisterio del Interior; él es la Tuerza, el
otro la política. Toma su socio de estudio para el Minisle-
rio de Hacienda.
Forma la razón social. 1^1 partido mitrisla es el padido
capitalista; el parlidn milrisla le da el capital, y el doctor
del Valle les entrega los ministerios decorativos. (Aplaufio'*).
Ahora viene cl modun ojtefandi.
El doctor del Valle ba ofrecido su presa h los parlidus.
Él sabe que no tiene partitio; él sabe que no se lo puede
fornmr lampuco, p<u-<]ue la prensa lo acecha.
El doctor del Valle celebra una conferencia con el Gober-
nador de la Provincia, y />i Nación le apunta y le dice:
• doctor del Valle, estas c<mrcrencia.s se resuelven por un
cambio de telegramas ó por una conversación telefónica».
El doctor del Valle retrocede, se repliega sobre sí mismo.
y entrega la segunda víctima: el Banco de la Provincia de
Hílenos Aires.
E«le es el iHodun o¡ieranúÍ.
No hay, pues, en el fondi de la situación más que una
coriflagmciún dL' intereses de partido, y una camarilla munici-
pal, una c-amarilla urbana, sin representación, sin partido,
hollando la anlnnrHuia de la Priivincía y echando por tie-
rra estos principios fundamentales, autonomías que tantos
días de dolor y tantos días de gloria han dailo á la Re-
públio.
Yo no voy á entrar á analizar el deci-eto de desarme: él
es inconstitucional á todas luces.
Estos principios han sido establecidos en Tribuna de fe-
cha íiy del corriente: eslos principios han sido estableeirins
en cl flecrelo ilel J*oder Ejecutivo; estos principios estrm re-
— 3á3 —
conocidos hasla por la misma prensa de opn»íción que sos-
lii'ni; ese Ciahiiiele; no piieile haber dos hombreíí en la Re-
piiblíra que pieiiseri «le disliaU manera; sin embanto. voy
& liacer las reflexiones que. estando ausente de la I'rovin-
fín, me liacfa y anol^ al luárgen de La Nación.
El Poder Ejecutivo de la Nación, en virtud de un pro-
yecto de ley quo nunca obtuvo samnón, prc-sentado el 79
I>or el Presidente Avellane<ta, siendo Ministro Sarmiento y
reiterado al año si(;uiente, el Pnder Ejecutivo, esto e3, el
Presidente de la República y sus Miaístros. decretaron el de-
jarme de los cuerpos militares mantetiiilos en |Me <le guerra en
la provincia de Buenos Aires.
Se \i' codfia al doctor del Valle el eumplirníetilu de esta
disposieión. (Ya no es el Presidente de la UepúblícA, ya es
el doctor del Valle, es Crispí, es el ministro de la Monar-
quía conslitucíotial; el Presidente reina pero no gobierna).
\ el doctor del Valle, refílanientando esta simple declara*
ción del Poder Ejecutivo, interviene en la provincia de Bue-
nos Aires mandando un jefe militar con diez soirlados para
arrancarle su propiedad. fA¡íhiU)ics).
¿Donde eiítá el Congreso que ba resuello la interpreLación
de esta ley?
¿Oón<le está la Asamblea Representativa que ha estable-
cido tpiR las Provincias arj^nlinas no pueden tener armas
para defouder&e contra la demagogia?
El doctor del Valle lo ha declarado por uua simple co-
municacii'ui á un Coronel de la Nación.
¿V qué es eso, scftor Presidente, sino asumir la suma de
^os Poderes? ¿Qué es eso sino la dictadura en plena apa-
riencia de la libertad?
iQué! ¿Se puede mandar intervenir una Provincia con un
Coronel de la Nación, arrancarle swa armas, intervinieudo
en sus policías, penetrando en los hogares y profanando los
cementerios'? f3fMiy bien. ApI<*»M>$).
¿Esto puede llamarle un país libre, señor Presidente^
¿A esto se reduce la autonomía de los Estados?
Entretanto, nosotros, mirando impasiblemente; y los huni-
bres deportando de sus puestos pn horas que debíamos es-
lar consagrados á defender las inslituciont's ile la Provincia;
en horas que liubierun si<lo gloriosas para Adolfo Alsina, si
viviera. {Muy bien).
— 34* —
Pero, señor Presidente; prescindamos de las doctrinas
cotistituriüiiutt>s, porque en estos día» lao teorías no se discu-
ten; estos son días de pasión, y en medio del ardor de las
pasiones es imposible que los espíritus conserven la rcllextón
y la tranquilidad necesaria para ocuparse de los intereses
permanentes del país.
El mismo doctor del Valle ha declarado en su discurso
ante el Congi'eso de la Nación, que ha dejado en la ciudad
de La Piala 8(1 remingtons; y uno que podrá tener cada vi-
gilante, que es lo suficiente para guardar el orden.
Seftor Presidente: 1.800 vigilantes con l,SO0 remingtons,
son los que el fíobíerno Nacional deja á la Provincia. Si el
mismo doctor del Valle reconoce la facultad y el derecho
que tiene la Provincia de armar A su ix>líc[a en defensa de
las amenazas que pueden e.\Ístir contra los Poderes Públi-
cos, es cuestión, enlütices, de cantidad, no de principios, SÍ
la Provincia puede lener 80, ¿quién es el que lo va & re-
solver? ¿El doctor del Valle ó el Congreso tie la Nación?
Según se ve, el doctor del Valle, que es quien ha establecido
1.800 remin^ons para la provincia de nuerios .\ire8. la de
Jujuy tendrá íii), la de C6rt\ohii ',iOO, la de Santa Fe 8(1; pero
todas eslas Provincias tendrán <|ue pedir previamente |>ermÍ8o
al doctor del Valle á fin de poder armar estas policías para
defender el orden dentro de sus estados autónomos.
Estas son las conclusiones á que lógicamente se llega,
según los considerandos del mismo decreto y las palabras
del doclor dd Valle ante el Congreso de la Nación.
El doclor del Valle se presenta y dice: somos puros y
podemos exhibirnos ante el país, porque no hay sombras
que empañen iiue^tnis frentes.
He dicho, señor Presidente, ifue hablo para el Diario de
Sesionen, raá.s que á los Diputados que tienen la deferencia
de escucharme; porque cumplo con un deber sagrado en
estos momentos y porque unn voz imperiosa de nil concien-
cia, me obliga á hacerlo.
El doclor del Valle va al («obieroo del señor Casares, en
esta Provincia de su nacimiento, es Ministro de Gobierno,
es el niño mimado del señor Gobernador.
Lo primero que hace es tratar de formarse un círculo.
El es elocuente, simpático, de palabra fácil y persuasiva;
la tarea no podía ser más liviana para él.
- í^ -
Se fomia un circulo, lue^u trata de formarse un partido
rlelvallií^La, y ealte los hombres que usístlan á lus antPKalas
del (iotternador i'n ac)uellr)s Uem|>os; todavía se conservan
frescos los recuerdos de aquella escena en la que el señor
Ministro de Gobierno le decía al Gobernador de la Provincia:
• ¿Ve usted este reloj <|ue tengo en la mano? Puestan seguro
romo e.sle reloj, terifío la Gol)ernacÍ6n ilf la Provincia», Eslo
lo decía guardando su reloj en el bol?iillo.
Pero como no era bastante Kegiirídad para las ambicioaeB
del joven Ministro la candidatura de Gobeniatlor. trata de
asegurar, valiéndose de quo entre los n)iemhru!< de la Le-
gitilalura tenía una inlluencia decisiva, su puesto de Senador
al Confíreso.
El señíir G<d»eriiador se apercilx» de las aspiraciones pre-
maturas de sil .Ministro: en pocos días cambia las autorida-
des locales de la Provincia, reemplaza los Comisarios, nom-
bra los Jueces de Paz, y el iloctor Aristúbulo del Valle,
Ministro de Gobierno de la Provincia, se hace designar
Senador a? Con^Tt^so y se va ni más ni menos como se van
los Guiñazt'is de nuestros tiempos. f3iu¡/ bienj.
Prepara su candidatura á Gobernador desde su banca de
Senador, se revela contra la f<rai) bandera del partido auto-
nomista, la desgarra, y en una conferencia con el doctor
AJsina en que era ctmsultado por amigos íntimos del doctor
del Valle, que perseguían los trabajos de su candidatura,
manifei^tando la persona que tem'a la palabra, que üt la d¡-
visidn del i^rtido autonomista se producía, sería un error;
el doctor .\lslna, con aquella nobleza y grandeza de alma
que tenía, conle-stó diciendo: sería un crimen, señor, dividir
el partido autonomista. {Muii bien).
¿Qué diría el docíor Alsína: qué <tiría, señor Presidente,
en presetici.i de los actos ecnisuniaiins rotítra sn Provincial
Yo creo que preferiría verla entregada á la depredación
ríe los salvajes cer<;ándonos todavía las fronteras que él di-
lató con la fuerza de su brazo, untes que ver la provincia
de Buenos Aires humlídu ante el peso de semejante igno-
minia (Mut/ bini).
Fracasa el sefíor Ministro en sus aspiracíoues al Gobierno,
y ocupa tranquilamente r.na banca en el Senado de la Na-
ción; renuncia k las fíl'is del Partido Republicano, que le
liabia servido ile esca'ón o de pedestal, por nizones de dig-
nidad política y personal» y lo abandona, pero con nueve
anos de Senador & la espalda.
Viene posteriormente la lucha del partido autonomisla del
cual era Jefe el «loctor Roclia, fundador de enta Ciudad.
Sr. ¡>e María. — Que eiitrejió la Capital en Belgrano. (Ri«as),
Sr.Sáettz — SQ lie oído. El doctor del Valle en los momen-
tos en que el partido se dividía, cediendo (i las distintas afec-
ciones ú que obedecía la opinión de -sus miembros, se va al
Brasil en viaje de placer.
En seguida, señor Presidente, debo confesarlo, lleífa la
época, los grandes días de Cicerón. El doctor del Valle, desde
su banca de Senador en el Coufrreso, prepara el espíritu pú-
blico para b revolución de Julio, y á él sólo le corresponde
el honor de esa jornadii; fuf la única voz viril y elm^iente
que se levantó para preparar escoran movimiento en el país.
Pero lodo está muy bueno.
Cuando la elocuencia lo acompañaba por una >*enda de
llores, cuando el aplausu luilai^aba sus ohtos, cuando lo se-
guía basta su bogar la mucliodumbre entusiasmada, vino la
hora de an^^uslia para esa grati aitrupaciún. Los partidos,
despui's de la lucha, se dividieron, obedeciendo á las leyes d'
Ku afinidad política: de ua lado, el General .Mitre y sus ami-
gos; del otro, el doctor AIem con los suyus.
Cicerón, entre César y Popnpeyo. se fué á su casa. (¡Muy bkn!
Apíansos),
Pero, scOor Presidente, este retrato en el cual quiero que
conste que sólo me he ocupado del hombre público y no
del hombre privado, serla incompleto si yo no refiriera & Io.h
sef^ore^ Diputados una anécdota que pinta al político por
dentro, anécdota que es necesario que se conozca en estos
momentos, y que si de aquí no trasciende, se quedará en el
archivo, en el Diario de SoMtumitt <ie esta Cámara, al lado de
todos los antecedentes (pie acabo de recordar.
Yo tenía, seflor Presidente, por el doctor del Valle ese res-
peto, esa veneración, ese soniptimíerdo casi servil del pen-
samientf» k los hombres en quienes creemos encarnados los
grandes ideales de la Patria; su palabra tenía para mí una
seducción mágica.
Un día que entraba en el Circulo de Armas, hablaba el
doctor del Valle en una rueda de caballeros, cuyos nombres
recuerdo y jiodría citar sí fuera necesario. El doctor Aríaló-
— 327 —
bulo del Valle ¡iníilizaha las aptiluiies iolelectuales y morales
«le dÍKlintfts Iiorahrcs de nuestro país; en ese mcimento ae
ocupaba <lel doittor Pelle^nni. y para probar, según sus pro-
pias espresiones, ^uc el iloelor Pellegrini, siendo un hombre
de mucho talento, era ínse^ro en cuestiones políticas, refe-
ría que, habiendo sido él, el doctor del Valle. Cicerón, (ri-
iHMf, comisionado por los partidos en lucha de la provincia
de Córdoba para gestionar una reconciliación en tos momen-
tos en que el señor VicoKobernador en ejercicio del Poder
Ejecutivo, entonces el señor Garzón, se encontraba en la
ciudad de BuenoB Aires, fué & proponerle al doctor Pelle-
^ni el nombramiento del señor Peñaloza para Ministro de
nobinrnr», con ruyn nombramiento los partidos en lucha te
daban por conformes. Blsle sefior Peñaloza era una especie
de arco iris en Córdoba. (Risntt).
Celebró conferencias con el doctor Pellejirrini, I'residenle
de la República.
Kl doctor Pellc);rini le dijo f|ue no tenía ínconveníeule en
interponer su influencia moral ante el señor Garzón para
que se solucionara este asunto de unu manera pucífíca. Kl
doctor del Valle se fué al telégrafo y le hizo un lek'tíriinia al
seQor Garzón, dictándole que sería inmediutameate nombrado
Minislro de Gobierno el doctor Peñaloza, que parece que era
un hombre muy ligero de cascos fri.'f/isy, empieza á mostrar
su telegrama ú sns ¡imi^os y comienza ú destituir de ante-
mano á distintos empleados de la .4dministración, y & desig-
nar las personas con las cuales debía reemplazarlos.
Finalmente, produjo una alarma tan grande en los espí-
ritus, que los hombres de aquella situación se vieron obli-
gados á gestionar la anulacióu del prometido riombramíenlo
haslA dejarlo sin efecto. Y con esa físonomía tan simpática
y ese eco |)ersuasÍvo de que está dotado, el doctor dei Valle
terminaba exclamando: ¡Ahí tienen ustedes lo que es el gringo
Pellogrini!
Y yo. á mi vez exclaum:
*i.\lií tienen ustedes al hombre de principios; ahí tienen
ustedes al gran orador que había incendiado los corazones,
armado las brazos y lanzado la revolurión á la calle, ges-
tionando el nombramiento de Mmistro de uu Estado auto-
nómico aule el seAor Presidente de la República!*
Y bien, señor presidente; ¿cuál es el deber de los hom-
- 398 —
bres que eHÜimos al frente de la situación política de la Pro-
vincia en eslos momenlos?
Se dice que la agresión es contra el primer mandiilari»
de esta Provincia.
Mentira, seflor Presidenle. mixliHcación y calumnia.
Si fl (lolternador de hi Pi"o*. iticia renunciara, si el juíeiív
polflico se produjera, ¿se borraría conoJ sacrificio de su per-
sona cl ultraje heelio &. las inslilucínnes v.vn los dos decre-
tos de la interveneióní
Allí quedan y quedarán para siempre en los anales de
nuestra vida pública como una afrenta.
Guando á un liomhre se lo levanta la mano y se la azota
el rostro ron una bofetada, ¿es posible retirar la ofensat No,
sefior. El vejamen está producido.
Es necesario que en la provincia de Buenos Aires Lodos
los lionibres (jue lian militado bajo las filas de esta j^ran
bandera, se agrupen para defender su autonomía descono-
cida, vejada, á ñn de sostenerla, y no hacer como aquella
célebre rusa que, viajando por las rejones polares, fu^ aco-
metida por una manada de lobos; y olvidando en medio de
los peligros de la muerte sus deberes de madre, les arrojó
uno de sus hijos: los lobos lo devoraron, pero volvieron ¿
la carga; arrojó el segundo y lo devoraron también: arrojó
el tercero y tuvo la misma suerte. Cuando llegó ni punto
de su deslino, lialiía perdido la razón. Aijuí bu llegado el
caw) de decir que el doctor del Valle, como la trágica via-
jera, para aplacar las iras de la opinión que pide víclimaH,
ha arrojado primero la autonomía de Buenos Aires, lu pri-
mogénita, la Provincia de su nacimiento, para arrojar en-
seguida la de Santa Ve y después la de Tucuni¿ii; y si-
guiendo en este riesccnso moral y político, llegar hasta e
último desastre, que sería la pérdida de todos tos título;;
que antes había conquistado ante la estimación de sus com-
patriotas.
Voy & concluir, señor Presidente, declarando que jMir lo
que á mí respecta, no tengo más aspiraciones en estos mo-
mentos que seguir las liuellas luminosas del gran patricio
Adolfo Aisina, y si he de caer, quiero caer envuelto en los
pliegues gloriosos de la bandera que él sostuvo hasta «■!
último aliento de su vida.
ff^
- :«9
roclams del Comité provisional de la Unión Civica N&cional al es-
tallar la revolución en la provincia de Buenos Aires, el 30 de
Julio de 1893.
Al pceblo de la provincia de Bubsos Aiftcs:
Conciudadanos: la levolm-íón se imponía; era un deber y
una necesidad; un deber do palriotismo y una necesidad
moral y política.
La t'randc y noble provincia de Buenos Aires no ]jo<Iía
seguir Itundida en la ignominia á que la condonaran los que
lian saliiilo aduefiarse del Poder, en inonijrua de la libertad
y dignidad del pueblo, eon des^conocimienlo de la honradez
más elemental, ú punto deque hoy la presentiin como el más
vergonzoso espectáculo que ofrezca la Kepúblíca.
Hace ya (¡empo íjue el régimen inslitucioniil ha desapa-
recido totalmente; las leyes que presiden y encuadran la
acción K>ibernaliva, que tutelan y amparan el dei-ecbo pri-
mordial de los riudadonos en el sistema riípnhlicano repre-
sentativo, se han cunveriido en instrumentos de opresión
para hollar con ollas precisamente lo que ellas han querido
garantir.
AI sufragio libre ae ha sustituido el voló falso soiílenido
por \!La policía» <le campaña. La opinión pública, la volun-
tad popular, aura y ambiente de la vida republicana, ban
sido reemplazadas por la influencia artificial de [laniaguados
ó de cómplices á quienes se entregaba los Partidos de la
Provincia como feuilos, para ahogar en germen toda raani-
feiilaeión de independencia. A las autoridades creadas para
velar \wr la vida y los intereses de los hahitantos, se han
sucedido los agentes electorales, con todos los elementos que
el Poder oficial pone en sus manos para despojar & los ciu-
dadanos de sus derechos políticos, cuando no para despo-
jarlos do sus derechos civiles. Las expansiones generosas y
entusiastas <te un pueblo que nunca excusó ni sus esfuer-
KOS, ni Hus sacrificios, ni su ardor por las luchas cívicas, se
han extinguido al peso de lauta corrupción y de Unto abu-
so, para dar In^r á un desaliento y una indiferencia capaz
de consentir la exaltación de uno de esos Gobiernos ipie co-
mienzan con una unanimidad y acaban con un escándalo.
- aao -
K! personal isnio insolente, imperando sin nie<litla, liatiia
trastornado ó borrado toda ¡dea de Gobierno Constitucional.
El grti|)o prodoniinanle disponía de la Provincia como de iin.'i
factoría; á cada paso vetan al Gobernador ofrecer puestos que
sólo pueflen ser ol resultado de la elección de! pueblo ó de
sus lepresenlantiís, no con los escrúpulos <le (|uíen proe^íde
sin derecho, sino con la imprudencia del que, á fuerza de abu-
sar, ha perdido la noción de lo que es el respeto al pueblo
que se gobierna dentro de nueslra organización. Todo se lia
subvertido, lodo se ha conculcado; no s? ha ^'obernado para
la Provincia; se ha aprovechado para los amigos.
Paralela á esta situación política sin tionibre. fe ha des-
envuelto la acción administrativa, marcando con una serio
de torpes escándalos la época más corrompida de que s?
tenga recuerdo. DeiVaudac iones, falsificaciones, sustituciones
de valores, cohechos, cuanto delito puede cometerse contra
la propiedad pública y privada, todos se han cometido con
la liahilídarl del qua tiene todos los recursos on sus manos,
primero, c()n el alurdiniienlo, con la ofuscación Á que la
impunidad empuja, después. Los establecimiento de crédito,
como el Banco Hipotecario y el Banco do la Provincia^ ante»
elementos de riqueza r de progreso, donde 1 » confiatua pú-
blica ha llevado los ahorro-? de la honradez y del trabajo,
han sido ei teatro de las expoliaciones más desver^nzadus
é impudentes, flotando rntre las sombras de esos crímenes
los nondires ile los primeros personajes de una situación que
cae en grado tal, que el Gobierno Xacional tiene que enviar
una intervención para defender los intereses que aún quedan
en piC allí donde la l^ey se lo permite.
Kl pueblo de la Provincia no pueiJe. no debe sop{)rlar un
minuto más el peso de tanta ignominia. Hay que poncrfin
á su paciencia y alearse aí^itando eti alto el pendón de las
reivindicaciones con sus energías de otros tiempos; á ello lo
obligan su virílidad. su honor, su ambición de libertad, su
tradición de kI"""""- Si la revolución es el recurso extremo
á que deben apelar los pueblos, estamos en el caso de la
revolución. Con el régimen que cae no hay lemperamerilo
conciliatorio; hay que arrancar de raíz el sistema que viene
dominando y creciendo desde lejos. Si queremos gobierno
re;<ular, si quei'emos el imperio de las ÍnslÍtucione.s, hay que
echar abajo todo el sjsiema.
"331 --
La revolución de Julio no lia terminado au obra; su accióti
focunda interrumpida ó debilitada eik tres años de innertiduin-
bre» y de dudas, comienza & ejercitarse destle la» altas es-
feras del Gobierno de la Nación. Justo es que llegue para
esta noble Provincia »u hora de reflención. Bajo la bandera
de la Unión Cívica, á que pertenecemos, lucbamos en iSííO
por la redención de la Itepúbliea; con los iuínuios principios,
con lo.H mismos propósitos, con el mismo desinterés venimos
á poner al servicio de la provincia de Buenos Aires nuestro
brn/Q y nuestra vida.
Queremos que la Provincia recupere el esplendor de sus
instiluciunes. que el pueblo elija sus mandatarios con amplia
y ohsoluta libertad, que la ley sea respetada y cumptíila de
la] manera, que á su amparo puedan desarrollarse todas las
fuerzas activas d ¡nteli^nles del trabajo.
Por nuestra parle, llamados á facilitar la evolución que
importa el imevo orden de cosas, empeñamos nuestro honor
en la seguridad de que los nuevos mandatarios lun de ser
los ciudadanos que reúnan lu mayoría de los sufragios en
comicios libres y pacíficos y ijue nuestra dirección será tan
buena como lo pennita el tiempo necesario paia la organi-
zación del nuevo Gobierno Conslltucíonal.
Proclama del Cemafidante Franklin Rawson
Al fUKBLj DK Barracas m. Sun:
Honrado ]M»r la Junta Revolucionaria de la Unión Clrlca
Nacional con el ntatido militar en et;ta sección de la Provincia
cábeme la satisfacción de anunciar á la población de Barracas
al Sud quedespués de un breve combate, me lie hecho cargo de
la autoridad local.
Kn este el momento en que todos los hijos de este pue-
blo que pi-ntestan crnitra el régimen de opi'esión y escándalo
tmpemnle en La Plata vengan á engrosar las filas revolu-
cionarias.
Apelo al sentimiento patriótico de este vecindario para
que corra á incorporarse, bajo la bandera triunfante, al mo-
- 332 —
vimienlo que de un extremo á otro de la Provincia se hace
sentir, pnnnoliendo i^atidcs días para todos sus hijos.
¡I>a tiranía do \ja Plata iiu puede avei^onzar un dia más
á Buenos Aire»!
¡Vengan los ciudadanos que iilimontan en sus pei'hos idea-
les de libertad y protestan contra los Gfil)iernos corrompidos,
á formar en la entusiasta columna.
Es la hora del cumplimiento de los supremos deheren del
patriotismo, y nadie puede permanecer sordo á su llamado.
Las luerzjiK de mis órdenes nu desitansarán hasta ver lo-
gradas las aspiraciones del pueblo, y en esta (gloriosa tarea
espero ver á mi lado á tndos los ciudadanos de Barracas al
Sud, ¿ quienes me iliríjo.
Jvtc de lu riMruu
Bnmtcjii: al Snd, Julio 30 Ae ISdS.
Mensaje telegráfico, del Gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Julio A. Costa, al Congreso Nacional, el 30 de Julio de 1S93
Urgente, recomendado — 8, a. m.— Al H. Congreso de la Ná-
cif^n: Pongo en conocimiento de V. H. que ha r.stalladn en
esta Provincia un movimiento sedicioso, que mí Cinhiernose
ocupa en reprimir con sus propios elementos dentro de su
misión constitucionid y de la autonomía provincial.
Con este motivo lie dirigido ni señor .Ministro del (nterior
el siguiente telegrama:
•A S. E. el softor Ministro del Interior. ^ Comunico k V.
E. que en la madrugada de hoy ha estallado en la Provin-
cia de mi mando un movimiento sedicioso, que es notorio
venCa preparándose en los últimos días, y que se produce
con elementos reclutaihis en su mayor fmrle en la Capital
Federal.
Este Gobierno se basta ron sus policías y con el concurso
espontáneo de sus vecindarios jiara sofocar la sedición, y
así lo hago en cnmplíinienlo de tni misión constitucional.
Hago también saber & V. E, que se acaba de roinnnicar que
el Coronel Franklin Rawson se ha presentado en Barracas al
- 333 -
Sud intimando rendicióti ¡ú Comisario de Policía que luchaba
contra los sediciosos. Importando cjac acto del Corone! Kaw-
sori una interveDción de hecho del Gobierno de lu Nur.iún.
Dios ífuarde á V. E.
JULIO A. COSTA.
Jo8é FosROUüK— Pastor Lacasa.
Como verá V. H.. el Poder Ejecutivo de la Nación inter-
viene dȒ liechn en los suceso-s tiue se producen, rindiendo
las fuerzas nacionales á un Comisario de Policía que soste-
nía el orden constitucional de la Provincia y á quien no po-
dían rendir los sediciosos.
Dios }ruarde íi V*. K.
JULIO A. COSTA.
José Fonrouoe— Pastor Lacasa.
Discurso del doctor Aristobulo del Valle en el Senado Nacional,
siendo Ministro de Guerra y Marina, en la sesión del 30 de
Julio de IB93. al discutirse un proyecto del Poder Ejecutivo
autorizando la intervención en las provincias de Buenos Ai-
res, Santa Fe y San Luis.
Mp |»ar<»ee, oeñor Presidente, qui' pocas vei*.es se liabrú
enronlrado el [Kifs y esta Cámara en presencia de una tnás
grave cuestión que la qu*? vamos á di^batir en eslr uio-
raento.
Principiaré por pedir á lo? sefioreíf Senadores que hagan
justicia á la sinceridad de los móviles que me auintaUt y
que no tengan en cuenta sino el patriotismo que los inspi-
ra, SI en el curso del debate llet^ara á escapárseme una pa-
labra ó un concepto que pudiera herir susceptibilidades
políticas ó pei-sonales: ríe cualquier naturaleza que fueran.
No es mi ánimo inferir agrai'io & nadie, ni á, hombres tii
á partidos del [wsado ni del presente: pero es mi dereclio y
es mí deber, en presencia de los más grandes intereses de la
Patria, de presentarles á los señores Sonadores observaciones
fundamentales y mostrarles la situación del país con carac*
teres tales que. contra mi voluntad, á m¡ pesar, tal vez no
HSi —
jiodré apartar la amargura que de esa situaoión y de los lie-
dlos pueda brotar al hacer mi exposición.
Srfiores Senadores: el imfs se eiicurulra en uti iDomento
muy critico. Hace tres años que vivimos aífilados por una
lempestad polftica que corunueve el edilioio nacional y todas
niipstra.'í instituciones.
Habíamos llevado una ^ida de errores y desaciertos.
AparlAndonos de las reglas del buen Gobierno y de la
buena Adminislración. Imhíomos alcanzjido la í^poca en que.
perdidas lodas las nociones del gobierno libre y reprcsenta-
livo, todas las nociones del sistema republicano. tíídoR los
principios ilel í^nbierno federal, nos encontrábanlos, sefior
Presidente, sefiorcs Senadores, con una anna/ón de gobier-
no ciuf mostraba lay exterioridades de un gobierno nyular,
y por dentro era un ort^anisnio perverso que suprimía la
entidad única que tiene el derei-lio do gobernar la Nacirtn.
pI sistema republicaim. (ApInuNOH. Muy hieuj.
No bay, señor Presidente, propósito de agravio y de re-
proche en mis palabras; pero obe<)ezco á las exigencias de la
verdad, que la «itunción me impone antírip/indome Jí Ja venlad
de la historia, que no hay poder humano que cousiga des-
naturalizar.
El pueblo argentino no era un pueblo republicano repre-
sentativo federal eu 18ÍM}; no arrojo la culpa sobi*e j)ersona
tii ¡lartido alguno determinado: era la acumulación de errores
de medio siglo; era quizá la delicieticia de los medios de go-
bierno; era quizá la educación de las masas, la piisión de
unos y otros qnc creó esa situación, y en ISIH) el mal llegó
A su colmo; las instilucioncs pervertidas; la nmral extraviada;
los abusos en todos los rumos, trajeron por conclusión un
estallido revolucionario que ha sido jui^ado en esta Cámara:
que ha sido ju/gado. ^eñorFrcsideiUe, y que ha sido aplaudido.
Se produce esa revolución, y el cambio de opinión que á
ella le sigue facilita la reorganización del pa(s. apartándo-
nos del pasado, olvidando los errores en que habíamos in-
currido y entrando en nueva vía. para trabajar todos unidos
para el bien de la Patria.
Por dosgiiu'ia, scflor Presidente, se creyó que era posible
salvar el ordisn, salvar las instituciones y quizá salvar la li-
bertad sin corregir las uau-sas de los males (|ue nos habfan
traído á tal extremo.
— 335 -
Diirunte tres artos, la Mepi'ihlir-a Argentina ha vivido agita-
iln por esta pe»arlilla iln la revniíirtón, en todas las horas,
y en todos los Pxtr«mo8 de la República.
Una vez ha sido la revolución IocaI; otras ha HÍdo la re-
volución nacional: pero en verdad y en conciencia, señor
Prfsiilonlc. debemos derirlo, eran las causas locales las que
en^'eiidrahan la revolución nacional.
Cuando se esperó y se creyó que el Gobierno Federal il>a
á Kcr, no sólo t^ranlia de (fobienio, sino garantía ile pu(v
blos, no sólo (.'anintla de quietud, sino también garantía de
libertad, ol movimiento político se concentró deiilni de las
localidades, dentro de las í*rnvincia«!: la Atitoridad \acional
predominalia sobre la República, y los ptieblüs esperaban
áU acción tutelar y salvadora. Pero llegó un momento en
que, no creo que p<ir falla de [lalriotismOT sino por error
de concepto, el seftor Presidente de la República, íloelor
Pelle^rini. declaró: «Todas las situaciones de la República
tienen el apoyo del fiobierno Nacional: no habrá brazo has
tatite fuerte para conmoverlas»; y la cuestión lomó enton-
ces el carácter que había perdido, volviendo á convertirse
en cuestión nacional.
IjOS intereses de los pueblos que se encontraban en con-
diciones desgraciadas no se protegían; y viendo, como nece-
sidad de su j)ropia salvación, el alterarse las condiciones del
Gobierno Xacional, de inievo se pensó en la revolución na-
cional, y volvimos de nuevo á encontrarnos frente k este
pavííroso deber de ponerlo todo en juego y de no saber si en
este [>ran naufra>fio se salvaría una institui'ióti. se salvaría un
poder que pudiera reconstruir el país sobre las ruinas que
iban dejando tantos errores.
¿Para qué detenerme en una relación que pudiera consi-
derarse como cniínipración fie cargos, porque sale ile mis
labios?
Detjpur^ se ha constituido una Presidencia que llega á
este momento con un ministerio nuevo á solicitar del Con-
greso proyectos de ley para decidir aquella misma cuestión.
¿Hay motivo para la revolución?
Estas cosas no se prejíiintan cuando los hechos hablan
con elocuencia. (Prolongados ap'iuson ch la barra).
¿Hay motivo para la revoluciónf Varaos á pregitnlarlo &.
la provincia de Buenos Aires.
— 330 —
La |»oviiieÍa de Buenos Aires, seAor Prosidenle., Rslá mt-
bernada en condiciones Un irregulares como ninguna olra
provincia argentina, y lu prueba, señor, es que en uii mo-
mento dado, esUilla una revolución (]ue connuieve el orden
en todo su leriitorío, no quedándole al Gobernador mí»
fuerza ni más poder que la del asiento donde reside.
Yo sé, señor Presidente, que se ha diclio: la revoIuci(^n
estallará porque el (Tobierrtn Nacional lia dnsarmado la pro-
vincia de Buenos Aires. Seftor Presidente: si se hubiera he-
cho justicia ú los móviles del Gobierno Nacional y se hu-
biera seg'uído con serenidad la acción que él inició, se
comprenderla que la desgracia ({ue pesa hoy sobre la pro-
vincia dL> Buenos Aires es pfir haberst> burlado el decreto
dül Gobíenin de la Nación.
Desarmada la provincia de Buenos Aires, se dice, y ios
diarios ohcinles y sus órjíanos ollciosos en todas partes re-
piten que eti la ciudad de Ua Plata hay en este momento
dos mil hnmhi'es con un fusil en la mano.
Desarmada la provincia de Buenos Aires se dice, y en
todos los partidos de campaila se encuentran, en lugar de
las ilie?. 6 doce eurabinus que se habían dejado para el ser-
vicio policial, setenta, óchenla, cien reminglons para armar
á h)s partidarios y convertir á los ciudadanos en soldados.
íApUtuxo^cit (a bntra).
Desarmada se dice, señor Presidente, la provincia de Bue-
íios Aii*es. y si el l'nder Eiocutivo no hubiera tenido la se-
renidad de juicio que lia mostrado, hubiera podido ir casa
por casa con los requisitos que la ley establece, 6 lomar lo»
depósitos de armas que el Oobierno de In Provincia había
obtenido por todos los medios üínilos, incluso el contraban-
do. (ApUiutiOs fiioUiiKjathia).
Y bien, Kt^fior Presidente; )a revolución en la provincia de
Buenot Aires. ¿ (lut? prupba?
J^meba que hay una situación enferma; no quiero decir má.s.
V en esta situación, cuandc» se propone la intervención,
se va á decir al pueblo de la provincia de Buenos Aires:
■ El Poder ríe la Nación no existe sino para (jue esta situa-
ción morbosa conliuíie, y yo, miembro del (Tobicrtio de la
Nación, voy á poner la autoridad y la fuerza de la Nación
toda para que mi pueblo no sal^a de su situación desgra-
ciada». ( ApUtitmx en tabarra).
337 -
¿Es (Misible, señor Presidetite, que esto suceda? (Manifea-
iñéiótf «** tn barra).
No me preocupa, sefior Presidente, una que otra palabra mAs
ó menos insolente de la barra ó de rualquiera otraparte.
Sr. MiniHtro del Interior (Ed voz baja). — No ha habido
■ninguna.
Varias foce*t ett la barra — No hay, no hay.
Sr. Stinistm de Guerra y Marina — Bien; pero no me pre-
oeupa: estoy en et desempeño de una misión alta, tengo (an
tranquila mi conciencia y es tan pura mí intención, que me
coloco eorapletaineote arriba de todas la» pequeneces.
La situación oficial de la provincia de Buenos Aires no
puede ser amparada en este ca£0.
Algunos de los señores Senadores y mtichos de los seño-
re» Diputados no pensarán como yo pienso; creerán quízAs
que tiabrfi esagcrarión en mi juicio, en mi concepto. Pero
¿ ellos mismos les diré que el Poder Ejecutivo lodo lo que
solicita es faeullad para trasladarse fi las Provincias, anali-
xar su situación y juzgaríais.
Kl Poder Kjecutivo no tiene partido entre los partidos que
combaten en la di* Huenos Aires, y quiere amplitud de fa-
•cultades i>ara juzgar la situación pro^nncial con el criterio de
tos converiietieias nacionales.
¿Qu¿ tiabriaraos hecho .si de otra manera procediéramon?
^Cuál habría sido lu ventaja nacional que babríamos alcan-
zado*
¿Que trutuy se habrían recogido de los esfuerzos del pue-
blo, del frohierno, ile los safTilieios coii.'^umados y de Iits4|ue
en este momento se hicieran sí limilAramos nuestra acción
á restablecer ó mantener la autorítlad del CTobierno de la
provincia de Buenos Aires, derrocado ó amenazado?
Al día siguiente, señor, si tal hiera la .tinción definitiva
del Congreso, después que el Poder Ejecutivo hubiera ago-
tado todos los recursos que la Constitución le acuerda para
sostener sus ideas, al día siguiente, sefior, el Poder Fjecu-
tivo de la Kepúblíca iría á la provincia de Buenos Aires y
arrancaría al Gobierna de Buenos Aires hasta el iiltíma fu-
sil que tuviera en sus manos (Prolongados aplrjitms).
Se me observa que estoy ocupándome de la cuestióu de
Buenos Aires y no de la de San Luís; pero estos proyectos
están tan (ntimameutc ligados entre sí, y no voy á hablar
0««f«aiA ABonrm* ~ Tamo IT. U
ioéom, lo que ea4t oao me wpr»
^'or qu^ el Poda- Qeertlmi |ww.qipii «IT Pwqi de-
bcrfo nunpls' !■ CoaatiluciAii, porque teiMlrfi la le; dmíw
cu] fk I8B0 que oo pena Üe qoc tea^ui ir— n de pno^A Is*
P'fdera de las Províodaa. ni foprzuw ni parqnesc r si ras
Tez fbí tolerante, crrvjrendo que poco á poco »e niíiibraaifa
b M*uac»óa. y que «i «e prufaida ana eríÑs serfa rcsaelta por
«I pnlriotinao de todoa loa bowbres Üavadoa á encasarfa,^
nuftana. euaado proee^eae bajo *a lespoiwafcaSdad airte ef
prcaeole j aote la fatídoría. d Poder Cjeeulira la Aires en lac
aaarairía «effún nu ídcaa y colocarii al Gobñemo de Buenos.
eondíeíone»« extríctaü en que debe mantenerse.
Y w no Ke hif*iera aaf, si el Poder Ejrcntiro límítm su
aeci6n íti torren tora al mantenimiento ó la reposicíóa del Go>
biermí ile Bumos Aires, pregunto á los seAores Senadi -
bajando ud poco el tono yi que et patríotisfflo parece k^...
da pasíAn £ la palabra: digo, t» esta situación llegara, ;,cónio
quedaría la provincia de Buenos AíresT
¿Creen Ir» soñoreií Senadores ó pueden creer en rerdad,
en coficieiiria. <¡up la proviriría de Buenot» Aires quedará pa-
cificada?
iCre#*fi que el prol>leina polflico que entraña aquella situa-
ción editaría definitivamente rpsuello, 6 no rreen mus bien
que In que lialiríariio» hecho habría sido poíítergarlo ñ. roiia
íNíha para lener que renovar esta cueHÜún. para tener que
presencjíir un nuevo estreraeciniientii del país, parn ser tesli-
gnit y naila masque IpstígOíJ n-iiponsabU'^s de la mw\n sanirre
quew dcrniinarra?
Knloncej». seftor Hresidpiiie, yo creo qup basta apelará lo&
buctioH st'iitiri)i*'riIos y al [latriotismo de los señores Sena-
dur^H puní que cada uno se haga cargo de que «"sto no es
una cueKluín úe partido, y de que es necesario que el Pn-
dnr Kjeriiliv» vaya ít esa Provincia á refilahleccr las Institu-
t'iom*» y |ji ¡Hiz.
Bm la n*'fefíi(laí| de resolver eslcproUlema poUlico que aTecta
á la existencia misniii ile la Naciftn la que induce al Poder
fljccnlivo ñ pfídir amplia rncnllad. ;Para quí-? Para regula-
riüíir la ^iluatión do la provincia d»- Buenos Aire*» sinque se
derrame una sola gota de sangre, garuntizamlo la lil>erlad y^
el derecho de lodos.
— 339 -
Señor: no lengo los inisruo'í antefeiletiteíi respecto de la
Ijrnvincia ilo Sati Luís, cuyos partidos ¡lolíLicos no conozco.
AlejnHo de la polílira (Jurantt* muclio tiempo, no he po-
tlido seguir el nioviinienlo de \oi¿ partidos más allá de una
cierta zona y en las fases más visibles; pero los hechos se
presentan con caracteres de tal naturaleza, ()ue preocupan
senauíante la atención del Poder Ejecutivo jr le obliga á en-
cararlos bajo el mismo aspecto.
En la provincia de San Luís no ha sido desarmado nadie;
la provincia de San Lufs conserva sus elementos de fuerza,
tales como existían; de un <lía para otro su (iobernatlorha
sido den-ocado por una revolución. No se alzan armas en
ttu favor en punto alguno de la Provincia.
íQué había allí* ;Había no mal Gobierno. 6 hay simple-
mente uiiu revolución afortunada y un pueblo que vacila
entre plegarse & la revolución porque la cree triunfante, ó
sostener á sus autorÍ<lades vencidas?
Bl Poder Ejecutivo no prejuzga: viene ante la Cámara y de-
declara: la situación de San Lufs es una situación que reclama
el estudio maduro y seguro de los hombres de Gobierno.
¿Por qu6 la resolvería el Congreso sin suficientes antece-
dentes y dejaríamos úe lado la er>encial. las instituciones, por
las exterioridades de la forma, [wra que ésta prevaleciera
sobre el fondo y las irregularidades intrínsecas de la situa-
ción de la Provincia?
¿No se encontrará en lu acción intervenlora del Gobierno
Nacional, sabia, prudenle, ejercitada por medio de hombres
probados, la ntam>ra y los recursos de ilar solución al pro-
blema político en la provincia de San Luís?
Señor, ¿(|ué sucede en la provincia de Santa Fe?
Santa Fe se encuentra en condiciones análogas á la prn-
vincia de Buenos Aires.
Santa Fe, sí-ñor Presidente, hace diez ó dore años <|ue vive
gobernada por uit boIo partido.
Este es el hecho político característico de aquella situación.
La experiencia universal demuestra que no hay la posibi-
lidad humana «le (¡ue un partido imlftico se conserve por
siempre en el Gobierno y que continúe gobernando bien, y
es por eso que caen y se suceden los partidos que pobier-
nan, y á esta ley social no liay partido alguno sobre la tie-
rra que haya resistido.
— ÜM) -
La« dínastfaK riapolertiiivas, ron todo aw prestigio. cayiTron,
y la monarquía <le Julio, á pesai de la cxrek'nci:) constitn-
ciotial d(> .su iTgiiucii y de los lioiiibn>s distinguidos que la
secundaron, cayó también. Cayó el socialismo como cayó
la restauración, á pesar de Ion entuKÍa.smos de la raza y de
los esfuerzos de los le^itimtslas, eomo han Cflfdo lodos los
Gobiernos de [>arlido de lodos los pueblos de la tierra cuando
han violado la ley eterna de la mtiieión eu el mando, á fa-
vor de la cual los partidos de Oobierno se depuran en la
oposición y los i)arlídot> de oposíi:íóu se ensayan en él é in-
lentAit realizar sus ideales, luchando con los ineonvenienteM
de lu vida gubernamental,
Ks sinipletneule á favor dn esta ley ijue se puede conside-
rar como la rotación j)*>riódica y regular, casi tan re{;Cular
como el movimiento sideral, que se mantiene la paz y se
realizad progreso dentro de! mecanismo del Gobierno inplés.
¿Por (|U(>, señor Presidente, el Gc)t>ieruo inglés se trasmite
de partido A partido sin sacudiinienlns, sin trastornos, sin
eonvulsioues? Por^jue aquel pueblo ha llegado á adquirir
esta experiencia suprema déla vida política: que después de
haber estado seis ó siete años en el Gobierno un partido,
está gastado, y que su conveniencia es dejar el Gobierno
para que la oposición le sustituya y se jíaste á su lurno.
He sido testigo de lo que pasó en Inglaterra en IHSó. en !a
é{>oca de las elecciones generales. Gobernaba lú MÍnÍslBri<i
Salishury, ministerio conservador. Se acercaba la elt'cción
peneral del Parlanienlo. Faltaban dos meses pura la elección;
esta elección iba á reaby-arse bajo el Gobierno del partido
conservador, y dio motivo á esta particularidad.
Se Kal)c (pie una mayoría parlamentaria basta en Inglate-
rra parii ilelerminar lu caida del Ministerio.
Se produjo una cuestión de jioco valer, y el Miuislerio fu^
vencido por que no llamó A. sus adlierentes á votar. Todo
el nmnilo se sorprendió. ^Por que el partido conservador w*
ha dejado vencer en esta cuestiónf
¿Por qué, tratándose de un asunto insignificante, se declara
fuera de las condiciones para gobernar, y renuncia al Go-
biernoY
Kra porque los hombres que dirigían al partido conser-
Tador creyeron q^le, después de aquella hora, no podían go-
Iwrnar con éxito y que convenía entregar el poder á sus
iSi
^A^ab
u\
udvtrrsarÍDs, y realizaron iiii nvXn uurprenitenle para nosotros:
les enlre^aron el Gobiorno tíos meses antes de lu elecoión.
Tuvtí vsU lu^ar, y romo la tipiníóa estaba ja en favor <lel
j>artÍi]o liherul, Gla<lstoiic Tun ul Ministerio y constituyó une
maytiria poderosa; pero Olaiistone ai^aríclaha Rn su inciile la
idea lie la liberaeiúu de Irlanda, ¡dea (jiie debía producir
tcrao conmoción en su partido, ['recenta el proyecto, y por
su causí) pierde la mayoría antes de seis meses de haber
formado «-I (íubieriHi. He ulii el resultado de la maniobra
política del partrtlo conservador. Había sido vencido eu la
lucha; dejó subir t'i su adversario, y éste cayó á su vez sín
<|ue narlie le empujara, lo ijue llevó de nuevo ai Gobierno
al iwríiilo conservado I . Tal es )a lógica de In vida de lodos
los partidos en el mundo civilizado: pasar periódicamente
del Gobierno & la oposición y de la oposición al Gobierno.
Rs por esta ley que los partidos se renuevan en las Un\'
ciones del Poder.
Entonces, pues, iíUifiOT Presidente, sí ninguna otra razón
existiera, esta bastaría para explicar la descomposición po-
lítica (pxe se opera en la piovinoía de Santa Fe. Esa des-
composición, los señores Senadores de aquella Provincia
saben ya las proporciones que tiene. La ciudad del KoKario
está, scííóti nuestros informes, dominada por la revolución;
los pueblos circunvecinoh al Rosario se encuentran en las
mismas condiciones y la ciudad de Santa Fe se prepara para
recibir el asalto de las fuerzas que van á atacarla. Tales
son los (lulos que he recog^ido hace potro, antes de venir á
la Cámara. No s¿ si la situación se habrá modificado. Si el
Bcaor Senador por Santa Fe tiene al^rúo otro, podría po-
nerlo en conocimiento de la Cámara.
Sr. Gáltf^ — Con mucho gusto.
8.40.— Es un tele^nrama del Gobernador de Santa Fe:
- Urgente.
Del Rosario sd que se resisten desde la una de la mañana.
Muchos muertos y heridos. Kevolucionaritts Imn dado soltura
á criminales que saquean la.s casas de ramília». fitisae y ru-
more» He (lena pr<^tciótt en ta barra).
No se ríen los saqueados y los muedos. . . . (Siffue leyendo.)
«Aquí se reúnen extranjeros en Esperanza. Estoy bien.
Extranjeros y criiuinalcs son los elementos de que se vale
esta gente.» {Silbidoít en la barra.)
- 3*í -
Sr. Minintro de Guerra y Marina, — No hay (|utí lomar esa^
palabras segílu su texto, y creo que hubiera sido mejor nn
haber leído el telegrama y sólo hubiese dado el concepto.
Sr. Gálvcs. — Veo rtfalmentc que el srnor Minis(i-o, que con
tanta lucidez ha hecho la exposición de lo que cree que existe
en la provincia de Santa Fe, tenia raxAu eu hai>er manifes-
tado antes que estaba un poco alejado de las evolucienes po-
Hticas que habían hecho los partidos existentes en aijuella
Provincia.
Si el señor Ministro, que no ha tenido tiempo, naturalmen-
te, para ocuparle de esas cosus, hubiese tomado informes
desde cierta ^poca á esta parte, hubiera vislo que el partido
que hoy s« llnnia de la situación en Santa Fe, — y este e«
un hecho «pie lo puede comprobar todo el mundo, porque
es público y notorio,— «e compone de todas las diversas
fracciones que han estado mas vcce^ en el Cübieruo y otras
en la oposición.
Hay este hecho muy significativo: el señor Ministro de Go-
bierno actual de la provincia de Santa Fe, don Luciano Leivn,
fué revolucionario en 1S7H. rompañero del doctor Candiotli,
quien hoy capitanea A los revohicioitiirios del Rosario.
El doctor Gabriel Carrasco ha sido también opositor antes
de ahora, y hoy ocupa el Ministerio á que fu^ llamado.
Y si fuera á enumerar todns las persona? conspicuas de
la provincia tle Santa Fe que forman el partido de la tiitua-
ciAn, pruliaría este hecho con s6ln dar suh nombres. Ese
partido está compuesto de hombres que han formado en la
oposición, y en la situación desde diez anos k esta parle.....
Sr. Minintro tle Guerra y Af/trinn. — No tengo inconvcnient*»
en acceder á las interrupciones; pero yo tendré (|ue continuar
mi discurso, sin perjuicio de <iue el señor Senador continfie
á su turno el Kuyo.
Sr. fíáltvz. — Qiiprltt darle estos datos, porque tal vea pu-
dieran serle útiles.
Sr. Ministro dti Guerra y Marina. —Y voy ú decirle Ctm
una verdad y franqueza que abonan mi sinceridad
Sr. GtUvez. — Se la reconozco.
Sr. Minifttro fie Guerra y Marina.-- que ó pesar de todo
no alcanza á suprimir la dirección política del seAor Gálvoz.
que gobierna como dueHo la provincia de Santa Fe. (/I;ifa«-
JK>.^ en Ui horra).
— 343 —
Sr. Oálves. — Sienlo el eri-or en que está el señor Ministro
y no puedo dejar do lovantar esto ()ue yo roiicepiria (|Up es
un verdadero cargo. La provincia de Santa Fe es algo ni&H
-viril de lo que el ^eñor Ministro se cree, para que pueda
-estar disponiendo uti linmbre de su detítino y de tni suerte.
Sr. Minialro fie Guefra y Mm-infi. Sé que la provincia de
Sania Fe es una pravincia vírtl: y si tu hubiera ignorailn.
los lieehos me lo deinostraiian: ;eRÍá combatiendo por su
libertad!
Sr. Gálre^. — Los extranjeros.
Sr. Minitftro ite ÜMerra i/ Marino.-- ¡Los extranjeros son
los; ()ue enuibatenen el Ftosarto!
Sefior í*residenle: y si tal cosa fuera verdad, ¿adonde ha-
lifamos llet;ado7 ¿Cníil es la situación de un pueblo argen-
tino en el cuál las cui'i^tiones políticas no sólo apasionan á
los ciudadanos y lus arrastran á los Ollíinos extremos de la
'violencia y de los sucrificios. sino que p(Hie la.s armas en las
jnanos del extranjero mismof {Áplaní^os).
¡Cituladanos de la líoca! ¡Habitantes de la Bocal podría
■decir el sefior Senador. Y esos habitantes de la Boca, ¿por i\\\Í'
no aparecen en lu ciudad de Buenos Aires á derrocar al
Oobierno Nacional? No a|>areceti, porque esos ciudadanos co-
mo los llama el sefior Senador, esos habitantes de la Boca,
como lo son te^almente, no están lastimados en ninguna de
las prerrogativas, en ninguno de sus derechos. ^.Vmí/ ftiVn.'
jmny biaitü.
Cuando, los ciudadanos alzan las armas puede decii-se: hay
un derecho político lastimado y quién sabe hasta donde la
pasión política se mezcla en la cuestión.
Cuando las armas están en poder de los extranjeros, te-
nemos que decir: hay más que un derecho político; hay un
derecho civil lastimado. {Apiauítoít).
Cuidado seAor Senador; cuidado con llevar esta discusión
A Bsle terreno. Deseo conservar en esta Cñmara toda la se-
renidad que necesito para debatir. Aparto de mis labios el
concepto y las palabras agravantes; pero culüquémunos todos
en idéntica situación.
iCómo se pueiie decir, seíior Presidente, y decir con ver-
dad, que en la revulución de Santa Fe no hay sino criminales
y extranjeros^ ¿Cómo puede decir eso el sefior Gobernador de
Santa Fe sino bajo la presión de su situación extrema? ¿Có-
— su-
mo puede decir eso e) sefíor Senador por Santa Fe que co-
noce cuál es el estado de aquella Provincia?
Pero, ¿para quí recriminacionest
Todo lo que el Poder Kjeculivo pide respecto de Santa
Fe es lo que pide respecto á Buenos Aires, es lo que pide
respecto de San Luís.
Hay en Santa Fe una enfermedad polílic^i; vamos á exa-
minarla y k curarla. Vamos á. curarla, no en bien del Partido
Hadical, autor ríe la revolución, no en bien del partido gu-
bernisla, que potírá alegíir masó menos derechos de mantener
el Poder por toda la vtda; vamos á examinarla y á curarla
en favor > en bien del país. (Aplautios).
V cuando hayamos abonlado y decidido la difícil situaciúrr
de tres 6 cuatro i)rovÍncias argentinas que claman porque
se regidarice su estado, habremos resuelto la cuestión po-
lítica de actualidad, no para bien de uno^sinó para bien de
lodos; y los parlidos desalojados del Gobierno, se depuraríín
en )a oposición y volverán mañana al Gobierno, porque, créa-
me el seflor Senador, tengo bastante experiencia política
para saber que los mismos apóstoles del día llegarán á ser
los pecadores maHuna, si se perpetúa en el Poder por diez
ó veinte anos, como se ha pei|>etuado el sefior Senador,
(ApUtuifo»).
Estas ideas, principios y consideraciones no pueden stT
tratados en la forma en que han sido considerados por mi
honorable adversario en este momento, el seflor Senador por
la Capital.
Él tiene un saber demasiado alto, tiene un patriotismo
demasiado acendrado para que pueda decir que una cues-
tión que está costando sangre á la HepAblíca, que costará
tesoros, sacrificios de todo género en el interior y exterior,.
en el exterior donde estamos deshonrados, es cuestión i]ij&
se resuelve mandando reponer tres Gobernadores y dejando
■tres pueblos en su desgraciada situación actual. (Aplunxos),
Sí; que contimien ascenrUetido su Culvario hasta que, de-
sesperados los pueblos, digan: no hay más camino que pren-
der fuego en los cuatro extremos del hoiizonte y que uo-
quede piedra sobre la cual pueda fundarse un Gobierno que-
represente orden y civilización. (Aptausoa).
Temo abusar, sefior^ I* res i dente, de la consideración de la
Cámara. He expuesto el pensamiento del Poder Ejecutivo jr
- a45 —
puciio (l<^Jr til s«noi- Senailor que. luiruiitlo ilpnlro de mi
firopio corazón, veo qut: iici Lrm^mi t>ii v\ ni un K<>titimie[ilü
meuiuiíio, ni una prisión eslrecliu^ y mucho más por rsle vigor
úe paUtbra |iara defender lo que la conciencia me grita que
ps la salvación del ¡mis.
He aceptado con los sefloresí Miiiislros venir ó ocupar un
puesto ilf lucha en uiiu situación azarnsji y difícil para la
Hepública, pon|ue he rreíilo (|ue, enceguecidos, tnarchamoií
á un abismo; poi([ue la crisis de un Presidente hiibria sido
la crÍKis del Vicepresidente del Senado, y por(|ue sobre estas
crUíis suceiíivas no habría habido sinó sangre, fuego, humo
y la ruina (|uién sjiliesí ñtí cincuenta anos para nueslro pafs,
y esto cnfrenle de todos los problemas que la República
Argentina tiene ileniro y fuera del país, enfrente de sus cues-
tiones internacionales, enfrente ¡x la buncarota de la cual aca-
bamos de salir, enfrento, cu una palabra, de los más gnindes
protdemas y cuestiones que nación alguna en fornmcíón pueda
considerar y resolver en un momento dado.
Les pido ú los señores Senadores que crean en la sinceri-
dad do mi pulatira; que creait en la sinceridad de los propó-
8il08 del E\ E.. y que iio empequeñezcan tan magno asunto
creyendo que se puede reducir á Ift reposición ile tres Gober-
nadores.
Hs una enfermedad política que nos corroe hace tres años y
r(ue necesitamos e.\lirpar. < l'rotomjnths aplaufm iit Ittburia).
- ;í44> —
Discurso del doctor Aristóbulo del Valle, pronunciado en el balcón
de la Casa de Gobierno el 1° de Agosto de 1893 1 1 1
Señorat:
El Congreso de k N'ación acaba de resolver que ru> habrá
inleri'eiiL'iones eii las proviiii'ias convulsionadas.
El Congreso Nacioníil no representa un liniiibrp; pLTu el
Congreso Nacional roprejienla esa entidad necesaria par» ••!
Gobierno libre que üe llama Poder Legislativo dt;! país.
Kl Poder Ejecutivo, que tiene en sus manos los fucrzaii üe
la Narii'in. es el prínicríi ipir delxí rcflaniJir respi-tn para ckc
Poder que en el orden de las inslilmitmes representa el
Poder Legislativo de la República.
Los hombres nada importan; hoy vienen unos, mafiana
vienen oiroí^: lo que no se cambian kou las inslílueiune^ per^
nianentes. Mafíana nceesitareinos para el Congreso de la He-
pfiblica, constituido según las exigencias de la opinión públi-
ca, loilo el